18/08/2016, 02:36
A cada paso que daban, y cuanto mas se adentraban por los bajos fondos de la ciudad, más diferencia veían con respecto a lo más normal y pobre de la parte civilizada. Ésta zona que caminaban no podía ni considerarse parte de la urbe. No habían mas que chozas montadas con partes de barro, algunas piedras, y en los casos más remunerados con algún que otro trozo de metal. Realmente, el termino chabolas llegaba a quedarse corto. Habían casuchas que no llegaban ni a tener las cuatro paredes, por no hablar de algo parecido a un suelo o un tejado.
«¿Cómo podrá dormir la gente bajo ésta lluvia sin un techado medio en condiciones?»
Si, éstos tipos que vivían en éstas callejuelas eran mucho mas fuerte que gran parte de los shinobis de Amegakure, al menos en lo que respecta a sobrellevar las inclemencias meteorológicas. Si no fuese por su desgraciada desdicha, muchos de ellos se podrían convertir en guerreros inabatibles.
Conforme más iban avanzando, aún peor iba quedado el suelo que mismamente iban pisando. Ya no había ni hierba, ni losas, ni tierra decente para pisar. Bajo ambas kunoichis, tan solo había fango o barro. La diferencia entre ambas palabras venía a ser de poca utilidad, pues todo era arena y agua entremezclada. Puro fastidio, que relentizaba el paso y llegaba a manchar mucho mas de lo deseado. Suerte para la chica que no había optado por traer a ese lugar sus mejores galas.
Ante la pregunta se Katomi, la Hyuuga dejó claro que tampoco tenía en expectativa dejar al niño a su suerte. No podría perdonárselo en lo que le restaba de vida, o eso decía. Cuando la chica optó por presentarse formalmente, la otra peliblanca procedió de la misma manera.
«Hyuuga... curioso...»
No era la primera chica de esa familia a la que veía, ni tampoco era la primera vez que había visto unos orbes blancos. Para cuando se quiso dar cuenta, su compañera preguntaba si tenía alguna idea de por dónde podían empezar la búsqueda, pues el lugar era mucho mas grande de lo imaginado. Ciertamente así era, el sitio era inmenso, y las huellas inexistentes bajo la perpetua lluvia.
—La verdad, no tengo ni idea de por dónde podríamos buscar. Pensaba en peinar la zona, chabola a chabola, buscando algún sitio que destaque sobre el resto. Supongo que si se trata de una familia de presuntos mafiosos con bastante dinero, algo de lujos se habrán permitido. El dinero siempre atrae lujos, es algo que no pueden evitar.
»Aquí mucho lujo no hay... y si ofrezco algo de dinero a cambio de información, seguro que delatan el sitio en un abrir y cerrar de ojos. La chica echó un vistazo alrededor, confirmando su teoría. Con un poco de dinero en juego, seguro que soltaban dónde se podían esconder esa panda de maleantes.
«¿Cómo podrá dormir la gente bajo ésta lluvia sin un techado medio en condiciones?»
Si, éstos tipos que vivían en éstas callejuelas eran mucho mas fuerte que gran parte de los shinobis de Amegakure, al menos en lo que respecta a sobrellevar las inclemencias meteorológicas. Si no fuese por su desgraciada desdicha, muchos de ellos se podrían convertir en guerreros inabatibles.
Conforme más iban avanzando, aún peor iba quedado el suelo que mismamente iban pisando. Ya no había ni hierba, ni losas, ni tierra decente para pisar. Bajo ambas kunoichis, tan solo había fango o barro. La diferencia entre ambas palabras venía a ser de poca utilidad, pues todo era arena y agua entremezclada. Puro fastidio, que relentizaba el paso y llegaba a manchar mucho mas de lo deseado. Suerte para la chica que no había optado por traer a ese lugar sus mejores galas.
Ante la pregunta se Katomi, la Hyuuga dejó claro que tampoco tenía en expectativa dejar al niño a su suerte. No podría perdonárselo en lo que le restaba de vida, o eso decía. Cuando la chica optó por presentarse formalmente, la otra peliblanca procedió de la misma manera.
«Hyuuga... curioso...»
No era la primera chica de esa familia a la que veía, ni tampoco era la primera vez que había visto unos orbes blancos. Para cuando se quiso dar cuenta, su compañera preguntaba si tenía alguna idea de por dónde podían empezar la búsqueda, pues el lugar era mucho mas grande de lo imaginado. Ciertamente así era, el sitio era inmenso, y las huellas inexistentes bajo la perpetua lluvia.
—La verdad, no tengo ni idea de por dónde podríamos buscar. Pensaba en peinar la zona, chabola a chabola, buscando algún sitio que destaque sobre el resto. Supongo que si se trata de una familia de presuntos mafiosos con bastante dinero, algo de lujos se habrán permitido. El dinero siempre atrae lujos, es algo que no pueden evitar.
»Aquí mucho lujo no hay... y si ofrezco algo de dinero a cambio de información, seguro que delatan el sitio en un abrir y cerrar de ojos. La chica echó un vistazo alrededor, confirmando su teoría. Con un poco de dinero en juego, seguro que soltaban dónde se podían esconder esa panda de maleantes.