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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
El agua se arrojaba con fuerza hacia el techado de la antigua casa familiar —de la familia Watasashi— golpeando sin cesar, haciéndose oír con fuerza y coraje. La noche, con apenas unos cuantos rayos de luz por parte de la reina, lucía realmente oscura y perturbadora. Una noche cualquiera, de un día cualquiera. Al menos, así se reflejaba en un principio la susodicha.

Buuuuue-no... a ver qué están echando...

La chica de cabellera rojiza levantó la diestra, la cuál desenfundaba un control remoto. Tras pulsar un botón cualquiera, la total oscuridad del habitáculo se vio claramente mermada. La caja tonta, cargada de imágenes, incluso se atrevió a cortar el sepulcral silencio. Sin mas, la chica arrojó el mando hacia la mesa, donde rebotó un par de veces y terminó a mitad del precipicio.

En escena, un hombre con una misteriosa mirada se deslizaba de esquina a esquina. Buscaba algo, o a alguien. Éste, ataviado con oscuras prendas, y una capa de igual tono, avistó a su presa. Ni corto ni perezoso, aprovechó la penumbra y su sigilo para apostarse tras de ella —la chica— y de un mordisco en el cuello, acabó con su vida. Gritos, y gente corriendo despavorida, fue lo que prosiguió.

Aiko, terminó bostezando, aburrida.

Se deslizó un poco por el sofá, hasta que su cabeza quedó a la altura de donde normalmente debían descansar sus lumbares. golpeó la esa con el pie, acertando con la pierna en el mando. La televisión cambió de canal, tomando unos aires algo mas animados. Se trataba de unos dibujos animados, donde terminaban en distintos problemas, y de manera atroz terminaban todos muertos... pero oye, muy graciosos los animalitos.

La chica dejó caer un suspiro, y terminó por llevar la mirada al cielo, al techo mas bien.

Al menos me quedas tu... —confesó cariñosa a su amante.

Dejó caer su zurda por el lado del sofá en que se hallaba ella, y tomó a su amante por la boca. La tomó con fuerza, y la llevó hasta su boca. Le propinó un buche realmente generoso, a su amante —la cerveza— tanto que a una persona normal la habría derrumbado del tirón. Se trataba de una cerveza elaborada con un toque de whisky, una cerveza que para nada quedaba estancada en el ámbito de "suavecito". Incluso a la inmortal le hizo dar un par de giros a la cabeza, intentando resistir la potencia del veneno.

¡TAP!

Hincó la botella en el suelo, y dejó escapar otro suspiro de sus labios.

De nuevo, llevó la mirada hacia la caja tonta, aunque prácticamente no tenía interés en ésta. Sus dedos se deslizaron por sus abdominales, terminando en su entrepierna. De nuevo, otro suspiro. Su cuerpo ardía, y no se trataba precisamente de fiebre. Finos pero habilidosos, los cinco bajaron por el zurco, marcando la trayectoria. Aguantó el gemido, y estremecida, tomó aire de nuevo. Sus fuerzas flaqueaban ante un efímero pero potente momento de placer, que disfrutó con sumo gusto. La alta temperatura del ambiente era algo que no terminaba de acompañar, pero seguramente eso le importaba poco a la pelirroja.

Se traía algo bueno entre manos, ¿por qué dejarlo?

Simple y sencillo, por un poco mas de veneno. La chica tomó con la mano libre la botella de nuevo, y le propinó otro buvhe aún mas denso. Casi se sopló la botella en éste último trago, apenas quedó el culote. De nuevo, el sabor intenso la hizo estremecer, casi mas que su otra actividad; la cuál no cesaba, pese a la distracción que la bebida le ofrecía... después de todo, las mujeres son capaces de hacer mas de una cosa a la misma vez —no como los hombres— y por tanto, doble diversión.

¡TAP!

De nuevo, clavó la botella de cerveza en el suelo, en un golpe seco y tosco. Seguido, dejó escapar una nueva bocanada de aire en forma de suspiro. Alzó el muslo izquierdo sobre el apoya-brazos izquierdo del sillón, quedando algo mas cómoda para con el gesto que repetía de manera intensa y repetitiva su mano. Su piel, húmeda, ayudaba en gran medida el proceso, aunque no solo era sudor a causa del calor lo que hacía resbalar el movimiento...

Concentrada en su única tarea actual, y con una mano libre, acudió con ésta a desabrochar los botones de la única prenda que cubría su cuerpo —una blusa— y uno a uno fue abriendo la prenda, hasta dejar su torso al descubierto. Se mordió el labio inferior, llevada por la pasión del momento, y su mano libre recorrió sus pechos.

¡Grieeeek! ¡grieek!

La antigua madera crujió, rompiendo el leve silencio que paulatinamente abordaba la televisión. Instintivamente, la chica se recogió, y tapó tanto como pudo con la blusa. Asomó por el sofá, y echó un rápido vistazo a su alrededor.

¿¡QUIEN ANDA AHI!?

Pero nadie contestó a su pregunta.

Tampoco es que fuese extraño, si te sorprenden intentando robar o hacer algo en casa ajena, no va a pregonar a los 4 vientos tu nombre. Sería raro contestar a la pregunta. Aunque, la reseña de que alguien o algo mas había en casa era mas que obvia, ese sonido no había sido cosa de su invención.

De pronto, asomó tras de el sofá el causante del alboroto, asustando en gran medida a la chica. —¿Qué pensaría Papá de ésto? —reseñó el sujeto, con una escalofriante sonrisa de oreja a oreja.

Del susto, la chica cayó hacia detrás, golpeándose la nuca con la mesa. En ese preciso momento, perdió la consciencia.


[...]

Vamos, despierta... no tenemos todo el día... —inquiría una voz apenas conocida. —o quizás si...

La pelirroja abrió los ojos, la luz del día radió sobre éstos, imposibilitandole saber de quién se trataba. Así pues, frotó los ojos, y los dejó entrecerrados, en pos de intentar identificar al sujeto. Tan solo observó dos orbes, realmente cerca de su rostro, privándola de su espacio personal. Uno era de color azul, mientras que otro era celeste. Sobre el último, un tatuaje de unas estrellas.

¡SLAAASH!

El filo del metal que tenía el sujeto entre manos se deslizó con abrumante velocidad sobre los ojos de la chica, seccionando parte de la nariz, e inutilizando sus ojos. La sangre brotó de la herida como si no hubiese un mañana, y helada, la chica no pudo hacer mas que soltar un grito de dolor.

¡AAAAAAHHHHH! —se llevó las manos hacia el rostro en un acto reflejo, sin saber porqué le pasaba ésto. —¡No sabes con quién te estás metiendo! ¡Te voy a matar en cuanto recupere la visión, maldito!

Furibunda, la chica amenazó al endiablado de ojos heterocromáticos. Aunque, quizás por cosa de no acordarse de quién era... había pasado tanto tiempo, que raro sería. Sin embargo, ésto no impidió que la chica lanzara un puñatazo al aire, buscando acertar a ciegas en el rostro del que le había negado la visión.

Tranquila, fiera... tranquila.

Su puño impactó contra algo, algo que claramente no era el rostro del chico. Era casi gelatinoso, de una textura que jamás sería capaz de acertar en adivinanza. Casi al instante, sintió como un centenar de agujas le atravesaban el puño, destrozándolo por completo, y revelando un pico de dolor que pocas veces había sentido. Un calambre le recorrió el brazo, y no pudo mas que escupir un fuerte gemido de dolor.

Del mismo dolor, hasta perdió la consciencia. No sería mas que un pequeño anticipo de lo que le esperaba, lo que cualquier persona culta catalogaría como la punta del iceberg.


[...]

¿Estas hoy mas dispuesta a entablar una conversación? —preguntó el hombre de ojos heterocromáticos. —¿O prefieres que te mate de nuevo y olvides un año de vida?

La kunoichi abrió los ojos, y permaneció en silencio. Sus ojos atravesaban a Blame, si con una mirada se pudiese matar, sin duda éste habría muerto al menos cien veces. Pero, las cosas no eran tan fáciles, así pues, ambos batallaron por unos segundos con las miradas. La chica, sentada en el sofá, y el diablo, sentado en la mesa, justo frente a ella.

«Podría escapar transformándome en mariposas, o en aviones... si, sin duda si me transformo en aviones no será capaz de atraparme...»

La chica buscó la salida mas cercana con la mirada, siendo su casa, la tenía mas que controlada. Mandó un impulso de chakra hacia todo su cuerpo, y... nada.

«¿¡Qué diablos pasa!?»

La chica no pudo evitar la mueca de susto, su técnica no respondía. No podía deshacerse en papeles, ya fuese para transformarse en mariposas o en aviones. No era algo normal, en absoluto era algo normal... algo fallaba.

No puedes. —respondió a su duda. —No puedes huir, y no puedes usar ninguna de tus técnicas o habilidades. He sellado tu circulación de chakra, y hasta mañana no podrás hacer nada que requiera de éste.

La chica volvió la mirada hacia Blame, con el ceño fruncido. —¿Quién eres, y qué demonios quieres?

Blame se levantó, y dejó caer un tendido suspiro. La miró, y comenzó a andar hacia un flanco mientras que se encogía de hombros.

Solo quiero hablar, de persona a CASI persona. —inquirió mientras daba la vuelta, y caminaba ahora hacia el otro lado, con parsimonia. —Deberías saber quien soy, puesto que yo te hice como eres... no tengo nombre, pero una vez me llamaron Blame.

»Y sobre el porqué estoy aquí... es bien sencillo. Estoy aquí para que veas la verdad, para que encuentres el camino que debes seguir, para que halles el camino correcto y no andes dando tumbos de un lado a otro durante el resto de la eternidad. Normalmente no me presentaría ante otra persona, pero... tu eres una excepción, ya dejaste atrás al resto, y te has convertido en algo que está por encima. Eres inmortal, no eres una humana mas...

Inmortal o no, soy humana... nací como cualquier otra persona, y muero como cualquier otra.

¡MINUCIAS! —cortó el peliblanco. —¿Cuantos humanos se levantan tras ser atravesados por una espada en el corazón? ¿cuantos humanos lo hacen tras cortarse las venas? ¿cuantos humanos son capaces de vivir sin enfermar una sola noche?

¿¡Y QUÉ SI SOY O NO HUMANA!? —interrumpió ahora ella. —¿¡A DONDE PRETENDES LLEGAR PORQUE NO ENTIENDO UNA MIERDA DE LO QUE DICES!?

No te dejes llevar por los sentimientos, pequeña, no intentes parecer lo que no eres...

El chico, que iba y venía dando pequeña vueltas frente a la pelirroja, paró frente a ella, y clavó sus ojos de nuevo en sus iracundos orbes, lo cuales no había dejado de ceñirse sobre el peliblanco en un solo instante. Las miradas de nuevo se enfrentaron, y unos segundos de silencio reinaron en la sala.

No me hagas pensar que no mereces la pena, porque pienso torturarte hasta que no sepas ni quien eres. Prometí a tu padre que no te mataría, pero nadie me impide torturarte hasta que tu cerebro sea poco mas que una gelatina inservible.

La pelirroja calló, no porque le agradase o le disgustase la idea, si no porque realmente en ese mismo instante, no era mas que un saco de boxeo. Debía sobrevivir, quizás al día siguiente pudiese usar su chakra, quizás tan solo estaba demasiado cansada...

Bien, como te iba diciendo... que no seas del todo humana —dejémoslo en eso— es lo que hace que puedas ver la realidad tal y como es, y que me puedas ayudar a eliminarla de raíz. Durante mucho tiempo he pensado que eran una enfermedad, la peor de todas, y que lo mejor era alejarme y ver como ésta buscaba su destrucción por si misma. Han tenido un sin fin de ocasiones, a cada cuál peor, pero... no, nunca llegan a morir todos, siempre terminan dejando un espacio de tiempo en el que buscan maneras mucho mas sofisticadas para herir, matar y hacer sufrir.

»Dejarlos a sus campas y observar no está siendo una solución, o mi paciencia es mas corta de lo que pensaba. Pero, sea como sea, uno solo no puede eliminar a tantos...

La kunoichi no negó la mueca de duda. —¿Y crees que te voy a ayudar a matar personas? ¿acaso estás loco?

No, no estoy loco, y no pretendo que mates a nadie, al menos por el momento. No eres mas que una buena herramienta, una herramienta que me hará encontrar a quienes maten por nosotros.

No te voy a ayudar, estás perdiendo el tiempo. —aseguró, totalmente convencida. —No tengo ningún motivo para ayudarte, y no tengo motivo alguno para querer matar a toda persona como pretendes que haga...

¿Que no tienes motivo alguno para querer matarlos? ¿qué te hace pensar eso?

¿y qué debería hacerme pensar lo contrario?

Todo humano es egoísta, solo piensa en sí mismo. Son egoístas con avaricia, y no tardan en sacar sus verdaderos sentimientos cuando se ven enfrentados por la verdad. Sea buenos, amables, o un incordio, todos están cortados bajo el mismo patrón, la sociedad les hace ser como son. Todos están infectados con sus egoístas pensamientos, y bañados con odio hacia el que no comprende su forma de ver las cosas. Están hecho por y para hacer sufrir, ya sea a un desconocido, o a su propio hijo. Son así, y nada les hace cambiar, como mucho pueden tapar un poco esa realidad con mentiras.

Pues yo creo que el único que miente aquí eres tu...

¿Segura? ¿estás completamente segura de eso? —preguntó, e insistió. —Pues bien, pon a prueba lo que te estoy diciendo. No temas a encontrar la respuesta demasiado pronto, todo sea cosa de tiempo... es algo que nos sobra.

¿...a qué te refieres? ¿tu también...? —preguntó, dudosa.

Yo también tengo todo el tiempo del mundo, si.

El rostro de la chica se descompuso un poco, éste tipo era un auténtico ser sacado del mismísimo infierno... inmortal, y capaz de dar el don a todo aquél que le place. Una habilidad que sin duda escapaba de las manos de una persona normal.

No soy yo el malo de la historia, chica. Como buen demonio, te ofrezco un trato...

»Pasea libre, pero no escondas mas tu condición de inmortal. Di que eres la futura superheroína, una incapaz de morir, y que traerá paz y justicia al mundo. Haz tu mayor esfuerzo por promocionarte, porque todos sepan de ti. Cuando lo consigas, cuenta las horas del día en que no intentan matarte, pese a ser la supuesta justicia, quien traerá estabilidad y bienestar a todos... a ver quien tiene razón, si ellos o yo. A ver quién no intenta matarte pese a que fingas querer ayudarlos. Son egoístas, y malos de corazón. No buscan que nadie les ayude, buscan hacer sufrir al resto, y no dudarán en intentar matarte o quitarte la inmortalidad para ellos mismos.

... todos buscan la inmortalidad, eso es algo que siempre he sabido. —reconoció la chica. —Pero, no creo que intenten matarme por el simple hecho de querer hacerme ver como un nuevo símbolo de paz... es absurdo.

Ya veremos quién tiene razón... igual, intentarán robarte la inmortalidad, y se pelearán por tenerla en sus manos. Son todos iguales, son todos una enfermedad... compruébalo con tus propios ojos...

»Te espero en el Palacio de Hielo del país del Hierro. Si no vienes, en menos de 3 estaciones, entenderé que crees tener la razón... y te dejaré en paz durante unos años mas. Si estaba en lo cierto, serás mi herramienta, y harás lo que yo te vaya aconsejando, para y por nuestro objetivo.

Y en una vorágine de fuego negro, el peliblanco desapareció ante los ojos de la chica. No quedó ni rastro del llamado Blame, salvo un sello en el antebrazo de la chica, que desapareció tal y como éste había advertido, al día siguiente. Todo rastro de ese diablo había desaparecido, pero... quizás no era tanto como parecía, quizás la idea del chico hubiese calado un poco en la pelirroja...
[Imagen: 2UsPzKd.gif]
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