28/01/2016, 13:42
La diligencia se detuvo lentamente frente a la puerta de un gran edificio de una sola planta, de tejas de color gris oscuro que conformaban un clásico tejado tradicional sostenido por paredes de madera y piedra. Frente a la puerta principal, se alzaba un Torii de un color rojo intenso sobre el cual se había colocado un cartel en el doble travesaño que unía los dos postes. El cartel rezaba "Hotel Pony Dorado", en letras de la mejor caligrafía sin duda.
—¡Por fin hemos llegado!— celebró el anciano señor Soko con una sonrisa infantil mientras abría la puerta del carruaje impaciente por bajar —Estoy deseando darme un buen baño— el anciano descendió por la escalerilla seguido de cerca por la joven peliblanca, que como solía ser habitual vestía un kimono aunque esta vez era de un color azabache intenso con algunos pequeños detalles florales tanto en mangas como en el cuello, cinto y bajos del vestido, en color gris plata —Espero que el lugar sea de su agrado—
—Estoy segura de que así será— señaló la joven con una sonrisa mientras observaba aquel edificio que tenía cierta aire a los de Uzushio o Yamiria
—Bueno, no esperemos más ¡Entremos!— invitó el anciano con un gesto mientras se volvía para el cochero —Aguarde aquí hasta que el servicio venga a por nuestros equipajes por favor— el hombre se limito a asentir mientras dejaba las riendas a un lado y echaba el freno del coche de caballos. Soko por su parte, volteo y se dirigió hacia la entrada del hotel acompañando a la joven Hyuga.
No tardaron mucho en llegar al vestíbulo que, a causa de que le noche ya comenzaba a caer, se encontraba totalmente iluminado por multitud de lámparas de gas o aceite que dotaban de una calidez inusual a aquel lugar. No tardaron mucho en quedar frente al mostrador, donde les atendió una anciana ataviada con un kimono rosa y un cinturón azul oscuro.
—¡Bienvenidos al Hotel el Pony Dorado!— hizo una pequeña reverencia tras el mostrador —Si no disponen de una reserva me temo que debo de informarles de que estamos completos—
Mitsuki devolvió el saludo junto con el anciano. Tras las palabras de la mujer se preocupo un poco, pero por suerte el sr Soko había sido precavido
—Por suerte tenemos reserva a nombre de Hayashi Soko— contestó el anciano con su habitual amabilidad —No me extraña que estén llenos, este hotel es magnífico—
—Es usted demasiado amable— respondió la señora, mientras rebuscaba en su vieja libretilla —ah, aquí está. ¿Dos habitaciones verdad?—
—Así es, una para mí y otra para mi joven acompañante—
—Seguramente vienen por el Torneo, espero que todo sea de su agrado— la señora volvió a hacer una pequeña reverencia —En un momento les atenderá un mozo, que les indicará cuales serán sus habitaciones y se encargará de sus equipajes—
—Estoy seguro de ello— contestó el anciano con una sonrisa —Se lo agradezco—
Tras apenas un par de minutos de espera, un chico de uno diecisiete años apareció para guiarlos hasta sus habitaciones.
—¡Por fin hemos llegado!— celebró el anciano señor Soko con una sonrisa infantil mientras abría la puerta del carruaje impaciente por bajar —Estoy deseando darme un buen baño— el anciano descendió por la escalerilla seguido de cerca por la joven peliblanca, que como solía ser habitual vestía un kimono aunque esta vez era de un color azabache intenso con algunos pequeños detalles florales tanto en mangas como en el cuello, cinto y bajos del vestido, en color gris plata —Espero que el lugar sea de su agrado—
—Estoy segura de que así será— señaló la joven con una sonrisa mientras observaba aquel edificio que tenía cierta aire a los de Uzushio o Yamiria
—Bueno, no esperemos más ¡Entremos!— invitó el anciano con un gesto mientras se volvía para el cochero —Aguarde aquí hasta que el servicio venga a por nuestros equipajes por favor— el hombre se limito a asentir mientras dejaba las riendas a un lado y echaba el freno del coche de caballos. Soko por su parte, volteo y se dirigió hacia la entrada del hotel acompañando a la joven Hyuga.
No tardaron mucho en llegar al vestíbulo que, a causa de que le noche ya comenzaba a caer, se encontraba totalmente iluminado por multitud de lámparas de gas o aceite que dotaban de una calidez inusual a aquel lugar. No tardaron mucho en quedar frente al mostrador, donde les atendió una anciana ataviada con un kimono rosa y un cinturón azul oscuro.
—¡Bienvenidos al Hotel el Pony Dorado!— hizo una pequeña reverencia tras el mostrador —Si no disponen de una reserva me temo que debo de informarles de que estamos completos—
Mitsuki devolvió el saludo junto con el anciano. Tras las palabras de la mujer se preocupo un poco, pero por suerte el sr Soko había sido precavido
—Por suerte tenemos reserva a nombre de Hayashi Soko— contestó el anciano con su habitual amabilidad —No me extraña que estén llenos, este hotel es magnífico—
—Es usted demasiado amable— respondió la señora, mientras rebuscaba en su vieja libretilla —ah, aquí está. ¿Dos habitaciones verdad?—
—Así es, una para mí y otra para mi joven acompañante—
—Seguramente vienen por el Torneo, espero que todo sea de su agrado— la señora volvió a hacer una pequeña reverencia —En un momento les atenderá un mozo, que les indicará cuales serán sus habitaciones y se encargará de sus equipajes—
—Estoy seguro de ello— contestó el anciano con una sonrisa —Se lo agradezco—
Tras apenas un par de minutos de espera, un chico de uno diecisiete años apareció para guiarlos hasta sus habitaciones.