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Finalmente, después de la larga travesía que le había llevado hasta los linderos de la Isla Monotonía, por allá en el país del Agua; el escualo regresó a las costas uzureñas y decidió pasar la noche en Yamiria. A la mañana siguiente, con las energías debidamente recargadas, Kaido volvió a poner marcha sobre tierra firme y tomó su curso hacia su país, trayecto que le tomó alrededor de dos días, aproximadamente.
Había estado viajando mucho últimamente, y lo cierto es que estaba escaso de efectivo, y de energías. Los pies le dolían, y aunque quisiese darse el lujo de pagar alguna que otra posada a mitad de camino, en realidad estaba tan desesperado por llegar a Yachi que no pensó en las secuelas de una caminata similar. A tal punto de que, estando próximo a la frontera que dividía ambas regiones, se percató de que sus reservas de agua estaban bajas. Y un Hōzuki no se podía permitir aquello bajo ninguna circunstancia.
Estaba sediento, y la única fuente de agua que sabía cercana era la poderosa cascada del Valle del Fin. Así que ahí decidió ir.
Quinto Tsuchiyōbi de Flama, Verano de 217, La Capital
Daban las doce del mediodía, y el sol veraniego brillaba con todo su esplendor desde el noreste. El verano de ese año en particular venía siendo uno de los más calurosos, o eso comentaban los lugareños; y aquellos que vivían en pueblos aledaños a la fuente de agua que el Valle del Fin les proporcionaba, no podían estar más que agradecidos.
Y sin embargo, para cuando Kaido llegó finalmente al área en cuestión, no parecía haber nadie en los alrededores; no al menos de los que él pudiese percatarse.
El gyojin se dispuso entonces a llenar su cantimplora, y bebió un par de tragos entre medios. Sólo para después, volverla a llenar. Como si tanta agua nunca fuese suficiente.
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Sofocante, si, sofocante, así era como se definiría el día a esas horas, era normal que hiciera calor por los lados del país de la espiral, por lo que alguien proveniente de Uzushio podría talvez, tener un poco más de aguante ante los calurosos rayos ultravioletas, pero eran ya temperaturas muy elevadas como para que alguien sin una cantimplora con agua y una buena sombra pudiera soportar, para su suerte, su destino estaba muy cerca, por lo que su decisión fue no detenerse, una vez en el Valle del Fin, descansaría y almorzaría.
<< Ahh, demonios porque hace tanto calor, un poco más y acabare por desmayarme>> Pensó el Uzureño algo -Demasiado- cansado por el camino, no tenía muy buenas experiencias en viajes, y este no era la excepción, ya que como es costumbre para su cabeza, su orientación no le ayudo mucho para encontrar su objetivo, hace varios días que debería haber llegado, según las indicaciones que le habían dado en el último pueblo en que se detuvo.
Había escuchado muchas historias provenientes de ese lugar, y no solo sobre los tres monumentos que se ubicaban ahí actualmente, más de un anciano del país de la espiral le habían hablado sobre dos estatuas enfrentadas que yacían en la cascada, y a su vez el sin fin de enfrentamientos que tuvieron lugar en la frontera de los tres países, todo cual se enfrentaba ahí, terminaba haciendo historia, por lo que no podía no conocer semejante lugar, el cual le dio nacimiento al mundo conocido actualmente.
Sus pasos eran cada vez más cortos y más lentos, y por más que mirara el mapa, era inútil, no aprendería a interpretar mapas por arte de magia, y como su orientación era tan buena como brújula en el Grand line, ni siquiera podía fijarse en los puntos cardinales de la representación plana de Ōnindo.
Con mucha suerte y la bendición de a saber que deidad, el Uzureño logro encontrar, luego de unas horas de girar en círculos, el lugar cuyo nombre había repercutido de generación en generación, siempre haciendo historia en cada una de las épicas batallas que allí se habían determinado.
Lo primero que hizo al llegar al gran lago fue llenar y vaciar varias veces su cantimplora con agua saciando su sed hasta quedar satisfecho.
- Fiu…que bien se siente esta agua- exclamo el joven limpiando su boca con su manga sin siquiera prestar atención a su alrededor, para después retirar su mochila y usarla como almohada recostando su espalda sobre el suelo y refrescar sus pies dentro del agua.
Ahora que le tocaba sufrir el calor del verano, comenzaba a extrañar la eterna lluvia de las Tierras de la Llovizna... al menos estar mojada por la lluvia le resultaba bastante más agradable que hacerlo por puro sudor. Ataviada con su ropa habitual, chaqueta corta de cuello alto de color verde y su mono rojo de una material parecido al neopreno al que había tenido que bajar la cremallera casi hasta el ombligo para aliviar el calor, dejando un escote que su abuela consideraría casi delito.
—¡Empezamos bien el verano!— Izumi se quitó el gorro de color naranja un tanto exasperada para usarlo como abanico, avanzaba lentamente por el camino principal que discurría paralelamente al lago
"Espero que en Kusa no haga todavía tanta calor... apenas es verano..." guardó el gorro en su portaobjetos para no tener que seguir llevándolo en su mano "Necesito un baño..." se remangó ambas mangas "Y creo que ya no me queda casi agua" rebuscó en su cinturón por su pequeña cantimplora y en efecto, estaba casi vacía
Estaba apunto de lamentarse, cuando el destino por una vez en su vida le sonrío descaradamente. Al girar un recodo del camino, frente a ella apareció una vieja señal de madera con tres maderos que indicaban direcciones y en una de ellas pudo leer la palabra lago con cierta dificultad pues estaba bastante desgastada la escritura
"¡No me lo puedo creer! ¡Es mi día de suerte!" celebró la joven que no tardó ni un segundo en echar a correr hacia la su izquierda a través del pequeño camino que señalaba el cartel "Me voy a pegar una buen chapuzón antes de seguir el camino" la pelirosa corría a toda velocidad siguiendo la vereda que discurría entre árboles y arbustos, los cuales casi ocupaban el camino y más de una vez tubo que apartar.
Sin embargo, el ansia era tanta, que no le importaba ni siquiera arañarse un poco los guantes con tal de llegar cuanto antes para poder refrescarse. Antes de que se diese cuenta, el bosque acabó abruptamente desembocando el camino en la orilla del lago.
—¡Mierda!— fue lo único que le dio tiempo a decir o pensar antes de que todo se precipitase
Entre la velocidad que llevaba y la última rama de un árbol que tapo su visión hasta el último segundo, Izumi no pudo ver un bulto de color negro y azul pálido que parecía estar agachado sobre la orilla del lago. La kunoichi impacto contra aquella cosa, arrollándola prácticamente y provocando que cayese hacia delante sobre el agua. Ella salió despedida por encima y terminó entrando prácticamente de cabeza en el agua.
Por suerte la zona sobre la que se precipito tenía un poco de profundidad y el impacto se redujo un poco. Aún así, la pelirosa acabó tumbada sobre el agua como si estuviese haciéndose el muerto con ambos brazos y piernas extendidas.
"Un día de estos me rompo la espalda" podía notar el quemazón de la parte donde su shirasaya y portabojetos habían sido aplastadas contra sus lumbares.
No tenía ni idea de contra qué había chocado, pero ahora mismo no le importaba demasiado... solo trataba de recuperarse el golpe.
"Al menos ahora estoy fresquita..."
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Fue el sonido de una rama quebrarse, y la inminente perjura arrojada por la mujer lo que le permitió percatarse de su veloz acercamiento. Su capacidad de reacción, sin embargo, sólo le permitió girar la cabeza lo suficientemente rápido como para ver frente a frente a quien se acercaba a toda marcha en su dirección: una mujer menuda, con cabellos naranjas, y que más pronto que tarde acabaría haciéndole un tackle que lo tumbó hasta los linderos más profundos del lago.
La mujer salió despedida por encima suyo, y cayó a un par de metros más adelante. Kaido, por su parte, se mantuvo sumergido por medio minuto intentando despejar de su cabeza las inminentes ganas que tendría de ahogar a la infractora.
Sacó la cabeza sutilmente, como lo haría el cocodrilo mientras visualiza a su víctima, y luego emergió completamente. Sólo para observar el cómo la zorra yacía boca arriba, flotando muy relajada. El escualo dio dos zancadas, y gracias a su preciada genética fue inmediata su aproximación hasta la posición de la mujer. Le alzó con el brazo derecho por la mochila y prácticamente la obligó a pararse sobre su propio peso.
—¿Estás bien? —inquirió casi a regañadientes, se le podía ver en el rostro la lucha interna que le suponía preguntar aquello sin insultarle. Pero, lamentablemente, no tenía las energías para ser el usual hijo de puta de siempre—. si tantas ganas tenías de darte una ducha con éste guapetón, bien podrías haberlo preguntado amablemente, coño.
Ashito, quien se encontraba en el extremo derecho más inmediato, pudo percatarse de todo aquel tumulto en primera fila.
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El sonido de las perturbaciones en el agua le llamo la atención y rápidamente elevo su torso del suelo en una perfecta abdominal para mirar en la dirección en la que se había roto ese tranquilo silencio veraniego que estaba empezando a causarle sueño, ni siquiera se había dado cuenta de revisar a sus alrededores, y, al parecer no se encontraba solo, por lo que podía ver, una mujer que, a pesar de no parecer mucho mayor que él, podía notarse a simple vista que era bastante más alta, se había caído al lago a saber por que razón.
El Uzureño no tardó en reaccionar y se puso en pie lo más pronto que pudo, pues la chica no se levantaba y temía que le hubiera sucedido algo, incluso había dejado atrás sus cosas para observar la situación lo más cerca posible, pero, al estar a una distancia más corta, pudo ver a otra ¿persona?, él no solía ser prejuicioso con nadie, pero lo que emergió desde el agua era sumamente extraño, podía notarse claramente que se trataba de un shinobi, ya que portaba en su frente una banda regulatoria, aunque desde la distancia a la que se encontraba no podía diferenciar de que aldea, pero lo que le pareció extraño, fue el anormal tono azulado de su piel, conjuntado con los afilados dientes que fácilmente podían verse en su boca y lo que al parecer eran ¿agallas?, sin duda alguna, esa apariencia le quedaría grabada por el resto de su vida, si había alguien cuyo rostro nunca olvidaría seria indiscutiblemente el chico tiburón.
En cuestión de segundos, Ashito se posiciono a unos pocos metros de ambos shinobis, y sin pensar demasiado soltó la pregunta que cualquiera lanzaría en esa situación.
-¿Qué sucedió? ¿Están bien?- el joven introdujo sus pies en el lago para acercarse un poco más hasta que el agua le llego a las rodillas.
El niño tiburón hizo una pequeña broma respecto al accidente, Ashito no creía que fuera a caerle muy bien a la kunoichi, por lo que estuvo a punto de abrir la boca expresando su opinión, pero decidió dejarla cerrada y solo observar, el ninja se notaba un poco molesto, y con esa apariencia no pudo hacer más que fingir una sonrisa, no quería caerle mal y que termine dejándole una marca de afilados dientes en ningún lado.
Al borde del horizonte de visión de Izumi, apareció una sombra gris y negra que contrastaba con el color limpio del cielo. Sin tiempo a reaccionar, notó como la agarraban por el cuello de su chaqueta desde la espalda y la forzaban a levantarse.
—¿Estás bien? si tantas ganas tenías de darte una ducha con éste guapetón, bien podrías haberlo preguntado amablemente, coño. tanto la situación, como las palabras del chico no sentaron precisamente nada bien a la kunoichi que apenas apoyar los pies en el suelo comenzó a responder de manera casi instintiva.
-¿Qué sucedió? ¿Están bien?- la chica ni siquiera tuvo en cuenta aquella voz, no le gustaba nada la manera en la que la habían tratado
—¡No..— se giró levemente, lo suficiente como para agarrar con su mano izquierda la derecha de su ahora oponente y después utilizar su brazo derecho para envolverlo en una de sus técnicas favoritas de judo —me toques!— lanzándole hacia adelante para que el chico cayese sobre su espalda.
Una vez tuviera a su rival en el suelo, Izumi le observaría bien por primera "¿Qué cojones es está cosa? Habla... pero casi no parece humano" se retiraría un par de pasos hacia la orilla, caminando de espaldas y sin perder de vista a la criatura que había arrojado contra el agua, dejando que su mano derecha acariciase la empuñadura de su shirasaya por si la cosa iba a más "Demasiada suerte era que aquí hubiese un lago... como no, tenía que chocar contra esa cosa..."
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Todo pasó tan rápido, que a Kaido no le dio tiempo de percatarse de la llegada del joven de Uzushiogakure, quien pudo observar en primera fila el cómo la mujer intentaría, tras escupir un claro y preciso "no me toques"; aplicar una especie de llave que tenía toda la intención de despotricar al escualo sobre la superficie y tenerlo así a su merced.
No obstante, Izumi supo de inmediato que su movimiento había fallado estrepitosamente, pues su agarre sobre el brazo del gyojin —a causa, probablemente, de sus manos mojadas y de la gran cantidad de humedad que existía en el cuerpo de Kaido debido a su condición de Hozuki— cedió tan pronto como intentó halar de él. Ellas resbalaron a través de la extremidad del escualo, como si su brazo fuera gelatina, aunque el mismo no se deformaría en lo absoluto, haciéndole creer, probablemente, que el movimiento no funcionó sencillamente por el hecho de que ambos estuviesen empapados de pies a cabeza.
Kaido la observó con ligera confusión y cierto desagrado, percatándose entonces de la bandana que rodeaba galantemente la cintura de la muchacha, cercana a la atadura que mantenía fija y firme su bolsa de utensilios shinobi. El símbolo: de Kusagakure no Sato.
«Maldita perra malagradecida»
—Joder, y yo que elegí creerle a Yota-san cuando decía que vosotros los de la Hierba no erais todos una panda de incultos incivilizados —espetó, con ceño fruncido y puños en ristre. Luego, miró a Ashito, aún sin saber su nombre—. ¿puedes creerlo?; y luego dicen que la bestia salvaje soy yo. ¡Já!
Soltó un ligero bufido, y luego se dirigió a la orilla; tal y como lo había hecho la supuesta dama. Kaido arrojó finalmente su azulado trasero sobre la tierra, se retiró la mochila de viaje y comenzó a sacar de mala hostia algunas prendas empapadas.
—Llevas suerte, mujer; de que estemos en el lugar donde se asentaron las bases para la tregua de nuestras aldeas. De lo contrario... —eligió no continuar con su frase, y observar a la salvaje con cierta condescendencia. Luego, increpó al otro muchacho con la mirada—. en fin, mi nombre es Kaido; de Amegakure.
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26/06/2017, 00:19
(Última modificación: 26/06/2017, 00:22 por Haru.)
Como él había supuesto, al mujer no le habían agradado ni las actitudes, ni las palabras de Kaido, si bien en cierta parte la culpable de la situación que se formado era ella, lo dicho por el azulado no ayudo mucho, de hecho fue eso mismo lo que provocó que la kunoichi actuara con violencia, aunque al parecer, al estar ambos empapados hasta los pelos, la llave que Izumi intento efectuar en su adjunto tras expresar sus pretensiones, no tuvo efecto alguno.
Ashito solo se quedó observando como ambos shinobis, ahora ya identificados por sus bandanas como ninjas de Amegakure y Kusagakure, se retiraron del agua de mal humor para poder asentarse en tierra firme, aunque no sin antes escuchar una gran critica proveniente del Amenio con destino hacia los Kusareños.
—¿puedes creerlo?; y luego dicen que la bestia salvaje soy yo. ¡Já!— expreso bastante molesto dirigiéndose al Uzureño.
<<Bueno, tampoco se podría reaccionar demasiado amable, cuando alguien te levanta del cuello de la chaqueta, y para agregar, quien lo hizo tiene cara de querer comerte>> pensó con una gota de sudor en su nuca, aunque jamás en la vida dejaría que esas palabras se le escaparan, la primera impresión es importante y no permitiría que un descuido le formara un nuevo enemigo, menos si este pertenecía a otra aldea- Si…- dijo dudando sobre que responder.
El ambiente aún estaba tenso, aunque la discordia comenzó a disminuir cuando se oyeron las palabras de Kaido, o eso pensó él, ya que la última advertencia pudo haber arruinado todas las anteriores palabras del hombre-pez.
Ashito no sabía qué hacer, con la leve discrepancia entre los shinobis se sentía de más, como si estuviera interrumpiendo algo, aunque de verdad preferiría estar ausente si se llegara a desarrollar una batalla entre ellos, ya que, al no haber nadie más por aquí, él seria quien debería intentar evitar que se maten.
- Bien, Kaido de Amegakure, mi nombre es Kurusu Ashito de Uzushiogakure, es un gusto- exclamo rápidamente tras la presentación del Amenio intentando calmar los ánimos mostrando una sonrisa, para después concentrar su mirada en la Kusareña esperando su presentación.
Izumi contempló sus manos incrédula "¿Por qué no he podido agarrarlo?" elevó la mirada para observar a aquel extraño chico con rabia mientras deslizaba su mano derecha hasta la empuñadura de su arma "¿Quizás haya sido culpa del agua? Aún así es extraño, estaba segura de haberlo agarrado correctamente" agarro el mango de su shirasaya y el sonido del arma comenzando a desenvainarse sonó casi como un click sordo "No importa, si no puedo agarrarlo lo cortaré hasta que no quede nada" cuando estaba apunto de liberar totalmente su arma de su prisión, sus ojos se detuvieron en el protector que el shinobi llevaba en la frente "Mierda... es de Amegakure" se lamentó la chica "No me queda más remedio que obedecer, aunque no me guste" volvió a asegurar el arma en su vaina mientras el chico hablaba
—Joder, y yo que elegí creerle a Yota-san cuando decía que vosotros los de la Hierba no erais todos una panda de incultos incivilizados— aquel extraño ser parecía hablar para una tercera persona, Izumi la buscó con la mirada y allí pudo ver a otro muchacho que contemplaba la escena— ¿puedes creerlo?; y luego dicen que la bestia salvaje soy yo. ¡Já! —
"¿Otro shinobi de ame? No, esa bandana es de Uzu" varias preguntas comenzaron a surgir en su cabeza "¿Se conocen? ¿Quizás son aliados?" reculó un poco sin perder de vista a ninguno de los dos, manteniendo su mano sobre su arma "¿Y a nombrado a un Yota? ¿Será el mismo?" cayó en la cuenta, lo que aumento aún más la confusión inicial de la joven que solo quería darse un baño
—Llevas suerte, mujer; de que estemos en el lugar donde se asentaron las bases para la tregua de nuestras aldeas. De lo contrario... —
—El único que ha tenido suerte aquí eres tu, sardina— replicó la joven con su habitual tono de superioridad, sobre todo a la basura extranjera
—en fin, mi nombre es Kaido; de Amegakure se presentó el tiburón
—¿Y a mi que más me da quién seas?—
- Bien, Kaido de Amegakure, mi nombre es Kurusu Ashito de Uzushiogakure, es un gusto-
"Por la respuesta de ese otro, no se conocían" ahora estaba más tranquila, no se encontraba por el momento en inferioridad "Aún así no me puedo confiar, al fin y al cabo es de la tierra de de los traidores" así llamaba su abuelo a Uzu cuando vivía y así lo hacia ella
—Bueno, ahora que ya sois amigos ¿por qué no os vais a jugar por ahí y me dejáis tranquila?— no pudo morderse la lengua ante aquella estúpida formalidad entre asesinos al fin y al cabo
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