Hablar con Datsue era como intentar subir una cascada. La fuerza de su voz era simplemente arrolladora. Era como si tuviese una autoridad superior que hacía imposible contradecirle. Y sí, podría decirse que es por el sombrero, porque es el Uzukage y todo eso. Sin embargo, Hana tenía la completa convicción que Datsue podía nombrar un sucesor, darle el sombrero, hacer todo el acto de nombración de kage y pasar a ser un ninja más y seguiría siendo el hombre con la mayor autoridad de la villa. ¿De la villa? ¡Del mundo!

Así pues, hizo lo que se hace cuando te cae una cascada encima, cerrar la boca para no tragar agua. Asintió a cada dato nuevo que le proporcionaba sobre su misión y sintió cosas con cada revelación. Sorpresa, la primera. ¿Habían secuestrado a Daigo? No tenía ni idea. ¿Ahora estaba en Uzu? Pero si es de Kusa, ¿cómo ha acabado en Uzu? A lo mejor se liberó mientras estaba por aquí, o en mar y las olas lo trajeron aquí. Los remolinos pueden ser muy traicioneros.

Supuso inmediatamente que si Datsue no había hecho enfasis es que no necesitaba esa información o que no era relevante. Después todo se volvió difuso, ayudar a criminales estaba mal, pero si su kage no tomó represalias y la prisión era corrupta, entonces está bien. Aún así, matar a alguien por ayudar a una criminal no suena bien de primeras.

Y ahora lo había repetido, y estaban en prisión, y no se lo han dicho. La iba a matar a ella también. Estaban hablando de alguien que se ha enfrentado a Datsue y ha salido vivo y digno, ella no saldría ni viva ni digna de ese enfrentamiento. Ahora solo se estaba poniendo más nerviosa.

— Lo entiendo, Datsue-san. Pero... ¿qué hago si quiere ayudarlas a escapar? Estamos hablando de alguien que ha podido hacerte frente. ¿No será demasiado peligroso?

Estaba visiblemente preocupada por como pudiese ir todo eso. Conocía a Daigo, sí, pero hace años de eso y fue un día, una vez. Quien sabe qué clase de mentalidad asesina podía esconder detrás de esa cara de pan. ¿Estaría ella muerta si no llega a aparecer Ranko en el bosque? Un escalofrio le recorrió la columna al pensarlo.

—¿Hacerme… frente?

Datsue sonrió, pero se aguantó la risa. Sería feo. Sería feo contarle la verdad. Él ya estaba por encima de esas cosas. En otros tiempos, su lengua hubiese destrozado a Daigo. En una época en la que se pavoneaba y exageraba sus virtudes sobre el resto, le hubiese indicado que en aquel torneo no iba ni al cincuenta por ciento. Por mucho que esa pareciese una de sus típicas trolas, lo gracioso del asunto es que era verdad.

Si hubiese querido, habría barrido con Daigo en el segundo uno.

—Daigo es un excelente luchador, es cierto. Por eso, si llega a suceder, lo primero que harás será avisarme. Yo me encargaré de él.

Ojalá no llegase a suceder. El chico le caía bien. Quería mantener las buenas relaciones con Kusagakure.

—Daigo es un excelente luchador, es cierto. Por eso, si llega a suceder, lo primero que harás será avisarme. Yo me encargaré de él.

No era la respuesta que esperaba, pero no iba a decirle que no podía hacerlo. Iba a hacerlo. Simplemente tenía que ser delicada a la hora de tratarlo y que nada se saliese de madre.

— ¡Claro! Te avisaré de inmediato.

Hana se levantó de golpe, más nerviosa que preparada y miró alrededor.

— ¿Y donde está ahora? ¿En el puerto? ¿Voy a buscarlo?

Miró los alrededores como si Daigo fuese a aparecer de repente en la sala.

—Lo encontrarás en recepción —respondió. Luego estiró el brazo para estrecharle la mano, solemne—. Buena suerte, Himura Hana. Cualquier novedad, me avisas.

Con ello, Datsue daba por zanjada la misión. Tenía muchas más cosas de las que ocuparse, para su desgracia, y no podía permitirse el lujo de hacerse el remolón. La vida de Uzukage era dura.

—Lo encontrarás en recepción. Buena suerte, Himura Hana. Cualquier novedad, me avisas.

Hana le estrechó la mano a su kage, demasiado nerviosa para encandilarse en lo epico que era darle la mano a su kage.

— No habrá ningún problema, ya verás. — se le fue el tono en la ultima silaba, haciendolo aún menos creible.

Así que salió a toda prisa del lugar para disimular sus nervios y su vergüenza, yendo directa a recepción repitiendose mentalmente que tenía que buscar algo verde. Recordaba que Daigo era verde, o su pelo, o su ropa. Bajó a recepción y echó un vistazo desde el marco de la puerta.

Y ahí lo encontraría. Tan verde como una lechuga, o al menos tanto como una lechuga que había pasado días y días rodando por el bosque, buscando la entrada de aquella villa oculta. Era normal que Hana no lo hubiese reconocido al pasar la primera vez, con las prisas que llevaba. Su pelo había crecido mucho y no estaba precisamente limpio, y ahora tenía bastante vello facial para acompañarlo. Estaba sentado en un banco con las piernas cruzadas, sosteniendo un bastón entre sus piernas que a la vez lo sostenía a él. Estaba meditando ¿o estaba durmiendo?

Lo vio de inmediato, pero parecía estar dormido. ¿Tendría mal despertar? Si no lo tenía, lo iba a tener a malas en cuanto le dijese "Vamos a ver a tus amigas" y le señalase el camino a los calabozos. Se acercó lentamente. ¿Debía llamarlo Daigo-san o Daigo-kun? No tenían demasiada confianza, de hecho, aún no sabía si se pondría violento.

— Ehhh, ¿Daigo-san? — dijo mientras le meneaba suavemente el hombro al peliverde.

¡Tsukiyama-san! Ese era el bueno. No tenía que llamarlo por su nombre, seguro que ni siquiera se acordaba de ella. Solo se habían visto una vez y ni siquiera recordaba una sola palabra que hubiesen intercambiado. Pero recordaba que la había despertado, así que ahora estaba cerrando el ciclo, ¿no?

Por mucho que se autoconvenciese, le salía una sonrisa nerviosa más que apacible.

En cuanto Hana le tocó el hombro, Daigo detuvo su meditación y abrió un ojo para mirarle, antes de sonreír con alegría.

— ¡Himura-san! —Saludó con energía, parecía que sí se acordaba de ella—. ¿Qué tal? Me alegro de verte bien.

Sin ningún tipo de vergüenza, Daigo se levantó de un bote, apoyándose en su bastón, antes de abrazar a Hana como si fuera una vieja amiga a la que no veía desde hacía mucho tiempo. Si Hana se dejaba abrazar, tendría que soportar durante unos cortos segundos toda la mierda metafórica que Daigo había traído tras tanto tiempo andando en el bosque. Fuese lo que fuese que tenía en la barba, no olía demasiado bien.

Daigo le saltó al cuello sin piedad y Hana tuvo un escalofrio. Estuvo a punto de pedir ayuda pero el peliverde solo la abrazó. La sorpresa se diluyó rápidamente y Hana le abrazó de vuelta, confundida y avergonzada más que otra cosa. Le dio unas palmadas en la espalda para consolarlo.

— Todo está bien, Daigo-san. No te preocupes. — ahora ya no tenía sentido bajar al Tsukiyama-san, sonaría antinatural.

Olía a bosque de forma intensa. Para cualquier otra persona de Uzushiogakure podía ser un olor un tanto desagradable por la intensidad, pero para Hana no era nada del otro mundo. Aunque sí que acabó por apartarlo cuando se alargó más de la cuenta el abrazo.

— Sería mejor que te calmases, no tiene que ser bueno hacer esfuerzos en tu estado. — sonrió compasivamente, no tenía ni idea de a qué estado se refería, entre el estado de vagabundo y el de paraplegico.

— ¿En mi estado? —Daigo primero se mostró confundido, pero pronto volvió a sonreír—. ¡Si estoy perfectamente! Entonces, ¿Datsue-san te pidió a ti que me enseñes la aldea?

Daigo esperó a que Hana le dijese que sí, momento en el que le respondería algo como "¡Asombroso!" Antes de girarse para salir del lugar junto a ella. Por el momento no le haría preguntas, dejando que ella lo guiase tranquila y que le enseñase lo que quisiese enseñarle.

Bueno. Quizás sí que le hacía una pregunta, por curiosidad.

— ¿Hace cuánto que Datsue-san es Uzukage?

— ¿En mi estado? ¡Si estoy perfectamente! Entonces, ¿Datsue-san te pidió a ti que me enseñes la aldea?

— ¿Ah, sí? Dats... Uzukage-sama me dijo que estabas muy herido. — le miró de arriba abajo y vio que parecía que lo hubiesen arrastrado desde Kusa hasta Uzu, pero le creyó sin dudar. — ¡Me alegro! Sí, pero primero me dijo que te llevase a ver a tus amigas.

Con toda la sutileza que se puede tener al descender hacia los calabozos, Hana lo guiaría hacia las escaleras. Obviamente, iría a paso lento, esperando ver si Daigo era capaz de sostenerse solo. Sin embargo, le había dicho que estaba de puta madre y ella confiaba en su criterio, al fin y al cabo, era su cuerpo.

— ¿Hace cuánto que Datsue-san es Uzukage?

Hana se quedó pillada un segundo. Su primera reacción fue de incredulidad, era imposible que Daigo no supiese que Datsue era Uzukage desde... siempre. Pero entonces torció el gesto. Espera, Datsue era kage desde hace... ¿un mes? Era como si llevase decadas en el puesto.

— Hace relativamente poco, pero se siente como si fuesen años. Es como si tuviese toda la experiencia, ¿eh? Es raro.

Finalmente, el paseo terminaría en el calabozo, donde Hana explicaría a quien estuviese allí que venían a ver a las amigas de Daigo.

Y sí, Daigo estaba de puta madre, excepto por el hecho de que si Hana no quería dejarlo metros atrás en pocos segundos tendría que reducir muchísimo su velocidad de caminata. Esto no le importaba demasiado al chico, que por la manera en la que andaba daba la impresión de que no solo iba lento porque estaba lisiado, sino que se lo estaba tomando con calma.

— Impresionante. Me alegro de escuchar que sea un buen Kage. —Le respondió con una sonrisa—. Siempre ha brillado más que el resto en nuestra generación.

Se dio cuenta en cuanto vio el edificio de a donde se dirigía, y no dijo nada. De hecho, ni siquiera pareció sorprenderse. Ya lo había hablado con Akiko e Ishi antes de traerlas, es algo que podía pasar. Ahora solo tenía que comprobar qué tan bien las estaban tratando. Se quedó al lado de Hana, mirando casualmente a su alrededor mientras esperaba a que Hana hablase con el encargado.