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[Unific] Lejos de la tormenta - Versión para impresión

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[Unific] Lejos de la tormenta - Karamaru - 13/09/2018


Primer Mizuyobi del Descenso del 218

Voy a empezar este diario de viaje principalmente por mi gusto obtenido al escribir sobre mi templo. Actualmente me encuentro a bordo del Relámpago Naranja una vieja carabela de pequeño tamaño en el puerto cercano a Shinogi-To. Tengo un pequeño camarote en solitario y escribo esta primer entrada mientras la tripulación termina de cargar las últimas cajas de suministros para el viaje.

Creo que cumplí con toda responsabilidad burocrática en cuánto a mi falta de presencia para el cumplimiento de mis tareas como shinobi y voy a transcurrir este viaje con esa idea en mente. Si existen repercusiones me enteraré a la vuelta. El motivo de mi viaje es uno, aunque lo sienta como muchos. Necesito encontrar un nuevo yo, algo que el entrenamiento no pudo lograr. La meditación tampoco, la escritura menos.

Las diferencias de cultura y la exclusión y soledad que he llegado a sentir por estar en territorio desconocido por tanto tiempo fuera del templo son abrumadoras. Ya un año y medio pasó desde que emprendí esta aventura fuera de mi hogar y todo fueron caídas, derrotas y malas noticias. Participé en un torneo en el que fui eliminado dando vergüenza en el primer combate. Represente a mi aldea en un examen de ascenso reprobando todo lo que se podía avergonzándome a mi, a Amegakure y a todo mi templo. Vi como gente de mi edad alcanzaba los rangos de chunin y jounin, sentí como el entrenamiento de un año y medio apenas había dado sus frutos a pesar de todo el esfuerzo. Vi como no encaje en la sociedad y las energías para mantenerse contento, amistoso y de buen humor poco a poco se fueron agotando.

A estas alturas todo mi ser espiritual esta desbastado, sin ganas de seguir. Probablemente nunca pueda alcanzar a mi promoción y siempre me mantendré un paso atrás, pero las caídas me hicieron aceptarlo. El reloj corre contra mi, el marcador es contra mi, a partir de ahora mi margen de mejora soy yo, yo soy mi propia competencia. Pensar en eso es lo único que me salva de darme por vencido, mi último agarre a estas ganas que poco a poco se fueron desgastando.

Me embarco en este viaje a las lejanas tierras del este, a los bosques del País del Hierro junto a un grupo de nómadas, aventureros, cazadores, exploradores y todo tipo de gente para establecer campamento durante unos meses allí. Somos casi veinte personas y me uní a este equipo gracias a una conversación de un bar escondido en las calles bajas de la aldea, y se los sigo agradeciendo. Todos nos sentimos unos extraños para con los otros, nadie se conoce de más de una conversación y todos están encerrados en sus camarotes. Tal vez eso cambie, pero creo que todos tenemos nuestros motivos para solo apoyarnos en silencio.

Mientras escribo ya este último párrafo los ruidos de la tripulación del barco pasan por los pasillos avisando que en unos pocos minutos partiremos. Subiré a la cubierta para ver por última vez la lluvia de mi nación y verla perderse en el horizonte.


Segundo Hoyobi del Descenso del 218

Tres días ya vamos a la mar. El informe de capitán que reporta que la llegada está planeada para dentro de diez días desde que zarpamos, eso sería el tercer Mizuyobi del Descenso. Según la tripulación son buenas noticias y si no nos agarra ningún contratiempo se puede considerar un viaje rápido.

El mar es tranquilo, el barco también lo es. Los pasajeros solo cruzamos miradas a la hora de la comida y en este almuerzo ya pude ver a unos tener conversaciones algo tímidas y sin sonrisas. El personal habla consigo mismo y de a ratos haciendo del barco un lugar de paz completo exceptuando momentos de actividad en cubierta. El aire es distinto, es más fresco y ligero, más puro. Disfruto estar en la proa del barco pegado al casco cerca del agua. El viento me pega en el rostro y el agua no se compara con la famosa lluvia de mi país. Sin duda pude conseguir un buen lugar donde despejarme y creo que escribir también hace lo suyo.

Poder plasmar mis ideas siento que me ayuda, suelo escribir algunos borradores sin coherencia aparte de este diario. Me siento un poco más... ordenado, ¿tal vez? No lo sé, sé que me ayuda a planear mis problemas, me ayuda a encararlos y tomarlos uno a uno. Sin embargo, creo que es pronto para eso, mi cabeza no es clara todavía y reina la confusión. Creo que mi maestro estaría orgulloso de mi, al menos por esta decisión.

Me hubiese dado malos ojos ante tales fracasos, pero necesité un gran esfuerzo para aceptarlos y decidirme a superarlos. Esfuerzo para emprender el viaje, para entender que mi mente estaba a oscuras y necesitaba un poco de luz, para entender que correr contra otros y mantener la mirada en ellos no permite mirarse a uno mismo. Porque eso lo necesito, entenderme, saber quien soy y cuales son mis cualidades. No seré el mejor, no me comeré el mundo, pero tengo que lograr ser lo suficientemente sabio para superarme a mi mismo, día tras día y el corto proceso algún día, aunque el camino esté plagado de derrotas, de frutos. Algún día llegará mi momento, un fugaz segundo en el que pueda brillar, y debo de estar preparado.


Tercer Kazeyobi del Descenso del 218

El arribo esta estipulado para mañana, y no parece haber nada que cambie los planes. Ya entablé una leve relación con varios de los pasajeros que tenemos pensado asentarnos en los bosques del País del Hierro. Todos se presentan reservados pero buena gente, y encontré una especial relación con un señor mayor llamado Shimura. Habla lento y pausado como un anciano calmo haría y me transmite una paz interior que hacía tiempo no sentía. El hombre es un ser de gran tranquilidad y sabiduría y comencé a disfrutar poder escucharlo hablar con las pocas y seleccionadas palabras que usa.

El resto de hombres no pudieron despertar nada en mi, son simples personas con buenos ideales y de buena fe pero que al igual que yo muchos están perdidos. Excepto una mujer, y no la única por cierto. Tardé varios días porque siempre andaban ocultas bajo ropa, pero poco menos de la mitad de los pasajeros son mujeres. Tardaron en hablarse pero creo que ese pequeño grupo es el que logro la mejor relación aquí arriba del barco, todas de gran porte y varias de un físico que yo podría envidiar. Excepto esa única mujer, petisa y la más menudita de todas. También habla poco, pero disfruta al igual que yo escuchar al anciano, somos los únicos que lo hacemos.

No me dijo su nombre, esquiva la pregunta, y como todos aquí creo que cada uno tiene sus cosas que esconder. No insistí ni voy a hacerlo, pero es agradable verla siempre con una sonrisa en el rostro, creo que todos los necesitamos en un viaje así.

Es la primera vez que escribo de noche, mis otras de anotaciones fueron con la luz que entra por un pequeña ventana redonda en la pared del camarote. Estas palabras las iluminan dos velas a cada lado de la cama. Sí, escribo acostado, no sé por qué, supongo que me molesta estar tanto tiempo sentado con tanto vaivén del barco con las olas. No lo sé, simplemente lo hago y me es cómodo. Creo que mi próxima entrada será en tierra, muy probable que sea tras montar campamento. La escritura me despierta cierta emoción y estoy empezando a tener ansias de poder llegar para escribir qué tal son esas primeras horas en lo desconocido.


Tercer Raiyobi del Descenso del 218

Bueno, otra vez estamos de noche aunque esta vez a la luz de una sola y pequeña vela en una diminuta carpa para mi solo. Cada uno tiene la suya. La primer noche casi nadie pegó el ojo, todos estuvimos trabajando para poder tener todo funcionando. Pero deja que me aclare.

El barco nos dejó en las costas del barco y zarpó de inmediato para cumplir con otros trabajos. Dieron el aviso, tal cual como había prometido allá en Shinogi-To, que volverían los primeros días del Augurio de Otoño. Nos vimos las caras varios minutos en las costas sin saber bien qué hacer, no estábamos coordinados para eso. Pero los muchachos, y muchachas se distribuyeron el trabajo casi sin hablar.

La batuta inicial la tomó una mujer pelirroja fornida de voz gruesa. En lo poco que había dicho mencionó que era su segunda vez, me atrevo a adivinar que la única en hacerlo, y creo que todos confiamos al instinto en ella. Nos adentramos en el bosque con cautela y al par de horas de caminata nos detuvimos. Algunos, entre los que me encontré, descansamos. Otros con más conocimientos en áreas como la caza o la flora decidieron dar una vuelta alrededor del área. Pude escuchar una conversación entre ellos y lo que empecé a denominar líder del grupo, la pelirroja, y al poco tiempo nos pusimos en marcha nuevamente.

Todos llevamos poca carga, una mochila grande, una carpa y una bolsa de dormir son los elementos comunes entre todos. Debo de ser de los pocos que tienen algo donde escribir. Unas horas más tarde el procedimiento se repitió tras detenernos en un claro. Esta vez nos quedamos ahí definitivamente. Para ese momento ya se había hecho de noche y todos comenzamos a asentarnos y desplegar nuestras cosas. Se fabricó una fogata y se cocinaron unos animales que habías traído del barco, si nadie comía de más teníamos los primeros tres días asegurados. Hubo poca conversación, pero uno de los exploradores aseguró saber de un arroyo cerca del que podríamos obtener agua dulce.

Ah, me olvidaba. El clima aquí es frío, bastante, pero todos estuvimos bien en traer abrigo suficiente, incluso el anciano a pesar de que lo soporta de manera admirable. Se respira el mismo aire fresco del mar y las plantas y animales dan un ambiente mucho más natural y vivo que el desierto acuático. Nieva, gran parte del tiempo además, y cada pisada se hunde unos pocos centímetros. Poco más puedo describirlo, pero creo que tiene unos atardeceres hermosos este lugar.

Siguiendo, llegó el primer amanecer con la gran mayoría sin dormir pero con energías de sobra. Todos nos desplegamos a hacer diferentes tareas, la mía junto con el anciano fue buscar madera. Hice todo el trabajo yo, Shimura se dedicó a observarme, pero no me puedo quejar. Mantuve la cabeza ocupada y me di un poco de tiempo antes de centrarme en mis problemas. Me sentí vigilado y evaluado por el hombre a cada paso que daba, como si nuevamente me enfrentara a la situación de satisfacer a mi maestro en el templo. Fue nostálgico, aunque también un poco extraño. Pude ver nuevamente a esa joven, estuvo con los exploradores yendo de aquí para allá y se detuvo a hablar unos pocos minutos con el anciano.

Para el fin del día me pude tomar unas dos horas, estipulo, en el arroyo. Terminó estando más cerca y ser más grande y profundo de lo que se esperaba. La mente en blanco y la soledad otorgan cierta conexión con la naturaleza, algo que no puedo en palabras. Es casi como sentirse parte de ella, que te transmite cierta tranquilidad como lo haría una madre. Es extraño. Lo sé, ya todo empieza a serlo. No vi a nadie acercarse a bañarse al arroyo, debe de ser el único lugar donde hacerlo. Seguramente nadie se anime a desvestirse con el frío.

Pero eso nos lleva a esta noche donde ya pudimos conseguir algunos animales pequeños y conocer el terreno alrededor. Escuché planes de empezar a hacer algo con la madera, hay gente aquí que vino para trabajar bastante más que para relajarse. Pero bueno, no soy quién para juzgar, tal vez esa es su manera de conseguirlo. El sueño está llegando por fin y creo que lo voy a abrazar muy fuerte. Ya veré cuando me pueda poner a escribir de nuevo.


Cuarto Mizuyobi del Descenso del 218

Si no me equivoco, y no lo hago porque revise la fecha ahora mismo, hace casi una semana que no escribo. No estuve especialmente ocupado, pero me tomó la mayor parte del tiempo para pensar. Sobre el viaje y la gente no tengo mucho que comentar.

Muchas tareas ya se cumplieron y no necesitan volver hacerse, lo que hace a las tareas diarias mucho más rápidas. Se pudo hacer una estructura bastante precaria de madera para cubrir las carpas de la nieve y mantenerlas un poco más cálidas por las noches. Llega a hacer un frío bastante grave. En esta semana hubo dos días que dejó de nevar a la tarde y el Sol dio lo suficiente para que no se sufriera tanto el poder bañarse en el arroyo. Se necesitaba un poco de limpieza aunque rápida y sufrida, y nadie tuvo ninguna vergüenza de estar falto de ropa frente a los demás. Pero creo que esas son todas las novedades que tengo en cuanto al grupo. Ah, creo que dos hombres que andan un poco cariñosos estos últimos días, pero más allá de eso todos nos mantenemos con poca comunicación.

En cuanto a mi creo que fue una semana productiva. Me pude tomar mucho tiempo personal, interiorizar los problemas. Empecé a tener conversaciones más largas con el anciano donde incluso la muchacha formó parte. Shimura comenzó a escucharnos a nosotros, nos abrimos un poco más y siento que empezamos a formar algún tipo de confianza. No sé por qué conseguimos esta predisposición, sentimos al hombre capaz de resolver nuestros conflictos, de eso estamos de acuerdo. Sí, tuve unas pocas y cortas conversaciones con la mujer sin nombre, entiendo que solo fue pura cordialidad por compartir tiempo con el anciano. Estuve pensando en maneras de nombrarle, al menos en este diario, pero no se me ocurra ninguna que me agrade.

El anciano en varias conversaciones que tuvimos me instó a empezar a trabajar físicamente y no que tomase el viaje solamente como un retiro mental. No entiendo los motivos, pero creo que está siendo mal de mi parte dejarme estar durante tantos días, tal vez mañana haga algo, tengo que empezar. El ambiente seco y el frío hacen que no casi ni transpire y con la falta de baños regulares creo que es una buena noticia de cara a empezar a moverme un poco. Creo que eso va siendo todo por hoy, no tengo mucho más que comentar.

PD: Escribo unas horas más tarde. Definitivamente la pelirroja se tomado el puesto de liderazgo y se formó una especie de jerarquía. Los pocos cazadores eligieron al más experimentado, uno de los exploradores se eligió el puesto solo, hay un hombre bastante fuerte que se unió al círculo cercano que con su presencia parece mantener a todos a raya (aunque no haya ningún inconveniente), y hay una mujer que sabe bastante sobre el trabajo con madera y los elementos de supervivencia. De hecho es la encargada de las fogatas de todas las noches. Esos cuatro forman una especie de consejo junto a la mujer y hacen que todo marche bien.

Tal vez se sacrifican. Hablan poco, pero lo suficiente para que el resto no se sienta obligado a hacerlo.


Sexto Hoyobi del Descenso del 218

Más de una semana esta vez, pero vaya que días. Shimura se tramaba más de lo que se veía a simple vista, empezar a entrenar de nuevo no fue casualidad. Hubo una larga conversación llena de mensajes ocultos, no sé cuáles pero sé que estaban ahí. La verdad que ya ni la recuerdo, pero por algún el viejo se dio cuenta que era shinobi. Y eso que lo intenté ocultar lo mejor posible, no sé muy bien por qué.

La cuestión es que se presentó como un antiguo pupilo de una kunoichi que lo entreno fuera del sistema. Nunca le reveló su aldea, si es que pertenecía a una, pero todas las semanas viajaba a su pueblo para enseñarle a él y solo a él. Aprendió a lanzar kunai y blandir espadas pero lo más importante es que comenzó a moldear el chakra a su voluntad.

A partir de esa conversación que tuvo conmigo y la mujer (que sigo sin encontrarle un nombre adecuado) varios días nos alejamos del campamento para estar fuera de vistas ajenas. Nos mostró sus habilidades con el Doton y la cara de sorpresa de la muchacha fue algo de no olvidar. Claro, ella no conocía nada de eso y el hombre la había tomado como principal referente de enseñanza. Parece que caí de rebote, que no estaba del todo convencido de tomarme a mi también, pero igualmente estoy agradecido que lo haya hecho.

De esto una semana y ninguno de los pudimos siquiera mover un poquito de tierra, mientras que el viejo se cansó de levantar bloques y bloques como si estuviese moldeando arena. Es una sensación hermosa y nostálgica el sentirse nuevamente bajo la tutela de un maestro, mucho más útil que ser autodidacta. Pero me está manteniendo la cabeza ocupada y eso no es bueno, necesito poder pensar en mí y con tanto esfuerzo que estoy empleando no me quedan ganas ni de pensar. Voy a intentar sacar algunos días para mi, me obligo a hacerlo, sino no estaría cumpliendo mi objetivo.


Primer Raiyobi del Augurio del 218.

Todo un mes sin escribir, lo sé. Mucho que contar, muchas cosas de las que incluso ya ni me acuerdo. Pero cumplí lo que me proponía, y más también. Creo que fui perdiendo un poco las ganas de extenderme últimamente, así probablemente mantenga esto corto a pesar de poder escribir de más.

Ya estoy en el barco, acabamos de zarpar de vuelta a casa. A los pocos días de mi última entrada desapareció mi lápiz y no pude seguir. Logré finalmente, al igual que Violeta, conseguir avanzar rápidamente en las enseñanzas del anciano Shimura. El nombre que le encontré, me dijo su color favorito, fue suficiente para identificarla con algo.

El entrenamiento del anciano me empujó mis propios límites, creo que mejoré en gran medida en muchos aspectos técnicos y físicos durante este viaje gracias también a varias actividades que realicé con el resto de la comunidad. Nos vamos bastante unidos, casi tristes de separarnos. Dediqué muchas horas a sentarme cerca del arroyo y dar vueltas en la cabeza. Me siento nuevo, creo que cambié, no sé si para bien o para mal, pero definitivamente dejé los problemas atrás. El frío y la naturaleza me calmaron, en general.

Me apena no poder entrar en detalles de ese día a día que podría haber transmitido. Fueron momentos de gran emoción, una emoción que ahora me cuesta sentir. Violeta me hizo darme cuenta que tenía la cabeza desordenada no solo por los fallos, si no también por cómo era, por mi forma de pensar o la falta de ello. Según ella seguía siendo impulsivo como un niño, una mente inmadura que era amistosa, sí, pero falta de sabiduría. Y no creo que la tenga todavía, pero me puso en un buen camino.

Espero poder volver a verla, al anciano también. Esperaba cosas del destino que no se cumplieron, así que no crearé falsa fe en que eso pasé. No esta vez.



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