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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#61
La cara del Mudo quedó lleno de mierda, deteniéndolo justo en el momento en que la Matasanos lanzó una cuchillada. Por menos de una pulgada, la daga no le alcanzó.

¡Mierda! —exclamó, rabiosa. No había estado dormida.

Allí nadie lo estaba.

¡Muere hijaputa! —gritó la Hambrienta, justo antes de abalanzarse sobre la Llorona con un trozo de hueso afilado con el que trató de apuñalarla. Esta última rodó justo en el último momento, y entre chillidos asustados se fue alejando hasta chocar contra la pared.

Todo era un caos en la oscuridad. El Mudo forcejeaba con la Matasanos, sujetándole el brazo con el que empuñaba el puñal. Mordiscos corría directo hacia Tres Dientes, y de fondo, se escuchaba la risita de un niño.
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#62
El arma improvisada detuvo al Mudo en seco justo antes de que la Matasanos intentase rajarlo con el arma, fallando por muy poco.

«¿Es que ya se lo veía venir?» Daigo se vio sorprendido. No tenía ni idea de qué tan mala debía ser la relación entre ambos grupos como para que todo el mundo se esperase un ataque como ese, pero más importante: ¿por qué nadie le había avisado?

La Llorona esquivó por los pelos el ataque de la Hambrienta, mientras Mordiscos corría directo hacia Tres Dientes y la Matasanos forcejeaba con el Mudo.

Daigo tuvo que tomar una decisión rápido. No veía a la Faraonesa ni a la Ciega por ningún lado y no descartaba que fuesen un peligro, y solo escuchaba a Risitas de fondo.

Aprovechó que estaba cerca de la pared para coger otro arma improvisada y lanzarla poco delante de Mordiscos, esperando que se resbalara con el desecho, dándole tiempo de correr como un perro al que le faltan las piernas traseras directo hacia la Hambrienta para intentar pegarle un puñetazo directo al lateral de su rodilla (20 PV).


- PV:

220/220


- CK:

250/250



Fuerza 50 · Resistencia 40· Aguante 40 · Agilidad 20 · Destreza 50
Poder 40 · Inteligencia 40 · Carisma 70 · Voluntad 70 · Percepción 50


Hitai-ate (Brazo derecho)
Esposas supresoras de chakra (colgadas de la parte derecha de su cadera)
Kusari x2 (enrollados a la cadera)
Portaobjetos 2/10
  • Chīsana Makimono (Botín)
  • Chīsana Hyōrōgan x1


No puedo usar, lmao.
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¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!

Team pescado.


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#63
Daigo continuó tirando mierda. La idea fue buena, casi de película: Mordiscos trastabilló con la hez, resbalando, y poco le faltó para caer. Al mismo tiempo, Daigo realizó lo que todos daban por imposible: caminó. Como un perro al que le faltan las piernas traseras, sí, pero lo hizo. Aquello fue tan inesperado que logró llegar hasta la Hambrienta y pillarla desprevenida. El puñetazo impactó en la rodilla de ella, y en un instante el Sin Piernas se encontraba encima de la Hambrienta, que había caído bajo él.

¿¡Ya tienes piernas!? —gritó, y sonó a reproche. Con la mano que todavía empuñaba el hueso, trató de apuñalarle en la cara (15PV/penetración, 10 PV/corte).

Como antes Daigo, frente a la Llorona se abrió un abanico de posibilidades: mantenerse al margen —a corto plazo su probabilidad de sobrevivir aumentaba, pero a medio y largo bajaban drásticamente—; ayudar a su recién salvador; ayudar a Tres Dientes; o ayudar a la Matasanos, quien acababa de acertar un tajo sobre el Mudo en el costado.

¡L-lo siento! —chilló, al Sin Piernas, antes de correr en ayuda de Tres Dientes. Ninguno de los dos era rival para Mordiscos, pero estando juntos... Bueno, estando juntos, al menos se lo tenía que pensar antes de atacar.
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#64
— Se los dije. —Contestó Daigo, mientras ladeaba para evitar el ataque, recibiendo un corte en la mejilla—. Solo necesitaba descansar un poco.

Con ambas manos, el peliverde intentó atrapar el brazo con el que la Hambrienta atrapaba el arma, a la vez que dejaba caer su rodilla en su estómago, pues de todos modos tampoco se podía mantener en pie.

— ¡Tranquila! —Le dijo a la Llorona, mientras le soltaba un puñetazo en la cara a la hambrienta, con su brazo todavía atrapado (20 PV)—. ¡Ten cuidado!

Y le soltó otro puñetazo (20 PV) controlando su fuerza, pues no quería matarla.
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#65
Daigo estaba en su elemento, en su salsa. En las distancias cortas, él era el rey. Especialmente cuando se trataba de combatir con las manos. Atrapó la mano enemiga que empuñaba el arma, y con la otra le golpeó el rostro. Su nariz, ya rota de por la mañana, volvió a sangrar profusamente. Al segundo golpe, la mujer lo bloqueó como pudo con el brazo libre.

Ella se dio cuenta al tercer forcejeo que la diferencia de fuerza era notable, y en contra de ella. El hecho de que estuviese desnutrida y sin poder hacer ejercicio físico desde hacía más de un año tampoco ayudaba.

Un chorro de sangre salió disparado en su dirección. Un cuerpo cayó, sin hacer ruido, mudo. La Matasanos acababa de ganar su envite. De una manera definitiva.

¡Mátala! —gritó, casi imploró, a Daigo.

Iba a decir algo más, pero de pronto alguien surgió a su espalda. Alguien que había aprovechado el caos y la distracción para escurrirse silenciosa a su espalda: la Estranguladora. Con una destreza pasmosa, pasó un hilo por el cuello de la Matasanos y tiró hacia atrás. Ambas cayeron al suelo, la Matasanos encima de su agresora. Forcejeó y trató de apuñalarla, pero la Estranguladora había atrapado el brazo de la otra con una de sus piernas, en una llave digna de una experta en jūjutsu.

Probablemente lo fuese.

Y aún siendo estrangulada, a Daigo le pareció leer en los labios de ella una sola palabra: mátala.

¿M-me rindo? —La Hambrienta aflojó la mano, y la daga que sostenía cayó al suelo—. ¿Por favor?
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#66
No. No la iba a matar. No fue una decisión. Ni siquiera lo consideró durante un instante. Simplemente no lo podía hacer.

Sin aflojar ni por un instante el brazo que tenía apresado, Daigo cogió la daga que había dejado caer la Hambrienta y directamente la lanzó por el agujero. Él no tenía ninguna intención de utilizarla y no le interesaba para nada que nadie en aquel lugar tuviese un arma tan peligrosa.

— Ve a una esquina e intenta que no te maten ¿de acuerdo? —Le dijo, antes de levantarse, tambaleante—. No querría que muriese nadie más.

Le echó una mirada Tres Dientes y a la Llorona para asegurarse de que siguiesen estando bien, antes de acercarse todo lo rápido que podía a la Matasanos para ayudarla. Cabe decir, que "todo lo rápido que podía" era caminar muy lentamente y con mucho cuidado.

— ¡Suéltala! —Le ordenó a la Estranguladora, alzando los puños—. Ríndete. No puedes ganar.

Se acercaba con cautela, tanto porque no quería precipitarse como porque simplemente no podía ir más rápido. Parecía estar seguro de sus posibilidades, pues por muy bueno que fuese el Jūjutsu de aquella mujer, no había manera de que pudiese pelear contra dos personas en el suelo.
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#67
Tres Dientes y la Llorona estaban bien. Tanteando a Mordiscos, o siendo tanteados por Mordiscos, más bien. La Hambrienta asintió, probablemente aliviada por tener una segunda oportunidad en aquel pozo de mala muerte, más conocido como el Ojete de Ōnindo.

Daigo cojeó hasta el otro combate de muerte que se estaba dando, tan solo escuchando el sonido de su propio corazón y las risitas. Las risitas. El niño adelantó a Daigo, haciendo caso omiso a las palabras del chico, que optaban más por un diálogo. El niño, en cambio, optaba más por la risa. Reía, y reía y reía mientras se acercaba y…

La Estranguladora dio un impulso con un pie y deslizó su espalda por el suelo, aterrorizada. Aprovechó la inercia para dar un giro hacia atrás y luego se impulsó con la otra pierna para alejarse, liberando su presa.

En un suspiro, todo parecía haber terminado. Allí, en el Ojete de Ōnindo, todos medían bien la energía que gastaban, así como los riesgos. Afuera, un corte, una magulladura, era eso, una herida. Allí dentro, en cambio, era una probable infección que te llevaría a la muerte.

Todo parecía haber acabado, pero entonces oyeron un grito. Un grito agudo, roto por el dolor, de los que se colaban en el alma y te hacían sentir su angustia. Pertenecía a la Llorona, y es que Tres Dientes…

Tres Dientes…

A Tres Dientes acababan de reventarle el cráneo contra el muro. ¿La mano ejecutora? No pertenecía a Mordiscos. No, pertenecía a…





la Hambrienta.
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#68
El niño se le había adelantado a Daigo, riendo sin parar, haciendo que la Estranguladora decidiera que no valía la pena continuar y se separase de la Matasanos. Todo parecía estar bien. Todo parecía haber acabado y la situación se había resuelto sin demasiados muertos.

Todo estaba bien. Ahora solo quedaba trabajar en qué hacer después de la pelea para que no volviese a ocurrir, o eso había pensado Daigo, pero entonces escuchó un terrible grito.

— ¿¡PERO QUÉ ACABAS DE HACER!? —Le gritó, alterado—. Te dije que te quedases en una esquina ¡maldita sea!

Había cambiado su rumbo. Ahora caminaba tan rápido como podía (que seguía sin ser mucho) directamente hacia la hambrienta. Lo sabía, joder. Siempre lo había sabido. Sabía que un día su compasión le costaría la vida a alguien, convirtiéndolo a él en un asesino.
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#69
La Hambrienta le miró con la mirada encendida, y la sonrisa de alguien que se ha tirado un farol y le ha salido bien la jugada. Mordiscos fue a interceptar el paso de Daigo —le sacaba dos cabezas al kusajin—, pero la mujer le agarró del chupado brazo y tiró de él.

¡No! —chilló, replegándose a su zona donde la Ciega y la Faraonesa estaban—. Está demasiado fuerte para ti.

Está. No: es. Había una sutil diferencia en eso. Una diferencia de la que Daigo se daría cuenta con el paso del tiempo, o que quizá ya había intuido. En aquellos momentos, de lejos, era el tío más fuerte, con más aguante y resistencia del maldito pozo. Eso le colocaba en una posición de ventaja… pero era una ventaja temporal.

Mordiscos gruñó, pero se replegó también a tiempo hacia la otra esquina. Daigo, después de todo, no era más veloz que ellos.

La Llorona se precipitó hacia Tres Dientes, y pronto le acompañó la Matasanos. Los ojos anegados en lágrimas de la primera preguntaron, con una sola mirada, si había salvación. La Matasanos le comprobó el pulso al anciano, y luego negó con la cabeza.

Estaba muerto.

Mierda, joder. Fue culpa mía —farfulló la Matasanos, lejos de querer culpar a Daigo por no acabar con su presa cuando tuvo oportunidad.
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#70
Daigo apretó los puños con ira e impotencia. Estaba enfadado. Furioso. ¿Pero qué cojones iba a hacer? ¿Matarla? No podía. No tenía la fuerza necesaria para hacerlo.

Mordiscos intentó interceptarlo, pero la Hambrienta lo detuvo. Ella tenía razón, pero se había equivocado al escoger palabras: Daigo era más fuerte que ellos. Eso lo había decidido él en ese mismo momento, pues después de lo que había hecho no podía permitirse ser más débil que ellos.

La Llorona se precipitó a Tres Dientes, seguida de la Matasamos y de Daigo, muy por detrás. La médico le tomó el pulso al anciano. Ya estaba muerto y ella se culpaba por eso.

— No... —Respondió Daigo, con la cabeza baja—. La culpa es mía.
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#71
Con un pañuelo, la Matasanos cubrió el rostro sin vida de Tres Dientes.

Luchaste, que es más de lo que esperaba de ti —dijo, siempre en voz baja, tomando asiento, tremendamente débil tras la acción—. Debí haberte avisado.

¿Por qué no lo hizo? Bueno, probablemente porque había querido usar a Daigo de cebo. ¿O era para comprobar de qué pasta estaba hecho? Fuese como fuese, estaba claro que le había salido muy mal la jugada. No hubo reproches al bando contrario. Ni insultos a la Estranguladorea. Quizá porque estaban demasiado débiles para hacerlo. Quizá porque ya estaban demasiado acostumbradas a que las intentasen matar, y a hacerlo, como había sucedido con Tres Dientes.

Si vas a defendernos, Sin Piernas, nosotros te defenderemos a ti.

Somos un grupo —dijo Risitas.

La Llorona asintió, con la mirada perdida en el cuerpo de Tres Dientes y una mano puesta en su regazo.

Y para defenderte, necesitarás saber lo que va a pasar a continuación.
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#72
Sí. Era cierto que podrían haberlo avisado, pero Daigo sentía. No. Sabía que eso no era una excusa para él. Podría haberlo hecho mejor. Podría haber incapacitado a la Hambrienta en lugar de dejarla así sin más, o quizás podría haber decidido ayudar a Tres Dientes y a la Llorona en lugar de a la Matasanos, o podría haber hecho mil cosas...

Pero tomó la decisión equivocada. Y aunque a partir de ahora no se volviese a equivocar nunca más, ya le había costado la vida a alguien más.

— Lo haré. —Respondió Daigo, luego de respirar hondo—. Prometo que los defenderé. Díganme qué va a pasar después.
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#73
Esta vez, fue Risitas quien respondió.

Agua. Tienen que traer agua, ¿no? Tengo mucha sed. Y hambre —añadió, agarrándose la tripa.

Nunca se sabe cuando vienen. Pero ya llevan mucho sin pasarse. Y tendremos que estar preparados, Sin Piernas. Tenemos que conseguir nuestra parte, o lo vamos a pasar muy mal.

»Y tenemos que decidir qué hacer con Tres Dientes —continuó, esta vez mirando a Llorona. Todos están demasiado hambrientos. Si decidimos tirarlo por el agujero, no solo van a querer detenernos la Hambrienta y su grupo. O podemos… Bueno. Podemos… —le costaba decirlo. Era una aberración. Una aberración que en el pasado les había permitido seguir con vida—. Podemos hacer lo otro.

La Llorona se abrazó con más fuerza al cuerpo de Tres Dientes, como si no quisiese que nadie lo mancillase.
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#74
Ahora entendía lo que había pasado. Aparentemente, todo el mundo ya predecía que iban a traer algo de agua, y el grupo de la Hambrienta decidió reducir los números allí dentro. Esa era información que Daigo no tenía antes.

Al menos ahora sabía que de vez en cuando les daban algo de beber, pero antes de eso, debían decidir qué hacer con Tres Dientes. Podían tirarlo por el agujero, pero probablemente todo el mundo se les tiraría encima si lo hacían.

O podrían hacer lo otro. Daigo podía hacerse una idea de qué era lo otro. Al fin y al cabo, fue lo primero que intentaron hacer con él cuando llegó a aquel lugar.

— Estoy seguro de que todo el mundo tendrá algo que decir al respecto si hacemos lo otro. —Razonó Daigo, por poner un punto en contra. Todo el mundo querrá su parte.

Daigo miró al cuerpo de Tres Dientes durante un segundo, antes de mirar a la Llorona y agacharse a su lado para poner una mano en su hombro.

— Creo que ella debería decidirlo... —Dijo—. Sea lo que sea que decida, yo los protegeré.
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#75
La Llorona negó con la cabeza fuertemente. Luego, les hizo un gesto con la mano a los tres para que se les acercasen y, en un susurro apenas audible, dijo:

Si vamos a comer a alguien… que sea al Mudo.

¡El Mudo, claro! La Matasanos lo había asesinado en medio de la trifulca. De hecho, ahora que lo miraban… había muchos ojos puestos en su cadáver. La propia Hambrienta se relamía los labios mientras debatía con su grupo en murmullos ininteligibles desde su posición.

Además, tanto la Estranguladora como la Coleccionista tenían la mirada puesta en el cadáver. Chillidos, mientras tanto, parecía medio dormido, como si ni se hubiese enterado de la trifulca.

Tienes razón… Quizá podría cortarle un brazo si me dais el tiempo suficiente. Quedarse con todo el cuerpo es inviable. Pero va a estar difícil —miró al Sin Piernas. ¿Se te ocurre algún plan?

Además, todavía tenían el cuerpo de Tres Dientes del que ocuparse. Si iban a por el otro lo dejarían desprotegido.
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