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El Conejo Blanco - Versión para impresión

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El Conejo Blanco - Sagiso Ranko - 16/08/2019

Tomo en el cual se narran las vivencias de la joven Sagisō Ranko y su interacción con su familia.

A finales del año 218, Ranko viajó hasta el Valle de Unraikyo y se enfrentó a King Rōga en un combate amistoso. Antes de partir, su madre le regaló una wakizashi, bautizada por la joven como Higanbana. Además, su madre le dio una condición especial para poder dejarla ir. Ésta es la historia de cómo Ranko obtuvo tal permiso.

Puedes ir a explorar el mundo a como le dijiste a... ahm... un pajarito, solo si logras escapar de mí. Ahora ve a tu cuarto y prepara tus cosas. Veremos si estás lista.

Ranko asintió. Con paso lento pero firme, fue a su habitación, se cambió a su típico atuendo de combate y empacó todo lo que consideró necesario en una gran mochila. Casi en modo automático, se vio en el umbral de su recámara. Su corazón le latía incansablemente de la emoción. No se dio cuenta de que no había ningún sirviente ese día en la casa, por orden de Komachi. Tuvo entonces una idea. No tenía por qué regresar al área de entrenamiento, con su madre. ¡Podría escabullirse de una vez por la puerta principal y estaría consiguiendo el permiso!

Con el máximo silencio que pudo, y sin voltear atrás, fue hasta la parte delantera de la casa y abrió la puerta.

Oh, creíste que no pensaría en esto, ¿verdad? —Su madre estaba ya bloqueando la entrada. Antes de que Ranko pudiese responder, la mujer le lanzó un rodillazo a la cara. La joven apenas y pudo esquivarlo saltando hacia atrás.

Komachi arremetió de nuevo. Parecía un fantasma, no solo por sus movimientos elegantes y veloces, sino que el kimono púrpura holgado que usaba ondeaba de manera espectral a cada paso. A Ranko le costaba esquivar las patadas y embistes de la mujer, quien parecía estarse conteniendo y divirtiendo a la vez. Es más: los golpes no alcanzaban a conectar con nada, de manera que nada en el pasillo se vio afectado de milagro. Ranko regresó al área de entrenamiento. Era un patio amplio y sin techo. Podría utilizarlo para escapar si encontraba una apertura.

Sin embargo, su madre también la estaba esperando allí.

"¿¡Eh!? ¡Era un clon de sombras!" pensó Ranko. Pero no dudó, se lanzó hacia la mujer que tenía enfrente con una patada.

¡Dynamic Entry!

Oh, demasiado básico.

Como si apartase la rama de una planta de ornato, Komachi tomó su pipa kiseru, imbuyéndola de su gran fuerza, y la usó para apartar la patada de su hija. Ranko pasó entonces por su lado, para caer luego al suelo del área de entrenamiento. La pelirroja no perdió tiempo y avanzó hacia Ranko.

¿Qué pasa si te encuentras con alguien más fuerte que tú en el camino? —Saltó y asestó una patada descendente que golpeó el suelo, pues su hija había retrocedido —. A) Te enfrentas a esa persona y usas cada gramo de tu ser para superarte —Otro salto con patada descendente, pero esta vez la encadenó con un rodillazo que, a diferencia de los otros dos movimientos, sí conectó —. O B) Huyes. ¿Qué será, Ran-chan?

La chica de la trenza retrocedió, con los brazos contra el estómago. Pero no cayó de rodillas. Alzó la vista, como si tirara del cielo para levantarse, y se colocó en posición.

Me enfrentaré a esa persona —El peso de su equipaje la ralentizaba, pero pensó que, si lo dejaba, tendría un retraso importante al conseguir alguna apertura, por lo que decidió conservarlo a la espalda —. ¡Y la venceré!

Komachi previó cada una de las patadas de Ranko, cada uno de sus pasos y cada uno de sus bloqueos. Si la chica evadía alguno de los golpes de su madre, era porque ésta así lo permitía. La mujer usaba su pipa para desviar uno que otro golpe, haciéndolo ver tan fácil, o haciéndola ver tan débil. Eventualmente, Ranko comenzó a sentirse cansada. Su velocidad disminuyó poco a poco y sus golpes perdieron fuerza.

¿Cómo la vencerás? —Komachi no había soltado su pipa en ningún momento, y ahora fumaba un poco de ella —. Dime, ¿Cómo?

Yo… yo…

¡Dime!

Una patada más al estómago de Ranko, un avance y otra patada más a su mentón fueron suficientes para derribarla. La chica ya sangraba, amén de tener varios raspones.

Entonces no es la respuesta correcta. De nuevo, ¿Qué pasa si te encuentras a alguien más fuerte que tú en el camino?

L-lo… lo enfrento… —Ranko se incorporó, sentándose en el suelo. Pensó un momento.

"¿No es correcto? Entonces… ¿Hay que huir? La condición era escapar de ella, pero… ¿Cómo? ¿Cómo escapo de un límite que no puedo romper? ¿Acaso madre quería que…? Pensé que había que enfrentar todos los riesgos y peligros ¡Eso hacen los héroes! Pero tal parece que… Tal parece que no es del todo cierto..."

Y… y analizo cómo superarlo. —Ranko alzó la vista hacia su madre. Sin embargo, algo más allá captó su atención. En el borde del muro del área de entrenamiento, se podía ver algún mechón pelirrojo, como de alguien que intenta no ser visto y falla por poco "O como alguien que espera…"

Muy bien, Ran-chan. Ésa suena más a respuesta correcta. ¿Y después de eso?

Komachi dio unos pasos hacia ella, pero Ranko se puso de pie, adolorida, y retrocedió lo mismo.

N-no hay nada malo en huir, ¿Cierto? Por eso es una opción.

Interesante conclusión. Uno suele luchar para sobrevivir o defenderse. Pero todo tiene un límite. No es lo mismo intentar usar un cuchillo para cortar un arbusto que usarlo para intentar talar un árbol. Si reconoces que no puedes sobrepasar algo, lo sensato es alejarse del combate. Por eso mi condición fue escapar, no vencer.

Ya… ya entiendo. Por eso… ¡Por eso utilizaré mi nuevo jutsu! —Ranko alzó la voz a como pocas veces lo hacía. Komachi se sorprendió y se detuvo de golpe. La chica hizo un sello y gritó —. ¡Jutsu Secreto: Arte Ninja de Invocación!

¿Qué? ¿Cómo…? —Pero un estruendo detrás de ella la interrumpió. Un estruendo seguido del trino de mil pájaros.

¡Chidori!

Al voltearse, Komachi vio a su otra hija, Kuumi, saltando hacia ella con su mano derecha envuelta en chakra relámpago. Aunque intentó detenerlo con su siniestra, el jutsu se enterró de lleno en su pecho. Komachi entonces se convirtió en una roca, la cual estalló en pedacitos ante el poder de la pelirroja menor.

Bien, nunca dije que no pudieras recibir ayuda, así que lo consideraré legal. —Komachi se había apartado del par gracias a su Kawarimi no jutsu, pero ahora se les acercaba de nuevo.

Ranko se sintió llena de energía otra vez, como si Kuumi le transfiriese todos sus ánimos.

¿Lista, Ran-chan? ¿Quieres usar eso? —Kuumi se tronó los dedos de ambas manos para luego ponerse en posición de combate.

Sí. Kuu-chan.

¡Hermoso! ¡Vamos, chicas!

Komachi saltó, pero las manos de Kuumi fueron casi tan rápidas como ella.

¡Raiton: Kangehika!

Una descarga de potentes relámpagos surgió de las manos de Kuumi, pero no se dirigieron a Komachi, sino al suelo justo delante de ella, lo que levantó una buena cantidad de arena y gravilla. La mujer, usuaria de Fūton, soltó un fortísimo respiro, apartando la nube de polvo con suma sencillez. Pero ahora solo vio a Kuumi. Ranko caería encima de ella, lista para asestarle una fuerte patada en la cabeza. Pero la jōnin mostró su nivel, interrumpiendo su carrera en un instante para dar un salto lateral, saliendo de la trayectoria de Ranko.

Kuumi continuó el ataque con un salto y dos patadas aéreas. Komachi bloqueó ambas con la pipa kiseru, imbuyéndola de chakra. Cuando intentó contraatacar, Kuumi se alejó de un salto mientras hacía sellos y agitaba su mano hacia adelante.

¡Chidori senbon! —Una ráfaga de agujas eléctricas se desplegó en su dirección, pero la jōnin pudo evadirla de un salto vertical muy potente.

Renkūdan. —Aún en el aire, la mujer disparó una fuerte bala de aire comprimido hacia su hija. Antes de que llegara, se había levantado un muro de tierra de la nada. En su superficie se podía apreciar el emblema de la familia Sagisō —. Oh, eso me gusta.

La técnica de Fūton partió a la mitad el muro, autoría de Ranko, quien ahora corría hacia su derecha. Kuumi, al mismo tiempo, intentaba rodearla por su izquierda.

Podrían trabajar un poquito más en su estrategia, chicas.

Las hermanas se lanzaron al mismo tiempo, listas para golpear a su madre, pero ésta, sin pensarlo mucho, giró para contraatacar, lanzando una patada y un puñetazo a ambos lados. Pero éstos no golpearon. En su lugar, las hermanas se deshicieron en sendas nubecillas translúcidas.

Oh, no.

Cuando volteó hacia el muro semidestruido, a su lado vio a Ranko acostada boca arriba, apoyada en sus codos, con las piernas retraídas hacia su cuerpo. Kuumi parecía estar en cuclillas sobre las plantas de su hermana, con chakra eléctrico formándose de nuevo en su mano.

¡KuuRan Fukugi: To
Kodan!

Ranko dio una patada doble con toda su fuerza a la vez que Kuumi saltaba enérgicamente. Habían bautizado a esa técnica como Movimiento Combinado KuuRan: Catapulta de Conejo, Bala de Tigre, un nombre que les tomó tres días enteros idear. Si bien Ranko no era capaz de lanzar a alguien por los aires, el impulso de ambas logró que Kuumi volara velozmente hacia Komachi, quien apenas y pudo reaccionar.

Komachi, con una enorme sonrisa, soltó su pipa y, concentrando toda su fuerza, asió a Kuumi de la muñeca, justo antes que su Raiton la alcanzara. La energía del ataque fue tal que no pudo detenerla, sino que la desvió, y tuvo que lanzar a su hija contra el suelo del patio de entrenamiento. La mujer se volteó rápidamente para encarar a su otra hija, pero se detuvo en seco.

Ranko ya no estaba.

Oh, chica lista…

Je… Funcionó a la perfección, ¿no? —Kuumi se ponía de pie con dificultad —. Ran-chan no es rápida, y supuse que esto te distraería.

Komachi revoloteó el cabello de Kuumi, soltando una carcajada.

Estoy realmente orgullosa de ustedes. Algunos dicen que el momento en el que uno se siente más fuerte es cuando pide ayuda. Me alegra tanto que ustedes dos entiendan eso.

Kuumi se inflamó de autoestima.

Y ahora Ran-chan irá a…

Ella lo decidirá. Ahora sé una buena chica y recoge mi pipa.


RE: El Conejo Blanco - Sagiso Ranko - 13/02/2020

Durante el verano de 219, en el Día del Perro y el Gato/Gato y el Perro, Ranko y Kuumi se toparon con una kunoichi de Uzushiogakure llamada Aburame Mei. A pesar de tener roces con Kuumi, y causar una breve pelea entre las hermanas, Mei entabló rápida amistad con Ranko. Sentimientos nunca antes experimentados florecieron en el Conejo Blanco, quien quedó embelesada por quien ella llamó "Mushihime". Las chicas acordaron encontrarse de nuevo en Bienvenida del siguiente año, en un pueblo al noroeste de Ōnindo, Yukio. Ésta es la historia de las vivencias de Sagisō Ranko en dicho lugar.

Segundo Mizuyōbi de Bienvenida, 220


Fue su primer viaje en ferrocarril, y Ranko disfrutó tanto el largo trayecto como el destino. Cuando bajó en la estación cercana a Yukio, vestía una capa de viaje verde oscuro, y ropas marrones debajo. Una vestimenta algo extraña en la Kusajin, pues estaba acostumbrada a llevar ropas, si bien cómodas y flexibles, de diseño hermoso. Pero ese día no era uno para vestirse elegantemente, era uno para llegar rápido.

Bajó pues y, después de ver un mapa de ésos de "usted está aquí" y ubicar su lugar objetivo, comenzó su andar hacia la ciudad de las nieves. Era inicios de primavera, por lo que la nevada había cesado. Claro que la ciudad seguía teniendo una leve capa blanca, una que se fusionaba con la tundra de más al norte, pero lentamente la perdía.

Mientras caminaba, Ranko lamentó que no fuese pleno invierno, para estar rodeada de copos de nieve y luces de faroles. Aunque de cierta manera le aliviaba que no fuese así, pues no estaba acostumbrada a climas tan extremos. Pero no importaba: a pesar del frío que sentía, el calor de su corazón la mantenía con determinación.

La entrada a Yukio le mostró de lleno la belleza del lugar. Casas pequeñas, de hermosa arquitectura. Alguna que otra plazuela amplias, de esas que la kunoichi adora toparse. Gente platicando en pequeños grupos, lo suficiente para mantener el calor de una conversación diaria. Ranko respiró profundamente y, mirando de calle a calle, buscó el lugar que había visto en el mapa.

Unos minutos después, cuando lo encontró, ya eran las cinco y media de la tarde, y el ocaso amenazaba con hacerse presente en las tierras del norte. Era una posada, la mejor que pudo encontrar, o al menos la más costosa. Sus dos plantas sobresalían de entre los edificios cercanos, y su fachada con ornamentos circulares le daba un aire festivo. Yukihime era su nombre. La princesa de hielo.

"Un nombre perfecto para una estadía perfecta" se dijo, sintiendo una emoción que pocas veces había sentido en su pecho.

Entró, con una gran mochila detrás y un bolso más a la mano.

El lugar era más grande por dentro de lo que aparentaba, y una calidez la reconfortó apenas dar unos pasos dentro. La recepcionista, una chica de piel morena y cabello aún más oscuro, la saludó con una reverencia. Un hombre cerca de un pasillo se apresuró a hacer lo mismo.

Bienvenida al Yukihime, señorita. La hora de registro es a mediodía, pero puedo revisar si tenemos cuartos disponibles…

Ah… e-eh… N-no, yo… —Respiró profundamente, recordando la razón de su viaje y lo cerca que estaba de completarlo —. Escribí hace meses. M-mi nombre es Ranko. Sagisō Ranko. E-escribí hace tiempo pa-para reservar una habitación. Di-Disculpe llegar ahora. Creo q-que… Creo que calculé mal el viaje en tren ja ja… ja…

La mujer se dio prisa en revisar el libro de registros mientras Ranko dejaba su equipaje en el suelo.

¡Oh! ¡Aquí está! Le ruego me disculpe, Sagisō Ranko-sama. ¡Bienvenida! Su estancia es de tres noches, ¿Cierto? Deje que nos encarguemos de su equipaje —El hombre se acercó y, de manera muy respetuosa, tomó la mochila y el bolso de Ranko y subió a la segunda planta —. Su cuarto tiene vista al borde de la ciudad, y puede ver el sol aparecer entre las montañas al alba. ¡Espero disfrute su estancia con nosotros, Sagisō-sama!

La recepcionista le entregó un juego de llaves con el número doce grabado en una ficha de metal exquisitamente tallada. Le dedicó una reverencia, la cual Ranko respondió. La kunoichi, con pasos levemente temblorosos, subió por las escaleras y buscó brevemente con la vista al hombre. Éste le esperaba a la puerta del último cuarto. Fue rápidamente hacia él y lo despidió con una reverencia más.

M-muchas gracias. Yo las meteré. Gracias.

Mientras el hombre desaparecía por las escaleras, Ranko usaba la llave para entrar. Era una habitación amplia, con una cama doble y dos mesitas/burós a cada lado. Había un pequeño armario del lado derecho del cuarto, junto a la puerta que Ranko supuso era el baño. En la pared de enfrente había una ventana con la cortina corrida. Podía ver la silueta de las montañas apenas contrastadas con la oscuridad del ocaso.

Ranko respiró profundamente y se echó sobre la cama. Gritó como niñita con la cara enterrada en una almohada. Estaba emocionada, asustada, nerviosa, alegre y asustada otra vez.

Ranko, ¡Ranko! ¿Qué has hecho? ¿Hasta dónde has ido? ¡Qué tan lejos ha llegado Ranko decidida! —se dio la vuelta, con la mirada fija en el techo de madera —. No. Ya estoy aquí. Ya no puedo retractarme. Vine aquí porque quise. Porque quiero. Vine por...

Buscó entre sus ropas un papel. Era una carta doblada, cuidada lo más posible, pero ligeramente gastada, pues Ranko la sacaba de vez en cuando, por las noches, para meditar antes de dormir. Una carta dejada por una Uzujin de cabellos bicolores. Una princesa de mariposas.

Mushihime.

Respiró el olor a papel de la carta. Ya hacía tiempo que el perfume se había desvanecido, pero Ranko podía recordarlo perfectamente: un aroma a rosas enervante, hermoso como su portadora.

Kuumi ya sabía todo, su madre lo sospechaba, su padre lo ignoraba. La primera persona con un lugar especial en el corazón de Ranko. Y tenía una cita con ella, en esa ciudad, al día siguiente. Ni Ranko misma podía creerse haber decidido irse a Yukio sólo por eso. Había utilizado el dinero de su regalo de cumpleaños exclusivamente para ello. Y se moría de nervios y de la emoción.

Y ahora, después de añorarlo por meses, estaba tan cerca de volverla a ver. Besó la casi desaparecida silueta de labios rojos que quedaba en el papel, e imaginó, con un corazón acelerado, que al día siguiente lo haría con los de verdad.

Oh, Mei-hime… —suspiró.


RE: El Conejo Blanco - Sagiso Ranko - 25/02/2020

Segundo Raiyōbi de Bienvenida, 220

Cuando amaneció, la mente de Ranko se llenó de música. No venía del cuarto, o del pasillo, sino del interior de la misma kunoichi.

"Es hoy."

Su corazón latía a mil por minuto, nunca había estado tan nerviosa, tan emocionada. Se bañó temprano, con un agua tan fría que podría haberla dejado como paleta. Se vistió con un kimono grueso color blanco, con diseño de flores, tallos y hojas dorados, y un obi amarillo. Pensó dejarse el cabello suelto, que volara dramáticamente al viento, pero decidió hacerse una trenza, como siempre, lo más elegante posible.

Así, si Mei la veía por atrás, reconocería su larga y característica trenza.

"Es hoy."

¿Y cómo encontraría a una persona específica en un pueblo entero? Lo había pensado por un buen rato, y le había llegado a la mente algo.

"La gente dice que cuanto más buscas algo, más difícil es encontrarlo. ¡Así que esperaré en un lugar, con los ojos bien abiertos!"

Salió al frío de una primavera temprana, apenas a la luz del día. Buscó un punto cercano a la entrada del pueblo, donde pudiera sentarse. Un árbol con ramas cubiertas de nieve fue el sitio perfecto: tenía buena visión del camino que llevaba desde el inicio hasta la parte más poblada de Yukio. Se sentó con una enorme sonrisa en su rostro, y ojos llenos de esperanza. Las raíces del árbol estaban, por supuesto, heladas, pero aguantaría, pues no pasaría mucho antes de ver a Mei. ¿Verdad?


Pasó mucho antes de que Ranko decidiera ponerse de pie. Había aguantado el hambre (y otras cosas) por horas, con el solo fin de no perder la pista de quién entraba o quién paseaba por Yukio. Estaba segura que habría visto a la Uzujin de una u otra forma, tarde o temprano, si hubiese estado en Yukio.

"Ella viene a verme tendría que pasar por aquí y buscarme, ¿No? ¿No? Y si tuviera la misma idea que yo, debería escoger un área similar, ¿No? ¿No?"

Caía la noche, y su cuerpo temblaba. Dio un último vistazo a las calles, ahora vacías, y se dirigió, tiritando, al Yukihime. Comió tres porciones de cena y bebió dos enormes vasos de té, y luego pasó la noche meditando si Mei había decidido dejarla sola.


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