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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
La vida de un joven estudiante recién graduado era tan excitante y divertida como las circunstancias lo permitían. Para un niño con grandes ideas y aspiraciones, el simple hecho de recibir la bandana, tener un combate real o realizar su primera misión —aunque se tratase de cuidar a la mascota de un cliente—. era de por sí una experiencia importante y enriquecedora. No obstante, con cada día que pasara la emoción reducía sus niveles y las tareas se convertían en simples rutinas a las que es sencillo acostumbrarse. Así sucedió con Kota, quien a pesar de intentar realizar actividades diferentes durante la semana, ya parecía reacio a encontrar algo que le satisficiera lo suficiente como para llegar a casa con una historia interesante que contar.

Fue así como decidió por su propia cuenta planificar un pequeño viaje, sólo; con todas las responsabilidades que traía ello consigo. Sabía de su hermano y un viaje que había realizado al país del fuego, así que contaba con algo de respaldo a la hora de preparar el itinerario de viaje. Y entre todos los destinos posibles, fue la gran ciudad de Tanzaku Gai la que salió elegida. El peliblanco había escuchado que era una amplia capital con diversas formas de entretenimiento y quién mejor que él para comprobarlo.

La noche anterior al viaje preparó su mochila con todos los utensilios, empaquetó gracias a su madre unas cuantas raciones de alimento y alistó su vestuario junto con el equipamiento shinobi. A la mañana siguiente, sólo bastó con vestirse y montar su bolso en la espalda: pronto partiría al gran país del fuego.

—¡Nos vemos! —dijo, despidiéndose de su madre. Un abrazo y un beso fraternal, para luego dejarle ir.

...

El viaje le tomó gran parte de la mañana, aunque por suerte logró llegar a la entrada de la gran ciudad antes del mediodía. Allí en la entrada, el peliblanco visualizó la gran muralla de piedra que rodeaba hasta su horizonte todo el panorama, y sonrió por la gran vista que tenía aún cuando no había siquiera entrado en la zona. Pronto el genin avanzaría hasta adentrarse finalmente, dejando atrás a unos cuantos guardias que caminaban marchantes y firmes custodiando las adyacencias de Tanzaku.

Lo que encontró adentro fue muy diverso, desde puestos independientes en las avenidas donde vendían desde comida hasta prendas de vestir, hasta transeúntes mercaderes, algún gitano prestidigitador amante del dinero fácil e incluso los voceros que invitaban a la gente a adentrarse en sus grandes locales, muchos de ellos no permitidos para personas de corta edad.

«Y bien... ¿qué puedo hacer primero?»
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#2
Las calles de Tanzaku Gai bullían de ajetreo a aquellas horas del día. La enorme ciudad era un hervidero de actividad, y no por nada se decía que en la ciudad podía encontrarse cualquier cosa si uno sabía buscar bien. Era justamente aquel dicho el que había traído a Kunie a la gran urbe; acompañar a su mentor no había sido para ella sino la excusa perfecta. Kisho fumaba un tabaco en pipa realmente amargo y de olor fuerte, que según él sólo podía conseguirse a través de una única persona en todo el continente. Un viejo amigo - Kunie ni siquiera preguntó quién, o de qué se conocían, consciente del secretismo con el que su padrino envolvía cualquier asunto, por tonto que fuese - que tenía una humilde tiendecita en Tanzaku Gai.

Lo que no sabía Kunie es que el misterioso comerciante se había ubicado en una zona bastante turbia de la ciudad; calles estrechas, oscuras incluso durante el día, transitadas normalmente por malvivientes y gente poco recomendable. El típico lugar en el que se cocían toda clase de oscuros negocios. El sitio perfecto para escuchar los pensamientos de la calle. Decidida a no volverse con las manos vacías, convenció a su sensei para que se quedaran tres días en la ciudad. "Tres días, y ni uno más", habían sido las palabras de Asahina Kisho. Tres días tenía su alumna para conseguir información sobre Shishio.



...



Incluso en semejante barrio, a aquellas horas del día las calles tenían un aspecto casi normal. Gente que iba de acá para allá, cargados con bolsas de comida, fruta, herramientas o cualquier otro producto que pudiera venderse o comprarse en la ciudad. De vez en cuando se podía ver alguna pareja, o triplete, de matones circulando por las callejuelas; pero incluso gente de tal calaña parecía estar de buen humor aquella mañana.

Llamaba la atención una multitud que se congraba en una esquina, entre dos puestos de fruta y verdura. La gente que se agolpaba allí no miraba el género, de hecho ni siquiera estaba allí para comprar. Lo que les atraía era una chica, de unos dieciséis años, vestida con un kimono rojo con flores verdes estampadas y una faja violeta en la cintura. Su pelo, negro y largo, le caía hasta la media espalda. Era pálida como la nieve, y se sentaba sobre una caja de madera con sutil elegancia. Sus ojos, de color ámbar, se cerraban cada vez que representaba la farsa.


- ¿Quiere que saber su fortuna, señor?
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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