Curiosamente, y muy a pesar de que Shaneji fue el que respondió, el gyojin no quitó la vista del holograma de la anciana. Bien que tuvo de hacerlo, pues sería ella quien desvelase gran parte de los tropiezos de Dragón Rojo. Desde su errática expulsión de Kasukami, hasta esa mismísima noche.

—¿Hay algo que podamos hacer para ayudarte?

—Tiempo y dinero —dijo ella, tras la máscara—. Y no meter vuestros hocicos hasta que esté lista.

«Kyūtsuki es quien da vida a todo el plan, joder. Y yo que pensaba que iba a poder ayudarme con Zaide. Y a todas estas, ¿qué hacía ella en el País del Viento, si su trabajo es el de conocer a fondo el Señor Feudal? »

—Por mi hocico no te preocupes, ya tengo un lío bien gordo del cuál encargarme.

Ese lío tenía nombre, apellido, y los ojos color rojo sangre.

Kaido sintió que Kyūtsuki le atravesaba el alma a través de los ojos que escondía tras la máscara.

—Uchiha Zaide —adivinó, y Muñeca se puso tensa al oír el nombre—. Como os dije, le vi. —Sí, era hora de tratar aquel tema.

»En la Prisión del Yermo, en el País del Viento. El Señor Feudal viajó hasta el país, en teoría, para formar nuevos tratados comerciales con el Desierto. Pronto descubrí que no iba a sacar nada de provecho, así que decidí darme una vuelta, a ver qué nuevas noticias se oían.

»Escuché ciertos rumores sobre la Prisión del Yermo. Ciertos experimentos con los presos que llamaron mi atención —entrelazó sus manos, cubiertas por guantes negros, sobre la mesa—. Y cuando suplanto la identidad de un guardia me encuentro, allí preso, a Uchiha Zaide.

—Estaba preso… ¿y no le mataste? —Más que una pregunta, sonó a una amenaza velada. Ryū ya había oído por ella que estaba preso, y que este le había reconocido. Pero de haber sabido que ella se había hecho pasar por una jodida guardia, hubiese preguntado antes por qué coño no le había matado igualmente.

—No cargues la culpa en la chica —interrumpió la Anciana—. Tú fuiste quien se empeñó en intentar convertir a Uchiha Zaide en Cabeza de Dragón, desoyendo mi consejo. Y quien terminó por volverle en nuestra contra. Si alguien tuvo que matarlo desde hace tiempo, ese eres tú.

—¡JUUUUUUUUUJUJUJUJUJUJUJUJU! —Pocas eran las veces que veía a Ryū recibir tal bofetón dialéctico. Shaneji lo disfrutó con ensañamiento, dando palmada tras palmada sobre la mesa mientras su cuerpo seguía sacudiéndose por la risa, inundando la cueva entera de sus carcajadas.

Como si Kyūtsuki le hubiera leído la mente, pronto abordó el tema de Zaide, y de las viscicitudes que la habían llevado hasta el País del Viento. Resulta que el Feudal había viajado hasta el Desierto para fungir relaciones más estrechas con kaze no kuni, y sus rutas comerciales. Sin embargo, la curiosidad llevó a la mujer de la máscara a investigar más a fondo acerca de la, probablemente famosa, Prisión del Yermo; pues se rumoreaba que ahí dentro se llevaban a cabo experimentaciones con los encarcelados. Fue allí cuando lo vio. A Uchiha Zaide. Preso. ¿Pero cómo? y por sobre todo, ¿por qué?

Lo peor del caso es que Zaide volvió a enaltecer su propia figura aún sin estar presente en la sala. Y es que con cada detalle, que bien pudiera parecer nimio, parecía volverse más y más importante para la historia actual de Dragón Rojo. El error de Kaido había sido pensar que él había sido una simple piedra en el camino para Hageshi, y que su conexión con Katame era puramente coincidencial. Nada tan profundo como que Ryū intentase reclutarle, desencadenando entonces los hechos que le llevarían a tenerlo en su contra.

Si el mismísimo Ryū no le había matado ya, ¿qué iba a poder hacer Kaido, entonces? por primera vez sintió algo de temor.

—Dijiste que te reconoció. Aunque hubieras tomado la identidad de un guardia —repitió. Aquello se había dicho ya mil veces, y aún así, no había dejado de ser vital para entender el todo de la historia—. ¿te vio con el sharingan?

Oh, esos ojos. Esos p-u-t-o-s ojos. Si podían ver a través de ti hasta llegar a los rincones más oscuros de tu alma, ¿qué difícil podía ser descubrir el chakra de una vieja conocida?

La máscara de Kyūtsuki giró hacia Kaido.

—Puede ser —dijo, sin asegurar nada—. Las celdas tienen sellos supresores de chakra, y en los corredores comunes siempre salen esposados. En teoría, no hubiese podido, pero él siempre fue muy versado en fuuinjutsu.

—¿Tú qué dices, Otohime? —preguntó Shaneji, a la especialista en fuuinjutsu del grupo.

—Nada es imposible en fuuinjutsu —dijo ella—. Honestamente, creo que ya perdimos suficiente tiempo con él —alegó—. Matamos a todo su grupo, le dejamos sin nada. La única que sigue con vida es Yume y parece haberle dado la espalda también. ¿Para qué seguir perdiendo el tiempo con él? Tenemos cosas más importantes en las que centrarnos.

—Yo estoy con mami —dijo Money—. Y, pues, yo también quielo vel-lo muelto. Nos hizo suflil glandes példidas —su tono de voz subía y bajaba al ritmo de una canción de bachata, y siempre prolongaba un poco de más la última sílaba de cada frase—. Pero ese tipejo nos va a hacel gastal más y más. Yo digo de dejarle pudlilse allá.

—Si Kaido quiere ganarse su puesto matándole a él, dejadle —intervino la Anciana—. Encarcelado no debería ser problema.

—Os parecerá que está en sus horas más bajas, pero hacía años que no lo veía tan bien —discrepó Kyūtsuki—. De mente clara, de cuerpo sano. No es el Zaide enfarlopado y porrero que conocimos. Allí se ha desintoxicado a la fuerza, y esa pulmonía que le producía el veneno de Katame ha desaparecido.

La mente de Kaido procesaba todo a millón. A veces era difícil, la Marca del Dragón y su efecto solapa lo hacían el doble de jodido. Eran demasiados sentimientos encontrados, y aún así, siempre acababa ganando esa pequeña semilla, que de a poco germinaba, que le obligaba a pensar en pro de la organización, y de nadie más.

—Escuchen. No soy estúpido, conozco los límites de mis capacidades. Quiero matar a Zaide no porque me salga de los cojones, sino porque siento que es lo que necesita esta jodida organización para enterrar a los putos fantasmas del pasado y poder seguir adelante. ¿Que voy a ser capaz de hacerlo? no lo sé. Creo que ninguno aquí sentado puede decir que lo sabe con certeza. Pero visto lo visto, estamos hablando de un tipo con el que hay que tener muchísimo cuidado. Ya me lo advirtió Shaneji «también Hageshi» y ahora Kyūtsuki. No me lo voy a tomar a la ligera —concluyó, aunque aún tenía mucho que decir—. además, es Uchiha. Yo a los Uchiha se las tengo medida. Esos cabrones son fuertes por naturaleza.

»En fin, lo que quiero decir es que voy a ir a por él. Está decidido. ¿Algún voluntario para la causa? ¿o voy a tener que jugármela yo sólo?

Ya se imaginaba la respuesta. La negativa de todos. Así que empezó a maquinar un plan. Recursos, aliados; conocimiento del terreno. Todo. Iba a ser una tarea titánica y ardua. Le iba a llevar tiempo. ¿Pero qué era el tiempo a cambio de la máxima gloria de Dragón Rojo, su organización?

Nada. El tiempo para él era inverosímil. Curiosamente lo venía siendo para todos los ninja de su generación.

Quince años tenía el hijo de puta. Y ahi estaba, a cientos de kilómetros de su aldea natal, exiliado; trabajando para un cubil de asesinos, ladrones y camellos.

Todos hablaron al mismo tiempo.

—Papi tiene que quedalse vigilando el money, ya tú sabes

—El desierto no está hecho para mí.

—Yo…

—Yo no.

—…iré

Las Cabezas de Dragón giraron a un lado y a otro en busca de quien se había ofrecido.

—Yo iré —se reafirmó. Era Muñeca—. La cagué, ¿no? Pues esta vez tengo que asegurarme de que quede bien muerto para compensar.

—Tarde para eso —La voz gutural de Ryū hizo que ella se encogiese—. Pero aquí se dijo una verdad: quizá es hora de que me encargué yo personalmente de él.

Hubo un silencio.

—Sabes que tienes un deber aquí —le recordó la Anciana.

De Money lo veía venir. Un tipo tan encariñado con la pasta no iba a arriesgar su cogote en aquella misión suicida. Él más que nadie sabía que se trataba de invertir a unas acciones sin valor alguno en su bolsa personal.

De Shaneji hubiera esperado otra cosa. ¿Dónde había quedado aquella gallardía? ¿no quería él hacer resurgir a Kirigakure de su eterno ahogamiento? pues el primer paso para ello era eliminando a Zaide. Ni el desierto más caluroso debía, en principio, amedrentar a ningún Hozuki. Kaido chasqueó la lengua, visiblemente decepcionado.

Otohime, qué decir. Sabía bien qué le convenía y qué no.

Y su queridísima Muñeca obvio que no ib...

«¿Qué tramas?»

—Yo iré. La cagué, ¿no? Pues esta vez tengo que asegurarme de que quede bien muerto para compensar.

—Tarde para eso —contestó el líder, apagando súbitamente la pequeñísima llama de responsabilidad que creció de pronto en el diminuto cuerpo de la cría—. Pero aquí se dijo una verdad: quizá es hora de que me encargué yo personalmente de él.

—Sabes que tienes un deber aquí.

—¿Estás seguro? —indagó el escualo.

Y es que, de los Ocho Cabeza de Dragón, hubiera preferido a cualquier otro que al mismísimo Ryū. ¿Por qué, os preguntaréis? ¿no era él acaso el más fuerte, capaz de amedrantar a la muchedumbre con su simple presencia y voluntad, apenas alzando la voz? ¿que era capaz de romper la madera más dura con una simple caricia, cosa que incluso una bestia como Shaneji no pudo lograr?

¿No era esa acaso el tipo de aliado que necesitaría Kaido para eliminar a Uchiha Zaide?

Sí, quizás. O quizás no. Quizás haría de su misión una aventura más revoltosa. Más peligrosa. De menor bajo perfil. Pero en fin, que si no había de otra ...

Ryū, más alto sentado que Kaido de pie, le miró a los ojos.

—Sí, pero vas a tener que buscarte otro objetivo. Porque cuando lo vea… —No tuvo necesidad de terminar la frase.

—Es una mala idea —se reiteró la Anciana, muy opuesta a que Ryū emprendiese aquel viaje—. ¿Qué ocurrirá si Uzu nos descubre y ataca mientras tú estás fuera? ¿O si en Kasukami notan tu ausencia y se animan arremeter contra nosotros y el botín que hemos acumulado durante años? Podríamos perderlo todo, Ryū. Tienes que recordar que eres nuestro muro de contención.

—¡Juuuuuujujujuju! No tengas miedo, obāsan. Que para eso me quedaré yo aquí, para cortarle la mano a cualquiera que intente tocar lo nuestro.

—Deberíamos votar esto —replicó la Anciana, no muy convencida con dejar todo en manos de Shaneji—. ¿A favor de que Ryū se quede y sea Masumi —Muñeca entrecerró los ojos al oír su verdadero nombre— quien vaya?

—En contra —se negó Ryū, con las venas del cuello hinchadas y el ceño fruncido. Miró retador al resto.

Otohime fue incapaz de mantenerle la mirada. Así que, agachando la cabeza, dijo, en voz baja:

—A favor.

Kyūtsuki se lo dijo —con máscara de por medio— a la cara.

—A favor.

—¡Juuuujujujuju! —Shaneji parecía tener la decisión de su vida ante sus ojos. Por un lado, probar qué tal le sentaba el trono. Por otro, joder a Ryū—. En contra —decidió finalmente.

—Money quiere lo mejor pa’ su money, papi. Y usted sabe cómo funciona —parecía estar excusándose—. A favor.

Sin dar crédito, Ryū depositó sus ojos en Muñeca. Y, por primera vez en su vida, esta…

—A favor.

… votó lo opuesto a él. Ryū se levantó de golpe, tan grande que hacía parecer la cueva pequeña. Masticó sus palabras con lentitud:

—Esto es de necios.

—¡Juuuujujujuju! —Shaneji podía haber perdido su votación, pero se relamía los labios con la contrariedad que se reflejaba en el rostro de Ryū—. Jode cuando no sale lo que quieres, ¿eh? ¡JUUUUUUJUJUJUJUJU!

Con el último a favor, y así, la negativa de que Ryū abandonara Hibakiri; un cúmulo de sensaciones azotaron al tiburón. Era una cosa extraña entre un alivio desgarrador y una sentida desventaja táctica, que a su vez, le hacía sentir inseguro. Por un lado, ssentía que sin el líder a su lado iba a tener más libertad, sin contar que la víctima iba a ser para él sólo. Por el otro, que se iba a tener que currar bien el asesinato teniendo sólo a Muñeca, una jodida cría de diez años como apoyo.

—Está decidido, entonces —por ahora el no poder votar no se le estaba haciendo tan difícil. Volteó a ver a Muñeca—. ve preparándote, Masumi. Partiremos pronto.

Aunque aquello no era todo.

»Necesito datos. Información. Conocéis bien a ese tipo. ¿Habilidades? ¿qué virtudes tiene en combate? ¿cuál es su mayor fortaleza: el ninjutsu elemental, el genjutsu, como todos los Uchiha; o qué? venga, no dejéis ni un puto detalle por fuera.

Muñeca dio una palmada sobre la mesa, iracunda.

—¡A mí me llamas Muñeca! —le chilló, sus ojos desorbitados por la rabia—. ¡¡Y hago lo que me da la gana!! —¿Quién era él para decirle cuándo partiría?

—Muñeca conoce muy bien sus habilidades. Ella puede informarte por el camino —dijo Otohime, tratando de poner paz—. Pero, básicamente, tienes que cuidarte de sus ilusiones y sus técnicas de fuego.

Shaneji, situado a la izquierda de Kaido, se inclinó hacia él.

—Y no te dejes pillar por sus chispazos, hermano. –le advirtió, con voz sombría—. Sí, también domina el Raiton.

El escualo ignoró por completo el berrinche de Masumi. Era una cría, así que había que entenderla y tratarla como tal.

—¿Y qué es lo que no sabe hacer, eh? —dijo. Genjutsu, Katon, Raiton. Otohime también que era muy versado en el Fuinjutsu. Además era Uchiha, tenía el puto Sharingan y, bueno, quién sabe qué más. ¿Qué no hacía entonces el muy cabrón?—. está bien, Muñeca. Está bien, no te puto enojes. Ahora estamos tú y yo metidos en esta mierda, así que tratemos de llevárnoslo bien.

Se llevó la mano a la quijada y se la sobó, meditabundo. Luego miró a Shaneji.

—Y tú me debes algo, hermano.

Muñeca se cruzó de brazos y resopló, enfurruñada. No obstante, pareció que la media disculpa de Kaido hizo buen efecto. De lo contrario, lo normal era que ahora el Hozuki estuviese en el suelo retorciéndose de dolor.

Shaneji enseñó los dientes a Kaido, sonriendo.

—No me olvido. —El resto les observó con curiosidad—. Cuando regreses triunfal con la cabeza de Zaide saldo la deuda, eh. ¿Qué te parece?

—¿Money ha escuchado deuda? —preguntó con voz intrigada—. Kaido, usted va a aplendel que hacel negocios con Shaneji sale caro. ¿En qué anda metido? Quizá Money pueda solucional-lo.

—Eso dijiste la última vez. Pero está bien, volveré, y tendrás que cumplir. ¿O va a ser que ese saco de dientes tenía razón? no me decepciones, Shaneji-kun.

Se levantó del asiento y le habló a Money, pero no para responder nada; sino para pedir algo.

—Necesitaremos pasta para el viaje. Por si debemos sobornar a alguien y esa clase de mierdas.

Los ojos de Money emitieron un destello peligroso.

—Y, pues, ¡a Money siemple le están rogando con money! —se quejó con voz aguda, ofendido—. Pero, pues, si solo se saca, y no se mete, ahí hay un ploblema, ¿viste? Money va a dal-le sus cualtos, pero usted asegúrese bien, papi, de no sobolnal como un pazguato. Porque aquí en Dragón Rojo, usamos también el acelo como un método de sobolno, ¿viste?

»Y usted a Money le tlae un dosiel con todo los gastos detallados. Que aquí Muñeca la última vez se cepilló dos mil ryos en extensiones y manicura. Pero, ¿a usted le parece eso nolmal? Ah, no. A papi no se la meten más doblada.

El tiburón asintió, sin peros ni miramientos. ¿Quería un dosier con todo explícitamente detallado? lo iba a tener.

—Muñeca y yo le daremos buen uso, no te preocupes.

Entonces movió la cabeza de un dragón a otro, por si alguno tenía algo más que agregar.