Su nombre puede que suponga una ofensa para algunos, otros, rehuyen ese nombre, pero muy pocos de los que caminan ya en este mundo, conocen la verdad de este poderoso mago. Sorkel Markov nació durante la quinta gran guerra; la conocida como La Gran Guerra Imperial, ninguna raza conocía de aliado, mas que sus propios congéneres.

Sorkel vagabundeo por las calles desde temprana edad, huérfano de padres debido a una gran sublevación en la Ciudad. Por suerte, un día decidió robar al tipo equivocado; su dedo se deslizó hasta la cartera de un guardia real, que no dudo por un segundo en prepararse para acabar con su vida. Tras tantos conflictos bélicos, no se nadie echaría en falta una rata callejera más. Arrinconado en un callejón por varios guardias, le esperaba una paliza de muerte, pero alguien los detuvo antes de que comenzaran a caer los golpes.

Se trataba de un hombre de edad avanzada; no era un anciano, pero tampoco era un jovenzuelo. Su nombre era Yzal Markov, un respetado y afamado mago, de los cuales sus servicios estaban al alcance de muy pocos. Yzal reclamó a Sorkel como su discípulo, disculpándose por los acontecimientos y dando a cambio un pequeño incentivo a los guardias para resolver el asunto. Sorkel extrañado, pidió explicaciones al mago, pero este solo rió. Decidió aceptarlo como pupilo, algo poco común incluso entre los pocos grandes magos.

Yzal accedió a darle cobijo y alimento a cambio de tareas domesticas en su pequeño fuerte perdido entre las montañas; y con el tiempo, fue enseñándole los artes de la magia. Sorkel aprendió a una velocidad inhumana, Yzal lo catalogó de inaudito cuando tan solo una semana después de comenzar, ya consiguió su familiar; un negro cuervo llamado Schryma. El joven Yzal avanzó en el estudio de la magia a grande saltos, acercándose cada vez mas y mas a las capacidades de su maestro pese a lo lejos que estaban; y por mas que Yzal lo alagaba, este lo achacaba todo a que tenia el mejor profesor posible. Nunca buscó superar a Yzal, para el estaba completamente idolatrizado.

Se trataba posiblemente de la peor tormenta que jamas hubieran azotado los reinos de Kastrya y en las altas montañas de Markov resultaba especialmente sonora. Sorkel, decidió que aquella tormenta no era producto de la propia naturaleza, que alguien la había convocado bajo algún fin. Con paso ligero, recorrió los pasillos del fuerte y subió la torre de su maestro, en búsqueda de una explicación. Las propias montañas parecían sufrir cuando caían los truenos, los vientos eran huracanados y carecían de rumbo, y las nubes eran tan densas, que recordaba a una noche sin luna ni estrellas.

Cuando finalmente alcanzó la habitación, solo había un gran desastre en ella. Parte de la pared estaba derrumbada; libros y frascos rodaban por el suelo si no escapaban con el viento antes, y tan solo un atisbo de vida; el gato de Yzal, su familiar. Sorkel lo tomó sin que este se resistiera, escapando de la torre y finalmente saliendo del propio fuerte. Al llegar la noche, la tormenta se disipó por completo, así como su hogar y su maestro. Siendo un adolescente, la madre naturaleza le había vuelto a dejar a su suerte. La esperanza del joven Sorkel se escapaba entre sus dedos sin forma de retenerla; otra vez debía comenzar desde cero.

Sin embargo, esta se volvió a alzar como el sol de cada mañana; el gato de Yzal estaba todavía con vida, y pese a que estaba confuso y desorientado, si el gato permanecía en este plano con vida, era porque Yzal también lo estaría. Sin dudarlo un segundo, comenzó a remover los cimientos del Fuerte Markov en la búsqueda de recursos; la idea de que Yzal estuviera bajo los escombros era algo demasiado descabellado; ya había desaparecido durante varios meses otras veces por lo que tal vez esta no fuera distinta. Con un nuevo compañero acurrucado en su bolsa de viaje, así como todos los utensilios y dinero que pudo rescatar, decidió comenzar su viaje en la búsqueda de su maestro, y de paso, sorprenderle con sus avances.