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Juro corrió. Corrió todo lo que pudo con sus ya menos endebles piernas. No podía pararse a pensar en todo lo que había pasado, ni en cómo había regresado a la villa, con el corazón en un puño, sintiéndose perseguido por un enemigo invisible, pero igual de amenazante, como la gacela y el león. Un león había empezado a perseguirle, en alguna parte del mundo.
Llegó a la villa. Respiró. Pasó por casa durante unos minutos, para evitar desfallecer y avisó a Datsue de que había llegado sano y salvo, a través de su sello (del cuál, probablemente, tendría que informar).
Finalmente, y listo, Juro reanudó la carrera, y ésta vez, llegó al edificio del Morikage. Estaba sudado, no había dormido bien, y tenía un aspecto francamente horrible.
« Tengo información importante. Información importante para la aldea, para el mundo. Debe saberlo cuanto antes » — El miedo a ser cogido y ser capturado dentro de su bijuu había sido lo que le había dominado, pero ahora había otro miedo más grande: si era capturado, no podría informar de todo lo que había ocurrido. La información se perdería, y todo dependería de Datsue.
Se acercó a la mesa. Trató de mantener las formas, aunque se veía claramente que estaba preocupado e impaciente.
— Buenas tardes. Necesito hablar con Kenzou-sama. Es un asunto de máxima urgencia — dijo Juro, con un tono serio y preocupado.
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Detrás del mostrador, Nara Shikako pegó un brinco ante la violenta llegada de Juro. La mujer, de pelo blanco como la nieve y marcadas arrugas en su rostro (pese a que no era tan vieja como la hacían aparentar), había estado revisando unos papeles que tenía sobre la mesa hasta ese momento. Sin embargo, ante la llegada del shinobi estuvo a punto de hacerlos caer al suelo.
—¡Oh, Juro-kun, chico, qué susto me has dado! —exclamó jadeante, mientras apilaba de nuevo las hojas en una torre perfecta—. ¿Qué me habías dicho? Creo que no te he oído bien...
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La persona que se encontró atendiendo en al recepción no era el típico hombre musculoso que solía ver, sino una mujer de pelo blanco como la nieve y marcadas arrugas. Pareció llevarse un buen susto cuando Juro irrumpió de golpe.
—¡Oh, Juro-kun, chico, qué susto me has dado!¿Qué me habías dicho? Creo que no te he oído bien...
Juro se mordió el labio, y sintió algo de compasión por la mujer. Sí, tenía prisa. Sí, el destino de muchas cosas podía estar en juego, pero aun así, se sentía mal por instar a una pobre mujer que solo estaba haciendo su trabajo. Por repetirlo una vez más (de forma calmada) no iba a morirse nadie.
— Lo siento, no pretendía asustarla — dijo Juro, tras realizar una reverencia como disculpa —. Lamento la interrupción, pero necesito hablar con Kenzou-sama en persona. Es un asunto de máxima urgencia que tengo que comunicarle.
Juro habló despacio, y claro, aunque su preocupación y su seriedad no disminuían.
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Juro repitió su comanda una vez más, algo más relajado que en su anterior intromisión, y Nara Shikako le escuchó con atención. Durante un instante entrecerró los ojos, como si, de nuevo, no le hubiera entendido bien, pero al cabo de varios segundos habló:
—¡Oh, hablar con Kenzou-sama! Sí, sí —La encargada asintió varias veces antes de señalar a las escaleras de madera que se encontraban al final de la recepción—. Kenzou-sama se encuentra ahora mismo en la azotea entrenando, puedes subir y hablar con él.
Y antes de que Juro terminara de desaparecer entre los escalones, podría escuchar a sus espaldas una última frase lanzada por Shikako:
—Esta es la tercera "máxima urgencia" en este mes. Estos shinobi de hoy en día... En mis tiempos...
Para llegar a la azotea, Juro tendría que subir las chirriantes escaleras de madera hasta la última planta. No le costó encontrar a su representante, era la única persona que se encontraba allí, en mitad del tatami cubierto. Pese al frío del invierno, el Morikage entrenaba con el torso al descubierto, mostrando sin ningún tipo de pudor sus firmes pectorales y sus abdominales marcados. Lanzaba puñetazos y patadas al aire a diestro y siniestro, movimientos medidos al milímetros, firmes pero cargados de una brutal elegancia.
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La mujer le dijo, amablemente, que el Morikage se encontraba en la azotea, entrenado. Juro no perdió el tiempo pensando en las consecuencias que podría traerle eso, sino que simplemente, volvió a poner una sonrisa y hizo una reverencia.
— ¡Muchas gracias! — exclamó, y se dispuso a subir las escaleras, a toda prisa.
Sin embargo, unas últimas palabras por parte de la mujer no le pasaron desapercibidas.
—Esta es la tercera "máxima urgencia" en este mes. Estos shinobi de hoy en día... En mis tiempos...
« ¿Qué quiso decir con eso? » — Sintió un escalofrío. Puede que lo anterior hubiesen sido incidentes exagerados, pero desde luego, lo suyo era importante.
Tampoco se planteó que esto ya hubiera llegado a oídos de su Kage. Nadie más podía saber esto. Solo Datsue, la pobre Ayame (que no iba a poner informar a nadie) y él. De todas formas, tenía demasiada prisa como parar a contradecir a la mujer o rebatirle. Si todo iba bien, todo el mundo pronto sabría lo que ocurría.
Subio las molestas escaleras de madera hasta la última planta, y llegó hasta la azotea (la azotea donde había empezado todo, hacía demasiado poco tiempo para su gusto). Y ahí, luchando contra el horrible frío del invierno, se encontraba el Morikage, desnudo de torso para arriba. Lanzaba puñetazos y patadas al aire, como una forma de prober sus movimientos, supuso. Él no era particular del taijutsu, pero cualquiera lo reconocería.
Juro supo que tenía que romper el momento. También que a su Kage le gustaban mucho las peleas de entrenamiento. Esto iba a ser dificil.
— ¡Morikage-sama! — exclamó Juro, irrumpiendo en la sala. Después, hizo una reverencia, como símbolo de respeto ante su lider —. Siento interrumpir su entrenamiento, pero necesito hablar con usted urgentemente. Algo horrible ha sucedido. Algo que me pone en peligro a mi y a todos nosotros.
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Kenzou percibió la presencia del joven incluso antes de que se dirigiera a él. Incluso concentrado en su arduo entrenamiento, había oído sus pasos, ligeros y apresurados, subiendo las escaleras de madera: Tap, tap, tap. Aún así, le dio una tregua a su enemigo invisible, detuvo la secuencia de golpes y se volvió hacia el recién llegado con su característica sonrisa.
—¡Oh, Juro-kun! —exclamó, secándose el sudor de la frente con el antebrazo.
En cualquier otro momento le habría dicho que había llegado en el mejor momento, le habría propuesto entrenar con él, pero Juro había llegado con tal urgencia que tuvo que contenerse.
—Está bien, dame un momento —El Morikage se acercó hasta un banco cercano que quedaba fuera del tatami y se vistió con el kimono verde, el obi y el uwagi que había dejado allí y sin dejar de sonreír se acercó hasta el recién ascendido a Jōnin y apoyó la mano en su hombro—. Vamos a mi despacho. Allí podremos discutir de forma más cómoda.
Con una última palmada sobre su hombro, Kenzou se dirigió a la salida de la azotea, esperando que Juro le siguiera. Ambos bajaron un piso y el Morikage abrió la puerta y se adentró en su despacho.
—Siéntate, Juro-kun —Le invitó, señalándole una de las dos sillas que se encontraban tras la mesa de madera. Él, mientras tanto, se sentó en la silla que quedaba justo enfrente. Una silla de aspecto tan cómodo que tentaba con sólo mirarla. El Morikage sacó de debajo de la mesa dos bonitas tazas de cerámica con estampados florales que dejó frente a ambos y una tetera humeante—. Esto nos hará entrar en calor —comentó, , mientras servía el té en ambas tazas. Debía de estar realmente caliente, porque el líquido aún burbujeaba, pero aún así el Morikage se llevó la taza a los labios como si nada, le dio un sorbo y después se relamió—. ¿Y bien, Juro-kun? ¿Qué eso tan horrible y tan peligroso que ha sucedido? —preguntó, directo al grano.
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Por fortuna, el Morikage parecía haberse dado cuenta de su presencia, y de su urgencia. Se acercó al banco fuera del tatami, y se vistió, haciendo que Juro pudiera sentirse un poco menos intimidado por él.
— Vamos a mi despacho. Allí podremos discutir de forma más cómoda. — El Kage le tocó el hombro, y después, caminó, saliendo de la azotea.
— Si, Morikage-sama.
Juro caminó hasta su despacho. Ahí, respondió con una sentimiento de cabeza cuando el Kage le ofreció tomar asiento, justamente en frente de él. La silla era bonita, pero tenía cosas mejores en las que pensar en ese momento. El Morikage sacó, además, dos tazas de ceramica de estampados florales, junto a una tetera humeante. Sirvió el té (aun burbujeante) y comenzó a beberlo.
El marionetista tocó un poco la taza, y comprobó lo caliente que estaba. Se lo pensó dos veces. No quería abrasarse la lengua ni quedar incapacitado.
Aunque bueno, si con eso se pudiera evitar el mal trago que había pasado, lo bebería con gusto.
¿Y bien, Juro-kun? ¿Qué eso tan horrible y tan peligroso que ha sucedido? —preguntó el Kage. Claramente se mostraba impaciente, Juro lo entendía.
— Me encantaría poder resumirlo en una frase o dos y poder ahorrarnos tiempo, Morikage-sama, pero no creo ser capaz. Tengo mucho que contar, y puede que no entienda todo si no lo hago bien — Juro suspiró. Su Kage no sabía nada de los bijuu, de Kurama, de la técnica de sellado. ¿Cómo podía resumirle eso? —. Así que si no le importa, empezaré por el principio, a riesgo de parecer lento.
» Hace unos días, realicé un viaje, en camino al Valle del Fin. No tenía ninguna intención más que personal. Es un lugar emblemático para los shinobi, estoy seguro de que ya lo sabe — explicó Juro, con un gesto de mano. No tenía importancia ahora —. No sé si es consciente , por cierto, pero la estatua de Sumizu Kouta ha sido decapitada, por alguna razón. No tiene que ver con el tema, pero me parecía que debía informarle.
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Juro comenzó a hablar. Insistía en que lo que tenía que contarle era largo y que encerraba una gran cantidad de información. Kenzou, aún sonriente, entrecerró los ojos, ligeramente intrigado por lo que su shinobi tenía que decir. Aunque una parte de él ya intuía por donde iban a ir los tiros.
Y, efectivamente, como un eco de la conversación que había tenido con el joven Daigo apenas un día antes, la narrativa comenzó con El Valle del Fin.
«Estoy teniendo un Déjà vu.» Pensó para sí, entre preocupado y divertido, mientras le daba un nuevo tiento a su taza de té.
—Sí, estoy al tanto del "accidente" que ha sufrido la cabeza de Sumizu Kouta, Juro-kun —asintió el líder de la Hierba—. Y Amegakure también lo está, de hecho. Hace unos días Yui-dono envió un mensaje... algo agresivo, digamos. Parece que está buscando a los responsables de tal afrenta contra la memoria de su Primer Arashikage. Y no es para menos...
Kenzou dejó la taza de té sobre la mesa y entrelazó los dedos de ambas manos. Sonreía como siempre hacía, aunque a Juro le parecería percibir que había cierta gravedad en aquel simple gesto.
—¿Y bien? ¿Eso es todo? ¿Venías a informarme sobre la estatua del Valle del Fin?
Él bien sabía que no.
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Juro asintió, como si hubiera anticipado la respuesta de su Kage. No sabía cuanto tiempo llevaba esa estatua destruida, pero era lógico pensar que un accidente como aquel ya se había informado.
Además, las cosas no parecían estar bien con Amegakure.
« Genial. Amegakure va a llevarse un par de noticias malas durante estos días »
—¿Y bien? ¿Eso es todo? ¿Venías a informarme sobre la estatua del Valle del Fin?
« Ojala... » — Juro se contuvo, pero por la mirada de su Kage, él ya sabía que no iba en serio. Ya le había dejado claro el problema.
— No, Morikage-sama. Eso no es ni el principio. Verá, en el camino para regresar, me encontré con un shinobi de Uzushiogakure: Uchiha Datsue — dijo Juro, enfatizando el nombre. Sabía que su Kage lo conocía, y podía saber la reputación que este tenía —..., y no, aunque sea difícil de creer, ese tampoco es el problema, pero sí que forma una gran parte de la historia.
» No me malinterprete, no me gustaba la idea de hablar con ninjas de otra aldea a la ligera, después de lo del examen. Pero me lo encontré de frente, y... bueno, me reconoció — admitió el chico —. No hubo violencia entre nosotros, ni intentó atacarme, afortunadamente. Yo tampoco hice nada contra él. Simplemente mantuvimos una conversación.
Juro suspiró. ¿Cómo le decía eso a su Kage? Bueno, no es que fuese el mejor momento para decirle la idea del pacto. Realmente, en comparación con todo lo demás, ese pacto contra Amegakure no tenía ni pies ni cabeza ahora.
— La conversación, como supone, fue sobre lo sucedido en el examen. Por supuesto, no di ninguna información importante, ni sobre la villa, ni sobre nada que pudiera comprometernos, como imagino que ya supondrá — aclaró Juro —. Me habló de su... punto de vista, sobre lo que realizó Amegakure. Parecía estar bastante en contra de esa aldea, honestamente. Al parecer, había tenido conflictos con otros ninjas de su aldea, como Aotsuki Ayame. En resumen, me contó que la aldea era peligrosa, sus ninjas poco de fiar, y que deberíamos tener cuidado en el futuro, por si vuelve a repetirse otro suceso como el que pasó. Por supuesto, no hablaba por su Kage, ni por sus compañeros, sino por él mismo. Parecía estar interesado en mantener una buena relación con Kusagakure.
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Y efectivamente, aquel no era sino el comienzo de todo lo que quedaba por venir. Sin embargo, Moyashi Kenzou había previsto otro punto de vista a la historia de Daigo, quizás una continuación. Lo que no esperaba era lo que estaba a punto de escuchar: Eikyu Juro, uno de los shinobi más jóvenes en los que más confiaba, ahora ascendido a Jōnin, ahora Jinchūriki de la aldea; se había encontrado con un shinobi de Uzushiogakure. Pero no era un shinobi cualquiera, era, precisamente, Uchiha Datsue.
El Morikage no cortó a Juro en ningún momento. Se mantuvo impasible, en silencio, con los ojos clavados en el muchacho y los dedos entrelazados sobre la mesa.
Juro aseguró no haber revelado ninguna información relevante sobre la aldea, pero tras los sentimientos de odio que el Uchiha guardaba hacia Amegakure y sus ninjas, la conversación viró en un sentido para nada esperado: el deseo de una alianza entre Kusagakure y Uzushiogakure. Kenzou se levantó de la silla con lentitud, le dio la espalda a Juro y se acercó a las grandes ventanas correderas, ahora cerradas para evitar que entrara el frío del invierno, y que daban la vista a toda Kusagakure.
—Juro-kun, Juro-kun. Aún tienes tanto que aprender... —musitó con cierta tristeza. Se volvió de nuevo hacia el muchacho, y pese a la gravedad del asunto seguía igual de sonriente que antes—. Tú mismo lo has dicho: hablaste con el Uchiha y te relató su punto de vista. ¿Sabes lo peligroso que es eso, ceñirse a un único punto de vista? Y esta historia no tiene ni uno, ni dos, sino tres puntos de vista: El de Uzushiogakure —enumeró, levantando la palma de la mano izquierda como el plato de una balanza—, el de Amegakure —levantó la otra mano, en perfecto equilibrio con su hermana. Y por último se señaló el pecho—, y el de Kusagakure.
»Tú ya conoces el nuestro. Estuviste allí. Estuviste con Yubiwa, que era mis ojos en Uzushiogakure en aquellos momentos. Viste lo mismo que vio mi mano derecha. Juro-kun, si actuamos en aquel incidente del examen no fue por apoyar a Amegakure o por declararle la guerra a Uzushiogakure. Actuamos porque había sospechas de que el Uzukage estaba intentando secuestrar a la Jinchūriki de Amegakure. Y, como comprenderás, no podíamos permitirnos correr el riesgo de que Uzushiogakure se hiciera con otro Bijū. Rompería completamente la balanza a su favor.
Kenzou entrelazó las manos por detrás de la espalda y su sonrisa se ensanchó aún más.
—Mantendremos una buena relación con Uzushiogakure. Y mantendremos una buena relación con Amegakure. Las rencillas entre esas dos aldeas no me interesan lo más mínimo. Yo, como Morikage, me debo a mi villa y la protegeré de cualquier amenaza que caiga sobre nosotros. Pero no nos conviene aliarnos con una aldea para enfrentarnos a la otra. No, Juro-kun, así, no.
»Sabes que confío en vosotros como si fuéseis mis hijos, y más de una vez os he pedido opinión en algunos asuntos. Pero los tratados de guerras y alianzas las llevan los Kage, no los shinobi. Y lo que estoy viendo en las intenciones de ese Uchiha es, simple y llanamente, una infantil rencilla que quiere saldar con la venganza. Juro-kun, en el supuesto caso de que debiéramos formalizar una alianza con alguien o declararle la guerra, sea Uzushiogakure o sea Amegakure, seré yo mismo, en persona, quien lo haga. No un intermediario. Pero ahora mismo nuestro lugar está en la neutralidad.
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Juro escuchó. Escuchó las palabras de su Kage, y a pesar del tono condescendiente con el que le trataba, Juro no pudo evitar sonreír ante las palabras.
—Mantendremos una buena relación con Uzushiogakure. Y mantendremos una buena relación con Amegakure. Las rencillas entre esas dos aldeas no me interesan lo más mínimo. Yo, como Morikage, me debo a mi villa y la protegeré de cualquier amenaza que caiga sobre nosotros. Pero no nos conviene aliarnos con una aldea para enfrentarnos a la otra. No, Juro-kun, así, no.
Luego, habló acerca de cómo realmente, a él no le incumbía para nada tomar esas decisiones. Juro quiso protestar, después de todo, no había ido ahí para venderle la moto: simplemente le estaba contando los hechos.
« Pero al principio, tú también pensaste que Uchiha Datsue tenía razón. Te mereces esta charla » — pensó, para sí mismo.
— Gracias, Morikage-sama. Creo que necesitaba escuchar un poco de sentido común, aunque solo fuera para despejar cualquier sombra que haya podido tener — murmuró Juro, manteniendo la misma sonrisa —. Lo que dice es cierto. Admito que al principio me vi influenciado por sus palabras, pero usted tiene razón, y creo haber llegado a la misma conclusión. Aunque no se tanto de política, sé que hacer un pacto con una aldea contra otra no es una buena forma de mantener un estado pacífico.
» Puedo jurarle que mi único deseo es una relación estable entre las tres aldeas. No quiero enfrentamientos ni peleas innecesarias — explicó —. La razón por la que le he contado esto no es para convencerle. Simplemente, quería informarle de lo que había pasado. Como le he dicho, esto no es el problema.
Juro suspiró. Ahora era su turno. Se permitió tomar el té y beber un pequeño sorbo. Frunció el ceño. Aún estaba caliente.
— La verdad es que ahora mismo, creo que hasta Uchiha Datsue sabe que es tiempo de que las tres aldeas estén unidas. Después de lo que hemos visto... — Juro suspiró, y luego, clavó sus ojos en el Morikage —. Verá, Morikage-sama. Poco después de lo que le he contado, pasó algo que lo cambió todo. Me encontraba con el mencionado Uchiha Datsue en el Bosque de los Hongos, en el País del Bosque. Logicamente, cuando tuve el encontronazo con él ya estaba a la vuelta de mi viaje. Entonces, nos topamos con Aotsuki Ayame. O al menos, la que creíamos Aotsuki Ayame, puesto que tenía su cuerpo.
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Juro pareció sentirse aliviado ante las palabras del Morikage. Aunque lo que de verdad le preocupaba al líder de la Hierba era que su Jōnin se hubiese dejado influenciar tan fácilmente por un shinobi de otra aldea. Y la fama de buscaproblemas de Uchiha Datsue ya trascendía casi todas las barreras, pero parecía que aquel Uzujin además contaba con una lengua viperina, una lengua emponzoñada capaz de calar muy hondo en los oídos de sus víctimas. Una habilidad que, hasta el momento, Kenzou sólo había visto en sí mismo. Y eso era peligroso. Muy peligroso.
El hombre volvió a sentarse frente a Juro y tomó su taza de té con ambas manos.
—Oh, vaya, se ha quedado frío —comentó, aunque la taza seguía tan humeante como hacía apenas unos minutos—. Espero que esto sirva de lección para futuras ocasiones, Juro-kun. ¡Quién sabe si no podrías ser tú quien terminara con un sombrero de Morikage sobre sus hombros! No puedes dejarte mangonear así como así, debes ser tú quien lleve las riendas.
Sin embargo, el quid de la cuestión no estaba ahí ni mucho menos. Aún había más sorpresas bajo la manga del marionetista.
Y el telón se abría en el Bosque de Hongos, donde Juro y Datsue se habían encontrado con Aotsuki Ayame, precisamente, la misma Jinchūriki de Amegakure que había perdido el control durante el examen de chunin en Uzushiogakure. O, más bien...
—¿Cómo que os encontrasteis con alguien que tenía el cuerpo de Aotsuki Ayame? —preguntó el Morikage, sumamente extrañado—. Explícate, muchacho.
El asunto se estaba poniendo cada vez más y más turbio...
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Juro se ruborizó ante la idea de tener él el sombrero del Kage.
« Qué tonteria. Aún no estoy preparado » — Claro que la idea le tentaba, pero... ¿Él, Morikage? Nunca había soñado con plantearse algo así. Él no tenía esas aspiraciones tan altas. No se consideraba un ninja poderoso, y desde luego, no creía poder ser el ninja más poderoso de la aldea.
Caso aparte, no había tiempo para discutir esas cosas.
—¿Cómo que os encontrasteis con alguien que tenía el cuerpo de Aotsuki Ayame? Explícate, muchacho.
— Bueno, aquí la historia se tuerce. Morikage-sama, espero que tenga confianza en mí, porque lo que le voy a contar es... de locos — Juro suspiró, y tomó otra taza de té. Entonces, habló —. Aotsuki Ayame estaba ahí, delante nuestro. Pero era... diferente. Su pelo estaba totalmente blanco, practicamente canoso. Bajo sus ojos, había un color rojizo carmesi que no tenía antes. Claro, usted dirá, la chica podría haberse disfrazado para pasar desapercibida tras el torneo, y podría tener razón.
» Pero no solo era su pelo o sus ojos. Había... algo diferente — murmuró Juro —. No caminaba como la chica que había aparecido en el torneo, ni nos miraba como tal. Sus ojos... eran como los de una bestia. Y su voz... No era la de Aotsuki Ayame. Creeame, Kenzou-sama. Era su cuerpo, pero no era ella.
Juro hizo una pausa, y se mordió el labio. Venga, la parte importante. ¿Cómo le contaba esto?
— Era su bijuu. El cinco colas. El Gobi. Él era quién estaba controlando su cuerpo, aparentemente humano — Ya lo había dicho —. Y antes de que diga nada, no, no era un henge, ni parecía ninguna clase de jutsu. Era su cuerpo, tangible. No, tampoco estaba fingiendo. Uchiha Datsue utilizó una técnica sobre ella... desconozco en qué consistía, básicamente, pero sus ojos se volvieron rojos y la observó. Y acabó cayéndose de culo y chillando como una niña al ver lo que quiera que vio en "Ayame".
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Y al parecer, la obra comenzaba a alcanzar su pico más álgido. Juro intentó explicarse lo mejor que pudo, pero lo cierto era que el cúmulo de circunstancias ya estaba sobrepasando cualquier límite racional conocido.
Se habían encontrado con Aotsuki Ayame, de eso estaba convencido, aunque su aspecto físico parecía ser diferente. Kenzou recordaba haber visto a la muchacha aquel día un año atrás, en la azotea de aquel mismo edificio, acompañando tanto a Yui como a Shanise junto a otro shinobi de su generación para llevar a cabo aquella importante misión sobre los misteriosos Hilos de Chakra; y también recordaba haberla visto combatir durante el Torneo de los Dojos. Tenía el pelo negro, corto sobre los hombros, y los ojos oscuros, aunque en ambas circunstancias desde su posición no pudo llegar a discernir si eran de verdad negros o castaños. De todas maneras aquella descripción se alejaba completamente de la que le acababa de dar su Jōnin: cabello blanco y ojos aguamarina con una sombra roja bajo sus párpados inferiores. Cualquiera podría haber pensado que la kunoichi había decidido alterar su aspecto físico para pasar desapercibida después de lo que ocurrió en el examen de ascenso, pero Juro aseguraba que había algo más, que aunque estaba seguro de que aquella muchacha era Ayame, no se comportaba como tal, ni tenía su voz. Es más, afirmaba que la mirada de sus ojos eran los de una bestia. Estaba asegurando que era el Bijū que hasta ahora había guardado en su interior.
Kenzou dejó la taza sobre la mesa y echó hacia atrás la espalda. Sus ojos miraban a Juro como si fuera la primera vez que le veían.
—¿De verdad estás presuponiendo una posesión del cuerpo por parte del Bijū? —preguntó, incapaz de creer lo que estaba escuchando. Entonces entornó ligeramente los ojos y se inclinó un poco hacia él—. Has dicho que os la encontrasteis en el Bosque de Hongos... No te lo tomes a mal, Juro-kun, ¿pero estás seguro que lo que viste? ¿No se os ocurriría comer alguna de esas setas, no? Ya sabes que algunas de esas especies pueden llegar a ser peligrosamente tóxicas... o alucinógenas...
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1/12/2018, 16:02
(Última modificación: 1/12/2018, 16:04 por Eikyuu Juro. Editado 1 vez en total.)
Juro escuchó, con los ojos abiertos, como su kage le sugería la idea de que el chico se hubiera drogado, y que todo venía de su imaginación. Empezó a sentir un calor en su pecho. Se sentía defraudado, pero él ya había imaginado algo así. Solo tenía que hacerselo ver.
« Calmate, calmate. Está todo bien. Te entenderá... » — se repitió así mismo.
— Supongo que la opción más lógica es esa, lo entiendo. Pero no tengo por costumbre consumir drogas, y menos cuando me encuentro con ninjas de otras aldeas — Juro suspiró, esta vez más pesadamente —. Lo siento, Morikage-sama. Sé que esto no es fácil para usted, pero tengo que explicarle mucho.
Juro se llevó una mano al estómago. Supuso que era la hora.
— No me agrada decirle esto, pero... ¿Recuerda el día que desperté tras el sellado? Usted me dijo que el bijuu estaba sellado. Qué no había peligro. Le creí. A pesar de ver como Ayame se descontrolaba en el examen, me lo creí, y pensé que su sello estaría mal hecho — Juro miró al suelo. Sintió ganas de reírse de su estupidez —. Se equivocaba, Morikage-sama. ¡Vaya si se equivocaba!
» Lo que tengo dentro es una bestia, un monstruo, eso no se lo niego. Pero... ¿Qué no tiene conciencia? ¿Qué sellado no tiene ninguna voluntad? Fue un error suponer eso — explicó Juro. Trataba de explicarselo amablemente, aunque sus palabras no eran muy agradables —. Ni si quiera es Nanabi. El bijuu de Ayame lo llamó Chomei. Al parecer, todos los bijuu tienen nombre, y se conocen entre sí. El bijuu de Ayame rompió el sellado y tomó el cuerpo de Ayame. No de una forma violenta, sino... inteligente. Dominaba su cuerpo, y lo controlaba a su voluntad, como si quisiera pasar desapercibida entre los humanos. Al verme, el Nanabi reaccionó, y me habló, desde el interior de mi. Es como una voz que resuena. Como si me hablara desde mi cabeza. Como la vez que me desperté. Usted creó que era mi imaginación, pero yo no tengo una imaginación tan horrible y retorcida.
Puso las manos sobre la mesa.
— ¿Cree que me lo estoy inventando? Nada más vernos, la Ayame poseída por su bijuu vio a través de mi. Supo que era el jinchuriki del Nanabi, y trató de establecer una conversación con mi bijuu — murmuró Juro —. ¿Cómo sabría Aotsuki Ayame que yo soy el jinchuriki sino? Nadie sabía de su existencia.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
Sellos implantados: Hermandad intrepida- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60
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