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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
Daruu dejó escapar el aire de sus pulmones y sonrió con una ternura que hizo que Ayame se estremeciera por dentro.

—Ya. Zetsuo. Me imagino cómo se habrá puesto —dijo él, indulgente.

Ella, incómoda, se limitó a intercambiar el peso de su cuerpo de una pierna a la otra.

—Pero no tienes que desanimarte. Yo creo que puedes —continuó, aunque enseguida su entusiasmo se vio eclipsado—: Quiero decir, no es tan difícil. En serio, si necesitas practicar aquí estoy, además, estooo...

«Son demasiadas cosas las que tengo que practicar... Si tuviera que pedirle ayuda con todas y cada una de ellas...» Pensaba, alicaída. La visión de cada uno de sus suspensos la perseguía constantemente. Aunque no tuviera el papel delante de sus ojos, podía ver cada letra, cada número, en su mente. Con terrorífica nitidez. Era peor que una pesadilla. Era como si la estuviera viviendo.

—Es raro, porque somos vecinos, nuestras familias se conocen de hace mucho tiempo... Bueno, he pensado... Que podríamos ser amigos. Y cuando te gradúes, pues... Compañeros. Hacer alguna misión juntos o algo —dijo Daruu, de repente. Y Ayame contuvo la respiración con una extraña sensación de emoción aleteando en su pecho como una mariposa inquieta. "Amigos". Qué extraña le sonaba aquella palabra... Y qué hermosa al mismo tiempo... Daruu debió interpretar de manera errónea su silencio, porque enseguida añadió—: —Bueno, sólo si quieres. Es que no me junto mucho con nadie, pensé que estaría guay... Supongo.

—S... sí quiero... —Se forzó a responder, aunque para ello tuvo que hacer acopio de todo su valor una vez más. Había comenzado a juguetear con sus manos en un gesto nervioso, pero ella no se daba cuenta de ello. Tenía sus ojos clavados en Daruu, brillantes, llenos de emoción—. Aunque para hacer misiones tendrás que esperarme... Para que me gradúe y eso... —añadió, con tono lastimero.

Aunque inmensamente feliz, al mismo tiempo se sentía de alguna manera algo culpable. Por haber suspendido iba a retrasar su avance como ninja...
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#17
—S... sí quiero... —contestó Ayame, no sin esfuerzo. Jugueteó con las manos, como las muchachas vergonzosas a quienes les piden salir.

«¿P... por qué actúa de esa manera...? Si sólo es...» —pero se dio cuenta de que él estaba igual, y se calló la boca. La boca mental, esto es.

—Aunque para hacer misiones tendrás que esperarme... Para que me gradúe y eso...

A Daruu se le ocurrió una idea. Buena o mala, no lo sabía, pero le resultó graciosa, así que se rió en voz alta.

—No pasa nada, ¡mira, así ya tienes un incentivo! —dijo—. Vas a esforzarte y vas a aprobar, porque si no no puedo hacer misiones. —Lo decía con un tono infantil, juguetón.

Dio la vuelta alrededor de la muchacha exponiendo su feliz jugarreta y la empujó suavemente con una mano por la espalda.

—Vamos. Entrenaré contigo esta tarde. Piensa en algo en lo que quieras que te ayude, y te echo una manita. Pero no faltes, ¿eh? A las cinco en el ring de combate número 2, de la Academia, que tiene de todo.

Se dio la vuelta y echó a andar, canturreando.


···


El Torreón de la Academia de Amegakure tenía innumerables pisos. Había varios pisos dedicados a gimnasios y lugares de entrenamiento. Entre ellos, los rings de combate estaban en el más bajo, y arriba estaban los Invernaderos. Los primeros eran simples salas bien iluminadas o con grandes ventanales, con suelo de tierra o piedra, algunos árboles... Vamos, diferentes obstáculos y atrezzos de entrenamiento, como muñecos. Los segundos, los Invernaderos, eran auténticos microclimas, diseñados para entrenar a los jóvenes de Amegakure para luchar en tierras extrañas, donde había más de un día seguido que no llovía, o un calor extremo.

Como habían acordado, Daruu estaba a las cinco menos diez en el ring de combate número 2. El ring de combate número 2 tenía una línea en el centro, a modo de estadio, como todos, y además los típicos añadidos extra: unos cuantos troncos de madera cortados por la mitad, de enorme anchura, algunos árboles plantados ahí a propósito, dianas en las paredes para practicar puntería, muñecos de entrenamiento...

Daruu estaba en el centro, en aquél momento en concreto no estaba haciendo nada espectacular. A menos que consideremos espectacular rascarse detrás de la oreja, distraído. Había llegado muy pronto, como siempre. Pero es que le gustaba llegar antes a los sitios.
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#18
—No pasa nada, ¡mira, así ya tienes un incentivo! —resolvió Daruu, con una alegre carcajada, pero Ayame se removía inquieta en su sitio. ¿Hasta qué punto le vendría bien tener aún más presión encima?—. Vas a esforzarte y vas a aprobar, porque si no no puedo hacer misiones —decía, con un tono infantil y juguetón.

—Eso espero... —respondió ella en voz baja.

El chico avanzó en torno a ella, aún con aquella reluciente sonrisa en la cara. ¿Por qué le hacía tanta ilusión? ¿O quizás se estaba riendo a su costa? ¿Le parecería divertida toda aquella situación? Un suave empujón por la espalda la pilló desprevenida, y Ayame dejó escapar una leve exclamación.

—Vamos. Entrenaré contigo esta tarde. Piensa en algo en lo que quieras que te ayude, y te echo una manita. Pero no faltes, ¿eh? A las cinco en el ring de combate número 2, de la Academia, que tiene de todo.

—¿Qu...? —preguntó, dándose la vuelta en el acto. Pero sin haber esperado siquiera una contestación por su parte, Daruu ya se alejaba, canturreando para sí—. Está bien...

Se llevó una mano al pecho, como si de esa forma fuera a mitigar los alocados latidos de su corazón. ¿Por qué se ponía tan nerviosa ante la perspectiva de que alguien la ayudara a entrenar? ¿Por qué le ponía tan nerviosa que ese alguien fuera precisamente Daruu? No estaba segura de la respuesta, pero de lo que sí estaba convencida era de que más le valía encontrar algo que hacer hasta las cinco de la tarde, porque no podía volver a su casa así como así.

...

Y así pasaron las horas, entre incontables paseos y tratando desesperadamente de encontrar algo con lo que entretenerse hasta la hora del encuentro. Apenas llevaba dinero encima, por lo que tuvo que conformarse con comer en un humilde puestecito de ramen que encontró en la avenida principal y cuyos precios se acomodaban a su precaria situación. No fue una comida especialmente deliciosa, de hecho enseguida se dio cuenta de que el plato debía de estar sacado de fideos instantáneos de bote, aunque ya podía dar gracias de que al menos el caldo estuviese lo suficientemente caliente. Y allí se quedó, refugiada bajo el toldo de la incesante lluvia y remoloneando hasta que se acercó la hora del encuentro.

Llegó enseguida al colosal Torreón de la Academia. Aunque enseguida maldijo para sus adentros haber quedado en aquel lugar. Su suspenso era demasiado reciente, y encontrarse delante de las puertas que debería seguir atravesando en los próximos meses no la reconfortaba en absoluto. Pese a todo, suspiró para sí y entró en el edificio.

«Dijo en el ring número... dos, creo recordar.» Pensaba, mientras enfilaba un pasillo y, tras dejar atrás una puerta corrediza se colocaba justo frente a la segunda. Antes de entrar, se aseguró de que la cinta de tela permaneciera en su sitio, y permaneciera bien fija.

—Buenas tardes —dijo al aire, al tiempo que abría la puerta con una de sus manos. Para su sorpresa, Daruu ya estaba allí, de espaldas a ella y plantado sobre la línea que dividía el estadio justamente por la mitad. Aquí y allá, el terreno estaba salpicado con varios troncos de madera gruesos cortados por la mitad. Y, en los límites del bosque, varios árboles y dianas pintadas en las paredes. Ayame avanzó con cierta timidez hacia el encuentro. El chico se rascaba distraidamente detrás de la oreja, pero sin duda debía de haber notado su presencia—. Esto... ¿Daruu...-senpai?

Ahora ni siquiera estaba segura sobre cómo debía llamarle.
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#19
Daruu inclinó levemente la espalda a modo de saludo y esperó a que Ayame se le acercara, incómodo. Nunca había hecho de profesor, y, bueno, tampoco es que lo fuese a hacer ahora, pero...

¿Daruu...-senpai?

Daruu rió.

—¿Qué soy ahora, alguien mayor que tú? —dijo—. Te dije que éramos amigos, ¿no? Llámame Daruu, Daruu-kun o Daruu-san, me da igual, los honoríficos no son lo mío.

Se rascó la cabeza, por el lado en el que varios mechones rebeldes se resistían a obedecer y quedar pegados al cráneo.

—Bueno, ¿qué va a ser? ¿Qué se te resiste, qué quieres practicar?
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#20
Pero Daruu respondió con una carcajada.

—¿Qué soy ahora, alguien mayor que tú? —dijo, alegremente.

—No... pero como quieres ayudarme a entrenar pues... —respondió ella, removiéndose con cierto nerviosismo. Pero el de ojos blancos no tardó en interrumpirla:

—Te dije que éramos amigos, ¿no? Llámame Daruu, Daruu-kun o Daruu-san, me da igual, los honoríficos no son lo mío.

Ayame asintió, y una breve sonrisa aleteó en sus labios. En aquella ocasión, una sonrisa de verdad.

—Está bien, Daruu-san —concedió. Por el momento se sentía más cómoda así. Aún no sentía la suficiente confianza con Daruu, así que el honorífico -kun todavía quedaba fuera de su alcance.

Él se rascó la cabeza, con gesto pensativo. Pero por mucho que entrelazara sus dedos con los mechones de pelo del lado derecho de su cabeza, aquellos volvían a erizarse, rebelándose contra de la gravedad.

—Bueno, ¿qué va a ser? ¿Qué se te resiste, qué quieres practicar?

Ayame volvió a cambiar el peso de su cuerpo de una pierna a la otra.

«Caminata vertical, caminata sobre el agua, lanzamiento de shuriken, Bunshin no Jutsu...» Recitaba en su cabeza la lista de los errores que le habían costado el suspenso del examen de genin. Había sucedido aquella misma mañana, pero se la sabía de cabo a rabo. Eran muchas cosas, y Ayame era consciente de ello. Pero también era consciente de que no podía decírselas todas a Daruu, por mucho que se ofreciera a ayudarla.

—Eh... ¿El Bunshin no Jutsu, quizás? —preguntó, con las mejillas arreboladas por la vergüenza—. La verdad, no consigo hacer ni un solo clon decente...
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#21
Ayame meditó la respuesta unos instantes, cambiando el peso de una pierna a otra, antes de acabar diciendo:

—Eh... ¿el Bunshin no Jutsu, quizás? —dijo, tímidamente. Se puso roja—. La verdad, no consigo hacer ni un solo clon decente...

—En mi opinión lo primero que tienes que hacer es no tener vergüenza por no saber incluso la técnica más básica —dijo él, serio—. Al final, toda esa vergüenza lo que hace es que no te puedas concentrar como es debido. Además, nadie nace sabiendo. Lo dominarás.

Caminó de un lado a otro. Finalmente, se alejó un poco de la muchacha y separó las piernas.

—¿Te sabes los sellos, no? Carnero, serpiente, tigre. —Enumeró, a medida que iba formulándolos con las manos—. Bunshin no Jutsu.

Con un breve estallido de humo, hasta cuatro copias de Daruu, dos a cada lado, aparecieron. Uno de ellos le sacaba la lengua, otro hacía aspavientos con las manos, y los dos últimos echaban un pulso de mentira.

—Bromas aparte... Nadie se conoce más que tú. Te ves al espejo todas las mañanas, sabes cómo te mueves... Tienes que imaginar una imagen de ti misma y proyectar el chakra a uno de tus costados. Mantener esa imagen en la cabeza es muy importante, y tiene que ser lo más detallada posible. Lo primero que tienes que hacer es conseguir que sea fiel, da igual que no se mueva, da igual que te cueste un tiempo lanzar la técnica. No estamos en un combate real, y podrás optimizarla después. Ahora, simplemente hacerla.
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#22
—En mi opinión lo primero que tienes que hacer es no tener vergüenza por no saber incluso la técnica más básica —dijo él, serio. Pero si lo que trataba era animarla, consiguió el efecto totalmente opuesto.

«Incluso la técnica más básica... Eso suena aún más triste...» Se lamentó, hundiendo aún más los hombros.

—Al final, toda esa vergüenza lo que hace es que no te puedas concentrar como es debido —continuó Daruu, y la atención de Ayame volvió hacia él como un boomerang—. Además, nadie nace sabiendo. Lo dominarás.

—Más me vale... —respondió en voz baja. Si no lo hacía jamás sería capaz de graduarse como genin. Y entonces su padre...

No quiso ni pensar en ello.

—¿Te sabes los sellos, no? Carnero, serpiente, tigre —preguntó Daruu. Ayame asintió inmediatamente, y sus propias manos se entrelazaron al compás de las de su compañero—. Bunshin no Jutsu.

Se produjo un breve estallido de humo, y cuando este se disipó Ayame se quedó lívida. No había conseguido crear un solo clon. No. Cuatro réplicas. Cuatro clones que le sacaban la lengua, movían los brazos de manera frenética o echaban un pulso entre sí.

—Bromas aparte... Nadie se conoce más que tú —continuó Daruu—. Te ves al espejo todas las mañanas, sabes cómo te mueves... Tienes que imaginar una imagen de ti misma y proyectar el chakra a uno de tus costados. Mantener esa imagen en la cabeza es muy importante, y tiene que ser lo más detallada posible. Lo primero que tienes que hacer es conseguir que sea fiel, da igual que no se mueva, da igual que te cueste un tiempo lanzar la técnica. No estamos en un combate real, y podrás optimizarla después. Ahora, simplemente hacerla.

—Imaginarme a mí misma y proyectar el chakra... —repitió ella, asintiendo enérgicamente para sí—. ¡Entendido!

Ayame cerró los ojos y sus manos comenzaron a entrelazarse en los ya conocidos sellos. Carnero... Tenía que verse a sí misma como se veía todas las mañanas en el espejo. Serpiente... Mantener esa imagen fijada en su mente, agarrarla y no soltarla... Tigre... Proyectar el chakra hacia el exterior...

—¡Bunshin no Jutsu!

Una explosión de humo la envolvió y Ayame abrió los ojos con el corazón en un puño. Sin embargo, si antes estaba avergonzada, ahora su rostro podría fácilmente confundirse por un tomate gigante.

«Tierra, trágame...» Suplicó para sus adentros, desesperada.

Sí, había conseguido crear una réplica de sí misma. Pero el clon en cuestión estaba tirado en el suelo, inerte como una muñeca de trapo, y parecía estar constituido por una especie de sustancia gelatinosa... casi agua. La imagen se veía empeorada por la enorme y resplandeciente sonrisa que esgrimía. Una sonrisa permanente que no parecía poder ser borrada ni con la más trágica de las noticias. Era una sonrisa incluso... escalofriante...
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#23
—Imaginarme a mí misma y proyectar el chakra...

Ayame parecía convencida con la explicación. Con la determinación de una guerrera cuando se ata el último cinto de su armadura de metal, la muchacha asintió con energía.

—¡Entendido!

Daruu observó con una mezcla de ternura y lástima cómo Ayame cerraba con fuerza los ojos y formulaba los sellos con lentitud. Si no hubiera sido por aquellos matones, estaba seguro de que habría aprendido las lecciones. Siempre había considerado a Ayame bastante inteligente, de hecho, nunca había tenido problema para responder las preguntas de los profesores en clase... Hasta que empezaron los abusos, claro.

—¡Bunshin no Jutsu!

El humo la envolvió, y se mantuvo unos instantes. Daruu miró con el ceño fruncido las volutas que ya debían disiparse, deseoso de comprobar si la kunoichi lo había consegui...

—¡Ja, ja, ja! —no pudo evitar reír. En el suelo había una especie de Flan de Ayame con una sonrisa impertérrita dibujada en la cara.

Pero Daruu vio la expresión en el rostro de Ayame, y se puso muy serio mientras se acercaba a ella. Le puso una mano en el hombro.

—Ey, ey. Ríete tú también, no te pongas así. ¡Los fallos son graciosos, sobretodo cuando son como este! Cuando intento dominar una técnica siempre me pasan estas cosas, de verdad —aseguró—. Además, al menos tú no eres el único Hyuuga que no sabe utilizar el estilo de combate troncal de todas sus técnicas... —Sonrió y se encogió del hombro, avergonzado. Luego, quitó la mano del hombro de Ayame y se rascó la coronilla.

El Juuken. No le había contado toda la verdad. No es que no supiera utilizarlo, es que esa misma mañana era la primera vez que había oído hablar de él. Fantástico.

—Eh, pero aquí me tienes. Mi madre no es del clan Hyuuga, ¿sabes? Bueno, no tiene el Byakugan —dijo, señalándose los iris blancos como la leche, con un tono purpúreo ligeramente perceptible y heredado de mamá—. Y necesitas el Byakugan para usarlo. Se supone además que se transmite de padre o madre a hijo, así que ya ves lo jodido que estoy, porque mi abuela, que lo poseía, murió hace mucho tiempo, antes de que yo naciese. Todo lo que tengo son unos pergaminos viejos que nos legó, y... bueno. Digamos que los primeros intentos no han sido... fructíferos.

Más bien, cuando abrió el primer pergamino después de comer, sólo se encontró con unos símbolos rarísimos. Como estaba cansado y tenía que quedar con Ayame, había decidido investigarlos después, con más calma, o preguntarle a su madre.

Se encogió de nuevo de hombros y se alejó un poco.

—Pero basta de hablar de mí. Venga, ¡otra vez!
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#24
La carcajada de Daruu resonó por todas las paredes de la sala e hizo eco dolorosamente en los oídos de Ayame. En aquellos momentos, Ayame tenía la mirada clavada en la arena, como si estuviese rogando que la sepultara allí mismo. Incluso el mismo clon fallido parecía estar riéndose de ella, con aquella estúpida sonrisa en la cara, antes de que Ayame se hartara de verla y decidiera interrumpir la técnica. El clon, o lo que debería haberlo sido al menos, se desvaneció con un pequeño estallido de humo.

No se había dado cuenta, pero de repente Daruu estaba frente a ella y había apoyado una mano sobre su hombro. Aquello sólo incrementó sus ganas de echarse a llorar.

—Ey, ey. Ríete tú también, no te pongas así. ¡Los fallos son graciosos, sobretodo cuando son como este! Cuando intento dominar una técnica siempre me pasan estas cosas, de verdad —intentó animarla Daruu, pero Ayame se mordió el labio inferior intentando contener el llanto. No podía reírse cuando aquella endemoniada réplica también la había sonreído aquella mañana, durante el examen de Ninjutsu.

—Además, al menos tú no eres el único Hyuuga que no sabe utilizar el estilo de combate troncal de todas sus técnicas...

Ayame alzó la mirada hacia Daruu. Sonreía, pero parecía incómodo.

—Eh, pero aquí me tienes. Mi madre no es del clan Hyuuga, ¿sabes? Bueno, no tiene el Byakugan —explicó, señalándose aquellos extraños ojos del color de las perlas—. Y necesitas el Byakugan para usarlo. Se supone además que se transmite de padre o madre a hijo, así que ya ves lo jodido que estoy, porque mi abuela, que lo poseía, murió hace mucho tiempo, antes de que yo naciese. Todo lo que tengo son unos pergaminos viejos que nos legó, y... bueno. Digamos que los primeros intentos no han sido... fructíferos.

«Vaya, así que por eso tiene los ojos así... Y yo que al principio pensaba que era ciego...»

—Si te sirve de consuelo... —Daruu había sido muy sincero con ella, quizás demasiado. Ahora era su turno de confesarse—. Yo tampoco conozco a ningún Hōzuki, aparte de mí claro está. Así que no tengo manera de aprender las técnicas del clan.

Sonrió, complaciente. Aunque una parte de ella aún recordaba a los hombres que habían intentado entrar en su casa aquella noche, varios años atrás.

—Pero basta de hablar de mí. Venga, ¡otra vez!

Ayame asintió, aunque no con demasiada convicción. Nuevamente cerró los ojos y frunció el ceño, tratando de contener con todas sus fuerzas su propia imagen en su mente. Entrelazó las manos en los sellos ya conocidos...

—¡Bunshin no Jutsu!

Repitió. Y cuando abrió los ojos su peor pesadilla seguía allí, desparramado en el suelo como un charco de gelatina y con aquella sonrisa burlona ondeando en lo que debía ser su rostro. Con un gemido lastimero, Ayame se dejó caer en el suelo de culo.

—¡No puedo! —exclamó, con un hilo de voz desesperado.
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#25
Ayame asintió con determinación, pero sólo le faltaba estar sudando y tragar saliva para que fuese evidente que no estaba del todo convencida.

«Así que ella tampoco conoce a nadie de su clan... Me pregunto que clase de habilidades...»

La muchacha cerró los ojos, frunció el ceño y formuló los sellos.

Y el bunshin les sonrió.

—¡No puedo! —gimió Ayame, y se dejó caer en el suelo de culo en una estampa, a decir verdad, bastante cómica.

Daruu, preocupado, se acercó a ella.

—¡Que sí que puedes mujer! —dijo—. Oye, el clan Hozuki. ¿Qué habilidades tiene? ¿Qué sabes... hacer?
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#26
Daruu se acercó a ella. Por el gesto de su rostro parecía preocupado, y Ayame no pudo evitar lanzarle una mirada cargada de disculpas como hacía siempre que entrenaba con su padre o su hermano y no conseguía hacer algo bien. Sin embargo, la respuesta de su compañero fue muy diferente a la que solía recibir:

—¡Que sí que puedes mujer! —la animó, y Ayame se mordió el labio inferior—. Oye, el clan Hozuki. ¿Qué habilidades tiene? ¿Qué sabes... hacer?

Aquello parecía una especie de permiso para permitirse un pequeño descanso. Por eso, Ayame suspiró profundamente y dejó que el clon se deshiciera en un pequeño estallido. En realidad, no acostumbraba a hablar de sus habilidades con el resto de la gente. Sobre todo si eran shinobi. Sabía que era un acto arriesgado exponer de aquella forma sus fortalezas y debilidades. Pero Daruu le estaba ayudando con su entrenamiento de forma totalmente altruista, e incluso le había hablado del Byakugan. Aunque fuera de manera superficial. En cierta manera se sentía en deuda con él.

—El clan Hōzuki se especializa en el uso del Suiton —le respondió, y a sabiendas de que aquello era demasiado general sacudió levemente la cabeza—. Pero va mucho más allá del uso que les dan otros shinobi ajenos al clan. Nosotros somos el agua.

Apoyó las manos en el suelo y se impulsó para volver a reincorporarse.

—En algún momento lo comprobarás. Por el momento tendrás que conformarte con eso —le sonrió. Pero enseguida retornó a su gesto serio y concentrado. Volvió a cerrar los ojos y entrelazó las manos—. ¡Bunshin no Jutsu!

La réplica volvió a materializarse. En aquella ocasión parecía que se sostenía sobre sus dos piernas, aunque fuera a duras penas, pero seguía siendo una masa amorfa y gelatinosa. Y seguía teniendo aquella estúpida sonrisa en la cara.

—¿¡Pero por quééééé!? —gimoteaba Ayame, al punto de estirarse de los pelos.
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#27
—El clan Hōzuki se especializa en el uso del Suiton —respondió Ayame—. Pero va mucho más allá del uso que les dan otros shinobi ajenos al clan. Nosotros somos el agua.

Ayame apoyó las manos en el suelo y dio un pequeño impulso para reincorporarse.

—En algún momento lo comprobarás. Por el momento tendrás que conformarte con eso —Sonrió. Cerró los ojos, puso su habitual mirada de concentración y entrelazó las manos. Creó un nuevo clon, que en esta ocasión al menos luchaba por tenerse en pie en lugar de aparecer simplemente deforme en el suelo.

—¿¡Pero por quééééé!? —gimió Ayame.

—Entonces, tú tendrás que conformarte con esa sonrisa estúpida de tu clon, al menos hasta que consigas borrársela de la cara —Daruu chasqueó la lengua y se cruzó de brazos—. Mira, mis ojos me permiten ver el chakra, su forma y su color, y diferenciar unos de otros. Puedo ver en la distancia, y puedo ver a través de las paredes, hasta cierto punto. También, por extraño que te parezca, mi campo de visión es de trescientos sesenta grados en cortas distancias.

»¿Quieres que te ayude, o no? Si vamos a ser compañeros de misión, tendremos que conocer lo que podemos hacer. Aunque sea más o menos, lo más básico. Te lo estoy diciendo por una buena razón.
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#28
—Entonces, tú tendrás que conformarte con esa sonrisa estúpida de tu clon, al menos hasta que consigas borrársela de la cara —le espetó Daruu, y Ayame le miró, entre confundida y dolida.

¿A qué venía aquel súbito cambio de humor? Se suponía que eran ninja (o al menos algunos estaban en proceso de serlo...) esconder sus habilidades estaba dentro del contrato que figuradamente habían firmado al decidir tomar aquella vida por su supervivencia.

—Mira, mis ojos me permiten ver el chakra, su forma y su color, y diferenciar unos de otros —comenzó a relatar, para su completa estupefacción, como si le hubiese leído el pensamiento—-. Puedo ver en la distancia, y puedo ver a través de las paredes, hasta cierto punto. También, por extraño que te parezca, mi campo de visión es de trescientos sesenta grados en cortas distancias.

»¿Quieres que te ayude, o no? Si vamos a ser compañeros de misión, tendremos que conocer lo que podemos hacer. Aunque sea más o menos, lo más básico. Te lo estoy diciendo por una buena razón.


Ayame torció el gesto en un pequeño mohín. Sin embargo, rendida, terminó por encogerse de hombros y alzar ambas manos con las palmas hacia arriba.

—Jo... y yo que quería hacerme la interesante por una vez... —bromeó, pero enseguida retornó a un gesto serio—. Está bien...

Respiró hondo, y le dirigió una nueva mirada. Muy diferente de la anterior.

—Los Hōzuki somos el agua, como ya te he dicho. Eso quiere decir que tenemos la habilidad de convertir en agua nuestros cuerpos y retornar a nuestra forma original a voluntad —como muestra, levantó una mano hacia él. Pero ya había dejado de parecer una mano. En su lugar, sus dedos parecían estar perdiendo su color rosado, derritiéndose y desprendiéndose del resto de su cuerpo. Sin embargo, antes de que eso llegara a suceder volvió a recuperar su color rápidamente y su forma y firmeza. Ayame volvió a encogerse de hombros—. No sé mucho más de estas habilidades, como ya te he dicho no hay nadie que sea Hōzuki en mi familia que me pueda enseñar. Pero, aunque no sea tan interesante como tus ojos, nos da unas cualidades bastante útiles a la hora de defendernos o pasar desapercibidos.

»¿Por qué este repentino interés hasta el punto de desvelarme tus propias habilidades?
—terminó por preguntarle, directa como una saeta.
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#29
Ayame puso un puchero, se encogió de hombros y le enseñó las palmas de las manos.

—Jo... y yo que quería hacerme la interesante por una vez...

Daruu entrecerró los ojos peligrosamente y se cruzó de brazos.

—Está bien... —La muchacha respiró hondo y se centró—. Los Hōzuki somos el agua, como ya te he dicho. Eso quiere decir que tenemos la habilidad de convertir en agua nuestros cuerpos y retornar a nuestra forma original a voluntad.

Ayame levantó una mano hacia Daruu. Los dedos se derritieron y se convirtieron en una especie de gelatina, casi a punto de licuarse por completo y caer al suelo. Luego volvieron a ser los de siempre. Todo esto mientras Daruu observaba con el cejo fruncido y la boca ligeramente abierta, como si de alguna forma pensase que eso tenía que doler.

—No sé mucho más de estas habilidades, como ya te he dicho no hay nadie que sea Hōzuki en mi familia que me pueda enseñar. Pero, aunque no sea tan interesante como tus ojos, nos da unas cualidades bastante útiles a la hora de defendernos o pasar desapercibidos. ¿Por qué este repentino interés hasta el punto de desvelarme tus propias habilidades?

A Daruu le costó varios segundos recomponerse. Sacudió la cabeza y contestó.

—Porque quiero ayudarte a aprobar el examen, tonta —Sonrió—. Ascender a genin significa convertirse en un ninja novato. Normalmente piden saber utilizar las técnicas básicas, pero por ejemplo a mí me aprobaron gracias a una demostración de mis habilidades con el Byakugan. Ni siquiera tuve que llegar a hacer el Bunshin no Jutsu, a pesar de que sí que sepa usarlo de sobra.

»Con esto quiero decir, que seguro que tu cabeza de chorlito no tuvo la genial idea de demostrarles que sabes transformar tu cuerpo en agua, que, desde luego, es bastante más impresionante que saber crear una imagen sin sustancia.
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#30
Pero Daruu tardó algunos segundos en responder. Con la boca entreabierta y el ceño ligeramente fruncido, había estado observando a Ayame como quien hubiera visto una sirena o un unicornio. O quizás algo mucho más rocambolesco. Ella ya estaba acostumbrada a aquella reacción, la había observado incontables veces. Siempre que había hecho gala de sus habilidades por una razón o por otra y había habido público para verla convertirse en agua.

Finalmente, Daruu sacudió la cabeza y sonrió. Ayame suspiró para sus adentros, aliviada al ver que había dejado de mirarla como lo hacía su padre.

—Porque quiero ayudarte a aprobar el examen, tonta —respondió, y Ayame se llevó una mano al pecho cuando sintió un extraño cosquilleo.

«¿Qué es esto?» Se preguntó, pero Daruu seguía hablando.

—Ascender a genin significa convertirse en un ninja novato. Normalmente piden saber utilizar las técnicas básicas, pero por ejemplo a mí me aprobaron gracias a una demostración de mis habilidades con el Byakugan. Ni siquiera tuve que llegar a hacer el Bunshin no Jutsu, a pesar de que sí que sepa usarlo de sobra. Con esto quiero decir, que seguro que tu cabeza de chorlito no tuvo la genial idea de demostrarles que sabes transformar tu cuerpo en agua, que, desde luego, es bastante más impresionante que saber crear una imagen sin sustancia.

Ayame alzó un dedo con la boca abierta, dispuesta a responder. Sin embargo, no terminaba de encontrar qué palabras formular y terminó por cerrarla y bajar de nuevo el brazo, lentamente.

—N... no... no se me ocurrió... —confesó—. Pero no estoy segura de que eso funcionara, Daruu-san. En primer lugar, mi habilidad no es tan impresionante como tus ojos. Y en segundo lugar... —Ayame apartó la mirada, profundamente avergonzada, y continuó hablando con un débil balbuceo—. No me suspendieron sólo porque no supiera hacer un clon... —Se mordió el labio inferior, el certificado de las calificaciones del examen volvía a bailar frente a sus ojos—. Tampoco sé manejar un kunai o lanzar un shuriken de manera decente... no sé trepar las paredes ni caminar sobre el agua... y aprobé la lucha cuerpo a cuerpo por pura suerte...

Se llevó una mano a los labios, intentando contener el llanto. Pero era inútil. Las lágrimas habían comenzado a rodar por sus mejillas de manera incontrolable. Rendida a lo evidente y avergonzada por lo que era, terminó por cerrar los ojos.
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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