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Luego de cerrar la puerta, y de corroborar que allí no estaba la persona que debían de encontrar, el muchacho de ojos grises se tomó un momento para recuperar su compostura mental. Apoyó su espalda de la pared, y por unos instantes observó a su compañera temporal. También se le veía bastante perturbada; Allí sentada, tratando de esconder aquel enrojecido rostro entre sus piernas.
«No podemos andar buscando puerta por puerta… Y no es por lo tedioso, es porque no creo que pueda mantener mi entereza si vuelvo a presenciar algo como aquello.», pensó mientras se restregaba el rostro, tratando de difuminar aquel recuerdo reciente.
—Yo… —Trato de decirle algo alentador aquella impresionable chica, pero se encontró con que resultaba en una acción tanto difícil como incomoda.
Prefirió guardar silencio y concentrarse en la labor que tenía por delante.
Camino hacia el final del pasillo, se acuclilló y cuidadosamente dio un vistazo por la rendija que dejaba la puerta entreabierta: Observó una gran estancia con mucha gente hablando y yendo de un lado para otro. Resultaba un poco difícil el estar ahí, la luz rojiza era medio hipnótica y el perfume de las cortesanas era un poderoso distractor.
—¡Oye, creo que encontré al sujeto! —Aseguró en un grito de voz baja.
Si la muchacha se acercaba y echaba un vistazo, sería testigo de un lugar lleno de gente. Donde, la diferencia entre clientes y trabajadores era sumamente clara. Los trabajadores eran tanto hombres como mujeres que se paseaban de un lado a otro luciendo sus escasas y pecaminosas prendas. Había una pasarela superior, cuyas barras decoradas llegaban hasta el suelo para formar una especie de corredor que envolvía la estancia central.
En una oscura y alejada esquina de aquel soportal, se encontraba un sujeto de aspecto andrajoso que hacía incesantes súplicas a una prostituta. La mujer le rechazaba con infinito desprecio, pues se le estaba solicitando el otorgar uno de sus favores de carácter sexual sin el incentivo del dinero de por medio.
—Allí, en la esquina —aquel aspecto macilento y ropas mugrientas resultaban tanto discordantes como inconfundibles—, estoy seguro de que es el sujeto que buscamos.
»Pero esta algo lejos… ¿Alguna idea de cómo deberíamos acercarnos a él? —Preguntó con notable ansiedad.
Entrar a aquel local había sido un grave error, la chica no estaba preparada para ver las mil y un cosas que un hombre y una mujer eran capaces de hacer juntos en una cama y mucho menos se imaginaba a sí misma haciéndolas, para colmo había entrado acompañada de un chico. Cualquiera que los viese en el instante en que ingresaron al lugar se habría imaginado que se trataba de alguna parejita algo joven o algo del estilo. A saber…
—¡Oye, creo que encontré al sujeto! —Aseguró en un grito de voz baja.
Afirmó el albino a unos metros de distancia de donde la kunoichi había tomado asiento. Después de todo en estos instantes le tenía cierto ‘miedo’ especialmente luego de las acusaciones que había formulado horas atrás cuando tuvieron el primer encuentro, algo accidentado pero encuentro al fin.
Ritsuko le miró desde la distancia aún con el rostro enrojecido y luego de unos instantes se levantó y acercó tímidamente a la ubicación del contrario pero no se arrimó a mirar el lugar que describía el de piel morena, en su lugar se mantuvo más apegada a la pared casi que por ‘seguridad’.
—Vamos lo sacamos y listo… —Afirmó la pelirroja con un tono algo tembloroso.
Casi parecía ser otra persona a causa de los nervios que Ritsuko traía, pero la situación era lo suficientemente incómoda para que estuviese así. ~Quiero irme… ~Pensó justo antes de acercarse a la puerta y la tomó por el pomo, como el albino no la detuviese allí entraría la kunoichi a sacar de buenas a primeras sin oportunidad de diálogo al andrajoso que su compañero había descrito. Se suponía que estaba en alguna esquina de la habitación del otro lado de la puerta…
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—Vamos lo sacamos y listo… —Afirmó la pelirroja con un tono algo tembloroso.
—Me parece bien, pero no podemos armar un escándalo, por lo que tendremos que actuar con discreción. —El de ojos grises noto que la muchacha rehuía de mirar en dirección a su objetivo.
Ella todavía yacía roja y temblorosa, abrumada por lo incomodo de la situación. El Ishimura hubiese querido gritarle, para que dejara de temblar y se comportara como una kunoichi. Pero el alterarse no iba a resolver nada. Además, el también estaba en las mismas condiciones, por lo que hubiese sido un tanto descarado el exigirle que se mantuviera inmutable.
«No podemos hacer esto en semejante condición mental…» Se irguió amplio y derecho, dio varias lentas y profundas aspiraciones y, finalmente, se palmeó con fuerza ambas mejillas.
—Escúchame, por favor —se dirigió a la jovencita, buscando su rostro con la mirada, para sentir que sus palabras llegaban a ella—. Sé que es difícil estar en un lugar tan “pecaminoso” como este, pero necesitas concentrarte y recobrar la calma. Somos ninjas, así que tómalo como una misión en la cual no quieres, ni puedes, fallar.
Le pareció escuchar unos pasos cerca del lugar por donde habían entrado, por lo que decidió cortar su hablar y concentrarse. «No podemos simplemente cruzar de lado a lado, llamaríamos mucho la atención.» Tampoco podían transformarse para pasar desapercibidos, si algo llegaba a romper su concentración, la súbita nube de humo los delataría por completo. «Lo mejor será moverse cerca de la pared, ocultos en la sombra de la pasarela que forma el segundo piso.»
El joven de ojos grises llevaba un abrigo grueso que le cubría de pies a cuello y una amplia bufanda con la cual podía cubrirse el rostro. Si recogía su cabello y actuaba bien, podía pasar como un simple anciano bajito. «La cuestión es como hacer con ella.» El cabello rojizo, el rostro llamativo y aquellas prendas ajustadas resultarían inconvenientemente atractivos en aquel ambiente. No quería ser cruel con ella, pero... Con ese atuendo sería fácil que la confundieran con una trabajadora de allí.
Hecho un rápido vistazo y dio con algo que le ayudaría; Asomó medio cuerpo hacia dentro y alcanzó un perchero donde colgaban una gabardina de cuello alto y un sombrero de hongo.
Se los ofreció a la pelirroja para que disimulara su presencia con ellos—. Con esto deberías pasar desapercibida —aseguro, mientras se recogía el cabello con una liga y se preparaba psicológicamente—. Hay algunas cosas un poco “impresionantes” allí… Así que solo mantén tu mirada sobre mis pasos y no te apartes. —Estuvo a punto de pedirle que mantuviera su mirada sobre él, pero se detuvo en cuanto noto lo vergonzoso que eso se escucharía.
Con aquello último y con su “disfraz” completo, se dispuso a entrar a aquel ambiente donde la lujuria era tan intensa que incluso era perceptible a través de sus cinco sentidos.
—Escúchame, por favor
Daba igual lo que fuera a decirle, que se pusiera serio y le buscase la mirada era motivo más que suficiente para que la pelirroja decidiera alejarse un par de pasos de él como si realmente corriese algún tipo de peligro, aunque muy probablemente no pasaría nada porque el moreno estaba en las mismas que ella aunque no era tan notorio en su caso.
—Ajá... —Fue la única respuesta que Ritsuko dió dejando en claro lo poco convencida que estaba de aquello.
—¿Todavía le da la cara para afirmar que es una misión...? —Preguntó la madre de la pelirroja que poco a poco iba 'apareciendo' de una forma bastante clara a un lado de Ritsuko. Es decir, al menos ella le podía ver fácilmente.
Lo más extraño del caso sería que en el momento en que la kunoichi se distrajo con su madre, el albino se consiguió de algún lugar algunas prendas para supuestamente pasar desapercibida y... Fue allí cuando la chica se percató de que su vestimenta no era la mejor para pasearse por ese lugar por lo que sin dudarlo se puso tanto la gabardina como el sombrero que le quedaba considerablemente holgado y de paso apenas si se le llegaban a ver los ojos y poco más por el cuello alto.
—Huele raro... —Se quejó apenas la kunoichi mientras terminaba de acomodarse la ropa.
Ya con eso si el otro no seguía hablando estaba más que dispuesta a seguir la marcha hacia el objetivo lo cual le dejaba una pequeñísima duda a la kunoichi. ~¿Los clones no habrán desaparecido...? ~Cuestionamiento totalmente factible teniendo en cuenta los ataques de nervios que habían tenido a estas alturas. Pero que va, ir a buscar al ladrón era la máxima prioridad y...
—Agh... Toqué algo pegajoso... —Soltó más que asqueada sacando las manos de los bolsillos de la gabardina rápidamente.
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Antes de aventurarse hacia aquel entorno lleno de adultos cargados de deseos impuros, el joven de blanca cabellera dio un último vistazo a su compañera temporal.
«Solo espero que ella pueda mantener la compostura hasta que hayamos cumplido nuestro objetivo… Espero que yo también pueda mantenerla», se dijo.
Sin más dilaciones, se adentro en aquel sitio.
Comenzó a caminar pegándose a la pared, tratando de emular a un señor mayor, pero asegurándose de no parecer sospechoso. Se mantenía en las sombras, esperando que la joven que le acompañaba hiciese lo mismo. Cada tantos pasos observaba hacia donde yacía su objetivo, comprobando que la distancia que los separaba era cada vez menor. Sin embargo, la mayoría del tiempo sus ojos apuntaban al suelo, hacia el lugar donde daría el próximo paso. No solo buscaba mantener su concentración en lo que estaba haciendo, sino que trataba de evitar la peligrosa posibilidad de cruzar miradas con alguna meretriz.
«Hay tantas… ¡No, no, mantente concentrado!», se dijo con firmeza.
No podía recordar que un tramo de pasillo se le hubiese hecho tan largo en alguna ocasión pasada. La música no era mala, pero invitaba demasiado a desinhibirse. Las risas finamente ensayadas y el caminar elegante y sugestivo de aquellas experimentadas mujeres eran ameno martirio.
En aquel lugar, el mayor peligro era la curiosidad: La curiosidad casi infinita que siente un joven adolecente por las nuevas posibilidades del mundo adulto. Una curiosidad que venía acompañada por un temor y nerviosismo igual de grandes. Una curiosidad que lo hacía sentirse como una polilla revoloteando alrededor de una calidad hoguera.
Cuando creyó haber recorrido exitosamente la mitad del camino, el primer obstáculo inevitable se plantó ante él; Una veinteañera de piel bronceada y rasgos agraciados, ataviada con un corto vestido de encaje blanco que insinuaba una figura cautivadora.
Sus repentinos gestos y palabras pusieron al Ishimura contra la espada y la pared.
—¡Hola, Ojisan! —exclamó, con una sonrisa coqueta y una voz atrayente—. Seguramente busca algo en lo que podría servirle ¿Cierto? —aseguro con un poco de malicia bien dirigida.
«¡¿Ahora qué hago?! —se preguntó desesperado, mientras trataba inútilmente de desviar la mirada—. Espera… me ha confundió con un anciano… ¡Sí! Solo debo decirle que ya estoy en compañía… Si, es eso nada más. Sin problemas. Solo tengo que decírselo.»
En el caos de su mente era sencillo el decirlo, pero en la realidad abrió la boca y se quedó callado. Sus manos temblaban, sus ojos la recorrían de arriba abajo, sus manos, escondidas tras él, temblaban visiblemente y sus mejillas estaban encendidas. Solo tenía que decirle un “no gracias” o algo similar, pero no lograba que su cuerpo y voz coordinarán… se había quedado congelado y con pocas o ninguna posibilidad de seguir avanzando.
El objetivo era sencillo, pasar por la zona más oscura del pasillo y alcanzar al ladrón que los había arrastrado a todo aquello a los dos shinobis, pero claro, por mucho que estuviesen disfrazados estaban en medio de un edificio del pecado dónde todos eran objetivos potenciales de los empleados incluidos ellos dos.
Así fue como Kazuma se vio cara a cara con una de las empleadas, una prostituta bastante carismática y al mismo tiempo joven que le detuvo ofreciendo sus servicios a lo que el de piel morena no fue capaz de responder de ninguna manera y… Probablemente Ritsuko tampoco podría hacer nada.
~Lo lamento, pero si abro la boca se enterarán que soy mujer y se irá todo al carajo. ~Pensó la pelirroja mientras se desviaba un poco de la ruta principal para pasar a un lado de ambos entes y seguir directa al ladrón. Si su compañero temporal decidía aprovechar la situación y pasar un rato con aquella otra fémina, por ella que lo hiciera, lo único de interés para la pelirroja era salir cuanto antes de allí y ahora si nada ni nadie se interponía en su camino lo lograría.
~Allí está… Falta poco… ~Pensaba mientras seguía la lenta marcha a causa del maldito disfraz que aparte de incomodarla por lo grande que le quedaba apestaba horrores y estaba empezando a marearse.
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Las alianzas improvisadas son algo que carece de la fortaleza de la confianza, pues se pactan bajo condiciones de desesperación. Confirmado quedó aquello cuando el joven Ishimura se vio abandonado por su compañera. Por el lado bueno; se le veía determinada a cumplir con el objetivo que se habían planteado. Por el lado malo; Era un poco incomoda la facilidad con la que le había abandonado, si es que se lo podía llamar abandono a aquello, pues no estaba en peligro real… Al menos no en el típico peligro al que estaba acostumbrado y con el cual sabía lidiar.
Su salvación llegó en forma de una de aquellas chicas típicamente inoportunas.
—¡¿Qué haces aquí, perdiendo el tiempo con este anciano, Shioko?¡ —preguntó una chica de estatura y vestimenta similar.
—Me pareció que podría ser un buen cliente —Hizo un puchero, demostrando lo molesto que era que se metieran en sus asuntos.
—¡Olvídate de eso! —hizo un ademán con la mano, restándole importancia a la presencia del peliblanco—. ¡Parece que los chicos de Banryoku están de visita! De seguro traen mucho dinero con ellos.
—Lo siento, Oji-san, será para la próxima. —Sin decir más, la muchacha se fue corriendo hacia alguna parte, luciendo un rostro que resultaba una curiosa mezcla de avaricia y sensualidad.
El nativo de la espiral sintió que, por primera vez en varios minutos, podía respirar con tranquilidad. Sabía que debía continuar con su camino y completar lo que tenía pendiente, pero decidió tomarse un instante para recuperar la compostura.
Apoyo la espalda en la pared y, desde las sombras que lo cubrían, fue que los vio; Era el grupo de guardias que se suponía les debía escoltar a la comisaria. Tenía sentido que estuviesen hay, con tantos vuelcos de corazón era seguro que los clones se hubiesen esfumado.
«Recién están ingresando. Les tomará un rato el cruzar la estancia y comenzar a buscarnos.», pensó mientras se ponía en alerta.
Miro hacia el ladronzuelo que era su objetivo, y pudo ver como este ponía cara de pánico. El sujeto se había dado cuenta de que los oficiales habían entrado al local. Decidió darle prioridad a su escape, por lo que dejó de incordiar a la furcia que yacía al pie de las escaleras y procedió a subir por las mismas buscando algún lugar donde pudiese evadir la búsqueda. Con la creciente prisa y ansiedad, se decidió a ir por la puerta más cercana, ubicada al inicio de la pasarela.
El joven de ojos grises comenzó a moverse con prisa, aprovechando el breve revuelo que estaba causando la bienvenida a aquel grupo de guardias.
—Vamos —le dijo a Ritsuko en cuanto pasó a su lado.
Sin demoras, subió la escalinata y se aventuró al lugar al cual había entrado el malviviente causante de su actual problema. Dejo la entrada abierta, a la espera de que la kunoichi le siguiera. Sin embargo, le encontraría detenido e indeciso.
—Un pasillo, dos habitaciones y solo tengo tiempo para revisar una… —Resultaba un tanto molesto, pero necesitaría que su aliada temporal se encargará de revisar una de las habitaciones por su propia cuenta mientras él hacía lo mismo.
«Es difícil decidir cuál puerta elegir, pues por alguna razón… Ambas me dan muy mala espina» Por lo visto hasta entonces, era natural temer a lo que pudiese encontrar en alguna de esas recamaras misteriosas.
La situación en la que se encontraban no le agradaba para nada y para colmo todo se había dado por culpa de un par de guardias inútiles que no fueron capaces de hacer su trabajo por cuenta propia, de ahí que Ritsuko terminase aportando su granito de arena atrapando a un ladrón que prontamente terminaría escapando e internándose dentro de aquella casa del pecado en la que ahora la pelirroja y el albino con el que muy bien no había iniciado su relación, buscando justamente a este tercer individuo desconocido que en lugar de aprovechar la distracción de los guardias prefirió buscarse algún favor de índole sexual por parte de alguna meretriz. Curioso, ¿no? Escapar hubiese sido tan sencillo…
Al de piel morena llamado Kazuma lo había detenido una de las empleadas del local suponiendo que se trataba de un anciano, pues el rostro no lo llevaba completamente descubierto por lo que las dudas se daban teniendo en cuenta el blanco natural de sus cabellos. Fue ahí cuando la de Takigakure decidió abandonarle a su suerte para cumplir con el objetivo inicial de atrapar al ladrón, después de todo el disfraz que ella traía la estaba matando por el hedor y alguna que otra sustancia pegajosa que tenía pegada en el interior. ~¿Qué hicieron con esto…? ~Se preguntaba mientras caminaba sumamente nerviosa para confrontar al objetivo de una vez por todas.
Quedaban tal vez cuatro o cinco pasos para que la chica lograse su cometido cuando se armó un revuelo algo extraño, pues prácticamente todas las empleadas disponibles salieron corriendo hacia la entrada a recibir a ciertas personas que los dos shinobis allí presentes reconocerían fácilmente.
—¿En serio justo ahora…? —Susurró para sí misma en un instante en que se volteó a mirar.
En ese instante exacto en que la pelirroja desvió la mirada, el ladronzuelo efectuó su escape logrando escabullirse en una habitación escaleras arriba, hubiese sido sumamente sencillo para ella el atraparle antes de que subiese claro, pero el disfraz la tenía muy limitada e incluso el hedor empezaba a afectarla considerablemente sin mencionar los nervios de estar dentro de un local de ese tipo.
—Sabes bien que no deberías estar aquí, eres muy joven. —Le regañaba su propia madre a lo que Ritsuko simplemente respondía con gestos de su cabeza.
Para cuando la de Taki comenzaba a subir muy lentamente las escaleras como su disfraz lo permitía, el albino pasó justo a su lado metiéndole prisas a lo que respondió con un ligero gruñido de molestia pero en ningún momento cesó la muy aletargada marcha. Hasta que finalmente ambos se encontraban frente a dos habitaciones cerradas donde el de Uzushio miraba fijamente.
—No hagas nada raro… —Le dijo la nerviosa pelirroja al de piel morena justo antes de acercarse a una de las dos puertas solo para aplastar el oído en ella.
Lo único que quería era escuchar lo que pasaba allí dentro, si llegaba a escuchar alguna cosa sumamente extraña de parte de una pareja, ya podía descartar fácilmente esa opción pues el ladrón no se encontraría allí por obvias razones.
—No va a sentar muy bien que alguien interrumpa. —Comentó la madre de Ritsuko con un semblante algo decepcionado.
—Lo sé mujer… Lo sé… —Respondió apenas con un tono un tanto tembloroso, lo último que quería era escuchar que allí dentro solo había una pareja haciendo sus cosas.
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Kazuma escucho a la joven pelirroja, y le fue fácil el percibir en su voz todo el nerviosismo y vergüenza que le hacían temblar. «Es una suerte el que yo no tenga ese aspecto lamentable», agradeció el hecho de que su exterior no demostrara el que compartía las mismas incomodidades que su compañera temporal.
«Veamos —Pegó su oído a la puerta y cerró los ojos para concentrarse en el sonido—. ¡Oh! Parece que está ocupado… De hecho, parece ser una especie de fiesta con mucha gente… Y muchos gemidos…» Se despegó, un poco avergonzado, pero también agradecido de no haber cometido la indiscreción de asomarse a la habitación.
Para su fortuna, lo escuchado por Ritsuko estaba lejos de parecer un bacanal de placeres carnales. Más bien se percibían sonidos que debían de ser idénticos a los habituales en una cámara de tortura: Órdenes severas, fuertes latigazos y múltiples quejidos. Sin previo aviso, la puerta se abrió y derribo a la pelirroja. Kazuma corrió junto a ella, justo a tiempo para ver a una bella mujer de rostro ofuscado asomándose.
—Espere… Puedo explicar esto —dijo en cuanto la dama dirigió una rigurosa mirada hacia ambos.
Su aspecto no era nada parecido a lo que el Ishimura hubiese esperado de una prostituta: Era alta, de facciones hermosas y con un aire de autoridad que resultaba tanto sensual como dominante. Era rubia, con ojos verde oscuro y con unos carnosos labios pintados de rojo oscuro. Lo que más resaltaba en ella era aquella indumentaria de cuero negro que se ajustaba sobre ella como una segunda piel, un vestido que resultaba tanto elegante como perverso.
El joven se encontró fascinado por tan curiosa mujer. Esta cruzo miradas con él y luego le habló con voz represiva y autoritaria, diciéndoles:
—Este no es un sitio adecuado para jóvenes que no comprenden los placeres que vienen a buscar los adultos. —Se volvió hacia adentro y se escucho como arrastraba algo pesado—. Soy una dominatrix profesional, por lo que no pienso interrumpir mi labor por simplezas como esta.
»Haré que de cuentas que no he visto nada y no llamaré a seguridad. Por favor, sean tan amables de llevarse a este inmundo, descortés e inoportuno visitante a otro sitio. —arrojo frente a ellos a un sujeto fuertemente amarrado y con una capucha en la cabeza. Luego, comenzó a cerrar la puerta—. ¡Vamos, ¿Qué están esperando?! Sean obedientes —exclamó antes de retirarse a seguir cumpliendo con su oficio.
Estando aún un poco impresionado por lo visto, Kazuma se acercó con dudas a aquel cuerpo que se agitaba, tratando de escapar del intrincado diseño que formaba la soga que lo retenía. Le quito la capucha y no pudo evitar sonreír al ver lo que había debajo.
—Es el sujeto que estábamos buscando —aseguro, con cierto entusiasmo, mientras el amordazado chillaba.
~Que no esté ocupado… ~Se repetía una y otra vez la pelirroja esperando que la habitación o bien no esté ocupada por absolutamente nadie o bien que lo esté, pero con todos los internos concentrados en arremeter contra el intruso que vendría siendo el ladrón que aquellos dos shinobis estaban buscando hace un rato ya. Mientras que los guardias allí presentes aprovechaban la falta de trabajo haciendo alguna que otra cosilla que no deberían, claro.
Sin ningún tipo de aviso previo, la puerta que Ritsuko iba a examinar se abrió dándole un fuerte empujón que terminó por hacerla caer de culo al piso y el lamentable disfraz que traía sencillamente se ‘abrió’ por lo que la identidad de la joven pelirroja quedó completamente expuesta ante aquella fémina que a juzgar por su apariencia, podría ser tranquilamente la madre de ambos shinobis. Pero claro, decir algo como eso sería probablemente considerado como un insulto y lo que menos quería la kunoichi era conseguirse más problemas por lo que prefirió callarse, aunque en el caso de querer hablar tampoco podría porque seguía sumamente nerviosa y aquella presencia envuelta en cuero no ayudaba en lo más mínimo.
Pero antes de que el albino pudiera explicar nada, la rubia tomó la palabra y dejó en claro lo que pensaba de tenerles allí en el edificio, claro que ellos no estaban ahí por mero placer a diferencia de todo el resto de personas… De todas formas, lo importante era que al fin podrían salir de aquel lugar tan perturbador para la joven e inmadura mente de la pelirroja que ya no aguantaba la peste del atuendo que le habían echado encima.
Mientras ella se levantaba lentamente tras aquella peculiar escena, el de Uzushio se tomó la libertad de comprobar quién carajos era el tipo que estaba atado y amordazado, por suerte para ambos se trataba del ladrón imbécil, cosa que logró sacarle un suspiro de alivio a la chica.
—Bien… Salgamos por donde entramos, como nos vean los guardias terminaremos mal. —Soltó la de ojos rojos que se dispuso a tomar al amordazado por las piernas, no sin antes acomodar su disfraz para evitar que rasgos característicos suyos quedasen a la vista. —Venga, rápido… —Apremiaba con un tono algo alterado, la peste la estaba matando.
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Kazuma la observó con cierta incredulidad, pues a cada instante le costaba más creer que aquella muchacha fuese una verdadera ninja: Parecía una Kunoichi, se movía como una Kunoichi y era agresiva como una Kunoichi… Pero dentro de aquel local se comportaba como poco menos que una niña asustadiza. Aquello lo consideraba normal, su forma de sentirse, pero el que se dejara dominar tan fácilmente por su vergüenza le resultaba casi ofensivo.
—No será tan fácil —respondió con voz neutra—, incluso en un lugar como éste, resultara algo muy extraño el ver a dos personas cargando a una tercera que no para de forcejear.
El hecho de que la estancia estuviese llena de guardias no facilitaba las cosas. Aunque, parecía que buscaban de manera pasiva, como si no hubiesen dado la voz de alarma. Aquello tenía sentido: Era seguro que al notar la ausencia de los sospechoso, los oficiales se decidieron por buscar ellos mismo, temerosos de las represalias de su jefe si interrumpían su diversión privada solo para llevarle las malas nuevas.
«Pero aquel sujeto no compartirá el lecho con una mujer por tiempo indefinido… debemos salir rápido y sin armar un escándalo»
Se asomo desde arriba, y pudo ver como ya había dos guardias vigilando la puerta por la que habían entrado. Miro alrededor y lo único que consiguió ver fue el final del pasillo, donde una ventana daba hacia el exterior.
—Por si fuera poco, hay un par de sujetos haciendo guardia en nuestra ruta de entrada —su rostro era sereno, pero su voz denotaba cierto grado de irritación—. Para variar, ¿tienes alguna idea con la cual podamos salir y llegar a donde deberíamos estar?
Ella estaba más que lista para arrastrar a ese ladronzuelo por el pasillo hasta la puerta por la que habían ingresado en un primer lugar pero al final de cuentas que el de Uzushio el que se negó dando a entender que las cosas iban a ser más difíciles de lo que parecían y hasta cierto punto era verdad, tenían que sacar al hombre de alguna manera que no pareciera tan sospechosa y pasar cerca por cualquiera de los guardias era sumamente peligroso.
—Bueno eh, lo noqueamos y nos lo cargamos encima como a un ebrio. —Diría la kunoichi rápidamente, básicamente para salir lo antes posible del lugar.
Pero claro, si alguno los paraba y preguntaba quedaría en claro que serían interrogados o mínimamente despojados de sus disfraces, fue justo en ese momento en que la pelirroja recordó un detalle de importancia que no debería de haber sido tanto problema considerando que ambos eran shinobis.
—¿Conoces la técnica de transformación…? Podríamos usarla dentro de alguna habitación vacía o algo así para que no nos identifiquen. —Agregó la kunoichi dejando al ladrón tirado en el piso y desviando su atención al piso inferior por donde todos se movían de aquí para allá.
Aquella era literalmente la única idea que se le venía a la mente a la pelirroja que no podía evitar sentirse incómoda por el lugar en el que se encontraban e incluso por culpa del maldito disfraz que tenía encima.
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—Es lo mejor que has dicho desde que te conocí esta mañana. —El comentario no tenía por objetivo ser grosero o sarcástico, pero no pudo evitar ser sincero ante lo bueno de la idea.
El joven de ojos grises ayudó a levantarse al sujeto que estaba amarrado. Al principio estaba tranquilo, pero mientras notaba como el Ishimura le daba vueltas y le miraba, comenzaba a ponerse nervioso y a temblar. El moreno le tomó la cabeza entre sus manos y la examinó con cierta rudeza, para luego soltarla y comenzar a palpar el abdomen de aquel pillo.
—Lamento esto —dijo con voz serena—. Bueno, solo lamento ser yo quien lo haga, porque lo cierto es que te lo mereces por causar tantos problemas.
El criminal comenzó retorcerse, como imaginando lo que vendría a continuación. Kazuma lo empujo hacia su compañera de manera que esta lo sostuviera un instante. Acto seguido, tomó impulso y se arrojó contra el apresado; le tomó de los hombros y con una fuerza exagerada encajó la rodilla justo en la boca del estómago de su objetivo, que se retorció un poco junto con un grito ahogado y luego cayó completamente inconsciente.
—Está hecho —aseguro, mientras comenzaba a quitar las amarras—. Ahora lo podremos cargar con facilidad.
Se levantó e inmediatamente realizó una técnica de transformación: Ahora ya no era un chiquillo, sino el típico viejo de aspecto perverso que adoraba los sitios como aquel.
—Ahora te toca a ti —Miro a Ritsuko esperando que se transformara—. Lo mejor es fingir que somos unos viejos verdes que hemos venido por algo de diversión, y que ahora estamos sacando a nuestro amigo ebrio.
»En cuanto estés lista, pelirroja —le dijo a Ritsuko, con voz grave, mientras apoyaba al desmayado en su hombro, esperando que la muchacha se uniera a él y comenzara a caminar.
Un comentario de todo menos agradable para la pelirroja que solo le dedicó una mirada de iracunda acompañada de un ligero gruñido. ~Como si tú fueses un genio. ~Pero no lo diría porque seguramente terminarían en más líos porque el otro tampoco se callaría la boca, y sí, en tan poco tiempo ya más o menos le había entendido la forma de pensar y actuar por lo que debería de saber aproximadamente como tratarlo para no tener que aguantarle demasiado tiempo.
Ahora la cuestión, ¿por qué carajos el moreno decidió tomar carrera y darle un rodillazo de todo menos sigiloso?
—Pero que se supone que no nos vean ni nada. —Decía nerviosa la kunoichi al ver el jaleo que estaba provocando su compañero.
Es más, cuando echó a correr los pasos retumbaron a causa de la madera y más de un tablón rechinó de lo más bonito pero las cosas no se quedaron ahí, luego de que el de Uzushio le tirara al inconsciente hombre encima tuvo la muy brillante idea de transformarse allí mismo, a vistas de todos como un buen idiota que no le importa que vean la nube de humo que usualmente se produce al realizar esa técnica.
—Eres imbécil pero con ganas. —Soltaría la kunoichi resignada ya porque los pasos apresurados de los guardias se escuchaban sumamente cerca.
—¡Quietos ahí! —Exclamó uno de los guardias más cercanos que ya se encontraba en las escaleras. Y este no iba solo, tenía un compañero al que probablemente se sumarían más y más si no hacían algo pero ya Ritsuko estaba completamente resignada, ¿qué caso tenía escapar ya?
—Imbécil... —Susurraría en voz bastante baja refiriéndose claramente al albino.
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Al principio, el dejar inconsciente al sujeto y luego transformarse parecía la mejor de las ideas, pero el destino no quería que escapara tan fácilmente: Pese a estar en un piso superior, en uno de tantos pasillos vacíos de la galería, donde solo habían dos habitaciones, ambas ocupadas, el ruido causado por su carrera debió de llamar la atención a quienes estuviesen en el piso inferior.
—Eres imbécil pero con ganas. —Soltaría la kunoichi resignada ya porque los pasos apresurados de los guardias se escuchaban sumamente cerca.
—Sí, he sido un imbécil..., pero por esperar a que el plan de una niña torpe pudiese funcionar —respondió, voz calmada e indiferente.
De pronto un par de guardias se asomaron desde el final del pasillo, e inmediatamente reconocieron al trió que andaban buscando. Por mero instinto, y costumbre, el Ishimura se llevó la mano a la cadera, en busca de una empuñadura que no estaba ahí. «Cierto… no cargó a Bohimei conmigo», pensó decepcionado mientras deshacía la transformación. Uno de los sujetos se aproximo como temeroso de que pudiesen tratar de escapar, pero el peliblanco se limitó a alzar las manos en señal de rendición, dejando que el que estaba inconsciente yaciese tranquilo en el suelo.
El oficial les llevó hasta la salida, entre empujones y refunfuños. El que lo acompañaba se limitó a cargar al tercer sospechoso en silencio. Luego de un rato, ya estaban de nuevo en el sitio donde los habían dejado, solo que esta vez todas las miradas vigilantes estaban sobre ellos. Pese a lo ocurrido, los desalojaron del local en relativo silencio y discreción, como si no quisieran armar un alboroto. Aquello no pasó por alto para el de ojos grises; sabía que los guardias querían evitar importunar a su jefe a toda costa, por lo que recurrieron a una búsqueda y captura con el mínimo de alboroto.
«Bueno, creo que no está tan mal: Atrapamos al sujeto que se escapó y no hubo necesidad de armar un escándalo… Aunque me hubiese gustado salir por mi propia cuenta, pero ya nada puede hacerse. Solo queda esperar a que salga el jefe y ver que pasa.»
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