Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Desde el encuentro con la chica había pasado ya algo mas de una semana, algo menos con el encuentro en esos mismos lares con un chico de Uzushiogakure. El sentimiento de frustración se hacía algo mas tenso, no encontraba rastro alguno de la chica, y ahora sí que hacía tiempo que no entablaba conversación alguna, pues en esa urbe destrozada, no había ni un alma. Lejos de perder la calma, acudió a sus principios mas lejanos, evadir la realidad a base de dibujos. Retomó aquello que siempre le había acompañado, su arte, su otra realidad.
Sobre la posadera de una antigua cafetería, el chico se encontraba dibujando en su querido bloc. Sus piernas colgaban al vacío, aunque la distancia de caída no era tampoco tan preocupante. Se hallaba en un segundo piso, cualquiera que pasase por allí seguramente lo vería. Bajo la penumbra que la capucha le proporcionaba, sus ojos se concentraban en un tedioso dibujo hecho a base de pinceladas redondas y finas. Todo el dibujo estaba conformado por éstas, no había una sola línea, y los puntos no llegaban a mezclarse bajo ningún concepto. Un estilo raro, pero sin duda personal.
En éstos tiempos realmente había recordado su objetivo, mas no parecía sonreirle la suerte. Si al menos le hubiese sonsacado a la chica donde se hallaba su madre... gran fallo el suyo, confiar en otra persona. Los humanos son la peor de las plagas, una tediosa enfermedad que debe extirparse de raíz.
Al menos le quedaba la calma, un cielo triste y nublado, y tiempo.
Bajo el astro rey, el cuál se escondía tras una cortina de nubes, el albino mantenía la calma y la presteza en su laborioso dibujo. Quizás en un rato saliese a continuar explorando la urbe, eso si que era una tediosa labor...
Hacía varios días que no se encontraba en su casa. Ni siquiera cerca. Sus andanzas por su país de origen y sus ansías de conocimiento lo habían llevado por primera vez a la ciudad de Shinogi-To. Lugar, que como en casi todo el país, que se convertía en lúgubre por sus eternas lluvias e implacables nubes. Fue de acá para allá en la ciudad, con su túnica negra y su sombrero cónico de paja. Recorrió tabernas y pequeños locales. Paso cerca de la gran casa del señor feudal solamente para dar un pequeño vistazo e irse sin más. Era una ciudad grande, pero con el tiempo, monótona. Había residido pocos días en un hotel para preparar la partida sin ningún sobresalto en su viaje. Por suerte.
Su pequeña mochila marrón y cuadrada ya ocupaba su habitual lugar en la espalda del shinobi, sobre su túnica negra, y el calvo salía de las puertas de la ciudad para entrar, nuevamente, en los largos campos embarrados del País de la Tormenta. Las cosas se encontraban cerca, poco tiempo de viaje, pero una caminata larga. Seguramente iba a tener que parar en algún lugar a descansar y a alimentarse.
Sin encuentros con seres humanos, varias horas habían pasado, largas horas. Estaba aburrido de su pasada por Shinogi-To y le faltaba bastante para volver a casa. Pero la fortuna le sonreía, o tal vez no, al ver unos edificios altos en el horizonte.
Pero al acelerar el paso emocionado de una rica comida caliente en sus aposentos y al acercarse más y más, se dio cuenta que esa no era su ciudad. Edificios destruidos se alzaban frente, al lado de unas calles donde ningún alma se asomaba a ver la lluvia. Curioso, muy curioso. La curiosidad de Karamaru lo motivó, con un poco de timidez, a caminar esos terrenos fantasmales. Casa destruidas, luces rotas, y nadie a quien poder hablarle.
Hasta que vio algo, un pequeño punto negro sobre un edificio al final de la calle. ¿Qué era eso? ¿Era una persona? Estaban casi enfrentados, una a cada punta de la cuadra. El pelado no sabía que sentir, ¿Miedo? ¿Alegría?. Poco a poco se iba acercando, lentamente, viendo fijamente lo que fuera que sea eso.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
En mitad de la urbe de sepulcral silencio, llamar la atención no era para nada complicado. Su posición era claramente comprometida, pero así como era visible, el resto lo era también. No era muy complicado descubrir un movimiento en mitad de tanta ausencia del mismo. Alguien se acercaba, e igual que había sido visto, de seguro éste le había visto también.
El albino alzó la vista, desde la altura observó que se trataba de una persona con ropajes oscuros, y un sombrero de paja. Curiosas vestimentas las del recién llegado... ¿Sería la chica? No, definitivamente no. Ajustando un poco la vista, sus pectorales no asomaban a ver nada femeninos. No pudo evitar un suspiro, la decepción no le abandonaba. Lejos de perder la compostura, no dejó caer su cuaderno, lo contuvo entre sus manos por el momento, así como el pincel. A su diestra, un bote repleto de tinta azul reposaba.
Cuando las distancias fueran mas que tangibles, el albino quedaría observando al susodicho con un poco mas de descaro. Desde la penumbra de su capucha, sus ojos no lo habían dejado de lado igualmente.
—Viajero, viajero... ¿Qué te trae por esta ciudad maldita?— Espetó sin tapujo.
Conservando sus aires de tétrica apariencia, el chico se mantuvo en una posición elevada, calmada y para nada agresiva. Ni buscaba el conflicto, ni lo rehusaría... Quizás ésta persona le sirviese para jugar, al menos por un rato. Los humanos son taaaan frágiles...
Al acercarse y frenarse en seco tras cruzar la cuadra entera, pudo escuchar su voz. Su aspecto no desentonaba con el ambiente, parecía la muerte sin su haz en su propio parque de juegos. El gobernador de esa ciudad fantasma, el presidente de los ningún habitantes, el misterioso que le hablaba al calvo. Una voz calma y regular llegó a los oídos de Karamaru que seguía oculto bajo su sombrero.
—Viajero, viajero... ¿Qué te trae por esta ciudad maldita?—
Su pregunta, su forma de dirigirle, le hacía creer un poco más en sus locos pensamientos. ¿Quién lo habrá mandado a cruzarse con tan oscuro lugar? Por lo menos su viaje parecía cambiar su rumbo. Tal vez, no iba a ser tan aburrido como pensaba que iba a ser.
Lo mismo pregunto- dijo tratando de parecer serio. Nunca había que mostrar temor ni dudas en estos momentos- ¿Por qué recorres esta ciudad vacía? Acaso..... ¿Tienes algo que ver con ella? ¿Esperas algo? ¿A alguien? ¿O solamente esperas en tranquilidad tu propia muerte?
Trataba de hacerse el misterioso, recordaba algún que otro momento en el que había hecho lo mismo. Llenar de preguntas al otro y no decir nada de uno. Mejor conocer a tu rival a que este te conozca a ti, pero era muy pronto siquiera para marcar a ese hombre como enemigo. Tal vez era buena persona y todo, pero Karamaru lo tenía que comprobar.
Se acomodó su sombrero de paja, tapándose un poco más la cara, y espero en silencio su respuesta.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Anecdóticamente, el chico contestó con no menos de mil preguntas. Bueno, chico por llamarlo de alguna manera... las apariencias podían engañar, y de él apenas podía ver siquiera el rostro. De hecho, éste se cubrió aún mas el mencionado, buscando permanecer en el anonimato. El albino torció el rostro, quizás buscando un punto de visión mas adecuado... pero no, éste punto de vista nuevo no ayudó en nada.
El sombrero de paja aguardaba una respuesta, pero ante tantas preguntas responder era difícil. Además, ¿Qué responder primero? ¿Y porqué? Él no había respondido a su pregunta, el albino estaba en su derecho de evadir las preguntas también.
—¿Esperar la muerte? No, ni hablar... aún quedan muchas almas por liberar.— Contestó de manera rotunda.
Sabía que dar ese tipo de respuestas no podía hacer mas que meterlo en problemas... pero ya a éstas alturas comenzaba a dar igual. ¿Qué tenia para perder? ¿Una aldea? ¿Una casa? ¿Una familia? No, no había nada que pudiese perder ya.
Con parsimonia, el albino dejó caer la capucha hacia detrás, mostrando su rostro a su antagonista. Sus ojos de colores dispares se clavaron de nuevo en el sombrero de paja, no esperaba intimidarlo, al menos no demasiado.
—¿Sabes? Es de mala educación entrar en la ciudad de otra persona y no presentarse siquiera...—
Su sombrero no solo tapaba la cara del calvo, si no también la vista hacia la cabeza de esa persona. Medio cuerpo era su visión. Algunas ráfagas de viento corrían de aquí para allá moviendo las ropas sueltas aunque mojadas. Después de todo, esa ciudad seguía siendo Amegakure, la lluvia y los vientos eran algo común. Lástima que ese encuentro no lo fuera. ¿Común? Para nada, era raro y tenso.
Su disfraz de muerte aumentaba su credibilidad a cada palabra que salía de su boca. El liberador de almas ya estaba poniendo a Karamaru un poco nervioso e incómodo. Pero lo dejó pasar, prefirió no contestar, y luego del silencio la sombra negra volvió a dirigirle la palabra.
¿Sabes? Es de mala educación entrar en la ciudad de otra persona y no presentarse siquiera...
«¿Ciudad? ¿Acaso realmente todo esto es de su propiedad?»
No podía ser que cada edificio derrumbado en una ciudad tan grande como esa pertenezca a una sola persona. Aunque Karamaru ya empezaba a dudar en llamarlo "persona". Probablemente él fue el encargado de destruir todo, pero tal vez no fuese así. Las dudas del pelado eran muchas, pero no encontrarían respuestas. Sea lo que fuese, sea dueño de lo que sea, esa cosa entendía ese terreno como su propiedad y un combate es algo que Karamaru quería evitar.
Levantó su sombrero de paja con el índice de su izquierda, vio la cara blanca, los ojos dispares y un hormigueo se apodero de él. Pero haciéndose fuerte clavó sus ojos color ámbar en el que se creía un liberador de almas.
Karamaru, perteneciente al clan Habaki. Shinobi de Amegakure.
De nuevo, permaneció en silencio. Con la mirada fija esperaba la respuesta, nombre y ocupación había dado, nombre y ocupación esperaba. Tal vez no lo obtendría, pero la curiosidad le empezaba a picar y quería conocer un poco más al cara blanca que lo miraba.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
El albino se había presentado, no quizás de la mejor manera, pero al menos era un primer paso. El liberador de almas. No le desagradaba ese nombre, de hecho esa era su principal función mientras las fuerzas le acompañasen. Su rostro paseaba bajo el nuboso cielo, y sus orbes de distintos pigmentos resaltaban entre tanta penumbra y escasez de color. Al fin el chico tenía algo de compañía, fuere quien fuere aquél chico.
Su nombre no se hizo de rogar, según decía se hacía llamar Karamaru, miembro del clan Habaki, y shinobi de Amegakure. Se encontraba en sus nuevos dominios a un chico procedente de la tierra que había dado fin a su anterior casa. Quizás debiere enfadarse, o simplemente darle las gracias por tan bondadosa acción por parte de su villa... En fin, tampoco era algo que destacar, o sí...
El chico dejó de lado, ahora sí, el bloc de dibujo. Lo dejó justo a su vera, no se esforzó en guardarlo tan siquiera. Tras ello, se dejó balancear levemente hacia delante, quedando ligeramente inclinado en esa perspectiva. Sus orbes de nuevo enfocaban al sombrero de paja.
—Es agradable... un shinobi de la aldea que arrasó por completo a Kusagakure... El ataque de Amegakure a esa aldea desatendida de la mano de dios fue divertida, divertida y entretenida...— Recriminó, para tras ello sacar una tétrica sonrisa. —A mi puedes llamarme por el nombre de Blame, mi auténtico nombre lo perdí hace tiempo...—
Con sus palabras, buscaba quizás una respuesta ante tanta incógnita. ¿Quienes estaban realmente tras ese ataque? ¿Todos los shinobis de Ame conocían la verdad? Quizás, y sobretodo de ser cierto, la respuesta del sombrero de paja no fuese de lo mas alentadora... pero era un riesgo a asumir. Quien no arriesga, no gana. Aunque pocas cosas podía ganar... mas que obtener algo de información, pero oye, la información a veces es mas valiosa que el mas puro oro.
"mientras las fuerzas le acompañasen." De ser la muerte a ser jedi, o mejor dicho sith, este Blame multi-rol xD
Tenía algo en las manos, algo que Karamaru todavía no había reconocido hasta que lo aparto. Un cuaderno, o libreta. Estaba leyendo, escribiendo o dibujando pero igualmente, entre tanta tensión, al calvo se le pasaron un par de cosas por la mente
«Usar un cuaderno bajo plena lluvia, que hardcore....» se reía para sus adentros hasta que se entero que un pequeño techo lo cubría de la lluvia. Tal vez eso explicaba el que este seco. No era momento para distraerse, estaba hablando con el destructor de una ciudad entera. Por lo menos según él. Poco creíble, sin embargo, había que mantener las distancias. Ya en sus pensamientos lo apodaba "La Muerte" por su semejanza con esos relatos que escucho de pequeño. La conversación parecía desviar las presentaciones a un lado y continuar, para acompañar al ambiente, a una charla un poco más turbia.
Karamaru había escuchado sobre la destrucción de Kusagakure. Un gran bicho gigante e imparable, conocido como bijuu, había arrasado cada mota de polvo perteneciente a esa ciudad. Al parecer, la muerte era un ex-residente. Aunque no contento con su lugar de origen, parecía satisfecho con saber que tantas vidas habían sido eliminadas de la faz de la Tierra. Un escalofrío recorrió el cuerpo del pelado mientras seguía en silencio escuchando la lluvia caer.
"Ataque de Amegakure" ¿Qué quieres decir con eso? Mi pueblo no tuvo nada que ver con la furia de la naturaleza que ocupa el cuerpo de ese animal gigante.- respondió para defender a su aldea- Puedes contarme lo que sabes...."Blame"
Se había presentado solamente por su nombre, una deshonra no haber dicho el nombre de su familia. La gente que lo vio crecer, la gente que hizo que creciera, no era considerada en sus palabras. Que forma de perder el valor de la sangre. Se sabiduría de su antigua residencia le picó la curiosidad a Karamaru, que dispuesto a aprender y conocer comenzó a acercarse. "Aprendido se forma el sabio", algo que el calvo siempre trataba de seguir.
Se acercó hasta la pared, traslado chakra a sus pies, y subió por la pared hasta llegar al techo seco del edificio. Estaba en la otra punta, lejos de ese Blame, pero el acercarse permitiría una conversación más fácil y común. Seguía atento, preparado para dar un salto y esquivar cualquier cosa que se dirigiese a él. Aunque tal vez, "la muerte" es más piadosa de lo que Karamaru pueda llegar a creer.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Tal y como sospechaba, la verdad había sido cubierta sobre un campo de rosas. Los cientos y cientos de cadáveres que residían en esa tierra muerta llamada anteriormente Kusagakure distaban de haber llamado la atención. Había sido todo un trágico accidente, un fatídico desliz de la malvada naturaleza. Pero... ¿Por qué había de ser una bestia demoníaca con colas la que atacase la aldea shinobi? ¿Y por qué de entre ellas la más poderosa de todas? Realmente tenía un único sentido, dejar claro que no habían tenido oportunidad alguna de defenderse, dejar zanjadas las dudas de ese exterminio. Ni un solo superviviente, y un atacante que no podía brindar por aclarar su inocencia. Había sido un ataque y encubrimiento de lo mas elaborado, sin duda no era algo que se hubiese planeado en una sola noche.
Tras dejar caer un suspiro, una carcajada risueña acompaño al anterior gesto. Sin aún haberse girado, el chico se llevó las manos hacia detrás, dejando caer su cuerpo de manera desconsiderada. La acción tuvo su repercusión, el albino cayó deliberadamente, aunque de manera controlada. Su cuerpo se balanceó hasta media altura, y asegurado con las manos en el poyete donde se encontraba sentado, miró al de Amegakure desde el sentido inverso.
—Así que eso es lo que le dicen a los genins a día de hoy... ¿Pues sabes qué? Es imposible que el Kyuubi atacase Kusagakure, porque llevo varios meses por esta zona. Esa aldea no me suponía un problema...— Argumentó.
Evidentemente había dejado caer un farol de dimensiones dantescas, pero era algo que su antagonista podía o no podía saber. ¿Se iba a arriesgar a enojar a un supuesto Jinchuriki? Era un asunto arriesgado... podía estar hablando con un tipo peligroso, que tenía unas pintas raras, un brazo de un material extraño, tétrico, que afirmaba que esa ciudad era suya... Era un farol difícil de destapar. Por otro lado, bien cierto era que una vez se fuese ese chico, tendría que buscar otra "casa", pues se iría de la lengua evidentemente. Seguro que venían a buscarlo, no era algo de extrañar.
A largo lapso temporal podía generarle aún mas problemas, pero podía negarlo todo de igual modo si en algún momento lo pillasen. Él no asumía demasiado riesgo.
Sin mas, hizo una cabriola y se volvió a la par que se sentaba. Sus ojos de colores dispares de nuevo se hincaban en los de su antagonista, y su rostro mostraba la mas clara tranquilidad. Obviamente, de ser tan poderoso como para dominar al 9 colas, no debía mostrar arrepentimiento alguno. Las palabras no se las iba a llevar el viento, esas palabras pesaban demasiado.
Siento mucho no haber contestado antes, Saitama, pero estoy entre familia, reuniones de trabajo, informándome del viaje, y mil rollos mas.... y no he podido sacar tiempo. U
Un pequeño temor se produjo en el cuerpo del calvo al escuchar la risa de Blame. Aunque corto y pasajero y dejo volver a Karamaru a la tranquilidad del momento. Momento tenso si, pero tranquilo. Seguían a una distancia considerable sobre el techo de ese lugar. Vio como se movía el cuerpo del peliblanco para luego recibir una sorpresa que era difícil de creer.
«Lo que acaba de decir significa que...»
Sí. Lo que pensaba Karamaru era exactamente lo que había dicho el otro hombre. Él poseía el Kyuubi, era recipiente de este, era un Jinchuriki. Pero que hacía uno de ellos solo y abandonado por estos lugares. Karamaru no conocía mucho la historia de estas bestias con un poder inimaginable, pero si es cierto que son tan poderosas estarían bien selladas o cuidadas. Karamaru tenía la sensación de que tal vez eso no era cierto, la muerte no es de fiar, pero no podía precipitarse.
Así que.... ¿Tu eres un Jinchuriki? Solo y sin cuidado ni supervisión de una aldea. ¿Podría recibir una pequeña demostración de tan sublime poder?- se animó a preguntar Karamaru.
El poder y el conocimiento eran dos cosas que fascinaban al pelado, y el poder encontrar gente con niveles elevados en estos aspectos era algo bueno para él. Confiaba en sus habilidades, sabía que si algo salía mal siempre podía empezar a correr, pero hay veces en la vida que hay que tomar riesgos.
Aunque, como dije antes...- dijo sin dar tiempo a que responda la pregunta anterior-...podrías darme más detalles de lo que pasó en realidad, después de todo según vos soy un simple gennin sin conocimientos e inocente.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Lejos de tragarse hasta la última palabra que había escupido el albino, el sombrero de paja se quedó con los detalles mas importantes, y los cuestionó sin dudar. Era obvio que un jinchuriki normalmente se alojaba en una aldea, pues suponía un poder militar inmensurable, y así se tenía bien vigilado. Pero las obviedades a veces rompen los esquemas con ese mismo propósito, eludir lo peligroso de la rutina.
Sin recelos, el chico pedía una muestra de ese glorioso poder del que cualquier jinchuriki es poseedor, mas aún el poseedor del nueve colas. Sin embargo, no dejó ni abrir la boca al albino para poner de entre medias una excusa. De inmediato el sombrero de paja solicitó mas información, remarcando su estado de genin, así como haciendo casi burla al sentido de esa palabra. Al menos esa fue la impresión que el Senju se llevó de sus palabras.
—Como te decía... fue entretenido, pero no me he movido de aquí. Mi hermano fue liberado, cinco colas fueron suficientes para destruir Kusagakure. Lástima que ellos no tenía una sola cola a su disposición...— Comenzó a argumentar con parsimonia. —Los lamentos de la gente se oían desde aquí, pero eso es algo que normalmente no perciben las personas con la misma facilidad a como la causan. Pocos fueron los guerreros, pero grandes los medios... estaban condenados nada mas que el ataque dio comienzo. Para colmo... un chico tomó al cinco colas por su punto mas vulnerable, haciéndolo enojar hasta el punto que escupió todo su poder sobre la aldea... un insensato... Los huesos de todos ellos reposan ahora en paz.—
Curiosamente, el chico no hablaba mas que de su historia. Quién iba a decir que ese insensato y estúpido crío se convertiría en el único superviviente...
—Ahora dime tú... ¿Por qué iba a confiar yo en una aldea? Me utilizarían como un arma, usándome cual espada en caso de guerra... ¿Acaso eso me conviene? No, no lo creo... Yo no soy el peón de ningún tablero de juego, soy libre, y no necesito protección pues no causo guerras. Sin conflictos no hay riesgos, así de simple.—
En parte tenía su razón, y en otra parte... había dejado de lado ese tema de "exhibir su poder" a base de reflejar parte de la historia real. Quizás hasta le interesase mas que eso de ver el poder de una bestia desatado. ¿A quién en su sano juicio se le ocurriría hacer esa petición? Sin duda, a alguien que en su vida había sido testigo de semejante poder de destrucción.
Es decir que...- dijo sorprendido- ¿Hay dos Jinchurikis libres? Vagando por el mundo y destruyendo aldeas a como se le de la gana.
El Bijuu de cinco colas había destruido Kusagakure. Poco a poco reunía información de lo sucedido e interrogaba al misterioso muchacho que se ocultaba en esa ciudad olvidada. Se le hacía raro al monje saber que estaba frente a un poder inimaginable si lo que decía era cierto. Si estaba en lo correcto el mismísimo Kyubi posaba frente a él bajo una túnica negra y una piel blanca.
«Si no me ando con cuidado esto terminará mal para mi»
Blame siguió hablando excusándose de su libertad. Creía que estando sin protección haría menos daño y claramente el pelado no pensaba igual.
"No causo guerras", "No causo guerras" ¿Acaso te escuchas a ti mismo? Me acabas de decir que un Jinchuriki libre arrasó una de las grandes aldeas del continente, pero hablas como si fueran putos santos. Perdón que te lo diga de esa manera, pero no puedo soportar que se use tanto poder para generar tantos muertos.
Y es que no solo te equivocas en eso, si no puedes confiar en una aldea, ¿Cómo quieres que ellos confíen en ti? De esa forma siempre te sentirás y te trataran como un prisionero. Serás una bomba de tiempo para una ciudad entera. Sin confianza, nunca nadie te querrá de verdad.
Karamaru se había enfurecido un poco, su tono de voz había aumentado y su túnica ya solo cubría su espalda. Sus brazos y resto del cuerpo se encontraban al aire libre bajo la sombra de su sombrero cónico. Tal vez el enojo lo desviara de sus intenciones de interrogante, pero era algo que como joven inexperto no podía evitar.
¿Acaso buscas vivir en soledad? ¿Acaso sabes lo que debe ser vivir sabiendo que nadie que te quiere o se preocupe por ti?- sentenció.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Sombrero de paja pareció tener sin embargo otro punto de vista. Evidentemente, no sabía de qué hablaba, o bien era realmente bueno mintiendo. Casi no tenía en cuenta que el ataque del cinco colas había sido promovido por shinobis de la aldea de la lluvia, contrarrestar un argumento como el del albino con que los jinchurikis eran los peligrosos... era.... absurdo. Realmente fuera de contexto, puesto que el causante del destrozo había sido tal, pero no había ido por gusto. Ese bicho estaba amaestrado, pues de lo contrario seguramente ni se hubiese acercado a esa aldea... Ese era el pensar del Senju.
Así mismo, le atacó con que si no confiaba en una aldea, jamás tendría alguien cercano. Además, de que se convertiría en lo que llegó a calificar como una bomba de relojería. Ciertamente podía ser verdad, pero no era el caso. Éste detalle concreto le llevó a saber que ya le estaba aludiendo como Jinchuriki, lo cuál podía ser divertido.
Había permanecido en silencio, escuchando al chico, y ahora era momento de tirar por la borda todo aquello que este había dicho.
—Supongo que imaginas que llevas la razón. Visto así, todo es muy bonito.— Comenzó a rebatir. —¿Pero sabes? Soy feliz estando solo, no necesito a nadie mas que a mi mismo y a mis nueve colas. ¿Quieres saber el porqué? Evidentemente, porque así soy yo mismo. El cinco colas no ha atacado esa aldea por gusto. No nos comemos a los humanos, ni nos divierte jugarnos la vida... bueno, a algunos si, pero eso es otro asunto. ¿Sabes porqué atacó el cinco colas esa aldea de vegetarianos? Porque los shinobis así le obligaron. No fue cosa suya, fue cosa de una aldea. ESE es el motivo por el cuál no confío en vosotros, shinobis.—
De nuevo, una macabra sonrisa se dibujó en su rostro. No precisamente radiaba felicidad, esa sonrisa iba en busca de otro motivo.
—Esa manera de defender la vida y la confianza en una aldea... solo me dice que tú también eres shinobi. ¿Sabes? Los shinobis no me agradan...—
Y en el aire quedó la amenaza. Quizás ya se había aburrido de ese tipo que se hacía el interesante...
La pelea por el título de poseedor y dueño legitimo de la verdad parecía hacerse más intensa con el paso del tiempo. Todavía no se había realizado ningún movimiento hostil pero parecía que la situación estaba en un punto de quiebre. Karamaru contradiciendo, tal vez de manera un poco brusca, y Blame provocando a más no poder. Aunque de hecho, el argumento del peliblanco parecía real y verdadero, no había manera de demostrar lo contrario. ¿Cómo saber si una aldea había sido la causante de toda esa destrucción? Pero el calvo no era el único sin pruebas.
No tengo maneras de refutar tus palabras- le dijo un poco más sereno- Pero no tienes manera de comprobar las tuyas. La aldea a la que yo pertenezco nunca haría algo así, si es que te refieres a Amegakure. ¿O acaso dices que Uzushio destrozo Kusa? Como sea, no me gusta tu forma de hablar, podrías dejar el secretismo a un lado. No me interesan las personalidades de tus compañeros, ni la tuya, se que son bestias y que en el pasado mataron gente.
¿No quieres confiar en los shinobis? Bien, pero no acuses a mi aldea sin pruebas.
El único ruido que se escuchaba era el de las gotas contra el suelo cuando el calvo se dio cuenta que la situación se estaba volviendo bastante turbia. Si seguían por este camino los golpes no tardarían en llegar. El pelado perdiendo poco a poco la calma, parecía que Blame buscaba el combate a propósito.
¿Y para qué quedarse cortos? Con una sonrisa prácticamente invisible para Karamaru, el albino dejo en el aire su amenaza. Al monje no se lo ocurrió otra manera que responderle con la misma moneda.
¿Sabes una cosa? Tú tampoco me agradas. Pero no me desvíes el tema, ¿Dónde están tus pruebas?
Karamaru seguía sin darse cuenta que su interrogación sobre el nueve colas se le había olvidado y lo habían llevado de la correa los últimos minutos, pero con algo tan grave como acusar a su lugar de origen iba a ser más atento y persistente.
Habla cuando quieres, tengo tiempo- le dijo rápidamente.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.