Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
8/11/2018, 12:13 (Última modificación: 8/11/2018, 12:14 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
—¿"Entiendo..."? ¿"Gracias por contestar..."? ¿Eso es todo lo que tienes que decir, Juro-san...?
Aquellas tres últimas palabras habían sido como la puñalada definitiva. El silencio de Datsue fue su sentencia de muerte. Temblando de angustia, las manos de Ayame resbalaron por los barrotes a los que se había estado aferrando como dos tablas de madera en la inmensidad del océano. Cayeron inertes a ambos lados de su cuerpo, y la muchacha apoyó la cabeza en ellos en su lugar, llorando sin ningún tipo de control. ¿De verdad se merecía todo aquello? ¿Eso era lo que ella importaba en el mundo? ¿Un cero a la izquierda...?
. . .
Y cuando Juro estaba a punto de responder a su pregunta, el Uchiha hizo acopio de valor y le tapó la boca a su compañero violentamente.
—Discúlpeme, Kokuō-dono —habló, con una leve inclinación de cabeza—, pero creo que mi amigo y yo estaremos de acuerdo en que nos gustaría que esta conversación fuese recíproca. Usted ya ha informado a sus hermanos, y creemos que, en un gesto de buena voluntad, antes de nosotros decirle lo que ellos opinan, podría, por favor, darnos algo para nosotros. ¿No es así, Juro-kun? Nos gustaría… saber la apariencia de la General que mencionó. Le agradeceríamos muchísimo si pudiese replicarla con un Henge no Jutsu… Y… Y nosotros también queremos hablar con Aotsuki Ayame.
Como las mareas movidas por la fuerza de la luna, Kokuō sintió los ánimos de Ayame volver a alzarse, lentas, tímidas. Hacía unos instantes aquellos ánimos habían terminado de apagarse como la débil llama de una vela soplada repentinamente, pero parecía que aún quedaban algunas ascuas.
Pero los ojos aguamarina de Kokuō se ensombrecieron, y el Bijū se levantó con lentitud. Alzó la barbilla con señorío; pero, donde antes había habido elegancia en sus movimientos, ahora sólo restaba el peligro. Un peligro primigenio, ancestral. El peligro de un depredador frente a su presa.
Era lo mismo de siempre. Le dabas algo a los humanos y ellos pedían más, y más, y más...
—Me temo que eso no va a ser posible.
Alzó una mano hacia los dos chicos.
«¡¡¡Kokuō NO!!!»
«Usted no va a darme órdenes, señorita. Soy libre.»
—No abusen de mi generosidad, humanos —habló, y su voz sonó más grave y profunda que antes—. Suficiente he hecho ya rebajándome a hablar de esto con ustedes, pero no me quedaba más remedio que hacerlo si deseaba advertir a mis Hermanos. Y ellos ya han recibido el mensaje, así que, reciba o no respuesta, mi deber ha concluido aquí.
Cuando Juro estuvo a punto de contestar, notó como alguien le tapaba fuertemente la boca. Era Datsue.
Juro pudo ver las llamas del enfado en sus ojos, y entonces, se quedó callado, y blanco. ¿Qué podía hacer él ahora? Dudaba que fuese solamente por eso. Datsue debía odiarle ahora mismo. Supo que aquel pacto que habían hecho pendía de un hilo ahora mismo. ¿Quién le decía que en cuanto el bijuu no se fuese no tomara venganza por los actos de Kusagakure?
« Haga lo que haga, creo que estoy jodido » — se atrevió a maldecir a su Kage. ¿Por qué lo había hecho? Él le dijo que lo haría público. Que era un peso que inclinaría la balanza entre las aldeas. Sin embargo, había decidido guardarle como un arma secreta. Como un arma.
¿Así les habían tratado? ¿Como armas?
—Discúlpeme, Kokuō-dono, pero creo que mi amigo y yo estaremos de acuerdo en que nos gustaría que esta conversación fuese recíproca. Usted ya ha informado a sus hermanos, y creemos que, en un gesto de buena voluntad, antes de nosotros decirle lo que ellos opinan, podría, por favor, darnos algo para nosotros. ¿No es así, Juro-kun?
— S-si — murmuró, primero débilmente, y luego más fuerte —. ¡Si! Estoy de acuerdo.
— Nos gustaría… saber la apariencia de la General que mencionó. Le agradeceríamos muchísimo si pudiese replicarla con un Henge no Jutsu…Y…Y nosotros también queremos hablar con Aotsuki Ayame
— Por favor, eso sería...
Sin embargo, el bijuu se enfadó. Su voz cambió a un tono más grave, y alzó la mano ante ellos. Juro no supo lo que era, pero dudaba que fuera bueno.
Se apartó, consciente de que estaba actuando de escudo humano entre el Uchiha y el bijuu. Se puso al lado de Datsue, a su misma altura. Si les pasaba algo por enfadarla, les pasaría a los dos.
—No abusen de mi generosidad, humanos. Suficiente he hecho ya rebajándome a hablar de esto con ustedes, pero no me quedaba más remedio que hacerlo si deseaba advertir a mis Hermanos. Y ellos ya han recibido el mensaje, así que, reciba o no respuesta, mi deber ha concluido aquí.
¿Qué hacía? ¿Debía de decir algo? ¿Callar? Claro que no quería callarse, pero... ¿Tenían alguna posibilidad? Datsue había visto su forma, su apariencia, y había salido chillando. Si existía algo capaz de hacerle eso a alguien tan poderoso, eso significaba que no tenían posibilidad alguna.
« Con respuesta o sin ella, ¿eh? Pues bien, si no nos ayuda, entonces yo no voy a darle ningun mensaje » — pensó, y tristemente, esta era la mayor rebeldía que se le ocurría contra el bijuu. Una parte pequeña de Juro pensaba que el bijuu no les mataría realmente, puesto que en ellos estaban sus hermanos. Sin embargo, eso no le aseguraba que no pudiera hacerles daño. Un daño extremo, dejarlos al borde de la muerte... o incluso entregarles a los generales que decía. No era una buena decisión.
Juro decidió permanecer callado. Eso era mejor que decir alguna idiotez, enfadar al bijuu (que los mataría en segundos, si deseaba hacerlo) o a su compañero (que aunque ahora parecía menos peligroso, probablemente podría matarle también).
Miró a Datsue. Tenía miedo, y no sabía que hacer. Sus ojos describieron un interrogante, ¿Qué hacemos?. Era cobarde, pero no quería volver a actuar solo y volver a arruinarlo todo.
Kokuō alzó la mano hacia Datsue, y este se encogió de forma inconsciente tras la espalda de Juro. Usándolo —esta vez ya era muy evidente, pues tan solo sacaba la cabeza por encima del hombre de Juro— como escudo humano.
Mientras tanto, su cerebro seguía trabajando a toda presión, esta vez contemplando mil posibilidades. Mil caminos para hacer lo que pretendía: una pequeña idea que empezaba a tomar forma en su cabeza. Tomó el tercer camino más arriesgado para llegar hasta él.
—Pero, nosotros podríamos ayudarle a cambio, Kokuō-dono. —Sacó el anzuelo a pasear—. Usted ha visto la inquina que tengo con Ayame. Y con los amejines. La cruzada que tengo contra ellos. —«Y merecida»—. Que esté usted libre, para mí, es una alegría. Qué les jodan —soltó con ímpetu—. ¡Qué les jodan bien jodidos! —exclamó, y las venas del cuello y la frente se hincharon de rabia.
»Pero mucho me temo, Kokuō-dono, mucho me temo... —continuó con pesar—, que esto es temporal. ¿Cuánto tardarán en dar con usted? Y cuando lo hagan, ¿cuánto tardarán en volver a sellarla? Dos genins y un jōnin bastaron para atraparla la última vez. —Los Dioses sabían que no quería picarla. Lo había dicho con el tono más respetuoso y meramente informativo que era capaz de pronunciar, pero quería hacerle ver la realidad. Ante un escuadrón bien formado de ninjas, y encerrado en el cuerpo de un humano, dudaba que lograse escaparse. El pasado, después de todo, le daba la razón. Dio un apretón al hombro de Juro, mientras avanzaba un paso y se ponía a su lado. Al descubierto—. Pero, ¿y si tuviese usted una rata entre sus perseguidores? ¿Un informador? ¿Un soplón? Que le fuese avisando: ey, los de Ame planean rastrearla por este país. Ey, hay rumores de que la vieron en tal sitio, cuidado.
Rio nasalmente, mientras torcía la boca en una sonrisa maligna.
—Oh, sí… Iría siempre un paso por delante de ellos. ¡No lo pillarían nunca! —dejó escapar una risilla aguda, que tenía cierto aire a la de Shukaku—. Ayame quedaría atrapada por siempre… ¡y esos jodidos cabrones se llevarían su merecido!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
En aquella ocasión Juro calló, cediéndole la palabra a un Datsue que no dudó un instante en aprovechar aquella oportunidad.
—Pero, nosotros podríamos ayudarle a cambio, Kokuō-dono —esgrimió su labia, como sólo él sabía hacerlo—. Usted ha visto la inquina que tengo con Ayame. Y con los amejines. La cruzada que tengo contra ellos. Que esté usted libre, para mí, es una alegría. Qué les jodan —soltó con ímpetu—. ¡Qué les jodan bien jodidos!
Si quitaban el Sharingan, el don de la palabra era una de las armas más peligrosas y letales de aquel Uchiha. Sin embargo, parecía que aquel chico se había olvidado de con quién estaba hablando.
—Pero mucho me temo, Kokuō-dono, mucho me temo... —continuó—, que esto es temporal. ¿Cuánto tardarán en dar con usted? Y cuando lo hagan, ¿cuánto tardarán en volver a sellarla? Dos genins y un jōnin bastaron para atraparla la última vez.
Kokuō entrecerró los ojos de forma sumamente peligrosa. El aire comenzaba a agitarse a su alrededor, sus cabellos ondeaban al viento...
—Pero, ¿y si tuviese usted una rata entre sus perseguidores? ¿Un informador? ¿Un soplón? Que le fuese avisando: ey, los de Ame planean rastrearla por este país. Ey, hay rumores de que la vieron en tal sitio, cuidado.
«No puede estar hablando en serio... ¡No puede!»
La tensión en el ambiente se incrementó de forma repentina. Todos los presentes podían sentirla en su piel, corriendo por ella como electricidad estática. Los ojos de Kokuō destilaban puro odio... Aquella era la máscara que ellos conocían: la máscara de la Bestia.
—Oh, sí… Iría siempre un paso por delante de ellos. ¡No lo pillarían nunca! —dejó escapar una risilla aguda—. Ayame quedaría atrapada por siempre… ¡y esos jodidos cabrones se llevarían su merecido!
«¡JODIDO UCHIHA! ¡Te odio! ¡TE ODIO, TE ODIO!»
Allí estaba de nuevo, la montaña rusa de emociones que Kokuō había experimentado cada vez que Ayame se había encontrado con aquel desgraciado: miedo, alegría, rabia, esperanza, ira, desengaño...
Partículas negras y blancas se materializaban en el aire alrededor de la mano de Kokuō. Partículas que bailaban en el aire, chocando las unas con las otras, fusionándose, congregándose...
—Creo que no me he explicado con la suficiente claridad —enunció, pura cólera en estado puro—. Me las apañaré YO SOLA y NADIE volverá a sellarme JAMÁS. NO PIENSO COLABORAR CON LOS HUMANOS. Y MENOS SI SON TAN COBARDES Y RASTREROS COMO TÚ.
»¡Y AHORA MÁRCHENSE ANTES DE QUE LOS REDUZCA A CENIZAS!
. . .
Ayame volvió a vociferar un alarido de rabia y golpeó los barrotes con todas sus fuerzas. Sólo consiguió hacerse daño en las manos, pero no le importó. ¿¡Cómo había sido tan estúpida?! ¡Había llegado a creer que Uchiha Datsue estaba preocupado por ella! ¡Había llegado a creer que podría hablar con él, que podría llegar a hacer las paces con él! ¡HABÍA LLEGADO A CREER QUE PODRÍA CONFIARLE UN MENSAJE PARA DARUU!
¡¿CÓMO PODÍA SER TAN IDIOTA?! ¡¿CÓMO?!
¡¡¡SÓLO DESEABA QUE DESAPARECIERA SU ESTÚPIDA CARA Y SU ESTÚPIDA SONRISA Y SU ESTÚPIDA VOZ DE LA FAZ DE OONINDO!!!
Juro observó, con la boca abierta, a Datsue. Sí, era rastrero, sí, su conducta era reprochable. Pero nunca creyó que él pudiera hacer algo como lo que estaba haciendo ahora mismo, y tenía que reconocerlo: tratar de negociar contra un bijuu. Prácticamente estaba mirando a la muerte a la cara y estaba proponiéndolo un trato.
« Ya entiendo porque ha causado tanto revuelo » — Sin embargo, Juro no estaba de acuerdo con sus palabras. ¿Un espía en Amegakure? ¿Ayudar a un Bijuu? ¿Mantener a Ayame encerrada por siempre? Desde luego, la moral que le quedaba le decía a gritos que eso no estaba bien.
Pero en ese momento, algo más que su moral empezó a dar voces a gritos: su sentido de la supervivencia.
El ambiente se cargó de una tensión clara. Los ojos (antes de apariencia humana) de Ayame, empezaron a volverse como dos llamas fuertes. Eran los ojos de una bestia. Una bestia encerrada en un cuerpo humano a la que estaban provocando.
—Creo que no me he explicado con la suficiente claridad — De su mano, partículas de materia negras y blancas empezaban a unirse —. Me las apañaré YO SOLA y NADIE volverá a sellarme JAMÁS. NO PIENSO COLABORAR CON LOS HUMANOS. Y MENOS SI SON TAN COBARDES Y RASTREROS COMO TÚ. ¡Y AHORA MÁRCHENSE ANTES DE QUE LOS REDUZCA A CENIZAS!
Juro supo al instante lo que estaba pasando.
« En el examen usó una técnica parecida. ¡Casi destruye a todo el mundo con ese láser! » — pensó, horrorizado, que el bijuu estaba desquiciado. Realmente parecía no pensar. Era como si compartiese los sentimientos de odio de Ayame. Era capaz de hacerlo. Los mataría, los borraría de la faz de la existencia.
Juro retrocedió un paso, y trató de mirar a Datsue, para dejarle claro que su oportunidad de negocios se había acabado.
— Datsue, ya no te escucha. Nos va a pulverizar — le susurró. No le importaba que el bijuu le escuchase, pero no quería enfadarla más aún, por lo que intentó ser disimulado y se lo murmuró mientras la bestia miraba a Datsue con todo su odio y sed de sangre —. Hay que salir de aquí.
—¡¡¡Juro, sal de ahí, SUICIDA!!! —rugió, mientras corría mirando hacia atrás para no perder de vista a Kokuo y la Esfera Destruyemundos que se estaba formando en su mano.
Tropezó con una raíz y cayó de bruces contra el suelo, arañándose las manos y la cara. Ni lo sintió, de la pura adrenalina que recorría su cuerpo. Se levantó de un salto y siguió corriendo a todo lo que le daban las piernas, moviendo exageradamente los brazos de un lado a otro y con la espalda ligeramente inclinada hacia atrás.
—¡¡¡Vamos, Juro, vamos!!! —chilló como un cerdo en un matadero. Un cerdo que acababa de ver una ruta de escape y ni había dudado en desaprovecharla.
Los Dioses sabían que había intentado ser bueno. Que había tratado de hacer lo correcto haciendo lo incorrecto. Quizá el mundo solo se quedase con la última parte: la superficial. Pero, mientras siguiese vivo para oír sus críticas…
… sería el hombre más feliz del mundo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Juro retrocedió un paso, aterrorizado. Sin embargo, enseguida se daría cuenta de que no había sido el primero en echarse atrás: Datsue, el Cobarde, como era típico de él, había huido con el rabo entre las piernas, corriendo como un pollo sin cabeza y desgañitándose como un cerdo en el matadero por la vida de su supuesto compañero.
Kokuō resopló con desdén y sacudió el brazo hacia el suelo. Las partículas negras y blancas revolotearon a su alrededor una última vez en torno a este como un enjambre de insectos justo antes de deshacerse. Dirigió a Juro, que aún seguía en la escena, sus ojos aguamarina y antes de que decidiera seguir a Datsue, habló:
—No me importa lo más mínimo las relaciones que tenéis los humanos, pero si puedo darle un consejo, escuche con atención: no crea ni media palabra de lo que salga de los labios de ese Uchiha.
Por el nuevo cambio en su actitud, quedaba claro que la presencia de Juro no la molestaba. Había recobrado toda su elegancia señorial, abandonando todo rastro de ferocidad, e incluso la mirada de sus iris se había suavizado. Pero aún así levantó la barbilla en una clara invitación hacia el Kusajin para que se marchara. No le importaba adónde, ni si seguía los pasos de Datsue, ni si decidía aceptar su consejo o hacerle oídos sordos. Nunca le habían importado los humanos, y no iban a importarle ahora. Ya los conocía lo suficiente para saber que sólo eran unas pequeñas criaturas ávidas de poder que se movían por el más absoluto y egoísta interés como diminutas y molestas garrapatas. No había ninguno de ellos que se librara de aquel hecho, todos ellos terminaban por descubrirse tarde o temprano. Y desde luego había especímenes como Uchiha Datsue que confirmaban a la perfección su teoría.
Y estaba segura de que, de haber tenido la oportunidad y el tiempo, Aotsuki Ayame también lo habría hecho.
Realizó el sello del tigre con una mano, cerró los ojos momentáneamente, y sólo cuando no percibió ninguna fuente de chakra cercana y comprobó que se encontraba completamente a solas, susurró para sí:
—Relájese, señorita. Sus emociones me están afectando a mí también —dijo, masajeándose el puente de la nariz.
No recibió respuesta alguna, y aquello la extrañó. Pero no le dio demasiadas vueltas. Simplemente, giró sobre sus propios talones y reanudó su marcha hacia el este. Siempre hacia el este. Ya había cumplido su cometido avisando a sus Hermanos de las intenciones de Kurama, por lo que el norte y el sur habían perdido todo su interés. Quedaba en sus manos decidir los siguientes pasos a dar.
Ella comenzaba su viaje en libertad.
Aunque primero tendría que encontrar algo para aliviar el hambre de aquel cuerpo.
Juro se dio la vuelta, dispuesto a avisar a Datsue...
... para ver que este claramente ya se había marchado.
« ¡Imbecil! ¡Cualquiera se habría largado en esa situación! » — se reprochó así mismo. Claro que no tenía que preguntar antes de correr. ¡Era su vida!
Podía escuchar los gritos de Datsue, al fondo. Le instaban a que fuese corriendo con él, antes de que tuviese una muerte (segura) ante el poder de aquella cosa. Y Juro estuvo a punto de hacerlo, pero se descubrió así mismo paralizado ante la inmensidad del bijuu.
Si realmente hubiese querido, él habría muerto ahí. Sin embargo, el Gobi — Kokuo — deshizo su poderosa técnica. Datsue se había marchado y con él la hostilidad. El bijuu parecía hasta haberse relajado.
Y entonces, le habló.
—No me importa lo más mínimo las relaciones que tenéis los humanos, pero si puedo darle un consejo, escuche con atención: no crea ni media palabra de lo que salga de los labios de ese Uchiha.
— G-gracias por el consejo — murmuró Juro, claramente sorprendido —... y gracias por no matarme, también. Será mejor que me vaya.
Y no lo decía por los gestos de barbilla que el bijuu le estaba haciendo, sino porque sentía que su presencia ahí sobraba ya. En ese momento, desconocía como volver a su villa por esos caminos (como mucho, podría tirar por uno y ir a ciegas, pero no le parecía buena idea con un bijuu rondando por el bosque).
Juro salió corriendo, siguiendo la senda de Datsue. No supo como el uchiha le trataría a partir de ahora, pero la advertencia de la criatura no le salió desapercibida.
« No creas ninguna palabra. ¿De verdad me ha dicho eso un ser ancestral y poderoso? » — Aún estaba en shock. Quizá, si el bijuu le hubiera seguido amenazando de muerte, no le habría hecho ningun caso. Pero se había serenado y le había perdonado la vida, simplemente porque su odio no iba hacia Juro, iba hacia Datsue. ¿De verdad Ayame estaba encerrada? Juro seguía pensando que sus emociones podían llegar al monstruo, de alguna forma.
Si no... ¿Por qué el bijuu iba a odiar a Datsue? ¿Acaso desconfiaba de él por sus palabras? ¿Por su traición a Ayame y su ofrecimiento de ayuda? Juro aún no sabía de que iba eso, pero desde luego, tenía que enterarse. Porque además de poco ético, le parecía inquietante.
— ¡Datsue! ¡Espérame! — exclamó el chico, mientras corría por la senda que supuso que debía de haber tomado.
Juro trataría de alcanzar al Uchiha, si es que aún seguía en el camino visible. En cualquier caso, se alejaría del bijuu.
Datsue corría. Corría a todo lo que le daban las piernas. Sin lamentaciones. Sin remordimientos. Decían que huir era de cobardes, pero él siempre había pensado que era de supervivientes. Los que se quedaban a enfrentarse a la muerte, normalmente acababan sepultados bajo tierra. Como héroes, sí. Con una bonita inscripción en su lápida y, alguno, incluso con majestuosas estatuas decorando algún valle o lago.
Él era un chico sin grandes pretensiones. Prefería perderse todo eso a cambio de seguir respirando.
No fue hasta que se creyó a salvo —y no por los gritos de Juro—, que ralentizó su carrera, deteniéndose finalmente en un claro del bosque. Se llevó las manos a las rodillas y trató de sosegarse. Respiraba entrecortadamente, no por el cansancio, sino por los nervios que todavía agarrotaban todos y cada uno de sus músculos. Había tomado el tercer camino más arriesgado, y casi había perdido la vida por ello.
¿Y si hubiese sido lo suficiente intrépido para escoger el segundo? ¿Ya ni hablemos del primero? Daba gracias de ni haberlo intentado.
«¡JAAAAAAAÁ! ¡Se nota que no conoces a Kokuō! ¿Creías que ibas a convencerla con eso? ¡JIAJIAJIA! ¡Qué patético! ¡Y ahora huyes con el rabo entre las piernas! ¡¡No mereces el apodo que un día te di!! ¡¿Hermano del Desierto?! ¡Pff! ¡Tú lo que eres es el Hermano de las Ratas! ¡¡¡ME AVERGÜENZAS!!!»
El Uchiha se irguió, y, haciendo caso omiso de las palabras de Shukaku, formó un sello. Sí, quizá él fuese un cobarde, pero…
¡Pluf!
—Ah, no. No, no, no. ¡Eso sí que no te lo voy a consentir! —Era Datsue quien hablaba. Pero no el real, sino el Kage Bunshin que acababa de crear—. ¿Por qué me tienes que usar a mí de conejillo de indias? Échale huevos y hazlo tú, joder. Me niego a morir. ¡Me niego!
Datsue bufó. ¿Por qué sus clones siempre le complicaban tanto la vida? Pero, ¡si era él mismo! En ese momento, Juro llegó hasta él. Levantó una mano para pedirle un momento.
—Dame un momento —pidió al kusajin, para luego redirigir la mirada a su clon—. ¿Te das cuenta que ya tienes fecha de caducidad? Si vas a morir igual, joder. —El clon abrió la boca, frunció el ceño, y finalmente la cerró de nuevo. Poco podía discutir aquel argumento—. Ah, pero tú tienes la suerte de poder elegir cómo morir. Puedes hacerlo aquí y ahora, desapareciendo en una simple nube de humo, sin ser recordado, sin dejar huella…; o puedes hacerlo convirtiéndote en un mártir. En un verdadero héroe. Marcando la diferencia.
El clon se llevó una mano al mentón y lo meditó por unos segundos. Su yo real era tan tentador… Y además es que tenía razón. Joder, sí que la tenía. La suya era una vida corta más corta que la de un mosquito.
—Tienes razón. A diferencia de ti, yo sí seré recordado por algo intrépido. Y, ¿sabes qué? —le espetó, chulo—. No voy a escoger el camino dos, que era el que pretendías que tomase. No, ¡voy a por el uno! ¡Con dos huevos! ¿Y sabes por qué?
Silencio. El Datsue real suspirando de exasperación. Le conocía. Se conocía. Demasiado bien como para saber que, si no caía en el anzuelo y no preguntaba, aquel silencio se perpetuaría por la eternidad.
—¿Por qué, joder, por qué? —«¡Qué tío más desesperante, me cago en mi puta vida!»
—Porque yo, a diferencia de ti —le clavó un dedo en el pecho—, sí soy Datsue el Intrépido. ¡JAAAJAJA!
«¿Por qué cada vez me salen más estúpidos? Vaya patada en la boca que tiene el jodido»
—Espera —pidió al clon, conocedor que con aquel cierre triunfal estaba a punto de salir corriendo—. Toma esto, podrás necesitarlo.
Datsue le pasó tres objetos —uno que estaba sellado en su cuerpo; otro que estaba en un bolsillo de su chaleco, y un último que estaba en su portaobjetos— y el clon asintió con gesto solemne, guardándoselos en su propio portaobjetos. Entonces activó el Sharingan, escaló por el árbol más cercano y se alejó deshaciendo el camino de Datsue. Pero por las ramas, en un silencio fúnebre, en busca de un aura tan luminosa y cegadora como podía serlo el mismísimo sol.
¿Su objetivo? Dar con el rastro de Ayame…
... sin ser descubierto.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Saltó, y sus pies se apoyaron con delicadeza sobre la rama del árbol. Tal y como había calculado, era una rama lo suficientemente fuerte como para soportar su peso aunque apenas lo suficientemente amplia como para dejar que se sostuviera de pie cómodamente. Sin embargo, aseguró su estadía aplicando el chakra en la planta de los pies para mantenerse adherida a aquella superficie y estiró un brazo. Sus dedos rozaron la superficie de una fruta madura, de forma redondeada y un color que variaba entre el naranja y el rojizo.
—¿Y esta? No me digáis que también es venenosa y podría morir.
El silencio se prolongó durante varios segundos. Para cuando Ayame se decidió a responder, su voz sonó taciturna y apagada.
«No lo sé. No conozco bien la vegetación del País de los Bosques.»
—¿Y entonces qué coméis cuando viajáis por ahí? —replicó la Bijū, exasperada.
«Ya deberías saberlo, suelo llevar una mochila conmigo con comida... Bueno... solía...»
Kokuō dejó escapar el aire por la nariz. Terminó por arrancar la fruta y, con un diestro movimiento de muñeca, extrajo el kunai desde debajo de su manga y lo usó para partirla por la mitad. Su interior estaba compuesto por una gran multitud de granos rojos como la sangre. Mala pinta no tenían, afortunadamente, por lo que decidió probar suerte y se llevó un par a la boca. El sabor era extraño, entre amargo y ácido, pero tenía un regusto que lo hacía particularmente sabroso.
Kokuō no se había alejado demasiado del lugar donde se encontraba anteriormente. El hambre acuciaba, por lo que el Bijū se había limitado a subir a uno de los árboles más cercanos y saltar de rama en rama hacia el este hasta encontrar aquellos frutos.
Se detuvo, sin embargo, cuando le pareció escuchar la vegetación moviéndose. Frunció el ceño ligeramente, pero lejos de alarmarse, comenzó a tararear una canción sin letra mientras seguía comiendo.
Juro logró llegar hasta el nivel de Datsue... para encontrarle haciendo algo bastante extraño. Estaba justamente con una persona idéntica a él. El marionetista pudo adivinar que era un clon simplemente por la obviedad. Sin embargo, ambos parecían tener una... ¿conversación? No, estaba discutiendo.
« ¿Está discutiendo con su clon? » — Juro sabía que el Kage bunshin creaba copias idénticas del usuario, pero aún le sorprendía la capacidad mental que podían tener algunas, incluso para desobedecer.
Lo poco que pudo captar de la conversación fue algo como "intrépido", "explosión de humo", y "cobarde". Si, realmente parecía que Datsue estaba tratando de razonar con sí mismo para que hiciera algo (algo tan fuerte como para que ni si quiera él mismo quisiera hacerlo).
Al final, pareció lograr convencerse "así mismo". Le dio algo al clon y este se marchó, escalando los árboles.
Juro sintió un escalofrío. Pensó en la enorme bola de materia que el bijuu había estado a punto de lanzar.
« No te va a perdonar la vida dos veces, Juro » — pensó para sí, y sintió un escalofrió más fuerte aún.
— O-oye, ¿Ese clon va a dónde yo creo que va? — le susurró Juro, como si tuviera miedo que le escuchara alguien si hablara muy fuerte —. ¿Qué intentas hacer? Si descubre al clon, estamos jodidos. Podría volver a por nosotros ¡Ese monstruo podría destruir todo el bosque con su mano si se le antojara!
» Deberíamos salir de aquí cuanto antes. Cuanta más distancia pongamos, mejor.
Juro sentía miedo, claro que lo sentía. Pero también sentía impotencia. No podían enfrentarse a esa cosa, y no podían correr de ella por mucho tiempo.
15/11/2018, 02:11 (Última modificación: 15/11/2018, 22:51 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Datsue el Intrépido había desandado el camino y llegado a la posición justa donde se había encontrado a Ayame. «Kokuō», se corrigió. Tras asegurarse de que no había nadie, descendió al suelo y buscó un rastro. No tardó en encontrar el que había dejado él: pequeñas marcas de su caída tonta, y la huella inconfundible de sus botas en la tierra.
Se dirigió entonces al punto donde se había encontrado Kokuō. Fue fácil de hallarlo, pues se había pasado gran parte del tiempo sentado sobre el tocón de un árbol caído. Se agachó y pasó una mano por la tierra…
«Aquí», halló, inconfundibles. Los talones de unas sandalias girando sobre sí mismas. Metros más allá, una rama partida. Datsue respiró hondo y trató de serenar un corazón que empezaba a latir con nerviosismo. «Tranquilízate, joder. Eres un puto clon».
Sabiéndose más seguro en las alturas, volvió a ascender por los árboles y emprendió su marcha.
• • •
Datsue el Cobarde suspiró.
—Sí, Juro. Va a donde crees que va.
Alzó la mirada al cielo, mientras el kusajin seguía hablando. Localizó el sol, y se orientó. El sur debería quedar por… «allí».
—Sí, sí. Tienes razón, larguémonos de aquí. —concedió, emprendiendo él mismo la marcha—. Vamos hacia el sur, hacia el Paraje de Bambú. Luego tú torcerás para tu villa y yo para la mía. Escucha, mi clon no se dejará ver tan rápidamente —le tranquilizó. Esperaba que no lo hiciese, al menos—. Si la encuentra, mantendrá la distancia hasta descubrir hacia qué dirección va. Por desgracia no puedo mantener el clon eternamente, pero a sí al menos no llegaremos con las manos vacías y nuestros Kages tendrán una primera dirección en la que buscar. —Si es que querían colaborar con Ame, claro… Conociendo a Hanabi, apostaba a que sí.
• • •
Y ahí estaba. Un aura de chakra inmensa e inconfundible, en la distancia. Si no fuese por el Sharingan, probablemente ni la hubiese visto, a tantos metros que se encontraban —debían ser unos veinte—.
El Uchiha se parapetó tras el gran tronco de árbol sobre el que se encontraba y sacó la cabeza muy lentamente, mientras formaba un sello y su cuerpo se volvía invisible. La magia del Meisaigakure no Jutsu.
«Vamos, vamos, tranquilízate. Estos troncos son gigantes. Es fácil esconderse y las ramas son tan gruesas que no se inmutan ante tu peso. Tú con calma… descubramos primero hacia dónde se dirige.»
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Kokuō ladeó la cabeza repetidas veces. Nada. No había detectado nada significativo. Debía de haber sido algún pájaro o alguna ardilla. Terminó por encogerse de hombros y cambiar el peso del cuerpo de una pierna a otra. Tampoco esperaba que el Uchiha o Juro se hubiesen atrevido a volver a por ella después de haber salido corriendo así, pero en aquellos momentos lo que menos le apetecía era encontrarse con otro humano. Y nunca estaba de más ser precavida. Aunque era una sensación que odiaba, la hacía sentir... como una presa.
Seguía degustando aquella exótica fruta granulada, y se gratuló al descubrir que no sólo estaba saciando su hambre, sino otra sensación que le hacía la boca pastosa y le secaba la garganta.
«Sed.»
—Para ser tan molestos, los humanos sois terriblemente frágiles —comentó para sí en voz baja.
«Quizás sería mejor que dejaras de hablar sobre "los humanos" en voz alta. Va a resultar muy raro como alguien te escuche. Mejor, no hables sola en voz alta a secas. O acabaremos las dos encerradas en un manicomio.»
El Bijū torció el gesto y se llevó un par de granos más a la boca. Alzó la cabeza, mirando a su alrededor en el cielo. En mitad de un bosque tan frondoso como aquel era difícil ubicar la posición del sol para orientarse. Además, se encontraban en una zona más sombría y húmeda (precisamente esas características habían propiciado el exuberante crecimiento de los hongos) por lo que recurrió a otro método. Aún apoyada en la rama, giró sobre sus talones y se volvió hacia el tronco. Y no tardó en encontrar lo que buscaba: musgo. Kokuō sabía que no era el método más exacto para orientarse, pero le serviría para salir del paso. Al menos, hasta salir de aquel frondoso bosque. Buscó en el tronco la parte en la que el musgo crecía de forma más densa y exuberante y lo tomó como el norte. Si su deseo era viajar hacia el este, sólo tenía que girar hacia la derecha desde aquella posición.
—Bien —asintió para sí.
Le esperaba un largo viaje. Si su memoria geográfica no le fallaba, dos días como mínimo la separaban de su destino. Pero no le importó. Habiéndose saciado por el momento, tiró la fruta hacia el lado contrario (el que suponía que sería el oeste), y emprendió la marcha saltando de rama en rama por el dosel arbóreo, apoyándose de vez en cuando en los enormes sombreros de las setas que salían a su paso.
Juro ya sabía la respuesta, pero aun así no le hizo mucha gracia que se lo confirmaran.
« Estamos jodidos. Si decide lanzar una de esas esferas por ahí... » — Sin embargo, no creía que lo fuera a hacer. Primero, porque sería una enorme forma de delatarse al mundo. Segundo, aún seguía resistiendose a creer que los mataría a sangre fría, con sus hermanos dentro de ellos. Pero... ¿Quién pensaba tentar a la suerte? Él no.
Al menos, Datsue estaba de acuerdo con algo.
—Sí, sí. Tienes razón, larguémonos de aquí. Vamos hacia el sur, hacia el Paraje de Bambú. Luego tú torcerás para tu villa y yo para la mía. Escucha, mi clon no se dejará ver tan rápidamente. Si la encuentra, mantendrá la distancia hasta descubrir hacia qué dirección va. Por desgracia no puedo mantener el clon eternamente, pero a sí al menos no llegaremos con las manos vacías y nuestros Kages tendrán una primera dirección en la que buscar.
— B-bien. Es una buena idea — murmuró Juro, aunque se sintió algo incómodo. ¿Qué podía decir ante una situación así? El horno no estaba para bollos precisamente, y no quería hacer mucha alusión a lo que acababa de ocurrir —. Esto es muy inquietante. La dominación del mundo. Generales. Jutsus de sellado siniestros. Está información... debe llegar a oídos de nuestros Kage, sea como sea.
« Igual que la de que Kusagakure tiene un bijuu, supongo » — pensó, desalentado. Pero no era situación para deprimirse ni para estar de chachara. Tenían que salir de ahí.
Juro se preparó y seguiría a Datsue hasta el punto que él dijera. A partir de ahí, tendría que ser rápido. Ahí fuera se sentía como si fuera el blanco de tiro de un francotirador oculto.
Pam, pam. ¡Pam, pam! ¡¡Pam, pam!! Su corazón, latiendo con fuerza. Su mente, haciéndose mil preguntas. ¿Por qué se detenía ahora? ¿Qué hacía? ¿Acaso le había oído? ¿Visto? ¿Detectado? Tuvo que recordarse a sí mismo que tan solo era un clon, y que no tenía nada que temer. El mínimo golpecillo le convertiría en una nube de humo y sería historia. Sin dolor. Sin traumas.
Amparado en su invisibilidad, el Uchiha observó cómo se acercaba al tronco del árbol, sabe los Dioses para qué. Tras un momento, el bijū —¿o era la bijū?— torció a la derecha y vio su sombra saltando de rama en rama.
Fue entonces cuando desactivó el Meisaigakure no Jutsu.«Cuenta hasta cinco y la sigues…» Aquel seguimiento iba a suponerle un verdadero reto. El Uchiha siempre se había considerado alguien diestro, que sabía cómo pisar y cómo moverse para no hacer ruido, pero sentía que si la perdía de vista por demasiado tiempo, iba a perder su rastro.
En la superficie, encontrar las huellas de alguien era más fácil. Una ramita partida; restos de comida que ibas tirando al suelo; pisadas… Ahora, encontrar pistas allí arriba era mucho más complicado. Como mucho, el Uchiha podía aspirar a encontrarse con un jirón enganchado. O, si los astros se alineaban, con un pelo blanco suelto.
«No puedo acercarme demasiado, o terminará pillándome. Pero tampoco puedo alejarme demasiado, o sin duda perderé su rastro» Esbozó una sonrisa. Era justo en aquellos difíciles momentos, donde Datsue el Intrépido se crecía.
• • •
Datsue y Juro ya habían dejado el pequeño claro del bosque —que era como un oasis en un desierto—para internarse de nuevo entre la maleza. Sabía, por sus clases de orientación, que la gente rara vez lograba mantener la línea recta. Que acostumbraba a desviarse hacia la izquierda. Por tanto, trató de revertirlo hacia la derecha —pues era la dirección que más le convenía para llegar hasta el Valle del Fin—.
—Oye, sabes que todo lo que dije de ayudar a Kokuō era mentira, ¿no? —preguntó, por si acaso, una vez Juro terminó de hablar—. Solo quería ganarme su confianza e intentar conseguir un método de rastreo mucho más efectivo. Qué imbécil. Con lo mucho que conozco a Shukaku, tuve que verlo venir.
Y, hablando de Shukaku…
—Menudos cabrones sois, ¿no? —le espetó—. Haciéndoos los indignados en el Chūnin y resulta que desde el principio vosotros teníais a un bijū en secreto.
• • •
Con mucho cuidado, eligiendo muy bien a qué rama saltar y de tener alguna cobertura al aterrizar, el Uchiha seguía a Kokuō desde la distancia. Lo hacía a una altura distinta, para dificultar que, si en algún momento su objetivo echaba la vista atrás, le viese. Sin embargo, sus ojos buscaban también otra cosa.
Una diminuta luz de chakra. Un característico piar. Un pájaro.
Y, cuando lo hiciese, su seguimiento iba a serle mucho más sencillo…
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