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10/02/2016, 00:38
(Última modificación: 10/02/2016, 00:40 por Hanamura Kazuma.)
La primavera siempre resultaba una época agradable para viajar. Los caminos se encontraban en su estado más transitable y el clima era más templado y predecible. Aunque el salir del país de la espiral y viajar hacia el noroeste resultaba un poco desafiante para quienes tenían problemas para aclimatarse. Kazuma disfrutaba aquel viaje a caballo y la casi permanente compañía de los campos y árboles floridos, y el cantar de cientos de aves que amenizaban el recorrido.
—El paisaje de Kuni no Mori es mucho más agreste y exuberante que el de mi hogar, pero aun así... —Estaba acostumbrado a los muchos cerezos de su villa, en donde eran algo común. Pero en el extranjero demostraron ser una rareza, puesto que si en el país del bosque eran escasos, a pesar de su gran diversidad vegetal, era poco probable encontrarlos en mayor cantidad en otros lugares del mundo.
Ya encontrándose cerca de su destino decidió parar por un rato, para descansar y dar de beber al animal. Era una criatura formidable; cuerpo pequeño pero musculoso y con aptitud para andar por los terrenos desiguales y adaptarse a los cambios climáticos entre regiones. Un caballo de viaje ideal para alguien ocupado como él. Resultaba bastante tranquilo y las atenciones que requería eran pocas.
—Necesito que entregues una carta a un conocido mío en la ciudad fronteriza entre el bosque y la cascada —recordaba las palabras de su maestro mientras descansaba su espalda en un árbol al lado del camino—. Su nombre es Iwaketsu Yarō , es un sujeto difícil de tratar y puede que no le guste lo tengo que decirle —aquello le hacía cierta gracia al Ishimura, pues cuando el anciano decía que trataría con solo un conocido siempre resultaba ser alguien problemático. Ahora que él mismo lo considerara alguien intransigente ya era decir bastante—. Asegúrate de entregar la propuesta y de traer su respuesta. Lo demás lo dejo a tu discreción.
El animal se acercó hasta él para lamerle el rostro, asegurándose de que no se quedará dormido en un lugar como aquel. Aunque aún seguía un poco inquieto, y pronto supo porque. Resultaba que un poco más adelante en el camino había un árbol de melocotones, bien cargado, aunque estaban un poco altos. Pero Kazuma no pudo resistirse a la mirada suplicante de su inteligente corcel. Bajo suficientes como para llenar su bolsa y tener para unos días. Luego de dar de beber a su montura y compartir la dulce fruta con ella, se puso en marcha.
«Así que esta es la ciudad fronteriza —pensó mientras divisaba el muro que separaba un país del otro—. Mas que nada parece un destacamento territorial.»
En cuanto estuvo en la entrada procedió con el cacheo de rutina. Al principio esperaba que los guardias trataran de pasarse de listos con un niño extranjero que portaba una bolsa con dinero y una yegua cara. Pero cuando se acercaron, la brillante bandana, con una espiral grabada en ella, y la katana en su espalda parecieron infundir un poco de respeto en ellos. Aunque seguían viéndose un poco desconfiados.
Una vez pasado el control, y estando en el interior del pueblo, no pudo evitar sentir la necesidad de dar un buen recorrido antes de proceder con su encargo. Tomó las riendas de la criatura, a la cual irónicamente decidió llamar “Momo”, y se dispuso a caminar hacia el centro del poblado en busca de algo que le llamara la atención.
«La sensación de viajar en solitario y conocer un lugar nuevo siempre me recuerda al primer viaje que hice luego de graduarme… —empezó a recordar con cierta nostalgia—. Ahora que lo pienso estamos en Caída de pétalo, así que fue hace poco más de una año que me convertí en genin. Han pasado tantas cosas...»
Día 7
Había pasado una semana desde que el rubio había llegado a la frontera, por algún extraño motivo mandaron a un genin a ayudar, quizás le vieron interés por aprender o simplemente para ponerle a hacer algo, el hecho es que se encontraba ahí, ayudando a los guardias.
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El día transcurría con normalidad, como los otros, el aburrimiento me estaba matando, pocas personas se aventuraron por la frontera en estos días.
Mi mirada seguía enfocada al exterior del país, esperando a que algún extranjero intentara ingresar por la frontera, pero nada aparecía, ninguna sombra, ningún animal, absolutamente nada y mi interés iba en picada cada segundo que pasaba. El aburrimiento estaba carcomiendo lo más profundo de mi, incluso los brazos de Morfeo estaban empezando a tirar de mi, y fue entonces cuando lo vi.
Una anciana con un kimono floreado se acercaba montada en un caballo mecánico, literalmente un animal eléctrico y veloz que se acercaba a toda velocidad a la entrada, y me levanté rápidamente, mis ojos no podían creer lo que veía y ante la duda decidí observar con más atención; fue entonces cuando la magia se perdió y la realidad me despertó, no era un caballo eléctrico, no venía corriendo, y no era una anciana; era un caballo escuálido, que apenas parecía poder caminar, y cargaba a un muchacho que parecía tener vejez prematura, por lo menos a la distancia.
Cuando el sujeto llegó a la puerta empezó el registro cotidiano, pude detallar mejor al extranjero, no era viejo, quizás aún no había despertado en su totalidad, lo que sí me pudo la curiosidad fue el protector del espiral que poseía. Miré a mis superiores y uno de ellos me devolvió la mirada y le dieron paso al moreno.
Mis orbes le siguieron por unos instantes y luego escuché algo que me cambió el ánimo. - ¿¡Qué!? ¿Quieren que lo siga? – Exclamé, mis ojos se abrieron de par en par, no porque me impresionara, sino porque podría hacer algo diferente a estar ahí sentado. –Sí, sí lo siento. Hablar bajo- Repitió mientras hacía una reverencia a los guardias.
Ahora tenía una nueva labor, así que busque con mi mirada nuevamente su silueta y no estaba, me alarmé y empecé a correr en dirección a donde lo había visto por última vez.
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El centro del pueblo le resultaba una zona bastante viva y pintoresca. Docenas de puestos con todo tipo de mercancía procedente de muchos lugares; el sonido de las cabras y gallinas esperando ser vendidas, el olor de las especias y las hierbas que flotaba por sobre el lugar, la sensación de las muchas telas y alfombras que colgaban, el sabor de las frutas y vinos dulces que ofrecían como muestras y las cientos de formas y colores de todas las artesanías que ahí se vendían. En aquella plaza central, todo se arremolinaba alrededor de una gran fuente que ornamentaba el centro. Tenía muchas figuras grabadas en bajo relieve y una estructura que se asemejaba mucho al de una cascada.
« Es un lugar con bastante actividad —pensó mientras se esforzaba por caminar entre la multitud sin perder a Momo—. Creo que al ser un puesto fronterizo es natural que el comercio sea tan próspero.»
El pueblo funcionaba como un pequeño sistema económico con su propia versión de una aduana. Para los mercaderes era mucho más fácil llegar hasta la frontera y vender a buen precio sus bienes en aquel sitio, que adentrarse en el país vecino hasta encontrar una gran ciudad. El poblado trabajaba como un bazar donde podías conseguir una aglomeración de mercancía importada con facilidad. Puede que tuvieran que pagar un impuesto un poco más alto, pero la seguridad que brindaban los cuerpos militares era bastante apreciada.
« En un principio creía que el anciano me mandaría a un lugar perdido y desolado —recordó mientras permitía que su caballo bebiera de la fuente—, pero resulta ser un pueblo lleno de vida. Además parece que a pesar de la fuerte presencia militar, los soldados y los aldeanos conviven en armonía.»
Mientras paseaba por aquel sitio se sentía afortunado por el hecho de tener aún un día para cumplir con su encargo. Esto era gracias a la buena montura que le ahorró todo un día de viaje. Se encontraba tranquilo y sin prisas, por lo que podría pasear hasta el atardecer y luego buscar un sitio para pasar la noche, descansar y a la mañana siguiente cumplir con su cometido.
Se dedicó a caminar sin un rumbo fijo, deteniéndose sólo en aquellos lugares que le llamaban la atención.
— ¡Usted, joven! Se nota que sabe apreciar la belleza mortal de las armas —aseguro el vendedor mientras posaba los ojos en su katana—. Venga, venga y eche un vistazo. En mi tienda tengo los aceros más fuertes y afilados de la frontera. —El espadachín se acercó a echar un vistazo pues no podía resistirse a todo aquello que tuviera que ver con las armas. El sujeto tenía filos de muy buena calidad, pero ninguno consiguió atraerle lo suficiente. Al final solo compro una piedra de amolar que parecía bastante buena, pero solo lo hizo para no ser descortés con el tendero.
Después de un rato se sentía cansado, por lo que decidió hacer una pausa en una pequeña tienda de té. Tomó asiento en una mesa con sombrilla y pidió que le llevaran una bebida helada, pues el mediodía se presentaba caluroso. Dejo a Momo, amarrado, cerca de la entrada y procedió a disfrutar de su bebida junto un jugoso melocotón. Se encontraba bastante relajado, pues aún no había notado que un par de ojos seguían todos sus movimientos.
Mis pasos iban más rápido cada vez, no podía permitirme perder a aquel sujeto peliblanco por lo que decidí tener una mejor visión de la ciudad y por ende comencé a subir por las paredes, di varios saltos hasta llegar a la altura adecuada y entonces puse mi siniestra sobre mis ojos, cubriéndome del sol, y mis orbes escanearon las cercanías, no muchas personas iban con caballos por ahí así que no debería ser difícil.
A pesar de no haberlo encontrado a primeras pensé que sería mejor moverme un poco y dirigirme al lugar más concurrido. Así que en pocos segundos se ubicó en la plaza, y pudo ver a 3 personas que poseían un caballo. La primera era un señor bastante corpulento, y se notaba a leguas que él no era; la segunda persona era un hombre de cabellera larga y tenía una cola de caballo y era pelinegro, así que quedo tachado de la lista, por ende el último debería ser la vencida.
Rápidamente seguí mis instintos y empecé a acercarme por las alturas a la tienda en donde se había entretenido el peliblanco, me ubique detrás de él, lo observé desde un edificio no muy alto, no tenía pensado en acercarme, no por el momento.
A pesar de que mis ojos nunca se apartaron de él, me di cuenta que hacía cosas normales, y en mi cabeza empezaron a surgir otras historias que a lo mejor se relacionaban con él y lo que estaba haciendo o no. Mi mente voló por si sola unos instantes, a saber si lo que pensaba podría ser verdad… A la final solo era un ninja, y parecía bastante joven.
Finalmente el moreno dejo a un lado las armas y se dirigió a otro lugar. Me moví siguiéndole desde la distancia, a pesar de que había empezado a seguirle no me gustaba mucho, no sentía la adrenalina que pensé al principio, pero quizás todo podría cambiar más adelante.
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La bebida era refrescantemente fría y la fruta dulcemente madura. Ambas dignas de ser disfrutadas en aquel clima primaveral tal como lo estaba haciendo el peliblanco. El local se encontraba en buen sitio, pues se podía ver gran parte de la plaza y a la vez este se encontraba suficientemente alejado como para no ser molestado por el polvo y el griterío. En cambio Momo parecía estar un poco incomodo amarrado en aquel sitio. Le hubiese gustado calmarlo un poco pero en el espacio de la tienda no estaban permitidos los animales.
«En cuanto descanse seguiré caminando y viendo los comercios.» —Se dijo a sí mismo, tomando en cuenta que hasta entonces su caballo tendría que esperar.
Mientras observaba el ir y venir de la multitud se dio cuenta de que algo estaba fuera de lugar. Una señora parecía dar gritos y forcejear con alguien cerca de la fuente. Al principio espero que la fuerza de seguridad se hiciera cargo, pero, a pesar de estar muy cerca, parecían no estar viendo lo que sucedía. En un instante se subió sobre la mesa para ver mejor y ser testigo de cómo a aquella mujer le era arrebatada su cartera.
La harapienta figura se dio a la fuga como una comadreja, corriendo y saltando por entre aquel gentío indiferente. El genin calculo que pasaría cerca de donde se encontraba y entonces decidió que tenía que hacer algo. Corrió hacia la plaza recorriendo un trayecto que le llevaría a encontrarse con el ladrón. Luego de unos segundos chocó contra él, cargando con todas sus fuerzas para derribarlo.
Se notaba por la altura y la complexión que el carterista no era mucho mayor que él. Aun así parecía bastante dispuesto a dar pelea. Se levantó rápidamente y sacó una especie de cuchillo de elaboración casera, con él comenzó a lanzar tajos mientras que con su mano libre resguardaba su botín.
—Suelta el arma, deja la bolsa y podrás irte —le dijo con calma y en consideración a alguien que posiblemente robaba para sobrevivir. Sin embargo sus palabras llegaron a oídos sordos, puesto que un malintencionado filo trato de alcanzar su rostro—. Hasta aquí llegaste.
El Ishimura desvió hacia un lado el metal cortante y en un instante le retorció el brazo para despojarle del arma. Sin soltarlo le dio un puñetazo en la boca del estomago y mientras el ladronzuelo encapuchado se encogía por el dolor, le tiró al suelo y le quitó la bolsa de dinero. Casi sintió lástima cuando, sentado sobre el inmóvil criminal, tanteo el considerable peso de las monedas dentro de la cartera.
—Aquí tiene señora —le entregó el dinero a una mujer que tomó la bolsa con desconfianza para luego alejarse corriendo en silencio—. De nada… —dijo entre dientes—. Bien, ahora ¿Qué debería hacer contigo? Ladronzuelo.
Pero no llegaría a proceder puesto que en aquel instante hizo acto de presencia la guardia local. La situación se torno increíblemente extraña. Mientras retenía al criminal un soldado le dio con el asta de la lanza en la nuca mientras que otro le pateó tierra hacia los ojos, tomando al joven desprevenido. Cuando se recuperó de la agresión pudo ver como el pillo se le escapaba. Estuvo a punto de gritarles a los vigilantes para preguntarles si estaban ciegos o si simplemente eran tontos, pero un diluvio de acusaciones y sospechas por parte de ellos le detuvo. Le acusaban de andar causando alboroto y de que se comportaba de manera sospechosa, volviéndose más inverosímiles con cada palabra que soltaban. La situación era de locura, pero todas las personas a su alrededor agachaban la mirada como si tuvieran miedo de decir algo. Por un instante pudo ver ciertas intenciones de llevarlo detenido, pero hizo un ademán hacia su katana y aquello logró persuadir a los guardias que se le alejaron lanzando gruñidos.
«¿Que le sucede a esta gente? —Se preguntaba mientras utilizaba el agua de la fuente para limpiar su rostro y sus cabellos—. Lo peor es que me atacaron a mí, cuando en realidad solo ayude. —En realidad lo peor fue todo el escándalo. Detestaba demasiado llamar la atención frente a una multitud.
Pasó casi una hora arrojándose agua en la fuente, pero por fin se encontraba mucho más fresco y calmado. Decidió volver a donde estaba, pues le haría falta una bebida relajante, pero se decantó por tomar un desvió para evitar la parte más concurrida. Se encaminó desplazándose por un viejo callejón oscuro y ancho. No era por donde buscaba pasar pero el pensar en lo sucedido le distrajo un poco.
—¡Miran nada más, un arrogante forastero extraviado!
Cuando levanto la mirada se encontró con que tres sujetos bloqueaban la salida del callejón. Giró sobre sí mismo para irse pero nuevamente se encontró con tres sujetos, solo que estos estaban por donde había entrado. Tenían un aspecto tan sucio y descuidado como el callejón donde estaban, también tenían el mismo olor a mugre y a sudor. Ahora se encontraba rodeado y en un lugar sin salida aparente. Por un momento deseó que estuviera allí la guardia del pueblo, pero luego recordó lo que le habían hecho y se le pasó. Aunque admitía que le vendría bien algo de ayuda, después de todo eran seis contra uno y parecían gente que se sentía cómoda peleando en lugares como aquellos.
Mi atención solo la tenía una persona, el peliblanco, sin embargo, el escándalo y el bululú que estaba en mis cercanías era bastante difícil obviarles, por lo que de vez en cuando miraba un poco a mis alrededores, por si observaba algo raro, cosa que nunca me había pasado antes.
A mis oídos llegaron los chillidos de una mujer, por lo que me distraje a ver qué era lo que sucedía, al parecer un sujeto estaba despojando de su pertenencia a una señora, y se estaba dando a la fuga; vamos un típico robo en el centro de la ciudad, seguí al malhechor con mis orbes y me sorprendí al ver como era embestido por el peliblanco. –Vaya, nos salió heroico el extranjero.- Murmuré.
Vi como los guardias mantuvieron el orden y se dirigieron al moreno, ellos imponían respeto, y si no era así lo hacían imponer, o eso intentaban. Por mi parte desaparecí de mi lugar para hacerme en unos segundos hasta la tienda en donde había estado Kazuma, quizás había soltado la lengua en aquel lugar y podría obtener algo de información.
En cuanto llegué me identifique, aunque eso estaba demás, mi placa debía mostrar autoridad, por lo menos la necesaria; no tardé en realizar preguntas a la encargada del lugar y escuchar sus respuestas. – ¿Qué no dijo nada?- Pregunté bastante alto, llamando la atención. –¿Seguro?-Insistió. -De acuerdo, gracias por su colaboración.- Entonces decidí salir del lugar para volver a cuidar al peliblanco. -¿Cómo?- Se volteó incrédulo. -No lo conozco de nada, no tengo porque.- Intenté excusarme. -Bien, pagaré-Suspiro y sacó los ryos para entregárselos a la chica y poder marcharse.
Al regresar pude ver que él se encontraba en la fuente, echándose agua en la cara. “¿No le fue suficiente con el té o acaso pretende también ducharse en la fuente también?” Se dijo malhumorado, iba a cobrarle los ryos que tuvo que gastar en su nombre, pero no sería en ese momento.
Me oculté nuevamente, no debía percatarse de mi presencia, por lo que volví a la posición inicial, en el edificio donde tenía una buena vista del panorama, lo vi echarse agua y estar cerca de la fuente por un buen rato, me pareció interminable, ¿no pensaba moverse de nuevo? Finalmente parece que me escuchó porque empezó a moverse y yo con él.
Desde las alturas vi que se acercaba a una calle menos transitada, a lo mejor iba a hacer algún tipo de intercambio o vender algún producto, así que empecé a acercarme más de forma discreta, después de todo había escuchado rumores de esa zona del poblado.
De la nada 6 sujetos rodearon el peliblanco, no se veía nada bien, pero no podía intervenir, no por el momento, necesitaba ver y escuchar más, así podría asegurarme de lo que sucedía ahí.
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El joven de tez morena se mantuvo alerta y en calma, pues no podía tomarse la situación a la ligera. De cierta manera no se sentía preocupado por la desventaja numérica, puesto que ya había estado en el mismo problema en varias oportunidades. La escena se le asemejo mucho a aquella ocasión en que luchó contra unos piratas en las Costas de las olas rompientes. La cuestión era que en esa oportunidad se encontraba combatiendo por la vida de los pobladores además de la suya propia. Aquello lo llevó a arrebatar la vida de los que hacían el papel de villanos. Ahora la situación era similar, pero no quería que terminara con ninguna pérdida innecesaria.
—Escuchen muchachos, soy un shinobi, si me dejan ir podemos hacer como que no paso nada —Buscaba la manera de mediar a la vez que mantenía en alto su guardia.
—¿!Escucharon eso muchachos¡? El muy imbécil está asustado y quiere que le dejemos ir.
—Vamos, no llevo nada que valga una golpiza, solo déjenme ir, no hay necesidad de pelear —Comenzaba a sentirse irritado por la actitud de aquellos sujetos.
—Jajaja —soltó una carcajada estruendosa—. “No hay necesidad de pelear” —le imitó con un tono de voz en extremo burlón—. ¿Sabes qué? Al principio solo te quería golpear porque parecías un extranjero débil y quería demostrar mi fuerza. Ahora también lo haré por la diversión que me provocara verte suplicando.
—Supongo que la basura sigue siendo basura sin importar donde se encuentre. —Aquel recuerdo lejano de su altercado en un callejón de Uzushio se intensificó en su mente y sintió cómo afloraba su intenso odio por la gente que utiliza su fuerza para lastimar.
Con una leve ráfaga de viento el ambiente del callejón cambio. Era como si el silencio se hiciera presente mientras la mirada del joven de ojos grises se endurecía. Los rufianes le observaron un tanto extrañados, pero con sus intenciones aún en alto. Ya no se trataba de evitar el conflicto. Ahora era cuestión de no permitir que ninguno de aquellos malhechores se fuera impune.
—¿!Qué esperan? —Preguntó molesto—. Se acabó la charla, vayan por él.
El primero en obedecer fue uno de los que estaba atrás del Ishimura. Se abalanzó sobre él, pero sus pasos eran ruidosos y descuidados. Le bastó con hacerse a un lado y atravesar su pie para provocar que este callera. Además del ridículo, la caída no le provocó mucho daño, pero cuando intentó levantarse para un segundo intento recibió un fuerte rodillazo en la quijada, provocando que rodará mientras escupía sangre y dientes.
—Vamos ¿Quién sigue? —preguntó de forma amenazante.
El combate fue largo y monótono: Él se limitaba a golpearlos y ellos a levantarse y volver a arremeter. De cierta manera resultaba mucho más difícil pelear cuando no se tenían intenciones de matar o mutilar al contrario. Su consideración para con la vida ajena le costó unos cuanto golpes dolorosos, pero al final, cansado y ya casi sin aliento, logró dejar a cinco de los asaltantes fuera de combate.
Solo quedaba el líder, quien le había amenazado antes. En un intento desesperado se arrojó contra el joven y logró golpearlo en el rostro. Pero su emoción fue efímera pues noto como la mano de su enemigo le atenazaba la parte baja del rostro. Su cuerpo comenzó a retorcerse al sentir como las yemas de los dedos le quemaban y dejaban surcos en su piel. No podía gritar pues el agarre era fuerte. Lo último que pudo ver antes de caer inconsciente fue un par de afilados ojos grises que le miraban con total desprecio.
«Ha sido todo.» —Se encontraba de pie y rodeado por seis cuerpos inertes de quienes hace unos minutos estaban tan confiados.
El joven abandonó el callejón como pudo para dirigirse a otro lugar. Si el detener a un carterista le había causado tantos problemas con la ley local, no quería ni imaginarse las implicaciones de lo que acababa de hacer. Después se preocuparía por las repercusiones, por ahora tenía que descansar un poco. En una calle cercana consiguió refugio en la parte trasera de una tienda. Esperaba poder descansar un poco y que nadie le molestara, aunque con su suerte era poco probable.
«Solo recobrare el aliento y luego me dedicare a mi asuntos.» —Fue lo último que pensó antes de cerrar los ojos, ignorante de que un par de ojos eran testigos de sus actividades.
Efectivamente, mis sospechas eran correctas, aquellos sujetos no lo conocían, no iban a intercambiar información, vender armas, ni drogas ni nada ilegal. Ahora ¿Cómo hacía aquel chico para meterse en problemas en uno tras otro? No pensé más, iba a intervenir, después de todo yo también represento la autoridad también, o no?
-¿Qué creen que están haciendo?- Dije fuertemente y con seriedad, mi posición fue revelada, me encontraba justo por encima de todo ellos, traté de reflejar una imagen que denotará autoridad, mi corta edad podría jugarme una mala pasada. Después de llamar la atención de todos, descendí hábilmente hasta quedar con Kazuma, rodeado por aquellos sujetos. - La advertencia está dada.- Pronuncie, aunque sabía que el combate no se podría detener, logré ver esa decisión en sus pupilas.
-Acabaré con esto en un instante.- Murmuré al peliblanco.- Y tú y yo vamos a hablar luego de esto.- Dije con la misma seriedad de antes. –Quédate detrás de mi.-
Tome con mi diestra el abanico, y luego lo sujete con ambas manos, aún no podía usarlo perfectamente con una sola mano, pero eso no me detendría aquellos demostraban ser unos ladronzuelos. -Se los advertí.- Expresé al escuchar los pasos que venían de la entrada del callejón, simplemente me giré y blandí el abanico de metal, emitiendo unas ondas de viento, que si se les miraba de le lejos podían verse como una red de viento muy filosa; la misma arremetió con los que rodeaban la retaguardia de los shinobis. Esta técnica les crearía multiples cortes a su piel y ropajes, quizás me excedí con la técnica pero estaba molesto ya de ese tipo de actitudes. Al terminar de ejecutar la primera técnica me volteé nuevamente a ver a donde se encontraba el supuesto líder y realicé el mismo acto, no iba a dar chance a nada; la misma técnica fue ejecutada y se hizo presente la corriente de viento en forma de red que amenazaba con derramar la sangre de los malhechores en el callejón.
-Basta ya de dejar impunes a los ladrones.- Con seguridad y con violencia me habría encargado de los sujetos que amenazaban la integridad del extranjero, aunque no dudaba de sus habilidades de ninja, decidí tomar la justicia por mis propias manos, después de todo estábamos en un territorio en el que podía ejercer mi autoridad sin problemas.
-Será mejor que salgamos del callejón ahora, estarán bien, creo.- Sonreí un poco burlón, sí me había excedido pero no era la primera vez desde que yo estaba ahí que ocurrían ese tipo de actos. -Vamos- Realicé un ademan para que le acompañara al inicio del callejón, por donde él había entrado.
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La sorpresa se hizo presente cuando un sujeto apareció. Desde las alturas como todo un vigilante descendió, y para tranquilidad de Kazuma, parecía estar de su lado, aunque de cerca pareciera más un niño que un héroe. Los maleantes parecían igual de sorprendidos, pero seguían manteniendo su ímpetu e intenciones de combatir.
«Esa forma tan formal de amenazar… Al parecer es un agente de la ley.» —Pensó al escuchar las palabras del sujeto.
Se posó junto al Ishimura, como si tuviera intenciones de combatir a su lado, lo cual fue un gesto bastante admirable. Aunque echó agua helada a sus ánimos cuando dijo aquello de hablar después. Si le hubiesen dado una moneda por cada ocasión en que esas palabras vinieron antes que los problemas mayores, seria millonario… Bueno ya era bastante adinerado, pero no porque se la pasaba metido en problemas.
«Esto es tan poco usual como un cliché… Un ninja que se considera un protector de las leyes.»
Le costaba imaginarse un némesis de mayor envergadura que esa. El nativo de Uzu podía ser muchas cosas, pero ninguna de ellas contemplaba ser amigo de las leyes que siempre le andan acosando. Parecía que su búsqueda de justicia estaba destinada a siempre rozar con las leyes que se supondría serian aliadas.
En su mente resultaba algo extraño y la vez normal, por más paradójico que pueda parecer. Cuando se encontraba rodeado de maleantes y con libertad de darles una lección, hay de verdad se sentía como la persona libre que deseaba ser; Sin miedo y sin dudas. Pero cuando se encontraba con la ley se sentía tan agobiado y acosado como si fuera solo una pieza de un sistema muy conveniente; Oprimido y con dudas.
Lo único que evitó que se fuera corriendo, fue presenciar como aquel chico hacía uso de un extraño abanico que parecía ser también un arma. Parecía difícil de usar, pero muy fuerte y poderoso al mismo tiempo. Tanto así que el encargarse de los asaltantes parecía un juego de niños para él.
«Que extraordinario —pensó embobado— Es como si usara Fūton, pero a la vez es como si fuera otra cosa… Y ese abanico se ve impresionante.»
La habilidad de aquel chico no le dejo oportunidad de hacer nada, pero aquello poco le importaba pues pudo ver como hacía uso de aquella técnica tan extraordinaria. Al final no le costó mucho trabajo. Se limitó a sonreír mientras daba todo por terminado o casi terminado, puesto que parecía tener intenciones de hablar con el espadachín. Pero de momento no podría hacer aquello puesto que el peliblanco desapareció en una nube de humo en cuanto le dijeron “vamos”.
«¿Por qué siempre me pasan cosas como esta? —Se encontraba corriendo a unas calles del donde ocurrió la pelea, tratando de alejarse del problema—. Debo admitir que fue entretenido, pero por poco no me da tiempo crear un clon.»
Se detuvo en la parte trasera de una tienda a recuperar el aliento.
A pesar de que el peliblanco no parecía una persona mala, sí era traicionera, porque le di un poco de confianza y abusó de ella, lo supe en el momento en que me vi envuelto en una cortina de humo, vamos de esas que yo también había usado, ese gesto me molestó bastante, quién pensaba él que era yo? Mi decisión de no haber guardado mi abanico había sido acertada, porque aunque el humo se manifestó rápido con solo agitar nuevamente aquel instrumento dispersé la cortina con un movimiento, pero el efecto no fue tan rápido como me hubiera gustado.
”Por eso es que hay que dejar inconsciente a la persona, o atarla o algo” Me dije molesto por mi ingenuidad. No me iba a quedar ahí plantado, no debía estar muy lejos y me puse en marcha, iba a utilizar la misma mecánica, después de todo yo tenía cierta ventaja en él, tendría que volver por su corcel, o no?
Me moví ágilmente a las alturas, como antiguamente había estado siguiendo al moreno, era un ninja y supuse que sabía moverse, por lo que no sería fácil encontrarle, pero no todo estaba perdido; no me dejé llevar por el pesimismo, a lo mejor tenía suerte y daba con él rápidamente.
”¿A dónde te fuiste?” Me pregunté, por suerte esa área no era muy grande , el área del comercio, se basaba prácticamente en una gran calle. Me ubiqué en un punto en donde tuve un buen panorama, cerca del caballo en el que había entrado y a la vez podía ver la calle a lo largo, era una excelente vista, pero dejaba muchos huecos y callejones que no podía observar.
Me oculté y esperé, como si él fuera mi presa, en algún momento iba a cometer algún error y cuando lo hiciera yo estaría ahí, para ver qué era lo que iba a hacer, o enfrentarlo directamente aún no estaba seguro del todo. Era cuestión de esperar
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Su corazón latía con menos violencia mientras su respiración comenzaba a calmarse. Se pego a una pared y se quedó esperando en aquel lugar, preparado por si en cualquier momento alguien pudiera aparecer persiguiendolo. Luego de estar ahí por una hora supo que nadie estaba tras él, lo cual le pareció extraño ya que los agentes apasionados con las leyes y la autoridad siempre resultan ser muy insistentes.
«Parece que nadie me sigue —se asomo en el borde del callejón y miró calle arriba, por donde había llegado—, pero no puedo confiarme estando en un lugar que no conozco —en el poco tiempo que llevaba allí, se había metido en más problemas de lo que resultaba normal para él, por lo que tener cuidado no estaba de más—. Parece que la visita turística tendrá que ser pospuesta… Por ahora buscaré a Momo y luego procederé con mi encargo.»
Siendo sigiloso y teniendo cuidado de por donde pasaba, el joven de cabellos blancos regreso a la plaza principal para echar un vistazo y asegurarse de que no hubiera moros en la costa. La guardia de la ciudad seguía indiferente y centrada más en pasar el rato que en patrullar. Su caballo seguía donde lo había dejado; bajo unos toldos que proporcionaban una sombra bastante fresca bajo el sol del mediodía.
«¡Bien! Parece que podré seguir con mis asuntos sin más interrupciones...»
Sigilosamente se fue acercando hacia su montura. Se movía por los lugares oscuros y menos transitados, tratando de evitar que alguien le viera. Se le podía notar un poco nervioso al caminar, mirando para todas partes en busca de un posible peligro. Pero a pesar de todas las precauciones que estaba tomando, su actuar demostraba que no estaba al tanto de los vigilantes ojos que observaban la plaza.
Se le noto aliviado y con la guardia baja en cuanto alcanzó el toldo donde estaba su montura. Momo le miró con indiferencia, como si su amo solo tuviera importancia para él cuando llevaba comida en las manos. El negocio de té y sus mesas con sombrillas se encontraba cerca, pero nadie se fijaba en la figura peliblanca que se movía entre las sombras diurnas. Para él, todo parecía tan fácil como solo tomar su caballo e irse a un lugar menos concurrido.
Se permitió una leve sonrisa por su victoria al evadir la ley.
Me encontraba en donde había estado ya, en aquel lugar en donde pude ubicar al peliblanco viendo como bebía el té, por lo que me acordé que él aún me debía dinero, cosa que me molestó más; y sobretodo porque se esfumo sin siquiera escucharme, estaría allí esperándole por siempre si era necesario, debía volver por su caballo.
El tiempo transcurrió y mi determinación no caía, no tan rápido, pasaron unos cuantos minutos que cada vez se iban acumulando, no apartaba mi vista de la calle principal y del mamífero, en cualquier momento debía aparecer.
La gente iba y venía y el sujeto nada que demostraba su presencia, ni siquiera veía a nadie parecido a él, tenía que recordar que como todo shinobi él debía conocer la técnica de transformación, era una carta que nos descartaba, por lo que mi menté se estaba haciendo de pensamientos que no eran quizás ni lo más remoto a la realidad, pero en algo debía pensar mientras esperaba.
Finalmente mis ojos captaron el movimiento de alguien a unas cuantas calles de donde me encontraba, agudice mis ojos, podía ser otra persona y no debía alarmarme, tampoco iba a actuar desesperadamente ni en ese mismo instante, debía esperar más y asegurarme de que era él, como todo buen depredador.
Mis orbes azules siguieron sus movimientos hasta el punto que pude percatarme de que era él, sí el moreno había salido a la luz, ya no estaba en su escondite. ”Bingo” Me dije, ya sabía lo que iba a suceder, las personas eran tan predecibles a veces.
Cuando pasó por el punto más cercano a mi empecé a realizar una secuencia de sellos, estaba dispuesto a derribarlo con un proyectil de viento, sin embargo, me detuvo en seco, no estaba pensando como un shinobi, estaba pensando como un niño malcriado; mi objetivo era conocer el objetivo de su visita, solo por cuestiones de seguridad, nunca se sabe.
Mi emoción se vio frustrada, pero sería momentánea, él me lo debía y en cualquier momento podría cobrarse, por lo menos el dinero.
Me tranquilice y convencí que primero estaba mi objetivo como shinobi y luego mis caprichos personales, por lo que estaría atento a sus movimientos, dispuesto a seguirlo como lo había hecho.
Nivel: 10
Exp: 396 puntos
Dinero: 1950 ryōs
· Fue 35
· Pod 30
· Res 30
· Int 50
· Agu 20
· Car 20
· Agi 20
· Vol 50
· Des 45
· Per 20
La luz del sol caía con fuerza en aquella plaza, por lo que en la primera hora de la tarde el mercado se fue vaciando un poco. Aquello no era bueno para el Ishimura, pues si quería pasar desapercibido tendría que diluir su presencia entre la gente. Pero con el calor que imperaba la mayoría de las personas se encontraban escondidas bajo la sombra de algún toldo o refrescándose bajo el interminable roció de la fuente central. Ese día todo parecía dispuesto a complicarse, la gente, los oficiales, los maleantes e incluso el propio Momo.
—¿Qué? ¿Por qué me miras así? —Le preguntó al animal que parecía exigirle algo con la mirada—. No, no te he traído nada de comer —le dijo en cuanto entendió que buscaba en él—. Vamos, no seas así, ha sido una mañana difícil; he tenido problemas y perdí los melocotones en algún callejón.
—¡Iiiiih! —Relincho el animal ante la afrenta de su amo al extraviar su alimento preferido.
—¡No seas malcriado, Momo! —Le espetó al caballo mientras este se agitaba para impedir que le tomaran por las riendas—. Está bien, ya… Más tarde te comprare toda la fruta que quieras para que comas hasta que no puedas caminar —Aquella promesa logró calmar al potro, que de repente se encontraba tranquilo y manso como si hubiera obtenido lo que quería—. Jejeje, caballo glotón.
El peliblanco examinó las proximidades y busco rastro de quienes pudieran parecer sospechosos. Observó la fuente y la gente que se refrescaba en ella, los callejos y los sujetos que salían de ellos. También observo detrás de sí, hacia la tienda de té, pues esperaba que alguien fuera a montarle una bronca por no pagar, pero a pesar de que los empleados le vieron nadie se acercó para tratar de cobrarle.
—Un poco de suerte para variar —dijo mientras subía a su montura.
En cuanto estuviera listo partiria; no estaba seguro como o donde conseguir a la persona a quien buscaba, pero suponiendo que era alguien importante, no tendría que ser demasiado difícil de localizar. Supuso que tendría que preguntar por las calles, al menos hasta tener una idea de hacia dónde debía ir.
Estando alerta y concentrado, se puso en marcha para cumplir con su deber.
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