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La Estrella Blanca - Tsukisame Takumi - 3/12/2019 Era una tarde de Despedida como cualquier otra en Uzushiogakure no Sato, pese a que ya estaba anocheciendo en las calles de la aldea seguía habiendo mucho barullo, la gente empezaba sus compras para el final del año, se veían las cafeterías llenas de gente charlando y los dependientes de las tiendas estaban muy atareados intentando atender a toda la clientela que tenían esa tarde. Takumi llevaba poco más de un año viviendo en la aldea pero le fascinaba este ambiente y las costumbres de los uzureños en estas fechas, completamente diferentes a las que estaba acostumbrado en Kaze no Kuni. Lo único que no le fascinaba de estas fechas era el clima más gélido que el de sus desiertos natales. « Brrrr... Quién me mandaría venir a esta aldea con el frío que hace en invierno, espero que Tetsu tenga en la ferretería placas de ese grosor y así me puedo volver pronto a casa.» Había salido a comprar cuatro cosas nada más y rezaba por no entretenerse mas de la cuenta en la ferretería de Tetsu, la última vez que fue salió de allí a las dos de la madrugada. Al fin llegó a la tienda, pese a que las calles estaban repletas de gente de compras en la ferretería no tenía pinta de haber mucho jaleo y eso sólo podía significar una cosa, que Tetsuo estaba ocioso y con ganas de charla. —Buenos días Tetsu-san, venía a por unas placas que no se si tendr... —¡Pero bueno Takumi,cuanto tiempo chiquillo! — el ferretero, que estaba ojeando una revista sentado en el mostrador, se levantó con una sonrisa y eso no era para nada buena señal, estaba aburrido y ya tenía a alguien a quien contar sus batallitas con los proveedores. —¡Pasa, pasa hijo! Menudo día que me han dado, ¡me dice el gilipollas de Kotaru que ya no distribuyen filos de acero 12c27, con sus dos cojones! ¿¡Pero en qué mundo vivimos!? Esto con Shiona no pasaba, no, ahora esta gente se piensa que nos pueden suministrar mierdas más baratas que.......... Cuando Takumi acabó de aguantar el chaparrón habían pasado perfectamente más de dos horas, ni la aparición de dos clientes que pasaban por ahí le permitió escaparse de los sermones del viejo Tetsu. Por fin el tendero se dio cuenta de que era hora de cerrar el comercio así que el marionetista procedió a escapar rápido de ahí. Tetsu era un brasas, pero su tienda era en la única en la que Takumi encontraba piezas tan específicas para sus experimentos y artefactos de marionetista por lo que no le quedaba otra que tragar y poner buena cara. «Tengo que aprender a cortar a este señor cuando se pone así, a la media hora la "Gran Guerra de los Proveedores" dejaba de tener el poco interés que ya tenía de por si.» Ya con lo que había conseguido comprar se puso rumbo a su casa, estaba reventado y sólo quería llegar y tirarse sobre su cama, pero el ambiente que había le parecía muy bonito, tranquilo y misterioso, pero muy bonito. Ya la mayoría de comercios en la zona de tiendas estaban cerrados y los que aún estaban abiertos sus empleados estaban largando a los clientes más rezagados que les impedían echar la trapa a su debida hora de cierre. Las calles estaban ya tranquilas y las farolas iluminaban tenuemente las calles, ese ambiente de tranquilidad y paz le encantaba al joven genin, muy probablemente porque le recordaba a su hogar, al silencio del desierto que sólo rompía el viento, a esa sensación de calma en el campamento con Itona... «Itona, ¿qué será de ti? Según consiga algo de dinero con las misiones tengo que acercarme a verle y llevarle algo de medicinas de mejor calidad y comida decente. Ya te puedes mantener con vida viejo, me tienes que ver con la bandana de Uzushiogakure.» El marionetista estaba caminando con mucha calma por las calles, se le había olvidado por completo el cansancio que llevaba consigo, cuando de pronto, llámalo casualidad o destino, se fijó en un cartel carmesí con forma de yunque que tenía grabado un círculo con tres tomoe a su alrrededor, al marionetista ese símbolo le sonaba de algo. «Ese símbolo me suena de algo, cómo era un... ¿cómo lo llamaban? ¿sheringun? ¿sharínflan? ¡sharingan eso era!» Ya se acordaba de que le sonaba, había un jōnin en la aldea del que todo el mundo hablaba, lo había visto en una foto del periódico hace unos meses y sus ojos tenían el mismo diseño ¿estarían relacionados?, creía recordar que se llamaba ¿Uchiha... Datsue o algo así? Pero estas dudas se le resolvieron fijándose un poco más, en la parte baja del cartel estaba escrito "Forja del armero Uchiha Eijiro" «Mmmm... el apellido es el mismo, pero el nombre no, ¿serán familia?» De repente el genin se percató de algo que hasta entonces le había pasado desapercibido, había una tenue luz que salía desde la ventana que tenía a su izquierda. Se fue acercando por curiosear, tal vez descubrir un armero de calidad le vendría bien para dotar de un arsenal decente a sus marionetas y mientras se iba acercando se escuchaba cada vez más claro un resonar metálico, un martilleo lo más probable, ¿estaría trabajando?, si se acercaba sigilosamente podría verle trabajar un rato y ver que tipo de armas hacía. Así que Takumi avanzó despacio hasta colocarse al lado de la ventana y asomó la parte superior de su cabeza lentamente por el cristal. RE: La Estrella Blanca - Uchiha Yumiko - 4/12/2019 El interior de la forja era un enorme espacio rectangular, con vigas de madera enorme para sostener un imponente techo a dos aguas de tejas de cerámica. El suelo del edificio estaba formado por trozos planos de piedra negra con formas irregulares, a las que se les había añadido una masilla para crear una superficie uniforme. La enorme edificación, cobijaba cinco hornos con sus yunques (aunque solo uno estaba encendido en aquel momento), varios muebles repartidos estratégicamente para tener siempre las herramientas a manos, cuatro enormes mesas y varios estantes en un extremo donde podían verse expuestas las obras recíen terminadas (desde kunais hasta ninjaken). Frente al primer horno, se encontraban tres hombres jóvenes (entre los dieciocho y los veinticuatro años más o menos), vestidos con keikogis negros y hakamas del mismo color, en su cabeza todos llevaban un tenugi negro. Uno de ellos sostenía una especie de palo de hierro, con una pieza de metal candente en el extremo que apoyaba contra el yunque. Los otros dos chicos, se turnaban para golpear el metal con dos enormes mazas, manteniendo un ritmo constante. Supervisándolos con mirada severa desde la distancia, Uchiha Seijiro. Un hombre alto y fornido, ataviado al igual que sus alumnos, cabello largo recogido en una cola alta. Observaba en silencio, pero en su rostro podía notarse su creciente disgusto con lo que estaba viendo. Junto a la ventana, sentada en seiza, vestida igual que el resto de los presentes y percatándose del enfado creciente de su padre, la joven Yumiko seguía el proceso. Las mazas caían una y otra vez sobre el metal, mientras con cada golpe el muchacho que la sostenía lo volteaba. Era un ciclo sin fin... o al menos, lo fue hastas que de improviso la unión entra la barra metálica y el núcleo candente se rompió. Al voltear el material, el joven lo había movido ligeramente hacia delante y la maza impacto demasiado cerca de la barra metálica. —...— Eijiro no dijo nada, simplemente se dio la vuelta y se marchó del lugar por la puerta trasera. Los presentes sabían perfectamente que significaba aquello: el maestro estaba terriblemente enfadado. Eijiro no era de esos que pegaban voces o mostraban su enfado emprendiéndola a golpes con lo que pillasen, no, él no era así. Sin embargo, eso mismo era lo que le hacia aún más terrible. Los jóvenes junto con Yumiko, se sobresaltaron cuando la puerta trasera se cerró de golpe. El sonido se adueño de la sala, tan sólo el crepitar del horno lo rompía de vez en cuando. Tras unos instantes, los muchachos comenzaron a recoger todo con caras largas, conscientes de lo que les esperaba al día siguiente. Yumiko por su parte, se levantó en silencio e hizo una pequeña reverencia mientras se despedía con un seco —Hasta mañana— lejos de querer seguir el camino de su padre hasta la casa principal, que se encontraba al otro lado de los terrenos de la forja, la joven decidió salir y tomar un poco el fresco mientras esperaba a que su padre se calmase un poco. Se dirigió hacia la puerta corredera de la entrada y la abrió un poco, lo justo para pasar, tras hacerlo la cerró. Fue entonces, cuando al girarse, vió una figura que se estaba asomando a la ventana de la forja. —¡Ah!— Fue algo inesperado, así que se sobresaltó y al dar un paso hacia atrás se trastabillo y cayó de culo contra el suelo de madera de la entrada. RE: La Estrella Blanca - Tsukisame Takumi - 7/12/2019 En el momento que el marionetista asomó la cabeza por la ventana se quedó fascinado, siempre le había llamado la atención del arte de la herrería pero su forma física no le permitía estar más de diez minutos martilleando sin que sus brazos acabasen doloridos. Prestó atención a cada detalle que veía, esperaba que con algo de suerte observara algo en la forja que le diera alguna idea para modificar sus marionetas, pero no tenía mucha pinta de que eso pudiera pasar. Parecían unos aprendices supervisados por el maestro forjando lo que parecía algún tipo de hoja, pero el maestro parecía disgustado con el trabajo de sus aprendices, sobretodo al quebrarse la pieza que estaban trabajando. « Ohhh, que mala suerte, ojalá haber pillado al maestro armero trabajando.» Takumi vio como tras esto el maestro se retiró y los alumnos se lamentaban mientras comenzaban a recoger, estaba tan absorto esperando poder ver algún arma exótica que ni se dio cuenta de que una pequeña figura se levantó de al lado de la ventana y se puso en camino a la puerta principal. La puerta principal se abrió y cerró, pero el genin ni se dio cuenta hasta que escuchó un grito junto a él. —¡Ah! —Justo después del grito, antes de que siquiera le hubiera dado tiempo a girarse se oyó un golpe. Justo en el momento en el que escuchó el golpe Takumi se sobresaltó y se giró hacia el sonido viendo a una chica menor que él, la cual parecía la autora de la voz, caída en el suelo de la entrada de la forja. «Mierda, será familia o algo del armero y se pensara que soy un ladrón o algo peor... Rápido joder, piensa algo...» En esta vergonzosa situación al joven no se le ocurrió otra cosa que realizar una reverencia de 45 grados y pedir disculpas. —¡Perdón, no soy un ladrón, únicamente tenía curiosidad por lo que estaba pasando dentro! Se quedó así esperando a la reacción de aquella joven que había salido de la casa, esperando que aceptara sus disculpas y no pensara que las intenciones del marionetista eran otras más oscuras. «Menuda mierda, ya se me puede ir olvidando hacer un pedido aquí de algún arma... Y espera que no me caiga la bronca de algún superior, ya lo que me faltaba.» |