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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Al día siguiente, Umi se levantó con unas ojeras terribles. «Es por la pesadilla». O porque después no pudo pegar ojo, se dijo. Desayunó abundantemente unos cereales rellenos de chocolate blanco. Quizás demasiado abundantemente. Eso opinó su retrete, desde luego. Mientras tanto, Suzaku canturreaba de un lado para otro y no paraba de enseñarle la bandana. «Esto va a ser muy complicado...»

Umi salió del baño después de vomitar. Estaba despeinada y no se había limpiado bien el rimel. Suzaku la recibió con una sonrisa radiante, claro. Todavía llevaba la bandana puesta.

Qué. No me mires así. —Llevaba una sonrisa de oreja a oreja. Umi sintió una punzada de dolor en la boca del estómago—. Qué pasa.
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#2
Suzaku soltó un fuerte estornudo y un escalofrío recorrió su cuerpo. Tenía un mal presentimiento, como si alguien hubiese pronunciado aquel nombre que detestaba con todas sus fuerzas. Pero terminó por encogerse de hombros y sacudió la cabeza, espantando aquellos pensamientos. Aquél era el mejor día de su vida, el día que su vida comenzaría a cambiar. Y nada ni nadie podría hacer nada por evitarlo.

Estaba frente al espejo del comedor, con su bandana recién conseguida entre las manos y probando a colocársela en diferentes lugares. Probó en el cuello a modo de bufanda, sobre la cabeza como una diadema... Para cuando su hermana salió del baño, se la había puesto en la frente. Le sonrió a través del reflejo del espejo.

Qué. No me mires así —replicó Umi, con un nuevo espasmo de dolor—. Qué.

Algún día deberías controlarte con esos cereales, ¿no crees? —Suzaku alzó una ceja—. Ay, no me convence en la frente. Demasiado... clásico. ¿Qué te parece en la cintura? ¿Me queda bien? —le preguntó, mientras se colocaba la cinta de color rosa (ya se la había personalizado para ello) y la anidó en torno a su abdomen—. Perfecta, ¿a que sí?
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#3
Algún día deberías controlarte con esos cereales, ¿no crees? —dijo Suzaku.

Vete a tomarporculo. —Umi trató de maldecir a su hermana, pero tuvo un pinchazo en la boca del estómago y tuvo que doblarse, abrazándose—. Póntela done quieras, escucha, Sushi...

»¿Te apetece un picnic con unos sandwiches en el Parque de los Cerezos? Donde siempre. Si es que para la hora de comer estoy mejor... ¡Ay! —Umi se cerró la puerta del baño de un portazo.

Hora de potar.
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#4
Vete a tomarporculo. —Intentó replicar su hermana, malhumorada, pero a mitad de frase tuvo que doblarse sobre sí misma con un nuevo apretón en la tripa—. Póntela donde quieras...

¡Pues aquí será, entonces! —exclamó ella alegremente, ajena al sufrimiento estomacal de Umi. Decidida, terminó de anudarse la bandana en torno a la cintura con aquella cinta rosa y contempló en el espejo su brillo metálico desde diferentes ángulos, girando sobre sí misma. Allí estaba perfecta. Pero no todo era por estética, claro. En la academia les habían repetido una y otra vez que la bandana les servía de protección extra, ¿qué mejor sitio para proteger que, precisamente, los órganos internos?

«Eso es. No es sólo porque me quede perfecta, ni nada de eso. Es protección. Sí.»

Escucha, Sushi...

¡Que no me llames eso! —protestó Suzaku, tirándole lo primero que tenía a mano: una de sus sandalias ninjas.

¿Te apetece un picnic con unos sandwiches en el Parque de los Cerezos? Donde siempre. Si es que para la hora de comer estoy mejor... ¡Ay!

Dicho y hecho, Umi volvió a encerrarse en el cuarto de baño. Suzaku torció ligeramente el gesto y se acercó a la puerta, aunque se mantuvo a cierta distancia. Por si acaso.

Oye, hermana, ¿estás segura de lo del picnic? A lo mejor deberíamos quedar en el hospital, tal y como estás...
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#5
Umi tardó un rato en contestar.

¡Esto se me pasará... ugh... enseguida! —contestó a duras penas—. ¡Y te juro que cuando salga te vas a enterar! ¡Tirarle una sandalia a tu hermana mayor!

»¡Así que más te vale correr, porque te voy a pisar la cabeza con mis botas!

Oh, lo decía en serio.
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#6
Umi tardó un poco más de la cuenta en responder, y Suzaku, algo preocupada, pegó la oreja a la puerta del baño intentando comprobar si su hermana había muerto.

¡Esto se me pasará... ugh... enseguida! —La oyó decir, al fin, pero Suzaku torció el gesto, no demasiado convencida.

¿Seguuuuuuro? —preguntó, con cierto rintintín.

¡Y te juro que cuando salga te vas a enterar! ¡Tirarle una sandalia a tu hermana mayor! ¡Así que más te vale correr, porque te voy a pisar la cabeza con mis botas!

Suzaku dio un pequeño brinco, sobresaltada. Divertida, le dio una pequeña patadita a la puerta.

¡Eso ya lo veremos! Además, ¡cómo llegues tarde pienso comerme todos tus sandwiches!

Dicho y hecho, Suzaku echó a correr hacia la cocina. Había que preparar los sandwiches, y no parecía que su hermana estuviese muy dispuesta.
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#7
Y allí estaba Suzaku. Preparando sandwiches, sin saber el peligro que se le venía encima. Algo más peligroso que uno de esos dichosos Generales de Kurama. Más peligroso que Uchiha Akame, renegado y ahora parte de Dragón Rojo, los criminales que atacaron en el Torneo de los Dojos. Más peligroso quizás que el bijū que, se rumoreaba, vivía en el puerto de Uzushiogakure.

Ese algo... era una promesa de venganza de Uchiha Umi.

Dígase una cosa del clan Uchiha. Quizás los conozcan por su fama de vengativos, algo dementes, sanguinarios. O de guerreros pasionales y abocados al peligro. Uchiha Umi no era demente ni sanguinaria.

Pero sí algo vengativa.

Por eso atravesó la ventana a la izquierda de la cocina, que daba a la calle, de un salto. En sus manos había una zapatilla de estar por casa y en su rostro una sonrisa cargada de maldad.

El brazo fue estirado hacia atrás. La mano, hacia adelante. La zapatilla...

...golpeó a Suzaku por la espalda. Y su clon hizo un pequeño puff..

Ah, el Bunshin no Jutsu, una técnica básica. Pero utilizada sorpresivamente y por el tiempo justo, podía ser una distracción muy eficaz. Contra el Sharingan no, claro, pero a no ser que uno desee pelearse con la manteca de cacahuete, no suele tener el Sharingan activado para untar unas rebanadas de pan.

¡No vuelvas a tirarme la sandalia, pescadilla! —Umi la señalaba con el dedo índice, y luego se agachaba para recoger su sandalia—. ¿Me vas a hacer alguno de atún con mayonesa? Ya sabes que es mi favorito. —Umi revolvió el cabello a Suzaku, y se acercó a la nevera—. ¿Manteca de cacahuete y mermelada?
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#8
Suzaku tarareaba alegremente, distraída. Había cogido una lata de atún y ahora se disponía a rellenar uno de los sandwiches con él. Aquel era su sandwich favorito, y no estaba dispuesta a dejar que nada ni nadie se lo estropeara. O eso pensaba, hasta que vio por el rabillo del ojo, a su izquierda, la figura de su hermana al otro lado de la ventana. Y en su mano, de forma amenazadora, una zapatilla.

«¿Pero no estaba en el baño?» Se preguntó, preparándose para esquivar el lanzamiento.

Pero algo la golpeó por la espalda. Y la figura de Umi se desvaneció con una pequeña nube de humo.

¡Auch! —se quejó, volviéndose.

Y allí estaba la verdadera Uchiha Umi, agachándose para recoger la sandalia que acababa de arrojar.

¡No vuelvas a tirarme la sandalia, pescadilla! —le espetó, señalándola con un dedo acusador.

¡Eres una rencorosa asquerosa!

Pero Umi le restó importancia al asunto. Se acercó a la nevera y, por el camino, revolvió los cabellos de la pelirrosa, que volvió a quejarse entre gruñidos.

¿Me vas a hacer alguno de atún con mayonesa? Ya sabes que es mi favorito.

¿Es que no has aprendido la lección con la mayonesa? —cuestionó Suzaku, alzando una ceja mientras se preparaba otro sandwich. Esta vez de jamón york y queso. Mucho queso. Quizás demasiado queso. Pero Suzaku tenía un lema, y es que nunca sobraba el queso. De hecho parecía que siempre faltaba—. ¡No quiero que te dé un apretón en mitad de nuestro picnic!

¿Manteca de cacahuete y mermelada?

¿De verdad eso está bueno? ¿No está demasiado empalagoso?
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#9
Umi ignoró el comentario sobre la mayonesa, pese a que Sushi sabía perfectamente que aquello fue una ensaladilla en mal estado. Pero no iba a dejar pasar el de la manteca de cacahuete.

¡Pero vamos a ver, cómo va a estar empalagoso, no seas sosa! —dijo, mientras sacaba ambos botes—. Pues claro que está bueno. ¿No quieres uno? Pues tú te lo pierdes~ —canturreó, abriendo el cajón y sacando un cuchillo de untar.

Miró por la ventana. Ahí estaba de nuevo aquella aldea. Umi suspiró. A veces recordaba tiempos mejores. Tiempos en los que ella y sus padres caminaban por esas mismas calles. Tiempos en los que pudo llamar a aquella aldea hogar.

Ahora sólo era una inquilina. Los malos recuerdos, su alquiler particular.

Escucha, Sushi, cariño... —comenzó—. Tengo algo que decirte luego, cuando... cuando estemos en el parque. Pero no quiero que te enfades conmigo, ¿de acuerdo? Es importante.
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#10
¡Pero vamos a ver, cómo va a estar empalagoso, no seas sosa! —exclamó, mientras se afanaba en sacar ambos botes. A Suzaku no le pasó desapercibido que había ignorado el comentario sobre la mayonesa, pero lo dejó estar. Ella sabía lo que hacía si quería tirarse otra media hora en el cuarto de baño—. Pues claro que está bueno. ¿No quieres uno? Pues tú te lo pierdes~ —canturreó, abriendo el cajón y sacando un cuchillo de untar.

Pues que te aproveche... —respondió ella, fingiendo una arcada cuando Umi comenzó a untar aquella densa y pegajosa masa encima del pan. De verdad, ¿quién encontraba rica la crema de cacahuete? ¡Esa cosa era cien veces más densa que la miel, casi parecía cemento! ¡Y encima le iba a poner mermelada por encima!

La voz de Suzaku volvió a llamar su atención cuando Suzaku terminaba de preparar y envolver sus sandwiches:

Escucha, Sushi, cariño...

Uyy... miedo me da cuando me llamas cariño. No vas a pedirme dinero, ¿no? —bromeó, riéndose.

Tengo algo que decirte luego, cuando... cuando estemos en el parque. Pero no quiero que te enfades conmigo, ¿de acuerdo? Es importante.

Pero Suzaku ya no sonreía. Se había girado hacia su hermana con el ceño fruncido, escrutándola con sus ojos oscuros intentando leer a través de sus intenciones. En aquellos momentos no pudo evitar preguntarse si con el Sharingan sería capaz de leer los pensamientos de su hermana.

Umh... No prometo nada —murmuró al final, terminando de guardar un par de botellas y tomando después su cesta de picnic—. ¡Venga vamos, o nos van a quitar los mejores sitios!
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#11
Umi apartó la mirada y jugueteó con su pelo, distraída, mientras su hermana intentaba escrutinarla con la mirada. Afortunadamente para ella, Sushi era algo fugaz y, tras apreciarla, cogió su cesta y salió disparada. Umi se fijó entonces en el reloj de la cocina. «Solo son las doce... Además, el Jardín de los Cerezos es enorme. ¿De qué sitios habla?» La muchacha suspiró negando con la cabeza, tomó su propia cesta y salió detrás de su hermana.

La luz del sol le golpeó en la cara y esgrimió una mueca. Trató de dilucidar dónde se encontraba la culo inquieto de su hermana y se apresuró a seguir sus pasos.

Hay que ver, Suzaku. Eres una prisas. ¿Ya has digerido el desayuno acaso?
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#12
Inquieta como un ascua a medio encender, Suzaku había salido de casa como una exhalación y, casi sin esperar a su hermana, tomó la calle que habría de llevarlas directas hacia el jardín de los cerezos.

Hay que ver, Suzaku. Eres una prisas. ¿Ya has digerido el desayuno acaso? —le preguntó su hermana, desde su espalda.

Suzaku se volvió para mirarla, caminando de espaldas. Le sacó la lengua.

Ja. Ja. No soy yo la que se ha tirado media mañana en el cuarto de baño. Yo ya estoy más que desayunada —replicó, burlona—. Además, entre que llegamos y no llegamos se nos va a hacer el mediodía, ¡y ya sabes que la gente ocupa enseguida los mejores huecos!

El mejor hueco, como lo llamaba Suzaku, era una colina más alta que el resto en el Jardín de los Cerezos, rodeada de cerezos, y desde la que se podía ver una buena parte de Uzushiogakure. En aquella estación del año los árboles no estaban en flor, pero las vistas seguían siendo magníficas. De hecho, a Suzaku le gustaba visitar aquella colina en las noches despejadas para contemplar las estrellas.

¡Menos mal, hemos llegado a tiempo! ¡Vamos, vamos! —exclamó, aliviada. Y, canturreando de forma alegre, se dispuso a extender la manta que había traído consigo sobre el césped y a sacar los aperitivos de la cesta. Pronto la manta se vio invadida de hojaldres rellenos, patatas fritas e incluso botellas de refresco.
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#13
Umi dejó pasar el comentario de Suzaku, más porque no le interesaba pelearse con ella que por ganas de contestarle. Podía ser un verdadero grano en el culo cuando quería. A pesar de todo, era la única persona que le importaba algo en este condenado planeta, así que la abrazó pasándole el brazo por detrás de los hombros y caminaron juntos hasta el parque.

La dejó escapar cuando se alejó canturreando hacia la colina más alta del parque, su favorita, y ensombreció el rostro. Tragó saliva y subió pesadamente, como si sus rodillas estuvieran hechas de plomo. Ayudó a su hermana a colocar los aperitivos y luego, distraída, tomó un hojaldre relleno y contempló las vistas. Más allá de los muros se extendía la Planicie del Silencio, aunque desde allí sólo podía verse la parte más lejana, la que casi se fundía con el cielo azul en el horizonte.

Suzaku... —dijo al cabo de un tiempo—. ¿Has oído los rumores, verdad? Más pronto que tarde, estallará una guerra —siguió, al cabo de unos segundos—. Contra Kurama y esos dichosos Generales.

Umi no tenía gran aprecio a la figura de Sarutobi Hanabi. De hecho, lo detestaba. Igual que a ese pupilo suyo, el liante de Uchiha Datsue. «En esta aldea se progresa más siendo un lameculos del poder de turno que con el trabajo duro. Muchas charlas sobre el honor y el compañerismo... mientras estés de mi lado. Aunque seas un payaso con bandana.»

Pero se decía que casi morían peleando contra uno de esos Generales. Y si algo era conocido de tanto uno como el otro era que eran fuertes. Muy, muy fuertes.

»Y luego está Dragón Rojo y ese loco de Akame. Ya viste la que montaron en el estadio. Suerte que nos tocó la parte de la grada con menos lío. —¿Y qué tenían que ver ellas con todo aquello? ¡Nada! Eso es lo que más le molestaba a Umi.

Todo sería más sencillo si pudiera quitarle la venda a Suzaku. Pero...

...no podía hacerlo. Ella había visto manchada la imagen que tenía de sus padres. Y había querido mantenerla intacta para ella. Así debía ser. Por eso aceptaba de mala gana vivir en aquella villa color de rosa manchada de sangre carmesí. Pero tenía miedo, y por eso...

Tragó saliva, y las palabras no salieron.
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#14
Umi la ayudaba a colocar los aperitivos y las bebidas, pero a Suzaku no le pasó por alto que su hermana mayor parecía más distraída de lo normal. Estaba seria, y sus ojos se habían nublado con una neblina inescrutable. Era la misma cara que ponía siempre que tenía que darle una mala noticia. Decidió no presionarla, aunque en cualquier otra circunstancia lo habría hecho. Quizás, una parte de ella presentía lo que estaba por venir. Quizás era que esa parte de ella no quería escucharlo.

Suzaku... —dijo Umi al cabo de un tiempo, con un hojaldre en una mano y la mirada perdida en el horizonte que se fundía con el cielo despejado—. ¿Has oído los rumores, verdad?

¿Mmhh? —preguntó Suzaku, con los carrillos llenos de la empanadilla que estaba devorando felizmente.

Más pronto que tarde, estallará una guerra —prosiguió, tras una breve pausa—. Contra Kurama y esos dichosos Generales.

El vaso lleno de zumo de naranja que había alzado Suzaku se quedó a medio camino, alzado en el aire. En aquella ocasión, fue su rostro el que se congeló en la pesadumbre.

Y luego está Dragón Rojo y ese loco de Akame. Ya viste la que montaron en el estadio. Suerte que nos tocó la parte de la grada con menos lío.

Uchiha Akame no es más que un sucio traidor —Se le escapó entre dientes, al escuchar el nombre de aquel Uchiha.

El Profesional, el que siempre cumplía con éxito todas y cada una de sus misiones con la máxima eficacia, uno de los Uchiha más poderosos de la aldea... Suzaku había llegado a admirarle, había llegado a desear ser como él. Hasta que llegó la noticia de su traición a la aldea y de su introducción en aquella banda terrorista. Pero la gota que había colmado el vaso había sido el atentado en el Valle de los Dojos. Umi y ella habían tenido la suerte de salir vivas de allí para contarlo, pero no podría decirse lo mismo de tantos otros que habían fallecido a manos de Dragón Rojo o aplastados por los escombros.

Suzaku sacudió la cabeza para apartarlo de sus pensamientos. No se merecía ni uno solo de ellos.

Bueno, para eso nos hicimos kunoichi, ¿no? Para proteger a la aldea, y para protegernos entre nosotras —resolvió, con una nueva sonrisa—. Además, tenemos a Uzukage-sama y al resto de las aldeas, ¡ese zorro viejo y ese grupo de lagartijas del tres al cuarto no tienen nada que hacer!
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#15
Uchiha Akame no es más que un sucio traidor. —Conocía la animadversión que su hermana sentía hacia Uchiha Akame, pero a Umi sólo le preocupaba que era un tipo peligroso. De hecho, si no hubiera matado a nadie, Umi no habría podido culparle por haberse marchado. Pero lo cierto es que aquél rencor sin conocerlo de Suzaku le preocupaba más que el propio Akame.

Suzaku sacudió la cabeza para apartarlo de sus pensamientos. No se merecía ni uno solo de ellos.

»Bueno, para eso nos hicimos kunoichi, ¿no? Para proteger a la aldea, y para protegernos entre nosotras —resolvió, con una nueva sonrisa—. Además, tenemos a Uzukage-sama y al resto de las aldeas, ¡ese zorro viejo y ese grupo de lagartijas del tres al cuarto no tienen nada que hacer!


Umi suspiró.

Me convertí en kunoichi para poder cuidarte, Suzaku, y porque era la única opción. Sólo estoy diciendo que ahora mismo quizás no sea la mejor opción, ¿entiendes? —espetó, nerviosa—. Suzaku, creo que deberías dejar de ser ninja. Es más, quizás deberíamos dejar de serlo las dos. ¡Hagamos otra cosa! —habló atropelladamente, arrodillándose y acercándose a su hermana, tomándola por las manos, casi previendo que iba a estallar—. ¡Podríamos montar un restaurante! ¡Mira qué aperitivos hacemos! ¿Sí?
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