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No le cabía duda alguna de que Juro había aprendido más en su corto período como exiliado que en los años anteriores como ninja de Kusagakure, tal y como decía. De lo contrario, no estaría allí, de pie y respirando.
Mientras el exkusajin seguía hablando, Zaide oteó los árboles del bosque. Si los ninjas de Uzushiogakure habían perecido contra aquella bestia, la villa no tardaría en darse cuenta que sus efectivos no regresaban a casa. Pronto mandarían a alguien —si es que no lo habían hecho ya— para averiguar lo sucedido. Ninjas más competentes y capaces, que en esta ocasión solo necesitarían parar en el pueblo para que un hombre y su hija señalasen con el dedo la dirección a la que debían dirigirse.
No era seguro permanecer mucho más tiempo allí.
—Oh, no te recomiendo seguir mis pasos —respondió cuando el muchacho quiso saber cómo se había ganado la vida todo aquel tiempo—. Mi especialidad era secuestrar ninjas. Los raptaba y pedía un rescate. Hay una anécdota graciosa de eso —recordó de pronto—. La última vez secuestré a una kunoichi de Uzu y un mojigato asustadizo. La chica era una Sakamoto, ¿sabes? Una familia podrida de dinero. Total, que dejo marchar al chico para que vaya a avisar a los padres y les diga el precio del rescate. Previa amenaza de que no cuente nada a la villa, blablablá. El protocolo habitual. Aquello acabó siendo una chapuza —reconoció, con algo de pena. Aquella chica no se había merecido lo que le sucedió—, pero acabé sacando cinco mil ryōs. Buena suma, ¿huh? O lo sería, de no ser porque años después descubrí que me estafaron.
¿Qué habría sucedido, de saber en aquella época qué tenía entre las manos? ¿Hubiese cambiado algo? Lo más probable es que hubiese acabado muerto, y, con ello, la matanza del Valle no se hubiese dado.
—El mojigato… ¡El mojigato era el jodido jinchūriki de Uzu! —exclamó, soltando una carcajada seca—. Imagínate lo que hubiese podido pedir por él. Imagínate lo que hubiesen pagado.
Oh, sí. Definitivamente hubiese terminado muerto. Ahora, en cambio, ya no se dedicaba a esas cosas. Vivió bajo un tiempo bajo el amparo de Dragón Rojo, y, aunque ya no se sentía parte de él, todavía seguía subsistiendo gracias a ellos. Gracias a las ganancias que habían tenido por el omoide años atrás, al menos. Uchiha Zaide había metido mano en la caja en alguna ocasión —para qué engañarse, en todas las oportunidades que había tenido—, y había tirado del dinero manchado de azul hasta entonces.
Lástima que se le estaba terminando.
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Juro aguantó la mirada del Uchiha todo el tiempo que pudo, sin dejar que sus palabras le impresionaran. En el fondo, la verdad era otra cosa distinta. Lo que le estaba contando, a modo de anécdota, era algo horrible. Aquel hombre secuestraba ninjas y pedía rescate por ellos. No pudo evitar pensar en sus antiguos compañeros de villa, en su mejor amigo Yota, en Daigo, en su alumno Kazuma... y en él mismo, claro. No le hubiera gustado estar en el pellejo de la tal Sakamoto.
Supuso que era hipócrita después de los crímenes que él había cometido pero... era algo personal. Al fin y al cabo, él había sido un genin indefenso un día, con esperanzas y sueño. Solo esperó que todos aquellos secuestros hubieran tenido un final feliz para ellos también.
Lo que si que le sorprendió fue el final de la historia.
— El mojigato… ¡El mojigato era el jodido jinchūriki de Uzu! — exclamó, aunque Juro no pudo evitar darse por aludido. ¿Que habría sido de él si este capullo le hubiera secuestrado en su época? Pensarlo le provocaba nauseas.
Aun así, sintió una enorme curiosidad. ¿Se refiería a Uchiha Datsue? ¿O quizá al segundo jinchūriki cuando existieron dos? ¿Aquel era el mojigato del que hablaba? Había partes de la historia de Uzushiogakure que se le escapaban, por lo que decidió no indagar mucho en el tema.
— No jodas — Alzó las cejas, sorprendido. Luego se dio cuenta del vocabulario que estaba usando. Aquellos ambientes turbios le estaban mal influenciando —. Tuviste una oportunidad de oro, pero creo que también tuviste suerte por no aprovecharla. Los jinchūriki son... demasiado valiosos para secuestrar, ¿sabes? No es que subestime tu fuerza, desde luego, pero una villa aplastaría a quien fuera por recuperarlo. Serían capaces de utilizar todos sus medios disponibles para dar caza al captor. Quizá te hubieras salido con la tuya, pero habría sido algo muy arriesgado. Aunque supongo que estas cosas siempre son así, ¿no? Cuanto más grande el golpe, más peligra tu pellejo.
» Debo admitir que es una manera... bueno, original, de ganarse la vida. Pero la verdad es que coincido contigo, no es algo que me interese. No quiero tener nada que ver con ninguna de las aldeas ahora mismo. El mínimo punto de contacto que les tienda podría ser como una soga al cuello con mis carteles por todas partes — No sabía si Uzushiogakure y Amegakure también estarían moviendo filas para encontrarle, pero recordaba el escuadrón de rastreadores que Kusagakure mandó en su desaparición. Eso le recordó que estaba pasando demasiado tiempo en aquel lugar —. Viviré en el anonimato y sobreviviré como pueda, con trabajos de mierda.
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Uchiha Zaide no protestó cuando el exkusajin aseguró que en realidad había tenido suerte de no raptar al Jinchūriki de Uzu. Concordaba con él: probablemente estuviese bajo tierra en aquellos momentos de haberlo hecho. Aunque, en el fondo, no supo si eso era algo bueno o malo.
Luego frunció el ceño e hizo un ademán con la mano, como desechando lo que acababa de decir Juro.
—Oh, no me des esa bazofia. —Vivir en el anonimato. Sobrevivir como pudiese. Currar en trabajos de mierda. Hablaba como alguien que ya se ha rendido a la vida—. Yo puedo decir eso —dijo, señalándose el pecho—. Porque soy un viejo bastardo. He caído. He fracasado. Pero lo he intentado, ¿entiendes? Lo he intentado, joder. Tuve mis momentos buenos.
Tan escasos pero intensos como un chute de omoide.
—No me jodas. ¿Te están saliendo los primeros pelos en los huevos y ya te estás rindiendo a vivir? Si tuviste los huevos de matar a tu propio Kage, al menos ten la osadía de vivir como te mereces. Que le den a los putos Kages y a sus putos ninjas. ¿No tienes ninguna meta? ¿Algún sueño que todavía puedas cumplir? ¿Un objetivo? De exiliado a exiliado, de monstruo a monstruo, puedes contármelo. —Se encogió de hombros, y la predicción que pensó le arrancó una media sonrisa—. Total, si algún día me atrapan, dudo que me pregunten por ti. Estarán demasiado ocupados tratando de cortarme el gaznate.
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Uchiha Zaide no se lo creyó. Y en el fondo, no le culpó. Juro era joven, ambicioso y aunque todo el peso del mundo pudiera caer sobre sus hombros, la vida aún parecía repleta de posibilidades. Tenía el poder para llevar a cabo lo que quisiera y, aunque aun estuviera madurando, la destreza para intentar sobrevivir en aquel mundo cruel.
No. Juro no tenía la voz de una persona que se había rendido. Ni el brillo en sus ojos se había apagado aun.
Al contrario, era más intenso que nunca. Porque si tenía un objetivo para vivir. Uno solo, que le ayudaba a levantarse todas las mañanas.
— Sí, en eso tienes razón. Hago trabajos de mierda porque necesito sobrevivir, y vivo en el anonimato para que no me cacen... — prosiguió — ... pero eso no quiere decir que no tenga una meta. Solo que no es una que me vaya a hacer ganar dinero . Es algo más... personal. Como tú dices, no le debo nada a la villa que quiere asesinarme. Sin embargo, hay algo que saqué en claro en mi experiencia. Los bijuus son seres peligrosos, pero muy valiosos. Y tengo que estar agradecido a Kusagakure por haberme dado algo así.
» Quiero encontrarme con otro ser como el que tengo. No como esa cosa — dijo Juro, señalando el cadáver sobre el que se sentaba —... sino un verdadero bijuu. Quiero plantarme ante una criatura un poco más dispuesta a hablar. Puede que quiera asesinarme, pero tengo a su amigo aquí metido, así que se lo pensará dos veces. Quien sabe lo que puede ocurrir. Quizá solo viva una experiencia diferente y aprenda más de la cosa que tengo aquí dentro. O quizá, pueda lograr un aliado muy valioso. Por eso, estoy reuniendo toda la información posible sobre estas criaturas, entre ellas Kurama.
Desde sus tiempos con el Morikage, Juro había sido consciente de una cosa: no sabía mentir. Pero un shinobi que no sabía mentir estaba destinado al fracaso en la mayor parte de las misiones. Por el momento, había decidido adoptar una nueva estrategia: ocultar y maquillar información verídica. Sí, no le había contado la verdad, puesto que su objetivo no era encontrar a un bijuu cualquiera, sino exterminar a Kurama. Pero lo cierto es que Juro también deseaba poder encontrarse con uno de los hermanos de Chōmei. Era consciente de que su poder, aun increíble, era limitado, y probablemente dos podrían facilmente con uno. Por eso, ese objetivo existía, aunque Juro lo había descartado. Ayame y Datsue eran shinobi de una aldea (y aun teniendo la posibilidad de comunicarse, no podía confiar verdaderamente en que Kusagakure no acabaría implicada) y que él supiera, no había ningún bijuu más a su disposición para ayudar.
Un aliado más en su guerra contra Kurama podría ser la clave, pero... ¿Dónde encontrarlo?
Uchiha Zaide se hacía el confiable, pero no le daba ninguna seguridad a Juro. Desde el momento en que había mencionado el precio de sus carteles, había tomado la decisión de no dejarse embaucar por él. Por otro lado, podría tener información interesante. Por ello, había lanzado un anzuelo. ¿Le ayudaría a cumplir su único objetivo en la vida, dandole pistas sobre Kurama? ¿O por el contrario afirmará no saber nada?
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13/02/2021, 01:06
(Última modificación: 13/02/2021, 01:08 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Uchiha Zaide apoyó los codos en sus rodillas, inclinado hacia adelante, mientras escuchaba atentamente a Juro. Su pulgar y dedo corazón daban vueltas el uno sobre el otro, masajeándose.
—Tu objetivo es… hablar con un bijū. Hablar. —repitió, perplejo—. Con tu edad pensaba que me ibas a decir perder la virginidad, o… —se quedó un instante analizando su reacción, para comprobar si realmente había acertado en su suposición—. No sé, encontrar una isla paradisíaca en la que pasar tu exilio.
Pero no, lo que quería era hablar con un bijū. ¿Qué demonios les pasaba a los jóvenes de hoy en día? Tenían una serie de prioridades que daba miedo.
Se encogió de hombros, y dio una palmada en una rodilla, levantando algo la espalda.
—Pues ya me explicarás qué estás haciendo aquí, Juro el Buscador de Bijūs. No sé sobre el resto de bestias, pero solo hay cinco sitios muy concretos a los que tú puedas dirigirte si quieres encontrar a Kurama. —No supo si decir lo obvio. Luego recordó que aquel crío se había enfrentado a un Kage y toda una villa. Se merecía al menos un capote por su parte—. Desde luego no es la Mediana Roja, chico.
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La reacción de Uchiha Zaide fue graciosa, eso tuvo que admitirlo. Su objetivo era... estrafalario, cuanto menos y quizá a ojos exteriores no tuviera el más mínimo sentido. En realidad, puede que nunca lo hubiera tenido.
Pero le daba igual. Porque era lo que le daba fuerzas para seguir. Uno no se cuestiona nada en estos casos. Solo se aferra con todas sus fuerzas.
Si Zaide quería una reacción respecto al tema sexual, la tuvo. Juro se puso tan rojo como un tomate con la sola mención de ello. No era que el tema sexual no le importa claro. Simplemente... bueno, no se había dado. Y precisamente no iba a pedir ayuda a un criminal para lograr algo en ese aspecto. Si en su vida anterior no era algo que le dominara, desde luego, como exiliado, menos. ¿Cómo podría mirar a la cara a Chōmei si abandonaba su tarea de buscar a Kurama por... algo así? ¿Y a sus antiguos compañeros? Estaba luchando por algo noble. O al menos, por algo que en su cabeza sonaba noble.
— Como tu bien has dicho, aun me queda para retirarme, así que buscar un lugar para eso no me produce problemas. Y sobre lo otro, tampoco necesito ningún consejo — Juro carraspeó, para tratar de evadir el tema.
Sin embargo, lo que vino a decir luego sí que le llamó la atención. Porque era la primera pista sólida que recibía en mucho, mucho tiempo.
Pues ya me explicarás qué estás haciendo aquí, Juro el Buscador de Bijūs. No sé sobre el resto de bestias, pero solo hay cinco sitios muy concretos a los que tú puedas dirigirte si quieres encontrar a Kurama. Desde luego no es la Mediana Roja, chico.
— Eso ya lo sé — respondió, sintiendose casi ofendido de la insinuación. Nuevamente, se ruborizó por vergüenza —. No he venido aquí precisamente a buscar a Kurama, aunque siempre suelo acercarme a las tabernas de los lugares que visito por si hay algo interesante. Solo estaba de paso cuando me pillo todo esto. He decidido explorar los lugares más recónditos del País del Agua en busca de pistas.
» Kurama se esconde y dudo mucho que el lugar se encuentre en el País del Bosque, de la Espiral o de la Tormenta. Sería mucho más lógico que se ocultara en algún lugar recóndito de uno de los Países más apartados de las grandes aldeas. Por eso se me ocurrió explorar las islas más alejadas de la civilización — se justificó. Decidió controlarse, puesto que estaba dando demasiados detalles de sus planes. Por eso, no mencionó lugares concretos —. Dime, ¿Cuáles son esos cinco lugares de los que tan seguro estas? Su paradero es un misterio para todo el mundo.
Se sentía indignado. El paradero de Kurama era uno de los más deseados en todo el mundo, ¿Y le trataba de aquella manera tan altanera por intentar buscarlo por su cuenta? No tenía información, ni ayudas, ni pistas, y lo poco que sabía lo había obtenido a cuenta gotas. No se creía que aquel hombre, que había salido de la nada después de todo el golpe, supiera de repente su localización.
A no ser, claro está, que Kurama y él trabajaran juntos. O, al menos, se hubieran conocido en el pasado.
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15/02/2021, 23:41
(Última modificación: 15/02/2021, 23:43 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
«¡Lo sabía!», se dio cuenta, nada más ver lo rojo que se había puesto. No pudo evitar sonreír, una sonrisa que afloró en una carcajada seca pero sincera cuando el chico aseguró que no necesitaba ningún consejo al respecto.
—Desde luego que no lo necesitas —dijo, de pronto tan serio que evidenciaba el sarcasmo que se escondía tras ello.
Suspiró por la nariz, sin embargo, cuando el exkusajin le preguntó por esos cinco paraderos en los que podía encontrar a Kurama. ¿Qué pretendía? ¿Que le masticase la comida por él, de paso?
—¿Dónde estaría la gracia si te lo dijese, huh? Y, más importante, ¿qué aprenderías así? —Negó con la cabeza, inflexible—. Mira, chico: ya no eres un kusajin, así que deja de pensar como uno —le espetó, por su propio bien—. Estás rastreando a Kurama como un ninja más. Preguntando en tabernas, buceando entre decenas de posibles escondrijos. Y las tres villas llevan haciendo eso cuánto, ¿huh? ¿Más de un año?
Al menos Dragón Rojo se había enterado de su existencia hacía un año. A buen seguro que las villas lo sabían de antes.
—Las tres grandes villas, unidas por una misma causa. Con todo su músculo, con decenas y decenas de ninjas mucho más especializados que tú y que yo rastreando a un solo ser. —Ladeó la cabeza y sonrió—. Y aún así no lo han encontrado.
»Así pues, chico, déjame decirte que si imitas a las villas, pero sin las villas, el resultado no podrá ser otro que el suyo: el fracaso, solo que más grande todavía si cabe. —Eran puras matemáticas—. No puedes encontrar a Kurama, chico. Lo que sí puedes hacer… es que él te encuentre a ti.
Zaide levantó el dedo índice y se golpeó varias veces la sien con él.
—Piensa, chico. ¿Qué es lo que busca Kurama? ¿Cuál es su objetivo?
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18/02/2021, 00:01
(Última modificación: 18/02/2021, 00:01 por Eikyuu Juro.)
Desde luego, la conversación estaba siendo interesante, pero tremendamente humillante para el pobre Juro. Ya no solo le ridiculizaba por su sexualidad, sino que se divertía jugando con él. Lo cierto es que en realidad, le estaba ayudando a su manera y quizá, incluso podría considerarse que el hombre estaba siendo generoso, pero en ese momento, estaba demasiado molesto como para reconocerselo.
Claro que Uchiha Zaide le estaba dando su visión. No podía olvidar que no era la solución definitiva. Pero desde luego, merecía la pena escucharla.
— Eso... es verdad. Tienes razón — admitió. Nunca se le había ocurrido cuestionar su método de búsqueda. Porque era lo que había aprendido de su experiencia. Lo que sabía.
Uchiha Zaide tenía razón en una cosa. Kurama era más listo que las Aldeas. ¿A dónde aspiraba si solamente se limitaba a investigar como ellas? Claro que él tenía todo el tiempo del mundo para buscar, pero solo era una persona y tenía que estar constantemente huyendo y escondiéndose para no ser descubierto. Eso limitaba mucho su rango de acción.
En sus inicios, había pensado que Chōmei podía haberle dado alguna pista sobre el paradero de su hermano, pero no habían sacado nada en claro. Por eso, se había rendido a la forma más fácil.
Pero quizá esa había sido su culpa. Elegir aquella manera impuesta, en lugar de pensar.
¿Qué busca Kurama? ¿Cuál es su objetivo?
— Kurama es un ser extraño y quizá haya cosas que no entienda de él. Pero lo que sí sé es que tiene un objetivo claro: encontrar a sus hermanos bijuu — admitió Juro —. Y yo tengo a uno de ellos en mi interior. Entiendo por donde vas. Solo debo dejarme ver y aparecerá, ¿No? Necesita a la criatura que tengo en mi interior y para eso, tendrá que hablar conmigo. Me necesita a mi también, de cierta manera.
La cosa es que ese encuentro ya había pasado y no había acabado precisamente bien. Por eso Juro había tratado de ser esta vez él quien dirigiera las condiciones del encuentro. Porque el factor sorpresa era lo que, en una batalla así, separaba al ganador del perdedor. Sin ese factor sorpresa, él podría haber muerto aquel día.
— Es una propuesta arriesgada, ¿sabes? No tengo la certeza de que Kurama esté mirando si me dejo ver. Y las villas también podrían darse cuenta. Podría ser un suicidio
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Zaide se pasó el dedo pulgar por el labio, pensativo. No era la respuesta que estaba aguardando, pero era la que debía haber estado esperando. Si no recordaba mal de las palabras de su aliada temporal en el atentado del Valle del Fin, Kurama había ofrecido al bijū encerrado en la kunoichi de Amegakure unirse a él. Le había llamado Hermana, de hecho, y esta lo había rechazado.
El resultado fue que Kurama trató de matarlas a ambas.
Miró al exninja de Kusagakure. ¿Realmente sabía donde se estaba metiendo? ¿Accedería el bijū que llevaba en su interior unirse a Kurama, a costa de su recipiente? ¿O se negaría y encontrarían el mismo destino?
«Este chico se está guardando cosas… Solo un loco buscaría un bijū para hablar y vivir una experiencia, como ha dicho. Vivir una experiencia, ¡ja! Si quisieras una experiencia te meterías dos gramos de omoide por la boca, joder. No me toques los huevos». De todas formas, ¿qué le importaba a él? El chico había matado a un Kage y había escogido el camino del exilio. En aquel momento, no necesitaba saber nada más. No tenía ganas de saber nada más.
—Si no tienes la certeza de que Kurama esté mirando, entonces tendrás que hacer algo que le obligue a mirar, ¿huh? —Luego sonrió—. Y con las villas atentas… Sí, definitivamente será un suicidio. Pero hablar con Kurama también lo es, así que, qué coño. Puestos a jugártela, apuesta al doble o nada.
No obstante, no era aquella la idea que tenía en mente Zaide.
—Así que ahora tienes un camino, corto y directo. Con un jodido precipicio que tienes que saltar, pero eh, corto y directo —dijo, levantando el dedo índice. Luego levantó el dedo corazón—. Por el otro lado tienes el camino que estabas siguiendo, que era un puto círculo y no te llevaba a ningún sitio. Y luego… —Levantó un tercer dedo—. Tienes un tercer camino, más largo y con un final que se pierde en el horizonte.
»¿Buscar a sus Hermanos? Sí, ¿pero para qué? ¿Cuál es su objetivo último, chico?
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Claro que se estaba guardando cosas. Muchas. Pero no era ni el momento ni el lugar para compartirlas con un extraño en el que no confiaba. Juro esperó que Zaide tratara de averiguar más. Que le sonsacara mucha más información. Pero no lo estaba haciendo. Tal y como había prometido, no le estaba cuestionando. Aunque seguía sin bajar la guardia con un hombre como él, debía de admitir que estaba siendo de ayuda.
Tomaría sus consejos y los meditaría, si es que estaba dispuesto a dárselos. No pudo evitar pensar, sin embargo, en si esta "ayuda" que le estaba dando, vendría con un precio.
« Necesito ver si sabe algo. Lo que sea. Si quiere algo de mi por ello, entonces, veremos como van las cosas » — Aunque sonara desconfiado, no podía evitar pensar que la persona que tenía delante quería algo de él. Quizá no algo físico. Quizá para él Juro representaba un cambio, un peón que movido correctamente, podía erosionar la firme corteza del mundo, al igual que él lo había hecho junto a su banda criminal. O puede que simplemente, se estuviera divirtiendo.
Una pregunta rondaba su mente desde el momento en que Zaide se había revelado. Pero decidió esperar para formularla.
. Tienes un tercer camino, más largo y con un final que se pierde en el horizonte.
Gracias a Zaide, se había dado cuenta de que el camino que estaba siguiendo —el segundo, el que no tenía salida — era inviable. Pero aun así, el primero tampoco le parecía una buena opción. Puede que fuera cobarde y que, en realidad, tuviera miedo de enfrentar el objetivo final que se había impuesto, pero no se sentía capaz de acabar con todo de una manera tan brutal. Si Kurama decidía ignorarle (cosa que podría hacer perfectamente, ya que, al fin y al cabo, lo quería muerto) las villas acabaría con él. Y aunque lograra llamar su atención, no podría llegar a él. Probablemente mandaría a sus generales y sucumbiría ante el poder de todos ellos, que también tenían parte del poder de un bijuu y más mucha más veteranía que Juro como shinobi.
¿Condenarse a una vida vagando en círculos hasta que Kurama haga su movimiento? ¿O hacer un único intento desesperado que, saliera bien o no, acabaría con su vida? Si esas eran sus opciones, el panorama era incluso más deprimente de lo que él había esperado. Pero, ¿Qué había imaginado realmente? Quizá, muy en el fondo, era consciente de lo que había. Puede que simplemente se hubiera negado a aceptarlo. No tenía el valor para recorrer el primer camino y, con la excusa de estar buscando a Kurama, se había acomodado al segundo. ¿Y si en realidad, era solo un cobarde incapaz abordar la gran tarea que se le había impuesto?
Trató de no sucumbir a toda aquella desesperación repentina — no era el momento, no delante de ese hombre, que podría aprovechar hasta la más mínima brecha que dejaba — y se enfocó, con verdadera curiosidad, en el tercer camino que promulgaba.
— Según tengo entendido, quiere crear un imperio. Extenderse por todo Oonindo —murmuro Juro —. ¿A dónde quieres llegar con eso?
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Zaide extendió los brazos a ambos lados, como si la respuesta fuese evidente. Juro había perdido el tiempo buscando en tugurios de mala muerte, en cloacas, en tabernas donde se cocían asuntos turbios. Turbios, sí, pero que no dejaban de ser juegos de niños para algo como un bijū. Era como buscar a un Señor Feudal entre los mendigos.
No, Kurama representaba el poder, y el poder solo se ve atraído por otro similar a él.
—Si quiere crear un imperio, entonces antes tendrá que derrocar al sistema vigente, ¿huh? —empezó, diciendo lo obvio—. Matar a los Daimyōs actuales, doblegarlos, sustituirlos… Lo que sea. Lo que es incuestionable, es que para alcanzar su objetivo antes tendrá que ocuparse de ellos. —«Y mejor de lo que nos ocupamos nosotros, visto lo visto».
También de las villas y sus respectivos kages. Pero eso era algo en lo que no iba a entrar.
—Así pues, Juro, ahí tienes tu única certeza: sitúate cerca de un Señor Feudal, y tarde o temprano Kurama vendrá a ti. —Aunque no buscándole a él, precisamente—. El País del Rayo, el País del Hierro, el País de la Tierra, el País del Fuego, el País del Viento. Ahí están tus cinco mejores posibilidades. Y, si me lo preguntas, yo empezaría por el desierto.
«Joder, como siga así voy a tener que cobrarle por la clase. ¿Me lo podría plantear como oficio? Sensei de exiliados, tráete a otro compañero y te hago descuento del veinte por ciento». Dioses, qué risas serían.
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Juro escuchó atentamente a Zaide. Por qué no decirlo, como un alumno que escucha a su sensei. Porque, a pesar de lo peligroso que fuera, había que respetar a los que llevaban más tiempo que tú en el oficio. En la aldea, la experiencia muchas veces (aunque no todas) está definida por los cargos que uno obstenta. Como genin, debes guardarle respeto al jōnin que te dirige. Como exiliado, el máximo indicativo, probablemente, es la cantidad de tiempo que uno lleva vivo. Zaide sería lo más parecido a un jōnin en ese aspecto.
Aunque Juro no aspiraba, desde luego, a ser como él, sí que quería obtener al menos un poco de su pericia. Esa forma de pensar totalmente distinta al resto, que destilaba inteligencia y malicia a partes igual.
« La verdad es que tiene bastante razón » — No estuvo muy seguro de a que se refería Zaide con "acercarse", pero no pensaba preguntarle, porque era una respuesta de libre interpretación. ¿Cómo podría un exiliado como él volverse invisible y a la vez introducirse en uno de los lugares más importantes de un país? La idea de hacerse amigo de uno estaba más que descartada, claro. ¿Cómo un sirviente, quizá? ¿O incluso en las sombras, vigilando constantemente lo que ocurría?
Había mucho en lo que pensar, desde luego. Era una estrategia completamente diferente a lo que había planteado hasta ahora, pero cumplía su objetivo: acercarse a Kurama cuando no se lo esperaba, y atacar desde la espalda. Mientras él estuviera ocupado tratando de asesinar al señor feudal, Juro saldría y acabaría con su vida. Era un bonito plan. Aunque dudaba mucho que fuera tan fácil. Pero aun así, ese beneficio le daba un papel ganador.
Aun así, había una cosa que tenía clara. No iba a sacrificar la vida de una persona para su objetivo, y menos la de una con una importancia tan grande. La muerte de un señor feudal supone la desestabilización de un país. Si Juro optaba por esta estrategia, haría todo en su mano para proteger la vida del señor feudal en cuestión, aunque fuera solamente por no mancharse más las manos de sangre.
— Debo admitir que eres muy inteligente. Ni si quiera había contemplado esa posibilidad. No me extraña que hayas sobrevivido tanto tiempo nadando entre tiburones — dijo Juro, rascándose la nuca —. Aun tengo mucho que aprender de esta vida. Pero pienso cumplir mi objetivo. Gracias a ti, creo que estoy un poco más cerca. Kurama definitivamente atacará ahí, o al menos mandará a a alguien que lo represente. Eso me dará una oportunidad
Reprimió una sonrisa. Puede que su encuentro con Zaide le hubiera acercado a su objetivo, pero también era muy posible decir que le había acortado la vida.
Aun así, no pudo evitar volver a dirigirse a Zaide y hacer la pregunta que llevaba un rato pensando, desde que le había oído hablar.
» Dime una cosa. ¿De verdad alguien como tú se ha rendido a la vida? Me cuesta creer que no quede ningún camino que quieras seguir.
Hablo / Pienso
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—Dime una cosa. ¿De verdad alguien como tú se ha rendido a la vida? Me cuesta creer que no quede ningún camino que quieras seguir.
Demonios, cómo le gustaría una jarra de hidromiel entre sus manos para responder a aquella pregunta. O para siquiera empezar a enfrentarse a ella. En su lugar, optó por darle una simple evidencia:
— Deberías alegrarte. Si no fuese así, ahora mismo estarías en problemas.
Hubo cierta tensión en su voz. Cierto mensaje en su lenguaje corporal. Cierto reflejo en sus ojos.
Verán, todo el mundo tiene algo que se le da especialmente bien. Algo único que les hace especiales. Zaide una vez había visto a un tío pelar un plátano con los dedos de los pies. ¿Inútil? Probablemente, pero nadie dijo que los dones tenían que servir para algo.
El caso es que a Zaide, ya desde pequeño, se le daba muy bien eso de hablar con los ojos. Engañar, seducir, enardecer… Normalmente no necesitaba más que eso, una mirada, un gesto acompañado de un silencio elocuente. El silencio solía ser más poderoso que las palabras, salvo cuando estas están bien escogidas y son certeras.
Aiza le había preguntado en una ocasión si había un truco en concreto. Cierto guiño, cierta manera de mirar. Zaide no tenía una respuesta para aquello, pero como ella le gustaba y quería impresionarla, le dijo que era como follar. Quizá existan ciertas directrices y ciertas técnicas, pero lo que funciona con una persona no tiene por qué funcionar con otra. Más que leer un manual e ir siguiéndolo como un robot paso a paso hasta dar con la tecla, lo que había que hacer era fluir con la otra persona. Uno no necesitaba conocerse toda su vida, saberse su jodido cumpleaños o siquiera recordar su nombre. Solo sentirla al más íntimo nivel y fluir con ello. Y eso, le había dicho con cierta guasa, era lo que a él se le daba jodidamente bien.
Una fantasmada soltada por lo que la soltó, sin duda, pero que ahora que la recordaba tenía parte de verdad. En el caso de intimidar a alguien, por ejemplo, uno no necesitaba mucho. Un simple gesto de mano podía ser más efectivo que cualquier espada. Una sola mirada en el momento oportuno podía ser más poderosa que cualquier embestida. Una sola palabra podía ser más sugestiva que cualquier tantō al desenvainarse.
En el caso de Juro, que no se conocían de nada, el caso era sencillo. Era la primera vez que se veían en persona, pero el exkusajin había oído hablar de él. Había visto su cartel en cada maldito tablón de anuncios. Había escuchado sobre su matanza en cada jodida taberna en la que había afinado el oído con la esperanza de escuchar el nombre de Kurama.
Así pues, y como ya dijimos…
… Hubo cierta tensión en su voz. Cierto mensaje en su lenguaje corporal. Cierto reflejo en sus ojos.
La tensión de una soga alrededor del cuello. El mensaje envuelto en un sobre negro procedente de una funeraria. El reflejo de una luz que se extinguió para siempre y del color de la sangre entremezclada de cientos de víctimas.
Quizá Zaide se había convertido en un perro viejo y triste que se pasa el día acostado en un rincón y sin apenas moverse. No levanta la cola al ver a alguien, no mira con curiosidad ni saca la lengua, tampoco ladra. Mira de reojo, como si no quisiese ser visto ni molestado. Un perro aparentemente muy tranquilo. No araña las paredes. No hace ruido. No hace nada. Pero tú sabes su historia. Sabes que su dueño lo molía a palos, y que se ganaba una pasta con él en peleas ilegales. Sabes que lo único que ha conocido en su vida es violencia, brutalidad y sangre. Lo ves en sus ojos hambrientos. Así que acércale tu mano y trata de acariciarle la cabeza, si tan poco aprecio le tienes a tus extremidades.
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Intimidación: Se considera que una diferencia de 20 puntos ya otorga una pequeña ventaja, pero si el Carisma supera la Voluntad en al menos 40 puntos, el efecto es abrumador.
Y así de fácil era.
Zaide soltó una carcajada ácida, rompiendo la tensión que él mismo había generado. Hizo un ademán como quitándole importancia, como diciendo: era broma, disculpa a este viejo aburrido. Trató de reconducir la situación respondiendo con toda la honestidad que podía, que no solía ser mucha:
— Ya saboreé todo lo que la vida podía ofrecerme. La viví al límite. Hice… Oh, de todo. La gocé como nadie y la sufrí como la mayoría. Perseguí un sueño y fracasé. —Se encogió de hombros, no había más vueltas que darle. En las villas quizá enseñasen a no rendirse nunca, a que si uno quiere, puede. El camino del ninja y todo eso. Zaide simplemente ya era demasiado mayor para creer en esas chorradas— . Si pudiese volver atrás en el tiempo, me hubiese ido a una cabaña en las montañas, con la mujer que siempre amé. Hubiese tenido hijos con ella y me hubiese dedicado a criar ovejas. —No mentía. El mero hecho de imaginárselo hizo que sintiese una puñalada de añoranza en el pecho— . Pero nadie puede volver atrás en el tiempo, ¿huh? No, tomé este camino hace mucho tiempo, chico. Siento que me acerco a su final. Solo me queda esperar a dar el último paso.
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— Deberías alegrarte. Si no fuese así, ahora mismo estarías en problemas.
Una sola mirada y unas palabras. Eso fue todo lo que le hizo falta para hacer el cuerpo de Juro temblar como la gelatina en un plato en movimiento. El hombre que tenía ante él, por muy amable que hubiera sido, era un criminal y un asesino, y eso estaba claro. Pese a que no había querido bajar la guardia en ningún momento, la conversación había estado fluyendo hasta ahora, y con esa pequeña y sutil amenaza, el hombre le devolvió a la realidad.
Daba igual el poder que tuvieran — a decir verdad, dudaba que pudiera enfrentarlo —, había muchas otras cosas a tener en cuenta en una pelea. El espíritu que Juro pudo ver le abrumó tan rápido que sus manos y sus pies temblaron. Se sintió incapaz de enfrentarlo. Torpe, débil, vulnerable. Estaba indefenso ante una criatura que no dudaría ni un segundo en acabar con su existencia.
Se sintió como una presa ante la mirada voraz de un depredador. No sabía cuanto atacaría, pero cuando ocurriera, su vida se terminaría. Así de sencillo. No podría evitarlo, por mucho que luchara.
«¡Juro, recomponte!
Si se te acaba la suerte, tu y yo estamos muertos»
Pero aun así, Juro no reaccionaba. Era como una pesadilla de la que no podías escapar. Una sensación que no despegaba de él, por mucho que tratara de empujarla. Sintió deseos de correr. De utilizar el poder de su bijuu. De crear la mayor explosión posible y salir volando de ahí. Pero no podía. Porque estaba asustado.
Y tan rápido como apareció, esa sensación se desvaneció con la carcajada de Zaide, que aparentemente solo le había estado probando.
Aun así, esto no le hizo ninguna gracia al marionetista. No solo había comprobado sus límites con una cercanía demasiado palpable, sino que ahora, el hombre que tenía delante también sabía cuales eran. Alargar aquel encuentro solo iba a acabar mal para él. El miedo desapareció, pero el malestar siguió alojado en su cabeza, presionando con una urgencia cada vez mayor. Ese hombre era peligroso. No podía enfrentarlo. No podía escapar de él. Su única baza, además de su aparente abandono por vivir, era tratar de convencerle de que Juro era una amenaza para él que no merecía la pena enfrentar. O al menos, intentarlo.
El marionetista dejó de temblar y sonrió, como si de alguna manera, esa broma le hubiera hecho alguna gracia.
— Lo entiendo. Supongo que tarde o temprano, todos llegamos a ver el final del camino que recorremos. Recordare esta lección también — Era cruel. Uchiha Zaide sabía que el propósito de su vida se había terminado. Juro pudo notar que, como la mayoría de las personas, tenía unos arrepentimientos que lo devoraban a cada rato. Supuso que por eso ahogaba las penas en un bar, bajo la apariencia de nadie. El alcohol le servía para paliar esa voz interior que le indicaba que todo podría haber acabado de otra manera —. La verdad es que no sé que hay que decir en estos casos. Supongo que solo puedo desearte suerte, Uchiha Zaide. Espero que el final que encuentres al menos sea placentero.
No iba a engañarle a él ni a sí mismo. Se alegraba de que un monstruo como él estuviera acabado. Pero aun así, no le deseaba ningún mal. Puede que sus víctimas no opinaran lo mismo, pero él deseó que al menos, en su futuro lecho de muerte, esos arrepentimientos no le consumieran, y que en el final de su vida encontrara algo de consuelo.
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Uchiha Zaide inclinó la cabeza tras las últimas palabras de Juro, en señal de agradecimiento. Lo cierto es que nunca había deseado morir de viejo. De crío, el fallecimiento de su abuelo materno le traumó. Él apenas tenía cinco años cuando sucedió, pero lo recordaba vívidamente. Se había pasado el último año agonizando en la cama, sin siquiera ser capaz por sí mismo de levantarse de su propio lecho para ir a cagar.
No, prefería mil veces que su corazón dejase de latir por tener una katana ensartada en el pecho que así. Siempre había tenido la esperanza de que, al menos, su último combate tuviese algo de significado, y no una mera trifulca de borrachos en una taberna, en la que terminase con su cuerpo de comida para los cerdos para eliminar las pruebas.
Ahora que se veía, se dio cuenta que iba más encaminado a lo segundo que a lo primero. Eso si es que no se armaba de valor en una de sus borracheras y terminaba rápido por la vía de la soga, vomitándose y cagándose encima.
Con lo que él había sido.
—Oye —dijo de pronto, en una iluminación—. Antes de separar nuestros caminos… ¿Me señalarías en un mapa donde queda Kusagakure no Sato? —Se llevó un brazo a la espalda y una mano al pecho, inclinándose ligeramente hacia adelante tras levantarse, en un claro gesto de que aquella petición era con un por favor incluido, pese a no haberlo verbalizado—. Un día quizá quiera enviarles un mensaje y me vendría bien saber la dirección.
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