Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
No hubo más tiempo para conversar. Ni tratos, ni preguntas, ni amenazas. Al final, resultó que la tormenta no había pasado. Todo lo contrario. Esa sensación de falsa paz no significaba más que estaban dentro del ojo del huracán.
La bestia emergió de las rocas. Medio muerta, pero preparada para acabar con todos. Con los humanos que tenía delante, con los humanos de los alrededores. Con la misma isla si pudiera. Cuando vio las cabezas muertas o moribundas y a la del gorila, alcanzando el dominio completo del cuerpo, Juro supo que iba a acabar con todo. Esa bestia había vivido en agonía desde el momento que fue creada. Una estrategia kamikaze era lo más lógico.
«Sal de ahí. ¡Sal de ahí!»
Juro sintió escalofríos cuando sintió el poder que él también tenía. El que había asesinado a su kage y había destruido todo. El que casi se llevaba por delante la villa. No tenían ninguna oportunidad.
Podría haberse trasformado. Podría haber contrarrestado aquel poder con el suyo. Pero en cuanto hubiera pensado hacerlo, esa isla y todo lo que viviera en ella estaban más que terminados. El daño colateral se lo llevaría por delante, y la explosión acabaría con todo. No. No era la misma persona que un año antes y la destrucción masiva no era un arma que pensase utilizar a la ligera nuevamente.
Juro sabía dos cosas. La primera, que esa técnica requería concentración y amasar el chakra correctamente. Lo segundo, que esa cabeza no tenía ninguna clase de protección y era la única capaz de usar la técnica de manera funcional.
Su brazo izquierdo agarró algo del portaobjetos y con toda la fuerza disponible, lo lanzó. Era un veneno. En esta ocasión, mucho más refinado que el anterior. Una neurotoxina paralizante. Esa técnica era rápida, pero aún así, necesitaba un poco de tiempo y esfuerzo. El veneno recortaría distancias rapidamente y explotaría justo frente al cuerpo superior de la criatura, dando a parar a sus cabezas. Si funcionaba, no podría moverla. Y por tanto, no podría atacarlos.
Pero había muchas cosas que podían salir mal. Si la proporción se volvía inestable, podía explotar. Si el veneno no funcionaba, morirían.
— ¡Por favor agarrate y aguanta el dolor! — Y sin decir nada más, Juro agarró por la cintura al Uchiha, y al instante, dos de sus colas se transformaron en versiones imperfectas de las alas de un insecto, que comenzaron a moverse toda velocidad. El brazo izquierdo de Juro, el que no estaba agarrandole, se extendió, formando un brazo de puro chakra que se apoyó en el suelo, y al instante, se alargó, sirviendo de punto de apoyo para que los dos cogieran altura más rápidamente, hasta cinco metros de altura.
Una vez alzaron el vuelo, ese mismo brazo usado para apoyarse se ramificó en dos brazos de chakra más, que al instante se lanzaron a por la criatura, que supuestamente debía de estar paralizada. Ambos se lanzaron a por la cabeza, buscando desgarrarla con sus uñas.
PV:
250/250
– CK:
40/220
– +
100/100
– -
24
– -
40
–
Explicación: Me he sumado + 40 de CK por los dos turnos donde Juro no ha hecho más que hablar. No estoy seguro de si he contado bien los gastos de los brazos xD, he quitado 20CK del primero + 20 CK por las dos ramificaciones, que formarían los dos brazos que lanza para atacar.
¤ Mordisco de serpiente - Tipo: Veneno - Tamaño: Pequeño - Requisitos: Iryo-Nin o Marionetista - Precio: 2500 ryos - Uso: Parálisis en la zona afectada durante 3 turnos.
Veneno líquido que se fabrica mezclando los venenos de distintas serpientes y que da como resultado una poderosa neurotoxina que paraliza las partes del cuerpo afectadas.
¤ Chakura no Ude ¤ Brazos de Chakra - Tipo: Apoyo, Ofensivo - Requisitos: Capa de Chakra (Versión 1 ó 2) - Gastos:
20 CK
10 CK por metro adicional
10 CK por división
- Daños:
12 PV por contacto
25 PV por golpe
- Efectos adicionales: - - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: Los brazos pueden llegar hasta los cinco metros de longitud
Esta es una habilidad que los jinchūriki poseen mientras se encuentran en su forma de capa de chakra. Pueden utilizar el chakra bruto de su bestia para formar brazos que pueden manipular libremente para atacar a sus objetivos y golpearlos a altísima velocidad. Las manos de estos brazos de chakra poseen afiladas garras, aunque parecen carecer de cualquier tipo de articulación, por lo que pueden realizar movimientos increíblemente flexibles que serían imposibles para cualquier tipo de extremidad normal. El usuario puede formar los brazos que él desee y pueden servir a otros propósitos, como garfios, para agarrar objetos o a cualquier enemigo desde la distancia o con fines ofensivos. El mero hecho de entrar en contacto con estos brazos causará dolorosas quemaduras. Debido a que el chakra está unido al cuerpo, estos brazos pueden crecer en tamaño o, dividirse para formar más apéndices o incluso transformarse en cuernos en aquellas bestias que lo posean.
¤ Transformación Parcial - Tipo: Apoyo - Requisitos: Control del Bijū - Gastos: 24 CK, impide regeneración de CK - Daños: 40 PV por golpe - Efectos adicionales: (ver descripción) - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: Las extremidades pueden extenderse hasta tres metros
En lugar de transformarse en la forma completa de sus respectivas bestias, el jinchūriki puede aislar la transformación a una de las partes de su cuerpo. En vez de aparecer una capa traslúcida de chakra, estas transformaciones parciales se asemejan por completo a las extremidades del bijū, con sus escamas, pelo, etc...
Por cada golpe asestado de esta manera, el usuario debe volver a pagar el coste de chakra si quiere mantener la transformación parcial activa.
Al gorila, 25 PV por golpe (50 PV, al ser 2 brazos). 12 PV contacto con brazo.
A Zaide, 12 PV por contacto
Uchiha Zaide hacía un buen rato que había dejado de entender nada. Todavía no daba crédito a la suerte que habían tenido de encontrar a la niña viva. Menos podía creerse que una criatura sacada de un cuento de fantasía fuese la responsable del rapto. Y, para que terminase de estallarle la cabeza, aquel animal no solo contaba con una cantidad inusual de chakra, sino que era capaz de comprimirlo en una esfera mortífera. De no ser porque tenía el Sharingan activado, hubiese contemplado la posibilidad de que se encontrase en un Genjutsu.
Antes de que pudiese hacer nada, el chico de cabellos oscuros actuó, lanzando un nuevo gas a la criatura que pareció paralizarle las facciones.
—¡Por favor agarrate y aguanta el dolor!
—¿Hu…h?
Pronto comprendió a qué se refería. Aquella cola que parecía hecha de pura energía estaba jodidamente caliente. No supo si le dolió más eso o el hecho de que un crío considerase que alguien como él necesitaba su ayuda. «¿Tan demacrado estoy, huh?»
Alicaído, se dejó llevar en volandas, observando los movimientos de aquel jodido crío con un monstruo en su interior. «Se necesita un monstruo para matar a otro, ¿huh?»
Las garras despedazaron la cabeza del gorila sin misericordia. La sangre salpicó el cielo y regó el suelo. El cuerpo de la criatura cayó como una torre desmoronándose. La gigantesca bola de energía no terminó de formarse por completo. Pura energía concentrada que, con la chispa adecuada, podía arrasar con una montaña entera. Ahora puntitos de luz caían como canicas y se evaporaban en el aire. Qué cerca habían estado de no contarlo. Qué cerca... No supo si sentirse aliviado o triste por desaprovechar un final tan fácil.
Hacía muchos meses que Uchiha Zaide no sabía nada en absoluto. Sobre nada.
Las garras que Juro había materializado acariciaron el interior de la cabeza del monstruo. Aquella bestia había dado su último suspiro y se fue dolorosamente de este mundo. Aunque claro, después de toda la agonía que llevaba experimentando desde el mismo momento en que se creó, probablemente no fue más que un final misericordioso.
El marionetista se apresuró para aterrizar nuevamente, permitiendo al hombre liberarse de su agarre, impregnado por aquel chakra que le estaría quemando vivo. Aun así, pudo notar que había aguantando la compostura perfectamente.
« Él también es un monstruo, a su manera. Si no estuviera borracho y sin una pierna herida, probablemente no habría necesitado ninguna ayuda » — Quizá le estaba subestimando, claro. Había sobrevivido a una muerte segura y eso quería decir que podía sobrevivir a otra. Pero aquel día, al menos por su parte, no habría más muerte.
Esta vez seguro de encontrarse a salvo, Juro deshizo los efectos de la capa de chakra que le rodeaba. Sus facciones de bestia y el chakra burbujeante que le cubría desaparecieron, dejandole otra vez con su aspecto desaliñado y corriente.
— Siento la brusquedad. No esperaba que ese monstruo pudiera hacer... algo así — admitió. No había tenido tiempo para procesar la situación, pero... ¿Una bijuudama? Era la técnica estrella de los bijuu. Una técnica capaz de destruir aldeas y asesinar a Kages. Que una bestia sin mente pudiera usar algo así era aterrador. Kurama había creado un verdadero monstruo —. Esa bestia iba a morir pasara lo que pasara y era consciente. Un animal acorralado y moribundo es una de las cosas más peligrosas en este mundo. Si hubiera completado la técnica, nos habría arrastrado al otro barrio con ella.
» No lo entiendo... ¿Cómo una criatura como esta ha sido creada? Esto no debería de existir — Juro pensaba en voz alta, consternado, mientras observaba el cadáver de la bestia. ¿Cuántas criaturas más existían como esta? ¿Qué planeaba hacer Kurama con ellas?
Desde luego, otro objetivo había aparecido en su lista. Ya no solo era el propio Kurama y sus generales. Tampoco podía dejar que estos monstruos vagaran libres por la tierra. Si encontraba la más mínima sospecha de que había algo así suelto por alguna zona del mundo, tendría que eliminarla antes de que la cosa empeorara.
Uchiha Zaide se miró la cintura: tenía la camisa chamuscada y la piel enrojecida por las colas de pura energía que le habían rodeado. Eso, y unos cuantos moratones que se había hecho cuando la criatura le golpeó. Probó a apoyar el pie derecho en el suelo, y tuvo que apretar los dientes cuando un latigazo de dolor le recorrió de arriba abajo.
Miró de nuevo al chico. Había visto su jodida cara en algún que otro cartel. Un ninja de Kusagakure no Sato por el que ofrecían un buen botín. Lo que no sabía es que el chico, además, era un jodido jinchūriki. Hubiese pagado mucho por aquel encuentro en otros tiempos, con otras circunstancias.
—¿Dices que el animal ha sido creado? —preguntó, atónito. Justo entonces se acordó: Akame se había enfrentado a algo parecido hacía cosa de un año. ¿¡Cómo no lo había recordado hasta ahora!? ¡Era cosa del Kyūbi! «Podía haberlo parado con el Mangekyō…»—. Ah, Kurama, ¿huh? Ese bijū… —No solo había hablado con Akame, sino que había hecho una oferta a Dragón Rojo en el Valle de los Dojos. Oferta no respondida por no ser la persona adecuada quien la escuchó. Pensar que un monstruo así tuviese el raciocinio suficiente como para hablar e incluso planear a largo plazo… Qué locura—. ¿El bicho que llevas dentro también puede hablar?
Juro no pudo evitar sorprenderse al darse cuenta del estado del hombre. Además de las quemaduras que le había provocado, y del pie derecho que se había fracturado, todo lo que los golpes que aquella monstruosidad le había provocado eran unos cuantos moratones. Desde luego, aquel hombre debía de tener una pie de hierro.
— Si, bueno, un animal como este no se ve todos los día...
Interrumpió su discurso en cuanto escuchó una de las palabras que no imaginaba oír de los labios de aquel hombre.
« Kurama... »
Su interior se revolvió de puro asco y tuvo que calmarse. Sí, había nombrado a aquel zorro. Y más que hacerlo, aquel hombre parecía conocerlo. Sintió la necesidad imperiosa de saltar hacia él, de sacarle toda la información que tuviera sobre el bijuu al que perseguía. Pero se contuvo. Se contuvo porque no sabía nada de aquel hombre ni de la relación que tenían, y porque aún seguía sin poder olvidar el hecho de que gracias a él la niña estuviera viva.
Tras meditarlo un poco, consideró que al menos, se merecía el beneficio de la duda. Sin embargo, si daba a entender que era uno de sus aliados... entonces esa pequeña tregua se terminaría. No estaba seguro de poder acabar con él y en el fondo, no quería hacerlo, pero no se sentaría a hablar con un cómplice de aquel monstruo.
La pregunta que le hizo solo le dio a entender, aún más, que aquel hombre había hablado con su enemigo. Tuvo que hacer un gran ejercicio de autocontrol para dirigir las cosas a un terreno más neutral.
— ¿Hablar? Te refieres a... oh, claro. Bueno, sí, técnicamente, pero tuvimos un inicio complicado. Las primeras palabras que le escuché decir es que iba a despedazarme en cuanto tuviera la ocasión. Para que te imagines. Así era un poco difícil mantener una conversación —Nada de lo que le había dicho era mentira, pero decidió guardarse información. Sin saber la relación que tenía con Kurama, no iba a decirle alegremente que mantenía conversaciones amigables con su bijuu. No sabía qué clase de cosas haría con aquello, pero prefería ahorrarse los detalles. Quizá así se ganara su confianza. O al menos, le haría creer que no contaba con la ayuda de un ser racional que, en según que casos, podría salvarle —. Pero... ¿Cómo sabes esto? ¿Te has encontrado con... otra de estas cosas como la mía, verdad?
Uchiha Zaide dejó escapar una carcajada cuando el exiliado de Kusa le reveló las primeras palabras que le había dedicado el bijū. Al menos, el monstruo era franco y directo, dos cualidades que Zaide apreciaba en las demás personas.
Pese a la risa, los relámpagos del Yoroi no abandonaron su cuerpo. Pese a la conversación distendida, el Sharingan no abandonaba su ojo. Ninguno de los dos había sobrevivido hasta entonces con las tres grandes villas buscando sus cabezas bajando la guardia a la primera de cambio.
—¿Yo? No. Es la primera vez en mi puta vida —confesó, sin ánimo de esconder o camuflar la verdad. Quizá, en otros tiempos, hubiese jugado más con las palabras. Hubiese sonado más enigmático. Hubiese hecho de aquella conversación un tira y afloja, una negociación de mercadillo para ver quién daba más información al otro. Ahora simplemente estaba dolorido, ya con síntomas de la resaca y jodidamente cansado. De todo—. Pero conozco a alguien que sí lo hizo. Por lo que me contó, era tan amigable como el bicho que llevas dentro.
Sus palabras no hicieron más que avivar aun más la curiosidad del marionetista. ¿Conocía a alguien que sí había hablado con él? Mierda. ¿Kurama había tratado de contactar con su organización? ¿Sería otro colega criminal? ¿Uno de los generales quizá? Desde luego, era la pista más sustancial que lograba en meses. Y necesitaba más.
Pero Juro sabía perfectamente como funcionaban las cosas. En aquella vida, cuanto más interés manifestabas por un tema, más posibilidad de que lo utilizaran en tu contra. Lamentablemente él tampoco tenía tiempo para negociaciones ni tiras ni aflojas.
Sin perder de vista al Uchiha, Juro señaló al cadáver de la criatura.
— Como te decía, ese monstruo no es natural. Ha sido creado. Y no por un humano — aclaró Juro —. Sé que la situación es confusa, pero hasta donde yo sé, solo hay un bijuu suelto a sus anchas por el mundo. Tu conocido debe de haberse encontrado con el Kyūbi. Él es el responsable de la creación de esta cosa. Probablemente no sea la única.
» Me sorprende que tu conocido pudiera regresar con vida para contártelo, la verdad. No he oído de nadie que haya sobrevivido a un encuentro con él. Es un ser muy peligroso y no hay que tomarlo a la ligera.
Solo estaba tanteando el terreno. Al fin y al cabo, la información que le había revelado, realmente, ya era conocida por el Uchiha en su mayor parte. Con un poco de suerte, podría conseguir alguna pista más. Algo que le pudiera decir si el hombre que tenía delante era de confianza, o, por el contrario, era un enemigo.
23/01/2021, 13:05 (Última modificación: 23/01/2021, 13:08 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
«Así que efectivamente, este monstruo fue creado por Kurama». A Zaide todavía le costaba asimilar que los bijūs no solo tuviesen capacidad de hablar, sino la inteligencia suficiente como para planear y crear semejantes cosas.
—Mi conocido tuvo la suerte de ser un Kage Bunshin en esos momentos —explicó, recordando a Aiza—. De lo contrario hubiese sido reducido a partículas de polvo por la bijūdama que le lanzaron.
Aiza había sido el clon que atacó a la jinchūriki de Ame a traición. Ella había sido la que, después de tantas cosas, se prestó a ayudarle en aquella empresa suya. Por última vez. Recordaba demasiado bien cómo le remarcó esto último cuando se encontraron, días después del atentado, en una taberna de mala muerte. El rostro de Aiza siempre había sido un libro abierto para él. Zaide podía sentirse orgulloso de que en la mayoría de las ocasiones este reflejaba felicidad, pasión y amor cuando se veían. Llegó un tiempo en que la felicidad se transformó en pena; la pasión, en compasión; el amor en cansancio. Pero nada le había dolido tanto como lo que vio aquel día: decepción, repudia… asco.
Aquella misma noche, tras su encuentro, y con los chillidos de centenares de personas todavía resonando en su cráneo, Uchiha Zaide se tomó dos botellas de sake y, en algún momento poco claro, se ató una soga al cuello.
Se colgó de ella.
No se murió.
Lo intentó de nuevo.
No se murió.
Lo intentó de nuevo.
Se quedó dormido.
Al día siguiente, cuando despertó encharcado en su propio vómito, comprendió lo que había sucedido. El imbécil había estado tan borracho que no se dio cuenta de que había intentado colgarse atando el otro extremo de la soga a la pata de una cama. En el momento debió confundir el suelo con la pared y la pata de la cama con una viga del techo.
Solo de recordarlo le daba vergüenza ajena.
—Pareces conocer mucho sobre Kurama, ¿huh? Dime, chaval, ¿cuál era tu nombre? Lo tengo visto en los carteles bajo el precio por tu cabeza, pero no termino de acordarme.
Sí se acordaba de la bonita cifra que le habían puesto, sin embargo. Supuso que por gajes del oficio. Eso, y porque era la más alta que había visto en su maldita vida. Treinta mil jodidos y genuinos ryōs. Casi nada.
Un Kage Bunshin. El marionetista asintió, fingiendo convencimiento. La verdad es que le gustaría saber más, mucho más, de cuales habían sido las circustancias de aquello. Pero por el momento, tendría que valer. No se encontraba ante un amigo con el que charlar, sino con uno de los criminales más buscados de todo Oonindo.
Y entonces, la conversación dio un giro bastante... repentino.
Juro sintió los cuchillos apuntando a su cuello sin si quiera escuchar sus palabras. Instinto, se podría decir. Trató de mantener su posición. No podía permitirse dudar, ni mostrar debilidad o miedo. Era un criminal y se encontraba ante otro y si le dejaba sentir esa superioridad que estaba tratando de lograr a base de achantarle, entonces, a saber lo que le pasaría.
Esas palabras escondían una amenaza que ni si quiera se había molestado en ocultar. No pudo evitar tensarse.
«Ten cuidado con él, chico.
Las personas desafortunadas son las más peligrosas»
— ¿Te acuerdas de los carteles y no de mi nombre? ¿Sabes lo hiriente que resulta eso? — mencionó, con una sonrisa de lo más falsa. Recordarle a alguien que había carteles con su cabeza en todas partes no era precisamente algo amable —. Me llamo Juro. Y si, sé algunas cosas de Kurama, pero supongo que es normal. Al fin y al cabo, yo también tengo un bicho como él en mi interior.
»Tus compañeros y tú tampoco os quedais atrás. Casi debería daros las gracias. Después de haber cometido semejante crimen, muchos ojos han dejado de fijarse en mi para ir a por vosotros.
Era consciente de la distancia que les separaba. De los movimientos del cuerpo del Uchiha. También de la armadura de rayo que le recubría, que le haría, probablemente, mucho más veloz de lo que Juro podría aspirar a ser. Si de verdad decidía luchar, estaría en una desventaja más que clara, incluso estando él herido. Por eso, tenía que tratar de evitar las confrontaciones.
Uchiha Zaide no pudo evitar sonreírse, aunque solo fuese por unos momentos, por la tensión que provocó en el joven jinchūriki. Unas palabras eran todo lo que había necesitado. Unas palabras que muy pronto se le volvieron en contra.
La media sonrisa se escurrió de su rostro como la sangre en una herida abierta. Abrió la boca para replicar con algo, pero se lo pensó mejor y calló. Los pequeños relámpagos que le envolvían centellearon con más violencia si cabe, pero no se movió.
—Mira eso —dijo, señalando con un dedo el cadáver de la bestia—. ¿Viste lo que tuviste que hacer para matarla? ¿Viste a lo que tuviste que recurrir? —Zaide le dio unos instantes para que comprendiese a lo que se refería. Luego añadió, con voz ronca:—. Yo hice lo mismo que tú. Me convertí en un monstruo para matar a otro.
Con la diferencia de que a él le había salido mal. Dragón Rojo se había inmolado con aquella acción, y su sacrificio había sido en vano. El mundo seguía igual, Ōnindo seguía bajo las mismas normas, y lo peor de todo es que ni siquiera estaba contando la verdad. Lo peor de todo es que había sido tan imbécil, tan iluso como para creer que el atentado le saldría bien. Que solo caerían los Daimyōs y algunos ninjas. Que los civiles únicamente contemplarían la caída del viejo régimen.
A veces se preguntaba si aquello no sería también otra de sus mentiras, esta vez para engañarse a sí mismo. Para quitarse culpa. Para sobrevivir a lo que hizo. A veces se preguntaba si lo que había dicho Ryū sería cierto. ¿Había escogido a Ryū para ejecutar la parte más importante del plan tan solo porque era el más capacitado para ello? ¿O porque sabía que, llegado el momento, no le temblaría el pulso para que se viese cumplido, sin importar el precio?
Como cada vez que lo pensaba, le entraron náuseas. Como cada vez que le entraban, pensó que lo mejor serían ahogarlas con una buena botella de alcohol. Al menos el vómito provocado por una borrachera era pasajero.
La sonrisa congelada del Uchiha fue más que suficiente para advertirle de que estaba entrando en terreno peligroso. Hacerse demasiado el chulo a la larga podría provocar que le mataran, y más ante alguien tan intimidante. Era consciente.
Esta vez, no hubo represalias. Pero su armadura centelleó con más intensidad, impaciente e implacable.
— ¿Viste lo que tuviste que hacer para matarla? ¿Viste a lo que tuviste que recurrir? Yo hice lo mismo que tú. Me convertí en un monstruo para matar a otro.
Juro sintió un fuerte dolor en el pecho mientras escuchaba a aquel hombre. Su tono, empañado por el deber, rebosaba de amargura, y quizá, en el fondo, de cierto dolor y tristeza. No conocía a ningún hombre que pudiera afirmar, orgulloso, que se había convertido en un monstruo, y Uchiha Zaide no era una excepción. Nadie estaba feliz de tirar su vida a la basura de semejante forma. Y normalmente, eso era lo que ocurría. Porque no nos engañemos. Convertirte en un monstruo para lograr un bien mayor, ya sea tuyo o de otros, nunca salía bien.
Él también se había convertido en un monstruo. De cierta manera, así había sido. Juro había querido libertad, no ser encarcelado. ¿Y cuál había sido el precio? El asesinato de su Kage, el exilio. Ahora tenía toda la libertad que quisiera. Pero al final, esta clase de deseos que la fuerza y el poder logran están todos igual de emponzoñados. Pasaría el resto de sus días de libertad lamentando lo que hizo, al igual que Zaide.
Se habían convertido en monstruos, ¿Y cuál había sido el resultado? Algunos dirían que la justicia había caído sobre ellos, de una manera moral. Otros, la mala suerte. Fuera lo que fuera, estaban jodidos.
— Lo comprendo — No compartía sus ideales, pero, llegados al caso, ¿Quién era él para reprocharle nada? Había matado a un Kage. Queriendo o no, era igual de criminal —. La vida a veces te pone en situaciones difíciles. Pero supongo que al final, uno lucha por lo que quiere, aunque termine como termine.
» Yo no me arrepiento de haber luchado — admitió. Era cierto. Podría haber cambiado muchas cosas en aquel día, y desde luego, daría lo que fuera por tener otra oportunidad donde no se llevaba la vida de su Kage por delante y condenaba a Kusgakure a un cambio enorme. Pero, siendo sinceros, la confrontación era inevitable. Los ideales de aquel hombre no contemplaban lo que Juro le contó aquel día, y pasarse la vida encerrado en una celda era, sin lugar a dudas, un destino que quería evitar a toda costa —. ¿Y tú? ¿Alguna vez te has parado a pensar en lo que podría haber pasado si las cosas no hubieran sucedido de esta manera?
Uno lucha por lo que quiere. Zaide reflexionó sobre la afirmación de Juro. Cuánto más viejo se hacía, más dudaba sobre dicha afirmación. ¿Luchaban los ninjas por lo que ellos querían, o por lo que querían sus Kages? Seguramente una gran parte del tiempo la respuesta podía ser sí a ambas, pero dudaba que fuese así siempre. En cada maldita misión. En cada puta orden.
Pero no solo los ninjas de las villas entraban en este saco. ¿Acaso los que renegaban al orden y la ley hacían siempre lo que querían? ¿Lo habían hecho sus propios compañeros de banda, andes de ser aplastados por Sekiryū? ¿O, en ocasiones, simplemente se dejaron arrastrar por sus discursos incendiarios y por la presión del grupo aún cuando no querían meterse en según qué fregados?
Al final, seguir al rebaño es más cómodo. Luchar en el bando de la mayoría es más fácil. Zaide estaba convencido de que, de tener la posibilidad de hablar uno a uno con una muestra de cien ninjas de las tres grandes villas, podría llegar a la idea común con más de ochenta de que el poder que atesoraban los Daimyōs por derecho de sangre era inherentemente injusto. Al final del día, sin embargo, volverían a sus casas y harían lo de siempre.
Sí, Morikage-sama.
A sus órdenes, Arashikage-sama.
Como desee, Uzukage-sama.
Porque, en la sociedad actual, era más fácil cortar el cuello a alguien por orden del Daimyō que preguntarle por qué cojones tenía él derecho a darle semejante orden.
Zaide sacudió la cabeza. Se había perdido en sus pensamientos y casi ni había escuchado la última pregunta de Juro.
—Más de lo que quisiera —replicó, extrañamente honesto, pero sin entrar en más detalles—. ¿Por qué luchaste tú? —preguntó, intrigado. En los carteles no aparecían los motivos de su exilio, y él nunca lo había llegado a descubrir—. Cuando vi semejante cantidad por tu cabeza, pensé que te habías tirado al amante del Morikage —soltó con sorna—. Pero fue algo más que eso, ¿huh?
Juro disimuló una mueca. Puede que fuera una exiliado, pero no le gustaba mancillar el nombre de los que ya no estaban, y Zaide tenía una lengua demasiado afilada. Supuso que no era algo a propósito, sino el lenguaje que usaba habitualmente para comunicarse con los demás. De cualquier manera, se sorprendió así mismo molestándose por el comentario.
Hacía mucho que había empezado a cuestionarse cuanto de dañada estaba su integridad moral. Puede que sus valores no estuvieran tan retorcidos como había sospechado en aquellas largas noches sin poder conciliar el sueño, que siguieron a lo sucedido.
— Tuvimos una diferencia de opiniones. Yo quería ser libre y él quería encarcelarme. — murmuró Juro, señalándose al pecho. Era un gesto simbólico, claro. Se estaba refiriendo al bijuu —. Dejó de confiar en mí por la criatura que tengo dentro. Creyó que era una amenaza. Quizá tenía razón. Pero no pensaba quedarme de brazos cruzados y pagar por unos pecados que no eran los míos.
» Luché por vivir. Y por lo que en su momento, creí que era justo — admitió, con un tono cargado de amargura —. Pero a cambió, me volví un forajido. Un enemigo para los que antes fueron mi familia y mis amigos. Supongo que me convertí en un monstruo para Kusagakure y para el resto del mundo.
¿Culpaba a alguien de lo sucedido? No. Ojalá las cosas fueran simplemente blanco o negro. Pero nada era tan facil. Su Kage había actuado de la mejor manera posible para proteger a la villa. No podía culparle. Si tan solo le hubiera entendido un poco más, le hubiera escuchado en su día, quizá las cosas hubieran sido distintas y no hubiera tenido que recurrir a lo que hizo. Pero ahora mismo, había pasado demasiado tiempo. El rencor, el miedo, la desesperación... todo había dejado paso a la tristeza y a la impotencia. El pasado no podía cambiarse.
6/02/2021, 18:10 (Última modificación: 6/02/2021, 18:12 por Uchiha Datsue. Editado 2 veces en total.)
Zaide alzó ambas cejas y echó el labio inferior hacia afuera, visiblemente impresionado por la historia del exkusajin. Torció la cabeza, como quien busca una silla libre en una taberna abarrotada, y se encogió de hombros cuando comprobó que solo tenía una opción. Se había sentado en sitios peores.
Con su culo sobre la cabeza de la bestia muerta y el pie herido reposando únicamente sobre su talón, Uchiha Zaide sonrió.
—Por lo que escucho, entiendo que no me conviene tener una diferencia de opiniones contigo en la vida, ¿huh? —Se carcajeó. La primera risa que le salía natural en meses. Y, con ella, la capa eléctrica se diluyó. Incluso su ojo sano recuperó su color original.
Hasta hacía apenas unos segundos, se estaba debatiendo si debía noquear a aquel imberbe e ingeniárselas para cobrar de alguna forma la recompensa. Ya le jodía hacerle el trabajo sucio a una villa, pero el hambre empezaba a apretarle y treinta de los grandes le solucionaría eso y las cantidades ingentes de alcohol que se metía entre mañana, tarde y noche.
—Qué pena, joder. —farfulló para sí. Pero no, no podía. «No puedo», se volvió a repetir, intentando terminar de convencerse. Aquel chaval había luchado contra un tirano, solo y sin ayuda, y había caído en el pozo de la desgracia por ello. Es más, ¿¡lo había matado incluso!? Ahora que recordaba, su cartel había aparecido poco después de la noticia de que Kenzou la había palmado. «Qué cojones, en mis condiciones seguramente ni podría vencerle»—. Pena por perder así a tus amigos, decía —añadió, al darse cuenta que lo que acababa de decir podía malinterpretarse. O, peor aún, interpretarse correctamente—. ¿Qué tal llevas la libertad? Cuesta ganarse el pan en el exilio, ¿huh?
7/02/2021, 02:03 (Última modificación: 7/02/2021, 02:09 por Eikyuu Juro. Editado 2 veces en total.)
Juro ignoró los gestos de su acompañante, aunque en realidad, no le culpaba. Ciertamente, nadie hubiera creído algo así de no ser porque los hechos fueran claros y el miedo hacia el poder de los bijuu era, prácticamente, mundialmente conocido ya. Para Juro, contarlo era una mezcla de tristeza y necesidad: no se sentía orgulloso al hacerlo, pero, por una vez, sentaba bien que alguien le preguntara realmente que había pasado. Su versión de la historia. Probablemente en Kusagakure lo harían también claro, pero luego eso desencadenaría en una ejecución, y eso ya no le resultaba tan agradable.
Zaide se sentó sobre el cadáver de la bestia — un bonito detalle, pero no se lo reprochó — y entonces, la capa eléctrica que le envolvía desapareció. Puede que fuera una señal de respeto, una manera de alzar la tregua que Juro estaba esperando o, quizá, una treta, por lo que Juro siguió sin perderle de vista. A pesar de toda aquella tensión, no pudo evitar sonreír ante el primer comentario de Zaide. Su humor era un poco negro, pero no estaba mal del todo.
— Una pena, si... — La última afirmación le sonó de lo más falsa, pero no le cuestionó —. Supongo que en el exilio solo te tienes a ti mismo. No es agradable ser odiado por toda una nación, pero la única manera de sobrevivir es adaptarse y ser más fuerte. Y he aprendido más en este período que en todo el tiempo que fui ninja de Kusagakure.
Eso no era del todo cierto. Al fin y al cabo, él no estaba solo. Pero Zaide nunca podría llegar a entenderlo. Solo un Jinchūriki puede entender la clase de conexión que se forma entre el humano y el Bijuu. Dos entes que convergen hasta formar un mismo ser.
— Ahí te tengo que dar la razón. No me daba cuenta de lo fácil que era ganar dinero en las Aldeas, con las estúpidas misiones. Hasta por limpiar las letrinas de la academia podía ganar lo suficiente para subsistir — Y ya no hablar de las marionetas. Juro había tenido que abandonar su pequeña afición desde que había partido de la Aldea. Prácticamente no tenía ni para vivir, ¿Cómo diablos iba a poder ahorrar para comprar herramientas y marionetas nuevas? Todo lo que conseguía lo acababa vendiendo —. Vivo como puedo, me desplazo constantemente para que nadie me pille y me gano la vida vendiendo las cosas que encuentro por ahí, encargándome de pequeños trabajos desde el anonimato, o... bueno... haciendo lo que haga falta. La libertad era más bonita desde fuera, aunque prefiero esto a pudrirme en una celda.
» ¿Cómo lo haces tú? — Juro tenía cierta curiosidad. Aquel hombre le sacaba muchos años de experiencia y ahí seguía, vivo. Probablemente, tendría algún método.