Otoño-Invierno de 221
Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Nivel
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3 |
Exp
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6 puntos |
Dinero
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600 ryō |
Ficha de personaje
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Kazui Datos básicos
· Fecha de nacimiento: Viento Gris del año 205 · Residencia: Kusagakure · Sexo: Masculino · Facultad personal: Mokuton · Naturalezas del chakra: Doton Descripciones
· Física: · Psicológica: Atributos
· Nivel: 3 • Fuerza: 10 • Resistencia: 20 • Aguante:40 • Agilidad: 10 • Destreza: 20 • Poder: 20 • Inteligencia: 30 • Carisma: 10 [Deficiente] • Voluntad: 10 • Percepción: 40+5 • PV: 100 • CK: 110 Facultades
Facultad personal Mokuton 30
Inventario
Bandana ninja en el cuello-Portaobjetos básico en cinturón (4/10): -Shuriken (2) -Kunai (2) Méritos y defectos
Kazui es diestro. |
Historia
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En una pequeña posada de paredes blancas y techo oscuro, junto a un camino a menudo transitado por cazadores y mercantes. Cerca de un tranquilo riachuelo y no muy lejos del molino. Ahí es donde nació . La alegría llego a un hogar donde los jóvenes Yoma y Ukite trabajaban duro y de manera honrada. Sus clientes siempre estaban dispuestos a volver y disfrutar de las pequeñas comodidades que en esa posada había. El negocio prosperaba y la nueva generación acababa de llegar al mundo. Por desgracia lo bueno nunca viene solo. El pequeño Kazui no nació sano. A los pocos días de vida enfermó, y aunque los doctores pudieron aliviar sus síntomas, su enfermedad parecía no abandonarlo. Tarde o temprano su vida estaría en juego de nuevo, y esta vez perdería. Cuando el bebe contaba con 5 meses de vida, paró en la posada un anciano mercante. Su oronda figura ya mostraba que no pasaba hambre. Iba vestido con ropa cara y seguido de un sequito de ayudantes. Este, se interesó por la historia del bebe e incluso se propuso a ayudar a la familia sin pedir dinero a cambio. Yoma era reacio a aceptar en principio, pues como todos sabemos, en esta vida no hay nada gratis. Cuando no eres tú el que paga el precio, otro debe hacerlo por ti. Ukita estaba desesperada y apelaba al buen corazón de su marido. Yoma no quería perder a su hijo y Ukita tenía buen ojo para calar a las personas, así que aceptaron. Hideki Zedon, que así se llamaba el mercader, dio su palabra de que salvaría al muchacho por todos los medios. Dispuso todo para que sus médicos vinieran a verlos. En unos días el bebé mejoró, pero para continuar con el tratamiento, necesitarían mudarse a la ciudad. La familia no podía abandonar su negocio. ¿De qué iban a vivir allí? Una posada más en medio de una abarrotada ciudad que apenas conocen. El buen hombre les propuso una solución mejor. Ellos, acostumbrados a las tareas de hospedaje y alimentación, trabajarían en su servicio en su propia villa. La familia aceptó. Una vez en la casa de su nuevo patrón, el bebe empeoró en salud. El mercader obligó a sus padres a cerrar un contrato con él, para cederle todas sus posesiones y a sellar su voluntad y obediencia bajo un complicado fuinjutsu hecho con su propia sangre. Una vez allí el horror estaba destapado y sin más alternativa Yoma y Ukita aceptaron. El bebe fue atendido, operado y tratado. Sus padres no sabían muy bien que le hicieron, tan solo saben que su vida se salvó. La realidad era muy distinta a la primera impresión de la pareja. El “Salvador” como se hacía llamar, embaucaba a cualquiera que pudiera serle de utilidad y con un contrato las pobres ovejas le vendían su alma. Tenía preferencia por familias con hijos pequeños, y aunque no estuvieran enfermos los trataban e incluso operaban, aunque a ciencia cierta nadie sabía por qué. Con los años, el pequeño Kazui parecía curado. Creció sano, como cualquier niño y era adiestrado junto a su familia como cualquiera de los “adeptos”, que más bien podían ser esclavos. Con 6 años, el mismo sello de contrato obligo a Kazui, pero esta vez para con su padre. La familia fue trasladada a las afueras de la ciudad, junto con otros muchos fieles que obedecían al Salvador. Cada vez que Ukita proponía huir, Yoma se negaba. Ya había visto a otros convertirse en piedra por desobedecer al Salvador. Yoma había jurado proteger a su familia, y en esa noche prometió a Ukita que encontraría la forma de librarlos a ella y a Kazui. Pasaron 3 años. Ukita se había vuelto más observadora, cariñosa, pero con una voluntad férrea. Yoma dejó de ser aquel joven inocente. Dejó de creer en todo a piés juntillas. Se volvió perspicaz y analítico. Aprendió a desenvolverse en ese pequeño mundo, para proteger a su familia. Con 9 años Kazui fue ascendido a ayudante de ceremonias. Yoma estaba contento y orgulloso, pero sobre todo veía como las piezas encajaban al fin. Una noche cualquiera, antes de una ceremonia, reunió a su familia y les dijo que el momento había llegado. A la mañana siguiente tras un desayuno normal donde nadie se dirigió la palabra, Kazui partió con sus padres como cada semana hacia la sala de ceremonias. Era usual ver a los padres acompañando a sus hijos en estas ceremonias. Si algo salía mal el sello del padre obligaría a su hijo a obedecer, y el del líder a ellos. Las paredes de piedra blanca y madera tallada adornaban la sala. La ceremonia se llevaba a cabo con normalidad, y tras ella el Salvador saldría a saludar a su pueblo, orar y bendecir por el bien común. En la sala de ceremonias todos los “fieles” esperaban a su líder, pero esta vez se estaba retrasando. En la antesala, la ceremonia de preparación se había detenido. Kazui no solo había acercado y preparado los pergaminos con los 5 elementos, sino que también había acercado un elemento más. Cuando sus padres se acercaron a beber el alcohol que se ofrecía a los presentes en la ceremonia preparatoria, Kazui avanzó con los 5 elementos para entregárselos a Hideki, que apuraba los restos de su caliz. Ocultándolo en la mano que sostenía la pesada y a la vez delicada bandeja de oro donde los pergaminos se depositaban y que pocos guardias se atreverían a tocar. Apretaba los dientes para no temblar, mientras avanzaba despacio. Acercándose a la vista de todos, pero sin ser vista. La pequeña hoja metálica quedó a la distancia exacta del brazo de Kazui, y este la clavó con todas sus fuerzas en el estómago del obeso mercader. Por un segundo, al ver la cara del Salvador nadie supo que hacer. Tardaron demasiado en comprender que no era fruto de un desvarío de sus sentidos, tardaron en entender lo que estaba sucediendo. El muchacho continuó con su cometido, con saña, apuñaló 2 veces más a aquel cerdo. Un manotazo de su gordo brazo lo aparto y el niño cayó al suelo desprovisto de su arma. Hideki clavo la rodilla en el suelo mientras se desangraba. Intentó hacer uso del sello maldito para subyugar a todos los presentes mientras sostenía su barriga y la sangre manchaba el suelo. Todos cayeron al suelo excepto el niño. Usó más chakra, y los presentes comenzaron a convertirse en estatuas. Kazui no mostró signo alguno, tomo la cuchilla y se abalanzó de nuevo cortando esta vez el cuello del cerdo arrodillado. Con ojos de sorpresa, mientras su vida le abandonaba, el “bueno” de Hideki no alcanzaba a comprender como no estaba muerto el niño al que una vez salvó. Ya estaba hecho. Con todo el nervio y la sangre, Kazui había olvidado el siguiente paso. Apenas le tomó un segundo recordarlo y comenzó a correr hacia sus padres. Yoma estaba en el suelo, tumbado boca arriba, inconsciente, sobre el cuerpo de Ukita. Esta yacía boca abajo, tapada parcialmente por su marido. Tenía que quitársela de encima. Tenía que darle la vuelta rápido. Tenía que alcanzar el bolsillo interior de su vestido, pero le estaba llevando mucho tiempo y eso no entraba en los planes. Haciendo un esfuerzo por controlar sus nervios consiguió quitar a su padre y darle la vuelta a su madre. Allí, en el bolsillo interno cosido la noche anterior, estaba la pequeña bolsa con el antídoto. Abrió la boca de su madre, tomó un pellizco de esos polvos, los puso sobre su lengua, y cerro la boca. Sin esperar un segundo fue hacia su padre, al que tuvo que volver a girar. Abrió su boca y repitió la misma operación. Su madre comenzó a respirar de nuevo y con la tos sus pulmones se llenaban de aire al fin. Kazui miraba a su padre, miró durante segundos que le parecieron eternos. Ukita, arrodillada a su lado se temía lo peor. En el rostro de los 2 se reflejaba el miedo. Yoma no respiraba. Una lágrima comenzó a caer por la cara de Ukita, y 2 más la acompañaban desde el rostro de Kazui. Pasando una mano con delicadeza por el rostro de su marido, Ukita le cerró los ojos. Se puso de pie, obligando al niño a hacer lo mismo. Mientras el tirón de su madre lo obligaba a ponerse de pie, la noche anterior vino de golpe a la mente de Kazui. Sentados alrededor de la mesa baja, iluminados por el pequeño brasero de llamas, la madre y el niño escuchaban como el padre había trazado el plan para librarse del Salvador. Todo dependería de Kazui, y de la suerte. Suerte de haber podido cultivar durante meses los ingredientes oportunos. Suerte de que el encargado de llevar el alcohol a la ceremonia decidiera aceptar la vasija sake que Yoma le ofrecía, después de que alguien hubiera vaciado el contenido original. Suerte de que ese alcohol adulterado con esencia de hongos alucinógenos no fuera catado por nadie antes de esa ceremonia. Suerte de que la pequeña mezcla de hojas que Yoma y Ukita introdujeron en la boca justo antes de beber el alcohol pasara inadvertida y el veneno hiciera su efecto al mezclarse las hojas con el alcohol. Suerte de que ese alcohol adulterado entorpeciera los sentidos de los asistentes y nadie pareció entender lo que pasaba. Suerte de que nadie revisara la bandeja, y la pequeña hoja de metal afilado pasara inadvertida hasta el último momento. Suerte de que el antídoto cosido en el vestido de Ukita no se volcara, y hubiera dosis para los dos. Pero como Yoma bien sabía, en esta vida todo tiene un precio. Incluso la buena suerte. Yoma era fuerte, pero padecía del corazón. Ya les advirtió que podía pasar esto. El veneno era muy fuerte y una persona normal contaba con poco tiempo para tomar el antídoto. Y este no hizo efecto en el padre. Con los últimos pasos truncados, necesitaban continuar con el plan, era su única salida. La libertad estaba frente a ellos. Enjugándose las lágrimas, Ukita tomó el pergamino que contenía sellado el fuego y prendió las largas cortinas que colgaban del techo. La madera ardió rápidamente. Ukita salió gritando, dando la alarma. El pánico correría como la pólvora, y ese sería el mejor momento para huir, y saquear de paso la habitación del cerdo. En el camino, encontraron enterrado el baúl con las pertenencias que Yoma había ocultado. Han pasado 4 años desde que Ukita y Kazui se asentaran en Kusagakure. Con ayuda de un pequeño cofre del cuarto del “Salvador” que se extravió durante el incendio, la revuelta y la fuga, Ukita había comprado una modesta vivienda de 2 plantas en Kusa y la había habilitado para tener una pequeña posada en la planta superior, y una casa de comidas en la inferior. Yoma cocinaba muy bien, pero a falta de su difunto marido, Ukita y Kazui se las apañaban con sus recetas. Una tarde como otra cualquiera su madre le dio un encargo sencillo, recoger algunas flores para adornar la recepción, porque en los detalles es donde se marca la diferencia. Kazui obedecia siempre a su madre, aunque algunas de sus tareas eran como mínimo aburridas. Se alejo de la posada en busca de esas flores. De camino, pensaba en cómo había cambiado su vida. Pensaba en su padre, y en como su madre mostraba esa sonrisa triste al pensar en él. Pensó en su infancia en esa secta endemoniada. A veces se despertaba en mitad de la noche con la sensación de tener aún la daga ensangrentada en sus manos. Mientras divagaba llego al pequeño claro a recoger esas flores, pero seguía absorto en sus pensamientos. Se agacho a observar las plantas, buscando las más bonitas. Seguía agitado. Pensaba en que a pesar de todo lo que sufrieron, a pesar del sacrificio de su padre, Kazui estaba vivo gracias al bastardo de Hideki. Su madre no comprendía como había logrado sanarlo y si, Yoma, que era bastante más inteligente que ella, pero si había descubierto algo al respecto no se lo había contado. A ninguno de los 2. El joven seguía arrodillado, corto una flor. Era pequeña, pero muy bonita, con todos sus pétalos iguales e intactos. La miro. Cerro los ojos. Su mente seguía pensando que quizá su padre había averiguado algo, pero siempre guardaba sus secretos para él. Siempre intentaba protegerlos. Pensó que, si hubiera sido más fuerte, él estaría vivo. Estaría en la cocina, preparando el estofado de campo favorito de mama. Escucharía su risa, su voz grave resonando en la recepción… Pero Kazui era débil, y por eso su padre había muerto. Una lágrima cayó al suelo. Lo echaba de menos. Lo necesitaba. Papá siempre sabía qué hacer. Sabía cómo animar a mamá. Pero ahora no estaba. Nunca más. Se pasó la manga por los ojos para secarse las lágrimas antes de ir a más, y convertirse en una catarata. Abrió los ojos y se quedó quieto, congelado. La pequeña flor que había recogido y sostenía en su mano ahora no era pequeña. Había crecido al menos 30 cm, sus pétalos eran grandes y muchos más que antes. Soltó la flor con miedo. ¿Eso lo hizo él? ¿Qué estaba pasando? Arrojo la flor. Cogió un puñado de flores cualquiera y corrió a casa. Se cruzo con su madre, a la que dejo con la palabra en la boca y un puñado de flores en el mostrador. Subió las escaleras hasta su habitación, y se encerró. El corazón le latía a 1.000 por hora, la respiración le faltaba. Metió la mano en el bolsillo, y saco una pequeña flor. Cerró los ojos e intentó recordar esas sensaciones. Los abrió y nada había cambiado. Avanzo unos pasos hasta situarse en mitad de la habitación. Se quitó la sudadera y la camiseta. En su pecho se veía una pequeña cicatriz junto a su corazón , casi olvidada, fruto de su milagrosa sanación. Junto a ella un pequeño kanji negro 橋 (Hashi, puente). Se sentó en el suelo con la flor en la mano, y se llevó la otra mano al pecho. Si algo no era normal en él eran el sello y la cicatriz. Sea lo que sea lo que le ocurría, estaba seguro de tener algo que ver con ellos. Colocó sus piernas en forma de loto. Sostuvo la flor con ambas manos. Cerró los ojos una vez más centrándose en sus emociones, en su padre, en Hideki. Pero no funcionó. Una vez más, esta vez se centró en su padre, su madre… en el adiestramiento que recibió. Notaba su cuerpo latir. Comenzó a sudar. Frunció el ceño, apretó los ojos, hasta que el esfuerzo le dio dolor de cabeza. Al abrir los ojos la pequeña flor ya no estaba. Había crecido hasta convertirse en una pequeña planta. De su tallo salían otras 3 flores, y de su base un pequeño manojo de raíces. Sabiendo que su mundo nunca sería normal, Kazui decidió inscribirse en la academia, para comprender todo lo que pudiera. Ojalá Yoma estuviera aquí. Habría tenido respuesta segura. Al tener que valerse solo, necesitaría ayuda, y el mejor lugar donde aprender estaba en esa misma aldea. Estudió mucho. Algunas de las lecciones ya las había aprendido en la secta del Salvador, pero no lo dijo. Se esforzó y pasó las pruebas, convirtiéndose en genin. De ahora en adelante viviría una vida distinta. Viviria la vida que él había decidido. |
Técnicas del sistema
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Nº total de técnicas: 2/6 Habilidades: ¤ Shinobi Buki Kumite Técnicas: ¤ Fuda: Kassei-ka Técnicas: ¤ Kage Shuriken no Jutsu Habilidades: ¤ Shinobi Kumite |
Técnicas propias de Facultad Personal
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Mokuton 10
Mokuton 25
Mokuton 50
Mokuton 60
Mokuton 70
Mokuton 100
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Reacciones |
Reacciones más recibidas |
1
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Reacciones más dadas |
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