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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
La peliblanca empezaba a entender que el nombre de Pais de la Lluvia no era algo elegido al azar. Apenas cruzó la frontera, acompañada de Sasaki Shiro, la lluvia se unió a ellos como un compañero más de viaje.

Al menos ahora podía contemplar bajo el tejado de un pequeño restaurante de carretera a las puertas de Shinogi-To, no era el lugar más caliente o cómodo del universo, pero sin lugar a dudas era mejor que estar bajo aquel manto de agua incesante. El local era apenas un rectángulo cerrado, ocupado en la mayor parte por la cocina y la barra, unos cuantos de taburetes y una porche exterior compuesto por dos mesas alargadas con bancos como asientos.

Sobre uno de ellos, junto a la puerta del establecimiento, se encontraba la Hyuga oculta bajo un pesado chubasquero de color negro para resguardarse del viento cortante aunque se había permitido el lujo de quitarse la capucha mientras disfrutaba de su té caliente.

"¿Parará alguna vez?" se preguntaba la joven peliblanca que había apoyado sus pies sobre el borde de la mesa, de manera que quedaba entre la mesa y la pared de la manera más cómoda que había encontrado "Al menos un poco... incluso en invierno, en Kusabi hay días sin ventisca... ¿quizás sea la estación de la lluvia?"

Amparada de la lluvia, Mitsuki se permitía el lujo de mantener su mente ocupada en la lluvia pues otros asuntos menos agradables la habían traído hasta allí. El Sr Hayashi y Sasaki-senpai, se estaban ocupando de su educación y aquella visita formaba parte de su instrucción. Hasta ahora, Mitsuki, había conocido a la cream de la sociedad. Gente importante, bien vista por el resto sin embargo, ahora debía de adentrarse entre las sombras. Allí habría muchas más posibilidades de encontrar lo que todos estaban buscando, aunque de momento ni siquiera habían encontrado una sola pista.
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#2
Las andanzas de un nuevo negocio que se abría paso en un duro y realmente difícil mundo no eran fáciles de controlar, aunque tampoco nadie advirtió a Katomi de que fuese al contrario, si no mas bien le dieron un par de bofetadas a base de realidad. Aunque tenía una gran ayuda por parte de una amiga, había veces que no podía confiarlo todo en una única persona; después de todo, compartían las mismas responsabilidades ante el desafío.

El camino no la había llevado hasta demasiado lejos, aún andaba en dominios del país de la tormenta, lugar donde no cesaba la lluvia. Era su hogar, y conocía casi todos los antros, ciudades, aldeas, poblados, y pedanias. Al menos eso pensaba ella, pero tan solo por libros y planos, físicamente no había visitado todos. Por suerte o desgracia, hay ciudades con nombres muy sonoros, no siempre para bien. Shinogi-to no era para nada una de las ciudades mas animadas, pero sí que tenía una población deseada por negocios como los de la kunoichi. Toda una suerte que se encontrase tan cerca. Raro era que no la hubiese visitado antes...

Katomi se dispuso a hacer una parte del trabajo que normalmente no le correspondía, buscar nuevos clientes. Por una sola vez, iba a mojarse mas de lo que debía, y no literalmente, de eso ya tenía demasiada experiencia. Bajo la lluvia incesante, atravesaba el umbral de la entrada. Por un instante dejó de lado su caminar, tomándose un respiro para echar un vistazo a su alrededor.

¿Por dónde debería empezar?— Pensó en voz alta, aunque en una frase casi insonora.

Sus ropas negras se mantenía firmemente fijadas a su piel a causa del agua, su cabellera blanca empapada no pasaba inadvertida ante la misma atacante. Aunque se encontraba calada hasta los huesos, eso parecía que ni tan siquiera la molestase, de hecho así era.

Tras el primer vistazo previo, la chica tomó la decisión. —Un cigarrillo es la mejor opción.— Con paso firme, la chica se acercó hasta un pequeño puesto de comida que se hallaba cerca a la entrada. Quizás no era el mejor de los sitios, pero seguro que alguien le podría ofrecer un cigarrillo. En la misma entrada había gente, entre esas personas una chica que compartía su mismo color de pelo. Si bien era raro eso, mas raros eran sus ojos... eran casi como los de aquel chico que se había topado en Kuroshiro.

«Curioso...»

La Sarutobi le dedicó una sutil sonrisa a la situación, nada en especial, pero curiosa. Continuó andando, y se metió directamente en el local. Se dirigió hacia el mostrador, el cuál tampoco es que estuviese demasiado lejos. —Disculpe, ¿tienen tabaco?— Preguntó sin remordimiento, aferrando unas cuantas monedas de mas en la mano.

El hombre que se encargaba de la tienda no dudó un solo segundo en lanzar una cajetilla al aire. La chica no dudó un solo segundo en atraparla en el mismo aire, así como en dejar las monedas sobre la mesa. Las palabras sobraban quizás.

Sin mas, la chica salió tal y como había entrado, y se dispuso de similar manera que la joven de ojos blancos en la otra mesa; la única mesa libre. Habiendo tomado una posición mas que similar, agarró un cigarro de la cajetilla, y guardó los restantes en el bolsillo de su short. Posó el cigarrillo en los labios, y se tomó su tiempo para tomar aire puro. Disfrutaba de un pequeño instante de tranquilidad.

Sin mas, cerró los ojos por un instante, y exhaló lentamente el aire que encerraba en los pulmones.
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#3
Mitsuki disfrutaba apaciblemente de su té, mientras allí fuera la lluvia seguía arreciando con la misma o mayor fuerza si cabe.

"Parece que no parará..." dio un largo sorbo a su té "Bueno, no importa... aún es temprano"

Buscando algo con lo que distraerse, se topó con una chica de más o menos su edad que acababa de llegar. La muchacha parecía desconocer lo que era un paraguas o un chubasquero, o al menos su utilidad pues venía totalmente empapada. Casi como si la acabasen de sacar de la corriente de un río, aunque tampoco parecía importarle demasiado. Ni siquiera se preocupo de escurrir sus blancos cabellos. Las miradas de ambas se encontraron un instante mientras la recién llegada pasaba hasta el interior de la venta de carretera.

"Tengo la sensación de que la he visto en algún sitio antes" no sabía muy bien por qué, pero la cara de esa muchacha le resultaba increíblemente familiar "pero no soy capaz de situarla bien..."

Al poco rato, la chica volvió a salir para sentarse en la banca que quedaba libre al otro lado de la puerta. Sin dudarlo, sacó un cigarrillo y se puso a fumar tranquilamente.

[color=violet]"Pero si debe de tener casi mi edad..."
le echo una fugaz mirada de desaprobación antes de volver a su té y al horizonte lluvioso "Tampoco debería importarme tanto... si quiere poner en riesgo su salud..." mientras ella se dedicaba a elaborar una lista de los contras de fumar, un chico de unos ocho años irrumpió en el porche.

Era apenas un niño, pelado a tazón, vestido con una vieja camisa que casi parecía un saco pues le estaba grande, unos pantalones cortos llenos de agujeros y una chanclas, el pobre chiquillo iba totalmente empapado y cabizbajo. Caminaba arrastrando los pies

"Pobre niño..." la peliblanca dejó escapar un suspiro pero no podía hacer nada por él, Sasaki le había dejado bien claro que no tenía que llamar la atención. Su objetivo allí era otro, inmiscuirse en problemas ajenos no entraba en la hoja de ruta.

El chico atravesó todo el porche y se adentró en la venta.

"No hay justicia en este mundo... ver un niño así... me parte el alma..." se lamentaba la peliblanca mientras daba otro sorbo a su té

La tranquilidad del lugar se vio interrumpida por un fuerte grito

—¡¿COMO QUE NO HAS CONSEGUIDO HOY NADA?!— seguido de un fuerte golpe que parecía que acabase de partir una mesa —¡PUTO NIÑATO INUTIL! ¡¿AHORA QUE LE DIGO AL OYABUN?!—

—¡Lo siento papá, la guardia!— trató de explicarse el crío

—¡NO ME VENGAS CON EXCUSAS!—de nuevo se escuchó un fuerte golpe, tras el sonido salió volando el chico desde la puerta para quedar en mitad del porche

"¡¿Qué...?!" la joven se quedó de piedra al ver al niño volar como si fuese un piedra para terminar cayendo de espaldas, quedándose allí tumbado mientras sangraba por la nariz

La de kusabi giró la cabeza hacia su izquierda para ver en el umbral de la puerta a un hombre de unos cuarenta años, bastante alto pero muy canijo, vestido de manera bastante decente con un kimono azul, cuando se adelantó unos pasos más hacia el niño se pudo ver que en la espalda tenía un símbolo negro con la cabeza de una vaca. En el cinto del kimono, llevaba lo que parecía un bokuto

—¡ERES UN JODIDO INÚTIL!— el tipo se agachó y levantó al niño por el cuello de la camisa —¡DEBÍ HABERTE DEJADO CON LA PUTA DE TU MADRE!— se lamentó el tipo antes de volver a lanzar al chico esta vez al barro, fuera del porche —¡VOY A TENER QUE DARTE UNA NUEVA LECCIÓN, ES POR TU BIEN CHICO!— empuñó el bogu ante la atenta mirada de todos los presentes, aunque ninguno parecía tener la más mínima intención de intervenir a pesar de que el niño no podía ni siquiera mover

"Se lo prometí a Sasaki..." la joven apretaba los puños con todas sus fuerzas, había prometido no intervenir viese lo que viese pero aquello estaba sobrepasando sus fuerzas "pero... no puedo permitir esto"
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#4
Katomi terminó de sentarse, para cuando lo había hecho, tenía en mente una ligera imagen tipo flashback de la silueta de la chica que tenía justo a su vera. Su cabellera blanca, sus ojos del mismo color, un montón de sangre, unos niños degollados... Sin duda alguna, era una imagen dantesca, horripilante. Pero no llegaba a entender de qué diablos podía ser esa imagen, no conocía a esa chica de nada... ¿Dónde leches podía haberla visto hacer algo similar? Aún no cabía a entender de qué le sonaba, aún no llegó a atar cabos.

Pasando un poco del cacao mental de ese momento, realizó un sello con su izquierda mientras que situaba el índice de su diestra justo frente al cigarrillo que hacía unos segundos había puesto entre sus labios. Acto seguido, una leve llama prendió desde su mismo dedo, encendiendo el cigarrillo casi al instante. Le propinó una pequeña calada, inundó sus pulmones en humo, y lo dejó escapar con tranquilidad.

Con un mero chasquido, a la par que deshacía el sello con su zurda, la pequeña llama desapareció tal y como había aparecido. La kunoichi dejó la cajetilla en la mesa, pues si la guardaba la mojaría. Antes de que pudiese volver a echar un vistazo a la chica de su vera, una serie de infortunios ocurrieron.

Un primer grito anunció la bronca que venía por camino. Al parecer alguien estaba realmente enfadado con un "niñato", en la vida se le hubiese ocurrido a la Sarutobi que se trataba del chico que segundos antes acababa de pasar a su vera. Fuese quien fuese, no había conseguido algo que debía haber logrado, y eso había provocado un gran cataclismo. Un primer porrazo se escuchó, y a pesar de que había poca gente, no pareció que nadie mas se agregase a la bronca. Sería que en éstos lares no eran tan como decían... En fin, cuando esa persona golpeada fue a excusarse, claramente se notó un tono realmente infantil. Las excusas no sirvieron, nuevamente un golpe rompió los silencios, y el niño que había pasado antes por su lado voló hasta la mitad del porche.

«No me lo puedo creer... ¿En serio? ¿De verdad está haciendo ésto a su propio hijo?»

La mirada fulminante de la Sarutobi quizás se aguó en la asesina mirada del padre. Éste, haciendo caso omiso al par de chicas, seguía dando mas insultos al joven, así como a su madre. La tomó de puta, y se quejó de que debió haberlo dejado con ella. La sangre de la chica hervía, mas aún cuando vio que el padre vestía bien, mientras que su hijo parecía un mendigo.

De verdad, no entiendo cómo el dinero puede hacer ésto...— Se quejó en casi un susurro la chica.

Para terminar de cavar su propia tumba, el hombre sacó el arma que llevaba en el cinto, y amenazó al chico de darle una nueva "lección" tras nuevamente haberle golpeado. Éste hombre no sabía en donde se estaba metiendo...

La chica tomó una última calada del cigarrillo, dejando éste por la mitad. Sin pensarlo dos veces, tomó el cigarrilo y lo lanzó con los dedos de manera directa hacia el cogote del hombre, buscando que éste proyectil incendiario se colase por la espalda y le diese un buen meneo. Hecho ésto, y llamando su atención casi seguro, la chica dejó escapar el humo de sus pulmones con parsimonia. —Estúpido-san, cuidado con lo que haces, o terminarás quemándote.

Quizás la sutileza de su amenaza no había quedado clara, para quien la conociese, sabía de que hablaba. No pensaba tolerar que hiciese algo parecido a lo que tenía en mente ese hombre, mucho menos delante suya. Si hacía falta, incineraría esa maldita villa. Ese hombre no iba a tocar mas al niño.
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#5
La peliblanca se debatía entre su deber y lo que dictaba su corazón, cuando la chica que fumaba tranquilamente se incorporó a la escena lanzando su cigarrillo contra la nuca del tipo del bokuto. La pequeña antorcha golpeó justo donde la chica quería, pero reboto y cayó al suelo. El hombre se giró hacia la chica con el rostro desencajado

—Estúpido-san, cuidado con lo que haces, o terminarás quemándote—

—¡MALDITA NIÑATA ESTÚPIDA!— enfurecido, agarró el bokken con amabas manos como si fuese una katana y de un fuerte tirón desenvaino su shirasaya dejando al descubierto la hoja de una katana —¡NO TIENES NI PUTA IDEA DE CON QUIÉN TE ESTÁS METIENDO!— sostenía saya y espada, cada una con una mano mientras avanzaba hacia el lugar donde permanecía sentada su agresora

"Así que era una espada real..." Mitsuki echó una mirada rápida a la otra chica "Mierda... se que lo prometí pero no puedo dejar que esto siga así..." la de Kusabi no terminaba de decidirse a actuar, Sasaki había sido muy claro al repecto: No era ni el lugar ni el momento de montar una escena.

"Esto es demasiado duro... no sé..."

—¡VOY A REVENTARTE ESA CARA DE MUÑECA QUE TIENES!— gritaba como un poseso mientras avanzaba lentamente hacia donde se encontraba la chica —¡Y LUEGO VOY A METERTE MI SAYA POR TU PUTO CULO!— cuando el hombre estuvo a distancia lanzó un tajo con su derecha, donde portaba la vaina de la espada contra Katomi

Mientras tanto, Mitsuki dejaba su té sobre la mesa y dejaba deslizar su mano derecha bajo su chubasquero para colocarla sobre la empuñadura de su kodachi, si la situación se complicaba más no le quedaría más remedio que intervenir
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#6
La Sarutobi sin duda había conseguido llamar la atención del hombretón. Lamentablemente, éste no parecía habérselo tomado a bien. Quizás no le gustaba el fuego, o simplemente le había enfadado que lo interrumpan mientras daba una lección a su joven criado. Fuera como fuera, parecía haber enfocado toda su rabia en la peliblanco, en la que escupía fuego.

Tras un abrupto movimiento, su arma de madera regurgitó un filo de metal. El hombre blandió ambas partes, la que hacía de funda a la derecha, y la parte que cortaba con la zurda. Éste simple hecho ya daba algo de información a la chica, pero no demasiado relevante. Según anunció, no tenía ni puta idea de con quién se metía. Simplemente magnificó los hechos, obviamente no sabía quién era él, al igual que él no sabía quien era ella.

«Si Mogura viese ésto... seguro que me tendría que reconocer que ese arma escondida no es un invento demasiado innovador... jajaja.»

Pese a la amenaza del hombre, la chica permaneció en la misma compostura. Su chulería quizás le jugase una mala experiencia, pero no temía por recibir algún golpe. De hecho, quien terminaría mal parado seguro que iba a ser él. Por otro lado, la chica de su vera no parecía querer inmiscuirse. Tampoco era algo de que culparla, había sido su decisión.

Paso a paso, el hombre comenzó a acercarse a la Sarutobi, así como anunció sus curiosos propósitos. Al parecer quería romperle la "cara de muñeca", y después le metería la vaina de su espada por el mismísimo culo. Sin duda no parecía tener en cuenta que ese orificio es exclusivamente de salida, no de entrada. En fin, ya le explicaría las cosas cuando se calmase un poco...

La chica dejó caer un suspiro al verle intentar un ataque sin preámbulos. Todo estaba decidido, debía "defenderse", si le dejaba inconsciente ya estaba justificada la causa. Si llegaba a incinerarlo por accidente... en fin, los accidentes pasan.

Que tonto...— Acometió mientras comenzaba su contraataque.

En un acto rápido y fugaz, la chica dejó caer su peso hacia el lateral izquierdo, el opuesto al que venía el ataque. Se dejó caer casi por completo, hasta el punto que su cabeza casi llegó al suelo, pero detuvo su golpe apoyando la mano izquierda en el suelo. Entre tanto, había lanzado su pierna izquierda hacia la trayectoria de la vaina de madera, deteniendo la tajada con la misma suela de la bota. Acto seguido, lanzó la pierna derecha por encima, cruzandola en una patada directa al torso del hombre mientras concluía la acrobacia sencilla en un giro. Aprovechando la misma inercia, la chica terminó rotando sobre si misma, y apoyaría la pierna que había lanzado a la par que se impulsaba con el brazo para retomar la bipedad. Tampoco iba a subestimar a su oponente.

Sin demora, la chica alzó la guardia. Evidentemente en su guardia se notaba que no tenía faltas de entrenamiento. No era la guardia que alzase cualquier tirado de barrio, era una posición correcta y sin demasiados errores; firme y robusta, como su propia manera de golpear.

Creo que eres tú el que no sabe con quién se mete.— Sentenció la Sarutobi.
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#7
La peliblanca no terminaba decidirse cuando el tipo enfurecido lanzó su ataque, sin embargo la chica consiguió defenderse sin mucha dificultad y no sólo eso, si no que tras un rápido contraataque. Una patada al costado del hombre, que hizo que cayese sobre la mesa que ocupaban unos trabajadores, derramando sus bebidas.

—¡Oh, joder!— se quejaron aunque no parecían tener ganas de bronca, solo se levantaron para intentar no mojarse aún más.

Mientras tanto, el de la shirayasa, trataba de recomponerse aunque en la caída había perdido la vaina que quedó en mitad del pasillo de entrada y salida.

"Parece que no necesita ayuda" la de Kusabi se relajó un poco al ver como la chica se defendía "Hay que reconocer que sabía lo que hacia" se levantó para alejarse un poco no fuese a verse envuelta en la pelea como aquellos pobres clientes

—Creo que eres tú el que no sabe con quién se mete.—

Mientras tanto, la de Amegakure, parecía más que segura y confiada en su superioridad. Al menos lo suficiente como para esperar a que su contrincante se recompusiese, cosa que empezaba a hacer lentamente.

—¡VOY A MATARTE POR ESTO!— bramaba el aspirante a yakuza —¡NO TIENES NI PUTA IDEA DE CON QUIÉN TE ESTÁS METIENDO!

Por mucho que gritase, la diferencia parecía totalmente insalvable entre aquella chica y él... pero había algo con lo que no contaban.

Desde el interior del restaurante, salieron unos brazos que aprovecharon que la chica estaba distraída con el adversario que tenía frente a ella para agarrarla por la espalda. Un tipo de casi un metro noventa, pasado de peso y con unos brazos que bien podían ser dos piernas de cada una de ellas, aunque tenía una cara de bobo que le restaba bastante imponencia a su aspecto.

—¡¿Como te atreves a pegar a mi aniki?!— dijo mientras la apretaba con todas sus fuerzas contra su pecho —¡Ya la tengo Ryu!—

—¡¿POR QUÉ HAS TARDADO TANTO, TARO?!— se bajó de la mesa y recogió la vaina de su espada

—Lo...si..en...— balbuceo el gigante gordinflón

—¡CÁLLATE Y NO LA SUELTES!— el de la katana se recolocaba la ropa mientras hablaba, todos en la terraza se habían alejado lo máximo posible de la zona central donde se encontraban los contendientes.

"Lo siento Sasaki-senpai..." sin previo aviso, la peliblanca había activado su byakugan antes de lanzarse contra el gigante que sostenía a la chica. Mitsuki sabía perfectamente que no disponía de fuerza suficiente para derribarlo por un golpe, pero por suerte contaba con el juken. Una palmada ente la sien y el oído de su rival fue suficiente como para que se tambalease y soltase a la de amegakure. El mareo fue suficiente como para que el gigantón se viese obligado a apoyar su espalada contra el marco de la puerta

—Me... me... duele... la... ca..be..zaaa, aniki— se quejó el gigantón

—¡TE DIJE QUE NO LA SOLTASES, INÚTIL!— escupió al suelo —¡SI APENAS TE HA TOCADO DESGRACIADO! ¡VAYA MIERDA DE SUBORDINADO ME HE BUSCADO!— alzó la katana y la saya—¡DAROS POR MUERTAS!—

—Yo vigilo a este— dijo la Hyuga mientras mantenía su guardia característica contra el gigante, aunque este no parecía tener muchas ganas de moverse por el momento

"Será mejor acabar rápido y largarme de aquí..."

Justo en ese mismo instante el enrabiado yakuza se lanzaba contra la chica a toda velocidad con ambas armas levantadas, cuando este llegase a la altura de la peliblanca de ame trataría de lanzarle un doble tajo vertical con la esperanza de rebentarle la cabeza
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#8
La acrobacia de la chica no pareció terminar en buen puerto. Bueno, mas bien el afectado por el golpe de la acrobacia. El hombre terminó cayendo sobre una mesa cercana, arruinando la merienda o lo que fuese que hiciesen a esas horas en aquél sitio. Las bebidas salieron por los aires, incluso manchando a varios clientes. Éstos bramaron y maldijeron la acción, mas ninguno parecía querer formar parte de la bronca que se estaba armando.

Esperando a que el hombre de la espada se recompusiese, escuchó los absurdos bramidos que éste soltaba. Vaya dios si gritaba, casi parecía tener un altavoz en la garganta. Pero ya se sabe lo que se dice... perro ladrador, poco mordedor.

Para cuando la Sarutobi quiso darse cuenta, tenía rodeando su torso un par de brazos del tamaño de dos piernas suyas. La fuerza que ejercía no era menos que la aparente. Quien fuera el que la tenía agarrada, había conseguido hasta levantarla del suelo como si fuese una caja de cartón vacía. Sin demora, no terminó en aclarase lo sucedido. El tipo éste quería ayudar a su jefe, y el jefe bramó de nuevo, añadiendo que había tardado demasiado. Además, inquirió que no la soltase.

Todo parecía sugerir que un buen corte de pelo se le venía encima.

Sin embargo, la otra peliblanco hizo una dramática entrada justo a tiempo. En pleno salto le pegó una colleja al que apresaba a la Sarutobi, y éste cayó a peso de plomo. Desorientado, tardaría un rato en recomponerse. La otra chica adoptó una posición de combate un tanto singular, encarando al recién golpeado, y anunció que ella vigilaría al tipo.

Muchas gracias.

Para su sorpresa, el idiota que se hacía pasar por mafioso no desistió en la lucha. Incluso e igualdad numérica, no salió corriendo, si no mas bien al contrario. En su cabeza solo parecía haber sitio para la venganza de esas acciones en su contra, y el resto del cerebro a saber para qué lo tenía...

Como un oso rabioso, el hombre cargó con toda su furia hacia la chica de orbes rojos. En su acometida, portaba ambas partes del arma empuñadas, y se decidió por descargar toda su ira en un tajo descendente vertical. Seco, sencillo y previsible. Para cuando el hombre lanzó el tajo, la chica había realizado un único sello con su diestra, casi a escondidas. Con tan solo marcar el sello del carnero, su cuerpo se movió a toda velocidad hacia el costado del hombre. Desde esa posición, y a sorpresa del tipo, lanzó una patada con su zurda girando sobre sí misma, buscando sin piedad la boca del estómago como objetivo. Sin duda, el propósito era dejarlo fuera de combate, o al menos dejarle claro que no estaba a la altura.

Casi de seguido, retrocedería un poco, observando con ahínco al hombre. —¿Cuál es tu nombre idiota?

No estaba muy segura de lo que precedería a ésto, pero tenía una ligera idea de cómo amedrentar al hombre. Sin duda, una persona que tratase como a un idiota a un mafioso del lugar, podría reclamar sin preámbulos una merecida fama. Fuese mala o buena, la fama en ésta aldea le llevaría hacia los nuevos clientes.

Quizás ésta serie de catastróficas desdichas no había sido del todo plausibles.



En principio no iba a poner stats y demás, pero si lo ves necesario lo pongo sin problema ^^

Técnica usada:

¤ Sunshin no Jutsu
¤ Técnica del Parpadeo Corporal
- Tipo: Apoyo
- Rango: D
- Requisitos: Ninjutsu 40
- Gastos:
  • 14 CK/20 metros
  • 52 CK para huir de un combate
- Daños: -
- Efectos adicionales: -
- Sellos: Carnero/una mano
- Velocidad: Instantánea
El Sunshin no Jutsu es una técnica basada en un movimiento ultrarrápido, permitiendo a un ninja moverse de cortas a largas distancias a unas velocidades casi imperceptibles. Para un observador cualquiera, resulta como si el usuario se hubiera teletransportado. En ocasiones, se utiliza una pequeña señal para camuflar los movimientos iniciales del usuario. Esta técnica se basa en el uso del chakra para vitalizar temporalmente el cuerpo y moverlo a velocidades extremas. La cantidad de chakra requerida depende en la distancia total y la elevación entre el usuario y el destino. La técnica puede usarse, además, para escapar del campo de batalla. Las diferentes villas tienen variaciones de esta técnica, e incluyen un elemento extra para distraer al oponente. En Konoha, se utiliza un rastro de hojas.
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#9
El gigantón parecía estar todavía demasiado mareado para moverse para alegría de la de Kusabi, que aún así no se confiaba pues sabía que con la fuerza física de aquel tipo cualquier golpe podría suponer un problema.

Por la otra parte, Katomi parecía no tener ni el más mínimo problema una vez liberada aunque no parecía dispuesta a alargar aquello demasiado tiempo. Tras formar un sello, la chica desapareció por arte de magia para reaparecer justo en el costado del oponente a la vez que le propinaba una potente patada que terminó por derribar al hombre.

"¿Qué ha sido eso?" aquella técnica había sorprendido a la peliblanca, incluso con su byakugan había sido incapaz de seguirle el rastro "¿Qué clase de técnica puede aumentar la velocidad hasta ese extremo... nunca había visto nada tan rápido... ni siquiera con mis ojos he podido seguirle el movimiento"

El aspirante a mafioso se quedó tumbado en el suelo sin respiración, como si se tratase de una cucaracha muerta.

—¿Cuál es tu nombre idiota?—

El derribado no respondió, tan sólo se limitaba a tratar de recobrar el aliento mientras miraba con odio la cría que acababa de darle una paliza.

Mientras tanto, el gordinflón había poco a poco ido recobrando el sentido y ahora miraba hacia donde yacía un compañero con cara de no saber que hacer. Su jefe estaba en problemas, pero ya parecía muy tarde para ayudarle, además tenía a aquella chica amenazándole con un nuevo golpe

—¡Aniki, ¿que hago?!— reclamó al aspirante a mafioso

—¡CORRE!— se levantó con una habilidad impresionante, aunque no pudo incorporarse sobre las dos piernas, para terminar huyendo a cuatro patatas con una velocidad admirable mientras maldecía su suerte

—¡No me dejes!— la peliblanca se apartó para dejar al grandullón seguir a su compañero, que antes de abandonar el lugar recogió la katana y la saya de su superior, para después salir corriendo con un estilo un tanto peculiar —¡Esperaaameeee!—

"Vaya... par..." Mitsuki desactivó su Byakugan antes de voltearse a ver como se encontraba el chico que habían pateado "No está..." paseo la mirada por el lugar pero parecía que esté se había marchado "Espero que este bien..."

—Parece que todo acabó— la de Kusabi dejó escapar un suave suspiro de alivio —Le has dado una buena lección, aunque me temo que no beneficiará en nada a ese pobre niño...— comentó la Hyuga mientras se recolocaba el chubasquero —Espero que no la paguen con él...—
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#10
La Sarutobi apretó los puños mientras hincaba su mirada en los orbes del mafioso. Su gesto era algo mas que serio, y su amenaza no quedaba corta. Pero el hombre no parecía dispuesto a responder. Labraba todos sus esfuerzos en sobrellevar el golpe del estómago; toda su agonía se hacía mucho mas larga a lo corta que es la palabra en comparación. Sus manos abrazaban su estómago como si éste le fuese a reventar en cualquier momento, aunque seguramente limitaba todos sus esfuerzos en recuperar el aliento mas bien.

Por el contrario, el adversario de la otra peliblanco había recuperado la mayor parte de la compostura. Éste preguntó al del suelo qué debía hacer, a lo cual el hombre respondió que huyese. El hombretón se deslizó como una lagartija, de una manera sobrecogedora y sorprendente, tomó a su jefe y salió corriendo casi de la misma manera. Si hubiese algo que elogiar del hombre, sin duda sería esa absurda pero eficaz manera de correr.

Katomi dejó caer un suspiro mientras torcía el gesto de un lado a otro. Se encogió de hombros, y terminó de resignarse. Sin duda, no iba a perseguir a dos estúpidos. No podía permitirse el lujo de perder el tiempo de esa manera. Tenía claro que lo que debía hacer era ayuda a ese... «¿Donde diablos se ha metido el niño?»

Literalmente, el santo se le había ido al cielo.

La Sarutobi escuchó que la otra chica daba por finalizada la pelea. Obvio, dudosamente volviesen a por mas golpes, a menos que se reuniesen con muchos mas amigos. Pero hasta la chica se dio cuenta de que el que saldría sin duda alguna afectado era el pobre niño. Katomi buscó de lado a otro al chico, pero parecía haberse desvanecido en la nada.

Gracias por la ayuda.— Contestó a la peliblanco. —Pero te equivocas en eso último. No voy a dejar que ese idiota le vuelva a poner un dedo encima al niño, aunque para ello tenga que partirle todos y cada uno de los dedos. Voy a buscar a ese niño.

Mas claro el agua. Podía gritarlo para decirlo mas alto, pero expresarlo con mas claridad era absurdamente imposible. La chica caminó apenas un par de pasos hacia las escaleras que daban final al pequeño porche. Tomó un cigarrillo nuevamente, y lo puso entre labios.

No me gustan los abusones...— Inquirió mientras volvía a atravesar la cortina de agua.

No esperaba mas ayuda de la proporcionada. Tan solo se limitaría a buscar al chico por las callejuelas cicundantes, tampoco tenía idea de por donde buscar... pero quien no insiste, no consigue. Por otro lado, el último gesto quizás había quedado absurdo; llevar un cigarrillo en los labios bajo el torrente de agua. Pero lo que realmente le llevaba a hacerlo no era el mono de nicotina, era casi algo que había tomado por costumbre; llevar el cigarrillo en los labios.
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#11
Todos en el lugar habían vuelto a sus asientos como si nada hubiese pasado, el murmullo de conversaciones volvía a entremezclarse con el sonido de la lluvia golpeando el tejado del porche. Algunos comentaban la pelea, otros simplemente volvían a sus temas de conversación.

—Gracias por la ayuda... pero te equivocas en eso último. No voy a dejar que ese idiota le vuelva a poner un dedo encima al niño, aunque para ello tenga que partirle todos y cada uno de los dedos. Voy a buscar a ese niño.

La chica parecía ser tan decidida como directa, no se andaba con rodeos de ningún tipo.

"¿Buscar al niño?... Ni siquiera le conoce... y aún así, está dispuesta a buscarlo. No debe de tener ni siquiera una referencia de donde podría estar, pero eso no parece preocuparla"

—No me gustan los abusones...—

"Interesante..." el aspecto de chica dura de aquella peliblanca no tenía nada que ver con el calor de su corazón "Sus motivos debe de tener, aún así es impresionante que esté dispuesta a luchar por un extraño" Mitsuki observó como la chica descendía lentamente los escalones y se internaba en la lluvia de nuevo, a la vez que se llevaba un cigarrillo a los labios "Sé que no debería, pero ya me he metido en problemas... lo mejor será dejarlos solucionados por mi cuenta antes de que Sasaki vuelva..." la de Kusabi necesitaba justificarse ante sí misma por la estupidez que estaba apunto de cometer

—¡Eh! ¡Niñatas!— una voz se elevó sobre el resto, justo a la espalda de la de Uzushio que se dió la vuelta casi como si tubiera un resorte en la espalda. La Hyuga lo reconoció al instante, era viejo camarero que le había servido el té tras la barra —¡Queitas ahí un momento!— ordenó mientras se atusaba la larga barba y descuidada, de color cana —Me ha encantando ver como le dabaís una páliza a esos dos, pero debo advertiros que será mejor que dejeís al crío y os marcheís a toda ostia—

—...— la kunoichi Hyuga guardó silencio mientras sus ojos se encontraban con los del camarero

—Ese de ahí no era más que un gilipollas, pero tiene buenos socios. Entiendo el motivo... pero sed inteligentes, no sabeís con quién os habeís metido— les lanzó la advertencia con seriedad, con voz lo suficientemente fuerte como para que la otra chica lo oyése —Teneís suerte de que los pocos que hay aquí son legales, conocidos míos. Así que no os delataran... pero no todos serán tan nobles en esta ciudad — miró a ambas con preocupación —El clan Inagawa no es el más peligroso del lugar, pero tienen dinero y vosotras solo sois dos. Hacedme caso y marchaos, ese chico hace tiempo que no tiene salvación—

"Eso significa que... ¿conoce al niño?" fue lo primero que pensó antes de entrar a valorar el panorama que se les presentaba justo frente a sus narices
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#12
Para cuando casi estaba despedida de la otra peliblanco, alguien mas volvió a usar el termino que parecía ser como un saludo coloquial por esos lares; niñatas. Realmente no cabía a comprender el motivo por el que las mencionaban como tales, ya hacía tiempo que habían dejado los juegos de muñequitas de trapo, al menos Katomi. La otra chica a saber, pero tampoco tenía mucha pinta de aficionada a eso.

A todo ésto, la Sarutobi volvió la mirada hacia el hombre que intentaba llamar la atención de ambas. Se trataba del viejo camarero. Éste advirtió a las chicas de que debían tomarse la libertad de correr a toda hostia del lugar, pues al parecer se habían metido con una parte de la mafia que pese a no ser demasiado buenos en combate, tenían dinero para contratar los servicios de otros que sí lo eran. Añadió que tendrían la compasión de no delatarlas, pero que debían olvidarse de la idea de salva al chico, pues su vida ya estaba condenada. Al parecer, el clan Inagawa era el responsable.

La chica tomó el cigarrillo de su boca, lo miró inquieta por un instante. Tras una breve pausa, terminó por tirarlo al suelo, a la vez que se encogía de hombros. Quién lo hubiese pensado, había terminado mojándose. Cosas que pasan bajo la lluvia...

Soltó un breve suspiro. —Así que el clan Inagawa.— Inquirió la chica. —Ya sé al menos por donde empezar a buscar.

La Sarutobi se acercó de nuevo al porche, buscando reconocer bien la cara de los que habían en el local en ese mismo momento. Tras un instante, sonrió. —Acordaos de mi rostro, a partir de hoy habéis dejado de trabajar para ese clan. Ahora trabajáis para Sarutobi Katomi. Podéis llamarme... Fuego.— Dicha la burrada que acababa de soltar, la chica se dio la vuelta. —Volveré en cuanto haga arder hasta el último pilar de donde se esconden esos Inagawas.

Con toda la tranquilidad del mundo, la chica continuó lo que había empezado; comenzó a andar, y bajó de nuevo del porche, tras ello comenzó a andar dirección a los callejones por donde habían huido el par de maleantes de poco caché.
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#13
—Así que el clan Inagawa.— Inquirió la chica —Ya sé al menos por donde empezar a buscar—

Mitsuki se volteo para ver a la chica que parecía muy segura de sí misma, de hecho ni siquiera había sopesado seguir las advertencias del tabernero por un solo instante.

La Sarutobi se acercó de nuevo al porche, buscando reconocer bien la cara de los que habían en el local en ese mismo momento. Tras un instante, sonrió. —Acordaos de mi rostro, a partir de hoy habéis dejado de trabajar para ese clan. Ahora trabajáis para Sarutobi Katomi. Podéis llamarme... Fuego.— Dicha la burrada que acababa de soltar, la chica se dio la vuelta. —Volveré en cuanto haga arder hasta el último pilar de donde se esconden esos Inagawas—

Todos en aquel porche se habían quedado mirando a la chica con más o menos perplejida, en el caso de la de Kusabi era bastante perplejida "¿Hablaba en serio?... cuanta confianza"

Nada más darse media vuelta la chica, el porche estalló en risas. La del tabernero se elevaba por encima de todas las demás

—¡Me gusta esa mocosa!— celebró el hombre con un aplauso —¡No sé de donde cojones habrá salido pero tiene cojones! ¡Espero que no la maten!— el hombre bajo la mirada hasta la Hyuga —¡Tú! Eres la cría que dejó aquí Sasaki, ¿verdad?—

La peliblanca se dió la vuelta para mirar con el ceño fruncido aquel hombre con tan pocos modales

—Tomaré esa cara de idiota como un sí— se burló sin contemplaciones —Te voy a pedir un favor, échale una mano a esa niñata— clavó sus pequeños ojitos en los de la kunoichi —No te preocupes, si ese estúpido se queja cargaré con todas las culpas—

—No hacia falta que lo pidiera— respondió la peliblanca con tranquilidad

—Ya lo sabía, eres como ese idiota que tienes por amigo— se golpeó la nariz con el dedo indice se mano derecha —Solo que ahora no podrá echarte una bronca de las suyas — estalló en carcajadas de nuevo

—Os agradezco el detalle— sonrió la joven al a vez que hacia un leve gesto con la cabeza antes de seguir los pasos de la otra chica a paso rápido, no quería perderla

"No sé si esa chica tiene un plan, pero tengo la corazonada de que estoy haciendo lo correcto"

Tras un par de minutos dió alcance a la chica que había comenzado a adentrarse entre los callejones de los arrabales que se disponían alrededor de la muralla de la ciudad principal

—¡Eh! ¡Espera por favor!— pidió la peliblanca —¡Déjame que te ayude a encontrar a ese chico!—
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#14
La decisión estaba tomada por parte de la chica de Ame. Pensaba tomar a la fuerza al chico, costase lo que costase, y le daría una vida lejos de todo éste sufrimiento que ni había llegado a imaginar. Obviamente, tendría que trabajar por su propio futuro, pero ni por asomo estaría bajo las mismas circunstancias en que se encontraba. Podía perder a un "padre", pero ganaría una vida plena.

Para cuando dejó clara las intenciones, lejos de infundir respeto, todos la tomaron por una mocosa que no tenía ni idea de lo que decía. Ciertamente, así era, pero el dinero es poder... y a día de hoy, dinero no le faltaba a la chica.

Pese a desbordar confianza, nadie la tomó en serio. Por otro lado, le importaba poco mas que un pimiento en oferta a mitad de invierno. Es decir, no había empezado su cruzada por tomar poder en su negocio simplemente para agradar a la gente y ser alabada. Su propósito no era mas que ampliar su mercado, lograr labrarse una reputación, y conseguir algún que otro ayudante en las distintas localidades. Aquí ya sabía quien sería su mano derecha, y que por tozudez no fuese... porque la chica no cambiaría de opinión.

Tenía en vista uno de los callejones por donde podían haber huido. Así pues, comenzó a andar. Poco tardó en llamar su atención la otra peliblanco. Para cuando se dio la vuelta Katomi, pudo ver como ésta se acercaba. Sin duda alguna, era la peliblanco que antes la había ayudado. Sin pelos en la lengua, la de Uzu desveló que ayudaría a Katomi a encontrar al chico.

Mmm... ok. Tampoco te gusta la idea de dejarlo a su suerte... ¿verdad?

Tras ello, se acercó a la kunoichi y alzó su mano a modo de saludo. —Mi nombre es Sarutobi Katomi. Encantada de conocerte.

Realmente no estaba segura de hasta cuanto podía confiar en ella. Pero... también era cierto que hacía un rato le había ayudado sin pedir nada a cambio. Quizás sus intenciones eran realmente buena, por raro que pudiese sonar proviniendo de una persona que se dedica al arte del asesinato. Ninjas...

Curiosa y a la vez objetiva, Katomi acababa de aceptar su compañía. Desde luego, cuatro ojos ven mas que dos.
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#15
La de Amegakure se detuvo con su llamada, justo a la mitad del callejón donde se había internado. La lluvia seguía arreciando con intensidad pero a esa chica parecía no molestarle, todo lo contrario que ha la Hyuga que a pesar de llevar su chubasquero no podía evitar que se mojasen tanto sus pies como las pantorillas. Era un sensación un tanto incómoda no poder sentirse seca y lo era aún menos cuando corría alguna ráfaga de viento, lo que aumentaba la sensación de frío.

Mitsuki dejó de correr en cuanto vió que su futura compañera se daba la vuelta, para acercarse caminando hasta la posición donde la aguardaban. No pudo evitar observar con cierto recelo a su alrededor, la zona donde se acababan de internar no parecía destacar precisamente por ser muy acogedora. La mayoría de las viviendas que les rodeaban apenas pasaban el umbral de chavola. Láminas de contrachapado y madera eran sus principales materiales, aunque había alguna que otra que los mezclaba con una base de piedra.

"Parece que ese pobre niño no es el único que tiene problemas por aquí..." no pudo evitar pensar en toda la gente que debía de vivir allí contra su vountad por diferentes razones "Nadie debería de vivir así..." adentrarse en una arrabal tan decadente además de peligroso, resultaba desalentador. Lo que se suponía era la calle principal ni siquiera estaba trabajada, no era más que un enorme barrizal por donde apenas se podía caminar "El mundo puede ser tan diferente en tan sólo unos pasos más..." elevó la mirada hasta la ciudad principal, la peliblanca había paseado por ella el día anterior y no tenía nada que ver con aquel lugar, era cierto que también se respiraba un cierto aire a inseguridad pero no de la manera que lo hacia aquel lugar.

No tardó demasiado en detenerse frente a la chica que la aguardaba. Mitsuki pudo ver en la mirada de rojiza de aquella chica, su determinación por encontrar al niño.

"Si que va en serio..."

—Mmm... ok. Tampoco te gusta la idea de dejarlo a su suerte... ¿verdad?—

—Si le dejase en manos de ese hombre... no podría perdonarmelo en lo que me queda de vida— confesó la peliblanca ahora que se sentía en cierta forma liberada del compromiso con Sasaki

—Mi nombre es Sarutobi Katomi. Encantada de conocerte— la chica alzó la mano en forma de saludo

—Hyuga Mitsuki— hizo una leve reverencia con la cabeza a modo de saludo, bajo la capucha de aquel chubasquero —Igualmente— devolvió el formalismo antes de entrar directamente al asunto —¿Tienes alguna idea de por donde podríamos empezar a buscar?— la peliblanca oteo un poco tras la chica que tenía justo frente a ella —Este lugar parece ser mucho más amplio de lo que había imaginado—
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