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[Unific] El monje entra en acción - Karamaru - 20/01/2016 Como siempre, siempre, siempre, siempre ocurría en Amegakure, las nubes cubrían el cielo y la lluvia la tierra. Esa mañana había llovido un poco más de lo habitual y el pequeño jardín donde el calvo tenía su lugar de entrenamiento, con sus muñecos y todo, estaba inundado. Peor aun, tenía un jardín con plantas cubiertas por un techo que lamentablemente poco pudo ayudar a que no se llenen de agua y seguramente se ahoguen. Era una pena saber que se echarían a perder, no eran muy lindas pero sentía cariño por sus plantas. Después de todo, en un lugar donde no hay prácticamente nunca luz solar encontrar plantas que crezcan es realmente difícil. Estaba mirando por una ventana del frente de su casa la carretera que se alzaba unos cuantos muchos metros de su casa. Contaba con un camino más cerca que lo guiaba hasta la aldea pero nadie la transitaba. Podía ver gente y caravanas llevando mercancías de un lado para otro. Las mañanas donde veía más actividad las aprovechaba y se quedaba un rato más tomando su té y viendo a la comerciantes y campesinos pasar. Esa era una de esas mañanas, sin embargo, parecía que su relajación terminaría unos cuantos minutos después. Sin siquiera llegar a ver quién se había acercado a la puerta, una carta se deslizó debajo de ella llamando la atención del pelado. Dejó su té en la mesa y la fue a recoger con mucha curiosidad. Tomó la carta, la abrió y comenzó a leer para al final llevarse una sorpresa. «Osea que me invitan a un torneo. Podría ser interesante conocer otros combatientes, tal vez hasta pueda aprender algo de ellos.» No tenía una fecha de llegada puesta en la carta pero viendo que le llegó en los últimos días del invierno, lógico sería suponer que empezaría en primavera. Era solamente un quizá, igualmente Karamaru no terminó de leer la carta que ya estaba caminando por la casa tratando de ver donde tenía cada cosa para llevarse para el viaje. Dejó la carta sobre la misma mesa que había dejado el té que se terminó de tomar de un sorbo y comenzó a preparar su mochila de viaje. Comida, bebida, su bolsa de dormir, lámpara, cosas extras, portaobjeto, kunais, sombrero, capa y preparado. Tampoco es que sea un viaje muy largo- se dijo a si mismo mientras repasaba lo que tenía en la mochila. Se puso el sombrero de paja sobre la cabeza, la túnica sobre su cuerpo y su mochila sobre esta y abrió la puerta con un pequeño mapa en la mano. Nunca se iba a perder, bueno tal vez sí, pero según Karamaru nunca se iba a perder. ...
Un camino rocoso transitaba Karamaru en su ya largo viaje. Hacía tiempo que venía caminando y la pendiente ya le estaba cansando. No físicamente, si no que ya no aguantaba más el viaje, estaba aburrido como nadie podría estarlo. Por suerte a lo lejos divisó dos hombres que seguramente le podrían indicar si había un camino más rápido. Ya no sabía si estaba a horas de llegar al destino o a meses. Al acercarse vio que estaban vestidos por un kimono marrón y dibujitos blancos. Tenía una espada larga que daba miedo y por la mirada seria que tenían no parecían querer muchos amigos. El calvo no se animó a preguntar y trató de seguir adelante, pero no lo dejaron. Identifíquese- le dijo uno de ellos mirándolo serio. Asustado, respondió rápido- Uhmmmmm, yo me llamo Karamaru ¿Por qué recorre este camino? Voy a un torneo, me invitaron. ¿Puedo pasar? Deme su invitación- le dijo el hombre extendiendo la mano. Karamaru le dio la carta que había recibido en su casa. Un simple vistazo y devuelta en su mano, el guardia le hizo un movimiento con la cabeza permitiéndole el paso. «Que situación más extraña» se puso a pensar. Lo importante es que ya había llegado al destino, y en el, unas casas hermosas adornaban un paisaje aun más hermoso. Casa chicas, tabernas, hoteles mas grandes, parecía una gran ciudad a escala. Pero por sobretodo, un gran edificio redondo llamaba la atención. Seguramente allí serían los combates. Pero eso era cosa de otro día, llegó a un edificio de unos cuantos pisos y entró. Una recepcionista amable le dio una habitación después de presentar un papel que la habían dado los guardias. Con las ganas de alejarse de esos dos prácticamente se había olvidado del papel ese. Llegó a la habitación, tomó una silla y se puso a contemplar la ciudad por una ventana. Estaba en el piso de más arriba, la mejor vista que se podía tener en ese hotel, veía la gente pasar, entrar y salir de sus casas, pero el estadio estaba en silencio. No había nadie en ese lugar, y Karamaru cada vez se preguntaba más seguido. ¿Contra quién o qué combatiré? |