Kiozan tiene el cabello lila, largo por arriba y rapado por los lados y la parte de atrás, los ojos oscuros y la nariz fina, donde hay una pequeña cicatriz que le cruza horizontalmente el tabique nasal. El joven mide 1.77 metros de altura y pesa 72 kilos, de complexión delgada y fibrosa con los músculos marcados, y además cabe destacar que es diestro. En su torso tiene numerosas cicatrices causadas en los entrenamientos tan bruscos que hace. Cuando no lleva el uniforme de ninja, suele vestir con una camiseta negra sin mangas ajustada a su cuerpo y unos pantalones oscuros ceñidos con botas cómodas oscuras. La banda de ninja siempre la tiene atada en el brazo izquierdo, lleve el uniforme o no.

Kiozan es un chico risueño y nervioso, de carácter amable y simpático. Suele hablar más de lo que debe, y en muchas ocasiones no piensa lo que dice. No sabe mentir. Le resulta muy complicado decir mentiras, por lo que prefiere decir la verdad siempre, a todas horas. Impulsivo como pocos, Kiozan es de la personas que actúa por instinto. También es una persona sociable, capaz de hablar con cualquiera sobre cualquier tema y con la facilidad de hacer reír sin problema. Tiene una capacidad de sacrificio y una mentalidad digna de alabar, virtud creada por su maestro Kanjuro. Su meta es convertirse en la persona más fuerte posible para que su maestro Tabo se sienta orgulloso de él.

¤ La naturaleza te lo da (coste de 1 punto, gratis para Kusagakure)

¤ Adaptación social (coste de 1 punto)

¤ Contra todo pronóstico (coste de 2 puntos)

¤ Inocente (otorga 1 punto)

¤ Adalid de la verdad (otorga 2 puntos)

Los comienzos nunca son fáciles, y muchísimo menos para el joven Kiozan, quien fue abandonado cuando no era más que un bebé a su suerte en el Paraje de Bambú. Seguramente tenía más posibilidades de morir que de sobrevivir, pero los dioses o la naturaleza misma, tuvo el placer de ayudarle, ya que fue encontrado por un anciano que vivía en un pequeño y perdido templo dentro de aquel paraje. Aquel señor llamado Kanjuro, decidió adoptarlo bajo su ala como nuevo pupilo para cuidarlo tanto como le fuera posible, poniéndole el nombre de Kiozan, que significa poder y destino.

Así pues, comienza la historia de Kiozan, en el Paraje de Bambú, sin saber nada de sus orígenes ni de su pasado, sólo se podía mirar hacia el futuro.

Kanjuro se esforzaba para alimentar y cuidar a su nuevo pupilo con los pocos recursos que podía tener un anciano monje. El chiquillo, sin embargo, crecía sano y fuerte, sin ningún tipo de problema. Kiozan parecía un niño feliz, jugaba y descubría el mundo a medida que se relacionaba con el entorno tan natural en el que vivía, siendo además educado bajo las enseñanzas morales del monje.

Cuando cumplió cinco años, comenzó su verdadero entrenamiento, y es que Kanjuro comenzó a incorporar en la educación del chico las artes marciales para fortalecer el cuerpo, pero sobre todo, para que fuera disciplinado para hacer todas las tareas que se le encomendaran, ya que tendía a hacerlas mal por pereza o directamente a no hacerlas. Por eso, su rutina cambió completamente.

Se levantaban con los primeros rayos de sol, para meditar y desayunar. Después hacían las tareas diarias de mantenimiento de aquel pequeño templo, para poder vivir en un ambiente limpio. Por supuesto, se pasaban un buen rato leyendo (O aprendiendo a leer en el caso de Kiozan), para acto seguido almorzar. Después del almuerzo, un pequeño rato de descanso y posteriormente, entrenar hasta que les entrara hambre para cenar y dormir.

Durante aproximadamente dos años, ese era el día a día del chiquillo, hasta que una mañana, Kanjuro le echó del templo, diciéndole que ya sabía todo lo que tenía que saber y que tenía los conocimientos para sobrevivir. Kiozan, lejos de sentirse mal, agradeció todo lo que recibió por su parte y con una enorme sonrisa, partió hacia su primera aventura.

Kiozan comenzó su viaje andando sin saber a donde iba, pero aquel viaje era todo lo que había deseado desde que aprendió a leer. El quería descubrir lo que había más allá de aquel paraje lleno de bambú y pequeños manantiales, y vaya si lo descubrió. A los dos días, llegó a una enorme ciudad llamada Tane-Shigai.

Estaba totalmente anonadado al ver a tanta gente en un solo lugar, teniendo en cuenta que la única persona con la que se relacionó en su vida fue su maestro Kanjuro. Recorrió de cabo a rabo aquel lugar, y cuando tuvo hambre, se dirigió a un pequeño puesto donde había bastante comida. Cuando se dispuso a coger una pata de pollo, el señor que cuidaba aquella comida, lo agarró del brazo y le llamó ladrón. Kiozan no sabía que era un ladrón, pero por la expresión de aquel señor, supuso que no era nada bueno. Por lo que se ve, Kanjuro le había enseñado muchas cosas sobre la naturaleza, los animales e incluso los dioses, pero nada sobre cómo comportarse en una sociedad.

Después de que el señor le echara de aquel lugar, quiso encontrar un lugar para dormir en una de esas casas, pero nadie le dejaba entrar, y si le dejaban entrar le pedían algo que llamaban dinero. Sintiendose totalmente rechazado por la sociedad, se fue junto a un árbol a dormir, mientras de sus ojos brotaban lágrimas por no entender absolutamente nada, quedándose dormido con los ojos hinchados y rojos del llanto.

En mitad de la noche, una persona lo despertó, y le preguntó que hacía ahí. Kiozan le explicó absolutamente todo lo que había pasado, y la persona, que se trataba de un joven que tenía unos pocos años más que él, le dijo que se fuera con él, que en el lugar donde él vivía le iba a dar de comer y le iba a dejar dormir. Su nombre era Tabo, y era un ninja de Kusagakure.

Tabo y Kiozan hicieron grandes migas. Kiozan empezó a vivir en la aldea que se llamaba Kusagakure. Si Tane-Shigai le pareció grande y se quedó sorprendido, con aquel lugar le explotó la cabeza. ¿Cómo era posible que habiendo tanta gente nunca se cruzó con otra persona en el bosque de bambú? Se sorprendía a medida que descubría aquel lugar. También se alegró de ver a otros chicos que parecían de su misma edad.

Con Tabo aprendió lo que era ser un ninja y como convertirse en uno, y lo cierto era que no le pareció muy diferente de lo que hacía con Kanjuro en el templo. Había clases teóricas y prácticas, aunque no terminó de entender lo que eran los exámenes, pero a las dos semanas de estar allí, entró en la academia ninja.

Afortunadamente para él, su nuevo maestro, era ni más ni menos que Tabo. Con él, aprendió prácticamente todo acerca de los ninjas, los tipos de ninjutsus y alguna que otra técnica, pero lo que descubrió con él fue su verdadero origen. Su piel oscura, su afinidad con el elemento rayo y su facilidad con el combate cuerpo a cuerpo, lo definían completamente: Era del clan Yotsuki. Aunque no le dio importancia en ese momento, Kiozan se sintió bastante orgulloso de pertenecer a un clan o a un grupo, aunque más adelante le entraría la curiosidad y las ganas de descubrir quien era realmente.

Tras unos años en la academia, Kiozan se graduó con muy buena nota, convirtiéndose así en un ninja de Kusagakure. Ahora, su única ambición es mejorar día a día y convertirse en el mejor ninja posible para seguir descubriendo mas mundo y conocer todo cuanto le sea posible.