De nuestras cenizas - Versión para impresión +- NinjaWorld (https://ninjaworld.es) +-- Foro: País del Agua (https://ninjaworld.es/foro-pais-del-agua) +--- Foro: Ciudad sumergida de la Niebla (https://ninjaworld.es/foro-ciudad-sumergida-de-la-niebla) +--- Tema: De nuestras cenizas (/tema-de-nuestras-cenizas) Páginas:
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De nuestras cenizas - Umikiba Kaido - 26/11/2019 Mizuyōbi, Viento Gris de 219 Hacía frío. Mucho frío. El enorme lago que inundaba a la esotérica y olvidada ciudad de la Niebla, ahora sumergida en galones y galones de agua; crispaba con el paso de dos hombres que caminaban apaciguados sobre el mar, rompiendo las finas capas de hielo que se formaba gracias a las bajas temperaturas. Umikiba Kaido se detuvo y contempló, quizás por primera vez, la magnanimidad de aquel templo olvidado. Su corazón palpitaba como un caballo encabritado, aupado por una sensación de familiaridad que inundaba su cuerpo como queriéndole decir que, finalmente, estaba en casa. Y vaya hogar, que recibía a sus dos visitantes con vestigios de destrucción y muerte. Con un trasfondo de edificios derruidos, apenas erguidos, y que entre sus piedras y escombros aguardaban los huesos de aquellos que habrían perecido cuando aquella ciudad era aún una de las grandes, en los tiempos del viejo Oonindo; la ciudad Sumergida de la Niebla iba a ser testigo de un acontecimiento de época donde ni la espesa niebla que les cubría iba a ser capaz de ocultar a lo que, desde ese día, llamarían en Sekiryu como el Resurgimiento del Dragón. El gyojin postró su mirada en una montaña. Una montaña de piedra oscura, cuyas rocas ásperas lucían magulladas, aún, por el beso de Raijin. RE: De nuestras cenizas - Ryūnosuke - 27/11/2019 Y la montaña le devolvió la mirada. Con esos ojos verdes, tan intensos, tan brillantes. Un lector despistado podría imaginárselos del color de un prado, del vidrio de una botella de sidra, o del del musgo que crecía en las rocas de un río. No, no era ese tipo de verde, sino el que alumbraba por un ínfimo instante el cielo cuando moría el sol. Ese último rayo del ocaso. Ese tono de muerte. Ese mismo brillo que desprendía el filo de una guillotina antes de caer. Seis meses habían pasado ya desde el fatídico Kaji Saiban. Seis meses desde que Uchiha Zaide le había atravesado la espalda, el pulmón y el pecho con una lanza dorada. Seis meses desde que había hincado las rodillas. Seis meses desde que, por primera vez en su vida, había conocido la derrota. Kyūtsuki había cuidado de él hasta que fue lo bastante fuerte como para echarla a empujones. Le había instalado una máquina de oxígeno en la habitación para ayudarle a respirar las primeras semanas. Le había hecho curas. Le había ayudado a cicatrizar. A sanar. Ahora, tan solo quedaba una larga cicatriz de unos quince centímetros que cruzaba uno de sus pectorales, y una gemela a su espalda. Pero volvía a ser el que era. O al menos, lo aparentaba. Ryū había estado callado durante todo el trayecto. Había vuelto a ejercitarse, a entrenarse, pero sabía que necesitaba algo más que eso si de verdad quería saber en qué condiciones se encontraba. Necesitaba luchar. Necesitaba probar sus garras. —A Shaneji le gustaba mucho venir a entrenar aquí —recordó, mientras se quitaba el abrigo de piel de oso y lo tiraba sobre la fría capa de hielo. Apoyó la cabeza de la Dai Tsuchi en el suelo, apoyando ambas manos sobre la base del mango. Fue entonces cuando Kaido pudo reparar en un detalle en el que no se había fijado hasta ahora: en la cabeza del martillo de guerra había una inscripción: Cometruenos Todas las grandes armas tienen un nombre, e incluso el Gran Dragón, tan frío y tan poco presuntuoso como era él, no había podido evitar bautizar a la suya. RE: De nuestras cenizas - Umikiba Kaido - 30/11/2019 El escualo soltó una sonrisa nostálgica que le desacomodó la quijada. Hubiera estado bien, creía él, que Shaneji estuviera allí para acompañarles. Un dos versus Ryu desde luego que iba a ser una contienda mucho más pareja aún y cuando cuando éste último sobrevivía con un sólo pulmón. Porquelo cierto es que, si existe alguien en Oonindo que puede mantener su superioridad en un campo de batalla aún con su sistema respiratorio lastrado, ese era él. El guerrero de Ébano. El Pararrayos, como le había bautizado el propio Kaido tras haber presenciado el cómo una poderosa centella amarillenta fulgurante de chakra no logró matarlo. Por esa razón el Tiburón y el Dragón se encontraban en tan icónico lugar. Para medirse el uno al otro —y aún así era consciente de que probablemente no tenía oportunidad, tal y como no la tuvo con Zaide, el que no muere—. y para recuperar sensaciones. Para comprobar qué tan grande era la brecha entre, por un lado, Kaido y su nuevo maestro, y por el otro; entre Ryu y su yo antes del mítico Kaji Saiban. —Sí, puedo ver porqué. Es el lugar predilecto para que los nuestros puedan desenvolverse bien. Agua por todos lados, y con los cadáveres de nuestros ancestros mirándonos desde las tierras del Yomi. ¿Qué más se puede pedir? »Con que cometruenos, eh —el gyojin desencajó su enorme espada, también, del cinto que llevaba en su espalda. El arma era una especie de sierra de proporciones colosales, cuyos infinitos dientes curvados parecían estar ligeramente tintado de la sangre seca de sus antiguos enemigos—. ¿cómo le llamarías a ésta? RE: De nuestras cenizas - Ryūnosuke - 30/11/2019 Ryū abrió y cerró las manos, haciéndolas entrar en calor. El hielo devolvió su reflejo. Su mirada esmeralda. Su cuerpo, una escultura tallada en piedra, con una grieta en el pecho. Sus músculos habían bajado algo en volumen. Ya no eran inmensos, no desbordaban su cuerpo como una cascada sobre un vaso pequeño. Ahora, eran simplemente gigantes. Ahora, eran simplemente imponentes. Era lo que tenía estar tanto tiempo sin poder ejercitarse. Kaido le arrebató sus pensamientos. Quería saber cómo llamar a su curiosa espada, si es que podía llamarse como tal la pedazo sierra que sujetaba entre las manos. —Hmm. —Ryū no era bueno con las palabras—. Bautizar una espada corresponde a su dueño, y solo a este. —Solo un padre, o una madre, tenía la potestad de nombrar a su hijo. No solo tenían tal derecho, era su deber. Como brotes surgiendo de la madre tierra, escamas grises y blancas empezaron a sobresalir de su piel. Coincidían perfectamente con sus tatuajes, y tan solo rompían las líneas de la perfección allí donde había sentido el beso del relámpago. Su respiración empezó a acelerarse, pero podía con ello. Podía con ello. RE: De nuestras cenizas - Umikiba Kaido - 3/12/2019 —Uhmm... —miró a su espada, y en ella, en su acero; recordó. Recordó momentos cumbres de un pasado que se antojaba muy lejano. Recordó esa aventura en la que tuvo que cazar alquenquejes en orden de salvar a una buena amiga. Fue allí, en aquella travesía, donde había obtenido su arma. Y su nombre era...—. su nombre es Nokomizuchi, y luchará a mi lado, hoy, contra ti —la alzó de frente con su parte plana señalando al Dragón de ébano, y reflejando el inmenso armatoste que componía la figura de Ryū—. ella y yo sabemos que no estás al cien por cien, pero no por ello tendremos piedad. Esta es una batalla para celebrar tu regreso al campo de combate, y saben los Dioses que no hay mejor forma de hacerlo que dándolo todo. »Mis ancestros serán por primera vez testigos de lo que puede hacer un Hijo del Océano, y no pienso defraudarlos —y acto seguido, su cuerpo adoptó una flexible postura donde la sierra danzaba en una de sus manos como si se tratase de una fina aguja que bailó encantadora, como una serpiente; convirtiéndose de pronto en una extensión de su propio ser. Una gélida ventisca azotó a los presentes, y el frondoso cabello de Kaido bailoteó como olas de mar enfurecidas. Sus labios, curvados, ahora sonreían, ante la excitante emoción que crecía dentro de él cada que estaba por enfrascarse en un combate que fácilmente podría ser recordado durante eones como un enfrentamiento de época. Alumno vs maestro. Kaido vs Ryū. Cometruenos vs rebanacuellos. RE: De nuestras cenizas - Ryūnosuke - 6/12/2019 Que no estaba al cien por cien, decía Kaido. Qué frase más extraña. ¿Acaso el sol, cuando las nubes lo ocultan parcialmente en el firmamento, deja de ser menos sol por ello? ¿Acaso pierde su fuego? ¿Acaso si alguien osa llegar hasta él, va a quemar menos por ello? Que no estaba al cien por cien. Qué frase más inexplicable. ¿Un volcán que no estaba completamente lleno, era menos peligroso por ello? ¿Su lava, por el mero hecho de no tener tanta, quemaba menos? ¿Era entonces seguro adentrarse en sus profundidades? Que no estaba al cien por cien, le recordaba el Hozuki. Como si eso tuviese importancia. Como si eso fuese a cambiar algo. Los suyos no le llamaban el Gran Dragón por nada. Los que le habían visto no susurraban su nombre con pavor por nada. Los que meramente habían oído hablar de él, no se molestaban en asegurarse de que nadie les escuchaba al articular el nombre de Ryū por nada. Él era inamovible como las montañas. Él era eterno como el tiempo. Él era invencible, como… ¿Invencible? Invencible… … invencible… …invencible. No, no lo era. Le habían derrotado. Le habían… Su mente no fue capaz de procesar aquellos pensamientos, como si estuviesen formulados en un idioma desconocido. Uno que nunca había escuchado, uno que nunca había estudiado. La derrota… La derrota no estaba en su diccionario. Sacudió la cabeza. Formó un sello, y un clon surgió a su lado. Un clon que ejecutó el Sunshin no Jutsu y desapareció del campo de batalla. Contra Zaide, había preparado el clon de antemano. Pero no en todas las batallas uno gozaba del tiempo necesario para reunir chakra natural. Había que estar preparado para todas las circunstancias, y todos los contratiempos. Tomó a Cometruenos y la alzó en el aire. La batalla podía dar comienzo. RE: De nuestras cenizas - Umikiba Kaido - 8/12/2019 El escualo mantuvo su postura sin mover ni un músculo, muy a pesar de que Ryū ya empezaba a planificar su estrategia: lo primero que hizo fue convocar a un kage bunshin, táctica que bien sabía Kaido que le gustaba utilizar. Fue una técnica concurrente en su combate contra Zaide, y ahora que volvía a verlo de nuevo en acción pues empezaba a sospechar que no sólo lo usaba para cuidarse del sharingan sino también para otras cosas que eran desconocidas por el argot popular. Pero ahora no era tiempo ponerse a meditar. El clon ya se había ido con un shunshin —impidiendo que Kaido evitase que se largara del campo de batalla—. y cometruenos se alzaba peligrosa en la mano del guerrero de ébano. La sonrisa del Tiburón Rojo se ensanchó, y acto seguido, impasible e indetenible, se largó a correr. A correr con todas sus fuerzas. Acortando los metros que le separaban de su oponente, mientras sus pies salpicaban el agua y rompían la fina capa de hielo bajo sus pies. Sus ancestros también sonrieron, porque iban a presenciar a su hijo pródigo en todo su esplendor. En los últimos pasos, el gyojin ejecutó un par de zancadas en zig zag, bien abiertas, como para distraer a Ryū. En el último tramo, se echó al suelo y se deslizó por el hielo de costado, como si estuviese patinando, y alargó el brazo que sostenía a Nokomizuchi lo suficiente para que los dientes de la sierra intentase rasgar las piernas del Líder Dragón, pero que su cuerpo se mantuviera a una distancia donde la Dai Tsuchi no le llegase a impactar. RE: De nuestras cenizas - Ryūnosuke - 12/01/2020 Fue un ataque virtuoso y elegante, el de Kaido, pero al que le faltaba una cosa: la contundencia de su maestro. Y es que, el examejin no había tenido en cuenta una cosa: para estar fuera del alcance de la Dai Tsuchi —cuyo solo mango medía más de dos metros—, obligatoriamente quedaba fuera del rango también en el que podía dañarle con su espada. Era una cosa, u otra. Ryū recibió el ataque sin inmutarse. La espada serrada del Umikiba trató de rasgar sus piernas, pero se topó en su lugar contra unas escamas tan resistentes o más que el propio acero. Vendido como estaba Kaido, el Gran Dragón aprovechó para levantar a Cometruenos y… Algo falló. En otros tiempos, Ryū hubiese levantado aquel poderoso martillo como quien levanta una hoja, para acto seguido descargarlo con tanta fuerza que hubiese reventado a Kaido y a la capa de hielo que tenía debajo. Pero no fue eso lo que sucedió. No, lo que pasó fue otra cosa muy distinta. Fue que Ryū se tambaleó al levantar el martillo. Fue que no pudo imprimirle la fuerza necesaria al arma. Fue que Kaido logró evadir el golpe simplemente dejándose resbalar por el hielo, sin tener que hacer nada. La enorme cabeza de hierro colisionó contra el hielo y ni tan siquiera lo partió. Ryū observó su martillo y sus manos, extrañado. Confuso. Como si no entendiese qué cojones acababa de suceder. RE: De nuestras cenizas - Umikiba Kaido - 20/01/2020 «Primera lección del día: afinar el ojo para las distancias. Tener en cuenta los elementos que nos rodean, y las extensiones de las armas que se blanden en combate» Aquél sórdido pensamiento inundó su mente cuando contempló la sombra del Gran Dragón haciendo acopio de su cuerpo para levantar a Cometruenos. Se pensó vendido, se creyó derrotado al apenas haber comenzado el combate, más allá de que él se supiese capaz de usar el suika para evitar la letal contundencia de aquél enorme martillo. Porque en un combate cuerpo a cuerpo, licuarse podía considerarse como un comodín de última opción, y eso le tocaba el orgullo. Pero algo sucedió. El arma no acabó de alzarse con la velocidad esperada, ni impactó a Kaido con la fuerza necesaria. El escualo acabó por evitar el golpe con la inercia de su deslice por el hielo, comprobando la compostura de un Ryū que lucía confuso, tratando de comprender qué había pasado. Pero él y Kaido lo sabían. Su herida. Su estado actual. Todo ello hacía un cómputo de realidades que llevaron hasta ese preciso instante, donde... El sonido del hielo rasgándose mientras los dientes de Nokomizuchi trituraban la superficie, y el brazo de Kaido sosteniendo su mango para detener la velocidad del movimiento y usar la espada como una especie de pico que le permitiría usar la inercia para lanzar su cuerpo hacia Ryū en un giro prodigioso, usando de nuevo la capa de hielo para aumentar la velocidad de movimiento y alzar la espada, al último momento, para tratar de cortar a su oponente al nivel de la pierna, de nuevo. Si sus cálculos eran correctos, su mentor no iba a poder alzar la espada a tiempo. ¿Y las escamas? primero quería probar si podía crearlas al mismo ritmo que en su combate con Zaide. En caso de que así fuera, ya pensaría otra estrategia luego. RE: De nuestras cenizas - Ryūnosuke - 20/01/2020 Ryū dejó que Kaido volviese hacia él, complacido por recibir una nueva oportunidad. Lo que había sucedido antes había sido una confusión. Un simple error. Un desliz. Dejó que el Hozuki rasgase su pierna —o sus escamas recién regeneradas, más bien—, agarró a Cometruenos con fuerza, la alzó al cielo, la blandió contra Kaido. Contra… Pam.
Contra el hielo. Otra vez contra el hielo. Soltó la Dai Tsuchi y se miró las manos, abriéndolas y cerrándolas. Se miró los antebrazos, los bíceps, los tríceps. No lo entendía. Jamás había tenido problemas para empuñar a Cometruenos. Él era un coloso, sin debilidades ni flaquezas. Entonces, ¿por qué? La respuesta estaba hecha de una muralla de tinieblas. No podía escalarlo. No podía ver qué había al otro lado. O simplemente una parte de él no quería verlo. «No». Eso significaría que tenía miedo. Y él no tenía miedo a nada. Si algo no funcionaba, simplemente pasaría a lo siguiente. Entrelazó las manos en una rápida tanda de sellos. —Katon, Enko Bakusatsu. Y de su boca salió un tigre de fuego, que fue directo a colisionar contra Kaido. Si el Hozuki conseguía de alguna forma evadirlo, el tigre se apoyaría en el suelo y viraría en la dirección del esquive para tratar de colisionar de nuevo contra él. Y, entonces… RE: De nuestras cenizas - Umikiba Kaido - 23/01/2020 Kaido pudo sentir sus manos temblar de furia, tratando de aferrarse a su arma cuando nokomizuchi impactó la pierna. Era increíble, porque ni atinando al metal más duro, su espada le tironeaba como en aquella ocasión en particular. Fue tan así que para poder continuar su rumbo hacia adelante, tuvo que halar su apéndice que bien podría haberse quedado atascada entre la piel del Dragón. Ya había presenciado aquella habilidad, extraña e increíble a partes iguales, en su combate contra Zaide. Su idea había sido testear su límite —si es que tenía una—. pero parecía estar fallando en el intento, o al menos, sus cortes no eran suficientes para penetrar esa dura coraza. Aunque bien sabía el Umikiba que un ninja debe saber adaptarse a las dificultades. Ryū lo demostró primero al cambiar ipso facto su estrategia y pasar directo al ninjutsu. Kaido, visto lo visto, tendría que hacer lo mismo; y pronto. No obstante, el escualo era plenamente consciente que con su próximo movimiento —en respuesta al tigre de fuego que había surgido del Dragón de Ébano—. era una apuesta arriesgada. Era como arrojar todas las monedas al cero negro en la ruleta. ¿Sería capaz de vencer a ese monstruo en un mano a mano en el arte del Ninjutsu? —¡Suiton: Teppōdama! —exclamó con furia, tras inflar su pecho como una rana y soltar una enorme bala presurizada de agua que avanzaría cuál proyectil hacia el tigre, y que, si los Dioses estaban de su lado, lo extinguiría a tal punto de comulgar ese poder oculto en sus fauces y usarlo para que su bala siguiera su curso hacia el mismísimo Ryū. RE: De nuestras cenizas - Ryūnosuke - 24/01/2020 Ryū contempló cómo la bala de agua hería de muerte a su tigre flamígero, atravesándolo de lado a lado y precipitándose sobre él. Lo recibió con el pecho abierto, sin siquiera molestarse en tratar de evadirlo. La bala reventó contra su pecho de mármol y se despedazó en millares de gotitas. Y, con ellas… … las escamas cayeron también, hechas cenizas. —Hmm. Otro contratiempo inesperado. Otro suceso sin explicación para el que nunca había saboreado la derrota. No, al menos, hasta el último Kaji Saiban. Apartó aquellos pensamientos de la cabeza. No importaba. Si Kaido era fuerte con el Suiton, tan solo tenía que enviarle un jutsu que fuese inalterable. Formó una rápida tanda de sellos. —¡Fūton, Shinkū Renpa! Y una red de cuchillas capaz de cortar el titanio más duro salió de su boca en dirección al Hōzuki. RE: De nuestras cenizas - Umikiba Kaido - 24/01/2020 El gyojin siguió con la mirada la trayectoria de su bala, que no sólo evitó el avance del tigre flamígero, sino que consumió su esencia para volverse más fuerte, perseverar, y continuar su viaje hacia el mismísimo Ryū. Éste no hizo ni un pequeño ademán por evitar el impacto y recibió la misma en su pecho como si se tratase de un mísero escupitajo. El agua se escurrió entre su oscura piel, así como también lo hicieron sus escamas, dato que Kaido recabó de forma inmediata, para su propio saber. Éstas se hacían cenizas tras el último daño sufrido y abandonaban como una coraza maltrecha el cuerpo de su creador. Sólo entonces el ex-amejin entendió, más o menos, el rango de protección que tenía la Armadura de Dragón y sabía cuánto podía soportar en mayor o menor medida. Hizo nota mental de ello junto a sus otras tantas revelaciones durante los inicios de aquél combate de práctica y volvió a poner su total atención en el coloso que tenía como enemigo: una especie de Dios que sentía por primera vez el cómo se sentía abandonar su glorioso Olimpo para codearse en igualdad con simples humanos. ¿Y aún así, podía decirse que Kaido y él estaban en igualdad de condiciones? Ni de cerca. «Ahí viene. Prepárate, Kaido. ¡Prepárate!» —envalentonado, y ansioso por dar una buena imagen a su nuevo mentor; el Umikiba alzó su Espada con su mano izquierda, mientras que con la derecha hacía el sello del Carnero. Aguardó a que las cuchillas de viento hicieran mella su cuerpo, para desaparecer en una estela de humo que dejó allí en su lugar un cráneo humano del que se había percatado de refilón, muy cerca de una de las orillas naturales de la que se jactaba aquél inmenso lago, bajo el cual se escondían cientos de vida, y una ciudad olvidada. Él, Umikiba Kaido, no iba a caer en la misma miseria que ellos, sin embargo. Iba a hacer de aquél momento uno que incluso el mismísimo Ryū iba a recordar hasta el fin de sus días. La silueta del Umi no Shisoku apareció a un costado del propio Ryū, a unos cuatro metros de distancia, con Nokomizuchi blandiéndose de forma horizontal. Mizu-ryū... ¡Umikiri!
La espada pareció cortar el mismísimo aire, convirtiéndose en la dueña, ama y señora de la niebla que envolvía el cambo de combate y sustrayendo como lo haría un mosquito la humedad que se escondía en ella. Al terminal el tajo, un haz de agua concentrado que medía aproximadamente dos metros abandonó la sierra y salió despedida hacia su contrincante. RE: De nuestras cenizas - Ryūnosuke - 24/01/2020 Kaido prefirió huir ante la técnica del Gran Dragón, intercambiándose por un cráneo que pasó a convertirse en polvo. Lo oyó a la derecha, sus pasos haciendo clack sobre el hielo. Vio su hoja, la humead presurizándose en su filo. Lo tuvo claro, y pensó en devolverle la jugada. Su diestra formó el sello del Carnero y… —Hmm. … no pudo. No pudo ni realizar un simple Kawarimi. Su único pulmón se ahogaba, y él boqueaba como una ballena varada en la orilla. Hacía no tanto, el Fūton: Shinkū Renpa apenas le hacía calentar. Ahora le dejaba agotado y expuesto. Dicha revelación fue más dura y más dolorosa que el kenjutsu ejecutado por Kaido. Uno que impactó en su torso como la brisa haría en una montaña: sin cambiar ni una sola de sus curvas. Ni tan siquiera una hemorragia leve. Nada. —Sigue —le apremió, serio. RE: De nuestras cenizas - Umikiba Kaido - 25/01/2020 «¿Qué? ¿no pudo esquiv... » se preguntó el Umikiba de forma introspectiva, mientras sus ojos contemplaban el resultado de su técnica de kenjutsu. Ahora su mente se debatía no sólo en el hecho de que su hoja de agua no había hecho siquiera un rasguño en el cuerpo de Ryū, siendo que mientras la aprendía, había logrado incluso cortar rocas enormes a la mitad; y en la tormentosa realidad que le hacía atestiguar la decadencia en la que había caído Ryū tras su combate con Zaide, al punto de no poder siquiera realizar un kawarimi «no habrá mérito alguno si consigo hoy una victoria» Escupió iracundo al suelo y clavó a Nokomizuchi en el hielo. —No. Ahora es tu turno de atacar —alzó los puños en ristre y esperó a que la Tormenta llegara a él. |