Sangre y arena - Versión para impresión +- NinjaWorld (https://ninjaworld.es) +-- Foro: País del Viento (https://ninjaworld.es/foro-pais-del-viento) +--- Foro: Desierto del País del Viento (https://ninjaworld.es/foro-desierto-del-pais-del-viento) +--- Tema: Sangre y arena (/tema-sangre-y-arena) |
RE: Sangre y arena - Narrador - 3/11/2022 Fue un visto y no visto. Daigo estaba allí, tirado en el suelo, y de pronto se había convertido en una camiseta en llamas. Su mano, imbuida en electricidad, le iluminó con relámpagos dorados, mortíferos. Río Dorado le había visto. Había visto su sombra emborronada intercambiarse por la camisa —por algo le llamaban el Sin Piernas, hasta con un Kawarimi era lento—. Le había visto cargando una técnica. Y él había hecho lo propio. Lo que había salido de sus cálculos fue el objetivo del chico. En vez de atacar a uno de sus oponentes directos, el reo había atacado por la espalda a Nathifa. Todo pasó demasiado deprisa. Pirámide Dorada, que también se había dado cuenta y estaba al lado de Nathifa, se lanzó sin pensárselo y… … y la lanza le atravesó el estómago. Y esta continuó, inclemente, perforando piel, carne y huesos hasta alcanzar también el corazón de Nathifa. Nathifa aulló de dolor, tambaleándose, incrédula, sin comprender muy bien qué acababa de suceder. Logró alcanzar a mirar los ojos de Daigo. Su expresión era de sorpresa. Sorprendida y asustada, y un último brillo de odio vengativo en sus ojos apagados. Cayó. Así de fácil murió. Así de fácil era quitar una vida. Daigo se ocultó tras una nube de humo. Río Dorado terminó de realizar los sellos y… —¡Guardias...! —Se oyó el sonido de un bastón rebotando en el suelo por última vez—. Alto. … y le llovieron técnicas por todos lados. Porque sí, aquel buen truco le había funcionado la última vez. Con un peón. Pero Nathifa era la reina, y ella no había necesitado su voz para comandar sus órdenes. Ni una sola vez. Disponía de otro método, y su última orden había sido clara y concisa. Del abanico de Torbellino Dorado salió una poderosa corriente de aire que avanzó, llevándose por delante a varios guardias sin mostrar menor cuartel, hasta llegar a la última posición de Daigo en aquella nube de polvo (¤ Ōkamaitachi, 140 PV, 6 metros de ancho y alto). Río Dorado que había cancelado a medio terminar la técnica que iba a ejecutar para hacer otra en su lugar —se había escuchado algo naciendo del suelo y chocando contra el techo, justo en la encrucijada del pasillo—, recibió la técnica de lleno, como presumiblemente le pasaría a Daigo, volando los dos, o al menos él, hacia la puerta del despacho. Al otro lado del pasillo, la Llorona chilló. Se escucharon golpes. Alguien aporreando a… ¿ella? La nube de polvo con el viento se disipó de nuevo. Las pocas prendas que seguían encendidas dejaron entrever que la abertura hacia el pasillo que conducía a las celdas había sido cerrado por un muro de tierra. Tras la técnica, apenas quedaban dos guardias en pie. Uno de ellos, efectivamente, estaba aporreando a la Llorona. Iba a molerla hasta la muerte. El otro corrió hacia Daigo, espada en mano, en cuanto le vislumbró, tratando de acertarle con la espada en el pecho. RE: Sangre y arena - Tsukiyama Daigo - 3/11/2022 Lo había conseguido. Había conseguido matar a Nathifa y había sido tal y como Daigo se había imaginado que sería: horrible. La mujer llegó a girarse para mirarlo a los ojos en una mezcla de sorpresa y terror. «No me mires...» Le pidió Daigo mentalmente «¡No me mires!.» Se lo pedía a ella, porque él no era capaz de apartar la mirada. La cortina de humo no lo ocultó por mucho tiempo, pues cuando más seguro se sentía, una ráfaga de viento cortante se lo llevó volando a él, a un montón de guardias y a sus esperanzas de terminar con la pelea en aquel momento. Salió volando, herido, varios metros atrás, cayendo muy cerca de Río Dorado, quien también había recibido la técnica de lleno. No tuvo tiempo de lamentarse. Tenía que seguir peleando si quería vivir. No, aquello dejó de ser una pelea desde el momento en el que él decidió continuar con aquello. Si quería vivir no le bastaba con pelear. Tenía que cargárselos a todos. Daigo aprovechó que había caído cerca de Río Dorado para abalanzarse encima suyo, soltándole un puñetazo en toda la cara (26 PV). Inmediatamente después, le cogería con la otra mano la muñeca del guardia para apartarla y golpearle de nuevo (26 PV). «¡Cae, cae!» Le rogaba. «No me hagas matarte también...» RE: Sangre y arena - Narrador - 3/11/2022 Sin Piernas había entrado en una espiral de muerte y destrucción, y no se detenía ante nada ni nadie. Claro que, seguía sin tener piernas, o al menos lo parecía con lo jodidamente lento que era. Río Dorado se apartó de él a tiempo, resbalando la espalda por el suelo tras un fuerte empujón con la pierna. Colisionó la cabeza contra el muro del pasillo, y realizó un sello. Un único sello antes de que Daigo le alcanzase. Cuando este fue a golpearle, él expulsó niebla por la boca. Pero Daigo ya le tenía sujeto, y aunque perdiese la referencia visual por un momento, pudo seguir acertándole los golpes. Uno. Dos. La máscara salió volando y se vio el rostro ensangrentado de un hombre mayor, al borde del colapso, pero todavía consciente. Entonces Daigo pudo darse cuenta de que algo iba mal. Le ardía la piel. La boca al respirar. Los ojos. Todo. La niebla... ¡La niebla era corrosiva! No solo le dañaba a él. El guarda que había intentado apuñalarle sufría también la corrosión. Torbellino Dorado veía cómo su ropa se iba quemando. Llorona. El otro guardia. Todos la sufrían. Aquel sitio se había convertido en el pasillo de la muerte. • • •
En la habitación, La Matasanos puso una nueva combinación y… —¡Te tengo, hijo de puta! —¡¿ENTERA?! —¡No! ¡Solo otro número! ¡El primer número y el tercero son un uno! Qué cojones… ¿Serán todos unos? —Lo probó para descartar, pero no, no lo era—. ¿Qué coño puede ser? —Esperad, esperad. Me empieza a sonar a algo… Esto… Lo tengo en la punta de la lengua. —Otra de tus tonterías no, por favor. —No, no, no. Es… Joder, ¿no es así cómo empieza el número de oro? ¡Pensadlo, guarda relación con las pirámides de Sanbei! ¡Uno coma seis, uno… no sé qué! A la Matasanos casi se le para el corazón. —Pues ahora que lo dices, igual… —Esperadesperadesperad. ¡Estaba por aquí! ¡En uno de estos putos…! ¡No, en este no! ¡Este de aquí! ¡La magia detrás de los números! —¡Busca en el puto índice! ¡Busca en el apartado de pirámides! —gritaron ambas a la vez. Se oyó un grito desde el pasillo. Poco después, debajo de la puerta, una fina cortina de niebla empezó a colarse sin que nadie se diese cuenta. —¡Uno, seis, uno, ocho! ¡EL NÚMERO DE ORO! Con dedos temblorosos, la Matasanos puso la combinación y… RE: Sangre y arena - Tsukiyama Daigo - 3/11/2022 Algo andaba mal. El tío no moría, pero tampoco quedaba inconsciente. Algo andaba muy mal. Su piel, sus ojos, la boca... ¡le ardía! la puta niebla que había escupido el guardia era corrosiva. Si se quedaba iba a morir. Iba a... — ¡Joder! —Le soltó un último puñetazo (26 PV). El hijo de puta lo había jodido bien en el último momento. Las opciones que tenía frente a él se iban haciendo cada vez menos. Tenía que encargarse de proteger a La Llorona, de la niebla y de Torbellino Dorado. También tendría que encargarse del guardia que saldría dentro de poco de la puerta del despacho al no poder soportar la niebla corrosiva. En resumen: tenía demasiadas cosas que hacer, pero probablemente solo le quedaban segundos de consciencia. Por eso, su decisión no fue hecha en décimas de segundos, no, ya la había decidido antes. Tenía que cargárselos a todos. Soportando el enorme dolor que sentía durante unos segundos más, el chico realizó un sello manual, forzando a sus piernas a moverse una vez más, directamente hacia Torbellino Dorado. No sabía cuánto tiempo más podría seguir peleando, pero tenía que eliminar los mayores peligros que habían en el pasillo: Torbellino Dorado y la niebla corrosiva. Tenía que confiar en que La Llorona pudiese resistir un poco más, o todos morirían, incluso los que estaban dentro de la habitación. Al aparecer, intentó tirar con fuerza del hombro de la Kunoichi para moverla, mientras tanto, rebozando electricidad y como mil pájaros llorando, su mano izquierda empezó chillar como si supiese lo que estaba a punto de hacer. Tan rápido como pudo (+20 Agilidad, -20 Percepción), se intentó llevar a su objetivo directamente contra el muro de Doton, donde le atravesaría el corazón a la vez que intenta reventar el muro tras suyo (80 PV). Para Daigo, era la primera vez que peleaba de aquella manera, intentando matar a sus oponentes con cada movimiento. Si alguien le preguntase, le gustaría decir que le estaba siendo muy difícil, pero... no. Lo difícil había sido controlarse toda su vida hasta aquel momento. Aunque sufría y quería detenerse, ahora era como si su cuerpo se moviese por sí solo, sin que él tuviese que pensar o decidir nada. Sin controlarse. Sin contenerse. — ¡MATASANOS! —Gritó, con la energía que le quedaba. Necesitaba aire y su visión se oscurecía, pero respirar dolía casi más que dejar de hacerlo—. ¡LA LLORONA... TE NECESITA! RE: Sangre y arena - Narrador - 8/11/2022 Daigo noqueó a su rival con el último puñetazo —¿o la había matado incluso?—, y volvió a recurrir a su mejor ardid: el Shunshin. El problema era que el kusajin había abusado tanto de los movimientos instantáneos que habían dejado de ser una sorpresa. Bueno, eso, y que sus piernas se movían tan lentas que su cuerpo se convirtió en una sombra emborronada que se movía en una dirección visible. Daigo tomó del hombro a Torbellino Dorado, pero esta estaba preparada para ello. Mientras el kusajin cargaba una técnica, ella simplemente movió el abanico hacia arriba, impactando con la parte sólida en sus dientes (30PV), tirándole al suelo y cancelando su Chidori a medio cargar del golpetazo. Oyó una puerta abrirse a su espalda. Lo que tanto temía acabó sucediendo: la mujer y el Esclavo habían salido al pasillo, entre toses. Quizá Daigo tuviese tiempo a gritar antes de desmayarse. Quizá hasta tuviese tiempo de matar a alguien más. Pero, ¿cargárselos a todos? ¿Podría alguien hacerlo estando… muerto? RE: Sangre y arena - Tsukiyama Daigo - 8/11/2022 ¡Pam! Su vorágine de destrucción y su última esperanza fueron detenidas de golpe cuando se pegó de morros contra aquel abanico. Retrocedió un paso, tambaleante, al borde de la inconsciencia. No. De la muerte. Iba a morir allí y no había nada que él pudiese hacer al respecto. No existía una voluntad lo suficientemente fuerte en el mundo como para sacarlo de la situación en la que se encontraba. Iba a morir lejos de su familia en un agujero lejos de casa, y lo que era peor: iba a hacerlo después de haber roto todos los códigos que pensaba que eran lo único que lo separaba a él de un simple animal. Al final, por lo visto, su código moral no era el muro que lo separaba a él de ser un perro loco. Solo era la correa que lo tenía amarrado. «Joder...» Se arrepintió. Su visión estaba borrosa y no podía ver a la Llorona, pero seguro que debía de odiarlo. Al menos él lo hacía. «¡Maldita sea!» No podía dejarlo así. ¡Tenía que hacer algo más! Incluso si La Matasanos y el resto encontraban la salida, acabarían muriendo por el mismo ácido que lo estaba matando a él. No podía salvarlos a todos. Ni siquiera podía salvarse a sí mismo, pero tenía que salvar a alguien. Juntó ambas manos en un único sello, rodeándose rápidamente de una densa y peligrosa capa de electricidad. — ¡MATASANOS! —Intentó gritar, tambaleándose hasta quedar contra la pared. Dos tigres de enormes colmillos se formaron cerca suyo, completamente hechos de electricidad. Uno de ellos fue directamente a chocarse contra Vendaval Dorado a bocajarro, de manera que acabaría chocando contra el muro de Doton si lo esquivaba. El otro, en cambio, iría directamente contra el muro para reventarlo (75 PV cada uno). — Te... necesita... —Pegado a la pared, fue cayendo poco a poco, mientras su manos, que ya tenían trozos de carne al rojo vivo, se mantenían pegadas sin soltar el sello manual. RE: Sangre y arena - Narrador - 9/11/2022 Los párpados de Daigo se cerraron, y algo más oscuro que el negro más puro le envolvió. Oyó una puerta abriéndose, en algún lado. ¿La puerta al Yomi? Oyó pasos. Alguien se acercaba para alzarle con delicadeza. ¿Sería la mismísima Izanami? En ese momento, su corazón dejó de latir. La sangre dejó de drenarse a sus músculos. A sus puños. A su cerebro. Daigo. El Daigo que todos conocían. El Protector. El Pacifista. El que negaba a rendirse. El luchador que se negaba a matar incluso a aquellos que se lo merecían. Él... Envuelto en sangre y arena. Sangre de sus enemigos. La arena del desierto. Él... ... murió. |