Era una mañana lúgubre, como todas, vaya. Llovía a cántaros y no había señales de que fuera a detenerse nunca.

El Torreón de Pruebas era una inmensa torre de placas de acero, tan alta como cualquier otra allí en Amegakure. Su interior estaba plagado de campos de entrenamiento y uno de ellos en particular, el más grande de todos, hacía la de estadio para ocasiones especiales, torneos, y exámenes. Algún Señor Feudal, de hecho, habrá estado en su palco alguna vez. También tenía sendas gradas alrededor para los espectadores.

Era un espacio imponente. Amplio, sin ninguna disturbación en su terreno. Ideal para las prácticas que requirieran ninjutsu de gran escala y menesteres de ese tipo.

Daban las once y media de la mañana. Roga había llegado temprano.

No pudo contener la emoción, y salió mucho antes de lo que debía. Si algo era cierto, es que nunca nadie podría tacharle de perezoso. Lucía una nueva muda de ropas sacadas de alguna extravagante tienda del distrito comercial, pero conservando el aire salvaje e imponente que a él le encantaba portar. "¿No pensaron que me quedaría con los trapos chamuscados o si?" Las gafas oscuras, cubriendo sus ojos. La gabardina, sirviendo más de decoración que de protección contra el clima. Sus pasos firmes y rítmicos, cómo si desfilase. Difícil pensar que hace casi una semana estuviera moribundo perdido en medio de la nada.

—Gomakashi kika nai usugi no kyokusen wa, kakushinhan no shinaya ka na STYLE! Taisuisei no kimochi ni kiri kawaru, shunkan no mabushi sa wa ika ga na mono...— No era la melancólica canción que solía repetir, sino una tonada alegre con la que coquetearías con alguna chica.

Llegó ante el imponente torreón, pero para él, aquella enorme cumbre de acero no era más que un escenario más donde podría lucirse. Es más, dichoso el edificio por contar con su presencia en aquel lugar. "¿Habré sido el primero en madrugar?" Se preguntó mientras cruzaba el portón de la entrada, sonriendo de oreja a oreja y ladeando la cabeza con el ritmo de la melodía que resonaba en su cabeza.

Tras unos cuántos minutos de espera, finalmente, ellos hicieron acto de aparición.

El primero de todos a la vanguardia era Kurozuchi. Pavoneándose de un lado a otro con sus tatuajes y su cara de pocos amigos. Ésta vez cargaba un enorme pergamino enrollado en la espalda, y sus prendas seguían siendo las habituales. Pantalones militares negros ajustados a un par de botas ninja, su chaleco de jounin con la placa que le identificaba como tal y, por supuesto, ese pincel tan característico y carismático de mango azulejo y de hebras intactas que parecían haber salido del pelaje de un león.

El segundo se trataba de un chico que aparentaba los quince. Era un poco más alto que el mismísimo Roga y tenía el cabello largo y de color azul marino eléctrico peinado hacia atrás en largos mechones que caían sobre su cuello, aunque sus laterales estaban rapados en un degradado de dos líneas que se asemejaban bastante al de un cometa que orbitaba su cabeza. Tenía el rostro fruncido, no sólo el ceño, y parecía molesto con la vida misma. Las cejas también las tenía pobladas y acababan en un arco que daba la sensación de estar viendo a un murciélago aleteando. De conjunto llevaba un haori rasgado y desgastado de tonalidades púrpuras tirando a azul que le dejaban los brazos libres. Lucía bastante musculado, también.

La tercera —oh, sí, porque era una mujer—. se trataba de una chica menuda de piel canela. Tenía un hermoso cabello largo, liso, que estaba atado en dos coletas que le hacían lucir como una muñeca lollipop. El color era un magenta, muy rosa, así que desde luego que no era su color de cabello natural. Sus orejas estaban adornadas con dos aretes con forma de rayo y en la espalda cargaba con una especie de vértebra de hierro ligero que le abrazaba las costillas donde calzaban al menos unas cuatro wakizachis con sus mangos adornados de lazos rosados.

—¡Jodeeeeeeeeeer, jodeeeeeeeeeeer!

—Coño, no grites. Si querías quedarte durmiendo no hubieras venido. Kurozuchi-sensei, por favor, dígale que cierre el pico.

—...Oku no hou made kawaku manai hodo, honmono no koi wo shimasenka?— terminaría su canción justo cuando estaban entrando los presentes.

Dicen que no hay que juzgar a las personas por su apariencia, pero él no juzgaba a la gente, sino a su aspecto mismo. "A ver a ver, ¿qué tenemos por aquí?" El primero se le antojaba rebelde, aunque desaliñado. "Parece uno de los típicos bravucones de la academia." Sin mencionar que probablemente sería el mayor del trío. Luego, lo que no podía faltar: una damisela. Todo en ella lucía en su lugar, salvo por un detalle que no podía dejar pasar por alto. "Por Amenokami, ese rosa chinto es horrible." De acercarse, tenía que verle las cejas. Era a lo primero que tenías que recurrir para detectar cuando alguien tenía tinte y ya luego si eso recomendarle un color de ropas más adecuado para que al menos combinara con ese pelo.

Armado con su sonrisa de comercial de dentrífico y la mano en la cintura se acercó a los recién llegados con toda confianza.

—Hello~ saludó con galante y perfecto acento, parándose a metro y medio de ellos.

—¿Hello? ¿qué mierda es eso de hello? —espetó Zōzei.

—No su nombre, desde luego. Parece que es un idioma olvidado de los tiempos de las antiguas aldeas. O eso me dijo Myu-chan.

—Ay, sí, demasiado vintage para mí.

Kurozuchi dio un paso al frente.

—Éste es Roga. King Roga. Roga, ella es Myu y el cabreado se llama Zōzei.

"Esta gente de hoy en día que no sabe valorar lo clásico, aunque al menos tiene la noción de lo que es. Entre más años mejor, cómo el vino añejo." Mantuvo su semblante jocoso mientras el jounin hacia las presentaciones por ellos. "Ay mierda, no otra vez." Detestaba que hicieran eso, no le daban a él la oportunidad de darse a conocer cómo es debido y le quitaban su momento de estrellato. Miró a Kurozuchi, molesto, y luego volvió a su expresión regular con sus dos nuevos compañeros.

—Supongo que a partir de ahora debemos intentar llevarnos bien y esas cosas de equipo— Se ajustó las gafas a manera de que quedara sobre su frente, dejando a la vista sus dos dorados ojos. —¿De qué promoción son? Yo me gradué apenas hace tres meses—. Tenía curiosidad y era un buen pretexto para romper el hielo.

Myu estiró el brazo y arrojó una de las coletas hacia atrás, con estilo.

—Hace cinco. Éste descerebrado y yo nos graduamos juntos.

—Sois novatos, los tres. Recién salidos del horno. Pero Yui-sama ha visto algo en ustedes y tras un estudio pertinente, creemos que podéis formar un gran equipo. A partir de ahora entrenaréis juntos, haréis misiones en conjunto y responderéis a mí como líder de equipo, ¿entendido?

—¡Qué suerte la mía, mierda!

¡Zap! Kurozuchi le metió un zurro en el coco.

—Que si entendido, dije.

—¡Entendido, sensei!

Aparentemente la pelirrosada del grupo tenía sus aires de chica popular, pero si creía que Rōga iba a impresionarse o prestarle atención con aquello, lamentablemente se equivocaba. "Con que no me resulte siendo una mimada, estamos bien." Respecto al otro muchacho, tenía una risa interna contenida. Se le notaba casi cansado de la vida, pese a su edad. Además los otros dos ya se conocían, siendo él el tercero que parió la abuela. Era muy cómico ver al dúo, pues aunque su relación no aparentaba ser muy buena, a veces las diferencias eran las que más unían a la gente.

—Entendido, sensei— contestaría al unísono que los demás.

Ahora estaba la duda, ¿quién de ese par era el Yotsuki?. Le habían dicho que no era el único que iba a estar ahí, sólo debía descubrir quién era el primo lejano delante de sí. Dudo de si continuar la conversación. Era muy enérgico cuando socializaba pero también estaba el hecho de que Kurozuchi llevaba la conversación según su propio rumbo. "Esas espadas..." Recordó que su madre le dijo que buena parte del kenjutsu provenía también de la vieja Kumo, aunque se había generalizado tanto que hace mucho dejó de ser un rasgo distintivo.

—Bien, lo que haremos ahora será una ronda de presentación apropiada, ya que estamos. Apellidos, nombres y si os apetece, una descripción detallada de vuestras habilidades. Fortalezas y debilidades. Cuando los cuatro hayamos participado, quiero que me digáis cómo se complementa este grupo. Empiezo yo.

»Mi nombre es Tagayasu Kurozuchi. Jounin de Amegakure y un antiguo miembro del escuadrón ANBU. Se me conoce por ser usuario de las artes del Sumijutsu y mis técnicas se basan en el manejo de la tinta en toda su expresión. Puedo dar vida a mis dibujos de tinta, incluyendo —se miró varias partes del cuerpo—. a todos estos tatuajes. Paralelamente me he hecho diestro en el Fūton y el Fūinjutsu. Las armas desde luego no son lo mío, no puedo empuñar un pincel y un pergamino a la vez que trato de cortaros la garganta con un jodido kunai.

Sonrió y miró a Roga. Era interesante, ver como un ninja de su nivel se ponía a nivel de tres genin. Eso hablaba bien de él. De su compromiso con el equipo.

Su mirada decía expresamente: sigues tú.

"Sumijutsu, ¿eh?" Ahora tenía un nombre que darle a aquel maravilloso arte, uno que le embelesó nomas verlo. No lo anhelaba cómo tal, pero era la cosa más jodidamente genial que había visto en sus cortos años. El simple hecho de pensar en darle vida a algo que has dibujado tu mismo, se le antojaba más a magia que a un estilo de pelear.

Fue entonces, que llegó su turno de seguir con la rutina; al final, si tendría su momento de estrellato.

Nomas recibió la orden visual de kurozuchi y se ajustó nuevamente las gafas. Dio un giro de trescientos sesenta grados y alzó la diestra cómo si señalara al cielo, mientras la gabardina ondeaba con el movimiento, manteniendo su zurda oculta bajo esta.

—Yo soy, King Rōga~ Relajó la pose y se cruzó de brazos para continuar. —Me he graduado hace poco y pertenezco al clan Yotsuki. Cómo tal y siguiendo las directrices del clan, me especializo tanto en el Ninjutsu Raiton cómo en el Taijutsu, además de la combinación de ambos conocida cómo Nintaijutsu—. Estaba pendiente de las reacciones de los demás al hablar. —Respecto a mis puntos flojos, no puedo usar ninguna de las formas del Fūinjutsu, ni siquiera la más básica. Se desconoce el motivo exacto, pues se ha comprobado que mi control del chakra no es malo en sí, pero aún así no puedo ni meter aire en un papel.

Los tres vistieron su rostro con la cara de un jugador de póquer al presenciar aquel giro estrambótico de King Roga. Oh, cómo le gustaba pavonearse. Y ahora que reparaban en su atuendo, al menos Kurozuchi no pudo evitar pensar que vestía más un traje de superhéroe de historietas clásicas que la de una indumentaria ninja.

Finalmente, señaló a Zōzei.

—Kōsen Zōzei. Soy jodidamente bueno durmiendo, no hay nadie que me supere en el arte ancestral de entrar en sopor e hibernar —se cruzó de brazos y arrugó más la frente y apretó los dientes—. y cuando no, hago la de ninja. En familia corre el Kekkei genkai Ranton. Podemos lanzar rayos láseres, fiusm, fiusm y dar formas a los haces de luz que somos capaces de invocar. El Kekkei nace de una conmutación elemental entre el Raiton y el Suiton, así que sé algo de ambas. ¿Debilidades? no poder pelear mientras duermo. Eso sería la polla.

Ahora era el turno de Myu.

—Esta belleza lleva por nombre Ruzutori Myu. Aunque en casa me llaman gatillo loco —¿por qué sería que le llamaban así?—. también una Yotsuki. Me encanta el raiton y las espadas. Ambas cosas son mi fuerte. Y no tengo debilidades, sencillamente, soy genial.

"¿Podrá lanzar los láseres de los ojos?" Era una pregunta obligadísima, pero que seguramente dejaría para luego. Si la respuesta era sí, Zōzei se había ganado su jodido respeto. Luego, pese a que su teoría no tenía fundamentos demasiado sólidos, al final se confirmó que la chica era la otra Yotsuki. Al parecer, al igual que el de cabellos tricolor su genética dejó atrás los rasgos típicos de la antigua Kumo. Tenía también un narcisismo bastante marcado, ante lo cual él no podía sino contener la risa.

"¿Cómo se atreve a decir eso con ese tinte y ese peinado? La genialidad no se dice, se demuestra. Ignoró lo del apodo, nunca ha sido de gustarle aquello.

Simplemente esperó a que terminaran sus presentaciones y que Kurozuchi les indicara que ya podían continuar con la evaluación del equipo y demás.

Kurozuchi se dio vuelta, entonces, y se alejó un par de pasos.

—Roga. ¿Cómo se complementa entonces éste grupo? ¿qué vio Yui-sama en nuestras habilidades para creer que pueden congeniar juntas?

Él no tenía mucha experiencia en cuanto a logística de equipos ni nada por el estilo, pero escuchando las diferencias que poseía cada uno creyó notar un cierto balance justamente en las desigualdades de los integrantes. "Tengo una idea."

—Cada uno posee una especialidad que cubre las carencias del otro. Miyu y yo tenemos una buena cobertura a corto alcance, mientras que Zōzei posee un ataque a distancia seguro. De esta forma podemos cuidarnos la retaguardia mutuamente. En cuanto a ti, sensei, sospecho que serías más un apoyo táctico, sirviendo de utilidades más allá de la capcidad combativa en una misión---- Explicó aquello con total calma. —Esa es mi apreciación— Si estaba en lo correcto o no, estaba por saberlo.

Kurozuchi asintió, aunque no del todo convencido.

—Zōzei-kun tiene un buen compendio de habilidades que le permite mantener la distancia y generar las aperturas que vosotros dos podéis aprovechar con tu nintaijutsu, y su destreza con la espada. Además, es el único que maneja el suiton y por tanto, lo podéis aprovechar para magnificar la potencia de vuestras técnicas de rayo en ataques conjuntos. También está el punto de compenetración en el que mi estilo de combate se consolida con Zōzei-kun. Las tuyas, Roga —miró a Myu, luego—. con las de Myu.

»¿Te habló tu abuelo de los Vínculos de Hermandad en los Yotsuki?