Kaido se detuvo, en el interín de que las puertas desaparecían en cuanto torciera la mirada.

—Sí, calvo, sí. En el Torneo de los Dojos, ¿no te acuerdas? —dijo, llevándose las manos a nivel del pecho y formando un sello—. charlamos un rato, luego te pateé el culo y, bueno, poco más.

El gyojin giró sobre su eje y empezó al proceso para su técnica.

—Déjame intentar algo.

«¡Kai!»

Karamaru se quedó congelado durante un segundo con una sonrisa tonta. Claro, ahora le venía a la cabeza todo como si lo recordase perfectamente. Olvidar a un hombre-tiburón... eso tenía que ser un logro. Soltó una ligera risa antes de que Kaido decidiera entrar en acción, sacarlos de ese lugar.

— Déjame intentar algo.

El barman miró de reojo y dejó de hacer lo que estaba haciendo. Sus ojos demostraban soberbia y no pudo evitar sonreír al ver el resultado de la técnica del Hozuki. La habitación no presentó ningún cambio excepto por uno, uno que no verían al instante. Al igual que desaparecían las puertas cuando no las veían, esta vez apareció una a sus espaldas en el pasillo que antes terminaba en la habitación del jefe.

— Ey, mira.— el monje apuntó a la puerta descubierta y se dirigió hacia ella pensando. Ese sello, el silencio, la aparición de la puerta... «Kai, claro, kai…» liberación de genjutsu. Se le tendría que haber ocurrido antes.

Karamaru cruzó finalmente el umbral esperando que su compañero lo siguiera y esta vez no serían solo tres en la sala. Otra vez en aquel bar, con el barman detrás de la barra limpiando y mirándolos por encima del hombro. Pero esta vez estaban del otro lado, donde otrora estuvieran las escaleras por donde habían entrado.

Del otro lado de la sala, un calvo y un pez mantenían una conversación que ya conocían.

— Ese gordo... algo pasa...

— Joder, era por aquí, estoy seguro.

Si aquello había sido un genjutsu, su liberación no había funcionado. No porque no hubiera notado algún cambio radical en el ambiente, que ya de por sí era bastante; sino que, tras cruzar el umbral, Karamaru puntualizó algo bastante particular al tiburón. Y es que sus ojos azul mar estaban dos personas charlando entre ellos.

Pero no eran dos personas cualquieras. Eran Kaido y Karamaru.

—¿Pero qué cojones?

Los dos gennin se quedaron embobados. Se vieron a ellos mismos hablar y realizar los mismo gestos tal cual los habían hecho anteriormente. Terminaron de hablar, a Kaido se le ocurre la idea del genjutsu, ven la puerta- que para ellos estuvo siempre allí- y la cruzan al fin. El monje no pudo evitar mirar hacia atrás, la puerta que acababan de cruzar, esperando verse nuevamente. Pero aquello no pasó.

«Pero... qué... ¿En serio?...» el calvo pensó unos pocos segundos. No sabía qué fue, pero la liberación del genjutsu había hecho algo, ¿Y si volvía a funcionar? Estaban en la misma situación de antes, sin salida pero con una puerta más. ¿Y si cruzaban de nuevo las puertas? Había que tomar la iniciativa por una decisión y Karamaru lo hizo sin preguntar.

— Kai.— la palabra se repitió y la situación también. Para cuando no la vieran en otra pared distinta a las dos anteriores una nueva puerta apareció— Vamos.

El monje se apresuró a hablar y empezar a caminar. El tener una idea de lo que podría pasar le daba confianza, al menos lo mínimo como para no quedarse congelado en el lugar.

Si el Hotzuki lo seguía y ambos cruzaban el umbral, saldrían por la primer puerta que habían hecho aparecer, cerca de sus primeros "yo". Ellos estaban, pero ahora eran tres las parejas.

— Ey, mira.

— ¿Pero qué cojones?

Kaido no era el ninja más inteligente de todo ōnindo. Joder, no lo era siquiera dentro de Amegakure. Pero para él fue bastante consciente de que la técnica de disipación había tenido apenas relevancia en lo que, después de cruzar la puerta, sucedió.

Como un Deja vu, como un bucle interminable que continuaba tras cada puerta que cruzaban, el calvo y el escualo se volvían a ver a ellos mismos repitiendo lo que habían dicho anteriormente.

El gyojin abrió los ojos, de par en par, y se agitó junto a su respiración. Tanto que corrió hasta querer darse de hostias consigo mismo.

—¡Quién cojones eres!

Karamaru se congeló al ver la rápida reacción de su compañero original, no las copias. Poseído cruzó la sala del bar, el mozo lo siguió con la mirada, y arremetió contra él mismo, un él mismo diferente. Sin embargo, su homólogo no lo imitaría. Como si de una ilusión se tratase los cuerpos de ambos Hotzuki nunca pudieron tener la chance de tocarse, nunca hubo respuesta a los gritos de Kaido.

«Osea que estamos encerrados...»

La escena pre-armada siguió su rumbo. La copia de ambos gennin traspasaron al tiburón humano original siguiendo con su conversación para llegar y cruzar finalmente la puerta. El otro par había hecho lo mismo al otro lado de la sala. Otra ves volvían a estar solos junto a barman pero esta vez con tres puertas alrededor de ellos mismos.

— Kaido. Es raro...— habló finalmente Karamaru acercándose a él— ...la liberación de genjutsu seguramente nos vaya a repetir esto. Una puerta nueva, una copia nueva y así podremos seguir hasta quién sepa cuánto.

El calvo estaba sorprendido al igual que su compañero pero trataba de mantener la calma lo mejor que podía para intentar con sus fuerzas pensar con claridad. No era fácil, pero al menos eso ya le había hecho descartar una opción.

— Tiene que haber algo más.— la mirada del cenobita se dirigió al piso, su mano al mentón, pensativo.

Su arremetida, sin embargo, no tuvo efecto alguno. Lo surreal imperó cuando él atravesó a su otro yo como si de una ilusión se tratase, y ésta continuó como si nada la hubiera perturbado. Avanzó hasta la puerta, y todo volvió a cambiar una vez más.

—¿Pero qué? ¡¿qué es ese algo más, coño?! la única explicación es era que estábamos en un genjutsu, pero el kai no funciona. Lo único que se me ocurre es que ... es que ...

No lo quiso decir, pero era evidente. ¿Estarían drogados?

— Si supiera que es ese algo más ya lo hubiese dicho, ¿No te parece?— contestó Karamaru resignado.

Le tranquilizaba ver la habitación vacía, no verse a sí mismo. El haberlo hecho fue algo que le produjo suma molestia y repulsión, como si estuviese en el cuerpo de otra persona, como si no fuese él mismo realmente. Le seguía dando vueltas al tema pero no encontraba nada más.

— Es que.... ¿Es que qué? Dale chabón.

Empezó a golpear repetidamente su pie contra el piso, se frotó su calva, se cruzó de brazos. La falta de movimiento estaba bien, pero también lo impacientaba, no le gustaba estar quieto en el lugar. El barman por su parte seguía mirando de reojo al par de gennin perdidos con una sonrisa divertida.

—¡Que nos engancharon, tío! nos drogaron, o algo por el estilo. ¿O acaso le encuentras lógica a que nos veamos a nosotros mismos hacer lo que ya hicimos?

Kaido giró hacia el mesonero, y le miró como sólo lo hace un tiburón hambriento.

—¿Esto te causa gracia, eh, hijo de la gran puta?

Quizás, si no podía pegarse a sí mismo, podía pegarle a ese bastardo que observaba todo desde la distancia.

«Drogas...»

— ¿Pe-pero cuándo?— preguntó sin respuesta Karamaru, atónito.

Si hasta se le hacían más lógico el genjutsu que las drogas, en qué momento, no había tomado nada, no había comido nada, no había aspirado nada. Salvo que su memoria le fallase, pero si empezaba a desconfiar de si mismo todo se iba a la mierda. Pero el tiburón ya tenía otros planes en su cabeza que seguir la conversación, hecho una furia voló hacia al bar.

— ¿Esto te causa gracia, eh, hijo de la gran puta?

— No sé, tal vez yo soy parte de tu imaginación, una creación tuya. SOY LAS DROOOOOGAS— habló con voz de tono ligeramente agudo y divertido, con un acento extraño no conocido, imitando sonidos fantasmales. Rió con más fuerza al final y le dio la espalda al Hotzuki para guardar uno de los vasos que limpiaba.

— ¿Puedo preguntar quiénes son ustedes? Tonto yo, claro que puedo, ¿Quiénes son ustedes?— una sonrisa pronunciada que desencajaba con la atmósfera actual se postraba ante el enojado tiburón humano.

Voy a matarte... lentamente —dijo, con los ojos vidriosos de la rabia. Tomó una botella de la barra y se la pegó con todas sus fuerzas a esa entidad, que fantasma, se mofaba de su situación. De su ira. De su incapacidad de entender qué era lo que estaba sucediendo en el interior de aquella casa del terror—. ¡sácame de aquí, joder!

¡Clank! una buena botella de añejo doce años derramándose encima de su verdugo.

El cenobita miraba desde lejos, los gritos en el silencio hacían que no fuera necesario acercarse para poder escuchar. Su cabeza definitivamente había entendido algo de su compañero azulado, era una persona de pocas palabras y bastante decidido con lo que quería pero también bastante susceptible al enojo.

El barman vio venir el golpe con anticipación y otra vez esa sonrisa molesta se mostró en su rostro poco antes del impacto. El vidrió estalló pero el hombre nunca cayó, el ruido del impacto, del vidrio caer, nunca llegó a ningún oído de los presentes. En un pestañeo las luces se apagaron, la habitación al igual que las puertas anteriormente terminó por desaparecer.

«¿Pero qué...?» los dos gennin se encontraron parados en la absoluta nada, en el vacío absoluto.

— ¿¡!Qué hiciste Kaido? ¿¡Dónde estamos!?

Karamaru se acercó a su compañero todavía mirando para todos lados sin poder ver nada más que negro. El suelo no se veía, pero ahí estaba, ambos parados sobre la nada.

Su arremetida, sin embargo, abrió una puerta psicodélica que envolvió a sus alrededores del vacío más absoluto. La nada se convirtió de pronto en el protagonista de aquella historia de locos, donde parecían estar levitando en algún plano ajeno al suyo.

¡Pero qué se yo, cabrón! —exclamó, ofuscado—. joder Kaido, cálmate. Piensa un poco, piensa ...

Respiró lo más profundo que pudo y botó el aire a cuenta gotas. Tenía que deshacerse de esa ira para meditar las cosas con mayor claridad.

Y más que meditar, lo que tenía que hacer era darse un pequeño paseo a través de sus recuerdos. Desde el momento en el que ingresó a aquel local, hasta que tomó asiento frente al gordo, y cuando decidió mandar a tomar por culo a la gente y pirarse de ahí en menos de lo que canta un gallo. ¿Qué había sucedido en el interín de? ¿cómo habían podido drogarle, si nadie le había tocado? ¿Acaso ...

... acaso

Quizás estemos inhalando algo. Porque no le encuentro otra explicación, nadie se nos acercó lo suficiente como para drogarnos. ¿O sí?

Ninguno de los dos gennin sabía lo que ocurría a su alrededor, menos en sus cabezas. Drogas, genjutsu, podrían tirar ideas pero otro trabajo sería el confirmarlo. Ya no tenían puertas que cruzar ni caminos que abrir, más que antes debían de entender lo sucedido. El Hozuki fue el primero en tomar ese camino.

— ¿Inhalando?— el cenobita respondió pensativo— Podría ser.

Después de todo tenía razón, nadie lo podría haber drogado de otra manera. Por lo que él sabía los estupefacientes se inyectaban o se consumían por boca o nariz. Lo pensó otra vez y asintió con la cabeza.

— Puede ser, pero nunca olí algo raro. Digo, ¿No lo tendríamos que haber sentido?

«Además que...»

En ningún momento estuvieron solos en alguna habitación. No podía ser al aire libre y desde que habían entrado estuvieron siempre acompañados por demás personas.

Kaido fulminaba el aire con sus fosas, abiertas, suspirando a diestra y siniestra. Si no fuese un tipo tan rudo, seguro diría que estaba hiperventilando.

—Se me acabaron las putas ideas, calvo. ¿Qué hacemos? ¿cómo salimos de aquí?