Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Eri sonrió con cierto aire lastimero al escuchar como Ayame había negado que ella hubiese hecho algo malo, pero en verdad sí lo había hecho, al menos para ella, y eso fue no defenderla como es debido delante de Datsue. Pero tampoco quería posicionarse pues... ¿Y si en algún momento llegaban a las manos y ella estaba de por medio? Ambos eran amigos suyos, así que estaba en una situación realmente complicada.
Daruu y Ayame se vieron obligados a hacer sus comandas cuando el muchacho encargado de servirles llegó, ella miró al dependiente y habló:
—Yo quiero una margarita, por favor, y agua, gracias.
Una vez estuvo anotado el pedido, Daruu comenzó a hablar de nuevo para explicarle a las dos lo sucedido con Aiko, cosa que aunque Eri conocía muy por encima, no pudo evitar sentirse algo abochornada por escuchar su historia y asustada por la Arashikage y de lo que era capaz.
Luego mencionó que había un traidor entre los amejines y ella sintió que un escalofrío recorrió su espalda. Aquel traidor —o traidora— había sido quien había informado a Datsue de lo sucedido con Aiko, y sin embargo seguía por ahí tan campante... «¿Qué habría hecho yo en su lugar?», se preguntó mentalmente pensando en Datsue, «algo tenía que beneficiar al traidor para confesar ese tipo de información...»
Ella asintió y en cuanto trajeron las bebidas dio un sorbo a su vaso de agua. Miró a Ayame solo para ver su reacción, sin decir o hacer nada más que dar pequeños sorbos a su vaso.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Y cuando el camarero se marchó con las comandas, Daruu comenzó su relato.
Modificó ligeramente la historia, y habló de cómo se había reunido con Datsue para rendirle cuentas sin mencionar que, justo antes, le habían tendido una emboscada ellos dos junto a Kaido. Y habló de su conversación con él, lejos de sus compañeros. Ayame ya sabía que Datsue estaba enamorado de Aiko, de hecho ella misma había utilizado aquel sentimiento para atacarle justo en el punto que más le dolía. Lo que no sabía, era el modo en el que había terminado en el fondo del lago. Al parecer, en su equipo había un genin y un chuunin y, en una disputa entre ambos, Aiko también terminó enfrentándose al de mayor rango. Todo ello derivó en que el chuunin terminó por reportar a la Arashikage a los genin por insubordinación y Aiko, que se encaró también a Yui, terminó siendo castigada, muerta y sellada en el fondo del lago.
—A quién se le ocurre... —comentó Ayame tapándose los ojos con una mano. Ella ya había experimentado la ira de la Arashikage en sus propias carnes hasta en tres ocasiones diferentes, y una de ellas la había conducido a terminar en el calabozo encerrada durante tres días.
Sin embargo, el quid de la cuestión estaba por llegar: Datsue conocía esa información porque un shinobi de Amegakure se lo había contado. Y todos en aquella mesa sabían bien que ir soltando información privada de las aldeas era considerado alta traición y era penado, precisamente, con la muerte.
Un escalofrío recorrió su espalda.
—Sí, debió ser el genin... —coincidió ella.
—Así que esta misma noche me reuniré con Shanise-senpai y le contaré todo —culminó Daruu.
Y Ayame, que a aquellas alturas prácticamente se había olvidado del enfado que tenía con él, le miró alarmada.
—Pero, Daruu... Quizás te estés precipitando... Ya sabemos lo que conlleva filtrar información de las aldeas, pero si lo que está buscando es salvar a Aiko-san de su castigo... —se mordió el labio inferior—. No es como si hubiera revelado algo como la posición de la aldea o quién es el jinch... Imagínate que yo fuera Aiko, ¿qué harías tú entonces? ¿No buscarías la manera de sacarme de ahí?
Daruu se quedó mirando a Ayame un rato, como sopesando la respuesta. Terminó por apartar la mirada, cerrando los ojos y dando un suspiro largo.
—Pues probablemente haría lo mismo que está haciendo Datsue, buscar la manera de sacarte de ahí. Se lo comentaré a Shanise, a ver si conseguimos que la perdonen —dijo—. En cualquier caso, si lo que me has dicho sobre ella es cierto, será más facil tratar con ella que con Yui.
»Y en cuanto al genin... no queda otra que reportarlo. ¿Y si empezase a revelar más información, Ayame? ¿Quién sabe lo que ese genin sabrá? Podría tener datos confidenciales muy graves. Precisamente, como la identidad del jinchuuriki. Yo no quiero arriesgarme a ignorarlo.
Se dirigió a Eri.
—Bueno, ya está... Lo siento por hacerte partícipe de todo esto, Eri. Pero realmente no me importa que escuches, sé que eres diferente que Datsue. Lo siento también por decirlo, pero es lo que hay, nos ha hecho bastante la puñeta. —Se encogió de hombros—He visto en la carta que hay aros de cebolla, ¿queréis que los pidamos?
Eri se mantenía callada mientras Daruu y Ayame dialogaban sobre el traidor y de como ellos habrían reaccionado si fuesen los que estuvieran en la piel de Datsue con respecto a Aiko, pregunta que ella misma se había cuestionado segundos antes en su interior... Aunque tenía que admitir que estar allí, escuchando la conversación entre los amejines sobre asuntos importantes de su villa —aunque muy por encima—, le hacía sentir cosquillas en el estómago, como si fuese importante.
Aunque hablando del genin traidor tuvo que coincidir con Daruu, ¿y si daba más información? Aunque se llevase bien con ellos, no iba a revelarles que Datsue y Akame eran los jinchuurikis del Ichibi, porque eso era información muy importante y peligrosa a la vez.
—Bueno, ya está... Lo siento por hacerte partícipe de todo esto, Eri. Pero realmente no me importa que escuches, sé que eres diferente que Datsue. Lo siento también por decirlo, pero es lo que hay, nos ha hecho bastante la puñeta.
—No puedo culparos —contestó, encogiéndose de hombros—. Muchas veces ha sido exasperarte incluso conmigo, así que lo entiendo.
Luego ofreció pedir unos aros de cebolla que había visto en la carta, y la pelirroja asintió, la verdad es que los de aquel restaurante le gustaban bastante. Con suerte, el mismo chico de antes no tardó en traer las tres pizzas que habían pedido, haciendo que Eri se sorprendiese de lo rápido que habían ido aquella vez. Una a una, fue depositándolas en la mesa cerca de quien las había pedido.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Daruu se quedó mirándola durante varios instantes, y Ayame sintió que se le congelaba el corazón en el pecho. Sabía que esas condiciones eran terriblemente difíciles, que ambos eran shinobi y se debían ciegamente a la voluntad de su Kage, pero una parte de ella se estremeció de terror ante la posibilidad de que él fuera capaz de dejarla sufrir un castigo eterno sin más.
—Pues probablemente haría lo mismo que está haciendo Datsue, buscar la manera de sacarte de ahí —respondió al final, para su propio alivio—. Se lo comentaré a Shanise, a ver si conseguimos que la perdonen. En cualquier caso, si lo que me has dicho sobre ella es cierto, será más fácil tratar con ella que con Yui.
Ayame sonrió a su vez.
—Shanise-senpai es muy comprensiva. Seguro que te escuchará, ¡es increíble! —exclamó con fervor.
—Y en cuanto al genin... no queda otra que reportarlo. ¿Y si empezase a revelar más información, Ayame? ¿Quién sabe lo que ese genin sabrá? Podría tener datos confidenciales muy graves. Precisamente, como la identidad del jinchuuriki. Yo no quiero arriesgarme a ignorarlo.
—Lo sé. Lo entiendo —murmuró, cabizbaja.
Afortunadamente, pocas eran las personas que conocían su identidad como jinchuuriki. Si lo supieran todas las personas de la aldea, las posibilidades de que alguien terminara yéndose de la lengua eran escalofriantemente altas. ¿Y entonces qué haría en una situación así? ¡La pondrían en peligro!
—Bueno, ya está... —añadió Daruu, dirigiéndose directamente a Eri—. Lo siento por hacerte partícipe de todo esto, Eri. Pero realmente no me importa que escuches, sé que eres diferente que Datsue. Lo siento también por decirlo, pero es lo que hay, nos ha hecho bastante la puñeta.
—No puedo culparos —contestó ella, encogiéndose de hombros—. Muchas veces ha sido exasperarte incluso conmigo, así que lo entiendo.
—He visto en la carta que hay aros de cebolla, ¿queréis que los pidamos?
Eri asintió, y poco después llegó el camarero con las tres pizzas que habían pedido. Ayame aprovechó el momento para pedirle educadamente los aros de cebolla y después, más felices y relajados, se dedicaron a sus respectivos platos.
Quién le iba a decir a Ayame que quizás aquella fuera la última comida que compartiera con su buena amiga...