3/05/2017, 07:22
Aquella tarde Kegawa estaba de muy buen humor. Era un día soleado, y aunque en campo abierto el sol desprendía un calor abrasador sin duda; caminar entre los arboles le permitía a uno mantenerse fresco y disfrutar de la cálida temperatura sin acabar achicharrado.
Tenía pensado visitar el árbol sagrado que se erguía como una especie de isla propia en mitad de un rio que por lo que sabía, carecía de nombre oficial. Hacía ya tiempo que no iba por allí; y deseaba entrenar un poco. Quizá después hasta podría ir a pasear por alguna de las riberas o algo, quedaba mucho día por delante.
Desplego el pequeño mapa que le había dado su abuela para guiarse en el camino. Por lo que a él respectaba, parecía ir en buen camino; y dentro de no mucho debería de cruzar una pequeña posada aparentemente llamada "Setas locas". «Tampoco estaría de más hacer una pequeña parada para comer» Mientras caminaba, girando la cabeza para intentar divisar algo entre la densa arboleda, se agacho un poco para rascar la oreja de Shiro que caminaba a su lado.
De momento no parecía haber nada. Ni siquiera escuchaba el sonido de algún insecto. Únicamente el tintineante sonido de la ninjatō que llevaba atada a la espalda; uno de esos sonidos que solo se escuchan en la mayor quietud.
Tenía pensado visitar el árbol sagrado que se erguía como una especie de isla propia en mitad de un rio que por lo que sabía, carecía de nombre oficial. Hacía ya tiempo que no iba por allí; y deseaba entrenar un poco. Quizá después hasta podría ir a pasear por alguna de las riberas o algo, quedaba mucho día por delante.
Desplego el pequeño mapa que le había dado su abuela para guiarse en el camino. Por lo que a él respectaba, parecía ir en buen camino; y dentro de no mucho debería de cruzar una pequeña posada aparentemente llamada "Setas locas". «Tampoco estaría de más hacer una pequeña parada para comer» Mientras caminaba, girando la cabeza para intentar divisar algo entre la densa arboleda, se agacho un poco para rascar la oreja de Shiro que caminaba a su lado.
De momento no parecía haber nada. Ni siquiera escuchaba el sonido de algún insecto. Únicamente el tintineante sonido de la ninjatō que llevaba atada a la espalda; uno de esos sonidos que solo se escuchan en la mayor quietud.