Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Akame asintió, complacido, ante la evolución que experimentaba el rostro de aquel noble soldado conforme su voluntad y determinación eran mermadas por las palabras de Datsue. Había que admitirlo: aquel chico sabía cómo hablar a la gente. Incluso el propio Uchiha de la Arena acabó rematadamente convencido de que lo que su compañero decía era la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad. «Este muchacho con lengua de plata es más listo de lo que aparenta, debo andarme con ojo cuando esté cerca». Y es que, si bien el propio Akame se olvidaba de ello algunas veces, la verdad era que él seguía siendo un espía en una Aldea enemiga y con un margen de maniobra desesperantemente escaso. Así, Akame había pasado de ver a su joven compañero como un divertido chaval, a un potencial peligro. Cuando se intentaba mantener una mentira —tan rematadamente enorme— delante de gente como Datsue, bastaba un pequeño traspiés para...
—Pero si lo prefiere podemos hacer esto por la vía de los papeles, faltaría más. Al fin y al cabo es su pueblo.
Ahí estaba. Fue casi imperceptible para el Uchiha, pero lo captó —un pequeño tic en el párpado derecho del alguacil. «Mala señal». Hisagi pasó en un momento del embelesamiento al nerviosismo, como si la niebla mental que las palabras de Datsue habían esparcido por su mente se hubiese disipado de un soplo.
Entonces una tercera voz se unió a la disputa. Y, esta vez, Akame no pudo evitar abrir los ojos como un conejo cuando le alumbran con una lámpara de aceite.
A cada palabra que el de Ame pronunciaba, el párpado derecho de Hisagi temblaba más y más. El soldado se fue poniendo colorado como un tejo, con una mano firme sobre la cadera y la otra agarrando con fuerza el pomo de su espada. Haciendo gala de una fuerza de voluntad ejemplar, el noble funcionario sólo habló cuando Karamaru hubo terminado.
—Fuera... —musitó primero, mientras su mirada iracunda iba pasando de uno a otro gennin—. Largo. Largo de aquí. ¡Largo de aquí! —alzó la mano zurda, autoritario—. ¿Pensáis que podéis venir aquí a mofaros de mí? ¿A insultarme, delante de todo el pueblo? ¿¡Pensáis que soy estúpido!?
Se acercó un par de pasos, furioso, y el traqueteo de su armadura de acero al moverse fue tan contundente que Akame retrocedió un milímetro de forma casi inconsciente. Desde tan cerca, aquel tipo imponía. Su rostro era una barra de hierro preparada para descargar un porrazo sobre las cabezas de sus enemigos, y sus ojos eran dos piedras negras y duras.
—¿¡Es que no he sido lo suficientemente claro!? —vociferó, y algunos aldeanos, que transitaban la plaza a aquellas horas del día, se percataron de la escena. Akame pudo observar que ninguno se acercaba, temerosos—. Si vuelvo a toparme con vosotros, os haré arrestar. No quiero volver a veros por mí pueblo.
Hisagi estaba tan cerca que cualquiera de los tres gennin podría haber notado su respiración agitadada, los músculos en tensión alrededor de su cuello, y su imponente figura alzándose como un mastodonte de acero y color turquesa. El Uchiha le mantuvo la mirada un momento, pero luego decidió que ya la habían cagado bastante y simplemente asintió con el aire de calma que le caracterizaba.
25/10/2016, 00:12 (Última modificación: 25/10/2016, 01:14 por Uchiha Datsue.)
—Auch… —el Uchiha entrecerró los ojos ante las palabras de Karamaru, que sonaron para sus oídos como el chirrido de unas uñas arañando la pizarra. Por Izanami, Karamaru. Una cosa es tensar un poco la cuerda y otra muy distinta entrar a cañón machete en mano. Estos de Ame, desde luego, no se caracterizan por su sutileza.
—Fuera... —musitó el alguacil, mientras su mirada iracunda iba pasando de uno a otro gennin—. Largo. Largo de aquí. ¡Largo de aquí! —A Datsue le faltó tiempo para retroceder un paso, y casi se trastabilla en el proceso—. ¿Pensáis que podéis venir aquí a mofaros de mí? ¿A insultarme, delante de todo el pueblo? ¿¡Pensáis que soy estúpido!?
El alguacil dio un par de pasos al frente, cual toro, encarándose con los tres shinobis… o con dos, al menos, pues Datsue había retrocedido otro paso para mantenerse fuera de su alcance. Solo por precaución, por supuesto. El miedo no tenía nada que ver con aquello.
—¿¡Es que no he sido lo suficientemente claro!? Si vuelvo a toparme con vosotros, os haré arrestar. No quiero volver a veros por mí pueblo.
Datsue, precavido, se hizo a un lado para que Karamaru estuviese justo en medio entre él y el alguacil. Una forma elegante —o quizá no tan elegante— de usarlo como escudo. La precaución primero y siempre, como diría cualquier Uzureño de buena cuna.
—¡Ahora entiendo los rumores! —exclamó, a sabiendas de que había público observando—. ¡La gente de este honrado pueblo muriéndose y usted preocupándose de echar a unos pobres shinobis que tan solo querían ayudar! —Por si acaso, se pegó a la espalda de Karamaru, e incluso le empujó levemente para que fuese él quien se encarase con Hisagi—. No se preocupe que ya nos vamos —añadió, temeroso de que hubiese tensado demasiado la cuerda como instantes antes había hecho el propio calvo—. Vámonos, chicos. Y sujetadme porque ante actitudes como ésta no respondo —Al Uchiha le había sobrado tiempo para encontrarse ya a diez metros cuando había soltado su última frase—. ¡No respondo!
Fiuu… Ha faltado poco para que le arranque la cabeza de un bocado, al muy malnacido. Pero, ¿quién se creerá? Menos mal que estaban Karamaru y Akame para sujetarme. Datsue siguió alejándose, justo en la dirección opuesta a la casa de Hisagi. Sí, menos mal. Debe ser la sangre Uchiha, que me pone agresivo.
Cuando creyó que ya estaba a salvo, se detuvo y esperó a que llegasen sus dos compañeros. Era obvio que necesitarían un cambio de táctica, visto lo visto. Quizá sea el momento de separarme de estos dos e ir en busca del señor Iwata...
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¿Podemos dejar el tema de lado y proseguir con lo que nos concierne?
El calvo todavía no había terminado esa pregunta y ya se daba cuenta que no le estaba cayendo muy bien al alguacil. Espada en mano, aunque desenfundada todavía, y una cara de rabia que parecía ponerse un poquito más colorada a cada segundo que pasaba. Karamaru no pudo evitar sonreír, porque por fin le retrucaba a Datsue y sus "¿No es así, Karamaru?", pero por otro sus músculos se empezaban a afirmar a sabiendas de que Hisagi no estaba del todo contento en ese momento.
Fuera... ¡Largo de aquí!
Datsue daba un pequeño paso atrás, Karamaru seguía firme y plantado en el lugar al igual que Akame.
¿Pensáis que podéis venir aquí a mofaros de mí? ¿A insultarme, delante de todo el pueblo? ¿¡Pensáis que soy estúpido!?
Dos o tres pasos largos hicieron que la armadura brillante se acercase. Akame se movió, Datsue retrocedió a un más, el calvo siguió plantado en el lugar.
¿¡Es que no he sido lo suficientemente claro!?
Karamaru sintió un leve empujoncito desde atrás. justo lo que le faltaba. Con determinación encaró al alguacil y con cara seria se puso a centímetros de un frente a frente con la mirada fija en los ojos de Hisagi. Desafiante allí se plantaba para cubrir a sus compañeros y para defender su honor.
«¿Acaso crees que te tengo miedo?»
Si vuelvo a toparme con vosotros, os haré arrestar. No quiero volver a veros por mí pueblo.
Los gritos del Uchiha morocho se escuchaban a sus espaldas aunque el monje poco prestaba atención. Seguía con la mirada clavada en la otra, en la mirada del portador de esa armadura brillante. Datsue estaba cada vez más lejos, Akame parecía retroceder pero Karamaru seguía ahí. Hasta que el alguacil no diese un paso atrás él tampoco lo haría, cuestión de honor, cuestión de orgullo, cuestión de defender a sus compañeros y de demostrarles valentía.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
25/10/2016, 17:26 (Última modificación: 25/10/2016, 17:27 por Uchiha Akame.)
Datsue no tardó mucho en adoptar una actitud tan cauta como la de su primo lejano —Akame—, probablemente al llegar a la misma conclusión lógica de que enemistarse con la máxima autoridad de un pueblo tan pequeño no les iba a facilitar en absoluto el trabajo. «Las grandes mentes piensan igual», se dijo el Uchiha de Inaka mientras esbozaba una sonrisa divertida. Datsue no era él, sin embargo, y su huída fue algo menos conformista y discreta. Mientras se batía en primorosa retirada, el joven gennin empezó a despotricar contra Hisagi. Su retahíla era ingeniosa y sumamente divertida, hasta el punto de que Akame tuvo que disimular una carcajada tosiendo repetidas veces.
Sin embargo, la risa se le heló en el rostro cuando alzó la vista y vio a Karamaru encarando al alguacil, plantado en el suelo con la firmeza de una estaca. «No puede ser, ¡por todos los demonios! ¿Es que aún quiere empeorar la situación?».
Bayushi Hisagi clavó sus ojos oscuros en los del shinobi calvo de Amegakure no Sato. Pese a la corpulencia de éste último, el guerrero del Daimyo le sacaba una cabeza y media, y era visiblemente más fornido. Su armadura de placas de acero parecía sólida como una roca, y su espada era sin duda tan mortífera como aparentaba.
—Te he ordenado que desaparezcas de mi vista. ¿Acaso eres sordo, chico? —masculló el funcionario, escupiendo las palabras—. ¿O simplemente lento? ¿En la Lluvia no os hacen un examen antes de daros la bandana? —agregó, amenazador, mientras su puño se mantenía cerrado firmemente en torno al mango de su espada—. No me irás a decir que copiaste, ¿eh?
La tensión se palpaba en el aire. Con gesto cauto, Akame empezó a acercarse a paso tranquilo hacia donde se había quedado plantado su improvisado compañero de empresa.
Por las cejas de Yubiwa, ¡¿pero qué les pasa a estos dos?!
Inexplicablemente, Karamaru se había quedado discutiendo con Hisagi. Había que admitir que tenía un par de cojones, como poco. Desafiar al alguacil de un pueblo extranjero no era moco de pavo. Por otra parte, Akame, como todo buen compañero, se había acercado a él en una clara señal de que le brindaba su apoyo en caso de ser necesario. Lamentablemente, Datsue debía haber faltado a clase el día en que dieron lecciones sobre compañerismo.
Un buen tipo, este Akame. Hay pocos en los que se pueda confiar cuando las cosas se ponen feas. Sonrió y dio media vuelta. En mí, por ejemplo, no.
—¡Disculpe! —exclamó, tratando de llamar la atención al aldeano que le quedaba más cerca, quién debía estar contemplando la escena atónito. Se apresuró en acercarse a él—. Perdóneme por distraerle de semejante… —miró un momento de nuevo hacia atrás para comprobar que seguían discutiendo—, espectáculo. Solo será un momento —esbozó una sonrisa amable, tan falsa como un billete de un ryo—. ¿Tendría la amabilidad de indicarme dónde se encuentra la casa del señor Iwata?
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26/10/2016, 01:42 (Última modificación: 26/10/2016, 02:09 por Karamaru.)
Como era de esperar el alguacil no se achicó y mostró la misma actitud que el calvo. Si Karamaru no iba a retirarse antes menos lo haría ahora que Hisagi lo encaraba y le gritaba. Pudo notar como su mano apretaba cada vez con más fuerza el mango de espada y casi por instinto, dejando al cuerpo moverse solo, el monje acercó su derecha a su portaobjetos para tener un kunai a mano.
Te he ordenado que desaparezcas de mi vista. ¿Acaso eres sordo, chico? ¿O simplemente lento? ¿En la Lluvia no os hacen un examen antes de daros la bandana?
No me irás a decir que copiaste, ¿eh?
«Oh, lucha de palabras, me gusta»
Karamaru casi esboza una sonrisa pero el ambiente no lo ameritaba. Siguió con su cara seria mirando los profundos ojos del capitán del pueblo.
Creo que me debo de estar quedando sordo realmente. ¿Acaso me estabas "ordenando" y amenazando?
Me parece que aquí el que no pasó el examen es el alguacil, que va en contra del libre albedrío de la gente. ¿Qué le dirás a mi Kage cuando se enteré de que atacaron a uno de sus shinobi solamente por mirar a alguien? ¿Y encima en misión oficial?
¿Estás seguro de lo que haces? ¿Por qué no dejas esto y vuelves dentro? Nosotros nos iremos de tu puerta, quédate tranquilo.
Ahora si Karamaru mostró la sonrisa y esperó en silencio, preparado para cualquier acción de Hisagi.
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27/10/2016, 17:22 (Última modificación: 27/10/2016, 20:40 por Uchiha Akame.)
El lugareño elegido por Datsue para satisfacer su curiosidad fue nada más y nada menos que aquel pescador que les había indicado con anterioridad dónde estaba la casa del alguacil. Después de ver semejante espectáculo, el tipo no pudo más que fruncir el ceño para mostrar toda la desconfianza de la que fue capaz.
—¿Y pa' qué quieres saber eso, mozo? ¿Eh'que le vas a ir a faltar al respeto tamié?
Datsue pudo darse cuenta entonces de que no sólo aquel fornido pescador le estaba mirando con malos ojos; la mayoría de los curiosos que se habían acercado, atraídos por la discusión, arrugaban el ceño y fruncían los labios en señal de desaprobación. Bayushi Hisagi era allí una autoridad, pero también la única persona que les protegía de un mundo peligroso —y eso, en un pueblo fronterizo y pequeño como Kawabe, era mucho decir—. Ellos acababan de insultarle públicamente... No iba a ser fácil volver a ganarse la confianza de los autóctonos.
Por su parte, Karamaru respondió al desafío del alguacil con una actitud imprudente. «Por calificarla de alguna manera... ¿¡Qué diablos le pasa a este tipo!?». Pese a que su rostro, calmo e inmutable, no daba señales de ello, Akame estaba empezando a desesperarse bastante con la beligerante actitud de su improvisado compañero. Con cada palabra que el de Ame soltaba por la boca, Hisagi se ponía más y más rojo, y al terminar, el Uchiha pudo jurar que había visto resplandecer un momento el acero de su espada al ser desenvainado.
«Se acabó».
Se acercó a Karamaru, metió la mano en su portaobjetos y...
¡CLONK!
... dejó seco al calvo con un sonoro golpetazo, estampándole la anilla de acero de su kunai directamente contra la cabeza, en un punto intermedio entre la nuca y el inicio del cráneo.
— — —
Cuando el de Amegakure volviese en sí, notaría la brisa fresca y húmeda del río acariciándole el rostro. Se encontraría tendido sobre la hierba suave de la ribera, con la espalda apoyada en el tronco de un árbol y un moratón en la parte trasera del cráneo. Junto a él tenía una pequeña cesta con un par de bolas de arroz, y un recipiente de madera con agua fresca y limpia.
Akame descansaba sentado en la orilla del río, remojándose los pies que todavía le dolían de la caminata. No llevaba su capa, que yacía sobre la hierba, perfectamente doblada, pero sí su bandana —anudada en torno al brazo derecho— y su portaobjetos, en la cintura. Bebía té a sorbos de una taza de madera, y silbaba una cancioncilla popular del País del Viento para pasar el rato.
Se había llevado a Karamaru después de mandarlo a dormir entre disculpas y frases corteses. Ni siquiera se había parado a ver si Datsue le seguía o no.
«Espero que esto haya servido de algo... Ahora sólo queda esperar a que se calmen los ánimos en el pueblo. Maldición, Datsue-kun, ¡menos mal que me dijiste que este amegakureño era un buen shinobi!».
27/10/2016, 23:02 (Última modificación: 27/10/2016, 23:08 por Uchiha Datsue.)
—¿Y pa' qué quieres saber eso, mozo? ¿Eh'que le vas a ir a faltar al respeto tamié?
El cerebro de Datsue tardó unos segundos en procesar las palabras del aldeano, tan cargadas de acento como estaban. Cuando al fin logró entenderlo, alzó las cejas de forma exagerada y se llevó las manos al pecho:
—¿Ir a faltarle al respeto? ¿Yo? Por Izanagi, ¡no! —exclamó, indignado—. Verá, conozco a su primo, Donhomar —¿Donhomar? ¿En serio? ¿Es que no se me había podido ocurrir un nombre más… normal?—, y me pidió que le diese recuerdos y me interesase por su salud. El pobre trabaja más duro que un burro de carga y hace años que no lo ve —le confesó, con voz triste, al tiempo que volvía a girar la cabeza para percatarse del movimiento de Akame. Y es que Akame, para sorpresa de Datsue, acababa de aplicar un golpe quirúrgico a la nuca de Karamaru, acallando sus bravuconadas y, de paso, su mente, pues se desplomó como un saco de patatas.
No pudo evitar sonreír.
—Fiuu… Parece que mi compañero ya resolvió el pequeño problema —comentó, esperando que aquella acción apaciguase los ánimos del aldeano—. Ahora podré visitar al señor Iwata sin preocupaciones… ¿Dónde decía que se encontraba su casa?
— — —
Unos pasos se escucharon a la espalda de Akame. Eran los pasos de Datsue, quien, pese a haberse entretenido hablando con el pescador, sí había seguido finalmente a sus dos compañeros.
—Así que este es tu plan, ¿eh? Comprarle un par de bolitas de arroz y esperar que por ello te perdone por haberle atacado por la espalda… —sonrió—. Se ve que eres un tipo optimista, Akame.
Recortó la distancia que todavía los separaba con un par de zancadas y se acostó a su lado, boca arriba y con la cabeza al borde de la ribera. Entonces entrelazó las manos bajo la nuca y estiró los músculos de las piernas, que aquel día habían recorrido más kilómetros de los acostumbrados.
—Personalmente, yo hubiese dejado que se enfrentase al alguacil —echó una mirada de soslayo a Karamaru, solo para asegurarse de que seguía dormido, y por si acaso bajó la voz hasta convertirla en un suave susurro:—. Porque ahora, cuando se despierte, apuesto mi riñón a que se enfadará por lo sucedido y te pedirá explicaciones… En vez de darte las gracias por haber evitado que la cosa fuese a mayores —criticó, cual maruja redomada—. Pero bueno —Datsue había vuelto a elevar la voz, a la vez que dejaba que sus ojos se perdiesen en la bóveda celeste—, supongo que eso te convierte en mejor persona que yo.
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28/10/2016, 00:25 (Última modificación: 28/10/2016, 00:26 por Karamaru.)
En la mano del alguacil la espada y en la del calvo el kunai. Estaban a punto de hacer un alboroto en el medio del lugar librando un combate que lo único que se ponía en disputa era el orgullo. Era completamente incorrecto para un el monje y sus enseñanzas hacer una cosa de ese estilo, pero uno siempre tiene la etapa de joven e inexperto.
«Que te voy a reventar, que vas a pasar verguenza, vas a ver, vas a ver...»
El calvo acumulaba bronca por la actitud del contrario que en parecía apretar con fuerza la espada, dispuesto a desenvainar en segundos. El calvo vio el movimiento ascendente de su brazo, uno de milimetros, pero lo había visto claramente y estaba por sacar su kunai cuando sintió un frío y duro golpe en la nuca.
Abrió los ojos como platos para después cerrarlos y dejarse caer para un costado, perdiendo toda el respeto que podría haber sacado con la intimidación a Hisagi. Dio duro contra el piso y sus recuerdos no pudieron seguir más de ese momento en el que le miraba los pies armados al alguacil.
...
Se escuchaba agua. Sí, agua correr cerca de él. Como un.... como un río o como un lago o como.... agua. De repente se sentía mojado y pegajoso. Tocaba el suelo y sentía pasto empapado al tacto. Notó como el viento movía lentamente su ropa y olió con la ayuda de este un fuerte sabor a té. Té y silbidos era lo que traía el aire y lo que lo haría despertar de una buena vez.
«¿TÉ?»
Abrió los ojos y se vio a si mismo en la orilla de una ribera con sus dos compañeros de Taki cerca de él. Se apoyo sobre sus codos, levantando un poco su torso. Había arroz y agua a su lado y todo parecía que estaban hechos especialmente para el monje.
Pero qué...
Karamaru pasó su derecha por la nuca sintiendo el dolor y dándose cuenta del chichón que tenía. Se acordó de aquel golpe y supo instantáneamente quien había sido. El Uchiha, pero no el parlachín.
Pasó del agua y la comida y se acercó a sus compañeros para sentarse junto a ellos.
Frío. Eres frío para atacar a un compañero por la espalda pero lo entiendo.
No cumplí con mi código personal, todavía no me sale naturalmente, y me cuesta seguir las enseñanzas que me dieron. Gracias. Sé que debo ser útil para mis compañeros y antes no lo fui.
Karamaru silenció y se quedó escuchando el ruido del agua, el placentero y calmo ruido del agua. Por primera vez se abstenía de pedir té, guardaba sus gustos para momentos en los que no tuviera que estar disculpándose arrepentido por sus acciones.
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El Uchiha de Inaka se percató de que alguien se acercaba y, tras girar levemente la cabeza, pudo distinguir por el rabillo del ojo la figura de su compañero de Aldea. Akame le había visto hablando con uno de los lugareños, pero no había podido prestar suficiente atención —ocupado como estaba cargando al fornido amegakureño— como para enterarse de la conversación, y por tanto no sabía que el joven Uchiha de Taki había conseguido, finalmente, que aquel pescador le dijera dónde vivía el viejo señor Iwata.
—Así que este es tu plan, ¿eh? Comprarle un par de bolitas de arroz y esperar que por ello te perdone por haberle atacado por la espalda… Se ve que eres un tipo optimista, Akame.
El aludido le devolvió la sonrisa, con aquella expresión calma y afable que le caracterizaba.
—En realidad son nutrientes necesarios para recuperarse de la pérdida de consciencia. Probablemente estará mareado cuando se despierte —replicó Akame, sin perder ni por un momento su tono tranquilo.
Datsue se echó sobre la hierba a su lado, estirándose. Luego le dió su opinión sobre el asunto, la cual Akame recibió con una inclinación de cabeza. Alzó los ojos al cielo, cubierto por aquella espesa niebla.
—No creo que yo sea mejor persona que tú. Sólo más pragmático.
En ese justo momento, Karamaru volvió en sí. Torpemente se incorporó, palpándose la zona donde debía haberle salido un buen moratón, bajo la atenta mirada del Uchiha de Inaka. El calvo pasó de los alimentos y se sentó junto a los dos parientes lejanos con gesto pensativo. Cuando habló, Akame no pudo evitar sonreír.
—Pareces una buena persona, Karamaru-kun —respondió el Uchiha—. Rectificar es de sabios.
Así que allí estaban los tres muchachos, junto al río que daba nombre a Kawabe, pasada ya la hora del mediodía. Akame sacó de uno de sus bolsillos una bola de arroz rellena de carne y envuelta en papel de traza, y sin mediar palabra empezó a devorarla mientras seguía tomando sorbos de su té.
—Bueno, ¿y ahora qué? Dudo que seamos bienvenidos por aquí, y tampoco vamos a sacar nada de los lugareños. Nos hemos ganado su enemistad insultando al alguacil.
Datsue iba a responderle, pero unos pasos se oyeron a sus espaldas. Era Karamaru, quien se había despertado al fin de su… siesta. El Uchiha se reincorporó, sentándose y cruzando las piernas, ávido por ver la discusión que estaba a punto de producirse ante sus ojos…
—Frío. Eres frío para atacar a un compañero por la espalda pero lo entiendo.
»No cumplí con mi código personal, todavía no me sale naturalmente, y me cuesta seguir las enseñanzas que me dieron. Gracias. Sé que debo ser útil para mis compañeros y antes no lo fui.
El Uchiha abrió los ojos de par en par, atónito. Pero, ¿qué mierda había sido esa? ¿Dónde habían quedado los reproches e improperios? ¿Y los dedos acusadores y la mirada envenenada? En nada, en tristes ilusiones de su mente. Karamaru tan solo había pedido perdón y mostrado su arrepentimiento, y, aunque esa era sin duda la acción más beneficiosa para el grupo, Datsue no pudo evitar sentirse un poco… decepcionado.
—Bueno, ¿y ahora qué? Dudo que seamos bienvenidos por aquí, y tampoco vamos a sacar nada de los lugareños. Nos hemos ganado su enemistad insultando al alguacil.
Datsue emitió un largo y prolongado suspiro.
—Seguidme, anda —dijo, sin dar más explicaciones.
Cruzó de nuevo el pueblo hasta llegar a la plaza, y una vez allí giró a la derecha. Luego a la derecha otra vez, y una última vez a la izquierda. Luego se detuvo, giró sobre sí mismo y desanduvo parte del camino. Entonces, escogió la segunda calle a la derecha, en donde antes había girado a la derecha por segunda vez.
Finalmente, giró a la izquierda y creyó haber encontrado la casa que le había descrito el aldeano. La casa de Iwata.
—Aquí estamos —sentenció, sin siquiera mirar atrás para asegurarse que no se habían perdido por el camino—. Os presento la casa del señor Iwata, chicos. Mientras vosotros dos os lo pasabais en grande con el alguacil, yo me preocupé por averiguar quién del pueblo podría sernos de… utilidad —Datsue no sabía si le sería de utilidad a ellos, pero al menos, a palabras del camarero, sí lo sería para él—. Sugiero que esta vez seamos más… diplomáticos. O nos quedaremos sin gente a la que preguntar.
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Karamaru se sintió aliviado por el cumplido del Uchiha. No tenía por qué, después de todo era un desconocido, pero así y todo acepto el cumplido con paz olvidando el moretón en la nuca que seguía teniendo. Sin embargo, mantuvo el silencio y la mirada fija sobre el agua.
Seguidme, anda
Tras un largo suspiro por el cual el calvo movería sus ojos para verlo, Datsue tomó las riendas del liderazgo y decidió guiar al grupo hasta su objetivo. El calvo se levantó, tomó una bola de arroz, y siguió al morocho de pelo largo unos pasos más atrás cual chico tímido.
Una vez llegados al pueblo y comenzaron a caminar por dentro el el calvo se sintió un par de veces incómodo al cruzarse con uno o dos habitantes.
«¿Por qué nos miran tan mal? ¿Qué acaso nunca se pelearon con alguien?»
Pero las calles pasaban y las esquinas que doblaban seguían sumando en cantidad. El monje ya estaba perdido pero esperaba que el guía no. Estuvo a punto de preguntar de si estaba seguro de que el camino era el correcto, pero siguió en silencio unos pasos más atrás dandole mordiscos al arroz hasta acabarlo.
En un momento Datsue se detuvo frente a una casa con el calvo detrás. Parecían haber llegado al destino, a la casa de Iwata.
Sugiero que esta vez seamos más… diplomáticos. O nos quedaremos sin gente a la que preguntar.
«Exactamente»- pensó el cenobita que estuvo por decirlo pero prefirió guardarse las palabras para él. Cada tanto se pasaba la mano por la nuca para seguir notando ese chichón que se le había hecho, le habían dado fuerte sin lugar a duda.
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Sin embargo, cuando Datsue y Karamaru —una vez llegado a su destino común— se dieran la media vuelta para interpelar al segundo Uchiha, se darían cuenta de que Akame no estaba allí. El de Inaka había emprendido la marcha en último lugar, con aire pensativo, y probablemente les había perdido en algún punto del camino entre la ribera del río y la casa del señor Iwata.
Sea como fuere, allí estaban ellos dos. La casa era bastante vieja —como casi todas las de aquella aldea—, construida enteramente con madera y de un sólo piso. Unas escaleras no muy altas daban acceso al rellano que franqueaba la puerta principal. Estaba situada en una calle poco transitada, cercana al río, donde no había demasiadas viviendas y todas estaban un tanto alejadas unas de otras. La del señor Iwata, en concreto, parecía más vieja todavía que las demás, como si incluso el propio edificio quisiera confirmar la idea de que su inquilino era la persona más anciana de Kawabe.
Por detrás tenía un pequeño huerto con cuatro carriles labrados en la tierra y en los que —estando como estaban en pleno Invierno— no parecía estar creciendo nada. Había un par de ventanas a cada lado, pero la permanente capa de niebla que lo envolvía todo no permitía ver el interior.
—Pero, ¿qué narices…? —Cuando Datsue dio media vuelta para comprobar que no le había estado hablando al viento, al no escuchar respuesta por parte de ninguno de sus dos compañeros, se quedó a cuadros al ver que Akame había desaparecido—. El muy condenado… —murmuró por lo bajo—. ¿Se perdió por algún punto o ni siquiera nos siguió? —preguntó a Karamaru, quien, si no había dicho nada hasta el momento, no creía que hubiese visto más que el propio Uchiha.
Hizo un ademán con la mano, como quitándole importancia. Para la visita al señor Iwata no le necesitaba. A ninguno de los dos. Sus ojos volvieron a posarse en la casa, tan vieja que parecía que iba a caerse en cualquier momento. De un piso y con un pequeño huerto detrás, según había podido apreciar antes, cuando bajaba por la calle paralela. Lo cierto era que, fijase donde se fijase, no había ni un solo indicio positivo. Más bien lo contrario: todo indicaba que el propietario era, además de viejo, más pobre que un Kusagureño sin Villa.
Chasqueó la lengua, molesto consigo mismo, al recordarse que ya no debía hacer bromas sobre Kusagakure. Entonces, estoico, subió por las pocas escaleras que conducían al rellano y llamó a la puerta.
Una, dos, tres, y hasta una cuarta vez, a cada cual más fuerte. Nunca estaba de más asegurarse, no fuese a ser que el señor, además de pobre, padeciese del oído.
Si es tan pobre como aparenta, no creo que pueda pagarme una mierda. Pero las cosas no siempre son lo que parecen... Espero que esta vez ese dicho se cumpla.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Con ambos shinobis llegados a destino una mirada a sus alrededores denotaría algo muy raro e importante. Akame ya no estaba con ellos. Esta bien que Karamaru se había perdido en la ciudad y no sabía ni puta idea de donde estaba, pero de ahí a no poder seguir a una persona había bastante diferencia.
El calvo se había percatado de que no estuvo frente a él en el camino pero tampoco esperaba que no estuviese detrás. Cómo expresivo que era Datsue se imaginaba toda una escena que finalmente no sucedió. Por fortuna se podría decir.
Pero, ¿qué narices…?
El muy condenado…
¿Se perdió por algún punto o ni siquiera nos siguió?
Karamaru se encogió de hombros y lo miró con cara de "Ni idea", lo poco que lo miró, porque al instante volvió a clavar su atención al piso. Tal vez realmente se había perdido y si el calvo podía moverse sin olvidar su referencia tal vez lo mejor era ir a buscarlo. Total solo se necesitaba un poco de memoria y maña para ir y volver.
Datsue dio media vuelta, el calvo escuchó los golpeteos en la madera y comenzó a ir a paso rápido en busca de Akame. Se suponía que el Uchiha de pelo largo sabría que, al no ver a su acompañante, seguramente se había ido a buscar al tercer integrante del equipo.
«Ay, Akame, Akame....»
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.