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Las inamovibles montañas, se reflejaban portentosas en aquellas aguas; reflejo exacto que ha permanecido inalterable durante muchos siglos. Sin embargo, ese día pequeñas ondulaciones deformaban el espejo. Una pequeña canoa perturbaba el paisaje, acompañado del agua revolviéndose por un remo que acompañaba al viento que soplaba entre las cumbres. Dos ojos dorados, escondidos tras un cristal oscuro observaban con parsimonia las cicatrices de las formaciones rocosas. "Pensar que aquí alguna vez existió una aldea..." Pero ahora no quedaba absolutamente nada de ella, nada que pudiera servir de recuerdo al que aferrarse. "...y este fue el hogar de mis antepasados." Tantos años, y tan cercano a la vez.
—¡Feliz cumpleaños!— Un hombre moreno y de bata blanca le extendió una cajita azul con un listón rojo. —Se que me he tardado un poco en dártelo, pero quería estar seguro de tener un prototipo estable y funcional para poder obsequiarte— Sonrió.
—¿Un poco? ¡Hombre, claro! Solo fueron tres meses—. Respondió socarrón mientras tomaba la cajita. —Pero no importa, te perdono— dijo cinícamente mientras sacudía la cajita cerca de su oreja, tratando de adivinar el contenido.
—Ay este niño. ¿Por qué mejor no lo abres de una vez?—. Se cruzó de brazos.
—Oye, que me lo regalaste, así que puedo hacer con esto lo que quiera— Entrecerró los ojos mientras su padre negaba con la cabeza, aunque finalmente decidió destaparlo.
—¿Y bien?— Alzó la ceja.
—¡WHOOOAAA!— Sus ojos brillaron en demasía y aventó el envoltorio al piso, contemplando las gafas con cristales azul oscuro, las cuales no tardó en ponerse. —Oh cielos, son perfectas, justo lo que necesitaba para mis presentaciones, la gente va amarme, no hay nada más badass que unos lentes oscuros. Aunque, no entiendo porqué tuviste que esperar hasta ahora. ¿No te bastaba ir al distrito comercial a conseguir unas?
—¿Presentaciones? Ahhh niño idiota, que no son anteojos de sol cualquiera, son gafas protectoras con tecnología militar. Los recursos para fabricarlas son costosos así que no puedo producirlas en masa, pero conseguí el permiso para que tuvieras una copia del modelo final—. Resopló orgulloso. —Así de paso cuando las uses me darás un reporte, es mejor testearlas en pruebas de campo.
—Vaya, le has dado un juguete nuevo— La presencia del hombre de vestimentas tradicionales rápidamente cambio el ambiente jovial a uno donde la presión pesaba en el pecho del padre y el hijo. —Ya que te veo con tanta energía, te convendría gastarla. ¿Por qué no haces un viaje al País del Rayo? Necesitas aprender como gestionar el gasto de chakra, te fatigas cuando te sobre esfuerzas. No te has visto en la necesidad de realizar acciones por tiempo prolongado, pero mejor vamos corrigiendo ese punto antes de que sea tarde. En una batalla real no serías más que un inútil. Además, es la tierra de donde proviene nuestro clan. Deberías tener más en mente las tradiciones de la familia, nunca olvides que llevas ese símbolo en la espalda.
—¿A QUIÉN LLAMASTE INÚTIL? Escucha viejo, te voy a demostrar quién es el inútil en esta casa—. Se colocó las gun'yo megane y se dispuso a salir de la habitación. —Que conste que voy porque quería tomarme unas vacaciones de mis vacaciones, no porque lo digas—. Y tras decir eso, la puerta se cerró abruptamente tras de sí.
—¿Crees que este bien? Mandarlo tan lejos sólo le hará perder más tiempo del que ya ha desperdiciado estos meses.
—Al contrario, hijo. Le hace falta.
De vuelta a la actualidad
—Gasto de chakra ñeñe, nuestro clan ñeñe, tradiciones ñeñe— El recuerdo le hizo refunfuñar mientras llegaba a una orilla donde la pendiente no estaba tan empinada y creía que podría detenerse para pisar tierra firme.
La embarcación se quedó en el borde, esperando el regreso de su tripulante en las serenas aguas del lugar. Entre tanto, el Yotsuki consultaba su mapa, aunque este no detallaba con precisión su ubicación por lo que se limitó a suspirar. "Sería desastroso perderme por aquí, mejor no me alejo demasiado del afluente de agua." Avanzó entre las montañas, pensando en las palabras de su abuelo. "Ah maldita sea el viejo tiene razón, pero no debo dejar que él lo sepa." El orgullo siempre por delante. "Aquí si puedo practicar a gusto sin miedo a que me regañen por romper algo, además que debo probar algo." Llevaba algún tiempo ideando una nueva técnica secreta. "Este sitio es ideal." El terreno era sólido, se encontraba en medio de dos grandes formaciones rocosas y parecía ser bastante duro. "¡Nada que no pueda manejar!" Concentró una fuerta cantidad de chakra en una de sus extremidades inferiores, y aun cuando creía que nadie estaba ahí para escucharle, gritó a todo pulmón.
¡STOMP THUNDER BULLDOZER!
Un sonido de explosión, el cual el eco de las montañas se encargo de volver más sonoro y estruendoso respecto a la verdadera destrucción que causaba. Un agujero, rodeado por algunas grietas. Ejecución casi perfecta, de no ser porque de inmediato el de cabellos tricolor sintiose mareado. "Demasiado chakra..." Su pie trastabilló al quedar dentro del agujero y cayó de espaldas. No hizo esfuerzo en evitar la caída, porque la verdad quería recostarse y descansar. "Mierda, esto no funciona así." Observó las nubes blancas, las cuales apenas dejaban ver parches azulados de lo que debería ser el cielo. "Mis ancestros se reirían si me viesen."
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— ¿No le vas a poner nombre? —le dijo su madre, sonriente.
El rostro de Ranko estaba iluminado como quien recibe un tesoro invaluable. Y para ella lo era. Aunque ante los ojos de otros podría ser solo una wakizashi de vaina y empuñadura color vino y guarda dorada, para la joven kunoichi era un sable legendario del cual se contarían historias casi tan grandes como las de ella.
— Sí. Creo que la llamaré —La desenvainó y admiró por un momento. Su filo ligeramente curvo, corto comparado con otras espadas, le devolvió la mirada con un reflejo de la luz matinal — Higanbana.
Komachi inclinó la cabeza. Aspiró de su pipa y soltó el humo hacia un lado.
— Es un nombre peligroso… Pero me agrada. Cuídala mucho, y ella te cuidará. Especialmente mientras no hayas completado tu entrenamiento.
— ¡Muchas gracias, madre! —dijo Ranko, extasiada e inspirada, después de asentir repetidamente. Envainó a Higanbana de nuevo. Ahora que se sentía totalmente armada, como un verdadero shinobi, quería preguntarle algo a su progenitora — Ahm…
— Oh, déjame adivinar… Quieres aventurarte a pasear por allí.
— ¿Eh? ¿Cómo supiste? —Aunque justo al salir esas palabras de su boca, supuso la respuesta. “Ah… Una vez se lo comenté a Kuumi… ¡No puedo creer que se lo haya dicho a nuestra madre!”
Komachi soltó una breve pero sonora carcajada.
— ¿Qué clase de madre sería si dejase partir sola a mi hija, a un destino incierto? —Aspiró de su pipa de nuevo — . ¿Y qué clase de kunoichi sería si no dejase a mi hija hacerse más fuerte mediante la experiencia?
Hubo un corto pero abrumador silencio.
— Entonces...
— Entonces no te dejaré "salir a la aventura". Tendrás que ganártelo. Puedes ir a explorar el mundo a como le dijiste a... ahm... un pajarito, solo si logras escapar de mí. Ahora —Ranko tragó saliva. Sabía que podía confiar en que su madre estaba diciendo la verdad. Cuando se trataba de entrenamiento, nunca bromeaba — . Ve a tu cuarto y prepara tus cosas. Veremos si estás lista.
Eso había pasado ya hacía unos seis días, tal vez. Ahora, Ranko se encontraba cansada, pero en paz. Había caminado mucho y por mucho tiempo. Había cruzado los arrozales y dejado el País del Bosque atrás. Según lo que había escuchado de algunos aldeanos (aunque no se atrevió a preguntar más, y se alejó con el rostro entomatado), se encontraba en el País del Rayo. ¿Qué le había hecho ir hasta el Valle de Unraikyo? Tal vez derivaba de su inclinación por hacer las cosas según las reglas: si quería explorar el mundo, tenía que hacerlo en orden de las manecillas del reloj ¿no?
Suspiró al ver aquella depresión, llena de agua, con enormes piedras. Ruinas antaño magníficas. Una ligera melancolía le erizó la piel. No tenía nada que ver con lo que otrora había sido Kumogakure, pero se preguntó, mientras saltaba de una roca a otra y se sentaba en alguna de ellas, cuántos habían perecido en la creación de ese Valle.
"¿Habrían evacuado a todos? ¿Qué tan repentino fue? Debería estudiar más historia antigua..."
Se sentía una soledad abrumadora. Más incluso que el silencio. Al menos hasta que...
— ¡STOMP THUNDER BULLDOZER!
Ranko se levantó al instante al escuchar tal estruendo.
— ¿Bull-qué?
En estado de alerta, volteó en derredor hasta que vio entre las rocas, a la distancia, algunos destellos que reconoció fácilmente gracias a sus combates con Kuumi.
"Es Raiton. ¿Hay alguien combatiendo? ¿Hay alguien en peligro allí? ¿O hay alguien... peligroso?"
En caso de que sus primeras dos preguntas mentales fuesen correctas, se preparó para avanzar saltó de una piedra a otra, intentando no hacer mucho ruido (aunque su mochila tal vez se lo impediría). Intentaría asomarse con cuidado, adhiriéndose a la roca con su chakra y buscando no ser descubierta. No quería ser una metiche, pero si había alguien que necesitase ayuda... Era el momento perfecto para convertirse en una heroína.
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Gracias al cansancio, el suelo se le antojaba mucho más cómodo de lo que realmente era. Se quedó tendido con los brazos estirados, enfrente del pequeño cráter aún humeante. Para qué iba a mentir, aunque quisiera, pararse en esos momentos era un esfuerzo titánico casi imposible. "Anda lobo, que de nada te sirve tener una técnica especial super requete secreta hiper mortal si al usarla terminas como una tortilla en plancha." ¿Que analogía existía en aquella frase? Probablemente ninguna. Quizás el mismo esfuerzo le fundió las neuronas. Sudó cómo si hubiese corrido una larga distancia, incluso se permitió respirar hondo mientras cerraba los ojos y dejaba que el aire aliviase sus penas.
"Creí que venir aquí iba a ser interesante, pero no hay nada que me de una pista. Alguna vez mi clan caminó orgulloso aquí, alguna vez nuestras tradiciones fueron importantes y simbólicas para Kumogakure... ¿Algún día Amegakure desaparecerá misma forma? ¿Cuanto sabía realmente de sus orígenes? Su abuelo era muy insistente respecto a los vínculos de hermandad que antaño se forjaban en batalla, el orgullo de los Raikages. ¿Cuanto de eso realmente le importaba a él? "Ahhhhhhhhhh. Cómo odio esto de quedarme quieto, ideas raras se me vienen a la cabeza." Su mente se quedó en blanco unos segundos. "¡Ya sé! Al menos puedo cantar algo para distraerme. ¿Cómo era que decía esa...?" Respiró profundo, y teniendo de público a la montaña y al cielo, las palabras salieron de su boca.
Me iré sin decir adiós
Al final de la infancia
Me despido de mi ciudad favorita
Quiero atrapar un anhelo...
La acapella no era lo suyo, pero a falta de su vieja confiable guitarra, peor era nada. Además, según él, no había nadie para criticarle en ese momento, aunque en el fondo de sus caprichos siempre se había imaginado pronunciando aquellas letras en un gran escenario con cientos de voces ovacionándole.
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15/12/2018, 07:23
(Última modificación: 15/12/2018, 07:24 por Sagiso Ranko. Editado 1 vez en total.)
Eventualmente, Ranko llegó a una piedra a varios metros de distancia del punto donde se percibía algo de humo. La estructura rocosa la cubría por completo, y era perfecta para espiar. Se asomó con mucho cuidado y, apenas vio al chico de apariencia escandalosa, se ocultó de nuevo tras la roca. No parecía más que un chico entrenando.
"A menos que haya desintegrado a su oponente... Cosa que no creo... Tal vez."
La kunoichi no se animó a asomarse de nuevo. Con su costado contra la roca, se quedó pensativa. No sabía si era educado interrumpir a alguien que estaba acostado cerca de un minicráter humeante, posiblemente provocado por él mismo. Tal vez estaba esperando a alguien. O prefería estar solo. ¿Quién era Ranko para quitarle tal comodidad?
Entonces, la chica lo escuchó cantar. Inclinó la cabeza mientras lo escuchaba. La roca estaba lo suficientemente cerca de él como para poder oír la tonada con claridad, apenas apagada. Era una buena voz, o al menos así la consideraba Ranko. Una memoria le regresó a la cabeza justo cuando el chico terminó.
Entraba a su cuarto y, como si fuese una marioneta, guardaba cosas para su viaje de manera automática, como guiada por los hilos de alguien. Tal vez no lograba comprender del todo por qué su madre le había dicho eso: le dejaría ir a donde quisiera si lograba escapar de ella. Y no solo eso, el reto comenzaba a la de ya. ¿Qué estaba pensando Sagisō Komachi? Entre sus cosas, Ranko acomodó un paquete largo, envuelto en tela.
Fue ese mismo paquete que, de vuelta en el Valle, sacaba en silencio de su equipaje.
"Creo que sí sería algo maleducado ir a interrumpir a ese joven cantante solitario. Así que no hablaré."
Lo pensó por largos segundos, mientras sacaba de entre la tela del paquete una flauta de bambú, una shakuhachi. No parecía haber nadie más que escuchara el canto del peliazul, ni nadie que viera el rostro de Ranko ponerse de su ya típico color tomate. Ni, por lo visto, nadie más que la escuchara tocar. Llevó sus labios a la flauta y tocó. Su ejecución no fue perfecta, pero sí agradable. La apariencia del Valle le dio un aire de misticismo a la pieza.
Ranko no dejó de preguntarse por qué lo hacía. Tal vez porque la música era algo más profundo, y a la vez sencillo. Algo omnipresente que no seguía las mismas conveniencias que la legua hablada o escrita. Tal vez porque Ranko no tenía que hablar para hacerse escuchar, allí, entre la ruina, el agua y las rocas. Allí, lejos de casa.
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No recordaba del todo bien la canción, era una de tantas que algún borracho o transeúnte cantaba en algún bar del Distrito Comercial. ¿Y cómo había logrado un menor de edad infiltrarse en un lugar así cómo para escucharla? Esa ya es historia para contar otro día. Fuese cómo fuese, ya sea alterando la letra para rellenar los espacios que faltaban en su memoria, o tratando de embellecer las líricas a su manera, el joven continuó cantando las melancólicas palabras.
...Viajero del viento
Rumbo a la puesta del sol
Adiós compañero
Sonríe deslumbrante
Hasta que nos encontremos de nuevo.
Le entregué una carta al viento
Preguntando, ¿todos están bien?
Dormiré con nostalgia, sosteniendo la almohada.
Ahí en soledad, sintió como si el viento decidiese acompañar sus palabras silbando una melodía. Quizás se estaba quedando dormido o quizás alucinó un poco, pero de alguna manera, encajaba casi a la perfección. "¿Huh?" Demasiado claro sólo para ser sólo el aire a través de las montañas. Y sin embargo, no se detuvo.
Seré mucho más grande
Cuando regrese a casa
Seré capaz de protegerte, como te lo prometí.
Viajero del viento
Rumbo a la puesta del sol
Adiós compañero
Sonríe deslumbrante
Hasta que nos encontremos de nuevo.
La canción terminó, dándose cuenta que no estaba equivocado al pensar que alguien más le había acompañado en su interpretación.
"¿Quién, cómo, dónde, y por qué?" Usó la fuerza de sus antebrazos para apoyarse y sentarse nuevamente, parpadeando un par de veces mientras escudriñaba los alrededores en busca del misterioso músico que se escondía en las montañas. "No puede ser un enemigo, una melodía así no puede ser de alguien de mal corazón." Por ingenuo o loco que aquello sonase, se lo creía y nadie iba a decirle lo contrario. "Estoy algo fatigado aún, pero quiero encontrar a esa persona." Le invadía una enorme curiosidad, descubrir su identidad se volvió la prioridad ahora.
—Hello!~ Saludó enfusivamente, esperando alguna respuesta mientras empezaba a caminar a paso lento en dirección a las rocas.
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Tal como una parte de sí esperaba, el joven siguió con su canción, acoplándose a la melodía que Ranko tocaba, creando un dueto improvisado bastante armonioso. Tardaron un rato así, apoyándose musicalmente el uno al otro, hasta que la canción de él terminó. La kunoichi bajó el volumen de su shakuhachi lentamente, difuminando el sonido contra el susurro del viento.
De repente, algo que no esperó le hizo dar un silencioso saltito en su lugar. El chico la saludó desde su roca. Al parecer, no sabía exactamente dónde estaba Ranko, y obviamente había escuchado su flauta.
"¡Aaaagh! ¿Cómo esperabas que iba a acabar? ¿Que se iría de allí sin más, con una sonrisa en su rostro y ya? Mmm... Tal vez..."
Ranko tragó y esperó por varios segundos antes de que se le ocurriera cómo responder. Llevó la shakuhachi de nuevo a sus labios y sopló un poco, soltando un silbido similar al de un ave, pero dejando claro que era un instrumento.
"Hola" pensó la chica mientras soplaba, pero luego se regañó a sí misma. "¡Nooooo! ¡Ahora sí te encontrará! ¿Qué dirás entonces? Agh, me quedaré quietecita, tal vez se pierda e imagine que soy una piedra..."
Acto seguido, Ranko encogió sus piernas, sentándose y apretándolas con sus brazos, como si su estrategia pudiese funcionar.
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—¿Huh?— Un silbido captó su atención, como algo que intentaba imitar el canto de un ave saludando.
"¿Estará jugando conmigo?" Era como un juego de escondidas, aunque el misterioso visitante delató su presencia con la melodía. ¿Para qué tanto secretismo? "¡Por ahí!" Se volteó rápidamente al sitio de donde creyó provenir la canción y dio algunos saltos largos hacia las rocas. Al rodearlas, se frenaría y señalaría con su dedo al frente y una enorme sonrisa en la boca.
—¡Te encontré!— Canturrearía alegre.
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Al escuchar al chico, Ranko aspiró violentamente de la sorpresa. Si hubiese tenido algo más pequeño en los labios, como un caramelo o paleta, de seguro habría acabado en la garganta de la joven, asfixiándola graciosa y dolorosamente. Pero como la shakuhachi es relativamente grande, lo único que pasó fue que soltó un agudo y extraño chillido. Aunado a ello, dio sin querer un saltito que le hizo perder la concentración, casi cayéndose de la roca. La aspiración le dejó tosiendo por varios segundos.
Cuando dejó de toser, alzó la vista hacia los ojos dorados del chico. Después de verlo por dos segundos, bajó el rostro y tosió de nuevo, esta vez se notaba que era algo fingido.
”Rayosrayosrayosrayos…” pensó, enrojeciéndose lentamente, pero sin pausa. ”¡Bueno, responde! Dile… Hola. Sí, eso. Vamos. ¡Hola! ¡No, pero no aquí! ¡Allá! ¡Que salga de tu boca!”
Ranko tragó saliva. Quiso erguirse, pero una mística fuerza magnética mantuvo su cuerpo encogido contra la roca. Al final, después de dudarlo bastante, alzó una lenta y temblorosa mano derecha con la palma hacia el varón.
—Ho.
”la”. ¡RAYOS! ¡Así no!
Ranko sintió que sudaba a mares, aunque en realidad solo era el calor de sus mejillas. Se quedó quieta. Tal vez podía fingir que en realidad era una piedra. Sí, una estatua de piedra. Que el chico ignorara que había pronunciado una sílaba y siguiera su camino. Su mano seguía alzada, temblando cada vez un poco más.
"Creo que me entendió… ¿No? ¿Qué sigue?"
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Enfrente, encontró finalmente a su dúo musical misterioso. Una chica un poco alta. "Que digo un poco, ¡es una jodida jirafa! Había escuchado que las niñas crecen más rápido pero oye, esto es ridículo." Por sus facciones, no parecía superarle mucho en edad, lo cuál frustraba un poco al Yotsuki. Espero a que la muchacha le dijera algo, pero en su lugar, se quedó inmóvil en el sitio con una gran ruborización en su rostro, mientras él sólo parpadeó un par de veces, sin bajar su dedo.
—¿Eh?— Fue lo único que pudo exclamar ante el monosílabo de su interlocutora.
Pasaría un par se segundos en silencio, para luego tomar una postura más natural al creer que había comprendido la situación.
—Oh, ya entiendo— Se cruzó se brazos y cerró los ojos, asintiendo un par de veces con la cabeza. —Estás encandilada por mi maravillosa presencia y te has quedado sin palabras, pero no te preocupes, yo también me quedaría mudo ante alguien tan genial como yo, especialmente porque dudo que exista alguien que pueda igualarse a mí—. Sonrió mientras se adulaba.
Reparó entonces en la bandana de su cuello, la cual indicaba que procedía de la aldea de la Hierba. "¿Será que conoce a Daigo o Geki y alguno de ellos le contó sobre mí?" Meditó un poco, aunque de no ser así el mismo iba iniciar con las presentaciones.
Con el cielo de testigo y el Unraikyo cómo su escenario, se ajustó los lentes en su cabeza con una mano, cubriendo sus ojos. Dio un giro de trescientos sensenta grados usando de eje el talón de su pie izquierdo, dando un sonoro zapatazo con el derecho al terminar. Ladeó la cabeza a la izquierda y alzó la mirada para que el sol se reflejara en los cristales de las gafas mientras deslizaba la mano zurda entre el fleco de su cabello, estirando el brazo que le quedaba libre en diagonal hacia abajo.
—Yo soy, King Rōga~
"Lobo, el público te adora..."
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El chico peliazul parecía darse mucha importancia. No solo supuso que los nervios de Ranko se debían a ver su genialidad, sino que se presentó dando un giro y adoptando una pose, como si fuese una famosa estrella de música estrafalaria y ruidosa.
Ranko tragó saliva y miró al chico, llamado Rōga. Después de varios eternos segundos en silencio, la chica bajó al fin su mano. El alta autoestima y confianza del joven se le hacían encantadores, y casi se le escapa una risita. Mas al mismo tiempo, el peliazul proyectaba sobre ella una sombra de carisma que la intimidaba.
—La —soltó sin querer. Luego tosió repetidamente, intentando ocultar su falta de destreza social —. Ejem… Ki… Kingu-san. Mucho… mu… mucho gusto.
La kunoichi se enderezó a como pudo, se sacudió la ropa, tosió de nuevo y aspiró profundamente mientras cerraba los ojos.
”Vamos, Ranko. Una reverencia. Lo has hecho mil veces. Vamos, criatura, tú puedes…”
Se inclinó casi noventa grados y se quedó quieta varios segundos, como si hubiese olvidado su nombre.
—Mi-mi-mi nombre… Esto… Minombreessagisōranko
”¡Agh! ¡Casi! Una vez más. Esta vez más lento” se regañó mentalmente.
—Sagisō —repitió, irguiéndose lentamente y luchando contra su pena por verlo a los ojos como una persona normal —Ranko. Sagisō Ranko. Ése… Ése es mi no-nombre. Un gusto.
Al notar en su cuello una bandana ninja con líneas verticales, bajó de repente la mirada. Algo de emoción surcó su cuerpo. ”¡Es un shinobi de Amegakure! ¿Habrá entrenado mucho? ¿Será fuerte? ¿Será… peligroso?”
Comenzó a juguetear la shakuhachi con sus dedos. Se puso en un poco más de alerta, esperando alguna acción repentina por parte del amejin. Esperaba, de hecho, que él atacara o la amenazara, pues al estar en una situación de combate lograba enfocarse más fácilmente. Si Rōga decidía sacarle plática, sería definitivamente más seguro, a la vez que mortificante para Ranko, al menos al inicio.
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Su ceja se alzó repentinamente ante la pronunciación de su apellido. Daigo también tuvo problemas de dicción pero no le dió importancia, aunque cuando se trataba de su apellido encontraba eso algo chirriante. "Que mal suena así, es muy malo para la publicidad" Observaba a la muchacha que aparentemente estaba aquejada por repentinos ataques de tos y tartamudeaba al hablar. "Cara roja y tos, si eso no es estar enfermo no se que es." Uso la diestra para deslizar sus gafas y que sus ojos dorados se posaran fijamente en la muchacha.
—Mejor llámame sólo Rōga, por ahora. Luego vas a necesitar unos cursos intensivos de dicción. Tendrás el privilegio de recibir una clase privada de mi persona sobre como hablar con estilo y quién sabe, quizás a futuro seas la fundadora de mi séquito de fans— Se relamió ante aquella magnifica idea.
La chica hizo lo propio para presentarse, aunque se mostraba indecisa al hacerlo.
—Mi-mi-mi nombre… Esto… Minombreessagisōranko
—¡Bájale niña que te vas a morder la lengua así!— Alzó las manos, sin saber exacatmente porque, pero no sabía cómo actuar ante aquella reverencia tan rígida cómo una escuadra de plástico.
—Sagisō —repitió, irguiéndose lentamente y luchando contra su pena por verlo a los ojos como una persona normal —Ranko. Sagisō Ranko. Ése… Ése es mi no-nombre. Un gusto.
—Va. Eso está mejor— Nuevamente se cruzó de brazos. —Con que Sagisō de Kusa— Clavo nuevamente sus ojos en ella, aunque la kunoichi desvió la mirada hacia abajo mientras jugueteaba con la flauta en sus manos.
"Pero que rarita" Físicamente no había mucho que destacar, salvo su altura. De hecho, sin aquella característica probablemente seria muy fácil pasarla por alto. Sin embargo, algo mas captó la atención del muchacho, y es que pese a que los brazos de la joven estaban definidos, las piernas lo estaban aún más. "Eso no se consigue de la noche a la mañana, se le nota que entrena." No lo dudó y se agachó apoyando una rodilla al suelo, mientras sostenía su codo en la otra pierna, colocando el mentón un la palma de su mano mientras sus ojos se deslizaban desde sus pantorrillas hasta el muslo.
—¡Qué buen camote tenemos aquí!— La elogió como solo él podía. —Aunque no es sólo de sacarle carne, por lo que imagino que has de saber dar con la canilla— Sonrió confianzudo mostrando toda la dentadura a al vez que alzó y bajó las cejas rápidamente tres veces.
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Rōga hablaba con una confianza que aturdió a la kusajin. No era especialmente grandilocuente, sino que hablaba con Ranko como si fuesen amigos de la infancia. Primero le corrigió la pronunciación. Mejor dicho, le insinuó que había pronunciado mal su apellido, y le instó a llamarle por su nombre de pila.
”¿Eh? Pero es maleducado llamar a alguien por su nombre apenas conocerse…”
—Se… ¿séquito? —soltó Ranko, anonadada. De un segundo a otro, el chico pasó de confiado a presumido ante los ojos de la kunoichi —. ¿De fans?
Rōga no sólo la llamó por su apellido (”¡A como debería ser, al menos al inicio!”), sino que parecía conocer Kusagakure, o al menos eso intuyó Ranko al escucharlo hablar de la aldea tan a la ligera. Lo que siguió, sin embargo, elevó el medidor de incomodidad de la chica por las nubes.
El peliazul pareció analizar su físico, no era de sorprenderse que le llamase la atención la altura de Ranko, mas luego se interesó en sus piernas. Ranko recogió los brazos y cruzó un poco las rodillas al ver a Rōga agacharse. Su rostro se puso tan rojo que parecía una cereza viva al escucharlo alabar sus muslos y pantorrillas con palabras como “camote” y hablar de “sacarle carne”.
Al instante, Ranko saltó. Se alejó de la roca tan rápido como pudo, cayó a varios metros de distancia de la roca donde había estado, usó su chakra y se paró sobre la superficie del agua. Al ponerse de pie en dirección a Rōga, quien ahora estaba no solo alejado de ella, sino que en una altura superior sobre la estructura rocosa, Ranko se cubría el pecho y el regazo, como si estuviese desnuda.
—¡E-e-esa no es… no es manera de…! ¡Po-por favor, no se… no use esas…! ¡Esas palabras!
Ranko se había criado en una familia de manera formal, como una noble. A pesar de que a veces su madre vistiese de manera floja, siempre les había enseñado a sus hijas cómo comportarse y hablar con educación. El encontrarse con alguien tan irreverente como Rōga había sorprendido a Ranko en demasía. Tal vez el peliazul no tenía mala intención, o tal vez era así de juguetón con todos, pero en ese momento Ranko no pudo reaccionar de otra manera. Tal vez si hubiese usado un registro más estándar, su comentario sobre las piernas de la ninja no habrían sonado tan...
"¡Vulgares! ¡Agh! ¡Habría preferido que me lanzara un kunai al rostro!” pensó, no enfadada, sino sumamente avergonzada.
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3/01/2019, 03:41
(Última modificación: 3/01/2019, 06:28 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
Sobresaltada, la chica pegó un brinco del susto para alejarse de Rōga. "What?" Se levantó y quiso seguirla de cerca, pero...
—¡Oeh te vas a-! ¡SPLASH! La genin de la hierba había caído al agua, y él no pudo hacer nada más que asomarse desde la altura para verificar que no se hubiese lastimado con la caída, aunque probablemente lo único que tenía herido era la dignidad. "No me digan que... Ay no, de seguro ahora piensa que soy una especie de acosador o algo por el estilo". Suspiró largamente mientras dejaba caer sus brazos, como si estuvieran colgando.
Más pronto que tarde la chica se incorporó y se paró sobre las aguas, tratando de llamar a la razón del Yotsuki, aunque este se distrajo al escuchar el tratamiento que le daba. "¿Me está hablando de usted? ¡No soy tan mayor para que se dirijan a mí de esa forma!" Negó con la cabeza.
—¡Niña no tienes porque ponerte así!— Se irguió y se cruzó nuevamente de brazos, observando a la joven que parecía querer esconder sus atributos. "Si intento bajar para hablar frente a frente quizás se asuste más." Mantuvo su mirada afilada posada en ella. —No sé que idea se te pasó por la cabeza. Además, hace rato andabas tosiendo y ahorita espero que con ese chapuzón no te de un resfriado peor.
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La caída de Ranko solo había alcanzado a mojarle las piernas, hasta medio muslo, pues su reacción había sido suficientemente rápida para no estamparse de lleno contra el líquido. Sin embargo, eso fue suficiente para, al parecer, preocupar a Rōga por su salud.
”Es amable que diga eso… ¡Pero su tono al dirigirse a un desconocido debería ser amable también!”
Pasó varios segundos a la expectativa, mas al ver que el peliazul no le daba caza, la kunoichi se relajó un poco, lentamente.
”¡Oh, ya sé! ¡Tal vez es así a como se llevan todos en Amegakure! No sería raro que diferentes aldeas tengan diferentes culturas y modos de saludar… ¿Debería de hablarle a como él me está hablando? ¡No! Debo de comunicar la formalidad, nobleza y amabilidad que define la familia Sagisō. ¡Así se llevará una buena impresión de Kusagakure!”
—No… No estoy… Enf… Estoy bien —Suspiró, cerró los ojos e intentó calmarse con una respiración pausada. Luego abrió los ojos de nuevo e intentó alzarlos hacia Rōga. Pero, al cruzarse su mirada con la de él, una fuerza mística tiró de ella hacia sus pies. Era como si la diferencia entre la presencia del Amejin y la presencia de la Kusajin fuera la diferencia entre una montaña y un guijarro —. Estoy bien. Gracias —Se mordió los labios y apretó sus puños por varios segundos, hasta que el color bajó de su rostro —. Siento… Siento haber… Perdón.
”Bien, Ranko, creo que ahora tiene la impresión de que los de Kusagakure somos débiles y lastimosos. Qué vergüenza. ¡Mírale a los ojos y háblale! ¡Que quede claro que eres una Sagisō! ¡Eres una hija del bosque y de la tierra! ¡Una futura maestra del Hakuto no Mai y del Hachimon Tonkō! ¡Eres la Princesa Conejo, quien algún día será leyenda!” pensó, sintiendo un aura cálida emerger de lo profundo de su espíritu. Aspiró con ganas, lista para declarar su existencia ante los dioses.
—¡Conej…! —se interrumpió casi al instante con una mano en la boca.
”¡Aaaah por todos los cielos! ¡¿No puedes pasar cinco segundos sin humillarte sola?!”
No sabía qué hacer, y la ansiedad parecía estar a punto de hacerle estallar la cabeza y el estómago. Casi desesperada, apuntó con su índice izquierdo a la bandana que colgaba de su cuello. Luego apuntó a la de él.
—Vi-vienes de más lejos —dijo, forzando a su lengua a destrabarse —. M-más lejos que yo.
Sintió algo de alivio de que al menos su comentario no fuese un disparate. Si bien desconocía la ubicación de la Aldea Escondida entre la Lluvia, dado que el País de la Tormenta estaba más hacia el oeste, y el del Bosque colindaba con el del Rayo, era claro que Amegakure estaría más retirada de Unraikyo que Kusagakure.
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La muchacha pasó a disculparse y agradecer, aunque no dejaba de lucir nerviosa ante la presencia de Rōga. "Oh, supongo que es lo que tiene ser tan magnífico cómo yo. ¿Qué sería de esta pobre alma si no se hubiese cruzado conmigo?" Sonrió con confianza mientras las ideas revoloteaban por su mente. Quiso esperar a que ella dijera algo más, aunque ella seguía cohibida y luego pasó a decir algunas incoherencias de forma inconexa.
—Co...¿nejo?— Parpadeó varias veces. Ahora si que estaba totalmente perdido.
Luego de eso, empezó a dudar de la salud mental de la joven. "Pero.. ¿cómo demonios esta chica es kunoichi? Está peor que Geki y ese pobre diablo ya era muy llorón de por sí, pero esta lo supera." No quería pensar mal pero ella le estaba dando demasiados motivos para hacerlo. Acto seguido Ranko se señaló la bandana y luego dijo que el Yotsuki provenía de más lejos. ¿Para qué recalcó ese hecho? Dedujo que porque intentaba interrogarle respecto a su presencia en aquel lugar.
—Tal vez venga de más lejos, pero mi linaje es aquí, donde alguna vez estuvo la antigua Kumogakure— Ladeó la cabeza para sacudir su fleco, con gesto presuntuoso. —Es la tierra de mis ancestros, en cambio, ¿qué te trae a ti a pisar estos caminos?— Él tenía sus motivos para estar ahí, ¿pero ella? También podía ser que estaba de turista. "Quizás quería ir a la Villa de las Aguas Termales y se pasó de largo. Total, es muy fácil perderse en este puto país."
Quería fingir ser enigmático con ella, aprovechando su actitud nerviosa. Quizás con eso incluso lograba que ella se soltara más y fuese menos tímida.
—¿Qué ocurre? ¿Vas a dejar todo el tiempo que mis palabras te ofusquen? Creo que esta es la parte donde deberías pelear por tu orgullo. Sí, eso, eso. ¡Un desafío por el honor! ¿O eres una damisela en apuros a la espera de su caballero de corcel blanco?— Carcajeó. —Tú me buscaste, tú tocaste la melodía. ¿Motivo tenías no? ¡Noo bajes la mirada que aquí estoy yo!
Sonrió por enésima vez y se ajustó las gafas cubriendo sus ojos, dejando que el sol se reflejara en los cristales mientras el alzaba los brazos con las manos extendidas y las palmas elevadas al cielo.
—¡Ven aquí y desafíame! ¡Que con gusto aceptaré tu reto!
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