Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Personaje1
(Junior Member) Fecha de registro: 18/12/2024 Fecha de nacimiento: No especificado Estado:Sin conexión
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Historia
Historia de Hikari Nohara
Breve Historia
La competitividad entre las tres ramas del clan Nohara siempre ha marcado la vida de sus miembros, pero ha tenido un impacto especial en la vida de Hikari. La rama principal siempre destacó por el talento de sus ninjas, los únicos del clan que llegan a formar parte de los escuadrones ANBU. La secundaria ha destacado (y sigue haciéndolo hoy en día) por su peso en la política de la villa, si bien, no son particularmente ricos, poseen muchos contactos y muy pocos escrúpulos y gracias a ello han llegado lejos.
No obstante, la rama terciaria de la familia no tiene un miembro destacable desde hace décadas. Hiroshi Danbaku, padre de Hikari y Hibiki, harto de esta situación y la esperanza de obtener renombre para el clan que había adoptado al casarse con Yoko Nohara, profundizó en el estudio de las antiguas técnicas del clan y, pese a tener un conocimiento superficial de ellas, comenzó a entrenar a sus dos hijos cuando Hikari contaba tan solo con seis años y su hermano con siete. El objetivo de Hiroshi era conseguir que sus hijos, herederos de una rama menor y condenada al olvido, superasen a sus primos y otorgasen prestigio a su familia y a él al hacerlo. Pese a que Yoko no estaba de acuerdo con este entrenamiento no contrarió a su marido para no incurrir en su cólera.
Cada día de entrenamiento los dos niños llevaban su cuerpo al límite con los estiramientos, los saltos y el condicionamiento físico. Si bien Hikari era capaz de aguantarlo, Hibiki acababa las sesiones con dolor en todo el cuerpo y dificultad para moverse, pero aun así ambos mejoraron y al día siguiente su padre volvía a exigirles estirar su límite un poco más. Hasta cierto punto Hikari disfrutaba las sesiones de estiramiento y flexibilidad, pues gracias a la danza que le enseñaba su madre su cuerpo se había acostumbrado a aquellas posiciones imposibles. No era así para Hibiki, quien, por orden de su padre no podía practicar danza, ya que lo consideraba poco apropiado para un muchacho, y las horas que Hikari pasaba danzando, Hibiki las pasaba estudiando o cuando su cuerpo aún podía aguantar, entrenando junto a HIroshi.
Estas sesiones extenuantes de entrenamiento se prolongaron para ambos otros dos años. Hikari había aprendido a disfrutarlas y su hermano también, en concreto porque les habían hecho mejorar sustancialmente sus notas en la academia, dejando a ambos como los primeros de su promoción en cuanto capacidad física se refería. Pero, cuando un mecanismo se fuerza siempre se acaba rompiendo, o así lo recuerda Hikari. Tras un entrenamiento especialmente duro enfocado a la flexibilidad, Hibiki no pudo volver a mover las piernas. Los dos hermanos hacían caras y reían mientras estiraban, jugando como niños aprovechando que su padre no estaba en la habitación. La posición a la que debían llegar era simple, los dos estaban sentados en el suelo, con las piernas abiertas todo lo posible y estirando el cuerpo hacia adelante. El objetivo era tocar con el pecho el suelo sin separar ni las piernas ni las nalgas del suelo, pero ninguno de los dos los conseguía, Hikari como máximo podía apoyar los antebrazos, pero su apenas podía mantenerse en aquella posición con las palmas de las manos apoyadas en el suelo y los brazos semiflexionados. Entre las risas su hermano trató de forzar la posición y se escuchó un crack y después Hibiki no volvió a mover las piernas(Para la Historia completa Leer Rotos). Aquel día algo cambió en Hikari, pues comprendió que el disfrute que ambos sentían entrenando o jugando era solo una distracción y que esa distracción le había costado las piernas a su hermano. Comprendió también que si ella seguía seguía por ese camino jamás llegaría a ser, ya no una ninja, sino nadie cuya cuya vida mereciera la pena vivir, como le había ocurrido a su hermano.
Desde aquel día Hiroshi centró todos sus esfuerzos en entrenar a Hikari, para que no acabase como su hermano, un tullido en un mundo de guerreros, alguien que no tiene la mínima oportunidad de sobrevivir. Así la muchacha logró graduarse de la academia con una nota excelente y dominar los principios básicos de la técnica heredada de su clan, La Danza de la Luna. Los elogios que esperaba recibir por parte de su padre jamás llegaron y comprendió otra amarga verdad. Las palabras bonitas y los halagos solo eran distracciones que la harían conformarse con menos de lo que debía lograr, ser capitana del escuadrón ANBU para otorgar renombre y respeto a la rama terciaria del clan Nohara y hacer que la pérdida de su hermano valiese la pena.
La Leyenda del Clan Nohara
Según se dice, los orígenes del clan Nohara se remontan a la época en que las Cinco Grandes luchaban entre ellas. En las salas de palacio de uno de los señores feudales del País del Fuego, una casta (etnia) de esclavos de cabellos plateados y movimientos fluidos como el agua amenizaban sus veladas bailando para él noche tras noche.
Conocidos como los Danzarines de la Luna, se dice que estos esclavos eran criados para agradar al señor y a sus invitados, ya fuese con su aspecto, con sus palabras o con sus danzas. Se decía que los Danzarines nacieron para servir y danzar para el gozo de quienes eran más honorables y cuando ya no podían cumplir con estas funciones, debido a su edad o a alguna desafortunada lesión, eran descartados, sacrificados como se sacrifica un perro enfermo o vendidos como quien vende una mula que ya no puede arar. Quienes nacían sin las facciones lo suficientemente bellas o sin las aptitudes para la danza corrían este mismo destino.
Durante mucho tiempo, los Danzarines bailan cada noche para El Señor y cada mañana, mientras su señor descansaba o yacía con los más bellos, quienes actuaban esa noche practicaban sus movimientos hasta la extenuación. Su vida estaba dedicada a la servidumbre y dependía de los despóticos deseos de su captor. Pero, gracias a Nohara Luna, el destino de los Danzarines cambió.
Se cuenta que, cuando el hijo de Nohara, el más bello de todos los danzarines que jamás hubiese existido, fue sacrificado tras herirse practicando los movimientos para la velada, ella inició una conjura que, tras muchos años, acabó con la vida del señor feudal y otorgó la libertad a los Danzarines. Poco se recuerda de las argucias de Nohara, salvo que, con su astucia, camufló en los bailes que practicaban cada día técnicas de lucha, que hoy aún practican muchos de sus descendientes. La leyenda dice que, una noche tranquila en el palacio, cuando los guardias dormían bajo el yugo del licor y el señor feudal, embriagado del vino y los bailes, admiraba despistado sus Danzarines, la venganza de Nohara comenzó. Aquella noche las paredes del palacio se tiñeron de rojo y los serviles bailarines del señor, sus siervos más mansos, se convirtieron en bestias salvajes que no dejaron viva a ni una sola alma del palacio. Durante la noche, los Danzarines, masacraron a quienes se cruzasen en su camino y cuando llegó el día, desaparecieron. Se dice que lo único que se halló en el palacio tras esa noche, aparte de los cadáveres mutilados de los habitantes del palacio, fueron unos pequeños discos metálicos afilados que recordaban a los ornamentos que los Danzarines vestían, y que hoy en día conocemos como Discos de la Luna. Desde entonces los Danzarines vagaron por Oonido y se asentaron allá donde creyeron que encontrarían la paz. Algunos, incluso, aprovecharon sus habilidades para asentarse en las aldeas shinobi y formar parte de ellas como ninjas. Esto hicieron los antepasados de Hikari.
Nohara de la Luna Roja
La leyenda transmitida, dentro del clan, sobre Nohara Luna y su rebelión contra el señor feudal, contiene parte de verdad sobre lo que ocurrió en el palacio del señor feudal Isawa Soshuro, pero oculta la maldición que Nohara Luna impuso al clan.
El hijo de Nohara, llamado Kaito, era el favorito del Señor Soshuro y, como tal, sufría sus atenciones todos los días. Cuando no danzaba para él, le servía de múltiples y retorcidas formas, accediendo a cualquier demanda de Isawa por depravada que fuese. Tras años siendo el danzarín personal de Soshuro, a la tierna edad de 15 años, el muchacho acabó con su propia vida. Después de un espectáculo privado para El Señor, Kaito se arrojó de la ventana más alta del palacio.
Nohara, devastada por la pena, dejó de bailar para el señor, deseando que le otorgasen la muerte también a ella. Pero Soshuro, sabiendo que de ella había nacido su esclavo favorito, la obligó a otorgarle nuevos danzarines. Nohara para no traer a más muchachos que seguirían el destino de su querido hijo, consumía infusiones de Raíz Amarga para evitar quedar embarazada, pero sabía que solo era cuestión de tiempo que el señor Soshuro la descubriese. Con la certeza de que jamás podría oponerse por siempre a su señor, decidió seguir los pasos de su hijo y arrojarse de la ventana más alta del palacio.
La noche siguiente, Nohara de la Luna Blanca (de aquí derivó el apelativo actual Nohara Luna), fue hasta el torreón del palacio de donde Kaito se había lanzado. Entró a la sala desde la que su hijo decidió saltar y entonces se asomó a la ventana. Convencida de acabar con su vida, fue a dar un paso al frente y entonces lo vio. Vio el antiguo pilar de pizarra que se decía que contenía el alma de un dios. La mujer detuvo sus pasos y se alejó de la ventana. Podría suicidarse y acabar con su sufrimiento… O podría pedir ayuda a los dioses y, si respondían, quizás acabar con el sufrimiento de toda su casta.
La noche siguiente Nohara se escapó del palacio y tras varios días de camino llegó al Pilar de Pizarra. Sin haber comido y habiendo bebido la poca agua que había logrado hallar en el camino, se desplomó de rodillas y comenzó a rezar. Se cree que rezó durante 9 días con sus noches, sin separarse ni un momento del pilar, sin comer ni beber y sin separar sus manos, manteniendo su ferviente plegaria a lo que fuera que habitaba en el pilar.
Se dice que en la novena noche, cuando la luna llena (O como los Danzarines la llamaban, La Luna Blanca) se alzó, algo contestó a su plegaria. Pero ese algo no era un dios. De esta reunión, las ramas de los Nohara que aún preservan esta leyenda, solo conocen dos cosas: La primera es que Nohara volvió cambiada, sus ojos refulgían en un color púrpura y su pelo se había tornado completamente blanco. La segunda es la maldición que selló aquel ser sobre el clan de los danzarines y los descendientes de Nohara: “La felicidad que encontréis será un manjar que sabrá a cenizas en vuestra boca. Yo os condeno a ello. Seréis vistos y admirados, pero solo por los ojos hambrientos por vuestra carne. Yo os condeno a ello. Jamás hallaréis la paz, pero obtendréis mi poder a cambio. Yo os condeno a ello.”
Con estas tres maldiciones, Nohara regresó a palacio, con su cabello blanco, sus ojos de color púrpura y con un regalo, un pequeño disco con el extremo tan afilado como la mejor katana y runas grabadas malignas grabadas en su filo. Este era El Disco de la Luna. Esa misma noche reunió a las matriarcas de las otras ramas del clan, La Luna Negra y la Media Luna y les contó lo sucedido. También les dijo que entregaría a su primogénita a este ser, pues así había de suceder. “Tres maldiciones para el clan, una más para quien las creó” , ya que así lo dictaba La Ley.
A partir de aquella noche una sombra cayó sobre el clan, pero esa misma oscuridad les trajo esperanza. Nohara les enseñó las artes que aquel ser le había otorgado y todo el clan aprendió a utilizar el chakra y aquella extraña arma que Nohara portaba siempre como una pulsera. Camuflaron las técnicas como un baile y forjaron muchos más Discos de la Luna, pero ninguno fue tan poderoso como aquel primero.
Meses antes de su rebelión se dice que Nohara fue requerida por el señor feudal y que volvió a los dos días de su encuentro. Nadie sabe qué sucedió, solo que cuando se cumplieron nueve meses, Nohara tuvo un bebé. Una niña de cabellos plateados y ojos violáceos que parecía sonreír con maldad a quien quiera que le mirase. Esta muchacha, de nombre desconocido, sería quien se convirtiese en la nueva Matriarca de La Luna Blanca.
Se dice, que Nohara, aun con las heridas del parto, dio la orden de iniciar la masacre del palacio, pues le aterraba la idea de que su hija llegase a pasar una sola noche allí. Esa noche se recuerda como La Última Danza, pues los bellos movimientos que tanto placer otorgaban a quien los veía, esa noche solo otorgaron muerte y que, en vez de producir alaridos de júbilo, solo provocaron gritos de terror. Antes de que el sol asomara entre las montañas, los Danzarines habían marchado del palacio y ya no quedaba ningún alma viva en él. Aquí es cuando Nohara de la Luna Blanca pasó a ser conocida como Nohara de la Luna Roja. Se dice que cuando su hija llegó a la edad en que podía dirigir su clan, Nohara se marchó y fundó su propia rama, la de La Luna Roja… Pero eso es otra historia.
Rotos
El dolor es una de las herramientas más valiosas de un ninja. Mucho más que las técnicas ocultas, las armas e, incluso, los compañeros de equipo. Es el dolor el que avisa al ninja de la dirección de una ataque enemigo, lo que le endurece para soportar las penurias de la vida shinobi y lo que le permite mejorar como ninja. Yoko solía repetirles estas palabras a Hikari cada vez que ella se quejaba de que le dolían los pies tras danzar y tantas veces se lo había repetido que se habían convertido en una especie de credo para ambas. Cuando los estiramientos de las sesiones de entrenamiento de su padre le hacían daño por forzar demasiado los tendones y los músculos, ella repetía estas palabras en su cabeza…siempre que no estuviese distraída jugando con su hermano.
Hibiki había descubierto un nuevo juego en la escuela que se llamaba “pelea de jutsus” o “pelea de ninjas” según a quién preguntes y que consistía en que ambos jugadores decían alternativamente una técnica oculta, que bien podía existir o podría inventarse en ese mismo momento. Ambos jugadores cambiaban turnos hasta que uno de los dos realizaba una técnica tan potente que no podía ser contrarrestada por la del otro jugador y, por tanto, ganaba o hasta que uno de los dos se quedaba sin ideas y no podía contrarrestar el jutsu enemigo, quedando eliminado del juego. Tanto Hikari como su hermano estaban deseando jugar a aquel juego desde que él regresó de la academia, pero su horario no se lo había permitido. Nada más llegar a casa era la hora de la comida y como los juegos estaban prohibidos en la mesa no pudieron jugar. Las siguientes dos horas estaban reservadas para la práctica de danza de Hikari con su madre y de estudio para su hermano, pues la danza era una actividad poco apropiada para un muchacho, y a continuación llegaron las dos horas más temidas del día, el entrenamiento físico, que hoy estaba dedicado a la flexibilidad.
Ambos hermanos, sabiendo que su padre no estaría presente durante los entrenamientos de flexibilidad aprovecharon el momento para jugar, por fin, a “pelea de técnicas”. Manteniendo la posición que su padre les había ordenado realizar, estar sentados en en el suelo con las piernas abiertas hacia los lados lo máximo posible y echando el cuerpo hacia delante, intentando tocar el suelo con el pecho, los muchachos se pusieron frente a frente y comenzaron a jugar. Llevarían una media hora de estiramientos cuando Hikari por fin pudo apoyar los antebrazos en el suelo y gritar:
-Técnica del gusano estirado! ¡Me coloco bajo tu Gran Puño de Mono y lo esquivo!¡Ja, no haces nada!
Hibiki rió a carcajadas al imaginar a su hermana mejor con el cuerpo de un gusano pero manteniendo su rostro inalterado. Aun así, no se dejó distraer, ahora ella estaba a la defensiva y era su momento de aprovechar para atacar sin piedad hasta que cayera derrotada
- ¿Ah sí? Pues…¡Técnica oculta de la lluvia de agujas! Tu gusano no es lo bastante rápido para escapar. Has perdido.-Gritó Hibiki con una sonrisa triunfante. Cuando la lluvia cayese el gusano moriría empalado y su hermana perdería el combate.
Hikari sonrió de medio lado, no quería jugar aún su as bajo la manga, pero no perdería con tanta facilidad. Conocía la técnica perfecta para darle la vuelta a la tortilla.
-¡No vendas la piel del gusano antes de cazarla! ¡Técnica oculta del cambiazo!-gritó la muchacha con chispas en la mirada.-Además mi cambiazo es tu peluche del Gorila Gordinflón. Se le van a clavar tantas agujas que mamá jamás podrá volver a coserlo.-Hikari rompió en una carcajada malévola, acababa de esquivar la técnica de su hermano y a su vez había destruido su peluche favorito con su propia técnica y eso iba a hacerle perder la razón. Guerra psicológica lo llamaban.
Hibiki se quedó petrificado por un momento, con el rostro rojo por la rabia. Gordi, su peluche favorito, su amigo, acababa de morir frente a sus ojos y su hermana, la responsable de ello, estaba oculta, esperando para atacar. No sabía qué hacer. Debía hacer un jutsu rápido, pero no sabía cual. Sin saber por dónde le vendría el ataque lo más probable es que si atacaba él fallase y que Hikari aprovechase para decir que estaba a su espalda y atacar desde ahí. Quizás lo mejor era usar un cebo, pero no tenían ninguno…salvo a sí mismo. Hibiki fingió consternación y miró a su hermana tratando de parecer aturdido.
-¡Técnica oculta del chimpancé de roca! - hizo una pausa. - Ahora me he vuelto de piedras, tus ataques no podrán dañarme…¡Y cuando te descubras vengaré a Gordi!
Hikari sonrió, su hermano estaba petrificado y al descubierto, ahora era el momento de acabar con él. la muchacha dibujó una mueca tan retorcida como graciosa en su rostro y después emitió un sonido gutural similar a la pronunciación de la jota pero mucho más brusco y rasposo.
-¡Técnica oculta definitiva!¡Escupitajo de un millón de litros de ácido! - La muchacha de cabello plateado comenzó a reír descontroladamente al tener la victoria al alcance de la mano. Su hermano no podría esquivar un millón de litros de ácido mientras estuviera convertido en piedra.
Pero Hibiki también reía con el entusiasmo que solo otorga una victoria próxima. Él ahora solo debía hacer el jutsu del cambiazo, cogería a su hermana con la guardia baja y entonces la derrotaría con su técnica definitiva: El Gran Golpe del Gorila Gordinflón.
Unos pasos pesados y rápidos sonaron a espaldas de HIbiki y tras él apareció el furibundo rostro de Hiroshi. Con la tez inflamada por la rabia y los ojos desorbitados miró a los niños como se mira a un traidor, sin piedad y deseando tomar retribución.
-¡Suficientes tonterías!- Gritó Hiroshi con la voz cargada de autoridad y furia. Posó sus manos en la espalda de Hibiki, a la altura de los hombros, y empujó contra el suelo, haciendo que el muchacho se doblase hasta tocar el suelo con su pecho, cumpliendo el objetivo del ejercicio de aquel día. Hikari escuchó un sonido seco que vino seguido de un grito tan desgarrador que le hizo daño en los oídos. Levantó la vista, que había dirigido hacia el suelo para evitar los reproches de su padre, y solo encontró el rostro consternado de Hiroshi. No se atrevió a mirar a su hermano, que yacía desparramado en suelo, gritando como un animal al que el cuchillo del carnicero no había podido matar en el primer golpe.
Durante unos instantes Hikari quedó petrificada, sus ojos lagrimearon y notó como su voz se ahogaba en su garganta. Vio como el rostro de su padre recuperaba su semblante serio y cargado de autoridad mientras se incorporaba, apartando las manos de los hombros de su hijo. Hikari siguió observando cómo la figura de su padre caminaba hasta el final de la habitación y abría la puerta con la naturalidad de alguien que no estaba escuchando los gritos de dolor que retumbaban en toda la habitación.
-Si hubieses estado haciendo lo que debíais esto no habría pasado.
Aquellas fueron las últimas palabras de su padre antes de abandonar la habitación.