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Junko sonrió sin que su alumno pudiera verla cuando éste, sin decir una sola palabra y pese a que parecía visiblemente sorprendido por el repentino impulso de ella comenzó a imitarla. Sin duda era un muchacho diligente, obediente y listo. La Uzumaki era consciente de que le había tocado un premio gordo: no muchos alumnos recién graduados eran tan maduros como aquel chico. Con la mayoría primero había que templarlos bien, educarlos casi, como un herrero a una pieza de metal sin trabajar. Al fin y al cabo se trataba de niños muy jóvenes a los que la vida ninja hacía crecer y madurar a marchas forzadas, de formas injustas la mayor parte de las veces.
—¡Alehop! Perfecto. Siempre estira después de los entrenamientos, Takumi, no vaya a ser que una contractura te deje de baja unos días —rió, jocosa—. Venga va, vámonos al sitio este que te dije, que ya me rugen las tripas.
Uzumaki Junko salió del Jardín de los Cerezos acompañada de su alumno. El paseo hasta el restaurante del buffet libre de sushi fue ameno, acompañado del trinar de los pajarillos y de la suave brisa del mediodía. Por el camino la maestra se paró a saludar a un par de ninjas que parecieron muy sorprendidos de verla vistiendo su chaleco y acompañada de un genin —"¿es tu alumno?", le preguntaron sin poder aguantarse—; ella les contestó con toda la naturalidad del mundo, aunque Takumi pudo advertir cierta incomodidad en la expresión de su maestra cuando salía el tema.
Finalmente llegaron a la puerta de un establecimiento moderno, bastante grande, que contrastaba con el aspecto general de los bares y restaurantes en la tradicional Uzushiogakure no Sato. Sobre la puerta automática de doble hoja de cristal colgaba un cartel con luces de neón que anunciaba la oferta estrella del local: buffet libre de sushi, "todo lo que puedas comer".
—¡Buenas tardes! —saludó Junko nada más entrar.
—¡Bienvenidos! —le contestó una muchacha uniformada que se ofreció a colocarles en una mesa cercana a la cinta por donde iban pasando platillos con una o varias piezas de distintos tipos de sushi—. ¡Junko-san, bienvenida! Hoy el maestro Kenshin está preparando un sashimi de salmón delicioso, ¡tu favorito!
La chūnin no pudo contener su gozo, alzando el único brazo que tenía al cielo en gesto de victoria antes de sentarse y empuñar con habilidad sus palillos. Takumi tenía una silla al otro lado de la pequeña mesa, también con un par de palillos de madera, un vaso vacío, y una servilleta.
—¿Qué toman para beber? La bebida no está en el buffet.
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—¡Alehop! Perfecto. Siempre estira después de los entrenamientos, Takumi, no vaya a ser que una contractura te deje de baja unos días. —Se rió. —Venga va, vámonos al sitio este que te dije, que ya me rugen las tripas.
—Lo tendré presente en el futuro. —Contestó a la recomendación de su maestra. Luego se llevó la mano a la barriga. —Si, la verdad es que estoy que me muero de hambre.
El camino fue tranquilo, en un momento un par de ninjas se acercaron a ellos y preguntaron a la pelirroja si Takumi era su alumno. Su resuesta vino acompañada de una leve expresión de incomodidad cuando sacaron el tema. «No tiene que ser sencillo que todo el mundo se sorprenda de verla ejerciendo de shinobi sin un brazo... ¡Y no entiendo por qué! ¡Pese a que le falte un brazo es una kunoichi espectacular! Ojalá estar a su nivel algún día.»
Sin ninguna incidencia más llegaron a un establecimiento que contrastaba con la arquitectura oriunda del Remolino. Puertas automáticas de cristal, un gran cartel de neón...
—¡Buenas tardes!
—Hola buenos días. —Saludó educadamente.
—¡Bienvenidos! —Saludó la dependienta. —¡Junko-san, bienvenida! Hoy el maestro Kenshin está preparando un sashimi de salmón delicioso, ¡tu favorito! —«Parece que es una habitual del local, tiene conocidos por todas partes.»
La Uzumaki celebro esta noticia efusivamente y procedió a sentarse. El kazejin entonces se sentó frente a su sensei en aquella mesa.
—¿Qué toman para beber? La bebida no está en el buffet. —Preguntó un camarero.
—Yo tomaré agua, muchas gracias. —El sitio barato precisamente no parecía, por lo que el genin no quería pedir algo que se pudiera salir de presupuesto, ya que quien pagaba era la chūnin.
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—¿Agua? ¡Venga ya, hombre! —protestó Junko, divertida—. Inori, traenos un par de cervecitas, ¡que estamos de celebración![/color]
La efusividad y carisma de Junko dejaron poco lugar a réplicas, y el camarero simplemente asintió con una sonrisa. Momentos después les plantó sendos tercios de cerveza en botellín, que llevaban una etiqueta bastante particular. Era roja como las tejas de Uzushiogakure, con el logotipo de la marca impreso en el centro: un tipo regordete y vestido con un yukata bermellón, sombrero verde, y una enorme jarra de cerveza en la mano. Y parecía extraordinariamente contento por ello.
—¡Salud! —brindó la chūnin, empinándose un tercio del botellín de una sentada y emitiendo un glorioso carraspeo luego—. La mejor cerveza de toda la Espiral, te lo digo en serio, Takumi. Hay mucho enterado por ahí que dice que si es basura, que si no sabe a nada, que si la hacen con pis de rata... ¡Tú, ni caso! Lo que pasa es que los estirados de la Tormenta están acostumbrados a sus hidromieles y demás, que con el frío entrarán muy bien, sí, ¡pero dime tú quién se bebe una jarra de eso aquí, que la mayor parte del año nos asamos de calor! —bebió otro sorbo—. La clave es tener perspectiva, esta cerveza es la leche aquí porque es ligera, entra bien y refresca. En Amegakure, que está todo el día lloviendo, pues es normal que no les guste.
La maestra se recostó en el asiento. Takumi percibió que todo en su lenguaje —verbal y corporal— parecía indicar que Junko, por fin, se estaba relajando. Quizá aquella primera sesión hubiera sido tan importante para el joven genin como para la veterana maestra, y ahora, tercio de cerveza en mano, ella había encontrado la forma de relajarse.
—Sucede lo mismo con los ninjas. Si me haces caso, entrenas y aplicas esa buena sesera que tienes, vivirás muchos años en la profesión como para cruzarte con todo tipo de shinobi. Cada uno tiene su estilo; pero recuerda, ninguno es mejor o peor. Todo depende de la situación, ahí está la clave. El ninja que llega a viejo aprende a no subestimar a ningún oponente.
Mientras la Uzumaki andaba de cháchara, los platillos con sushi empezaron a salir por la cinta, pasando por al lado de los dos ninjas como un ominoso desfile culinario. Junko atrapó uno con su única mano, luego tomó unos palillos y empezó a comer.
—Bueno, ¿y qué me dices del Torneo ese? ¿Vas a participar?
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—¿Agua? ¡Venga ya, hombre! —Replicó en tono jocoso. —Inori, traenos un par de cervecitas, ¡que estamos de celebración!
—P-pe-pero soy menor, n-no pu-puedo beber...alcohol... —La réplica del kazejin se desinfló ante la convicción de la maestra.
El camarero les llevó un par de botellines, estos tenían una etiqueta que le pareció muy graciosa al genin, el tipo parecía muy gracioso.
—¡Salud! —Tras el brindis la botella de la pelirroja bajó cuantiosamente con un solo trago. —La mejor cerveza de toda la Espiral, te lo digo en serio, Takumi. Hay mucho enterado por ahí que dice que si es basura, que si no sabe a nada, que si la hacen con pis de rata... ¡Tú, ni caso! Lo que pasa es que los estirados de la Tormenta están acostumbrados a sus hidromieles y demás, que con el frío entrarán muy bien, sí, ¡pero dime tú quién se bebe una jarra de eso aquí, que la mayor parte del año nos asamos de calor! La clave es tener perspectiva, esta cerveza es la leche aquí porque es ligera, entra bien y refresca. En Amegakure, que está todo el día lloviendo, pues es normal que no les guste. —Se recostó ligeramente, parecía ahora más calmada.
—Si usted lo dice... La verdad es la primera vez que pruebo una cerveza. —Se acercó el tercio para olerlo, no parecía muy desagradable. Entonces le dio un trago, pequeño, y el sabor no era lo más agradable del mundo... Pero era muy refrescante. —Mmm... No me encanta así de primeras, pero podía ser peor.
Takumi tenía la misma idea sobre bebidas alcohólicas que un civil sobre como realizar un Kage Bunshin. Había probado el sake un día con Itona pero no le había gustado mucho, la cerveza, aunque más fuerte, tenía un sabor más agradable que aquella bebida de arroz.
—Sucede lo mismo con los ninjas. Si me haces caso, entrenas y aplicas esa buena sesera que tienes, vivirás muchos años en la profesión como para cruzarte con todo tipo de shinobi. Cada uno tiene su estilo; pero recuerda, ninguno es mejor o peor. Todo depende de la situación, ahí está la clave. El ninja que llega a viejo aprende a no subestimar a ningún oponente. —A las enseñanzas de la Uzumaki Takumi iba asintiendo, interiorizando toda la información.
Mientras algunos platos recorrían la cinta transportadora y el de Inaka agarró el que más interesante le parecía. Comenzó a comer junto a su sensei.
—Bueno, ¿y qué me dices del Torneo ese? ¿Vas a participar? —Le preguntó.
—¿El del Valle de los Dojos? Pues... No sé, si que me gustaría pero creo que aún no tengo el nivel necesario. No quiero dejar en mal lugar a la Aldea. —Confesó.
Seguro que era una gran oportunidad, pero tenía miedo de no ser lo suficientemente fuerte y de quedar en ridículo. Era genin desde hace muy poco y aún no había progresado adecuadamente, en su opinión claro.
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13/05/2020, 18:27
(Última modificación: 13/05/2020, 18:27 por Uchiha Akame.)
Junko replicó a las palabras de su alumno con una pedorreta.
—Bah, bah, bah, ya te digo yo que no es así —desde luego, la sensei parecía mucho más animada. ¿Sería el buffet, la cerveza, o que creía haberle causado una buena impresión a Takumi? ¿O todo a la vez, quizás?—. Los Torneos como este son exhibiciones, aunque haya por ahí más de un genin pasado de rosca que se lo toma demasiado en serio, lo que cuenta es el joga bonito.
Con una velocidad inusitada para alguien de su condición física —Junko movía su único brazo como si fueran dos—, la Uzumaki empezó a cazar al vuelo platillos de la cinta, todos muy variados pero que sufrían el mismo destino al final: acabar en su boca. Mientras masticaba con esforzado decoro pero evidente ansia, la chūnin se explayaba dando su opinión sobre el Torneo de los Dojos y otros similares. Parecía que le gustaba bastante hablar, al contrario que su alumno.
—Tómatelo como un escaparate, los ricachones son invitados a ver cómo los ninjas se dan de tortas y así la Aldea que haga mejor papel tendrá más clientes. Bueno, eso, y el derecho a fanfarronear delante de los ninjas de otras Villas. El último fue hace dos años y nos lo llevamos nosotros, claro está —enunció la chūnin, visiblemente orgullosa—. Ten especial cuidado con los de Ame, en la edición pasada barrimos el suelo con ellos en las últimas rondas y seguro que todavía la tienen bastante adentro con eso. Van a ir a por todas.
Con un gesto de su mano, la sensei pidió otro tercio; miró a Takumi, pero al ver que el pobre apenas había dado un tímido sorbo a la suya, se contuvo de pedirle otra ronda.
—¿No te gusta? —preguntó, divertida—. Sé que eres menor, pero entre los shinobi del Remolino tenemos un dicho: si tienes edad para matar, tienes edad para beber.
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—Bah, bah, bah, ya te digo yo que no es así. —Le replicó tras una pedorreta, ante la cual el genin no pudo evitar que una ligera risa ahogada se manifestara. —Los Torneos como este son exhibiciones, aunque haya por ahí más de un genin pasado de rosca que se lo toma demasiado en serio, lo que cuenta es el joga bonito.
Mientras la Uzumaki hablaba iba agarrando gran cantidad de platos, el marionetista jamás se hubiera esperado esa agilidad y esa facilidad que tenía desenvolviéndose con su único brazo, era algo impresionante de ver. ¿Sería capaz de realizar sellos manuales a esa velocidad también? Mientras Takumi seguía comiendo, algo más lento que su maestra y escuchándola atentamente.
—Tómatelo como un escaparate, los ricachones son invitados a ver cómo los ninjas se dan de tortas y así la Aldea que haga mejor papel tendrá más clientes. Bueno, eso, y el derecho a fanfarronear delante de los ninjas de otras Villas. El último fue hace dos años y nos lo llevamos nosotros, claro está. —Esto le generó algo más de presión, tenía que estar a la altura igual que sus compañeros lo estuvieron en la anterior edición. —Ten especial cuidado con los de Ame, en la edición pasada barrimos el suelo con ellos en las últimas rondas y seguro que todavía la tienen bastante adentro con eso. Van a ir a por todas.
—Bueno, ahora con la Alianza dudo que se les vaya mucho de las manos... Al fin y al cabo es un torneo amistoso, ¿no? —Tampoco sabía que esperar de los shinobis de otras villas, únicamente conocía a Kisame y a Kazuma y seguramente no serían muy representativos de la tónica general de sus respectivas aldeas.
Junko pidió otro botellín y echó un vistazo al del kazejin, del cual solo había bajado un pequeño trago nada más.
—¿No te gusta? Sé que eres menor, pero entre los shinobi del Remolino tenemos un dicho: si tienes edad para matar, tienes edad para beber. —Las cosas como son, razón no le faltaba.
—Bueno... —Dijo cogiendo el tercio, observándolo de cerca y dándole un trago algo más largo que el anterior. —No me desagrada... El amargor está bien y, esto se lo tengo que dar, refresca más que un té helado. Pero tampoco me haga mucho caso, es la segunda bebida alcohólica que pruebo en mi vida. —Admitió en tono jocoso.
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Junko bufó.
—Ay, Takumi, Takumi... Pronto aprenderás que entre los ninjas de todas las Aldeas siempre hay cabroncetes dispuestos a estirar los límites de lo que se considera normal, amistoso o cortés —bebió un sorbo a su tercio—. Los ninjas somos guerreros, entre otras muchas cosas, y se espera de nosotros que nos comportemos como tales si participamos en un evento como el Torneo de los Dojos. ¿No pensarás que el ganador se iba a decidir a base de caricias, no? —apuntilló, jocosa.
Sólo un momento después, la chūnin pareció darse cuenta de que si lo que había querido era tranquilizar a su alumno respecto de aquella competición, probablemente estaba logrando todo lo contrario. Carraspeó, tomando otra pieza de sushi para engullirla.
—Tú no te preocupes por eso, pero joder, tampoco vayas en plan cagado a no querer llevarte ni una sola tollina. Hasta el ninja más débil tiene que ser capaz de aguantar un par de sopapos —aseguró, y ella bien lo sabía—. Tú da lo mejor de ti, aprovecha para divertirte en los Dojos, volverte más experimentado y conocer a otros shinobi extranjeros. Pese a lo que puedas oír en estos tiempos que corren, todas las Aldeas tienen gente buena y gente mala. Te vendrá bien aprenderlo de primera mano.
La Uzumaki calló entonces, dedicándose a terminarse varios platos más de sushi. Pese a que su complexión era marcadamente atlética y parecía una kunoichi muy en forma, probablemente especializada en el combate físico, la cantidad de pescado que era capaz de consumir podría resultarle sorprendente al genin.
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—Ay, Takumi, Takumi... Pronto aprenderás que entre los ninjas de todas las Aldeas siempre hay cabroncetes dispuestos a estirar los límites de lo que se considera normal, amistoso o cortés. —El genin se imaginaba que sería así, pero por suerte a los que había conocido no tenían pinta de ser "cabroncetes" para nada. —Los ninjas somos guerreros, entre otras muchas cosas, y se espera de nosotros que nos comportemos como tales si participamos en un evento como el Torneo de los Dojos. ¿No pensarás que el ganador se iba a decidir a base de caricias, no?
Su maestra tenía razón, era un torneo de ninjas, no tenía por que morir nadie pero no era un concurso de poemas. Iba a haber hostias si o también. Tampoco esto tensó al kazejin de más, claramente estaba nervioso por estar a la altura de lo que se esperaba de él, pero confiaba en que pudiera entrenar con intensidad hasta la fecha señalada. Tampoco es que hubiera combatido mucho: contra el viejo de Notsuba, contra Saki y contra la misma Junko ese mismo día; exceptuando el primero los demás habían sido combates de entrenamiento, por así decirlo, no había una tensión de ganar o perder casi.
Mientras la pelirroja seguía comiendo unas cantidades y a unas velocidades que su alumno jamás se hubiera imaginado ver en alguien, si no fuera por lo obvio juraría que se trataba de una Akimichi. Tendría que llevar una actividad física constante para quemar todo el alimento y bebida que ingería, o eso o tenía un metabolismo envidiable. Takumi seguía comiendo aunque mucho menos que la chūnin, le gustaba el sushi pero aún estaba acostumbrándose a sus sabores y texturas, tan acostumbrado a las comidas de los desiertos del País del Viento.
—Tú no te preocupes por eso, pero joder, tampoco vayas en plan cagado a no querer llevarte ni una sola tollina. Hasta el ninja más débil tiene que ser capaz de aguantar un par de sopapos. Tú da lo mejor de ti, aprovecha para divertirte en los Dojos, volverte más experimentado y conocer a otros shinobi extranjeros. Pese a lo que puedas oír en estos tiempos que corren, todas las Aldeas tienen gente buena y gente mala. Te vendrá bien aprenderlo de primera mano.
—Quédese tranquila sensei, me esforzaré en el Torneo. —Las palabras de la Uzumaki le llenaron de determinación, era una oportunidad de oro que no podía desperdiciar, pero tenía que estar al nivel de las circunstancias. —Daré lo mejor de mí, saldré del ring o victorioso o inconsciente. —Sentenció.
Y tal vez fuera un poco exagerado de la manera que lo había expresado, pero no se iba a rendir en los combates hasta que no pudiera mantenerse de pie. El torneo no era sino el primer paso para convertirse en un gran shinobi, y esto a su vez el primer paso para poder cumplir su promesa, llevaría la paz a Kaze no Kuni y a todo Ōnindo al precio que fuera.
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Junko sonrió, guiñándole un ojo a su alumno. Parecía haber conseguido infundir en él la motivación que buscaba.
— ¡Así se habla, leñe! —alzó su tercio, brindando—. Por el Torneo. Que volvamos a casa con otro título bien merecido.
La comilona proseguiría durante un rato más, y si Takumi no rompía el silencio, esta vez la chūnin se concentraría en terminar de llenarse. Cuando sobre su bandeja reposaron tantos platos que parecían una improvisada torre, Junko pidió un fuerte té negro con hielo —"para la digestión", aseguró— y se recostó en su asiento a disfrutarlo. Hacía calor y una bebida fría como aquella entraba muy bien; además, el té era de importación, directamente de las Islas del Té. Cosa fina.
Pasada la hora del almuerzo, sensei y alumno abandonaron el restaurante. Junko parecía bastante contenta y, sobretodo, ansiosa por hacer que Takumi también lo estuviese. Estaba claro que aquella relación maestra-alumno era muy importante para ella, quién sabe si por los turbios acontecimientos de su pasado que le habían arrebatado un brazo y tal vez algo más.
Pero eso era un tema para otro momento. Con la tarde ya cayendo, la sensei se despidió de su alumno —no sin antes citarle a la mañana siguiente bien temprano, para continuar con sus lecciones— y comenzó a caminar, alejándose calle arriba, con una de las mangas de su uniforme de ninja agitándose, vacía, al son del viento vespertino.
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Parece que la respuesta del genin contentó a su sensei.
—¡Así se habla, leñe! —Levantó su botellín y su alumno le imitó, brindando con ella. —Por el Torneo. Que volvamos a casa con otro título bien merecido.
Acabaron de comer sin más conversación y aún le sorprendía la cantidad de comida que admitía el estómago de la pelirroja, pronto Takumi estaba ya lleno pero su maestra ganaba en velocidad y en cantidad. Cuando su maestra pidió un té con hielo su alumno le imitó, no había llegado a comer más de tres o cuatro platos de sushi, pero seguramente esa noche iba a cenar poco.
Ya cuando acabaron se despidieron en la calle, la Uzumaki le citó para el día siguiente a primera hora de la mañana, comenzaba el entrenamiento de verdad ya que había que prepararse para el Torneo.
—Muchas gracias por la comida Junko-sensei. —Dijo junto con una profunda reverencia. —Bueno... Gracias por todo. —Sonrió ampliamente. —¡Hasta mañana sensei!
Comenzó a marchar dirección a su casa, había sido un día completo y estaba agotado. Mientras caminaba en aquella agradable tarde iba pensando en lo afortunado que había sido. «Nunca había pensado que tipo de maestro me hubiera gustado tener, pero estoy muy contento con ella... Ten cuidado Itona, que te quitan el puesto.»
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