21/03/2016, 05:40
—Serás inútil… —Dijo un hombre de larga barba blanca y larga melena del mismo color. —Siempre nombrando el apellido a donde vas y no haces una mierda para que te respeten… —Agregó claramente enojado sin siquiera girarse a mirar a la joven que permanecía sentada sobre sus piernas en el suelo, a unos cuatro pasos de distancia del anciano el cual estaba de espaldas a ella.
—Todos tus compañeros ya son chunin como mínimo, ¿Y tú? Sigues siendo una puta genin, débil, inútil, ni una sola misión has hecho. —Seguía hablando el hombre mientras mantenía su mirada clavada en una serie de papeles llenos de números principalmente. ~Que me importan los otros… ~Pensaba la joven de dorada cabellera sin atreverse a abrir la boca. Sabía perfectamente que pese a que no le estuviesen gritando el anciano estaba sumamente enojado, incluso no sería sorpresa si en castigo terminaba por lastimarla de gravedad. —Ya son seis años de que te graduaras y sigues igual que en aquel entonces… —
Los sermones perduraron por bastante tiempo, la noche había caído y Noemi no había podido salir ni un minuto de la casa por obra y gracia de su padre que estaba sumamente enojado con ella ya que, en primer lugar sigue siendo una genin como bien dijo, sin experiencia, en segundo lugar, bien se sabe por Takigakure que algunos shinobis fueron seleccionados para participar de un importante torneo en el país del fuego pero la única hija de la prestigiosa familia Sakamoto no había recibido tal invitación. —Seguro está plagado de debiluchos… —Era el razonamiento de la kunoichi.
Unos dos días pasaron de entonces, en primera instancia Noemi no había llevado el apunte a lo que su padre había dicho, pero un día como cualquier otro estando completamente sola se puso a reflexionar y llegó a la sencilla conclusión de que el anciano tenía toda la razón. Había desperdiciado varios años de su vida en los cuales podría haber mejorado considerablemente sus habilidades como kunoichi y quién sabe, puede que tal vez hasta alguna hazaña hubiese logrado realizar… Pero nada más lejos de la realidad, Sakamoto Noemi actualmente era una mediocre genin con habilidades dignas de un recién graduado y de experiencia ni hablemos. Fue a causa de estas reflexiones que finalmente se decidió a pedirle consejo al mejor shinobi que conocía que justamente vivía bajo el mismo techo que ella.
Otra vez, en plena noche Noemi se acercó a la habitación de su padre, donde solía pasar varias horas sentado encargándose de papeleríos y otras cosas más sin despegar el trasero de su silla. —¿Padre…? —Llamó la kunoichi a la puerta, tal y como le habían enseñado que debía de hacer desde muy pequeña. —Pasa. —Indicó la inconfundible voz de su padre.
Tras cruzar la puerta y cerrarla, la rubia tomó asiento en el suelo pelado, casi como si estuviese en presencia de un emperador aunque a una distancia considerablemente más corta. —¿Podría aconsejarme? Deseo volverme más fuerte… —Decía la chica con cierto temblor en su voz. —Quiero compensar el tiempo que he perdido en estos años… —Agregó sin darle tiempo al anciano de responder.
El silencio reinó por unos instantes, parecía como si el padre de la chica no le hubiese escuchado pero curiosamente había cesado todo tipo de actividad y tras unos momentos de reflexión suspiró. —¿Vas a dejar de escudarte en el apellido o en tu cuerpo...? —Consultó el anciano mientras se atusaba el blanco bigote.
—Lo intentaré… —Las costumbres no se borran de la noche a la mañana y el viejo bien lo sabía. —Bien… —Dijo sereno. —Lo único que puedo hacer es decirte que visites los dojos en los que entrené alguna vez… Los mismos donde se desarrolla el torneo. —Agregó al cabo de unos segundos mientras comenzaba a garabatear en un pergamino limpio.
En menos de dos minutos lo que el anciano hacía estaba terminado, se trataba de un mapa que si bien, había puesto su mayor esfuerzo en dibujarlo era bastante mediocre digno de un niño de tres años. —Ve allí, usa como bien sabes tu apellido y probablemente te permitirán ingresar, aunque puede que necesites usar el dinero… Como también sabes hacer… —Explicaba el canoso mientras se acercaba a su hija, aunque era cuestionable el tono utilizado ya que no se sabía si estaba ofendido con las costumbres de la chica o tal vez orgulloso. De cualquier manera, Noemi asintió, tomó el pergamino y tras una leve despedida para con su padre se retiró de la habitación de su progenitor. Tal y como le habían enseñado...
Habrá pasado tal vez una semana de aquella noche, un largo viaje fue llevado a cabo por la kunoichi de Takigakure en dirección al país del fuego donde planeaba entrenarse y tal vez sacarse la maldita costumbre de recurrir a su apellido o belleza para ganarse algo de respeto.
Por obvias razones no seguiría el mapa que le había entregado su padre, era horrible y cualquiera se perdería, por ello se compró uno al cual traspasó el garabateado del dibujo aunque a causa de esto terminó por perderse de todas formas… De igual manera, gracias a su encuentro con una pequeña kunoichi de Uzushiogakure logró llegar de todas maneras al lugar y como era de esperarse, siendo que el torneo aún no había terminado un samurai se tomó las molestias de interrogarla un poco acerca de su visita. —Vine a entrenar en alguno de los dojos. —Fue la única respuesta que dio además de otros datos más que el guardia le pidió.
A cambio de ello, Noemi finalmente pudo ingresar a ese lugar donde finalmente podría entrenar y tal vez convertirse en una mejor kunoichi… O tal vez termine siendo una pérdida de tiempo, vaya uno a saber.
—Todos tus compañeros ya son chunin como mínimo, ¿Y tú? Sigues siendo una puta genin, débil, inútil, ni una sola misión has hecho. —Seguía hablando el hombre mientras mantenía su mirada clavada en una serie de papeles llenos de números principalmente. ~Que me importan los otros… ~Pensaba la joven de dorada cabellera sin atreverse a abrir la boca. Sabía perfectamente que pese a que no le estuviesen gritando el anciano estaba sumamente enojado, incluso no sería sorpresa si en castigo terminaba por lastimarla de gravedad. —Ya son seis años de que te graduaras y sigues igual que en aquel entonces… —
Los sermones perduraron por bastante tiempo, la noche había caído y Noemi no había podido salir ni un minuto de la casa por obra y gracia de su padre que estaba sumamente enojado con ella ya que, en primer lugar sigue siendo una genin como bien dijo, sin experiencia, en segundo lugar, bien se sabe por Takigakure que algunos shinobis fueron seleccionados para participar de un importante torneo en el país del fuego pero la única hija de la prestigiosa familia Sakamoto no había recibido tal invitación. —Seguro está plagado de debiluchos… —Era el razonamiento de la kunoichi.
Unos dos días pasaron de entonces, en primera instancia Noemi no había llevado el apunte a lo que su padre había dicho, pero un día como cualquier otro estando completamente sola se puso a reflexionar y llegó a la sencilla conclusión de que el anciano tenía toda la razón. Había desperdiciado varios años de su vida en los cuales podría haber mejorado considerablemente sus habilidades como kunoichi y quién sabe, puede que tal vez hasta alguna hazaña hubiese logrado realizar… Pero nada más lejos de la realidad, Sakamoto Noemi actualmente era una mediocre genin con habilidades dignas de un recién graduado y de experiencia ni hablemos. Fue a causa de estas reflexiones que finalmente se decidió a pedirle consejo al mejor shinobi que conocía que justamente vivía bajo el mismo techo que ella.
Otra vez, en plena noche Noemi se acercó a la habitación de su padre, donde solía pasar varias horas sentado encargándose de papeleríos y otras cosas más sin despegar el trasero de su silla. —¿Padre…? —Llamó la kunoichi a la puerta, tal y como le habían enseñado que debía de hacer desde muy pequeña. —Pasa. —Indicó la inconfundible voz de su padre.
Tras cruzar la puerta y cerrarla, la rubia tomó asiento en el suelo pelado, casi como si estuviese en presencia de un emperador aunque a una distancia considerablemente más corta. —¿Podría aconsejarme? Deseo volverme más fuerte… —Decía la chica con cierto temblor en su voz. —Quiero compensar el tiempo que he perdido en estos años… —Agregó sin darle tiempo al anciano de responder.
El silencio reinó por unos instantes, parecía como si el padre de la chica no le hubiese escuchado pero curiosamente había cesado todo tipo de actividad y tras unos momentos de reflexión suspiró. —¿Vas a dejar de escudarte en el apellido o en tu cuerpo...? —Consultó el anciano mientras se atusaba el blanco bigote.
—Lo intentaré… —Las costumbres no se borran de la noche a la mañana y el viejo bien lo sabía. —Bien… —Dijo sereno. —Lo único que puedo hacer es decirte que visites los dojos en los que entrené alguna vez… Los mismos donde se desarrolla el torneo. —Agregó al cabo de unos segundos mientras comenzaba a garabatear en un pergamino limpio.
En menos de dos minutos lo que el anciano hacía estaba terminado, se trataba de un mapa que si bien, había puesto su mayor esfuerzo en dibujarlo era bastante mediocre digno de un niño de tres años. —Ve allí, usa como bien sabes tu apellido y probablemente te permitirán ingresar, aunque puede que necesites usar el dinero… Como también sabes hacer… —Explicaba el canoso mientras se acercaba a su hija, aunque era cuestionable el tono utilizado ya que no se sabía si estaba ofendido con las costumbres de la chica o tal vez orgulloso. De cualquier manera, Noemi asintió, tomó el pergamino y tras una leve despedida para con su padre se retiró de la habitación de su progenitor. Tal y como le habían enseñado...
Habrá pasado tal vez una semana de aquella noche, un largo viaje fue llevado a cabo por la kunoichi de Takigakure en dirección al país del fuego donde planeaba entrenarse y tal vez sacarse la maldita costumbre de recurrir a su apellido o belleza para ganarse algo de respeto.
Por obvias razones no seguiría el mapa que le había entregado su padre, era horrible y cualquiera se perdería, por ello se compró uno al cual traspasó el garabateado del dibujo aunque a causa de esto terminó por perderse de todas formas… De igual manera, gracias a su encuentro con una pequeña kunoichi de Uzushiogakure logró llegar de todas maneras al lugar y como era de esperarse, siendo que el torneo aún no había terminado un samurai se tomó las molestias de interrogarla un poco acerca de su visita. —Vine a entrenar en alguno de los dojos. —Fue la única respuesta que dio además de otros datos más que el guardia le pidió.
A cambio de ello, Noemi finalmente pudo ingresar a ese lugar donde finalmente podría entrenar y tal vez convertirse en una mejor kunoichi… O tal vez termine siendo una pérdida de tiempo, vaya uno a saber.