Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Los tiempos que corrían eran difíciles, o al menos eso escuchaba la kunoichi. Por su parte, apenas salía de la aldea, y para cuando lo hacía no era más que para algún cometido de la villa y volvía tan presta como podía. Pero si, a sus oídos había llegado los grandes problemas y cambios que andaba sumiendo todo Onindo en el caos poco a poco. Guerras civiles, terror y caos, por resumir. Todo el mundo parecía estar tomando carrerilla hacia un final incierto, pero para nada agradable.
—Ésto ya casi está... —Se dijo a sí misma, totalmente convencida.
La chica ladeó el rostro, observando con detenimiento la fuente que tenía frente a ella. Volvió a mirar su cuaderno, y lanzó un par de trazados más, dando un poco de profundidad al agua que caía desde la fuente. Volvió a mirar la fuente, y sonrió. No tardó en volver su mirada al dibujo que tenía entre manos, tomó la goma maleable del estuche, e hizo un par de borrones bien limitados sobre el agua, dando a ésta un efusivo toque realista.
Sí, ésta era la manera en que la pelirroja sacaba un poco la cabeza de los comentarios y el desdén que se vivía en éstos días. Un dibujo, y la concentración que le llevaba en ello, la sacaba de ese mundo y la llevaba a un lugar donde no había más preocupaciones que plasmar aquello que tenía a la vista.
—Éste está quedando bastante mejor que el anterior. —Se dijo a sí misma de nuevo, en un monologo que llevaba tiempo lidiando.
Y allí estaba ella, en el suelo del parque sentada, con sus artilujios y sus ideales. Centrada en plasmar la fuente del parque que había al norte de Uzu, en mitad de una tarde que lamentablemente no tardaría en apagarse.
—Qué frío... —se quejó la Uzumaki, subiéndose la tela de la bufanda hasta la nariz, roja como un tomate. Los guantes no eran capaces de sofocar el frío que sentía por esas fechas, pero allí estaba ella, dando una vuelta por la villa para enfriarse antes de comenzar con su entrenamiento. Hoy, como cada tres días; le tocaba estudiar un poco de Fūin con su hermano, quien se estaba ocupando de cuidarla todavía.
Escuchó una voz ciertamente familiar por el parque donde se encontraba buscando un atajo para llegar antes a su destino, y sus ojos viraron hasta dar con una cabellera igual de pelirroja que la suya propia —más larga que desde el Torneo de los Dojos, cabía decir—, Eri no tardó en reconocerla: Watasashi Aiko, la exnovia de Datsue y ahora Genin de Uzushiogakure.
No había hablado con ella más que lo necesario, pero al verla allí sentada, sintió ganas de simplemente saber cómo se las estaba apañando. Así que, sin pensárselo más, se acercó.
Tomó asiento al lado de Aiko.
—Hola —saludó, en voz baja—. ¿Qué haces?
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Sumida en su mundo de carboncillo, goma y papel, la genin ni se dio cuenta de que alguien se acercaba hacia ella. No fue hasta que las distancias eran minúsculas e insignificantes hasta que cayó en el hecho, bueno... eso y que la chica que se había acercado la saludó, y preguntó que hacía. Aiko no pudo evitar dar un pequeño saltito, que incluso terminó con el lápiz cayendo al suelo. Llevó su mirada hacia la chica, pudiendo ver a una más que abrigada pelirroja. Parecía la reencarnación de la abominable mujer de las nieves, esa criatura mitológica que aparecía en Yukio y secuestraba niños que paseaban por las calles de noche.
Aiko terminó riendo, le había propinado un buen susto, pero para nada se lo había tomado a mal. Buscó con la zurda el lápiz, en lo que con la diestra tornaba un poco el dibujo para mostrárselo.
—Buenas tardes, Eri. Andaba aquí dibujando un poco, despejándome un poco —contestó.
A decir verdad, hacía bastante tiempo que no hablaba con ella o la veía por las calles. Quizás había estado ocupada, o bien había sido Aiko quien había dedicado más tiempo de lo habitual a las misiones y el entrenamiento, todo era posible. Pero fuese como fuese, era una auténtica pena, pues Eri había sido también una de las personas que más la habían apoyado en la aldea en sus primeros pasos, junto a Datsue.
—¿Que es de ti? Ya hacía bastante que no te veía...
Torció de nuevo el dibujo hacia sí misma, y lo dejó reposar entre sus piernas. Por ahora lo dejaría tal cual estaba, tenía toda la eternidad para terminarlo, literalmente.
Para su sorpresa, Aiko comenzó a reír. Eri la miró, extrañada, pero no dijo nada. Se subió un poco más la bufanda mientras su compañera le explicaba que estaba dibujando para despejarse. «Con el frío que hace... Dibujar aquí en medio...»
Aunque debía de reconocer que el dibujo no estaba mal, pero... ¿Tendría los dedos helados? ¿O podía dibujar así?
—¿Qué es de ti? Ya hacía bastante que no te veía...
La Uzumaki se rascó la nuca. Ya no le dolía la cabeza, pero a veces sentía una punzada de dolor cuando le preguntaban cómo se encontraba.
—Pues, poco, si te soy sincera —respondió—. Entre el entrenamiento, el estudio y las misiones, no hago nada más... —explicó a grandes rasgos, tampoco sabía si Aiko había estado en el caos del Torneo, así que no quería sacar ese tema a relucir—. ¿Y de ti? ¿Cómo vas?
No quería ser descortés y devolvió la pregunta, pero la realidad era que se estaba pelando de frío.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Con el dibujo en stand by, y siendo que ahora su concentración se había diluido, la chica comenzó a notar un poco el frío invernal. Si bien ella había salido a mediodía, y el calor de la tarde la había favorecido, el ocaso no estaba siendo para nada afectuoso. De hecho, un escalofrío le recorrió el cuerpo.
Eri se rascó la nuca, en lo que reconocía que entre el entrenamiento, las misiones y el estudio apenas tenía tiempo. La verdad, era toda una sorpresa, ¿acaso no están los jonin en la cúspide de la carrera como shinobi? Debía ser una lata no descansar ni estando en lo más alto. Aunque en cierto modo, las artes ninjas son inescrutables, parecían no tener límites en su amplitud... era casi comprensible que nunca puedas descansar en su aprendizaje, siempre había algo nuevo.
—La verdad, he estado últimamente investigando y entrenando kamijutsu, ese arte ninja que al parecer dominaba hacía tiempo controlando papeles y movidas raras... —contestó a la pregunta de Eri. —Aunque es una verdadera lata, es super extraño. Ya casi me había acostumbrado al fuinjutsu y al kenjutsu.
»Oye, ¿no hace un poco de frío aquí? —La preugnta tenía una respuesta más que obvia, y más para la jonin, que andaba sobre-abrigada.
A todo ésto, un chico que curiosamente se parecía en porte a Datsue se acercó a ellas. Tenía un caminar confiado, y una carismática sonrisa, que destacaba en un rostro jovial. Vestía un pantalón vaquero, una camiseta blanca y una chaqueta de cuero negro, que compaginaba con el color de su larga cabellera.
—Buenas tardes, chicas. Perdón por interrumpir, pero vengo a ofrecerles una oferta que no podrán rechazar —aseguró.
«A ver con qué nos sale éste...» Pensó la pelirroja en lo que aguantaba a escuchar la oferta sin soltar palabra.
»Estamos promocionando La taberna del Payaso, que recién abre hoy sus puertas. Está situada a escasos metros de aquí, junto a la pastelería Koke-delicias. La oferta es una bebida gratis por entrar, que también es gratis por ser la inauguración, y la posibilidad de participar en la contienda de chistes malos. El primer premio son 1000 ryos, el segundo 600, y el tercero 200. Además, ¿qué mejor manera de pasar la tarde que echándose unas risas en un lugar calentito y con un refresco gratis?
Aiko miró en primera instancia a Eri, y tras ello volvió a mirar al chico —L-la verdad... suena bastante bien.
«Con que, Kamijutsu... ¿Lo habrá olvidado? Bueno, técnicamente... No tenía la cabeza seguramente para todo lo que tuvo que aguantar, es normal. Yo podría echarle un cable con el Fūinjutsu.»
—Si necesitas ayuda, yo soy especialista en Fūinjutsu, aunque Datsue también lo es —afirmó ella, aunque más para sí misma que para Aiko.
Y el tema cambió al frío invierno que las envolvía, y volvió a cambiar por un chico de aspecto distinguido, al igual que sus carismáticas palabras.
—Buenas tardes, chicas. Perdón por interrumpir, pero vengo a ofrecerles una oferta que no podrán rechazar —aseguró—. Estamos promocionando La taberna del Payaso, que recién abre hoy sus puertas. Está situada a escasos metros de aquí, junto a la pastelería Koke-delicias. La oferta es una bebida gratis por entrar, que también es gratis por ser la inauguración, y la posibilidad de participar en la contienda de chistes malos. El primer premio son 1000 ryos, el segundo 600, y el tercero 200. Además, ¿qué mejor manera de pasar la tarde que echándose unas risas en un lugar calentito y con un refresco gratis?
—¿Por contar chistes malos te dan dinero? —preguntó una perpleja Eri, mirando a Aiko sin entender, aunque la palabra gratis había resonado en su cabeza dos o tres veces después.
—L-la verdad... suena bastante bien. —Dijo Aiko. Eri asintió.
—¡No diré que no! —exclamó, levantándose—. ¿Vamos, Aiko? —preguntó, tendiéndole la mano para ayudarla también a levantarse.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Eri no tardó en ofrecer su ayuda también a Aiko, en lo que respectaba al fuinjutsu. La verdad, siempre había escuchado que era una de las mejores en esa materia, por lo menos en Uzushioakure. Tener a otra mentora, junto a Datsue y Nozomi, tampoco estaba mal. Tres mentores son mejores que uno, las matemáticas así lo afirman. Pero antes siquiera de que le dijese algo, vino el tema del chico que les ofertó ir a la taberna. La oferta incluía bebida y un lugar calentito, además de la contienda de chistes.
La respuesta de la jonin fue abrumadora, preguntando si era posible eso de que diesen dinero por contar chistes malos. Aiko no pudo evitar reír, y con las mismas dijo que se veía bien la idea. La pelirroja se puso en pie y extendió la mano hacia la inmortal para ayudarla a levantarse, en lo que aclaraba que también estaba dispuesta a ir.
—¡Si! —contestó con entusiasmo.
Tomó la mano de Eri, y dejó el bloc de dibujos así como el estuche bajo su brazo izquierdo, y casi sin esfuerzo se levantó. Sacudió con su ahora libre mano su vestimenta, y no pudo evitar moverse como un flan cuando otro escalofrío recorrió su cuerpo de abajo a arriba.
—¿Sabéis llegar o necesitáis que os acompañe?
—Sé donde queda, muchas gracias.
—Genial, así puedo continuar buscando a más clientes. Gracias, y nos vemos.
La kunoichi adelantó el paso, en lo que se despedía del chico con un mero gesto agitado de mano.
—Hace un tiempo tuvimos Datsue y yo una misión cerca de esa panadería, por eso sé donde está —aclaró a Eri.
El paseo no sería demasiado largo, apenas cinco minutos andando a un ritmo tranquilo. Salieron del parque, torcieron hacia la derecha, un par de calles mas arriba giraron hacia la izquierda, y a mitad de calle toparon con el cartel de la panadería: Koke-delicias. La pelirroja miró ambas fachadas cercanas al lugar mencionado, y a la izquierda de la misma topó con una baraja de cartas a modo de letrero. La puerta era de madera, y andaba medio abierta. Dentro sonaba una música muy baja, y se escuchaba un gran barullo de gente.
—S-supongo que es aquí...
Nada más entrar, toparían con una sala oscura donde una leve luz rojiza iluminaba un mostrador al final de la misma. A la derecha había una cortina echada, de color rojizo, que daba seguramente a la sala principal. A la izquierda habían cuatro percheros, que andaban casi a tope de abrigos. Tras el mostrador había un chico moreno, de piel también morena y orbes celestes. Éste vestía parecido al chico que les había invitado al lugar, o prácticamente igual.
Aiko parecía conocer dónde se encontraba el local que el chico les había dicho, así que, tras despedirse de él en su búsqueda de más clientes, ambas kunoichi se pusieron en marcha. No estaba muy lejos, por suerte; ya que el frío apremiaba a ambas a refugiarse en algún sitio más cálido.
Allí estaba: letrero representado con una baraja de cartas, puerta de madera medio abierta «Qué frío...», música, barullo... Lo que era un bar.
—S-supongo que es aquí... —Eri asintió.
Nada más entrar, se encontraron en penumbras, con una luz rojiza desde lejos y una cortina del mismo color que probablemente llevaba al local en sí. Eri se acercó al mostrador.
—B-buenos días —saludó, un poco tiritona por el frío—. Nos han informado de que, por la apertura del local, dan una bebida gratis por entrar... Ah —señaló—. Y por el concurso de chistes malos, ¿es todo cierto?
No es que no se fiase, es que no quería entrar y tener que pagar por un refresco supuestamente gratuito.
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Eri tomó la delantera al adentrarse ambas en el local, acercándose al mostrador para saludar al chico y sin temor alguno, preguntar si era cierto lo de la oferta de la bebida. Poco tiempo más le faltó para preguntar también por lo del concurso de chistes, al cuál parecía más que dispuesta a presentarse. Aiko no lo tenía tan claro, pero siendo sinceros, si Eri se presentaba seguramente se vería arrastrada a participar también.
—Buenas tardes —contestó el moreno. —Así es, tenemos esa oferta de inauguración, aunque la oferta no incluye las bebidas alcohólicas de primera, tan solo marca blanca. En cuanto tomen asiento, alguien les atenderá.
»Sobre lo del concurso, también están bien informadas. Estamos celebrando un concurso de chistes malos, y cortos, por favor que no sean demasiado extensos. Si están interesadas en participar, les tomaré el nombre para inscribirlas.
Aiko miró con temor a Eri, con una mueca de total incertidumbre —Y-yo... no estoy muy segura... la verdad...
—¡Tranquila! Si aún no lo tienes claro, podéis pasar e ir tomando algo, y venir en un rato. El concurso no empieza hasta dentro de un buen rato. Aún falta aforo para que podamos darle comienzo, así que podéis tomaros el tiempo que necesitéis. —Apresuró a aclarar el chico.
Escuchó atentamente el relato del guarda y asintió, aunque Aiko no parecía muy entusiasmada por la idea. ¿Le daría vergüenza? A Eri le daba, bastante, además; pero quizá era un buen ejercicio para quitársela y... ¿Qué narices? Tenía chistes malos para aburrir.
—Gracias, ¡lo pensaremos! —agradeció una efusiva Uzumaki mientras se dirigía al interior del lugar. Probablemente se tomaría alguna más que la gratis, al menos, para darle algo al local, eso sí, necesitaba saber si las bebidas estaban bien.
¿Servirían aperitivos?
—¿Cómo lo ves, Aiko-san?
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Eri parecía efusiva, llena de un entusiasmo envidiable acerca de contar chistes malos sobre un escenario. Parecían el blanco y el negro, polos magnéticos totalmente contrarios.La jonin aseguró que pensarían si participarían en el concurso, en lo que se adentraba en la sala contigua, la principal.
La sala era bastante amplia, al menos mucho más de lo que pudiese parecer por la fachada del recinto. Habían un total de tres filas de cinco mesas, cada cuál tenía un total de seis sillas a cada lado, lo que hacía un total de ciento ochenta posibles espectadores y/o concursantes. Una cifra sin duda estremecedora, por lo menos para una de las pelirrojas. Tanto las sillas como las mesas eran de pura madera, barnizada eso sí, pero realmente simples. El suelo parecía tarima, las paredes eran de un color oscuro, y al fondo había una barra donde tres camareras y tres camareros parecían atender los pedidos. Al flanco derecho, un escenario se alzaba a casi medio metro del resto del suelo, con un micrófono en el medio del mismo, y una cortina roja atrás de todo.
Apenas habiendo entrado, la Uumaki preguntó a su acompañante cómo lo veía. Ésta, que recién entraba a la sala, se vio bastante abrumada por el dantesco panorama. —P-pues... me da bastante corte... la verdad. A-además... no sé, mm-mis chistes malos... son muy malos...
Sonrió un poco incómoda, en lo que señalaba una mesa que aún estaba libre —¿Nos sentamos ahí?
La sala era, a grandes rasgos; amplia, muy amplia. Mesas por todos los lados para invitar probablemente a dos bodas, camareros sirviendo y un escenario donde, probablemente, se llevaría a cabo la actuación. Por un momento tuvo que contener el aliento, nerviosa. Tendría que subir allí a contar chistes, pero no cualquiera, no; chistes malos.
¿Dónde se había metido?
Aunque no podía echarse atrás.
—P-pues... me da bastante corte... la verdad. A-además... no sé, mm-mis chistes malos... son muy malos...
—Y los míos... —dijo ella, buscando el asiento que Aiko había señalado para poder sentarse—. ¿Te gustaría calentar antes? Venga, cuéntame alguno. —Invitó la Uzumaki.
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Para cuando ambas chicas se sentaron, la Uzumaki coincidió en el tema de los chistes, afirmando que los suyos también eran malos. Sin demora, ésta le propuso calentar motores, nada mas y nada menos que contándole uno de sus chistes. La inmortal desvió por un instante la mirada hacia la esquina inferior derecha, en lo que pasaba el pulgar de su diestra por su mentón dibujando un par de círculos. Sin duda trataba de recordar algún chiste de su escaso repertorio.
—Va.... ya tengo uno —aclaró, en lo que volvía a mirar a Eri. —¿Sabes que le dice una chinche a otra chinche?
»Te amo chincheramente...
Dejó pasar un segundo o dos, y sonrió, tratando de darle más empuje a un chiste tan malo como pegarle a un abuelo con un calcetín mojado. La verdad, en una competición de chistes malos, Aiko era casi una profesional... quizás demasiado.
—¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA! —rió Eri, de forma estridente. Si algo tenían que temer allí, era la risa fácil de Eri y su humor infantil. Se limpió las lágrimas y exclamó—: Va, va, ahora yo, ahora yo, esto es un punto que se cayó y...
»...Se quedó en coma.
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