Y allí estaba él, tirado en la arena de la maravillosa playa de la Costa del Remolino, con la respiración entrecortada y sudor recorriendo su rostro. Los ojos cerrados para evitar así el sol que le daba directo y con el inicio del típico picorcillo en la piel anterior a una quemazón por no haberse echado suficiente crema solar.

Aquella mañana había decidido que sería una buena idea levantarse temprano y, aprovechando que su padre tenía que ir a trabajar al restaurante familiar, salir a entrenar por su cuenta, y así sus pasos le había conducido hasta aquella playa, en busca de un lugar tranquilo donde poder practicar, pues aunque acababa de graduarse en la Academia de las Olas, aún le quedaba mucho por hacer, y no pensaba quedarse parado a verlas venir.

Echó mano a una pequeña mochila que llevaba consigo, donde guardaba una botella de agua que aún se mantenía fría gracias a que había congelado la mitad la noche anterior, y le dio un buen trago, refrescando su gaznate y notando como se le había metido un poco de arena en la boca mientras practicaba.

Volvió a meter la botella en la mochila y se reajustó el moño, que tenía prácticamente deshecho antes de incorporarse nuevamente y empezar una carrera de un lado a otro de la playa, corriendo descalzo y pegado al agua, refrescando así los pies cuando alguna ola alcanzaba su posición.

Aquella mañana, Datsue también se había levantado temprano para entrenar. Antaño hubiese sido cosa de uno o dos milagros al año, pero hacía tiempo —desde la falsa muerte de Akame, concretamente—, que se tomaba muy en serio los entrenamientos. Además, ahora que podía tener sueños reparadores gracias a la tregua con Shukaku, despertaba mucho más ligero y descansado.

Hoy tocaba volver a un clásico: correr por la playa. Iba desnudo de cintura para arriba, sudando a chorros, y solo contaba con un pantalón corto de deporte. En un momento dado, se puso a la par de un joven moreno, bastante flacucho. Un novatillo, supuso.

—¿Qué hay? —saludó, educado, sin dejar de correr.

Lo cierto era que ambos corrían al mismo ritmo, y, a decir verdad, al Uchiha hasta le costaba mantenerlo. «No puedo permitir que este criajo me gane, joder». ¿Acaso no era el Hijo del Desierto? ¿Acaso no contaba con la confianza de Hanabi? ¿Qué se diría de él, si se dejaba ganar por un chiquillo?

«Venga, un esfuerzo más, joder.»

Pero le costaba. Aquel chico corría demasiado para él. «No te rindas ahora, hostia. ¡No te rindas!»

—Eh, ¡chico! ¿¡Una carrera hasta el final de la playa!? —exclamó, viniéndose arriba. Aceleró antes siquiera de oír su respuesta. Fue entonces cuando, probablemente, el joven moreno se fijase en algo que el Uchiha llevaba atado al cuerpo con pesadas cadenas y que arrastraba por toda la playa…









… un jodido tronco arrancado.

Riko corría pensando en sus cosas, pasando por lo que le apetecía comer aquel día hasta por recordar aquella canción tan pegadiza que había escuchado hacía un par de días y que no era capaz de quitarse de la cabeza ni con agua caliente, pero en un momento dado de su carrera, sus pensamientos se vieron interrumpidos por una voz extraña, una voz que al parecer se había puesto a su par.

El joven Fuumi dirigió la mirada hacía él y casi se cae al suelo de la sorpresa. Era Uchiha Datsue, poca gente de la aldea podía no conocer a aquel muchacho, y por supuesto, Riko no era de esas personas, él había escuchado muchas historias acerca de aquel chico.

—¡Ho-Hola! — Sí, había tartamudeado, pero no todos los días se conoce a alguien famoso de la Villa.

Riko y Datsue mantenían un ritmo similar, lo que hacía que el más joven de los dos se sintiera orgulloso de sí mismo.

—Eh, ¡chico! ¿¡Una carrera hasta el final de la playa!?

Y el Uchiha empezó a correr más rápido, sin esperar respuesta de Riko y fue entonces cuando éste comprendió todo, no es que estuviera al nivel de Datsue, no, la cosa era que el Uchiha estaba arrastrando un puto tronco enorme mientras corría.

«¡No me jodas!»

Riko quedó un segundo paralizado, asombrado por aquella demostración de fuerza de su compatriota, pero se recompuso rápidamente.

—¡Eh! ¡Espera joder! — El moreno empezó a correr a todo lo que daban sus piernas, tratando de recortar la distancia que Datsue había puesto de por medio, aunque no tenía del todo claro si aguantaría con ese ritmo de carrera hasta el final de la playa y eso le avergonzaba bastante.

Oh, no. Pero Datsue no pensaba esperar por él ni un segundo.

Bajo el sol otoñal, los tendones de su torso se marcaban como gruesas raíces del Árbol Sagrado, moviéndose al comando de unos músculos que sobresalían de su piel y le daban el aspecto de una escultura tallada en piedra más que estar hecho de carne. Oh, sí, porque así era él. Un dios en el cuerpo de un hombre; un fuera de serie tanto en lo físico como en lo mental; un superdotado; un bendecido en la genética…

Un…


—¡Aaaaayyyy!

Un estúpido que no sabía dónde pisaba. El Uchiha cayó al suelo del dolor, como si hubiese caído en la trampa de unos makibishi. En realidad, poco le faltaba. Una concha justo en el sitio indicado, con el ángulo perfecto, esperando a que un iluso sobrecargado le pisase para bañarse en sangre.

La herida era superficial, y pudo levantarse tras unos escasos segundos. Había sido un dolor muy fuerte al principio, pero nada demasiado grave. Miró a su lado para ver al chico… el cabrón seguro iba a adelantarle aprovechando su mala pata.

Pero no, Datsue no le esperó, probablemente ni si quiera se le pasó por la cabeza, por lo que no le quedó más remedio que correr tras él, aunque parecía que el trecho que les separaba no terminaba de acortarse, aunque tampoco se hacía mayor, así que aún tenía posibilidades.

Posibilidades que se agrandaron tras el traspié del Uchiha, que tropezó con algo que Riko no llegó a ver, pero que le dio muchas oportunidades de coger algo de ventaja en aquella improvisada carrera.


El joven sobrepasó a su ahora contrincante, que ahora estaba en el suelo y comenzó a ganar ventaja poco a poco, y cruzó los dedos porque aquella carrera no durara mucho más, pues su resistencia no se lo permitiría.

—¡Te veo al final de la playa!

Se permitió soltar una pequeña puya, esperando que Datsue no se lo tomara demasiado en serio.

«¡Hijo de la gran puta!» ¡Y encima con recochineo, el tío! Iba a enterarse de quién era él. De a quién se estaba enfrentando. El Matakages, aspirante a Uzukage e Hijo del Desierto. Qué coño, ¡pero si jugaban en su territorio! «Bueno, en el de Shukaku… o en una pequeña representación, al menos».

Espoleado al darse cuenta de aquel último dato, Datsue volvió a la carga. Los músculos de sus piernas ardían, pero abrazó el dolor y les exigió todavía más. Sus pulmones, ya cansados de antemano por el exigente entrenamiento, envió una señal al cerebro para preguntarle a qué cojones estaba jugando.

No hubo respuesta.

—¡No pierdas fuerza por la boca, chico! —le advirtió, lleno de orgullo—. ¡Esto todavía no ha acabado!


Y, en efecto, no había acabado. Datsue corrió tan veloz que empezó a recortar la distancia con su adversario, muy poquito a poco. Quizá demasiado lento para pillarle antes de que se terminase la playa. A no ser…

… que el chico sufriese también algún tipo de percance. Pero no, Datsue no iba a hacer trampas. Ya no era su estilo. Si así sucedía, que fuese tan solo por un golpe de mala suerte.

Y Riko cogió ventaja, sí, aunque fue solo momentáneamente porque, en cuanto el Uchiha se levantó y reanudó la carrera y poco a poco empezó a recortar distancias, aunque a un ritmo tan corto que, de salir todo bien, sería el Fuumi quien se llevaría la victoria en aquella carrera, pero...


... como suele pasar en estos casos, quien habla antes de tiempo suele salir escaldado y, efectivamente, cuando Riko volteó ligeramente la cabeza para ver la distancia que les separaba a ambos dio un mal paso, uno tan malo que terminó con el moreno rodando por la arena, haciéndose un par de rasguños leves por todo el cuerpo y uno algo más importante en la rodilla derecha, que empezó a sangrar profusamente.

—¡Hostia terrible!

Se quedó unos segundos parado agarrándose la pierna herida y soplándola, tratando de limpiarla de arena lo más pronto posible y evitar así cualquier tipo de infección.

Y, ¡vaya! Parecía que haber tomado la elección de ser un tío legal, de no hacer trampas, tenía su recompensa en forma de karma. Un mal paso. Eso fue todo lo que necesitó de su oponente, que trastabilló y rodó por el suelo, con tan mala fortuna de hacerse daño en la rodilla.

—¡Oh, ¿el nene se ha hecho pupita en la rodilla?! —dijo, burlón, cuando pasó a su lado como una saeta. Luego recordó el karma, y lo hijoputa que era a veces. «Perdón, perdón. No me volveré a burlar de nadie, ¡te lo juro!»

El karma escuchó sus pensamientos, asintió y…


… y tuvo la desgracia de pisar tan, tan mal, que su tobillo se dobló y le hizo caer en un aullido de dolor. ¡Menuda carrera más desastrosa estaba siendo! Rodó por el suelo y el tronco, que por unos metros siguió con la inercia, a punto estuvo de caérsele encima.

«¡Ih. ¿il nini si hi hichi diñi in li ridilli?!»

Aquel chico, sin duda alguna había ganado la carrera, a pesar de arrastrar un tronco, Riko no había sido capaz de ganarle la carrera, lo cual era bastante triste, pero eso solo le animaba a entrenar más duro.

Pero en ese justo instante el karma decidió volver a jugar con ellos, en este caso, con Datsue, que cayó al suelo al doblarse el tobillo en una mala pisada.


Y entonces Riko se levantó, aunque no podía correr al 100% por la herida que se había hecho en la rodilla, estaba seguro de que podría terminar aquella carrera, siempre y cuando no pasara ninguna desgracia más, que ya estaban teniendo suficiente.

«¡Puto karma!»

Cuando se levantó, el tobillo todavía le dolía. Creía que no llegaba a esguince, pero pisar con él hacía que viese las estrellas. Se levantó como buenamente pudo, mientras veía cómo su adversario aprovechaba el error para adelantarle.

Y quedaba demasiado poco como para cogerle.

«¡Puta mierda!» Aquello, sin embargo, le había dado una valiosa lección: puestos a perder, prefería hacerlo a su manera. Es decir, sabiendo que había hecho todo lo posible —trampas incluidas— para llevarse el jodido premio. Que, en aquel caso, tan solo era una palmada en la espalda a su orgullo.

—Bueno, esto lo tengo que acabar cómo sea. —Realizó unos rápidos sellos, y tras tocar con la palma de la mano el tronco este se hizo mucho más liviano. Cojeando, el Uchiha logró llegar a la meta poco después que su adversario.

Se dejó caer de culo y desactivó el Doton, tomando algo de aire al fin.

—Joder, quién nos iba a decir que una puta carrera pudiese llegar a ser tan peligrosa, ¿eh? —dijo, tumbado boca arriba—. Por cierto, me llamo Datsue. Uchiha Datsue. Quizá hayas oído hablar de mí. Me conocen como el Intrépido, el Hijo del Desierto, el Ma… —carraspeó—. Bueno, eso.

La carrera acabó sin más accidentes, lo cual tampoco era demasiado difícil, pues en apenas unos metros se habían caído demasiadas veces como para ser shinobis, una cura de humildad para el futuro, desde luego, y un poquito de mala suerte, también.

—Joder, quién nos iba a decir que una puta carrera pudiese llegar a ser tan peligrosa, ¿eh? Por cierto, me llamo Datsue. Uchiha Datsue. Quizá hayas oído hablar de mí. Me conocen como el Intrépido, el Hijo del Desierto, el Ma… Bueno, eso.

Riko observó al muchacho, tumbado boca arriba visiblemente cansado. Por supuesto que lo conocía, lo más probable era que lo conociera toda la aldea, aunque él no era quien para juzgar si eso era algo bueno o malo.

—Sí, claro que le conozco, ¡para no hacerlo! — Dijo el joven, ligeramente emocionado. —Yo me llamo Riko, Fuumi Riko, un placer conocerle.

Rápidamente se percató de que quizás se hubiera hecho daño en el tobillo en la última caída, ya que le había parecido ver como se lo torcía.

—¿Te duele el tobillo? ¿Quieres que te acompañe al hospital?

Datsue alzó una ceja al oír su nombre.

—Riko, ¿hmm? A la gente de Uzu parece encantarle ese nombre —Ya era el tercer Riko que conocía en menos de un año—. ¿Al hospital? No, no. No fue para tanto. Aunque...

Pisó con fuerza. Dolía, sí, pero no creía que llegase a esguince.

—Aunque estaría bien ponerle algo de hielo. —Por precaución.

—Riko, ¿hmm? A la gente de Uzu parece encantarle ese nombre

El moreno sonrió, lo cierto era que él no había conocido a ningún otro Riko, pero desde luego que no le extrañaba que la gente lo eligiera para sus hijos.

—Hombre, no me negará que es un nombre bonito, ¿no? — Dijo el joven sonriendo.

—. ¿Al hospital? No, no. No fue para tanto. Aunque... Aunque estaría bien ponerle algo de hielo.

Riko vio como su compañero pisaba fuerte para ver la estabilidad de su tobillo y notó como le dolía, y entonces se sintió un poco culpable.

—Pues... no tengo hielo a mano, pero sé donde podemos encontrar, y no queda muy lejos, ¿qué le parece? — Le preguntó el Fuumi tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse.

No, eso no se lo podía negar.

—Cerca, ¿hmm? Bueno, pues sí, me parece bien —dijo, aceptando su mano para que le ayudase a levantarse—. Oye, pero no hace falta que me trates de usted. Tutéame, coño. Que apenas nos llevaremos un par de años.

El Uchiha se imaginaba que lo hacía por ser de rango jōnin. Agradecía el respeto mostrado. Pero, en cuanto a tratarle de usted, se le hacía todavía extraño. Raro. Prefería que le hablasen como a cualquier otra persona.

Dio el primer paso y en seguida comprobó que aquello no iba a funcionar. No, quizá podría cojear y soportar el dolor, pero era hacer más daño al tobillo de gratis.

—Espera, un segundo —realizó una tanda larga de sellos a la velocidad a la que Riko formaría uno. Luego, tocó a su compañero de Villa, quien sentiría cómo de pronto su cuerpo se aligeraba. Tanto que juraría que…

»Así llegaremos más rápido, ¿no te parece? —preguntó desde el cielo.

Tanto que podía volar. No, no metafóricamente, no. Volar de verdad.

—Cerca, ¿hmm? Bueno, pues sí, me parece bien

Riko asintió mientras ayudaba al Uchiha a incorporarse, esperando que no le doliera demasiado el pie cuando lo hiciera y ya sopesando con la idea de ayudarle a caminar el trayecto que fuera necesario.

—. Oye, pero no hace falta que me trates de usted. Tutéame, coño. Que apenas nos llevaremos un par de años.

El moreno le miró, sabiendo que llevaba razón.

—Si lo prefieres, ¡no hay problema! — Aceptó de buena gana el muchacho.

Rápidamente se prepararon para iniciar la marcha, pero en cuanto Datsue dio el primer paso, ambos supieron que aquello no era del todo una buena idea. Así que Riko esperó, mientras miraba con alucinación la serie de sellos que su compatriota realizó en apenas un abrir y cerrar de ojos y, para cuando se dio cuenta de lo que pasaba, se encontraba en el aire.

—¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! ¡¿Qué coño pasa?! — El moreno pataleaba y braceaba como si estuviera nadando porque... ¿qué se hace para volar?

»Así llegaremos más rápido, ¿no te parece?

Riko no estaba del todo seguro con aquella idea.

—Bueno... Si no nos matamos antes, sí. — Aceptó el Fuumi aún incrédulo. —E-Es allí. — Dijo señalando una dirección con el índice derecho, hacia la Aldea.