28/05/2017, 20:49
—Maldito imbécil —murmuraba una malhumorada kunoichi.
Un encuentro espontáneo con aquel chico había sido atroz para ella, no solo para su ya cuestionable estado de ánimo sino también para sus nervios, después de todo se la habían pasado insultándose mutuamente hasta el cansancio y dicho sea de paso, el chico volvió a darle un buen golpe a su autoestima que en los últimos días había estado por el suelo.
«Se suponía que las cosas eran distintas, soy una Sakamoto, no puede ser que me consideren una mierda así »pensaba mientras avanzaba por aquel desértico paraje.
Uchiha Datsue probablemente sería un objetivo para todos los demás del clan, es cierto, pero Noemi se había llevado tan mal con él que lo mejor según ella era olvidarse completamente de él o de lo contrario terminarían matándose mutuamente, pero las pocas reacciones que provocaba en él le molestaba demasiado, no podía ser posible que siendo una Sakamoto, una de las nueve selectas le hablen de tal manera y la despreciasen de tal forma.
De cualquier manera, la kunoichi tenía otras cosas de las que ocuparse, mucho más urgentes que encontrar el razonamiento lógico de aquel individuo aunque un “es homosexual” siempre explicaba las cosas rápida y eficazmente.
Llegar a Yukio y mantenerse refugiada en alguna posada mientras sus hermanos hacían todo el trabajo sucio, aquella era su misión. No suponía ningún tipo de riesgo ya que en ningún momento nadie debería detectarla ni similares, no se vería expuesta al peligro y en cualquier caso los otros cinco que la habían estado acompañando eran shinobis con mucha experiencia en el campo de batalla, nadie puede ir y molestar abiertamente a cinco jounins de Uzushio y esperar salir airoso del combate…
El tiempo pasó, Noemi avanzaba por el país de la Tierra ya algo más tranquila tras ese encuentro con el Uchiha. Se suponía que debía de estar en el país de la Tormenta varias horas antes pero por una cosa o la otra había terminado atrasándose y en consecuencia ocurrió lo que nadie tuvo en cuenta que podría pasar.
Un grupo reducido de bandidos liderado por un shinobi renegado interceptaron a la kunoichi.
—Hey, mira eso —dijo un hombre fornido de cabellos azabaches y varias cicatrices dispersas por su rostro.
—¿Será uno de esos? Tiene toda la pinta —preguntó un hombre bastante más delgado pero sumamente alto.
A medida que iban soltándose preguntas entre sí, fueron rodeando a la kunoichi quien realmente no tenía mucha idea de lo que debería de hacer, es decir, los podía ver a todos armados y al menos por aspecto la intimidaban bastante.
—¿Qué pasa? ¿No vas a decir nada? —Cuestionó una mujer de extensa cabellera castaña al tiempo que se acercaba a la rubia desde atrás.
Noemi no dijo absolutamente nada, no tenía sentido realmente, todos allí sabrían perfectamente que estaba mintiendo, no valía la pena siquiera mentir. Pero para cuando se armó de valor para pronunciar al menos una palabra, uno de los hombres más robustos la asestó un potente golpe en el estómago que además de sacarle el aire la hizo vomitar algo de sangre.
Luego de ese fuerte impacto, la kunoichi no pudo hacer más que desplomarse sobre sus rodillas cubriéndose el vientre con ambos brazos. El dolor y la falta de aire la habían dejado sin habla y completamente paralizada en aquella lamentable posición.
—Llévensela —indicó el que parecía ser más experimentado del grupo.
Tal y como este dijo, otro de los hombres pertenecientes al grupo la tomó debajo de su brazo como si su peso no le significase nada y en grupo se dirigieron hacia Yukio.
Las horas pasaban y el grupo Sakamoto no recibía ninguna noticia de la menor de sus hermanas.
—Ya tendría que estar aquí, ¿se habrá perdido? —decía Hideo, el tercero.
—Esperemos que sea eso —respondió Hiromasa, el segundo, quien afilaba una de sus múltiples espadas.
—Pero no podemos esperar más, tenemos que irnos ahora —indicó Katsu, el cuarto.
Los demás simplemente asintieron y tras preparar sus cosas salieron de la posada dejando una nota a Noemi, también dejaron indicaciones al posadero para que guiase a la menor de las hermanas hacia esa habitación reunidos hasta el momento.
Sin esperar más, los seis hermanos partieron en busca de aquella guarida que otra de sus hermanas había logrado localizar, era algo joven en comparación de los demás pero había demostrado ser sumamente útil a la hora de rastrear personas, fue así como dieron con una especie de cueva camuflada entre elevaciones del terreno.
La misión de estos shinobi era la de erradicar a todos los bandidos que acompañasen a ese shinobi exiliado. Tendría que ser algo sumamente simple para tantos ninjas de élite, pero desde lo alto de una montaña Goro divisó perfectamente la rubia cabellera de Noemi, quien se removía en un intento por liberarse de aquel agarre que la apresaba.
La expresión serena de los cinco masculinos cambió radicalmente, no habían tenido en cuenta la posibilidad de que interceptaran a la que actuaría como una mera mensajera en caso de que algo saliera mal.
—Hicimos mal en traerla… —Murmuró Kenji tras chasquear la lengua.
—Vamos a tener que buscarla antes de hacer nada —comentó Hiromasa, algo afligido al no poder hacer nada de buenas a primeras.
La mayoría estuvo dispuesto a rearmar el plan, la idea original era la de pasar por cuchillo toda esa guarida teniendo a alguien en la entrada para que se asegurase de que nadie escaparía, pero la presencia de Noemi allí adentro cambiaba radicalmente las cosas.
Pero en el preciso instante en que cinco de los Sakamotos se voltearon dispuestos a alejarse y discutir un nuevo plan de acción, el mayor de todos, el más alto y robusto de los hermanos con notorio bello facial que se extendía hasta cubrirle una parte del pecho rompió el silencio.
—Haremos las cosas como lo planeamos, no podemos permitir que esto salga mal —fueron las severas palabras del hombretón que desenfundó dos de sus Uchigatanas y se lanzó por aquel acantilado en dirección al a cueva.
—¡Osamu! —exclamó la única fémina del equipo, una de las mayores.
Ya era demasiado tarde para intentar hablar con aquel que los lideraba, este ya se había lanzado contra un par de guardias que se habían refugiado en el interior de la cueva para vigilar que nadie se acercase por casualidad.
A él le siguieron todos los demás, Katsu con una perturbadora sonrisa dibujada y el resto con semblantes serenos, a excepción de Hideo a quién no le gustaba para nada la situación y se le notaba en la cara.
Aquel grupo que había secuestrado a Noemi era probablemente el más experimentado en combate, además de que su líder era un shinobi que había traicionado a Uzushiogakure y según alguno que otro informe, podría tener alguna intención de intentar negociar con Amegakure si es que las autoridades de esta última villa accedían y no le ejecutaban en el acto.
—Asegúrense que no escape —fue la única indicación que dio aquel renegado antes de retirarse a interceptar a los de Uzushiogakure.
Sus secuaces por su parte asintieron con una siniestra sonrisa en el rostro y procedieron a cumplir con sus órdenes.
Primeramente amarraron a la rubia, quien se retorcía e insultaba tanto como podía como si fuese a ayudarle en algo. Luego de ello, cuando se hubieron asegurado de que la chica estaba firmemente amarrada a la pared, la mujer de cabello café tomó un hacha y sin ninguna piedad la utilizó para asegurarse de que Noemi no se iría a ninguna parte…
Gritos desgarradores inundaron la cueva acompañados del eco que el ambiente producía, gritos que sirvieron para estremecer los cuerpos de todos sus hermanos que lo escucharon claramente como si estuviesen presenciando lo que hacían a la menor, pero una vez más, Osamu, el más experimentado hizo lo posible por motivar a sus compañeros.
—¡Rápido! ¡Matadlos a todos! —rugió cual animal tras desgarrar el torso de un bandido de poca monta que se había interpuesto en su camino.
La lucha estaba tornándose más y más feroz. La sangre brotaba a montones mayormente de cuerpos de los renegados, en mucha menor medida los shinobis se llevaban algunos cortes. La diferencia era abismal, casi parecía que estaban ejecutando a un grupo de aldeanos indefensos sin ninguna piedad… Pero los delitos de todos ellos eran incuestionables, robo, asesinato, violación, todo ello y más que justificaba la sentencia que los Sakamoto estaban impartiendo.
—¿Cómo se siente? No ser tan perfecta digo —decía burlona la mujer que con gozo había rebanado el pie de la genin.
La menor no podía responderle, no se veía en condiciones de articular palabra ya que el intenso dolor de la pierna la tenía llorando y retorciéndose.
Sin previo aviso, sin nada que indicase lo que iba a pasar, el otro hombre con una maza le asestó un potente golpe en la zurda a la kunoichi, una y otra vez ignorando los gritos de la chica hasta que su mano pasó a ser una masa de carne amorfa y cubierta de sangre, llegado el punto en que la atadura prácticamente dejó de cumplir su función sobre aquella extremidad.
¿Qué otra cosa podía hacer Noemi más que llorar y removerse en el lugar? No tenía la experiencia, no tenía la voluntad ni la resistencia, no estaba preparada para una situación así, era demasiado joven para ello…
Pronto, el renegado alcanzó a los demás Sakamotos que parecían haber liquidado a prácticamente todos los soldados, se acercó con suma seguridad en sí mismo, como si estuviese seguro de ser capaz de enfrentarse a esos seis jounins sin problemas pero el mayor de los de Uzushio tomó la palabra tras terminar con otro de los bandidos.
—Katsu conmigo, el resto vayan a buscar a Noemi —fue la única indicación que dio el mayor.
De los seis, solo Osamu mantenía el semblante sereno, todos los demás tenían una expresión de fiereza como si se hubiesen dejado llevar por la ira, probablemente por estar luchando mientras escuchaban los gritos de su hermana menor. Pero Katsu por su parte se mostraba bastante a gusto, con una perturbadora sonrisa y ningún signo de asco al verse bañado en sangre de sus enemigos. Era con diferencia, al que más sangre había caído.
—Por mi bien —soltó burlón Katsu antes de lanzar todas sus katanas al aire al igual que hizo Osamu un instante antes.
Los demás sencillamente siguieron la orden del mayor, mediante el sunshin no jutsu pasaron al renegado, aunque este no se mostró demasiado dispuesto a detenerles.
De algún modo, a medida que los cuatro Sakamoto avanzaban por la cueva pudieron divisar perfectamente a dos extraños armados a cada lado de Noemi, quien no hacía más que llorar y suplicar por algo de piedad. Una pierna rebanada, una mano molida y moratones por todas partes sin mencionar la daga que yacía incrustada en su brazo bueno.
Hideo se adelantó a los demás, desenfundó todas sus armas y las lanzó hacia el techo aunque todas en misma dirección, dio un salto y las atrapó absolutamente todas entre brazos, axilas, codos, cuello, incluso dos por cada mano y una en la boca. Con el aspecto de un erizo algo atolondrado, el shinobi se lanzó hacia el hombre que tenía la maza en mano y comenzó a atacarle a gran velocidad, sin darle chance de contraatacar en ningún instante.
La mujer supuso que podría aprovechar para atacar a Hideo en ese instante, pero pronto Hiromasa y Kenji se enfrentaron a ella lanzando sus espadas y aprovechando incluso la distracción para meterla en un genjutsu en el que los filos que aún no habían caído se multiplicaban.
Así, Hiromasa se movió rápidamente detrás de la mujer mientras que Kenji se acercaba rápidamente de frente y entre ambos le asestaron cortes que en consecuencia hicieron que su cabeza y torso se separasen, quedando las piernas de pie por unos instantes pero ya sin torso ni cabeza. Un segundo después, todo cayó a tierra claramente sin vida.
El otro bandido, quien se las había arreglado para sobrevivir al intenso ataque de Hideo, halló su fin cuando Yuna le atacó desde la distancia lanzando dos espadas que previamente había clavado en el suelo. Una de las katanas rebanó el brazo con el que el hombre había estado empuñando la maza, la otra le atravesó verticalmente el torso y por si fuera poco, Hideo dio una última voltereta en la que descuartizó completamente el cuerpo de aquel individuo.
Tan simple como eso habían salvado a su hermana, desesperada, maltrecha y seguramente traumada de por vida por lo ocurrido.
Pero todavía les quedaba una cosa entre medio, así que tras liberar a Noemi de sus ataduras, Hideo se cargó a la menor a la espalda y los demás se adelantaron para ofrecer alguna ayuda a Osamu y Katsu. Pero al llegar se encontraron con el cuerpo sin vida del renegado y a sus hermanos recolectando sus armas, ninguno de los dos presentaba rasguño alguno.
—Volvamos a casa —fueron las únicas palabras que dedicó el mayor de todos.
Aquel día ni siquiera Katsu fardó de lo que había logrado en aquella cueva.
Al pasar algunas semanas, las heridas de Noemi habrían sanado completamente, su brazo derecho y pierna izquierda estarían completamente recuperadas y en pleno funcionamiento, pero no así sus otras extremidades. No importaba cuánto se hiciera, no había manera de que los huesos molidos de su mano se recuperasen o que volviese a caminar, después de todo no había manera de que se recuperase de un miembro amputado. Y todo eso sin mencionar el estado emocional de la kunoichi, quien aquel verano renunció a su posición de kunoichi de Uzushiogakure.
Un encuentro espontáneo con aquel chico había sido atroz para ella, no solo para su ya cuestionable estado de ánimo sino también para sus nervios, después de todo se la habían pasado insultándose mutuamente hasta el cansancio y dicho sea de paso, el chico volvió a darle un buen golpe a su autoestima que en los últimos días había estado por el suelo.
«Se suponía que las cosas eran distintas, soy una Sakamoto, no puede ser que me consideren una mierda así »pensaba mientras avanzaba por aquel desértico paraje.
Uchiha Datsue probablemente sería un objetivo para todos los demás del clan, es cierto, pero Noemi se había llevado tan mal con él que lo mejor según ella era olvidarse completamente de él o de lo contrario terminarían matándose mutuamente, pero las pocas reacciones que provocaba en él le molestaba demasiado, no podía ser posible que siendo una Sakamoto, una de las nueve selectas le hablen de tal manera y la despreciasen de tal forma.
De cualquier manera, la kunoichi tenía otras cosas de las que ocuparse, mucho más urgentes que encontrar el razonamiento lógico de aquel individuo aunque un “es homosexual” siempre explicaba las cosas rápida y eficazmente.
Llegar a Yukio y mantenerse refugiada en alguna posada mientras sus hermanos hacían todo el trabajo sucio, aquella era su misión. No suponía ningún tipo de riesgo ya que en ningún momento nadie debería detectarla ni similares, no se vería expuesta al peligro y en cualquier caso los otros cinco que la habían estado acompañando eran shinobis con mucha experiencia en el campo de batalla, nadie puede ir y molestar abiertamente a cinco jounins de Uzushio y esperar salir airoso del combate…
El tiempo pasó, Noemi avanzaba por el país de la Tierra ya algo más tranquila tras ese encuentro con el Uchiha. Se suponía que debía de estar en el país de la Tormenta varias horas antes pero por una cosa o la otra había terminado atrasándose y en consecuencia ocurrió lo que nadie tuvo en cuenta que podría pasar.
Un grupo reducido de bandidos liderado por un shinobi renegado interceptaron a la kunoichi.
—Hey, mira eso —dijo un hombre fornido de cabellos azabaches y varias cicatrices dispersas por su rostro.
—¿Será uno de esos? Tiene toda la pinta —preguntó un hombre bastante más delgado pero sumamente alto.
A medida que iban soltándose preguntas entre sí, fueron rodeando a la kunoichi quien realmente no tenía mucha idea de lo que debería de hacer, es decir, los podía ver a todos armados y al menos por aspecto la intimidaban bastante.
—¿Qué pasa? ¿No vas a decir nada? —Cuestionó una mujer de extensa cabellera castaña al tiempo que se acercaba a la rubia desde atrás.
Noemi no dijo absolutamente nada, no tenía sentido realmente, todos allí sabrían perfectamente que estaba mintiendo, no valía la pena siquiera mentir. Pero para cuando se armó de valor para pronunciar al menos una palabra, uno de los hombres más robustos la asestó un potente golpe en el estómago que además de sacarle el aire la hizo vomitar algo de sangre.
Luego de ese fuerte impacto, la kunoichi no pudo hacer más que desplomarse sobre sus rodillas cubriéndose el vientre con ambos brazos. El dolor y la falta de aire la habían dejado sin habla y completamente paralizada en aquella lamentable posición.
—Llévensela —indicó el que parecía ser más experimentado del grupo.
Tal y como este dijo, otro de los hombres pertenecientes al grupo la tomó debajo de su brazo como si su peso no le significase nada y en grupo se dirigieron hacia Yukio.
Las horas pasaban y el grupo Sakamoto no recibía ninguna noticia de la menor de sus hermanas.
—Ya tendría que estar aquí, ¿se habrá perdido? —decía Hideo, el tercero.
—Esperemos que sea eso —respondió Hiromasa, el segundo, quien afilaba una de sus múltiples espadas.
—Pero no podemos esperar más, tenemos que irnos ahora —indicó Katsu, el cuarto.
Los demás simplemente asintieron y tras preparar sus cosas salieron de la posada dejando una nota a Noemi, también dejaron indicaciones al posadero para que guiase a la menor de las hermanas hacia esa habitación reunidos hasta el momento.
Sin esperar más, los seis hermanos partieron en busca de aquella guarida que otra de sus hermanas había logrado localizar, era algo joven en comparación de los demás pero había demostrado ser sumamente útil a la hora de rastrear personas, fue así como dieron con una especie de cueva camuflada entre elevaciones del terreno.
La misión de estos shinobi era la de erradicar a todos los bandidos que acompañasen a ese shinobi exiliado. Tendría que ser algo sumamente simple para tantos ninjas de élite, pero desde lo alto de una montaña Goro divisó perfectamente la rubia cabellera de Noemi, quien se removía en un intento por liberarse de aquel agarre que la apresaba.
La expresión serena de los cinco masculinos cambió radicalmente, no habían tenido en cuenta la posibilidad de que interceptaran a la que actuaría como una mera mensajera en caso de que algo saliera mal.
—Hicimos mal en traerla… —Murmuró Kenji tras chasquear la lengua.
—Vamos a tener que buscarla antes de hacer nada —comentó Hiromasa, algo afligido al no poder hacer nada de buenas a primeras.
La mayoría estuvo dispuesto a rearmar el plan, la idea original era la de pasar por cuchillo toda esa guarida teniendo a alguien en la entrada para que se asegurase de que nadie escaparía, pero la presencia de Noemi allí adentro cambiaba radicalmente las cosas.
Pero en el preciso instante en que cinco de los Sakamotos se voltearon dispuestos a alejarse y discutir un nuevo plan de acción, el mayor de todos, el más alto y robusto de los hermanos con notorio bello facial que se extendía hasta cubrirle una parte del pecho rompió el silencio.
—Haremos las cosas como lo planeamos, no podemos permitir que esto salga mal —fueron las severas palabras del hombretón que desenfundó dos de sus Uchigatanas y se lanzó por aquel acantilado en dirección al a cueva.
—¡Osamu! —exclamó la única fémina del equipo, una de las mayores.
Ya era demasiado tarde para intentar hablar con aquel que los lideraba, este ya se había lanzado contra un par de guardias que se habían refugiado en el interior de la cueva para vigilar que nadie se acercase por casualidad.
A él le siguieron todos los demás, Katsu con una perturbadora sonrisa dibujada y el resto con semblantes serenos, a excepción de Hideo a quién no le gustaba para nada la situación y se le notaba en la cara.
Aquel grupo que había secuestrado a Noemi era probablemente el más experimentado en combate, además de que su líder era un shinobi que había traicionado a Uzushiogakure y según alguno que otro informe, podría tener alguna intención de intentar negociar con Amegakure si es que las autoridades de esta última villa accedían y no le ejecutaban en el acto.
—Asegúrense que no escape —fue la única indicación que dio aquel renegado antes de retirarse a interceptar a los de Uzushiogakure.
Sus secuaces por su parte asintieron con una siniestra sonrisa en el rostro y procedieron a cumplir con sus órdenes.
Primeramente amarraron a la rubia, quien se retorcía e insultaba tanto como podía como si fuese a ayudarle en algo. Luego de ello, cuando se hubieron asegurado de que la chica estaba firmemente amarrada a la pared, la mujer de cabello café tomó un hacha y sin ninguna piedad la utilizó para asegurarse de que Noemi no se iría a ninguna parte…
Gritos desgarradores inundaron la cueva acompañados del eco que el ambiente producía, gritos que sirvieron para estremecer los cuerpos de todos sus hermanos que lo escucharon claramente como si estuviesen presenciando lo que hacían a la menor, pero una vez más, Osamu, el más experimentado hizo lo posible por motivar a sus compañeros.
—¡Rápido! ¡Matadlos a todos! —rugió cual animal tras desgarrar el torso de un bandido de poca monta que se había interpuesto en su camino.
La lucha estaba tornándose más y más feroz. La sangre brotaba a montones mayormente de cuerpos de los renegados, en mucha menor medida los shinobis se llevaban algunos cortes. La diferencia era abismal, casi parecía que estaban ejecutando a un grupo de aldeanos indefensos sin ninguna piedad… Pero los delitos de todos ellos eran incuestionables, robo, asesinato, violación, todo ello y más que justificaba la sentencia que los Sakamoto estaban impartiendo.
—¿Cómo se siente? No ser tan perfecta digo —decía burlona la mujer que con gozo había rebanado el pie de la genin.
La menor no podía responderle, no se veía en condiciones de articular palabra ya que el intenso dolor de la pierna la tenía llorando y retorciéndose.
Sin previo aviso, sin nada que indicase lo que iba a pasar, el otro hombre con una maza le asestó un potente golpe en la zurda a la kunoichi, una y otra vez ignorando los gritos de la chica hasta que su mano pasó a ser una masa de carne amorfa y cubierta de sangre, llegado el punto en que la atadura prácticamente dejó de cumplir su función sobre aquella extremidad.
¿Qué otra cosa podía hacer Noemi más que llorar y removerse en el lugar? No tenía la experiencia, no tenía la voluntad ni la resistencia, no estaba preparada para una situación así, era demasiado joven para ello…
Pronto, el renegado alcanzó a los demás Sakamotos que parecían haber liquidado a prácticamente todos los soldados, se acercó con suma seguridad en sí mismo, como si estuviese seguro de ser capaz de enfrentarse a esos seis jounins sin problemas pero el mayor de los de Uzushio tomó la palabra tras terminar con otro de los bandidos.
—Katsu conmigo, el resto vayan a buscar a Noemi —fue la única indicación que dio el mayor.
De los seis, solo Osamu mantenía el semblante sereno, todos los demás tenían una expresión de fiereza como si se hubiesen dejado llevar por la ira, probablemente por estar luchando mientras escuchaban los gritos de su hermana menor. Pero Katsu por su parte se mostraba bastante a gusto, con una perturbadora sonrisa y ningún signo de asco al verse bañado en sangre de sus enemigos. Era con diferencia, al que más sangre había caído.
—Por mi bien —soltó burlón Katsu antes de lanzar todas sus katanas al aire al igual que hizo Osamu un instante antes.
Los demás sencillamente siguieron la orden del mayor, mediante el sunshin no jutsu pasaron al renegado, aunque este no se mostró demasiado dispuesto a detenerles.
De algún modo, a medida que los cuatro Sakamoto avanzaban por la cueva pudieron divisar perfectamente a dos extraños armados a cada lado de Noemi, quien no hacía más que llorar y suplicar por algo de piedad. Una pierna rebanada, una mano molida y moratones por todas partes sin mencionar la daga que yacía incrustada en su brazo bueno.
Hideo se adelantó a los demás, desenfundó todas sus armas y las lanzó hacia el techo aunque todas en misma dirección, dio un salto y las atrapó absolutamente todas entre brazos, axilas, codos, cuello, incluso dos por cada mano y una en la boca. Con el aspecto de un erizo algo atolondrado, el shinobi se lanzó hacia el hombre que tenía la maza en mano y comenzó a atacarle a gran velocidad, sin darle chance de contraatacar en ningún instante.
La mujer supuso que podría aprovechar para atacar a Hideo en ese instante, pero pronto Hiromasa y Kenji se enfrentaron a ella lanzando sus espadas y aprovechando incluso la distracción para meterla en un genjutsu en el que los filos que aún no habían caído se multiplicaban.
Así, Hiromasa se movió rápidamente detrás de la mujer mientras que Kenji se acercaba rápidamente de frente y entre ambos le asestaron cortes que en consecuencia hicieron que su cabeza y torso se separasen, quedando las piernas de pie por unos instantes pero ya sin torso ni cabeza. Un segundo después, todo cayó a tierra claramente sin vida.
El otro bandido, quien se las había arreglado para sobrevivir al intenso ataque de Hideo, halló su fin cuando Yuna le atacó desde la distancia lanzando dos espadas que previamente había clavado en el suelo. Una de las katanas rebanó el brazo con el que el hombre había estado empuñando la maza, la otra le atravesó verticalmente el torso y por si fuera poco, Hideo dio una última voltereta en la que descuartizó completamente el cuerpo de aquel individuo.
Tan simple como eso habían salvado a su hermana, desesperada, maltrecha y seguramente traumada de por vida por lo ocurrido.
Pero todavía les quedaba una cosa entre medio, así que tras liberar a Noemi de sus ataduras, Hideo se cargó a la menor a la espalda y los demás se adelantaron para ofrecer alguna ayuda a Osamu y Katsu. Pero al llegar se encontraron con el cuerpo sin vida del renegado y a sus hermanos recolectando sus armas, ninguno de los dos presentaba rasguño alguno.
—Volvamos a casa —fueron las únicas palabras que dedicó el mayor de todos.
Aquel día ni siquiera Katsu fardó de lo que había logrado en aquella cueva.
Al pasar algunas semanas, las heridas de Noemi habrían sanado completamente, su brazo derecho y pierna izquierda estarían completamente recuperadas y en pleno funcionamiento, pero no así sus otras extremidades. No importaba cuánto se hiciera, no había manera de que los huesos molidos de su mano se recuperasen o que volviese a caminar, después de todo no había manera de que se recuperase de un miembro amputado. Y todo eso sin mencionar el estado emocional de la kunoichi, quien aquel verano renunció a su posición de kunoichi de Uzushiogakure.