El Mizu Bunshin que se había arrojado valientemente contra Daruu falleció en el acto, pero cumpliendo su propósito: el de sacrificarse por una estrategia mayor. Y es que Datsue, cuando el clon había lanzado una patada al agua a su contrincante para taponar su visión —o eso, al menos, creyó el Uchiha—, Datsue había aprovechado para hacer un sello: nuevamente el del Tigre.

Por eso, cuando el Hyuuga se deshizo del clon, y se llevó las manos al portaobjetos, algo le sorprendió a la espalda… Un nuevo clon, que se había formado justo a sus espaldas —tal y como había hecho él con Datsue—, y que, sin andarse con remilgos, le lanzó un puñetazo directo a la sien. Esperando que aquello lo desestabilizase y sorprendiese lo suficiente, el clon no pararía ahí su ofensiva, sino que aprovecharía para lanzarle un segundo golpe, esta vez a modo de rodillazo en un costado.

—¡Toma esta, cabrón! —rugía el clon—¡Y esta!

El Uchiha, mientras tanto, poco había hecho. Tenía las reservas de chakra bajo mínimos, y apenas consiguió erguirse, mientras juntaba las palmas de ambas manos.

La mano de Daruu se detuvo a medio camino hacia el portaobjetos cuando, por... por el... ¿es correcto decir "por el rabillo del ojo" si se trata de un usuario del Byakugan? El caso es que el agua a su espalda estaba cambiando de forma de nuevo, siguiendo unos patrones que no le resultaban para nada desconocidos: otro Mizu Bunshin. Intentó darse la vuelta tan rápidamente como pudo, levantó los brazos y...

Recibió un golpe en el lateral del rostro que le hizo trastabillar y retroceder unos pasos. Luego vino el rodillazo, que le dio fuertemente en el costado, haciéndole escupir. De pura rabia, Daruu se aferró a esa rodilla con un brazo y golpeó al clon con el otro, haciéndolo estallar en un borboteo de agua.

Se dio la vuelta y encaró a su adversario de nuevo.

—Maldito usuzio, ¿de dónde te has sacado el Suiton ahora, eh? —se quejó, prácticamente al aire, y empezó a avanzar hacia él mientras trataba de recuperarse de los golpes. Se llevó la mano al portaobjetos, ahora sí, y repitió sus pretensiones originales: senbon a la entrepierna, senbon al pecho, y senbon al rostro. Se fijó entonces que su oponente había juntado las palmas de las manos.

«¿Qué pretende?»

—Maldito usuzio, ¿de dónde te has sacado el Suiton ahora, eh?

—Siempre lo tuve —respondió, casi sin aliento, mientras se llevaba la diestra, cerrada, al portaobjetos. Encontró lo que buscaba, pero, al extraer la mano, nada sacó de él—. El agua forma parte de mí, Daruu. Tanto como el aire que respiro y el fuego que exhalo. —¿Tenía algún sentido lo que acababa de decir? El Uchiha no lo sabía ni lo quería saber. Estaba agotado físicamente, y apenas era capaz de llenar los pulmones para oxigenar sus músculos, incluyendo al cerebro.

Todo en su cuerpo le decía que descansase, que dejase de usar chakra. Tal y como estaba, no sabía ni cómo era capaz de seguir manteniendo el sharingan que brillaba en sus ojos. De hecho, se empezaba a cuestionar si hacía bien en mantenerlo activo, en vez de desactivarlo y luchar como un simple mortal… pero con más energía.

Daruu, por su parte, se había llevado una mano a su portaobjetos con intenciones nada buenas para él. Sus ojos carmesíes leyeron que a continuación llegaba un ataque, y por puro instinto se agachó, cruzando los brazos sobre el cuello, evadiendo así los senbon dirigidos a su rostro y pecho… pero recibiendo en su antebrazo el que originalmente iba dirigido a la entrepierna. «¡Tsk...! ¡No recordaba que estas mierdas doliesen tanto!»

—¡A la cara y la entrepierna no, cabrón! —se quejó, descruzando los brazos. Acto seguido se levantó y retrocedió un paso—. Son las partes más vitales de mi cuerpo, joder.

Retrocedió otro paso.

—Por cierto… —comentó, como quien no quería la cosa—. ¿Alguna vez te han hecho la cuenta atrás?

»¡Tres!

—Siempre lo tuve —respondió su contrincante—. El agua forma parte de mí, Daruu. Tanto como el aire que respiro y el fuego que exhalo. —Los ojos de Daruu viraron rápidamente a la mano que se había ido hacia su portaobjetos. ¿Qué demonios?

Uno de los senbon dio en el blanco.

—¡A la cara y a la entrepierna no, cabrón! Son las partes más vitales de mi cuerpo, joder.

Daruu rio sanamente. No podía hacer otra cosa diferente que reír sanamente. A pesar de lo concentrado que estaba, a pesar de que todavía le dolía el costado. A pesar de que sabía que su oponente estaba tramando algo. Él retrocedió un paso, y Daruu avanzó uno más.

—¿Alguna vez te han hecho la cuenta atrás?

—¿Qué?

«Está jugando contigo, no le dejes, ¡no le dejes! Trama algo...»

Entonces, Daruu se llevó la mano derecha al portaobjetos que llevaba atado al muslo, y la izquierda al portaobjetos que llevaba detrás de la espalda. Con un aspaviento, lanzó una bomba de humo directa al Uchiha, y con el otro, otra rápida aguja, que estalló con la intención de obligarle a cerrar los ojos y aguantar la respiración. Al menos él, con el Byakugan, no tendría problemas en seguir viendo con los párpados cerrados.

Justo entonces, otras tres agujas irían directas a Datsue, concretamente a su torso.

Y unos segundos de completo y atronador silencio después, Daruu golpearía con dos ráfagas de chakra del juuken los oídos de Datsue, por la espalda. En otras circunstancias, cualquier shinobi entrenado habría percibido el chapoteo en el agua, pero aquél Hyuuga consiguió que ni siquiera fueran un susurro... Atacando al oído de su oponente, pretendía destrozarle el sentido del equilibrio y, de paso, causarle un profundo dolor. Después sólo quedaba...

Agarrarlo por la garganta desde detrás con una mano, la otra aferrada a la boca del estómago, y apretar, apretar... hasta hacerle perder el conocimiento. O perderlo él mismo, pues ambos estaban al borde del colapso.

El espectáculo había terminado. Ahora sólo había una pelea entre profesionales del engaño.

Cuando Datsue vio que el Hyuuga buscaba algo en su portaobjetos, retrocedió un paso instintivamente. Cuando leyó en su expresión corporal que estaba a punto de lanzarle algo, retrocedió otro. Pero ni tanta precaución hubiese podido prevenirle de lo que llegaría a continuación…

«¡La madre que le…!» Aguantó la respiración y cerró los ojos. Nunca en su vida había visto lanzar una bomba de humo de forma tan eficiente. El chico se la había tirado a bocajarro, pero, en el último segundo, detonado con un simple y sencillo senbon.

«Y ahora me hará un jutsu desde fuera, a no ser que…» Recordó cómo el Hyuuga había parado el rodillazo de su Mizu Bunshin con sus antebrazos a pesar de haber sido cegado con el agua instantes antes. Recordó cómo se había dado la vuelta cuando creó un clon a sus espaldas antes incluso de que éste le atacase. Y, entonces, lo supo…

… supo que estaba en la mierda.

En un momento de clarividencia, se llevó una mano al antebrazo izquierdo, retrocediendo al mismo tiempo otro paso. Tomó lo que quería, mientras sentía el picotazo de tres agujas clavándose en su torso. Tres molestos y dolorosos senbon, que le arrancaron un quejido de dolor. «¡No es momento para quejas, ACTÚA!»

Giró sobre sus talones mientras su mano, que acababa de tomar una bomba sonora de su antebrazo, lanzaba la diminuta esfera de papel hacia el suelo. No veía nada, pero recordaba que al lago improvisado no le quedaba mucho para llegar a su fin. Por si acaso, la lanzó a cuatro metros exactos —el Uchiha siempre había sido bueno para las distancias—. Acto seguido, se llevó las manos a los oídos y…

¡BOOOOOOOOOM!

Una enorme detonación, un auténtico estallido que amenazó con reventar los tímpanos de todo aquel que se encontrase en su radio de acción. Si nada se lo impedía —Datsue no tenía forma de saber sí aquello había resultado—, aprovecharía el momento para dar un par de saltos pequeños al frente y, ahora sí, salir de la nube de humo, abriendo los ojos al instante y dejando que el oxígeno volviese a llenar sus pulmones. La suave madera del tatami acarició la planta de sus pies. Estaba fuera del agua. Fuera de la tormenta de Susano’o que aquel chico parecía invocar cada vez que atacaba.

«Así es imposible que gane… Este tío no deja recuperarme, y cuerpo a cuerpo estoy jodido con esas ráfagas de chakra que es capaz de lanzar con las manos… Mierda, solo me queda confiar en…»

—¡DOS!

Daruu se encontraba en ese momento rodeando a Datsue para continuar su ofensiva. En ese momento, el contrincante pareció darse cuenta de que allá adentro olía a algo sucio además de a humo. Se llevó la mano hacia el antebrazo, que brilló con un pequeño resplandor de chakra.

«¡Técnicas de sellado! ¡Así que de eso se trataba! ¡Y una mierda que te voy a dejar...!»

El Hyuuga abandonó el plan inicial y viró hacia Datsue desde su costado. Así, cuando el Uchiha estaba girando sobre sus talones, Daruu tomaría de la muñeca el brazo que guardaba el objeto que había liberado con su diestra, sujetando el hombro con la siniestra. Emitiría dos ráfagas de chakra, causándole el suficiente daño en las articulaciones como para obligarlo a soltarla, y acto seguido empujaría del hombro malherido para estar, de nuevo, a sus espaldas, como había previsto.

Y apretaría en su cuello con un condenado, consciente de que a él mismo estaba faltándole el aire.

Dicen que los combates se deciden por milésimas de segundo. Una milésima de segundo más rápido o más lento, y te da tiempo o no a terminar los sellos. Una milésima de segundo antes o después, y tu cuello se aleja a tiempo o no del frío acero que se cierne sobre él.

En aquel combate, en aquel duelo, Uchiha Datsue estaba llegando medio segundo más lento a todo. ¿Mala suerte? Eso podrían decir algunos. Algunos pocos versados en el tema, eso desde luego. Datsue era un comerciante. Un negociante de nacimiento, y sabía que la suerte no se ponía del lado de nadie porque sí… A la suerte había que trabajársela. A la suerte había que comprarla, que sobornarla, como todo en aquella vida.

Pero él no lo había hecho. No había entrenado día sí y día también, sin importar las condiciones climatológicas adversas o lo bien que se encontrase. No había entrenado tras una misión agotadora, ni había madrugado puntualmente cada mañana para tonificar su cuerpo. No se había preparado ni la mitad que Koko. No se había sacrificado ni la décima parte que Akame. Y ahora, cuando tan solo quería lanzar una bomba sonora, pagaba las consecuencias. Porque no fue lo suficientemente rápido…

… porque llegó una milésima de segundo tarde.

Sintió que algo se aferraba a su muñeca como una tenaza. Luego a su hombro… y una ráfaga de chakra, cortante y dolorosa, hizo que su mano se abriese automáticamente, soltando su última oportunidad. Soltando la bomba sonora.

«No… todavía no estoy acabado… Todavía puedo…» Su mano libre voló rauda a su portaobjetos, al mismo tiempo que sentía que algo le envolvía el cuello. Aquel hijo de puta no estaba contento con machacarle, quería también ahogarle. Rugió, se revolvió y trató de farfullar… Primero como insulto, luego como advertencia, luego simplemente aterrorizado. No por el abrazo, no por la asfixia, sino porque Datsue era…

… una jodida bomba de relojería.

Pero, sin aire que llenase sus pulmones, que ahora le ardían, nada pudo decir. Cambió de plan, y tomó el paquete de makibishi que tenía en el portaobjetos. El mismo paquete donde había puesto el sello explosivo, y lo lanzó. Lo lanzó con un movimiento de muñeca, sin apenas fuerza, hacia atrás… hacia más allá de la espalda de Daruu.

El Uchiha se llevó el brazo hacia adelante y lo retrasó con fuerza, propinando un codazo en el estómago al que quería ser su verdugo. Con su otra mano, tomó el brazo que lo aferraba para tirar de él hacia adelante, mientras trataba de bajar la cabeza para soltarse del agarre. Solo necesitaba eso. Un breve momento de libertad. Un segundo. Una milésima de segundo…

Se pasó la lengua por los dientes, y, entonces…

«¡UNO!»

Daruu observó como Datsue tomaba de nuevo algo de su portaobjetos. Alarmado, no supo si soltarle o dejarle hacer, y entre la indecisión acabó por no hacer nada.

«Oh, no. Oh no no no...»

Un sello explosivo estaba pegado a aquella bolsa. Daruu se temía lo peor, pero, ¿qué podía hacer?

Mientras pensaba a toda velocidad, recibió un codazo en el vientre. Tosió, y al tomar aire tosió más fuerte por culpa del humo. Le ardía el pecho, le ardía el estómago, Datsue estaba a punto de escapar, y un sello explosivo iba a...

«¿Voy a perder...?»

«Y una mierda.»

«Y una putísima mierda. Te vienes conmigo...»

«¡Que te...»

«...follen!»

Daruu levantó una pierna y la estampó en el agua, liberando su nueva técnica a bocajarro mientras aún tenía agarrado a Datsue. BOOM. Un géiser enorme, de cuatro metros de altura, los elevó en el aire, y entre el sello explosivo y el estallido acuático, el humo se expandió por prácticamente todo el área de combate. El público, que llevaba varios segundos sin ver ni oír nada allá adentro, exclamó un rotundo OoooooOOoooh.

Y los dos ninjas volaron durante unos instantes, sin conocimiento, antes de descender y precipitarse sobre el lago artificial.

«Hijo…»

«… de la gran…»

«… PUTA. ¡Déjame escapar!»

De pronto, algo le impulsó hacia arriba. Como anteriormente se había sacado la lengua fuera, con la inercia, se la mordió, trayendo consigo un inmenso dolor…

…y una repentina descarga de chakra que aceleró sus células y alimentó sus músculos. Datsue nunca había sido un tipo de morderse la lengua, y por eso había impuesto aquella condición cuando, a las puertas de enfrentarse contra Eri, selló aquel jutsu: el Sunshin.

El géiser golpeó a ambos shinobis, elevándolos al cielo y salvándoles de la gran explosión. También de los makibishi, que salieron disparados en todas las direcciones. Fue entonces cuando su mente dijo basta al dolor, y decidió desconectarse… apagarse. Su cuerpo, en cambio, como un pollo sin cabeza, dio sus últimos coletazos de vida, sacudiéndose violentamente como si llevase un demonio en el interior, debido a la súbita energía que le había proporcionado la técnica del parpadeo corporal.

Su figura, inerte, cayó a plomo junto a la de Daruu. Su oponente, su enemigo…


… Un igual.