Ralexion dejó escapar un suspiro profundo, largo y tendido. Uno de esos suspiros que solo podía significar que no, aquello no era lo que deseaba escuchar.
—Bueno... —musitó y bajó el rostro.
Guardó silencio durante unos momentos que apenas fueron minutos, pero para él resultaron eternidades. Se encontraba enfrascado en sus propios pensamientos y reflexiones, buscando la mejor manera de tratar con la situación. No tardó en llegar a una conclusión que se le hizo adecuada, aunque no se cumpliesen todos sus deseos.
—Creo que lo importante es que, ante todo, sigamos llevándonos bien —afirmó al fin—. Aunque no nos gustemos de la misma manera no voy a dejar de cuidarte y asegurarme de que no te pierdes. Creo que los dos podemos estar bien así.
Para nada le había gustado la respuesta de la pelirroja y eso la hacía sentir mal consigo misma, por no poder expresarle correctamente su agradecimiento ni corresponder e la manera en que él se esperaba que ella hiciera.
—¿Perdón? —no estaba segura de que le correspondiera decir tal cosa, ni tampoco que fuese lo más adecuado en ese momento.
«Supongo que no puedo hacerme entender con palabras »se dijo a sí misma, ni siquiera sabía lo que hacer en ese momento que sin dudas se estaba tornando incómodo, al menos para ella.
—Entonces, ¿después de comer me llevarás a casa? —consultó, tímida.
Según lo que el chico decía, estaba dispuesto a seguir cuidando de ella aunque la relación entre ambos seguramente se vería alterada por lo que llevaban hablando.
El "¿perdón?" de la joven le dejó confuso. Se pasó la mano izquierda por el cabello, acariciándolo con ligereza. Sus facciones tomaron unos tintes algo incómodos. «¿Me he expresado mal, o me ha entendido mal...? ¿O simplemente no le gusta la idea de que continúe echándole una mano...?», se dijo uno tras otro, luchando por poner sus pensamientos en orden.
De todas maneras no creía que se tratase del último caso. Al fin y al cabo, le acababa de preguntar si la acompañaría a casa. El moreno se apresuró a asentir.
—Claro, ya te lo dije antes de que viniésemos —afirmó con un tono que trató de ser neutral pero no acabó lográndolo.
Incluso cuando creía haber dado con una solución óptima para ambos, sentía que solo andaba empeorando la situación, irónicamente. Dudaba entre seguir hablando para tratar de deshacer el entuerto o quedarse callado para que no se le fuese la lengua más. Notaba como se estaba formando un angustioso nudo en su estómago, de aquellos que le arrebataban las ganas de darle a la sin hueso, por lo que sus sentimientos tomaron la decisión por él.
Quedó con el semblante ausente, su mirada perdida en un punto desconocido de la mesa.
Al menos tendría algo rico que comer pronto...
—Gracias —sería lo último que Ritsuko dijera si Ralexion no se decidía a sacar algún tema de conversación.
Cosa que en el fondo ella agradecía porque le daba bastante más tiempo para plantearse las cosas y dar una mejor respuesta al contrario, una que fuese completamente clara y expresase las cosas de la forma debida y no dejando dudas en el contrario.
Así que simplemente permaneció allí, mirando a un lado y jugando con un mechón de cabello que había tomado para eso.
La velada se vio abandonada en el abismo del silencio.
Ralexion no estuvo seguro de cuánto tiempo discurrió desde la última vez que se dirigió la palabra con Ritsuko, pero se le hizo largo. Optó por abstraerse en su psique, dejar que el tiempo pasase sin forzarse a decir algo que quizás empeoraría las cosas aún más.
Retornó al mundo real cuando fue consciente de unos pasos sobre el suelo del pasillo. Entró al cubículo el cocinero, un muchacho de una edad similar al dúo de genins. Sus ojos eran azules como el mar y sus cabellos rubios hacían una perfecta pareja con ellos. Vestía con una camiseta de manga corta de color blanco, unos pantalones también cortos de color marrón y sobre ellos llevaba un delantal mucho más reducido que el de la camarera. Iba descalzo.
Sostenía con sus manos un artefacto de madera. Era redondo y tenía sendas asas a ambos lados —las cuales estaba usando el mozo—. En su centro había una plataforma más alzada que el resto del objeto, la cual llevaba una barbacoa en miniatura sobre esta, fabricada en metal y alimentada por carbón. El cocinero se había tomado la molestia de encenderla. Así mismo, a lo largo de la circunferencia del curioso artilugio que no se veía ocupada por la tribuna de la barbacoa habían sido dispuestos de forma ordenada y visualmente satisfactoria trozos y más trozos de carne de ternera cruda. También habían dos platos de pequeño tamaño en cada extremo, uno para cada uno de los comensales.
—¡Yakiniku para dos! —exclamó, jovial, tras dejar el trasto sobre la mesa— ¿Les gustaría algo de beber para acompañar la comida?
—Gracias —respondió el Uchiha, lacónico—. A mí me gustaría una botella de sake, por favor.
Entonces el rubio le dirigió la mirada a Ritsuko, esperando su contestación.
El silencio más absoluto se generó entre ambos shinobis. Ninguno parecía en posición de sacar algún tema de conversación y es que por cómo iniciaron todo era de entender, no habían conseguido lo que querían, ninguno de los dos ya sea Ralexion al obtener una declaración de amor de la kunoichi, o esta misma al expresarse de la manera más clara posible.
No tenían mucho para hacer, una jugaba inocentemente con un mechón de su cabello y el otro se dedicaba a observar el entorno sin seguir ningún patrón ni similares.
—Este… imagino que tienes el día libre, ¿verdad? —preguntó alzando vagamente la vista, obligando a sus párpados a alzarse mucho más de lo habitual y dejando en evidencia de que tenía ojos más grandes de lo que siempre aparentó.
Se esperaba una afirmativa de parte del contrario, pero antes de escuchar cualquier respuesta un hombre apareció con aire jovial, cargando consigo lo que sería la comida y el brasero donde podrían cocinar la carne cómo gustasen. Además, preguntó por bebidas que a Ritsuko por lo menos se le había pasado completamente o ya le hubiese hecho el encargo a la otra mesera.
Su compañero se adelantó pidiendo sake, cosa que por algún motivo se le estaba comenzando a hacer habitual a la pelirroja —lo de ver que el chico esté bebiendo alcohol—, pero no iba a tentar de más a su suerte.
—Yo quisiera zumo de naranja —respondió en voz baja y evitando el contacto visual.
Debería bastar para que el empleado la escuchase, ¿verdad? O en el peor de los casos, su acompañante tal vez pasaría el mensaje vagamente transmitido.
El cocinero que andaba improvisando como camarero tomó nota mental de lo dicho por Ritsuko, a pesar del reducido tono utilizado por la kunoichi. Llevó a cabo una reverencia breve y acelerada, entonces se marchó, de vuelta a la zona para solo empleados.
Ahí fue cuando Ralexion tuvo luz verde para responder a la enigmática pregunta de su acompañante. Al ser consciente de esta se prendió un efímero destello de interés en los ojos del joven, pero no duró demasiado gracias a la interrupción. Ahora la expresión del pelinegro no delataba nada que no fuese un manto de neutralidad.
—Sí, estoy libre —confirmó con ligereza—. Después de todo lo que nos ha hecho trabajar Raiden diría que ya he tenido bastante entrenamiento por hoy. ¿Por qué?
Quedó a la espera de una respuesta, sin tocar la comida aún. Al rapaz le interesaba más en esos instantes la ya mencionada que la carne, por muy deliciosa que estuviese. Se mantuvo expentante con su campo de visión fijo sobre las facciones de la muchacha.
«Nunca me había fijado pero sus ojos son tan... blancos. ¡Qué bonitos!». Y es que el shinobi nunca había visto a un Hyūga.
No le sorprendía que preguntasen por explicaciones y al tenerlo en cuenta también se había pensado una respuesta más o menos clara, por la que ni se inmutó y siguió jugando con su propio cabello.
—Necesito ayuda para reparar una puerta de la casa —afirmó con su tono habitual—. Si no quieres lo entenderé —afirmó a los pocos segundos.
No se enojaría en lo más mínimo si el chico se rehusaba a ayudarla, después de todo no era ninguna obligación para él el hacerlo y como bien dijo, ya suficiente tuvieron ambos con Raiden. Sin mencionar la misión que habían llevado a cabo hacía no mucho en la que se habían visto obligados a reconstruir unos cuantos templos.
Respecto a la comida, tomó un par de palillos, juntó las manos y agradeció por la comida para luego tomar un trozo de carne cortado de forma rectangular para luego echarlo sobre el asador. No echaría más nada para —por un lado— darle chance a su compañero de asar su comida y también para no dar una mala imagen de sí misma, además de que preferiría tener su bebida antes de comenzar a comer.
—Oh.
El Uchiha no sonó decepcionado, si no genuinamente sorprendido. Apenas unos instantes más tarde ya estaba asintiendo con vivacidad, sonriente.
—No es que sea un manitas, pero claro, te ayudaré —le dijo con su característica amabilidad, a lo que añadió—. ¡Que aproveche!
Imitó a la pelirroja, considerando que ya era momento de sobra de degustar la comida puesto que su picajosa curiosidad se acababa de ver saciada. A decir verdad, lo que Ralexion más deseaba era retornar a la normalidad cuanto antes, comportarse con Ritsuko sin tabúes y no sentir la necesidad de calentarse la cabeza con asuntos del corazón.
Al fin y al cabo, la vida de un ninja puede tener un final súbito y agrio cuando uno menos se lo espera. Mejor disfrutar momentos de ocio como aquel sin ruido de fondo.
Así pues, el muchachillo agarró los palillos sobre el plato destinado a su persona y tomó un filete de su parte del curioso mueble. Lo posó sobre el grill, junto al de Ritsuko. Entre tanto silbaba una cancioncilla.
—Gracias —respondió casi de forma inexpresiva.
A estas alturas la falta de emoción de Ritsuko debería resultar normal para el de cabellos azabache, pero probablemente le gustaría recibir un trato algo más afectuoso que el que ella le ofrecía de forma constante.
De igual manera, la chica mantenía la mirada fija en el brasero, podía dar la conversación por finalizada tras obtener aquella afirmativa de parte de su compañero y próximamente se encargaría de sacar algún tema cuando terminen de comer y vayan directos a su casa. Porque… él prometió que la llevaría, también que la ayudaría a reparar la puerta así que irán juntos, ¿verdad?
Los pensamientos iban y venían y la kunoichi lo único que hizo en todo ese rato fue dar vuelta el trozo de carne que ella había puesto a asar. El de Ralexion no lo tocaría ya que desconocía cómo le gustaba la carne.
Apretaba con los palillos el filete mientras silbaba con actitud ociosa. De tanto en tanto le daba la vuelta. El muchacho era fan de la carne bien hecha, cuanto más crujiente mejor, como Ritsuko podría comprobar en breves.
—Oye, Ritsuko —expresó sin desviar la vista de lo que estaba haciendo—. No quiero parecer maleducado pero siento mucha curiosidad respecto a tu familia. Me dijiste que se habían ido o algo así, si no recuerdo mal. Te referías a ido en el sentido de que están de viaje, o a ido de...
No remató la frase: ni le pareció necesario ni se vio con el valor para hacerlo. La situación diaria de la pelirroja había estado en su mente desde aquel fatídico día en el que necesitó pasar la noche en su apartamento. «Tiene un sentido pésimo de la orientación hasta puntos en los que le dificulta un día a día normal, pero no tiene a nadie que la ayude ni que la cuide... ¿por eso me siento atraído hacia ella? ¿Porque estamos los dos solos en un mundo que nos ha escupido en la cara y nos ha arrebatado a la gente que queremos? ¿Veo en ella una escapatoria a la soledad...?».
Por su parte, Ritsuko prefería que la carne se mantuviese tierna, pero bien cocida, de ser posible sin nada de jugo que pudiese escurrirse al morderla o presionarla con los palillos así que probablemente terminaría por quitarla del brasero antes que su compañero de cabello azabache.
Ya el trozo de ternera que ella había puesto a cocinar estaba prácticamente listo cuando su acompañante soltó una pregunta algo delicada, principalmente porque abarcaba un tema que ella jamás se mostró dispuesta a aceptar y es la muerte de sus hermanos. Pero no diría algo semejante, en su lugar diría lo que dice a todo el mundo.
—Mis padres murieron —dijo a secas, tomando su comida del asador y acercándolo a sí misma manteniendo una mano por debajo por si escurría algo—. Y mis hermanos se fueron en una misión hace unos años pero todavía no regresan.
Al proporcionarle al chico la respuesta que estaba buscando, la pelirroja sopló un poco la ternera y luego se la llevó a la boca. Seguía caliente así que se retorció un poco y a juzgar por la mueca que hizo se estaba aguantando las ganas de gritar o incluso de escupir la carne. Luego de unos momentos ya se vio capaz de soportar la temperatura del alimento y procedió a masticarlo.
Probablemente lo dicho por la kunoichi sonase extraño al Uchiha, principalmente porque es muy extraño el hecho de que algún shinobi se tire años fuera de la aldea por un solo encargo que le hicieran y las sospechas serían aún mayores si se enteraba que fue en realidad una misión de rango B. Pero Ritsuko no sentía la necesidad de ahondar en el tema en cuestión por lo que simplemente puso otro corte de ternera sobre el asador.
—Se están tardando un poco con las bebidas, ¿no? —cuestionó inocente tras dejar la carne y volver a su lugar.
—Hmm...
Efectivamente, sus padres habían muerto. Sin embargo, la segunda parte de la historia no convencía a Ralexion —de la misma forma que no satisfacería a nadie con dos dedos de frente—. Torció el gesto. Su pedazo de carne casi estaba a su gusto. Lo apretó con fiereza una última vez y lo tomó con los utensilios, permitiendo que reposase sobre el platillo. Era consciente de que sería mala idea darle un bocado hasta que no se enfriase un poco, a diferencia de Ritsuko.
—Bueno y... —tanteó, buscando las palabras adecuadas— ¿Cómo es que tus hermanos no han vuelto todavía? ¿Sabes algo de ellos?
Le resultaba obvio que era un tema delicado para Ritsuko, de ahí provenían sus ánimos para ser "discreto" y suave con sus afirmaciones, por mucho que era perfectamente consciente de que la explicación más lógica era que habían muerto. Quizás la pelirroja no quería aceptarlo. Era un sentimiento con el que el Uchiha podía identificarse.
Poco después irrumpió en el cubículo la pequeña camarera con su típica actitud alegre y jovial. Sostenía con la diestra una bandeja de madera que tenía a su vez sobre sí un recipiente con sake y dos tazas de arcilla. Dispuso ordenadamente los tres objetos sobre la mesa, el sake y su loza para Ralexion así como el zumo para Ritsuko. El vaso de la joven ya estaba lleno con el líquido que había encargado, mientras que el del pelinegro se encontraba vacío, ya que él podía servirse como quisiese y cuando quisiese de la botella.
—Espero que disfruten de una buena comida, señores clientes —afirmó tras revenciarlos.
La chiquilla se apresuró a marcharse. Ralexion quedó observando su carrera.
—No sé, tendrán complicaciones —respondió vagamente, nunca se planteó una mejor excusa para decir que sus hermanos no están muertos así que…
De cuando en cuando la kunoichi picaba un poco la carne que había dejado asando, así se aseguraba que la grasa saliera bien y también se conseguía un método de entretenimiento algo barato y hasta tonto, pero por lo menos no molestaba a nadie por hacerlo.
Mientras la pelirroja seguía en lo suyo, picando la carne, la mesera llegó con las dos botellas y un vaso para cada uno, el de la chica estaba lleno ya mientras que el que iba para el sake estaba vacío, así que Ritsuko al menos podría empezar a beber en el momento aunque no sin antes agradecer a la empleada como corresponde.
—En algún momento volverán, eso seguro —soltó de la nada una vez que la otra chica desapareció.
—Ya veo...
Ralexion no estaba tan seguro, como dejaba bien claro su actitud al dedicarle aquellas palabras a su compañera. No insistió más, ya sabía todo lo que necesitaba saber.
Se sirvió un poco de sake con la destreza de un bebedor habitual. Tomó su filetito de carne de ternera haciendo uso de los palillos y de un solo bocado arrancó más de la mitad, engulléndolo como alguien que no ha comido en días. Devolvió el fragmento restante al platillo. Entonces le pegó un buen viaje a la bebida alcohólica, acompañando el sabor del manjar a la brasa con ella.
Suspiró de placer.
—Maravilloso —afirmó, casi para sí—. ¿Te gusta, Ritsuko?
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