Natsu es un chico de de una estatura media para alguien de su edad y una complexión más bien delgada. Su piel es más bien clara y no se distingue ninguna cicatriz o herida de tipo similar en su cuerpo. Dispone de unos ojos azabaches como un pozo sin fondo que en ocasiones pueden parecer expresar una sensación de alguien extremadamente serio. Sus cabellos que están como arremolinados y salen unos cuantos mechones que se descuelgan por delante de la cara son blancos como la nieve, así como sus cejas.

En cuanto a sus habituales prendas de vestir, suele llevar ropajes en los que predomina el negro. Por ta unas sandalias negras, así como unos pantalones también azabaches. Donde suele variar más es en la parte de arriba donde suele lucir una camiseta de manga larga carmesí y encima una negra con el símbolo del clan Uchiha en su espalda a la altura de los omoplatos y de un tamaño no muy grande. En invierno o en viajes a lugares donde hace mucho frío, encima suele llevar un jersey con cremallera delantera de color negro que tiene un cuello alto de color carmesí al igual que el borde de los puños de las mangas. Parecido a la camiseta, en la espalda luce el símbolo del remolino característico de Uzushiogakure. No podía faltar tampoco el símbolo más emblemático para un ninja. Su bandana ninja. En este caso la lleva siempre anudada a la frente dejando caer los sobrantes, que son largos, por su espalda. La cinta de la bandana es de color carmesí.

Si hay algo que defina a Natsu sería la palabra protector. A raíz del asesinato de sus padres en uno de los distritos bajos de Uzushiogakure recibió el abrazo del orfanato público de Uzushiogakure, donde hizo buenas migas con profesores y alumnos, gente que había tenido un inicio de la vida similar al suyo propio. Eso le hizo madurar en el sentido de alzar un sentimiento de protección y lealtad hacia los suyos. Del mismo modo, agradeció las enseñanzas de la academia shinobi, donde también hizo buenas migas.

Natsu, por tanto, es alguien que lejas de ser agrío por su pasado traumático ha podido mantener una actitud más bien jovial y alegre y es bastante de la broma, por lo que con la confianza y los lazos adecuados tratará de mostrarse próximo con bromas y un cierto cachondeito. Durante las horas de servicio se torna un poco más serio, pero siempre desde un lado más bien alegre.

¤ A contracorriente (coste de 1 punto, gratis para Uzushiogakure)

¤ Defensor (coste de 1 punto)
No dañarás a mi gente si yo puedo evitarlo y si no puedo vas a tener que matarme

¤ Ambidiestro (coste de 1 punto)
La vida me ha enseñado de que debo usar la mano izquierda como uso la mano derecha

¤ Reloj interno (coste de 1 punto)

¤ Resistente a las toxinas (coste de 2 puntos)

¤ La curiosidad mató al gato (otorga 1 punto)
¿Qué es eso de ahí? ¿Si lo toco pasará algo?

¤ Pesadillas (otorga 1 punto)
En ocasiones sueño con el día que me arrebataron a mis padres

¤ Alergia (otorga 1 punto)
El pescado es asqueroso, de verás que lo es, pero el marisco es perjudicial para la salud

¤ Familia pobre (otorga 2 puntos)
La vida en el orfanato tiene sus pros y sus contras

Antes de que el mundo conociese las intenciones de Kurama o de que Sekiryu siquiera llegase a darse a conocer fue cuando en el seno de una familia del clan Uchiha de Uzushiogakure se respiraba la felicidad en su máximo esplendor. Eran tiempos de relativa tranquilidad. Una tranquilidad entre muchas comillas, todas las que un mundo regido por el poder de los ninjas podían permitir. Mi padre, un hombre dedicado el funcionariado dentro del edificio de Uzukage y mi madre toda una vida dedicado a lo que los Uchihas mejor sabían hacer, combatir y hacer misiones.

Fue en el año 205 cuando ambos me dieron el don de la vida. Un parto sin problemas y con un niño sano, aunque mis cabellos blanquecinos invitaban a pensar que era un Uchiha con muy pocos genes aprovechables. Hubo una sensación de ligera preocupación, pero conociendo los caminos que había llevado mi padre sabían que tiraría hacia adelante, con o sin las ventajas de un Uchiha pura sangre.

Iban pasando los años y la familia fue creciendo entre felicidad y risas. Todo iba a pedir de boca o si más no había pocas quejas. Mis padres se negaban a pensar que no disponía de los genes necesarios para triunfar en el mundo ninja, menos aún siendo de descendencia directa del clan Uchiha muy a pesar de que mi padre no había despertado el sharingan, pero mi madre disponía de su versión de 3 aspas. Por ello me inscribieron en la academia shinobi de la aldea del remolino en cuanto fue posible. Allí hice mis primeras migas y fui aprendiendo a lo que se dedicaba la gente como yo, aunque claro todo lo que uno vive en un lugar así es de color de rosa.




Los estudios en la academia iban bien, no era un estudiante sobresaliente, pero la verdad es que iba avanzando a un ritmo bastante satisfactorio. Además, estaba haciendo bastantes amigos y disfrutaba bastante de la vida. La verdad es que no era lo suficientemente consciente de lo bien que me iban las cosas hasta que llegó el verano del año 215 con apenas 9 años y cerca de cumplir los 10 en Augurio de ese mismo año.

Todo ocurrió un día normal. Eran los últimos días del curso en la academia y los exámenes ya habían acabado. Al salir de la academia, como todos los días, me dirigí a casa para dejar mis cosas y tomarme una buena merienda, pero al llegar supe que algo no iba bien. La casa estaba rodeada de un cordón policial y había gente arremolinado a los alrededores. Un estado de nerviosismo empezaba a invadir todo mi cuerpo, de los pies a la cabeza. Un extraño sudor frío cubriendo mis manos, el pulso acelerado, la boca entreabierta para facilitar la salida del aire que expulsaba mi acelerada respiración. Lo cual fue a peor cuando los agentes que cubrían la entrada no me permitían el acceso al interior. Pero conocía la casa a la perfección y me las ingenié para colarme por una ventana que solíamos dejar abierta. Ojalá no lo hubiese hecho. Nada más acceder al interior vi los cuerpos sin vida de mis padres, decorando el suelo con su sangre.

— ¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

Jamás olvidaré el chillido que pegué y que alertó a los agentes de policía que custodiaban la entrada. sentí como mis ojos ardían de pura rabia, la rabia de que a uno le arrebatasen todo lo que tenía. La realidad es que sin ellos sentía que ya muy poco me quedaba. Los agentes lo vieron con claridad, era el sharingan. Aquel fue el último regalo de mis padres y que me acompañaría toda mi vida. De hecho una nueva vida.




TRas todo lo ocurrido en el verano de 215 me vi en la obligación de ingresar en el orfanato público de la aldea. Apenas tenía sustento alguno para costearme nada y, de hecho, para seguir con los estudios en la academia ninja me vi en la obligación de trabajar en la pastelería de mi tio. Un borracho de tres al cuarto que si fuera alguien normal podría haberme ahorrado lo del orfanato, pero para él era más importante tener bien amarrada su botella de sake.

En la academia la gente, de repente, la gente se empezaba a distanciar de mí como si todo lo que sucedió me hubiese impregnado una especie de aura de muerte o algo así. Supongo que no podía culparles demasiado así que seguí a lo mío a pesar de que me costaba pensar que ahora estaba más solo que nunca. Fueron momento realmente complicados. en el año 220 completé el examen de acceso al rango gennin y a ser un ninja de pleno derecho donde recibí la bandana ninja que a día de hoy luzco con orgullo.

Afortunadamente, gracias a mi trabajo como ninja pude alquilarme un pisito en el centro. No es gran cosa pero me ha permitido dejar el orfanato y dejar una vida regida por sus estrictos horarios. La pasteleria tampoco la he dejado del todo, aunque mi foco de atención lo tienen las misiones ninja. Aún así, de vez en cuando voy y le echo una mano a mi tío y a los clientes que no se cansaban de decir que me merecía lo mejor. A pesar de la condición de mi tío guardo buenos recuerdos de ello.