Había que aceptar que ya había pasado un tiempo desde su graduación y también desde que se pasaba por el edificio del Morikage, probablemente la última vez habría sido cuando… Cuando ni siquiera hacía uso de la razón, no sería sorpresa que Kenzou le dedicase una reprimenda por haber estado tanto tiempo sin pasarse y más aún por haberse perdido en el país de la tormenta por tanto tiempo.
~Pero que va, si le pido misión tendría que alegrarse. ~Pensaba la pelirroja quien ya se encaminaba hacia el vistoso edificio vistiendo su típico conjunto aunque sin la gabardina que por la temperatura que hacía poco le aportaba.
Siendo sinceros la chica no estaba muy nerviosa al respecto, si bien era su primera vez solicitando una misión y por ende cumpliendo con alguna de dichas tareas, sabía perfectamente que le asignarían algo de un rango excesivamente bajo y sencillo de hacer incluso para inútiles como lo era ella. Sin mencionar que constaba en su subconsciente que no había hecho absolutamente nada malo.
—Salvo compartir habitación con un chico de otra aldea. —Afirmó un ente espectral que acompañaba a la kunoichi mientras se internaba en el edificio.
—El tipo durmió en un rincón así que no importa. —Respondió a desgano la menor.
Justo en ese momento la chica pasaba por el umbral de la puerta de ingreso al edificio y lo primero que haría sería acercarse al mostrador donde debía de informar de sus intenciones antes de adentrarse en busca de la oficina del Morikage, después de todo podría terminar en problemas si sencillamente entraba de golpe a dicha habitación.
—Buen día, quería solicitar una misión de rango D, soy Kazama Ritsuko. —Informó la chica algo adormilada y con los ojos algo pequeños.
Era temprano, con suerte había amanecido y las calles se hallaban prácticamente desiertas aunque poco a poco la gente iba saliendo de sus viviendas rumbo al trabajo, tal y como ella había hecho aunque su intención había sido la de evitar a tanta gente como le fuese posible y no cumplir con un horario puesto que no poseía tales cosas. Aunque puede que también aportase que no era un día tan bonito como podría haber sido, el cielo estaba repleto de oscuras nubes lo que dejaba en claro que en cualquier instante podría comenzar a llover y a causa de la humedad presente hacía algo de calor, de ahí que la chica decidiera obviar la gabardina que a no ser que lloviera realmente, terminaría por molestarla.
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Tras el mostrador se encontraba un muchacho de pelo castaño recogido en una cola de caballo alta. En la frente portaba el protector de Kusagakure, cubriéndole el pecho un chaleco de ninja verde, más abajo unos pantalones oscuros y unas sandalias del mismo color. Era sin lugar a dudas un chūnin, asignado a un puesto de receptionista y encargado del papeleo, entre otras tareas.
— Oh, hola... —le respondió con desgana a la pelirroja— Kenzou-sama ha salido. Pero no es problema, tengo aquí varios pergaminos de rango D. Espera.
El shinobi rebuscó tras el mostrador durante unos instantes. Eventualmente sacó un pequeño pergamino de color gris y lo dejó en el mostrador, frente a Ritsuko. Acto seguido la miró con una expresión que denotaba asco, pero intentaba disimularlo.
— Los detalles están en el pergamino. Ya puedes marcharte —musitó a la par que sacaba otro pergamino, ya desenrollado, y apuntaba algo— Misión 2719-D asignada a Kazama Ritsuko...
El objeto contenía la siguiente información:
- Cliente: Ishiwaru Meiko
- Rango: D
- Riesgo previsto: Ninguno
- Descripción: El gato de la clienta se ha perdido y quiere que se localice y se le traiga de vuelta sin daño alguno. Se aconseja que en primer lugar se acuda a la casa de la cliente (dirección adjunta) y se la interrogue sobre las circunstancias de la desaparición.
Nota: Este pergamino debe de ser guardado y devuelto a la administración de Kusagakure cuando la misión finalice. Ayúdanos a mantener los registros de la aldea en orden, gracias.
Delante de ella había alguien de rango chuunin o superior, persona a la que debía de respetar incuestionablemente o por lo menos simularlo aunque en el fondo de su mente según Ritsuko fuese uno más del montón, uno de tantas personas que solo saben mirarla con asco o desagrado como mínimo y este no sería la excepción, pero ella actuó con absoluta indiferencia ya que formaba parte de la costumbre.
—Gracias. —Soltó la kunoichi con el mismo tono que había empleado previamente.
Sin más preámbulos, ya que el contrario se lo había dejado en claro, la pelirroja tomó el pergamino que le habían cedido y se dio media vuelta dispuesta a retirarse.
Una vez fuera abrió el rollo de papel y leyó el contenido del mismo, un gato era lo que debía encontrar.
—¿Cuánto podría tomar? —Preguntó el ente espectral que había desaparecido ni bien la kunoichi ingresó en el edificio del Morikage.
—Ni idea, pero espero terminar rápido. —Respondió ahogando un bostezo que le dejaría los ojos un tanto llorosos.
Sin tomarse más tiempo del debido, la pelirroja emprendió la marcha en dirección a la vivienda que el pergamino mencionaba. No estaba muy lejos hasta donde recordaba pero a estas horas probablemente terminaría topándose con una buena cantidad de personas que la mirarían mal o alguno que otro que aprovecharía para molestarla, a saber.
Si nada la detenía, al cabo de unos veinte o tal vez treinta minutos debería de llegar al lugar que mencionaba el pergamino que ahora descansaba en el interior del portaobjetos de la chica. Lo único que tenía en realidad. De ser así sencillamente se acercaría a la puerta principal de la vivienda y golpearía un tanto la puerta a ver si había alguien en casa.
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La travesía hasta el hogar de Ishiwaru Meiko transcurrió sin eventos dignos de mención. Ritsuko llamó a la puerta, y poco después esta se abrió. Asomó el rostro una mujer de semblante triste, tez pálida y facciones que indicaban que era joven, cabello rubio y corto, ataviada con una blusa marrón y una falda color crema.
—¿Si...? —le preguntó sin ánimos a la kunoichi, no obstante, cuando la fémina cayó en la cuenta del protector con el símbolo de Kusa que Ritsuko llevaba como cinturón, se le iluminaron los ojos— ¡¿Eres una ninja?! Ay, que bien, por fin alguien va a buscar a mi pobre Mishifú. ¡Pasa, pasa!
Abrió la puerta y le hizo un gesto con su diestra indicándole a la pelirroja que podía acceder. El interior de la vivienda era excesivamente opulento. Se podía apreciar la calidad de la madera en el suelo y los muebles con tan solo echarle un vistazo. La genin pudo observar más de un jarrón extremadamente caro según seguía a la señora de la casa. Meiko la dirigió hasta lo que parecía ser el salón, el cual tenía una enorme biblioteca, ventanales de tamaño respetable y un par de sofás con una mesa en medio, dispuestos de forma que un mueble quedaba delante del otro y viceversa.
—Tome asiento, por favor. Justo iba a tomar el té, espere un momento —le indicó con actitud cordial, marchándose hacia otra sala que debía de ser la cocina.
Poco después la mujer retornó con una bandeja de plata que llevaba sobre sí dos tazas de té y un plato con pastas. La dejó en la mesa y se sentó en el sillón contrario al de Ritsuko. Cruzó las piernas y se aclaró la voz.
—Espero que le guste, coma lo que quiera. Ahora... —su voz se quebró, su expresión de tristeza retornó— ¿Supongo que está aquí para hablar sobre mi Mishifú, verdad...?
Por suerte no hubo contratiempos en el camino de Ritsuko y rápidamente llegó a la vivienda de la dueña del gato que tendría que buscar.
Se esperaba que la recibiera con asco u odio tal y como el chuunin la había mirado anteriormente, pero muchas serían las sorpresas al ser recibida casi que con alegría por parte de aquella rubia que además de invitarla a pasar le había ofrecido té y comida, un trato que Ritsuko al menos llevaba eones sin recibir y la ponía ciertamente nerviosa.
—Este… —Balbuceó algo descolocada. —Sí, venía para averiguar un poco más sobre su mascota, o seguramente no lo encontraré nunca porque no sé nada de la misma. —Explicó la pelirroja que prefería mantener la vista en la contraria.
~El pergamino decía que no había peligro de nada. ~Pensaba la kunoichi que no podía evitar desconfiar de tan buen trato que se le ofrecía incluso en el interior de su aldea, de ahí que prefiriera no dar su nombre aunque varias válvulas seguían claramente expuestas.
—Si fuese tan amable, necesitaría una descripción lo más detallada posible o una foto y también si puede, darme un poco más de información sobre cómo fue que escapó y eso. —Agregó la pelirroja tratando de simular serenidad, pues se notaba que estaba un tanto nerviosa.
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—Pues... déjeme que piense un poco... —alzó la mano izquierda, posando el índice sobre la mejilla— Es un gato de la raza Maine Coon. Es macho. Habitualmente en casa se porta bien, me hace mucha compañía. Tiene aproximadamente dos años. Como muchos de su raza, el pelo de la cabeza le crece de una manera que parece que tenga melena, como un leoncito. Su pelaje es de color gris con manchitas negras...
La mujer no pudo continuar hablando. De pronto, echó a llorar. Parecía que estaba muy afectada por la pérdida de su animal de compañía.
—Es que... echo mucho de menos a mi Mishifú... me lo regaló mi marido cuando nos casamos. Mi marido es comerciante de té, es muy rico, pero su trabajo le obliga a desplazarse mucho; a veces tanto que nos tenemos que mudar completamente de vivienda, y no nos vemos tanto como nos gustaría... no llevo viviendo en la villa más de dos semanas, y ahora ha pasado esto... —explicó entre sollozos, tapándose la faz con las manos— Además, el médico me dijo ayer que estoy embarazada y aún no he tenido oportunidad de decírselo a mi esposo... no puedo estar sola, me deprimo mucho... necesito a mi gatito de vuelta...
»No tengo ni idea de cómo ocurrió... un día me desperté y Mishifú ya no estaba... se solía pasear mucho por el barrio y por el jardín de la casa, pero siempre volvía... me da miedo que le haya pasado algo... si quieres una foto de él, hay una enmarcada en la estantería...
Meiko señaló, sin dejar de plañir, una imagen. En ella se podía ver a un gato muy bien cuidado y con aspecto algo señorial, con un pelaje tal cual había descrito la mujer.
Parecía que Ritsuko no tenía más remedio que tratar de utilizar sus habilidades como kunoichi para encontrar algún tipo de rastro proveniente del gato, ya fuera en el mencionado jardín o en los alrededores.
Probablemente el mejor dato para reconocer al animal sería el asunto del pelaje ya que según la dueña, es prácticamente igual a cualquier otro de su misma especie y raza cosa que le terminará complicando considerablemente la existencia a la pelirroja. ~Se supone que las misiones de rango D son fáciles. ~Pensaba en lo que intentaba mentalizarse como una buena kunoichi.
—Entiendo… —Fue lo único que salió de la menor.
Pero no, no entendía en lo más mínimo ni el aprecio por un animal ni tampoco la relación que tenía la mascota con un embarazo que ni se atrevía a confesarle al ‘culpable’ como Ritsuko le llamaría. Pero no indagaría más en el asunto, no le correspondía de ninguna manera aunque entre sollozos la mujer terminó por dejarle un par de pistas que sin lugar a dudas le ayudaría bastante.
—¿Puedo llevarme la foto? En cuanto termine la devolveré. —Consultó mientras se acercaba a la estantería donde se apreciaba una foto bastante buena del gato. —Y también quisiera mirar un poco el jardín que mencionó.
Si no sacaba nada de ahí seguramente tendría que pasarse casa por casa preguntando por el gato, aunque siendo reconocida por prácticamente toda la villa seguramente tendrá mil problemas para conseguir que cooperen con ella.
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—Sí, lléveselo... lo que sea por recuperar a Mishifú... —se apartó las lágrimas del rostro, algo más compuesta que antes— Le acompañaré al jardín, por favor, sígame.
La rubia se levantó, con pasos incómodos pero firmes caminó hasta el otro extremo de la casa, plantándose frente a una puerta trasera. La abrió, saliendo al exterior y esperando que Ritsuko siguiera su estela.
El ya mencionado jardín era en realidad una rosaleda. Había un humilde camino de piedra que discurría hasta la mitad del lugar, el cual gozaba de un pequeño claro circular. Pero el resto estaba cubierto de rosas. La mayoría rojas, algunas blancas, incluso había unas pocas azules.
—Como puede ver, me gustan las flores. Cuido de ellas yo misma a diario. A Mishifú le encantaba jugar por aquí, aunque a veces se clavara una espina. Haga lo que tenga que hacer, por favor.
La kunoichi tenía vía libre para echar un ojo alrededor y tratar de dar con algún rastro.
Con permiso y todo, Ritsuko tomó la foto con portarretrato y todo y lo metió en su portaobjetos para que haga compañía al solitario pergamino que tenía la información básica de la misión a realizar.
—Gracias. —Respondió principalmente por cortesía antes de seguir a la mujer.
Le resultaba extraño a Ritsuko ser tratada tan bien pero no iba a decir nada, mientras más tiempo durase ese tipo de trato mejor, tenía que disfrutarlo mientras podía.
Para sorpresa de la kunoichi, el jardín no era para nada lo que se había imaginado que era un simple terreno liso con gramilla y alguna que otra planta por ahí, puede que incluso un árbol pero no un paisaje tan colorido y vivaz que serviría excepcionalmente como ambiente para una cita romántica y todo. Pero una vez más, la chica había llegado por una cosa más seria, no por visitar y tal.
—Entiendo, veré si encuentro algo. —Comentó a la mujer con serenidad.
Sin más preámbulos la pelirroja comenzó a recorrer el jardín tomándose su tiempo para mirar cada rincón en busca de tierra removida o flores dañadas, inclusive se dio el lujo de tumbarse en el piso boca abajo con la intención de observar mejor desde la altura de un gato, tal vez entre alguna planta se hubiese formado un agujero por el que el animal pudiera haber salido. ~Aunque a los gatos les da lo mismo… Saltan mejor que los ninjas. ~Pensaba la kunoichi sin dejar su labor, pues no se le ocurría nada para preguntar a la contraria.
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Durante su exploración Ritsuko pudo observar dos pistas importantes: en primer lugar, encontró en un rincón del jardín un conjunto de heces que a juzgar por su estado eran relativamente recientes, lo cual le indicaba que el gato había desaparecido hacía no más de un par de días; en segundo lugar, encontró un penacho de pelo de animal enganchado en la valla que delimitaba el jardín con el exterior. Era del mismo color que el gato, así que era seguro asumir que provenía de él. El pobre animal debía de haber calculado mal un salto y se pegó una buena rozadura en el proceso.
Afortunadamente para la kunoichi, el rastro continuaba fuera de la vivienda. Era algún que otro pelo aquí y allá, pero iban en una dirección clara. Para alguien de su entrenamiento sería sencillo seguirlo.
~Mierda… ~Fue lo primero que pensó al ver justamente eso, unos trozos de mierda de no hace mucho tiempo. Puede que sean del gato que buscaban o podía ser de algún otro animal que pasaba, pero al menos estaba segura que no eran de ningún ave.
Lo segundo que encontró con alguna teórica importancia sería algo de pelo, como si lo hubiesen arrancado que a saber cómo había llegado allí pero sangre no había así que a saber qué era lo que había ocurrido allí. Solamente el gato sabrá y era dudoso pensar que este mismo daría alguna explicación, después de todo era un animal.
—Creo que encontré algo, con algo de suerte vuelvo enseguida. —Comentó la pelirroja antes de saltarse el vallado.
Tan solo necesitaba seguir el rastro pelos que era de lo más curioso principalmente por cómo el animal había perdido tanto pelo que…
—¿¡Pero qué mierda estoy haciendo!? —Se cuestionó a sí misma tomándose la cabeza con ambas manos y también con fuerza.
—¡Que eres alérgica a los gatos! —Exclamó un ente espectral que se hizo presente en el momento.
—¿¡Cómo carajo se supone que lo llevo de vuelta!? —Respondió bastante alterada sin ningún temor a ser vista ni mucho menos escuchada por alguien que pase.
—Pero es la misión… —Dijo algo decaída la silueta de una fémina.
—Qué hijos de puta que son…
Seguramente le habían puesto esa misión a propósito, pero Ritsuko ya había seguido en buena proporción aquel rastro que le podría haber generado una hermosa reacción alérgica. El asunto es cómo iba a hacer para llevar al animal de vuelta sin brotarse...
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El rastro de cabello felino llevó a Ritsuko hasta las inmediaciones de un parque. El pelaje era poco y estaba muy esparcido, así que su alergia se mantenía a ralla, al menos por ahora. No obstante, tendría problemas cuando se encontrara con un gato de verdad.
¡Hablando del demonio! Unos 5 metros delante de la pelirroja, en la hierba entre una de las vías del parque, había echado un gato gordo tomando el sol. Su pelaje de color atigrado era bonito, pero contrastaba con su complexión. Otro gato, mucho más ágil que el primero, bajó de un árbol cercano demostrando la bien conocida agilidad felina. Se notaba que era callejero, pues su pelambrera grisácea estaba sucia y le faltaba un trozo de la oreja izquierda.
Los dos animales se miraron durante unos instantes. El gris echó a andar hacia el interior del parque con ritmo tranquilo, y tras seguirlo con la mirada unos segundos, el atrigrado le siguió.
~¿Y si voy ahora a pedir un cambio de misión? ~Se preguntaba a sí misma la pelirroja que maldecía el momento en que decidió salir sin la gabardina o hubiese podido atrapar al gato con ella sin problemas. Obviamente terminaría siendo afectada por la alergia pero no de la misma manera que le ocurriría si entra en contacto directo con el animal aunque mientras veía a un par de gatos haciendo sus cosas gatunas, la chica tuvo una pequeña idea por la que regresó a la casa de la mujer y tocó la puerta, esperando pacientemente que abriese.
~Seguramente con algo de comida de gato o algún pescado podré atraer al gato. ~Era la idea de Ritsuko, quien sabía que corría el riesgo de que infinidad de animales terminen siguiéndola pero al menos, si tenía cuidado se libraría de entrar en contacto con cualquiera de los mininos que la siguiesen.
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Instantes más tarde, la puerta se abrió. Tras ella se podía observar el triste semblante de Meiko, con la cabeza baja.
—Oh —se sorprendió al ver a Ritsuko de vuelta en su casa, algo de color volvió al rostro de la rubia— Kunoichi-san, que rápido has vuelto. ¿Encontraste algo?
La expectación se hacia obvia en el rostro de la mujer. Tenía esperanza, aunque muy pequeña, de que la pelirroja hubiera dado con información de su gato con tal celeridad.
Una vez más, allí estaba Ritsuko, frente a la puerta de la casa de la dueña del gato perdido de la vuelta de la esquina de… Suficiente, ¿no?
La dueña del animal perdido salió al instante seguramente ilusionada de que la pelirroja haya encontrado a la mascota pero no era el caso.
—Encontré un rastro sí, pero tengo un pequeño problemilla, ¿de casualidad su gato tenía algún alimento favorito? Sí pudiera darme un poco para intentar atraerlo sería genial, y si también tiene alguna manta o algo mejor todavía. —Decía la kunoichi que esbozaba una sonrisa nerviosa.
No se sentía cómoda aceptando abiertamente que la misión se le complicaba a causa de una alergia, principalmente porque daría la impresión de ser una delicada que prefiere no tener un mísero brote en la piel.
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