Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Quizás tenía el cerebro frito por el entrenamiento. Quizás fuese aquél puto calor. O quizás, simplemente, no había planificado muy bien lo que iba a hacer...
...lo que iba a hacer cuando llegase al recinto donde residían los genin de Kusagakure en aquél torneo.
Daruu estaba plantado a varios metros de la puerta, rascándose la nuca y torciendo la cabeza como un perro que acaba de ser víctima de un cruel truco de magia en el que su amo ha hecho desaparecer su hueso de juguete favorito.
«Mmh. Me pregunto cómo podría llamar su atención.»
De pronto, tuvo una idea. Balanceó el peso del cuerpo de una pierna a otra, como barajando un momento si era buena o si era pésima. Decidió que era la única que tenía.
Los fogonazos que desprendía el astro rey se colaban por la ventana de la habitación y yo volvía de la ducha con la toalla anudada en la cintura, cubriendo mis extremidades inferiores, mientras con otra más pequeña iba secando mi rostro y mis cabellos, con especial cuidado de achicar el agua de mi preciada trenza...
—¡YOTA-KUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUN!
A alguien se le había ido la perola. Bueno, no es que se le hubiese ido, simplemente ya la había perdido. el grito venía del exterior y aunque ya era de día no es que fuese la mejor idea aquello de ponerse a chillar en mitad de la calle en una zona residencial.
«*¿De qué me suena esa voz?*»
Sí, me resultaba extrañamente familiar, pero no terminaba por caer de quién narices podría ser. En fin, la curiosidad me obligaría a salir a comprobarlo pero antes debía vestirme.
···
Daruu seguía aguardando en el exterior a la espera de que su grito alertase a su objetivo. Pero la cosa no salió tan bien como esperaría el de la lluvia. en vez de un muchacho rubio lo que vio aparecer de detrás de las puertas fue una anciana con la espalda realmente curvada, ayudada por su fiel bastón de madera oscura que además era bastante grueso. La vieja, que lucía un manto de canas que descendía por su espalda se fue acercando a paso lento al gennin hasta que se puso ante él, el amejin podría entrever sus dientes, o lo que quedaba de ellos. La vieja carraspeó un par de veces.
— ¿Cuál es tu problema, muchacho?
Alzó el brazo del bastón y lo deslizó hasta la cogotera del shinobi de ojos blancos.
— No vuelvas a molestar, extranjero. O me veré obligado a llamar a los guardias. Aquí somos gente tranquila
Al parecer, en Kitanoya además de gente de Kusagakure habían abuelas con mala hostia. La vieja se acercó hacia él, carraspeó un poco, y pretendió reprenderle por molestar.
Pero Daruu no era estúpido. En su edificio no tenían ningún tipo de guardia ni de secretario. De modo que en lugar de amilanarse activó el Byakugan: aquella vieja debía de ser alguien haciéndole una jugarreta. Y en el caso de que no lo fuera, ya decidiría después qué hacer y qué responder.
Necesito saber si la vieja es una vieja o eres tú transformado. Secretarios ni recepcionistas tenemos, así que tú verás xD
Daruu desactivó su Byakugan y dio un largo y tendido suspiro. Observó a la vieja. ¿Qué narices pintaba allí?
—Yo también soy "gente tranquila", señora —se excusó—. Simplemente, no quería irrumpir en el edificio donde se alojan los kusajin para buscar puerta por puerta a mi amigo.
Dio un paso hacia atrás y señaló el bastón de la mujer.
—Ahora, si es tan amable, por favor... ¿Podría apartarme ese bastón de la cara?
—Yo también soy "gente tranquila", señora —se excusó—. Simplemente, no quería irrumpir en el edificio donde se alojan los kusajin para buscar puerta por puerta a mi amigo.
La mujer acentuó su "mirada asesina". al parecer no aprobaba las maneras del chico de ir a buscar a su amigo.
—Ahora, si es tan amable, por favor... ¿Podría apartarme ese bastón de la cara?
Mientras la vieja y Daruu intercambiaban opiniones yo salía por la entrada de Kitanoya. Vi que el de las voces no era otro que propio Daruu, el tio que me ayudó días atrás y con el que me tomé una señora pizza. al parecer sus gritos habían causado malestar, pero cumplieron su objetivo, el cual era hacerme salir así que me acerqué.
— Ninjas... Sois la escoria de Oonindo. Algún día aprenderéis de la nobleza de los samurais
Efectivamente, tal y como pidió el gennin, retiró el bastón y volvió a apoyarlo en el suelo.
— ¡Hey! ¿Va todo bien? —dije, tratando de calmar la tensión de la vieja, la cual era bien visible.
— ¿Hm? Tu debes de ser Yota... Llevatelo de aquí antes de que le golpee de nuevo
Sin esperar respuesta alguna, la vieja se fue apartando del lugar a su velocidad, es decir, sin prisa pero sin pausa.
La vieja habló sobre la nobleza de los sámurais, de cómo los ninjas deberían aprender de ella, y de cómo estos últimos, según ella, eran la escoria de Oonindo. Daruu se cruzó de brazos, entrecerró los ojos y torció la cabeza, observándola. «¿Y qué sabrás tú de la nobleza de muchos ninjas, hija de perra?»
La mujer retiró el bastón de enfrente de su cara y lo apoyó en el suelo. Justo en ese momento, afortunadamente, Daruu escuchó una voz conocida. Observó como Yota se acercaba desde la distancia.
Tras el breve intercambio conversacional entre la abuela y Yota, Daruu le hizo un gesto a su compañero shinobi y se puso a caminar a buen ritmo en dirección contraria. Sólo cuando estaban bastante lejos, se dio la vuelta y señaló hacia Kitanoya, indignado.
—Pero tío, ¿qué le pasa a las putas viejas de este sitio? —exclamó—. Sólo quería ir a ver si querías entrenar conmigo, y se pone a amenazarme la tía.
Tan solo respondió la vieja. Por algún motivo conocía mi nombre. Quizás por los chillidos anteriores de Daruu, claro. El Hyuga tan solo hizo un gesto para que le siguiera, sin mediar palabra alguna. De tal manera que mientras la vieja se iba por un lado, el gennin de Amegakure hizo lo propio pero en dirección contraria.
Me encogí de hombros sin entender nada y le seguí.
Caminamos un rato y cuando estuvimos lo suficientemente alejados habló.
—Pero tío, ¿qué le pasa a las putas viejas de este sitio? —exclamó—. Sólo quería ir a ver si querías entrenar conmigo, y se pone a amenazarme la tía.
Lo dijo señalando Kitanoya y la verdad, no sé qué esperaba. se puso a chillar en mitad de la calle.
— Honestamente, ¿Qué esperabas? Son gente tranquila y hemos llegado aquí, irrumpiendo en su vida sin que puedan evitarlo y tu vas y te pones a chillar en mitad de la calle —respondí con cierta confusión— No digo que hayas hecho mal o bien, simplemente que has jodido su tranquilidad. También cabe la posibilidad de que sean unos haters de los ninjas. Aquí se veneran los samúrais
— ¿Entrenar? —recordaba el entrenamiento con Juro, no hacia muchos días de eso— Podría estar bien, sí. Espero que esta vez no salga nada mal. Pero aquí no, la calle no es lugar para pelear
—Honestamente, ¿Qué esperabas? Son gente tranquila y hemos llegado aquí, irrumpiendo en su vida sin que puedan evitarlo y tu vas y te pones a chillar en mitad de la calle —respondió Yota, con aparente confusión en el rostro—. No digo que hayas hecho mal o bien, simplemente que has jodido su tranquilidad. También cabe la posibilidad de que sean unos haters de los ninjas. Aquí se veneran los samúrais.
—En fin, qué gilipollez —espetó Daruu, de mal humor. No había que reprochárselo: venía de una villa donde el estruendo de la lluvia era lo más silencioso que uno podía encontrar. Gritarse era una opción como cualquier otra en muchas ocasiones. Sobretodo si andabas por la explanada de los alrededores del lago y querías llamar la atención de un conocido.
El muchacho accedió a su petición para entrenar, mencionando que otra vez algo salió mal. Daruu enarcó las cejas. ¿Pero qué se creía que iban a hacer, tirarse Ninjutsus de nivel jounin? Después, señaló que la calle no era lugar para pelear.
Daruu miró a un lado. Y luego al otro. Era un camino en medio de un prado verde. ¿Qué calle?
Estos kusareños estaban un poco locos, pensó.
—Vamos a ver, ¿por qué te crees que te buscaba en Kitanoya? —dijo—. En los recintos tenemos todo tipo de dojos y plataformas exteriores listas para pelear, tío.
El tipo aún seguía molesto con la vieja esa, solo le dijo un par de cosas de mal humor, pero aún así nos e quitaba el mal cuerpo de encima.
— Vamos, vamos, no le des más vueltas. Cabe la posibilidad de que sea una vieja amargada también
Supuse que darle la razón y tratar de reconfortable era una buena idea. También fue lo primero que se me vino a la cabeza. Pero ahora a lo que nos traía entre manos. Nuestra pelea. Ardía en deseos de ver de qué era capaz Daruu.
«¿Cuántos secretos tendrás escondidos? ¿qué clase de técnicas dominas?»
—Vamos a ver, ¿por qué te crees que te buscaba en Kitanoya? —dijo—. En los recintos tenemos todo tipo de dojos y plataformas exteriores listas para pelear, tío.
— Esperemos que a nadie se le ocurra pasar por aquí entonces—espeté con una media sonrisa mientras acariciaba mi nuca con la palma de mi mano— Vamos, vamos, muestrame qué sabes hacer con eso del Byakugan
— ¿Eh? Pensaba que querías entrenar aquí. Vale, no hay problema, vamos a los dojos de Kitanoya
Qué tipo. Podía haberlo dicho desde un primer momento que quería ir a los dojos de Kitanoya. si a mi me da igual. Bueno, no es tan así, me gustaban más los lugares abiertos que los dojos tradicionales, lo cual no dejaba de ser curioso siendo de Kusagakure, donde estábamos rodeados de dojos por toda la aldea. Pero había una razón, y eran mis habilidades. Aún así, no pondría pegas.
— Por cierto... es algo que me acaba de pasar por la cabeza, no es que quiera que pase ni nada por el estilo pero... si en el orneo te tocase pelear contra alguien de Amegakure, ¿Qué harías? ¿Lucharías como si fuera alguien de otra aldea?
Le había dado varias vueltas durante aquellos días. Lo que decía era una opción real. ¿Y si por el uso de nuestras técnicas dañábamos de seriedad a un camarada de nuestra propia aldea en ese torneo del demonio?
— No sé llámame paranoico, pero creo que a mi me costaría luchar contra un camarada en el torneo
Mientras tanto, seguíamos nuestra caminata hasta los dojos.
«Pero qué tío más duro de mollera, ¡que no se entera!»
Yota no parecía ser un tipo con muchas luces. Daruu le tuvo que insistir varias veces para que se dirigieran a los dojos de Kitanoya. Los muchachos empezaron a caminar hacia allá, los dos bastante confusos. No daban con el canal adecuado para entenderse mutuamente.
Yota le preguntó qué haría si en el torneo le tocaba contra alguien de su propia villa. Daruu torció el gesto, sin entender. Luego aclaró que le costaría luchar contra un camarada.
—¿Bromeas? Somos ninjas —contestó Daruu—. Y hemos luchado muchas veces en la Academia, incluyendo con armas. ¿Por qué no voy a luchar como si fuera alguien de otra aldea? Si tenemos médicos y todo, y son combates deportivos al fin y al cabo, nada más.
¿Pero qué demonios les enseñaban a estos ninjas de Kusa? ¿Cómo entrenaban para combatir en situaciones reales, tirándose flores con tirachinas?
—Mi idea era combatir en uno de esos, mira —dijo Daruu, señalando hacia Kitanoya. Allí, apartados en el camino, habían unos pilares de roca de gran amplitud, sobre los que los shinobi podían combatir sin miedo a romper nada—. Allí podremos relajarnos y combatir con tranquilidad.
»¿Y qué diferencia esta pelea que vamos a tener de un combate del torneo, ¿eh? Vale, aquí no tenemos médicos al lado del estadio, pero eso sólo hace que en el torneo podamos incluso excedernos aún más.
—¿Bromeas? Somos ninjas —contestó Daruu—. Y hemos luchado muchas veces en la Academia, incluyendo con armas. ¿Por qué no voy a luchar como si fuera alguien de otra aldea? Si tenemos médicos y todo, y son combates deportivos al fin y al cabo, nada más.
Definitivamente, el ojos blancos y yo teníamos puntos de vista distantes. Pensar en al idea de dejar KO a un camarada me horrorizaba. Si tenía que hacerlo durante el torneo lo haría, pero ni de coña iba a hacerlo de buen grado. No me gustaba en absoluto pelear contra un camarada. De lo que no tenía ni puñetera idea era de que el destino me guardaría una pillería de lo más caprichosa.
— Sí, supongo que tienes razón. Olvídalo, ¿Vale?
Hubiese contestado otra cosa, pero solo quería saber lo que pensaba, cuan lejos sería capaz de llegar para ganar. Ahora ya me hacia una idea.
Pero seguimos avanzando hasta las zonas de combate de Kitanoya, hasta que las divisamos, entonces mi acompañante me advirtió de ello.
—Mi idea era combatir en uno de esos, mira —dijo Daruu, señalando hacia Kitanoya. Allí, apartados en el camino, habían unos pilares de roca de gran amplitud, sobre los que los shinobi podían combatir sin miedo a romper nada—. Allí podremos relajarnos y combatir con tranquilidad.
»¿Y qué diferencia esta pelea que vamos a tener de un combate del torneo, ¿eh? Vale, aquí no tenemos médicos al lado del estadio, pero eso sólo hace que en el torneo podamos incluso excedernos aún más.
— Es un buen lugar, desde luego —dije haciendo referencia a aquellos pilares de roca que el amejin señalaba con su dedo— Esto es un entrenamiento, Daruu-kun. En el torneo de lo que se trata es de noquear al rival, dejarlo sin fuerzas, y cuanto antes mejor. Insisto, esto es un entrenamiento, nos e trata de dejarte sin fuerzas para que no vuelvas a levantarte. Divirtámonos y no pensemos en esas mierdas.
«Y ahora sí, muéstrame lo que hacen tus ojos en combate»
Reanudé la marcha esperando que mi compañero hiciera lo propio para subir hasta aquel lugar.
Yota admitió que se trataba de un buen lugar. «Pues claro, idiota, claro que es un buen lugar, por eso llevo intentando decirte que quiero luchar ahí desde el principio, ¡que parece que no te enteras!»
—Esto es un entrenamiento, Daruu-kun. En el torneo de lo que se trata es de noquear al rival, dejarlo sin fuerzas, y cuanto antes mejor. Insisto, esto es un entrenamiento, nos e trata de dejarte sin fuerzas para que no vuelvas a levantarte. Divirtámonos y no pensemos en esas mierdas.
Daruu se quedó anonadado. Torció de nuevo el gesto. Daruu se estaba pareciendo mucho a un perro aquél día ya.
—Pero Yota —dijo, desesperado—. Que ya lo sé. Tranquilo, no me pasaré mucho contigo. Sólo por hoy te dejaré vivir.
Golpeó su hombro amistosamente y rio, y los muchachos se dirigieron hacia la plataforma de combate. Subieron la escalinata de piedra y se colocaron, cada uno, a cinco metros de distancia del otro, en el centro. Era una plataforma esférica, de veinte metros de lado a lado, totalmente libre de obstáculos. Sí, desde luego, era un buen lugar para probar sus habilidades.
Daruu juntó los pies y formuló el Sello de la Confrontación con una mano.
—¿Estás preparado, Yota-kun?
160/160
–
160/160
– 20 metros de hilo, 2 bombas de humo, 2 kunai y 1 antídoto en el portaobjetos, atado al muslo derecho 20 senbon, sueltos en el portaobjetos de la espalda