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No te adentres en la niebla... - Versión para impresión

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No te adentres en la niebla... - Eikyuu Juro - 31/08/2016


Bueno, como aldea es creada por mi, te voy a dejar una pequeña descripción para que te hagas una idea de donde nos encontramos. Los dos hemos desembarcado ahí por nuestras propias razones, así que rolealo en consecuencia. Tendrás que esperar para lo que venga a continuación Corazón

"La aldea Ichiba es una pequeña aldea situada cerca de la costa. Su tamaño es reducido, y sus casas están construidas en mayor medida por la madera que los habitantes logran obtener de la selva. Vive mayoritariamente de la pesca, la caza, y de las ayudas que obtiene de la capital, a quien le compra alimento y cualquier tipo de necesidades una vez al mes.

La aldea consta de una plaza central, llena de puestos ambulantes con comida y objetos de artesanía hechos de la madera. A su alrededor hay varios caminos, que terminan formando un circulo perfecto alrededor de la plaza. Los caminos están repletos de casas de paredes y pobres tejados hechos de madera, muy poco espaciadas. Además de la plaza, existen otros dos puntos de interés general en el pueblo; uno, es el Restaurante "La carpa plateada" donde venden pescado e incluso el famoso té, que se sitúa en la zona sur el pueblo. El segundo es la vieja posada, la única residencia para viajeros en todo el pueblo, situado cerca de la entrada.

Por último, la única entrada (y salida) se encuentra al noroeste, y consta de un pequeño portón de madera. De vez en cuando hay algún que otro hombre vigilando la entrada, para asegurar que nada malo entra a la isla. A pesar de estas desconfianzas, es una aldea muy hospitalaria, que ofrece cobijo a los viajeros en aquel territorio hostil. Si no planeas hacer nada malo, no tienes nada que temer en ella: te recibirán con los brazos abiertos.

Cerca suyo (al norte) comienza la enorme selva, en cuyo centro se encuentran las montañas. No es muy conocida - se encuentra en una zona rural y es muy pequeña- pero para los que lo hacen, resulta un gran apoyo para viajar por la isla".

— Esto no es lo que me esperaba cuando me prometiste un viaje lleno de aventuras...

— Estamos en una aldea situada en mitad de la selva. ¿Qué más quieres?

— Debería haberme quedado con Furui...

Juro había vuelto a las andadas. Había salido de su villa, arrastrado por Katsue, para ir al puerto. Su hermana quería visitar las islas del té debido a unos importantes asuntos que tenía ahí. Y a él, como no tenía ningún deber en ese momento, le había tocado acompañarla en el viaje.

Hacía ya un rato que habían desembarcado en una de las islas que conformaban el lugar. La isla Capital, según su hermana. Sin embargo, no se habían quedado ahí. Se fueron al día de llegar, y dieron una larga caminata, pasando por un puente que conectaba las islas, hasta llegar a la isla en la que ahora se encontraban.

La isla Mediana Roja, una isla repleta de selva, montañas y peligros. Con esa descripción, hasta él mismo había caído en el engaño de que sería divertido. Sin embargo, además del rato que se había pegado en el barco, no había pasado nada más destacable. Ni aventuras, ni selva, ni gente. Solo dolor de pies, cansancio acumulado del viaje, y muchos bostezos. Su hermana no había dicho ni una palabra de ello, aunque supuso que le había engañado.

En ese mismo momento, tampoco estaban perdidos en la selva. Se encontraban en una pequeña aldea con la que se habían topado - por la reacción de su hermana, supuso que esta ya la conocía - y entraron a descansar. No podía quejarse, después de andar durante toda la mañana, tener un rato de descanso era agradable.

— Conozco la aldea Ichiba desde hace un par de años, cuando me crucé con ella en uno de mis viajes — le explicó su hermana, mientras caminaban por sus estrechas calles — Es pequeña, pero la gente es muy hospitalaria. Además, conozco a la dueña del hostal.

— Genial...— murmuró, sin mucho entusiasmo.

La aldea le había sorprendido. Las casas estaban hechas totalmente de madera, y estaban muy pegadas entre ellas. Aparte de poco higiénico, no era muy difícil imaginar que pasaría si alguien encendía un fuego ahí. Lo único interesante que había visto era la enorme plaza, donde pasaba multitud de gente.

Después de caminar un poco, se toparon con un gran edificio de madera, donde ponía claramente "Hostal". Por dentro, había una gran sala de madera rodeada de mesas y sillas, con una escalera al fondo, y en la barra, una mujer adulta, de pelo negro y sonrisa desdentada les recibió a ambos con gran amabilidad.

—¡Katsue, cuánto tiempo! — exclamó, ensanchando más su sonrisa. Sus ojos pasaron rápidamente hacia Juro — ¡Y tú debes de ser su hermano pequeño! Katsue me habló tanto de ti...

— Yo también me alegro de verte, Ren — contestó, sonriendo también — ¿Tienes algo para nosotros?

— Claro — dijo, mientras hurgaba — La mayoría están desocupadas. No viene mucha gente en esta época. Toma, la habitación 5.

Katsue intercambió un par de palabras con ella, y después los dos subieron por las viejas escaleras de madera, hasta dar con un largo pasillo de puertas. Avanzaron hasta ver en el dorso de una de las puertas el número cinco, y depositaron sus maletas ahí.

Sin embargo, ya no tenían mucho que hacer. Juro no tuvo que ojera el reloj para ver que aun quedaba mucho para la noche. Miró a su hermana, por si tenía algo planeado.

— Tengo que hacer unas cosas Juro— dijo su hermana, torciendo el gesto.

— ¿Incluso aquí?

— Por algo hemos venido. ¿Por qué no das un paseo por el pueblo? — preguntó, instándole a salir — Así no te aburrirás tanto. Pero ten cuidado, y no te pierdas.

— Está bien...

Resignado, salió de la puerta antes de que su hermana recurrirse a la fuerza para echarle. Se quedó unos segundos mirando el viejo pasillo de madera.

"No me ha dejado ni sentarme un rato..."

Molesto con ella, le dio la espalda a la puerta, y se dispuso a caminar hacia fuera. Tenía pensado dar un paseo por las zonas del pueblo. Total, tenía tiempo de sobra para perderse...


RE: No te adentres en la niebla... - Sasagani Yota - 5/09/2016

Era un hecho. Mi primera misión como shinobi había sido una perfecta pérdida de tiempo. La incompetencia de algunos me había golpeado de frente y una parte de mí estaba furiosa. ardía en deseos de haber tenido la oportunidad de impresionar, hacer algo útil...

Sentía la necesidad de dejarme llevar. Ir a donde me llevasen las piernas. Por aquella razón fue que volví al lugar donde la misión se fue a la porra y me subí al primer ferry con el que me topé.


— Que sea lo que Dios quiera

···

La Mediana Roja. Así llamaron a aquella isla que era nuestro destino. Cercanas a Uzushiogakure, el viaje no fue eterno ni mucho menos y se dejaba entrever un bosque de dimensiones razonables y una pequeña población, la única que alcanzaba a ver con la vista.

Una vez bajo el barco, me dispuse a caminar, todos íbamos dirección a aquel portón de madera que daba acceso a la civilización, la gente nativa nos daba la bienvenida al mismo tiempo que nos deseaba una feliz estancia por aquellos lares, la verdad es que parecían gente que disfrutaba de la visita de extranjeros y viajeros.

Ya dentro del pueblo pude ver como nada más llegar uno se topaba con un hostal, por lo menos así rezaba aquel enorme cartel que indicaba que allí se disponía de habitaciones donde pasar la noche. Me iría bien saberlo, por si se alargaba demasiado mi visita y en ese caso que pasase la noche allí. Pero hubo algo que me llamó la atención. De hecho, el bello se puso de punto y adopté la misma piel que tiene una gallina. Incluso un escalofrío recorrió el espinazo.


— Joder..

Era un periódico y la noticia que ilustraba desde el suelo era escalofriante.

Envío esta nota urgente para informar al mundo de los horribles planes que se están llevando a cabo aquí. ¡Es increíble! No sé si voy a poder salir vivo de aquí, porque me consta que ya andan detrás de mí. ¡Están por toda la ciudad!

Aquí se está preparando algo gordo, y lo peor es que no nos habíamos enterado de nada. ¡Estaban ahí, delante de nuestras narices! Escribo este mensaje desde el País d...

*Hagoromo-sama tenía razón... Ya están en marcha* me dije para mis adentros mientras sostenía aquel montón de papel que anunciaba la peor de las noticias.

Tuve la necesidad imperiosa de tomarme uno de mis caramelos así que eso fue lo que hice. Uno de limón en este caso. Delicioso.

Pero no podía apartar la mirada de aquellas pocas frases extraídas de vete tu a saber de qué lugar del mundo.

Suspiré profundo.



RE: No te adentres en la niebla... - Eikyuu Juro - 5/09/2016

Juro se marchó del hostal con el crujido de las viejas escaleras de madera de la planta baja como canción de despedida. Tenía la intención de haber saludado a la dueña, pero decidió no molestarla cuando vio que estaba bastante ocupada en el recibidor, atendiendo a numerosos clientes y repartiendo llaves por doquier. Estos parecían haber llegado todos juntos, como un grupo de turistas.

"Puede que sea la hora punta o algo"

Salió sin ser notado, sumido entre todo el alboroto que hacían los nuevos inquilinos - rezó silenciosamente para que su habitación estuviese lejos de la suya - y dio con el exterior otra vez.

Las calles seguían siendo igual de estrechas y largas que antes. Incluso ahora, con una mayor circulación de gente, parecían mucho más agobiantes, por lo que Juro decidió marcharse a la plaza; quizá encontrase algo interesante en algún puesto ambulante o algo que hacer.

Sin embargo, mientras rehacía el camino que daba a la puerta principal para llegar, vio algo que le llamó la atención. Un joven de una edad similar a la suya, estaba parado en mitad de la calle. Sostenía lo que parecía ser un viejo periódico entre sus manos, y parecía absorto en su lectura. Su pelo tenía un tono carmesí, y estaba recogido en una especie de coleta. No pudo ver bien su rostro, pero vio lo que pareció ser una bandana - lógicamente, tampoco pudo ver el signo - atada en su frente.

Por unos momentos, sintió que conocía de algo a ese chico, pero no pudo recordar de que. Se acercó un poco más, como si la respuesta estuviese tatuada en su piel. Pero antes de que pudiese llegar, un hombre pasó a toda velocidad caminando por la calle. Por su vestuario y su redecilla, parecía ser un cocinero que llegaba tarde al trabajo y ya iba vestido de casa.

El hombre ajeno a todo, el chico leyendo apaciblemente; fue irremediable que ambos tuvieran un pequeño choque. El cocinero estuvo a punto de caerse, pero recuperó el equilibrio y siguió caminando, no sin antes dirigirle una mirada de odio al chico.

— ¡No te quedes ahí mirando como un pasmarote! — antes de que pudiese responderle, el cocinero ya había desaparecido por la calle de la que Juro venía.

Un periódico tocó los pies de Juro. Debía de habérsele caído con el golpe. Sin dudarlo mucho, se acercó a él, tendiendole la mano y el periódico.

— ¿Estás bien? — le preguntó, tratando de ayudarle — Creo que esto es tuyo...


RE: No te adentres en la niebla... - Sasagani Yota - 10/09/2016

El golpe del cocinero me dio de lleno, como si me hubiese interpuesto en la trayectoria de una gacela huyendo despavorida.

— ¡No te quedes ahí mirando como un pasmarote!

El caramelo me saltó de la boca y se fue directamente al suelo, rompiéndose en miles de pedazos, lo cual me hizo enfurecer viendo como el muy capullo no se detuvo a preocuparse por mí, sino todo lo contrario.

— ¡Eh tu, gilipollas!

Traté de llamar su atención, pero fue en vano. Quien si se interesó fue un chico moreno que lucía la bandana de Uzushio en la frente, pero ni siquiera me sonaba.

— ¿Estás bien? — le preguntó, tratando de ayudarle — Creo que esto es tuyo...

— En realidad no, pero... ya que estamos, y viendo que somos del mismo lugar, lee lo que hay en portada

Mientras me reincorporaba esperaba que el chico leyese lo que había leído yo hacia unos instantes. aún tenía la piel erizada, no de forma tan evidente, pero aquella noticia me hizo sentir realmente incomodo y agobiado a la vez.

De pronto me vino a la mente el chico. ¡Claro! Coincidimos aquella fatídica noche en los templos abandonados y quizás también estuviese en el Torneo de los Dojos.


— Oye, tío, perdóname pero no caigo en tu nombre. Discúlpame. Yo soy Yota — me presenté al mismo tiempo que tendía mi mano para estrecharla con la suya.


RE: No te adentres en la niebla... - Eikyuu Juro - 11/09/2016

Después de soltar un insulto contra el despistado cocinero, el chico caído pareció interesarse por él. A diferencia de lo que Juro hubiese esperado, no tomó su mano ni le agradeció, sino que le dio con urgencia aquel periódico viejo y desgastado, con la necesidad de que lo leyese:

— En realidad no, pero... ya que estamos, y viendo que somos del mismo lugar, lee lo que hay en portada

Juro lo miró con duda, pero finalmente terminó por acceder y sumergirse en la pequeña nota que había escrita en aquellas hojas de papel.

Envío esta nota urgente para informar al mundo de los horribles planes que se están llevando a cabo aquí. ¡Es increíble! No sé si voy a poder salir vivo de aquí, porque me consta que ya andan detrás de mí. ¡Están por toda la ciudad!

Aquí se está preparando algo gordo, y lo peor es que no nos habíamos enterado de nada. ¡Estaban ahí, delante de nuestras narices! Escribo este mensaje desde el País d...

"¿Qué diablos?"

La piel de Juro, ya blanca de por sí, palideció aún más. ¡Esta nota lleva ya semanas! ¿Como no había podido enterarse antes?

Ahora entendió la razón de actuar del chico. Ni siquiera se dio cuenta del momento en que se incorporó del suelo. Le sobresaltó nuevamente, tendiendole la mano.

— Oye, tío, perdóname pero no caigo en tu nombre. Discúlpame. Yo soy Yota —

— Tranquilo, yo estaba igual... — murmuró, mientras le estrechaba la mano — Encantado Yota, yo soy Juro.

La imagen de la nota del periódico no podía salir de su cabeza en ese momento. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué horribles planes había? ¿Por qué narices no había dicho su posición desde el comienzo si sabía que estaba siendo perseguido?

"Quizá le asaltaron por sorpresa..." - reflexionó.

Sacudió la cabeza. Tenía que centrarse en Yota. Le devolvió el periódico, por si lo quería otra vez. Tendría que hablarle a Katsue de esto más tarde. Especialmente si planeaba seguir con sus viajes locos.

— Vaya... no sé qué decir... — murmuró, aun fijo en ese papel — Dios, me siento hasta culpable. Ni siquiera lo había leído antes. Gracias...


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