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8/01/2019, 20:19
(Última modificación: 8/01/2019, 20:20 por Aotsuki Ayame.)
—No, no lo hará —negó Daruu—. El problema de mi madre es que es extremadamente leal. Me explico... Mi padre fue un traidor... la engañó a ella y a la aldea. Tenía planes para acabar con la Arashikage... Desde entonces, mi madre es intransigente con la desobediencia. Después de tantos años retirada, se había relajado un poco, pero... Durante el viaje al País del Agua, quiso que volviéramos para informar a Yui y que ella se ocupara del plan de rescate. Me enfrenté a ella, y entonces nos... nos perdonó, pero creo que se le quedó la espinita clavada... no quiere que yo me convierta en mi padre, que desoiga órdenes y actúe por mi cuenta. Cuando os entregamos, se fue directa a Yui y pidió volver al servicio activo. No parece que haya hecho mucho hasta ahora, aparte de pegarme palizas a entrenar, pero... está más intransigente —Daruu se encogió de hombros—. No se niega a ayudarte, Kokuo, aunque tiene bastantes más reservas que yo al respecto. Pero no quiere saber nada de actuar a las espaldas de Yui, y menos de desobedecerla, y ahora mismo dice que Yui ordenó revertir el sello... y eso es lo que hay. Sin embargo, también es leal a nosotros, y... no delatará que lo hemos pensado. Ni a Yui, ni menos todavía a Zetsuo.
Ayame guardaba silencio, un silencio tan tenso como la cuerda de un arco. Se había quedado sin palabras, sorprendida ante aquella revelación sobre Kiroe. Ella ya conocía el pasado acerca de su marido, pero jamás podría haber imaginado siquiera que una mujer tan afable y cariñosa como la pastelera pudiera ser tan estricta como su propio padre.
—No es necesario que se ande con rodeos ni intente maquillar la verdad —Kokuō sacudió la cabeza—. Ningún humano se fiaría de nosotros, al igual que nosotros no nos fiamos de ustedes. Es ley de vida.
No se mostraba enfadada, ni siquiera ofendida. Tan sólo estaba definiendo una certeza como que el cielo era azul. De hecho, sus ojos turquesas miraban a Daruu de una manera muy diferente. ¿De verdad estaba hablando en serio sobre todo aquello? ¿Tan en serio como para arriesgarse a que su familia y sus seres cercanos se pusieran en contra de él?
—Fuera como fuese, esa idea era una locura. Empezando porque la señorita recuperara el cuerpo de repente, como que nos fuéramos turnando. Nadie se creería algo así.
»Agradezco su intención, si de verdad es sincera. Pero no hay nada que hacer. No descansarán hasta dar la forma de revertir el sellado y devolverme a mi jaula, o me dejarán aquí encerrada para siempre si no la encuentran —añadió, con una triste sonrisa.
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Daruu agachó la cabeza, con aspecto triste y cansado.
—¿Y no podemos hacer nada para remediar lo de la jaula una vez que hayan revertido el sellado? —dijo Daruu—. Sabiendo lo que ahora sé... Si pudiéramos ayudarte... yo...
No se creía lo que estaba diciendo.
—»Yo intentaría ayudarte. Si no hace daño a Ayame, y tú te sientes mejor... ¿por... qué... no?
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Daruu agachó la cabeza. Parecía apesadumbrado y cansado, pero no había nadie que pudiera estar más cansado de aquella situación que Kokuō: condenada a vagar de prisión en prisión, siempre temida, siempre odiada.
—¿Y no podemos hacer nada para remediar lo de la jaula una vez que hayan revertido el sellado? —insistió el muchacho—. Sabiendo lo que ahora sé... Si pudiéramos ayudarte... yo... Yo intentaría ayudarte. Si no hace daño a Ayame, y tú te sientes mejor... ¿por... qué... no?
Kokuō no respondió. Había agachado la cabeza y se había sumergido en un denso mutis. ¿Por qué aquellos dos muchachos insistían tanto en querer ayudarla? Los había atacado tanto física como psicológicamente, había intentado matarlos, había estado a punto de destruir sus familias. Y allí estaban, apiadándose de la que habían considerado un monstruo durante todo aquel tiempo. ¡No tenía sentido!
«Pienso ayudarte a ser libre, ¡algo habrá que podamos hacer! ¿Me escuchas, Kokuō? Aunque no pueda hacerlo ahora, aunque tarde semanas, meses, o años, aunque reviertan de nuevo el sello, ¡haré algo!»
Fuera como fuese, su compasión no iba a cambiar nada. Porque a los ojos del resto de humanos, un Bijū seguía siendo una bestia sedienta de sangre que destruía aldeas y creaba tsunamis y terremotos con el movimiento de una de sus colas. Nunca podría obtener la libertad si no era por la vía que había escogido Kurama. Y, aún de obtenerla, jamás podría esconderse para vivir en paz como era su deseo. El mundo no era tan grande, y estaba completamente colonizado por los humanos. Si no eran los de Amegakure, la sellarían los de otra aldea.
Kokuō apretó las mandíbulas y los puños. Y entonces...
¡Puuff!
Sus cabellos se oscurecieron y sus ojos se volvieron castaños de repente. Kokuō se había recluido sin previo aviso y había dejado a una confundida Ayame al mando.
—Esto... ha sido muy repentino —jadeó, llevándose una mano a la frente.
Aquellos cambios eran terriblemente incómodos.
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Kokuo se sumió en un denso silencio. Daruu casi podía respirar sus dudas. Una vez más, comprobó como un bijuu era más humano que alguno de los humanos –tanto humanos como bijuus querrían matarle por dicha afirmación–. Kokuo apretó los puños y las mandíbulas, se puso a temblar y...
¡Puuff!
Su presencia se desvaneció. El pelo de aquél cuerpo volvió a ser negro, los ojos, el avellana de Ayame. Daruu se lanzó, casi en desesperación, a agarrar las rejas de la celda, de rodillas.
— ¡Ayame!
—Esto... ha sido muy repentino —jadeó ella.
— Pero... ¿qué ha pasado? ¿Por qué os habéis intercambiado ahora?
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—¡Ayame! —gritó Daruu, abalanzándose sobre las rejas, y Ayame hizo lo mismo, buscando los brazos de su pareja—. Pero... ¿qué ha pasado? ¿Por qué os habéis intercambiado ahora?
Ayame agitó la cabeza varias veces, insegura.
—No... no lo sé... Lo ha hecho de repente, sin ninguna explicación... —dijo, encogiéndose de hombros—. Creo... que se siente confundida.
«¡No estoy confundida, señorita! Sólo deseo pensar.»
—Dice que quiere... pensar —reprodujo, con una risilla nerviosa. Entonces le dirigió una mirada cargada de angustia—. ¿Cómo están las cosas en casa? Kōri vino a vernos... hace cosa de una semana.
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Un bijuu, confundido. Un bijuu, que necesitaba pensar. Si hacía dos semanas le hubieran contado esto a Daruu, se hubiera echado a reír. "¡Qué clase de barbaridad dices, hijoputa!", habría contestado. En Oonindo, los bijuu eran monstruos peligrosos. Ahora tenía más información. Quizás estaba empezando a comprender que los monstruos no conocen de especie.
Tampoco es que Kokuo le hubiese cambiado la mentalidad de la noche a la mañana. Estaba seguro de que ella era un caso excepcional. Seguramente algunos de sus Hermanos no fueran tan educados.
—¿En cual de las dos casas? —rio Daruu—. En la mía, ya te lo he dicho. Y en la tuya, no tengo ni idea. No he visto mucho a Kori-sensei últimamente.
»Y a él no le he contado nada, como comprenderás. No quiero arriesgarme. Dices que vino, ¿cómo fue el tono de la conversación?
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—¿En cual de las dos casas? —rio Daruu—. En la mía, ya te lo he dicho. Y en la tuya, no tengo ni idea. No he visto mucho a Kōri-sensei últimamente.
Ayame dejó caer los hombros, abatida, y se mordió el labio inferior. Aparte de la fugaz visita de Kōri, seguía sin recibir noticias sobre cómo estaba su familia, sobre cómo estaban llevando la situación. Les echaba terriblemente de menos, a todos. Y también estaba harta de estar prisionera de aquella manera. Hacía mucho tiempo que no respiraba el aire exterior, que no sentía la lluvia en su piel...
—Y a él no le he contado nada, como comprenderás —continuaba hablando Daruu—. No quiero arriesgarme. Dices que vino, ¿cómo fue el tono de la conversación?
—Neutro. Frío. —No pudo evitar bromear, con una amarga sonrisa. Las bromas era lo único que le quedaba para no volverse loca—. Al principio se plantó ahí sin decir nada, pero al cabo de algunos minutos comenzó a hablar. Como tú, decía que venía a verme, pero enseguida comenzó a interesarse por Kokuō y le hizo preguntas, como si sintiera curiosidad...
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Sí, claro. Neutro y frío era el tono de cualquier conversación con Kori-sensei. Daruu no estuvo seguro de si Ayame estaba bromeando o estaba hablando en serio –esto es, diciendo que la conversación había sido más distante de lo habitual–. No obstante no tardó en puntualizar y en añadir información.
Daruu se acarició la barbilla.
—"Curiosidad" —dijo—. Sí, me lo creo. Esa es la palabra que utilizaría yo para definir lo que siente Kori respecto a Kokuo. Espero que le lleve a confiar un poco más en ella.
Agachó la mirada y se acarició la rodilla derecha con el dedo índice.
—Dime, Ayame. ¿Y tú? ¿Tú confías en Kokuo? ¿Crees que está... bien lo que estamos haciendo?
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11/01/2019, 16:49
(Última modificación: 11/01/2019, 16:52 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—"Curiosidad" —repitió Daruu, acariciándose la barbilla—. Sí, me lo creo. Esa es la palabra que utilizaría yo para definir lo que siente Kōri respecto a Kokuō. Espero que le lleve a confiar un poco más en ella.
Ayame asintió en silencio, aunque no estaba muy segura al respecto. En algunas ocasiones, Kōri podía llegar a ser tan curiosa como ella misma, pero sus principios prevalecían sobre todo lo demás. Aún así había sido un alivio comprobar que la conversación entre ambos había concurrido con aquella fría calma. No estaba segura de que pudiera ser igual si hubiese sido su padre el que hubiera acudido a visitarla. Y, hablando de su padre, ¿cómo estaría? ¿Estaría preocupado por ella?
—Dime, Ayame —Daruu llamó atención, sacándola de sus pensamientos—. ¿Y tú? ¿Tú confías en Kokuo? ¿Crees que está... bien lo que estamos haciendo?
Ayame agachó la cabeza y se removió en su sitio.
—Yo... no lo sé... —musitó, al cabo de unos tensos segundos. Una parte de ella, quizás su parte más humana, no podía evitarlo. De forma instintiva sentía un miedo atroz hacia los Bijū en general, y no ayudaba todas aquellas veces que había escuchado la aterradora voz de Kokuō en su cabeza, incitándola a perder el control, amenazando la seguridad de sus seres queridos, amenazándola a ella con que algún día la rompería desde dentro para liberarse de sus barrotes, aquel abrasador fuego en su piel cada vez que cedía a las tentaciones, las pesadillas... No podía olvidar todo aquello, pero al mismo tiempo...—. Pero ahora que sé como se siente, ahora que he estado en su misma situación... No puedo dejar que vuelva a estar encerrada así durante toda la eternidad. Yo sólo llevo un par de meses en esa jaula y... y es escalofriante, Daruu-kun... —admitió, con un terrible escalofrío—. Estar encerrado durante tanto tiempo... sin espacio apenas para moverte... en un lugar que no cambia nunca... No quiero ni imaginar lo que debe ser estar así durante años y años...
»Lo entiendes, ¿verdad...?
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Daruu tardó un tiempo en responder. Tenía dudas. O necesitaba pensar, tal y como había dicho Kokuo para ponerle un nombre diferente. Por una parte, quería hacer cualquier cosa por Ayame, y su corazón le empujaba a creer a Kokuo de forma natural. Por otra, no sería la primera vez que alguien le camela con dulces palabras y luego le sella un puto Katon en el pecho.
Como Datsue, Kokuo parecía sincera. Todo lo que decía tenía sentido. Pero quién sabe si sólo era un pretexto para clavarles, más tarde, un puñal por la espalda. O lanzarles una bijuudama en la cara – más peligroso.
Al final, como casi siempre, Ayame fue la pesa que desequilibró la balanza.
—Sí, creo que sí —dijo Daruu—. Además, si conseguimos ayudarla, no necesitará escapar tan desesperadamente de tu cuerpo. Podremos vivir más tranquilos. Salimos ganando todos, de eso no hay duda...
»Lo que me preocupa más es cómo vamos a hacerlo.
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—Sí, creo que sí —respondió Daruu al cabo de varios tensos segundos—. Además, si conseguimos ayudarla, no necesitará escapar tan desesperadamente de tu cuerpo. Podremos vivir más tranquilos. Salimos ganando todos, de eso no hay duda... Lo que me preocupa más es cómo vamos a hacerlo.
Ayame agachó la cabeza, súbitamente más sombría.
—Le estoy dando vueltas al asunto, ya te lo dije —dijo, en apenas un susurro—. Pero... aún no quiero dar más detalles. Hay cabos que aún no tengo atados y tendré que esperar a volver a ser yo misma para probar mis teorías.
Volvió a sumirse en un tenso silencio, moviendo los ojos nerviosamente entre el suelo y el mismo Daruu. Varias veces inspiró y abrió la boca, pero en el último momento se lo pensaba mejor y reculaba. Se moría de ganas por decir algo, eso quedaba claro, pero necesitó de varios intentos antes de terminar de atreverse a hacerlo.
—D... Daruu-kun... ¿estáis... enfadados conmigo... por lo de la carta...?
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—Le estoy dando vueltas al asunto, ya te lo dije —dijo, en apenas un susurro—. Pero... aún no quiero dar más detalles. Hay cabos que aún no tengo atados y tendré que esperar a volver a ser yo misma para probar mis teorías.
—¡Oh, vamos! —protestó Daruu, con curiosidad—. Pero aunque no puedas probarlas, puedes contármelas.
Pese a todo, Ayame desoyó sus súplicas y, taciturna, calló. Dudó un momento, y tras unos minutos lanzó una pregunta envenenada a Daruu.
—D... Daruu-kun... ¿estáis... enfadados conmigo... por lo de la carta...?
Daruu chasqueó la lengua, se cruzó de brazos y se dio la vuelta.
—¿Por viajar furtivamente a Tanzaku Gai, ponerte en peligro a ti misma y trapichear una carta para el Rey Rata con la Pequeña Rata que me esposó a traición? —escupió—. No sé por qué habría de estarlo.
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Y, tal y como esperaba, Daruu se cruzó de brazos, molesto, y le dio la espalda. Y Ayame se sorprendió descubriendo que, aunque lo esperara, no lo hizo menos doloroso.
—¿Por viajar furtivamente a Tanzaku Gai, ponerte en peligro a ti misma y trapichear una carta para el Rey Rata con la Pequeña Rata que me esposó a traición?No sé por qué habría de estarlo.
Ella hundió los hombros.
—No viajé a Tanzaku Gai a propósito para eso. Simplemente dio la casualidad de que Eri-chan estaba allí... —confesó, con un doloroso nudo en la base de la garganta, y sus manos resbalaron por los barrotes de metal con gesto abatido—. Hablamos, Daruu-kun. Ella no estaba de acuerdo con esposarte, de hecho se arrepentía de haberlo hecho, pero debía cumplir las órdenes de Akame como superior suyo que era. ¿No habrías hecho lo mismo si hubieses estado en su lugar y la orden la hubiera dado Kōri? —lanzó el kunai, sin ningún tipo de piedad—. Ella es una buena chica. No es como Datsue, como Akame, como ese chico del perro o como aquel otro espadachín que me acusó falsamente de haber atacado a un civil.
»Y yo necesitaba disculparme con su Uzukage. Estuve a punto de reventar una grada llena de gente inocente sólo por dejarme llevar de esa manera...
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Pero Daruu, tozudo, siseó como una serpiente arrinconada:
—Estuviste a punto de reventar una grada llena de gente inocente porque esa rata asquerosa de... Datsue —Casi escupió el nombre— te provocó.
»¿Y Eri? ¿Ordenada por Akame? Hubo un momento del pasado en el que Akame me persiguió para matarme, también acompañado de otra chica llamada Eri, fíjate tú que casualidad —dijo—. ¿Sabes qué es lo que dijo, Ayame? ¿Sabes qué es lo que dijo? Adivina.
Se dio la vuelta.
—"Sólo seguía órdenes". Pues bien, en esta ocasión es él el que las da. ¿Quién nos dice que no será Eri la mano ejecutora en el futuro? ¿Crees que eso le excusa de algo?
Refunfuñando, comenzó a caminar hacia la salida del calabozo.
—No quiero hablar más del tema, mañana volveré. —Abrió la puerta de prisión y la cerró con un sonoro portazo metálico.
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—Estuviste a punto de reventar una grada llena de gente inocente porque esa rata asquerosa de... Datsue —Daruu casi escupió el nombre al pronunciarlo— te provocó.
Ayame quiso replicar, pero Daruu, furibundo, no le dio tiempo a hacerlo:
—¿Y Eri? ¿Ordenada por Akame? Hubo un momento del pasado en el que Akame me persiguió para matarme, también acompañado de otra chica llamada Eri, fíjate tú que casualidad. ¿Sabes qué es lo que dijo, Ayame? ¿Sabes qué es lo que dijo? Adivina. "Sólo seguía órdenes". Pues bien, en esta ocasión es él el que las da. ¿Quién nos dice que no será Eri la mano ejecutora en el futuro? ¿Crees que eso le excusa de algo?
—¡Pero...! —exclamó Ayame, pero Daruu se había levantado y ya se estaba dirigiendo a la puerta de salida del calabozo.
—No quiero hablar más del tema, mañana volveré.
Un sonoro portazo fue lo último que hizo retumbar el corazón maltrecho de la muchacha, que había roto a llorar en silencio al tiempo que sus cabellos volvían a aclararse mientras Kokuō retomaba el control.
Recluida de nuevo en el interior de su jaula, sin ganas de moverse siquiera, Ayame se aovilló aún más, sintiéndose más sola que nunca. No le había dado tiempo a explicarse. No le había dejado tiempo para pedirle que le dijera a su padre que deseaba verle antes de que todo aquello culminara... por lo que pudiera pasar. Simplemente, la había dejado allí abandonada de mala manera.
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