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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La enorme explosión inundó la noche de luz diurna y se extendió tanto que incluso arrancó los pedazos superiores de los rascacielos más altos y los pulverizó. La onda expansiva los aplastó contra el asfalto. El cuerpo de madera de Warau se empezó a desgranar en pequeñas virutas cuando el equipo de tres perdió el conocimiento.

—N-no... No es justo... ¡Casi lo tenía! ¡Casi lo tuve!

—Nunca lo tuviste del todo, no obstante. Y nunca lo tendrás. No se puede jugar con la realidad.

Warau, sobresaltado, levantó la vista. Había un hombre con túnica, sentado en una tubería de metal, al lado del cuerpo de Mogura. Se podía decir que casi brillaba con luz propia.

—Tú... ¿pero cómo?

Nara Katou le devolvió la mirada y sonrió.

—No lo sé. Pero lo que sí sé... Es que a partir de ahora, no seré yo.

—¿Y qué será... de mí?

—Tampoco serás tú —afirmó Rikudou-sennin con rotundidad—. Oh, no te preocupes. Serás. En esta realidad, no en la tuya. Por primera vez, harás lo que el resto tuvo que hacer. Reiniciarás.


. . .


En el interior de la dimensión del Gobi, la Ayame adulta también había empezado a deshacerse. Sólo que hasta ahora no se había dado cuenta.

—Ahora, nosotras nos iremos. Juntas. Y dejaremos de... Ser.

Las lágrimas caían desde sus ojos y humedecían las ojas secas.

—Pero no todo está tan mal. Ya está hecho. El Amuleto del Reinicio se ha roto. Esta realidad podrá al fin vivir en paz. Y ella también podrá hacerlo... —Señaló con el hocico a Ayame, la niña, que dormía plácidamente.

Sólo entonces, Ayame se dio cuenta de que la jaula había desaparecido. Kokuo se acercó y se acurrucó con ella. También se estaba desgranando. Se había acabado su era. Al fin.

—Espero que les vaya bien... Espero que sí, de verdad...

Cuando el desgaste llegó al lomo del Gobi, y se sintió a si misma desaparecer, sólo en ese instante, vislumbró otra jaula, en la que dormía otro Gobi, diez metros más allá, al final del claro.

—Dígame, señorita, ¿crees que ellas podrán también hacerse tan amigas como nosotras...?


. . .


Ayame había tenido un sueño muy extraño. Se encontraba en un lugar lejano, en los picos de una montaña altísima. Apoyada sobre una tablilla de piedra, se había sentado a disfrutar de un momento de relajación tras el largo viaje. De pronto, había sentido la tablilla desaparecer, y se sentía cayendo hacia atrás, y...

...se había despertado de un sobresalto. Le dolía la cabeza una barbaridad. Estaba amaneciendo, y los rayos del sol caían sobre ella sin filtro alguno: las nubes no poblaban el cielo del País de la Tormenta.

Shanise estaba junto a ella. Le ofrecía la mano.

—Vamos, pequeña. El malo ha muerto. El hilo desapareció cuando rompiste ese cacharro. Misión cumplida. ¡Vamos a despertar a Mogura! Para variar, está haciendo el holgazán.

Ayame estaba confusa. ¿Qué había pasado?

Ah. Ahora lo recordaba.

Cuando habían llegado allí, se habían encontrado con un hombre de pelo castaño corto. O al menos, eso es lo que más tarde todos recordarían. El hombre había electrocutado a Shanise, y ella se había enfadado muchísimo. Y había perdido el control sobre el bijuu. Y... Y...

Al parecer, había roto algo que fue clave para la derrota del enemigo.

Allí estaba en el suelo: el hombre de pelo castaño. Tenía una katana clavada en el centro del pecho.

—El maldito diablo era un marionetista experto, pero conseguimos engañarle. Ayame, ha sido impresionante. Porque, te acordarás, ¿no?

Shanise tuvo un instante de silencio.

—¡Te transformaste en el bijuu y le diste una buena tunda a un zorro gigante que este tipo invocó! Todavía tienes un vestigio de la transformación, mira,
tu ojo.
—Shanise se inclinó. Ayame se vio en el reflejo de la bandana. Sí, su ojo derecho tenía una ojera roja y era de color aguamarina. Fue consciente de que ese ojo estaba... ¿Llorando?

Shanise se acercó a Mogura y lo movió un poco con la pierna. No se despertó. Hizo tres sellos y le lanzó un Mizurappa.


. . .


Aquél día, todo Oonindo olvidó los vestigios del pasado que, gracias al conducto entre realidades provocado por el Amuleto del Reinicio, se había creado hace demasiado, demasiado tiempo. El Hombre de la Risa era un concepto desconocido para ellos. Todo el mundo fue lo que debió ser.

Ciertos shinobi de Kusagakure olvidarían a un tal Taiho. En su lugar, en su mente, recordarían haber eliminado a un villano llamado Kunmo, un Yotsuki de cabello largo y negro sin un rostro carismático que registrar en sus memorias...

La realidad que conocemos vivió tranquila y en paz, sin que fantasmas de otros mundos pudiesen interferir en ella. Para bien... o para mal.

Pronto, los acontecimientos que en ese instante parecían menores sacudirían la estabilidad política y militar de todo Oonindo. Con la muerte de Gouna, el status quo se había resquebrajado.

Y en algún lugar de algún país del continente, alguien extrajo una muela de un modo particularmente violento.

—¿Que no vas a cantar, amigo? Oh... Estás muy equivocado. Dirás lo que quiero oir, porque hasta que no lo hagas, no te dejarán salir de aquí.

»Y todo el que entra en mi mazmorra, se convierte en mi pequeño juguete. Kishishishi...




Soy consciente de que esto parece el final, pero la trama sigue xD. Recordad, si tenéis dudas, preguntadmelo o posteadlo en dudas (esto lo digo porque igual alguien más tiene dudas. Si tengo que explicar lo que ha pasado, aunque creo que se entiende muy bien, mejor que sea a todos).
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—Ahora, nosotras nos iremos. Juntas. Y dejaremos de... Ser.

Ayame ahogó un sollozo. El cuerpo de Kokuo es estaba desprendiendo en pequeñas virutas de energía, y cuando se miró las manos, vio que a ella le estaba sucediendo algo similar.

En realidad, algo dentro de ella sabía que ese era su destino desde el momento en el que había aparecido allí. Tal y como había dicho Kokuo, aquella no era su realidad. Ellas no pertenecían a aquel tiempo. Pero saber eso no lo hacía menos doloroso.

Las lágrimas volvieron a aflorar en sus ojos. En sus ojos y en los de Kokuo. Y estas humedecieron las hojas marchitas del suelo...

—Pero no todo está tan mal. Ya está hecho. El Amuleto del Reinicio se ha roto. Esta realidad podrá al fin vivir en paz. Y ella también podrá hacerlo... —El Gobi señaló a la Ayame del presente con el hocico. Y la Ayame del pasado asintió, con un doloroso nudo en la garganta.

De repente se dio cuenta de que la jaula que encerraba al Gobi había desaparecido. Por primera vez, la jinchuriki y la bestia se encontraron cara a cara sin ataduras de por medio. Y Ayame se abrazó al pelaje de Kokuo sin dejar de llorar mientras seguían desapareciendo sin remedio...

—Espero que les vaya bien... Espero que sí, de verdad... — añadió Kokuo.

Y cuando estaban a punto de terminar de desvanecerse, pudieron ver al final del claro otra jaula con otro Gobi encerrado como lo había estado Kokuo segundos atrás. El Kokuo del presente que pertenecía a la Ayame del presente.

—Dígame, señorita, ¿crees que ellas podrán también hacerse tan amigas como nosotras...?

—Espero que sí... Oh, de verdad espero que sí —respondió Ayame, justo antes de que su cuerpo se desvaneciera por completo. La energía se disipó en el espacio y una última lágrima cayó entre las hojas—.

"Adiós..."

El Agua se había evaporado.



. . .



Ayame se despertó sobresaltada, con la sensación de que se estaba cayendo de algún sitio... pero enseguida comprobó que no había sido más que un sueño y se arrepintió de haberse movido. Con un débil gemido de dolor, se llevó una mano a la cabeza. Se sentía como si le hubiesen pegado un martillazo. Para más inri, el sol caía a plomo sobre la Ciudad Fantasma.

«Mal augurio...» Fue lo primero que pensó su aturdida mente.

Para su sorpresa, cerca de ella se alzaba una mujer que le tendía una mano. Una mujer que, pese a las distancias de rangos que existían entre ellas, durante aquella misión se había convertido en una especie de hermana mayor para ella.

—Shanise-senpai... —balbuceó, antes de extender su propia mano, aceptar el gesto y reincorporarse, tambaleante.

—Vamos, pequeña. El malo ha muerto. El hilo desapareció cuando rompiste ese cacharro. Misión cumplida. ¡Vamos a despertar a Mogura! Para variar, está haciendo el holgazán.

—Eh... ¿Qué...? —Ayame parpadeó, confundida.

Y entonces su mente despertó del todo. Recordaba que, después de hablar sobre sus capacidades y de establecer algunas estrategias militares, los tres se habían adentrado en la Ciudad Fantasma. Recordaba que, según se iban acercando al hilo un hombre las atacó, consiguió atrapar a Shanise y entonces empezó a electrocutarla con una técnica de Raiton. Recordaba haberse enfurecido como nunca antes lo había hecho...

Y entonces...

Y entonces...

¿Qué había pasado después...? ¿De qué cacharro estaba hablando? Fuera como fuese, parecía que lo había destruido, y con ello el hilo había desaparecido.

Y allí estaba él. El hombre de cabellos castaños y cortos que las había atacado. Ayame no mantuvo la mirada sobre él demasiado tiempo. La visión del cadáver con la espada atravesándole el pecho era de todo menos agradable y le revolvía el estómago.

—El maldito diablo era un marionetista experto, pero conseguimos engañarle. Ayame, ha sido impresionante. Porque, te acordarás, ¿no?

Ayame no respondió. En su lugar torció el gesto, intercambiando el peso de su cuerpo de una pierna a otra. Porque lo cierto, y para su completa exasperación, era que no recordaba nada después de esa furia que la había invadido. Y Shanise pareció darse cuenta porque añadió:

—¡Te transformaste en el bijuu y le diste una buena tunda a un zorro gigante que este tipo invocó! Todavía tienes un vestigio de la transformación, mira, tu ojo.

—¡Espera! ¡¿QUÉ?! —exclamó, y de la misma estupefacción su voz se contrajo en un gallo. Sin embargo, la mujer se inclinó hacia ella, y Ayame pudo ver su propio reflejo en la bandana de su superiora.

Y casi se cayó de culo al suelo.

Porque, tal y como le había avisado Shanise, el iris de su ojo izquierdo era ahora de un inquietante color aguamarina y su párpado inferior se había teñido el color de la sangre. No se había dado cuenta hasta ahora, pero una lágrima se había desbordado de aquel mismo ojo y rodaba ahora por su mejilla. Sobresaltada, Ayame se enjugó la lágrima, y cuando volvió a mirarse en la bandana de Shanise, sus ojos habían vuelto a su color castaño natural.

Shanise se alejó de ella, dirigiéndose ahora hacia su compañero dormido.

Pero, hablando de reflejos...

—¡AAAAAAHHHHHH! —chilló, exaltada. Pegó un súbito brinco, y miró a su alrededor con desesperación acumulada. Pero lo que estaba buscando se encontraba atado en su brazo, y Ayame no tardó ni diez segundos en arrancársela del brazo y volverla a anudar donde le correspondía.

¿¡Pero cuándo se había quitado la bandana de la frente?!
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—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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El joven médico de Amegakure descansaba como solo él sabía hacerlo, durmiendo como un tronco en el lugar donde habría quedado. Solo el dulce beso de la técnica de su superior lo despertaría, básicamente porque atentaría contra su principal necesidad de oxigeno, el agua se aseguraría de bloquear el ingreso de toda fuente de aire. De esa manera, retorciéndose y tosiendo, Mogura volvería a la realidad.

—¡AAAAAAHHHHHH!

La voz de nadie más que Aotsuki Ayame, la jinchuuriki del Gobi, sería la primer cosa que escucharía al despertarse. Al recuperar su sentido de la visión podría ver a su superior de pie junto a él y luego a una histérica muchacha apresurándose a cubrir su frente con la bandana.

Ayame-san...

Dejó escapar el nombre de la chica de sus labios mientras se colocaba de pie, pudo observar en el proceso el cadáver de la marioneta que había sido su enemigo, con la espada de la ANBU clavada en un aparato que sin duda alguna resaltaba del resto del cuerpo de madera. No estaba realmente seguro de poder contarlo como su primer víctima.

Por un momento creí que había sido derrotada...

Comentó el muchacho mientras se cubría con una mano un poco de la luz del sol, la cual no estaba realmente acostumbrado a recibir de lleno. El Gobi se había liberado y peleó contra una bestia enorme, pero no había sido producto de que la muchacha hubiese muerto, al parecer Ayame estuvo en control de la situación todo el tiempo. No solo se había plantado frente al enemigo sino que le había vencido.

...me alegro mucho de haber estado equivocado, Ayame-san.

Agregó con una ligera sonrisa en el rostro, no lograría ocultar la felicidad que le causó ver a la jinchuuriki de pie frente a él. Quizás si no hubiese sido tan estricto con las formas habría incluso corrido a darle un abrazo.

Por alguna razón sentía que el momento más difícil de la misión había pasado, el hilo había desaparecido después de que la joven kunoichi destruyera aquel artefacto. Aquel enemigo no se habría llevado la vida de su compañera y él no había permitido que se cobrara tampoco la de su superior.

Se llevó una mano a la cabeza y se acomodó el peinado.

¿Cómo se encuentra, Shanise-san?

Consultó el joven médico de Amegakure a su superior.
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Sama-sama ha dicho que me deja postear y luego masteriza él

Y entonces oyó la voz de Mogura a sus espaldas:

—Ayame-san... —la llamó el chico, mientras se reincorporaba, y ella se giró de inmediato hacia él.

Estaba completamente empapado, otra vez, por lo que era muy presumible que Shanise había vuelto a utilizar sus artes especiales para despertarle. Ayame se sintió profundamente aliviada. No parecía haber resultado herido de ninguna manera. Y no pudo resistirlo por más tiempo. Olvidó todo tipo de formalismos y corrió hacia Shanise y Mogura, saltó sobre ellos y les abrazó con fuerza.

—¡Menos mal que estáis bien! —exclamó, llena de felicidad. Y fue entonces cuando se dio cuenta de lo que había hecho y se separó rápidamente. El esfuerzo disparó un pinchazo en la espalda de Ayame, que contrajo el gesto momentáneamente. Sin embargo, con una risilla nerviosa, ignoró aquel hecho y se llevó la mano a la nuca—. Yo... lo siento, me he dejado llevar.

Era extraño, porque además del dolor en la espalda también sentía agujetas en el abdomen, las costillas y las mejillas. Como si se hubiera estado riendo un buen rato...

—Por un momento creí que había sido derrotada... me alegro mucho de haber estado equivocado, Ayame-san. —agregó Mogura, con una ligera sonrisa que hasta el momento no había visto en su gesto.

—Yo... ¿Derrotada...? ¿Por qué...? —preguntó Ayame, genuinamente confundida. Realmente, no recordar lo que había pasado le estaba resultando muy frustrante.

Pero entonces Mogura se volvió hacia la jonin:

—¿Cómo se encuentra, Shanise-san?

Y aquella pregunta disparó un recuerdo en la mente de Ayame.

—¡Es cierto! ¿Cómo se encuentra? El chidori... —agregó, haciendo referencia a aquella técnica tan letal para ellas dos.
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—¿Cómo se encuentra, Shanise-san?

—¡Es cierto! ¿Cómo se encuentra? El chidori...

Shanise sonrió. Dio un paso adelante, y volvió a formar el abrazo a tres. Los apretó bien fuerte contra su pecho, y dejó que las lágrimas discurrieran libremente.

—B-bien... ¡Mejor q-que nunca, chicos! Mejor que nunca... Todo ha salido bien...


· · ·


Shanise se dejó caer en la cama de la tienda de campaña y soltó un suspiro de alivio que llenó toda aquella peculiar sala falsa.

—¡AAAAaaaahhh! Joder, qué a gusto.

Habían viajado durante todo el día. Esta vez, en lugar de acampar en Shinogi-to, se habían apartado del camino y habían desplegado la tienda de campaña en mitad de un lago, oculto entre unos riscos rocosos. Allí, probablemente nadie les molestaría.

La noche y el entorno les refugiaba. Y esta vez, en lugar de montar guardias, la mujer había colocado una serie de complicados sellados alrededor del lago. Nadie podría cruzar dentro de la tienda si no retiraba todas aquellas etiquetas a la vez.

Por eso, creyéndose bien merecido el descanso, volvió a suspirar.

—Pero antes tenemos que cenar. Mogura-san, ¿te queda pastel de fresa?
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—¡Es cierto! ¿Cómo se encuentra? El chidori...

La ANBU dejaría ver una sonrisa en su rostro y seguidamente abrazaría al par de genin, repitiendo lo que había hecho Ayame pero con una intención más marcada. El joven médico correspondió el gesto de afecto, no sintió necesidad de seguir las formas durante un instante, después de todo, si su superior no lo hacía... ¿qué obligación tenía él?

—B-bien... ¡Mejor q-que nunca, chicos! Mejor que nunca... Todo ha salido bien...


· · ·


Ya en la tienda, Shanise se tumbaría en su cama y dejaría escapar un suspiro enorme, que afectos prácticos sirvió como orden para romper cualquier formación y relajarse.

—¡AAAAaaaahhh! Joder, qué a gusto.

Tras un día de viaje, el lugar para pasar la noche no sería Shinogi-to ni nada por el estilo, se terminarían separando un poco del camino, quedando bastante cerca de un lago oculto entre unos riscos rocosos. Nadie tenía nada que hacer por ahí cerca, o al menos ese fue el criterio bajo el cual actuaron.

Habiendo elegido un lugar estratégicamente adecuado, la ANBU se tomó la molestia de crear una barrera con una técnica de sellado no muy ajena al joven médico pero que aún no podía dominar.

No iba a haber guardia esa noche, solo descanso. Pero para descansar de forma adecuada era preciso cenar algo.

—Pero antes tenemos que cenar. Mogura-san, ¿te queda pastel de fresa?

Mogura, quien estaba sentado en su cama acomodando sus cosas, asintió con un gesto de la cabeza.

¡Pensé que no lo preguntaría, Shanise-san...!

Llevó una mano hasta su morral y tomó de su interior el pergamino que contenía lo que quedaba del pastel. Seguidamente lo abriría y liberaría de su sello tres porciones de pastel, todo lo que quedaba.

Una porción para cada uno.
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Los labios de Shanise se curvaron en una sonrisa y, dando un paso al frente, los envolvió a los dos en un fuerte abrazo. Ayame jadeó cuando se le cortó momentáneamente la respiración, pero aún así se sintió mejor que nunca y se vio contagiada por la felicidad de la mujer.

—B-bien... ¡Mejor q-que nunca, chicos! Mejor que nunca... Todo ha salido bien...

—Menos mal...



. . .



No volvieron a Shinogi-To para descansar. En su lugar, decidieron pasar la noche cerca de un lago, ocultos entre unos riscos, y Shanise desplegó su curiosa tienda de campaña. La noticia de que no iban a tener que hacer guardias cayó sobre Ayame como un regalo del cielo. Una serie de sellos los protegería de cualquier intruso, pues nadie podría atravesarlos sin retirarlos todos a la vez. Una tarea bien complicada, teniendo en cuenta la cantidad de ellos que había colocado.

—¡AAAAaaaahhh! Joder, qué a gusto —exclamó la mujer, tras dejarse caer a su cama.

Y Ayame no dudó ni un segundo en hacer lo mismo. Se tiró sobre su propia cama, planchó la cara en el colchón y se dejó envolver por él. Tuvo que hacer un verdadero esfuerzo por no dormirse en el acto. ¿Cuántas horas llevaba despierta? Después de lo ocurrido en Shinogi-To, no había tenido oportunidad de dormir más que un par de horas. Y si a la falta de sueño le sumaban el desgaste por el combate que no recordaba y el día entero que habían estado viajando sin apenas descansar...

Sí, definitivamente estaba para el arrastre.

—Estoy deseando llegar a casa y darme una ducha... —se le escapó en un gemido, aunque estando como estaba, con la boca aplastada contra el colchón, apenas se le entendió una palabra.

—Pero antes tenemos que cenar. Mogura-san, ¿te queda pastel de fresa? —preguntó Shanise, y Ayame no pudo reprimir una risilla. ¿Iban a estar alimentándose todo el tiempo de pastel?

Pero el hambre puede más que la exquisitez, y su estómago rugió hambriento cuando su compañero sacó su peculiar pergamino y liberó tres porciones de aquel delicioso manjar. Uno para cada uno.

Ayame, aún sin levantarse de su sitio, ladeó la cabeza hacia ellos.

—Una pregunta tonta... ¿Tenemos... comida para lo que queda de viaje? —preguntó, con voz eclipsada por el sueño. No pudo evitar que una sonrisa curvara sus labios—. Porque... si nos vamos a tener que comer entre nosotros... ya aviso de antemano que yo soy todo agua. —se atrevió a bromear.
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Shanise se desperezó y se levantó, presta, para comer su porción de pastel de fresa. Pero antes se acercó a su mochila y la llevó al centro de la mesa entre los tres sillones. Justo al tiempo de la pregunta de Ayame.

—¿Tenemos... comida para lo que queda de viaje? —preguntó—. Porque... si nos vamos a tener que comer entre nosotros... ya aviso de antemano que yo soy sólo agua.

—¡Da la casualidad que yo también! —rio, y entonces miró a Mogura con una sonrisa malvada, mostrándole aquella sierra que tenía por dentadura—. Supongo que nos tendremos que comer a Mogura-kun.

Abrió la mochila, y sacó dos fiambreras llenas de sandwiches. Los tan poco nutritivos sandwiches que Mogura había despreciado.

—No son un manjar, pero es todo lo que me queda a mi. Creo que hay para los tres hasta que lleguemos. Al fin y al cabo, sólo nos queda medio día de viaje. Mañana estaremos en casa. —Pronunció esas palabras con un gran alivio. Abrió una fiambrera, y cogió un sandwich—. Coged los que queráis. El pastel de fresa será nuestro postre.

Mientras mordía su bocadillo, Shanise miraba de reojo a Ayame. Cuando terminó de masticar y tragar el primer bocado, dijo:

—Ayame, eres una kunoichi de Amegakure. Tienes compañeros y familia que te quiere. No eres una vasija. Recuérdalo.

Los muchachos comieron y comieron hasta hartarse. Tal y como se había levantado, Shanise se acostó en la cama y dio un sonoro bostezo.

—Hala, buenas noches.

Si no querían que los ronquidos de la mujer no les dejasen conciliar el sueño, debían darse prisa y caer rendidos ellos también.
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Mogura haría un esfuerzo más por llevar la comida que acababa de liberar de su sello hasta la mesa.

—¿Tenemos... comida para lo que queda de viaje? Porque... si nos vamos a tener que comer entre nosotros... ya aviso de antemano que yo soy sólo agua.

La joven kunoichi lanzaría una pregunta sobre la mesa donde estaban por apoyar las cosas, solo para hacer un comentario en broma después.

—¡Da la casualidad que yo también!

Broma que la ANBU continuaría dibujando una macabra risa mostrando sus afilados dientes, como si fuese una especie de tiburón mirando a una posible presa.

Supongo que nos tendremos que comer a Mogura-kun.

¡Oh... no creo que quieran comerme, después de trabajar tanto tiempo con venenos seguro estoy lleno de toxinas...!

Advirtió en un tono jocoso continuando la broma para después dejar escapar una risa nerviosa.

Por un momento creyó que los enemigos se habían retirado y que ya no habría más peligro en aquella misión, pero se equivocó, las fiambreras de Shanise aún contenían aquellos sándwiches tan cutres y poco saludables, sumado a eso, ahora tenían un par de días de vida.

—No son un manjar, pero es todo lo que me queda a mi. Creo que hay para los tres hasta que lleguemos. Al fin y al cabo, sólo nos queda medio día de viaje. Mañana estaremos en casa. Coged los que queráis. El pastel de fresa será nuestro postre.

Medio día de viaje y estarían en casa, esas palabras sin duda alguna levantaron su ánimo.

«Peor es nada... supongo...»

Pensó mientras tomaba un sandwich y comenzaba a comerlo. Ni bien dio el primer bocado tomó una nota mental.

«La próxima vez sellaré más comida.»

Un pergamino más grande, o más pergaminos, lo que sea necesario.

—Ayame, eres una kunoichi de Amegakure. Tienes compañeros y familia que te quiere. No eres una vasija. Recuérdalo.

«Una vasija... ¿lo dice por el Gobi?»

Ciertamente la joven jinchuuriki tenía un par de problemas con su memoria y no era ningún ejemplo en lo que a modales se refería, pero no podía decir que no le había tomado un poco de cariño en los últimos días. Por esa razón no pudo evitar asentir ligeramente con un gesto de la cabeza mientras comía su sándwich.

Momentos más tarde, Shanise se retiraría a dormir, el joven médico necesitaba una noche de sueño. No iba a encontrarla en aquella cama de campamento pero al menos serviría como un parche hasta llegar a su casa.

—Hala, buenas noches.

Buenas noches, Shanise-san, Ayame-san.

Diría Mogura y no tardaría mucho más en quedar hecho un tronco.
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—¡Da la casualidad que yo también! —rio Shanise, siguiéndole la broma, y entonces se volvió hacia Mogura con una sonrisa malvada, mostrándole aquella sierra que tenía por dentadura—. Supongo que nos tendremos que comer a Mogura-kun.

—¡Oh... no creo que quieran comerme, después de trabajar tanto tiempo con venenos seguro estoy lleno de toxinas...! —contestó Mogura, con una risa nerviosa.

Ayame no pudo evitar soltar una carcajada y se reincorporó con cierto esfuerzo para reunirse con sus compañeros.

—Bueno, a mí aún me queda un antídoto. Así que, a no ser que Shanise-senpai tenga otro, después de comerte sólo quedaría pelear por él —añadió, mirando de reojo a Shanise con la sonrisa aún dibujada en su rostro.

Había quedado claro que aquella misión les había servido para algo más que salvar al mundo. Para hacer aquel tipo de bromas, Ayame había tomado mucha confianza tanto con Shanise como con Mogura. Y si a la jonin la consideraba como una especie de hermana mayor a la que admiraba profundamente, Mogura se había convertido en un buen amigo para ella. Por suerte, la broma se quedó en la broma. Afortunadamente, Shanise abrió su mochila y sacó dos fiambreras llenas de sandwiches.

—No son un manjar, pero es todo lo que me queda a mi. Creo que hay para los tres hasta que lleguemos. Al fin y al cabo, sólo nos queda medio día de viaje. Mañana estaremos en casa. —Pronunció esas palabras con un gran alivio. Abrió una fiambrera, y cogió un sandwich.

«Al fin en casa...» Pensó Ayame con un suspiro. Aunque, extrañamente, una parte de ella se entristecía ante la perspectiva de ver acabada aquella aventura.

—Coged los que queráis. El pastel de fresa será nuestro postre.

—¡Gracias! ¡Y que aproveche!

Ayame tomó un sándwich de jamón york con queso y prácticamente comenzó a engullirlo con voracidad. El cansancio había eclipsado la sensación de hambre, pero ahora que tenía la comida frente a sus ojos... Ni siquiera le importaba que fueran sándwiches mustios y húmedos.

—Ayame, eres una kunoichi de Amegakure. Tienes compañeros y familia que te quiere. No eres una vasija. Recuérdalo —volvió a hablar Shanise, y Ayame se quedó momentáneamente congelada en el sitio.

«P... ¿Por qué de repente otra vez?» Se preguntó. Sin embargo, terminó asintiendo brevemente.

La cena siguió su curso. Y los sándwiches se vieron acompañados por las últimas porciones de tarta de fresa. Todo dicho, marcharon a dormir a sus respectivas camas.

—Buenas noches —dijo Ayame, con un bostezo. Y prácticamente cayó dormida al instante...

Ni siquiera le molestaron los ronquidos de Shanise. Aunque se despertaba con relativa facilidad, estaba demasiado cansada como para que disturbaran su sueño.
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Al llegar el nuevo amanecer, partieron pronto y presto hacia su ciudad. Hacia Amegakure. La ciudad de Amenokami. Pese a las alegrías y penas que habían compartido, y al reforzado vínculo que se había forjado entre ellos tres, no hubo apenas un ápice de conversación en la travesía de horas y horas que tuvieron. No porque hubiera pasado nada, por supuesto, sino porque la tormenta, como si hubiese decidido recibirlos de la única manera que sabía, descargaba un furioso torrente de lluvia sobre los alrededores a Amegakure.

Si tan sólo hubiesen sabido que allá llovía tanto por una diferencia de presiones creada por un ataque, hacía unos días, que había estallado en el cielo en la Ciudad Fantasma...

—Chicos —anunció Shanise, de mala gana—. Al fin hemos llegado. Me cago en la puta, cómo llueve hoy.

Aunque el agua no les había dejado ver los elevados edificios de hormigón y tuberías de la urbe, sus pies dejaron de pisar la hierba y se toparon con el duro cemento del puente de entrada a la villa. Los muchachos avanzaron y pasaron al lado de los guardias, que les recibieron con una pronunciada reverencia.

—Sha-Shanise-san. B-bienvenida. V-veo que la misión ha salido bien. —Los guardias temblaban como un flan.

—De-debería ir a ver a Y-Yui-sama.

—¿Está bastante molesta, verdad?

—El Y-Yamanaka encargado de las c-comunicaciones lleva dos d-días encerrado en prisión.

—OH, VENGA YA.


· · ·


Yui les observaba con los brazos cruzados detrás de su larga mesa de ébano. Tras ella, a través de los ventanales, los truenos gritaban de vez en cuando. El trío estaba postrado ante su líder, Shanise un poco más adelantada que los dos genin.

—¡¡ME DICES QUE HAN INTENTADO SECUESTRAR A AYAME, QUE HAN INTENTADO MATARTE A TI, QUE CASI LO CONSIGUEN, Y LUEGO NO CONTACTAS CONMIGO EN TRES DÍAS!!

—Lo siento, Yui-sama. Como le he dicho, la comunicación se cortó. Ahora, si puede liberar al pobre Inoyama-san...

—¡Lo haré cuando termine con vosotros! ...¡¡Y ENCIMA LUEGO EXPLOTA UNA PUTA BIJUDAMA EN EL CIELO COMO SI FUERAN FUEGOS ARTIFICIALES, Y YO AQUÍ PENSANDO QUE EL GOBI VENÍA HACIA AME, LIBERADO Y CON MI MEJOR NINJA MUERTA!! ¡¡O ALGO PEOR, CON LOS KAJITSU AL FRENTE!!

—Lo siento, Yui-sama.

—¡Podrías haber enviado una carta con una invocación o algo!

—No había tiempo. No se me ocurrió.

—¡Cállate!

—Sí, Yui-sama.

Luego, se tejió un silencio denso y agobiante durante unos segundos.

—Entonces, ¿el problema con los hilos está solucionado? —Yui suspiró—. En fin, supongo que con esto, hemos hecho algo por Gouna. Malditos kusajin... Qué hijos de puta.

—¿Qué va a hacer al respecto, Yui-sama?

—De momento, nada —dijo Yui—. Excepto ser prudentes e intentar hablar con Uzushio para que Kusagakure no nos inculpe.

—Sí, es buena idea.

—No te he pedido opinión —bufó Yui.

—¿Pero sigo siendo tu consejera... no?

—Claro que sí, imbécil —rio Yui—. Anda, levantáos, que os va a salir una hernia en la espalda o algo.
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Podían dar gracias a todos los dioses habidos y por haber que al fin pudieran tener una noche de calma. Nadie interrumpió su sueño, nadie intentó secuestrar a nadie, no había ningún hilo que sellar. Simplemente durmieron del tirón y, al despuntar el alba, retomaron el viaje.

Ayame, habiendo descansado como su cuerpo pedía, se había levantado de buen humor. Y ni siquiera la torrencial tormenta que les acogió cuando comenzaron a acercarse a Amegakure consiguió nublarla. Después de todo, ella era el agua. ¿Cómo iba a molestarle la lluvia?

Aunque alguien de su familia no parecía estar de acuerdo con esa afirmación.

—Chicos. Al fin hemos llegado —anunció Shanise de mala gana. Y pronto se dieron cuenta de que tenía razón. Sus pies abandonaron la suavidad de la hierba y dieron con la dureza del cemento del puente de entrada a Amegakure. Más allá, medio ocultos entre las nubes, los rascacielos se alzaban intentando arañarlas con sus largos dedos—. Me cago en la puta, cómo llueve hoy.

—Al fin en casa... —susurró Ayame, acelerando el paso de manera inconsciente. Hasta el momento, no se había dado cuenta de lo mucho que extrañaba a su padre, su hermano y a Daruu.

Recorrieron el puente, y pasaron junto a los dos pobres guardias que aguantaban como podían, estoicos, bajo la catarata que caía del cielo.

—Sha-Shanise-san. B-bienvenida. V-veo que la misión ha salido bien —dijo uno de ellos, tiritando.

—De-debería ir a ver a Y-Yui-sama —añadió su compañero.

—¿Está bastante molesta, verdad?

—El Y-Yamanaka encargado de las c-comunicaciones lleva dos d-días encerrado en prisión.

—OH, VENGA YA.

«¿Enfadada? ¿Por qué?» Pensó Ayame, confundida.



. . .



Enseguida lo sabrían. Y si creían que el chaparrón caía fuera, no tenían ni idea de lo que les esperaba dentro del edificio de la Arashikage.

—¡¡ME DICES QUE HAN INTENTADO SECUESTRAR A AYAME, QUE HAN INTENTADO MATARTE A TI, QUE CASI LO CONSIGUEN, Y LUEGO NO CONTACTAS CONMIGO EN TRES DÍAS!!

Ayame se estremeció cuando los gritos de Yui se vieron acompañados por un explosivo trueno. Arrodillada como estaba, se obligó a seguir con la mirada clavada en la tierra y a agachar aún más la cabeza.

—Lo siento, Yui-sama —se disculpó Shanise—. Como le he dicho, la comunicación se cortó. Ahora, si puede liberar al pobre Inoyama-san...

—¡Lo haré cuando termine con vosotros!

«Ya verás... Vamos a acabar con el pobre Inoyama-san... Ya verás...» Pensaba Ayame, aterrorizada.

...¡¡Y ENCIMA LUEGO EXPLOTA UNA PUTA BIJUDAMA EN EL CIELO COMO SI FUERAN FUEGOS ARTIFICIALES, Y YO AQUÍ PENSANDO QUE EL GOBI VENÍA HACIA AME, LIBERADO Y CON MI MEJOR NINJA MUERTA!! ¡¡O ALGO PEOR, CON LOS KAJITSU AL FRENTE!!

—Lo siento, Yui-sama.

—¡Podrías haber enviado una carta con una invocación o algo!

—No había tiempo. No se me ocurrió.

—¡Cállate!

—Sí, Yui-sama.

Se quedaron en silencio durante algunos segundos. Un silencio tan tenso que ponía los pelos de punta. Y Ayame tragó saliva con esfuerzo.

—Entonces, ¿el problema con los hilos está solucionado? En fin, supongo que con esto, hemos hecho algo por Gouna. Malditos kusajin... Qué hijos de puta.

«No me acordaba de eso... ¿Qué va a pasar ahora con las relaciones entre las aldeas?»

—¿Qué va a hacer al respecto, Yui-sama?

—De momento, nada. Excepto ser prudentes e intentar hablar con Uzushio para que Kusagakure no nos inculpe.

—Sí, es buena idea.

—No te he pedido opinión —bufó Yui.

—¿Pero sigo siendo tu consejera... no?

—Claro que sí, imbécil —rio Yui—. Anda, levantáos, que os va a salir una hernia en la espalda o algo.

Ayame dudó unos instantes, pero al final se levantó.

—Esto... Yui-sama... —murmuró Ayame, levantando la cabeza con cierta timidez. Jugueteaba con las manos—. Me gustaría preguntarle algo...

Tragó saliva de nuevo, y miró a su líder por debajo de las pestañas. Decidió soltarlo de golpe:

—¿Qué es el chakra natural?
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—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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La noche avanzó con rapidez y sin ninguna clase de hecho destacable, y eso se apreciaba enormemente después de los últimos días de acción que habían tenido. Ya no quedaba nada más por hacer, ya habían peleado contra los malos, habían cumplido con su trabajo y finalmente estaban llegando a la proximidades de Amegakure.

Ayame parecía contenta por el regalo del Dios de la Lluvia, Shanise por otro lado no tanto, Mogura por su parte hubiese preferido apreciar la lluvia desde el resguardo de un paraguas.

—Chicos. Al fin hemos llegado

Ya habían llegado a casa, ya la vegetación empezaba a hacerse a un lado para que el cemento, el hormigón y las estructuras gigantes tomaran la escena. El horizonte y las luces que adornaban los edificios de la aldea eran un adelanto de lo que vendría en el camino.

Me cago en la puta, cómo llueve hoy.

—Al fin en casa...

Me pregunto como estarán las cosas en la tienda...

Al pasar por el puente, dos pobres guardias les recibirían, aguantaban como podían el envite del agua que caía del cielo, el regalo de Amenokami.

—Sha-Shanise-san. B-bienvenida. V-veo que la misión ha salido bien

Pronunciaría uno de los guardias.

—De-debería ir a ver a Y-Yui-sama

Agregó su compañero.

—¿Está bastante molesta, verdad?

—El Y-Yamanaka encargado de las c-comunicaciones lleva dos d-días encerrado en prisión.

—OH, VENGA YA.

«Vaya... Parece que aún queda un poco de camino hasta llegar a casa...»

No pudo evitar pensar el joven médico al escuchar la respuesta de su superior.


. . .



Y... la cosa se pondría un poco más intensa que el chaparrón que caía fuera, poner a la Arashikage al día no era la cosa más fácil del mundo. Por momentos parecía escucharse truenos en la lejanía, pero la voz estruendosa de la líder de Amegakure opacaban sin mucha dificultad aquel ruido.

—¡¡ME DICES QUE HAN INTENTADO SECUESTRAR A AYAME, QUE HAN INTENTADO MATARTE A TI, QUE CASI LO CONSIGUEN, Y LUEGO NO CONTACTAS CONMIGO EN TRES DÍAS!!

Mogura y Ayame acompañaban a su superior en aquella situación pero sin duda alguna la ANBU estaba llevándose la peor parte de todo. El muchacho de cabello azabache se mantenía en la misma posición que sus compañeras de la forma más técnica y adecuada posible, no resultaba cómodo con el cansancio que podrían tener encima, pero tenía que aguantar.

—Lo siento, Yui-sama. Como le he dicho, la comunicación se cortó. Ahora, si puede liberar al pobre Inoyama-san...

—¡Lo haré cuando termine con vosotros!

«Está siendo demasiado emocional, Arashikage-sama...»

No podía evitar pensar en aquel momento y casi por un momento pensó que la fémina le había leído el pensamiento cuando esta volvió a dejar que los relámpagos de su voz fuesen liberados en forma de palabras.

...¡¡Y ENCIMA LUEGO EXPLOTA UNA PUTA BIJUDAMA EN EL CIELO COMO SI FUERAN FUEGOS ARTIFICIALES, Y YO AQUÍ PENSANDO QUE EL GOBI VENÍA HACIA AME, LIBERADO Y CON MI MEJOR NINJA MUERTA!! ¡¡O ALGO PEOR, CON LOS KAJITSU AL FRENTE!!

—Lo siento, Yui-sama.

—¡Podrías haber enviado una carta con una invocación o algo!

—No había tiempo. No se me ocurrió.

—¡Cállate!

—Sí, Yui-sama.

Mogura hacía su mejor esfuerzo por mantenerse alejado del foco de atención, aquel instante de silencio parecía el preludio de una nueva tormenta...

—Entonces, ¿el problema con los hilos está solucionado? En fin, supongo que con esto, hemos hecho algo por Gouna. Malditos kusajin... Qué hijos de puta.

Uzumaki Gouna, la misión había sido iniciada por ella y su gente. El hilo había sido sellado pero la Uzukage no podría llegar a ver el trabajo terminado.

—¿Qué va a hacer al respecto, Yui-sama?

Consultó la consejera.

—De momento, nada. Excepto ser prudentes e intentar hablar con Uzushio para que Kusagakure no nos inculpe.

—Sí, es buena idea.

—No te he pedido opinión

Dejó escapar la Arashikage.

—¿Pero sigo siendo tu consejera... no?

—Claro que sí, imbécil

Entonces dejó escapar una risa y agregó:

Anda, levantáos, que os va a salir una hernia en la espalda o algo.

La peor parte habría pasado, ya se habían comunicado las noticias y las nubes de tormenta comenzarían a despejarse... ¿o no?

—Esto... Yui-sama...

Los gestos y las formas de Ayame.

«Oh no...»

Algo no estaba bien, podía sentirlo, había pasado demasiado tiempo últimamente con esa chica como para sentirlo.

Me gustaría preguntarle algo...

Sus ojos se abrieron de par en par, no quería creer que era realidad lo que escuchaba. Intentó dar un paso y quizás salvar el mundo nuevamente, estirar su mano y cubrir la boca de Ayame para evitar que la tormenta volviese a estallar.

—¿Qué es el chakra natural?

Pero fue muy tarde, su cuerpo solo había comenzado a moverse, quizás por haber estado demasiado tiempo en aquella posición incomoda o porque sus brazos dudaron en si era correcto o no taparle la boca a la joven kunoichi.

«Ayame...No...»

Miró un segundo a Ayame, después a Shanise y finalmente a Yui.
Hablo - Pienso

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Yui, la Arashikage, se quedó sin habla unos instantes, mirando fijamente a Ayame. Aunque ellos no lo veían, se estaba apretando los bíceps con fuerza, y su mandíbula estaba cerrada con la fuerza del mordisco de un cocodrilo. Yui trataba de refrenas las ganas de levantarse y propinarle un derechazo en el rostro a su jinchuuriki, de quien acababa de recordar cierto episodio molesto de hacía unos días.

Shanise miró a Ayame de reojo, una gota de sudor recorriendo su frente.

Yui relajó el agarre y sonrió afablemente.

—Me temo que no lo sé, pequeña —dijo—. Pero, ¿sabes? Tengo curiosidad, y creo que en la biblioteca del tercer piso hay información sobre el tema.

—Yui-sama, ¿qué...?

—Oye, pequeñaja. —Yui levantó la voz para callar a su discípula—. ¿Por qué no bajas un momento allí y te traes el tomo sobre Tipos de Chakra que hay encima del escritorio, ¿eh?

»Nada más sales del ascensor, es la quinta puerta a la derecha. ¡Venga, muchacha, corre! Tenemos otras cosas importantes de las que hablar. Esperaremos.

Luego, intercambió una mirada con Shanise.


Turnos:

Ayame
Mogura
Master
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Yui se mantuvo en silencio. Sus ojos acerados estaban clavados en Ayame, quien no tardó en bajar la cabeza en un gesto sumiso con el corazón bombeándole con fuerza. Y, tras varios tensos segundos que casi se le antojaron horas, al fin sonrió.

—Me temo que no lo sé, pequeña —respondió Yui.

«¿Cómo? ¿Ni la misma Arashikage sabe lo que es?» Ayame hundió los hombros, profundamente decepcionada.

—Pero, ¿sabes? —añadió entonces la líder de Amegakure—. Tengo curiosidad, y creo que en la biblioteca del tercer piso hay información sobre el tema.

La esperanza aleteó en el pecho de Ayame, reflejada en el brillo de sus ojos y la resplandeciente sonrisa que no pudo contener.

—Yui-sama, ¿qué...? —intervino Shanise, pero Yui la interrumpió alzando la voz por encima de la suya.

—Oye, pequeñaja¿Por qué no bajas un momento allí y te traes el tomo sobre Tipos de Chakra que hay encima del escritorio, ¿eh? Nada más sales del ascensor, es la quinta puerta a la derecha. ¡Venga, muchacha, corre! Tenemos otras cosas importantes de las que hablar. Esperaremos.

—¡Claro, Yui-sama! —exclamó la chiquilla, más feliz que unas castañuelas.

Salió del despacho entre largas zancadas y atravesó el pasillo para tomar el ascensor. Accionó el interruptor, y cuando las puertas se abrieron se internó en él. Una alegre musiquilla la acogió en cuanto las puertas se cerraron detrás de ella, y en pocos segundos Ayame estaba acompañándola con un suave tarareo. Pulsó el tercer botón, y comenzó el descenso.

—Quinta puerta a la derecha... Quinta puerta a la derecha... Quinta puerta a la derecha... —canturreaba para sí, siguiendo la melodía del ascensor.

Y tras un largo rato de descenso, al fin las puertas se abrieron. Ayame echó a andar, sus pasos acelerándose cada vez más por la emoción. ¡Al fin iba a saber lo que era el chakra natural!

—Quinta puerta a la derecha...
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—Habitación de Ayame: Link

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