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A Kōtetsu le fue imposible el entender del todo las palabras de su compañero, pues la ventisca no era tan amable como para permitirles conversar. Sin embargo, sus gestos y movimientos le permitieron comprender que se encontraba bien, o que al menos no se había roto nada.
El Hakagurē se acercó y acaricio a la montura de su compañero para que se calmara un poco y pudiesen seguir con su camino, pero aun así la criatura demostraba sentir una negativa a avanzar por donde se había tropezado. Aquello llamo su atención: bestias tan bien entrenadas rechazando el moverse por un sitio cualquiera. Como interesado, su propio reno se acercó hasta donde estaba de pie y comenzó a olisquear el suelo. Bien pudo simplemente ignorarlos y continuar, pero los instintos animales otorgados por la naturaleza eran algo muy a tomar en cuenta cuando se estaban enfrentando a la misma.
Curioso, se acercó hasta el sitio que estaba siendo olfateado y lo piso con cautela. Pudo sentir una especie de ligera elevación, como cuando una raíz rebelde comienza a levantar el suelo… Pero aquello resultaba extraño, pues aunque no era un experto, era obvio que en aquel sitio no había árboles y jamás los habría con semejantes condiciones. Cautivado por aquella peculiaridad, comenzó a remover la nieve con sus entumecidas manos, como si esperase encontrar algún tesoro o artefacto misterioso, tal como solía ocurrir en aquellas románticas novelas sobre exploradores y civilizaciones perdidas. Pero lo cierto es que no encontró nada similar a un duro metal precioso, sino algo medianamente blando. En aquel punto sintió crecer la decepción, pues su mente ya estaba suponiendo que podría tratarse del cadáver de algún animal muerto hacia poco. ¡La muerte del misterio y la aventura! Sin embargo, al remover un buen cumulo de nieve percibió algo tan blanco y puro que se mimetizaba con la misma… Era largo y suave, era cabello… cabello humano.
Si su rostro no hubiese estado parcialmente paralizado por el frio, habría hecho la mayor expresión de sorpresa de toda su corta vida; se había encontrado con un cadáver humano, tenía que ser aquello.
Le hizo un gesto urgente a Keisuke para que se acercara a ayudarle con su misteriosa empresa. No sabía cómo podía reaccionar el muchacho, pero no perdería tiempo pensando en ello. Necesitaba seguir excavando, descubriendo aquel cuerpo inerte. De a poco se iba revelando una figura femenina que yacía acostada boca abajo. El Hakagurē entono una leve plegaria y pidió ayuda a su compañero para poder desenterrarla completamente.
—¡Ayudame a sacarla Keisuke-san! —El de ojos grises sentía que lo mínimo que podían hacer era llevar su cuerpo al pueblo para que le hicieran los adecuados ritos mortuorios.
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Mi reno se encontraba más tranquilo después de haberlo acariciado, incluso Koutetsu se encargó de mantenerlo en las cercanías mientras me incorporaba, no obstante, no pude volver a subir a su lomo ya que ambos especímenes se encontraban olfateando algo que yacía en las profundas capas blanquecinas.
¿Qué pasa? Me preguntaba mientras miraba la extraña reacción de ambos animales, ciertamente el olfato de aquellas bestias estaba más sensibilizado que el nuestro, su radar les decía que ahí se encontraba algo, aunque con la ventisca y todas las medidas climatológicas en contra era muy difícil que mi persona pudiese percibir algo, por lo menos con el olfato.
El viento seguía azotándonos y los cristales de hielo también, lo único que quería hacer era marcharme y sentir la seguridad y calidez del hotel, pero el peliblanco se acercó hasta donde ambos ciervos se encontraban buscando, y sin dudarlo mucho empezó a excavar. —ES MEJOR VOLVER! PODEMOS VERNOS ENVUELTOS Y SEPULTADOS POR LA NIEVE!— Grité mientras me acercaba para asegurarme de que el mensaje fuera recibido, pero el moreno seguía buscando...
Mi acompañante me hizo unas señas inconfundibles y me acerqué con rapidez, lo más rápido que mis pies se podían moverse entre por la gruesa capa nívea, tardé unos segundos que me parecieron largos minutos hasta llegar a la tumba helada, limpié mi rostro para asegurarme de que mis ojos funcionaban bien, había un cuerpo bajo el hielo, un cuerpo femenino por las características físicas.
—¡Ayudame a sacarla Keisuke-san! —
"¿Enserio?" Estabamos a puntos de ser engullidos por una tormenta de nieve y él pretendía desenterrar un cuerpo que estaba inerte, que seguramente nadie recordaría o reclamaría. —¿Y SÍ ES UNO DE ESOS MUERTOS VIVIENTES DE LAS LEYENDAS?— Pregunté con cierto temor.
Estaba viendo como mi acompañante seguía desenterrando el cadáver, pero yo aún no me atrevía a nada, miraba con cierta duda sí hacíamos lo correcto, después de todos estábamos arriesgándonos, nosotros los vivos por alguien que ya estaba muerto...
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—¿Y SÍ ES UNO DE ESOS MUERTOS VIVIENTES DE LAS LEYENDAS?— Pregunto con cierto temor.
Kōtetsu le miro con cierta diversión que no se reflejó en su entumecido rostro. Luego procedió a darle un buen puntapié al cadáver, demostrando que estaba tan inerte como el suelo de donde lo habían extraído.
—¡¿Ves?! —pregunto luego de su rustica demostración—. ¡Creo que tiene más de muerto que de viviente!
Aquello parecía una locura, el arriesgar su vida por alguien que yacía muerto. Y pese a que estaba desenterrando aquel cuerpo, al Hakagurē mismo también se lo parecía. Pero le resultaba terrible el imaginar que una persona muriese allí, sola y sin los ritos fúnebres adecuados. En aquellos minutos pensaba que de ser él quien falleciese en aquel sitio, resultaría reconfortante que alguien tomase sus restos y los llevase a su pueblo para ser enterrado junto a su padre y compañeros caídos. Aquella idea le daba ánimos para seguir cavando pese a las duras condiciones.
El joven tomo el frio y femenino cuerpo entre sus brazos y procedió a arrojarlo sobre la parte trasera de su montura, agradeciendo que se trataba de alguien que en vida fue delgada y ligera. Sin perder un instante más, y forzando sus ya acalambradas piernas, subió a su reno y llamo a Keisuke:
—¡Ahora sí, vámonos de aquí!
Se pusieron en marcha, dejándose llevar por aquellas criaturas que sabían manejarse dentro de la blanca tempestad. Puede que fuese por andar en contra del viento aullante, pero el camino de regreso se percibía más largo que el que utilizaron para llegar a la misteriosa planicie. El tiempo pasaba lenta y fríamente, y, de vez en cuando, el de ojos grises se giraba para asegurarse de que su carga fúnebre no se hubiese caído… y de que su compañero siguiese cerca. Así fue como de a poco fueron dejando atrás la tempestad, abandonando aquel velo blanco para quedar bajo la bendita luz del sol de mediodía, débil en fuerza pero grandiosa en virtud para sus cansados y entumecidos cuerpos.
A lo lejos se podía divisar aquella isla negra flotando serenamente en un mar de blanco bañado por la luz de un cielo infinitamente azul.
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Y repentinamente Koutetsu le dio senda patada al cuerpo rígido de aquella mujer, nada sucedió, incluso pensé que en algún momento el peliblanco podría haber tenido alguna herida por aquel acto de violencia, pero al parecer él estaba totalmente bien. Tras esperar unos segundos para ver si algo ocurría y corroborar que en realidad no era una de aquellas criaturas de las leyendas, me acerqué al moreno y le ayudé en su labor para desenterrar lo poco que faltaba.
Después de varios minutos el cuerpo de la chica estaba totalmente liberado de su prisión helada, mis manos se sentían heladas incluso con los guante puesto, las uní y las rocé rápidamente entre ellas creando un poco de calor con la fricción, calor que no duraría muchos segundos pero serían suficiente para agarrar el cuerpo de la chica y ayudar al shinobi a colgarlo de su reno, aunque dudaba mucho que el cuerpo se mantuviese con equilibrio ya que estaba totalmente rígido y en cualquier momento podría caerse, pero era su decisión.
Rápidamente me subí a mi animal y le azoté para que caminara nuevamente y de la manera más rápida posible, no quería pasar ni un segundo más ahí, expuesto a los desfavorables condiciones climáticas. La ventisca siguió embistiendonos sin piedad y el camino se veía igual de oscuro, dejé a un lado todos los pensamientos negativos y me concentré en que saldríamos en pocos minutos de aquel infierno helado, aunque con cada paso que daba el ciervo me daba la impresión que estábamos más y más lejos, todo se veía lento...
Después de un largo y extenuante trayecto, el astro rey se alzó sobre nosotros irradiandonos de seguridad y confianza o por lo menos a mi sí, pude sentir que la temperatura subía unos cuantos grados y agradecí ello, a lo lejos podía ver la civilización de la que habíamos partido. —¿Exactamente a donde vamos a llevar el cuerpo?— Miré de reojo a Koutetsu y luego al cuerpo inerte en la montura.
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—¿Exactamente a donde vamos a llevar el cuerpo?— Miró de reojo a Kōtetsu y luego al cuerpo inerte en la montura.
El de ojos grises tenía claro que debían de llevar aquel cadáver al pueblo, pero más allá de eso… No sabía en dónde o a quien había que entregar a la fallecida, ni si había algún trámite o costumbre que debiera de seguir.
—Por ahora vallamos hacia el sitio en donde hay que entregar las monturas. Allí le preguntaremos al encargado sobre lo que podemos hacer.
Kōtetsu acomodo a la tiesa figura que comenzaba a ladearse y se encamino hacia el pueblo. No paso mucho tiempo hasta que de nuevo se encontraron en las inmediaciones donde habían estado hacia horas. Sin embargo, aquel lugar parecía desierto y tuvieron que separarse y buscar al encargado del sitio. Finalmente, seria Keisuke el que daría con aquel señor tuerto y jorobado, que yacia sentado al frente de las caballerizas, tallando despreocupadamente un trozo de hueso de ballena.
—Ya me estaba inquietando, sí que se tomaron su tiempo —señalo, mirándole con su único y amarillento ojo—. Oye, se te ve un poco fatigado, ¿te encuentras bien? ¿Ha sucedido algo malo?
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—Por ahora vallamos hacia el sitio en donde hay que entregar las monturas. Allí le preguntaremos al encargado sobre lo que podemos hacer.
Me mantuve en silencio el resto del trayecto, no estaba a gusto con la situación en sí, ¿no era mejor llevar el cuerpo a las autoridades del poblado? Incluso podríamos aprovechar los renos y llevar directamente el cuerpo hasta allá, que aunque no supiéramos donde era exactamente siempre podríamos preguntar...
Finalmente llegamos al establo, me sentía bastante aliviado por haber retornado sin ninguna dificultad, aunque ahora teníamos un muerto entre manos... Literalmente hablando. Dejé mi reno con el de Koutetsu y empecé mi búsqueda del encargado, caminé rápidamente por todas y cada una de las estancias ¿se habría ido a comer o algo? Tardé unos cuantos minutos en encontrarle, estaba tallando algo que no estaba seguro de lo que era, tampoco me interesaba, miré a mis alrededores a ver si mi acompañante estaba en las cercanías pero no logré localizarlo a mis alrededores.
—Ya me estaba inquietando, sí que se tomaron su tiempo — Manifestó dirigiéndose a mi—. Oye, se te ve un poco fatigado, ¿te encuentras bien? ¿Ha sucedido algo malo?
—Tuvimos un contratiempo... Una ventisca y bueno algo más.— Expresé mientras esperaba a ver si el peliblanco hacía acto de presencia, pero lo mejor era ir insinuando el asunto en sí. —Verá... Nos vimos envueltos en una tormenta y nos encontramos con...— Hice una breve pausa para analizar las palabras que iba a decir, no quería alarmar el hombre, no sabía sí era común ese tipo de hallazgos en esa zona. —Un cuerpo de una persona en medio de la nieve, no tuvimos más opción que traerlo, no pudimos dejarlo en la nieve abandonado.— Traté de justificar nuestras acciones, aunque no estaba seguro del todo sí habíamos hecho lo correcto.
—En fin... Nos preguntábamos cómo deberíamos proceder en este caso, ¿podría ayudarnos?—
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El encargado de las caballerizas comenzó a escuchar expectante las palabras de aquel joven ansioso. El que hubiesen sido cubiertos por una tormenta repentina no se le hacía nada extraño, pues los temporales níveos eran cosa habitual. Lo que le daba curiosidad era el hecho de que no se hubiese dado cuenta. Con aquel enorme cielo despejado era posible ver los alrededores del pueblo hasta muchos kilómetros a la redonda, con gran detalle y facilidad. Supuso que debían de haberse alejado bastante como para que todo ocurriese más allá de su vista. Eso era preocupante, pues uno de sus deberes era enviar a un hombre de rescate en caso de que algún turista quedase atrapado en una tormenta. Le estaban pagando una suma considerable por procurar la seguridad de sus extranjeras vidas.
Sin embargo, más allá del susto y el esfuerzo, aquel muchacho lucia bastante “bien”. Y suponía que su compañero debía de estar cerca, por lo que siguió tallando tranquilamente mientras escuchaba el resto de la historia… hasta que escucho aquello:
—… y nos encontramos con… un cuerpo de una persona en medio de la nieve…
—¿¡Que?! —Dio un respigo y de su informe talla arranco, completamente sin querer, un enorme trozo que arruino aquello que pudiese llegar a ser.
El resto de las palabras de Keisuke se convirtieron en un susurro incomprensible en sus oídos. Se levantó con prisa, nervioso, y comenzó a caminar hacia la parte trasera de la caballeriza. Realmente esperaba que no se tratase de un turista, y que si llegaba a hacerlo, fuera uno muy antiguo, de un tiempo anterior a aquel en que él tomara el puesto de encargado. Pero sabía que no podía guardar muchas esperanzas, pues resultaba casi impensable que un nativo fuese tan mentecato como para abandonar el pueblo y morir en una tormenta. Lo único que le restaba en su interior era el esperar que se tratase de una momia helada, de un objeto casi arqueológico. Aquello era lo que más deseaba: le había costado bastante encontrar acomodo en aquel pueblo después de que, huyendo de grandes deudas y peligrosos cobradores, abandonara su tierra natal. Aquel trabajo era lo único que tenía y lo único que le agradaba; estaba muy bien pagado y tenía pocas dificultades… y ahora todo estaba en riesgo.
—Maldición —gimió con pesar en cuanto llego hasta donde estaba el peliblanco—. Eso parece un muerto muy reciente.
Se froto el rostro con las manos enguantadas y se acomodó el parche, tratando de pensar en la mejor forma de proceder. Aquella parecía una muerta muy fresca, quizás demasiado fresca… Con aquello, se le ocurrió algo que rápidamente se convirtió en palabras:
—Esperen, ¿se aseguraron de que realmente estuviese muerta? —pregunto mostrando, con el brillo amarillento de su único ojo, un exagerado grado de esperanza e ilusión.
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—¿¡Que?! — Saltó y la navaja cortó la madera en un trazo nada uniforme, a decir la verdad me parecía que su artesanía se había estropeado... Y no solo eso, empezó a caminar por el camino en que había venido, tenía un paso muy rápido, seguramente estaba asustado, imaginaba que el mismo susto que tuve yo cuando nos topamos con el cuerpo en medio de la nieve.
—Maldición, eso parece un muerto muy reciente. Manifestó cuando llegó donde yacía el cuerpo, Koutetsu seguía custodiando la chica, ahora entendía porque no había llegado hasta donde estaba el encargado, pero eso no importaba ya.
—Esperen, ¿se aseguraron de que realmente estuviese muerta? —preguntó mostrando, con el brillo amarillento de su único ojo, un exagerado grado de esperanza e ilusión.
Lancé una mirada al moreno, él le había atinado senda patada al cuerpo y no había reaccionado, aunque sinceramente esa no era el correcto proceder, me acerqué lentamente al cuerpo y puse mi dedo medio y anular en su cuello, justo donde debería estar la artería carótida, y palpé. Luego me retiré, lo hice por puro protocolo porque a leguas se veía que estaba más que muerta, o en su defecto podría estar en algún tipo de coma...
—Puede comprobarlo usted mismo si gusta.— Alcé mi diestra invitándolo a que hiciera el mismo la acción que hice hace unos segundos.
Suspiré ¿no podíamos dejar el cuerpo ahí y irnos al hotel y olvidarnos de todo ese mal asunto? Un escalofrío recorrió mi espalda como sí de un mal augurio se tratase. —¿Qué debemos hacer ahora?—
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Aquel jorobado hombre vio como Keisuke se acercaba al cadáver y presionaba su carótida en busca de un pulso que parecía creer inexistente. No pudo evitar suspirar ante lo poco adecuado que resultaba una prueba como aquella, pues sabía que en estados cercanos al congelamientos el corazón podía latir tan lenta y débilmente que resultaba imposible el discernir si aún funcionaba o no.
—Déjenme ver —pidió, acercándose con cautela al frio cuerpo.
Le reviso concienzudamente, pese a lo rígido que se mostraba. Su rostro hacia pequeñas y efímeras expresiones, como leves intervalos en una gran calma y paciencia. Sin embargo, aquello resultaba una máscara con lo cual ocultaba —más de sí mismo que de los demás— el miedo que tenia de ser él quien descubriese que su búsqueda de vida era en vano. Tampoco encontró pulso, pero aun continuo, sabiendo que el frio podía hacer que la muerte luciese extraña, hasta el punto de confundirla con otra cosa o estado del ser. Finalmente, y como prueba definitiva e irrefutable, tomo su navaja y descubrió la pálida piel de aquella figura femenina. Los jóvenes pudieron ver como primero hacia un corte en el antebrazo y como de él no manaba nada… Aquello hubiese bastado para asegurar una muerte a ojos de la mayoría, pero no al único y amarillento orbe de aquel hombre que necesitaba proteger su trabajo. Decidió realizar un corte más, justo por encima de una de las costillas... No paso mucho tiempo antes de que una sangre roja y cálida comenzase a escurrirse lentamente por la herida.
—¡No me lo creo! Esto no se ve todos los días.
—Espere, ¿es que eso significa que está viva? —pregunto el peliblanco, un tanto confuso.
—…Más o menos, por ahora… —respondió con rostro preocupado—. De todas formas no hay tiempo para preguntas; no sé si aún tiene posibilidades de salvarse, pero tengo que hacer todo lo que este a mi alcance.
»Tú, peliblanco, ayúdame a llevarla adentro y a preparar un buen fogón. Y tú, pelirrojo, busca al veterinario que debe estar descansando en el cobertizo de la parte trasera.
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—Déjenme ver —pidió el jorobado y se acercó al cuerpo.
Seguí todos y cada uno de sus movimientos con mis ojos, ¿podría encontrar el pulso? Yo sabía exactamente lo que significaba, ahora me preguntaba cuánto tiempo tendríamos el cuerpo ahí, ¿no deberíamos llevarlo a las entidades del pueblo?
"¿Le va a cortar?" Mis ojos se abrieron de par en par cuando intuí lo que seguiría después de que se hizo con la navaja. —No creo que...— Mi voz se detuvo al ver que hacía el corte, justo en el antebrazo se abrió la piel y un poco más, pero ningún líquido brotó. Sin embargo, el jorobado no paró en ello, realizó otro corte a nivel de la parrilla costal. —Pero.. ¿Qué cree que hace?— Pregunté con indignación, ¿iría cortando cada parte de su cuerpo hasta que encontrase algo de sangre?
—¡No me lo creo! Esto no se ve todos los días.
Más, una sangre roja brillante empezó a emerger de su costado, se escurría por su piel y ropa, pero ¿cuanto tiempo tardaría en congelarse? ¿Era esa la mejor forma de rectificar sí estaba totalmente viva? La respuesta era más que obvia, pero por la sabiduria, o insensatez, de ese tuerto, ahora sabíamos que realmente vivía.
"Esperemos que no haya perforado el pulmón..." Pensé al recordar la pobre técnica que hizo el señor.
—Espere, ¿es que eso significa que está viva? —preguntó el peliblanco con un tono de confusión.
—…Más o menos, por ahora… —respondió con rostro preocupado—. De todas formas no hay tiempo para preguntas; no sé si aún tiene posibilidades de salvarse, pero tengo que hacer todo lo que este a mi alcance.
»Tú, peliblanco, ayúdame a llevarla adentro y a preparar un buen fogón. Y tú, pelirrojo, busca al veterinario que debe estar descansando en el cobertizo de la parte trasera.
—¿No es mejor llamar al médico del hotel?— Pregunté, después de todo estaba seguro que la persona indicada era el médico, había tratado a mi hermano y él debía atender a esa chica. —Debe estar adentro...— Sugerí, pero no dudé en ir corriendo al cobertizo.
Mis pies se movieron tan rápido como podía hasta llegar a la parte trasera y buscar al veterinario, una vez hubiera localizado al sujeto me dirigiría a él. —¿Usted es el veterinario?— Expresé con un tono de urgencia. —Verá, es que hay una chica que necesita su ayuda, rápido! El señor que nos dio los renos la llevó adentro, y me dijo que debía buscarlo.— Comenté bastante rápido y haciendo un resumen de los hechos.
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Las palabras de Keisuke se estrellaron contra el plácido sueño de un hombre que yacía dormitando en una silla, oculto del frio en el interior de un cobertizo lleno de leña y pieles animales. El veterinario se levantó de golpe, medio desorientado por tan repentino clamor. Sus ojos se vieron un poco lastimados al notar la luz que se colaba por la puerta y tanto su rostro pálido como su abundante bigote se fruncieron al sentir el frio entrante. Miro al pelirrojo, y conteniendo sus ganas de primero quejarse y luego preguntar, decidió que lo menos problemático seria el colaborar con lo que se necesitase, y ya luego si podría protestar cuanto le placiera.
—Ya voy, ya voy —dijo sin convicción mientras tomaba una enorme cartera medica de cuero—. Terminemos con esto para que pueda retomar mi descanso.
Guiado por el “medico”, Inoue recorrería una serie de pasillos con paredes de madera que resultaban un tanto laberinticos. Pero no fueron más que unos minutos de caminata hasta que ambos llegaron a una gran habitación, calurosa por las llamas que había en una gran chimenea de piedra, trémulamente iluminada. Les estaban esperando dos pares de ojos ansiosos; Hakagurē estaba arrodillado junto al fuego, sudando mientras le arrojaba leña para que se mantuviera ardiendo. El hombre de la joroba estaba apoyado junto a una improvisada cama colmada de pieles gruesas. Plácidamente acomodada en la misma yacía aquel pálido ser femenino que hasta hace unos minutos se consideraba muerto.
El veterinario observo con cuidado aquella escena tan similar a un velatorio antes de hablar:
—¡¿Ahora en que problemas nos has metido, tú, endemoniado tuerto?!
—¡Que yo no he sido, condenado bigote de morsa! —replico, como si aquel tipo de acusación y defensa fuesen algo ya habitual entre ellos—. Estos chicos la encontraron medio enterrada en la nieve mientras daban un paseo.
»Vamos, tienes que hacer algo; ya sabes lo delicado y temperamental que puede ser Sarutobi-sama cuando de sus amados turistas se trata.
—Ya, ya, no caigas en pánico; hare lo que pueda —prometió, más por cuidar su propio pellejo que por empatía.
Aquel sujeto de portentoso bigote se colocó al lado de aquel lecho cálido y comenzó a revisar minuciosamente a la paciente. Verifico su cuerpo parte por parte, sin perder detalle alguno. Y mientras el silencio vocal se hacía más marcado, el crepitar del fuego se hacía más ominoso, al igual que el bailar de las sombras en los rostros de los presentes. Lo más desesperante de todo era que la expresión del doctor no decía nada; su único medio de comunicación era el regular danzar de su rubio bigote, un leguaje que resultaba tan incomprensible como molesto y exagerado. Luego de un examen general, recurrió a un artilugio que consistía en una especie de placa metálica conectada por medio de cables a los oídos del examinador, quien utilizaba dicho aparato para buscar signos de vida a través de los sonidos del cuerpo.
No le tomo mucho el terminar y adoptar una expresión de severo cansancio..., casi de pesar.
—Bueno, les tengo a todos buenas y malas noticias… ¿Cuáles quieren escuchar primero? —pregunto con rostro pétreo.
Lo adecuado hubiese sido que el encargado del establecimiento fuese quien lidiase con el peso de aquellas preguntas, pero al igual que como le faltaba un ojo, también le faltaban agallas para elegir aquello que debía de escuchar.
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Al encontrar al veterinario descubrí que estaba en el territorio de Morfeo, pero había una vida en juego y no dudé en despertarle.
—Ya voy, ya voy —dijo con cierto pesar.
Una vez comenzó a movilizarse, caminé tras de él, seguí su figura con pasos rápidos a través de aquellas paredes de madera que me parecieron un laberinto, sí no hubiera estado con el guía me hubiera perdido en el camino, el lugar era más grande por dentro de lo que parecía por fuera. Finalmente llegamos a una habitación cálida, pude ver a Koutetsu echando leña a una chimenea para mantener la calidez del área y al tuerto justo al lado del cuerpo de la femenina, el cual estaba sobre unas pieles, naturales lo más seguro.
Tras observar la escena, el ahora "médico" se manifestó con disgusto, echándole la culpa al jorobado, pero éste no se quedó callado y hubo una pequeña polémica por unos instantes, en la cual fui un espectador más, al igual que el peliblanco. El examen empezó y el silencio reinó, ahora solo quedaba esperar, estaba a la expectativa de lo que diría el veterinario, quien se tomó su tiempo en revisar cada parte del cuerpo para luego sacar un estetoscopio e ir escuchando con calma los ruidos que pudiera transmitir el cuerpo.
—Bueno, les tengo a todos buenas y malas noticias… ¿Cuáles quieren escuchar primero? —
—En lo personal me gustaría escuchar primero las malas noticias.— Comenté al instante que hizo la pregunta, me moría de curiosidad por saber sus hallazgos, sería una buena experiencia de la que aprender.
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El muchacho de ojos melíferos fue el primero —y también el único— en atreverse a resolver el orden en que les debían de ser entregadas aquellas noticias prometidas. Kōtetsu se limitó a asentir silenciosa y enfáticamente, pues era creyente de que la disposición de los elementos no alteraba la circunstancias resultantes.
—Bien —dijo mientras guardaba su metálico instrumento de audición—. La mala noticia es que esta en un estado vegetativo y aparentemente imperturbable.
—¿Vegetativo? ¿Aparentemente? —se aventuró a preguntar el peliblanco mientras retiraba su rostro de las cercanías del fuego—. ¿Quiere decir que está en coma?
—No exactamente —aseguro el médico mientras jugueteaba con su dorado mostacho, cavilando sobre cómo explicar aquellos términos complejos a un par de niños y a su ignorante y tuerto compañero—; un coma es un estado de inconciencia producido por algún trauma o afección. Dicho eso, esta chica se encuentra en lo que vulgarmente se conoce como estado de hibernación, que es más un mecanismo de supervivencia.
—Espera… ¿Me dices que solo está durmiendo como un oso en invierno? —pregunto emocionadamente el jorobado—. ¿Me dices que aún podemos salvarnos…? Digo, a ella, salvarla a ella.
El doctor guardo silencio durante unos segundos, como sopesando el tipo de respuesta que debería dar. Ya había tratado casos similares de animales cuyos relojes biológicos se averiaban y sufrían desordenes de hibernación. Sin embargo, aquello era un ser humano, un mamífero cuya biología no estaba adaptada a tal estado alterado. Claro, antes de llegar a aquel pueblo helado había tratado superficialmente con seres humanos…, antes de perder su licencia médica. Aun así, recordaba que había teorías sobre cómo hacer que una persona entrara en aquel somnoliento padecer artificialmente, y sobre como despertarlo de la misma manera. El problema radicaba en que no conocía el mecanismo por el cual aquella muchacha fue puesta a dormir tan profundamente.
—No lo sé, ahí es donde está la mala noticia —arrojo finalmente con un suspiro—. Si bien esta hibernando, como sea que lo haya logrado, también sufre un severo caso de hipotermia. Sus signos vitales parecen estar medio estables, pero podrían comenzar a decaer en cualquier momento. Si no se le despierta pronto, caerá en coma y luego… luego morirá.
—¿¡Entonces que hacemos perdiendo el tiempo?! —exclamo con fuerza el tuerto—. Despertémosla ya mismo.
—¡No seas mentecato, ¿crees que eso es tan fácil?! —rugió, colorándose de la rabia—. Les iba a decir que la buena noticia es que puedo intentar despertarla… Creo que puedo hacerlo, pero no sé si cuerpo tenga la energía suficiente como para soportar el choque… No creo que la tenga.
—¿No hay alguna forma de aumentar sus probabilidades? —pregunto con serenidad el joven de ojos grises.
—No lo se… —se ocultó en un silencio incomodo, superado por la situación, hasta que un leve y brillante recuerdo de sus muchas investigaciones se manifestó en su mente—. Podría ser que… No, necesitaríamos de un ninja medico… y el más cercano que conozco está a un condenado mar de distancia.
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Nadie más dijo nada al respecto al orden de las noticias, por lo que el veterinario comenzó a soltar la lengua y así darnos a conocer la situación de la femenina.
—La mala noticia es que esta en un estado vegetativo y aparentemente imperturbable.
—¿Vegetativo? ¿Aparentemente? ¿Quiere decir que está en coma?
—No exactamente, un coma es un estado de inconsciencia producido por algún trauma o afección. Dicho eso, esta chica se encuentra en lo que vulgarmente se conoce como estado de hibernación, que es más un mecanismo de supervivencia.
La ignorancia no tiene límites... Miré de forma analítica al "médico" quien daba la explicación según le parecía a él, evidentemente yo no era una persona muy experimentada, quizá sería ineptitud mía, o aires de grandeza, pero podía ver algunas grietas en lo que decía el señor del bigote.
—Espera… ¿Me dices que solo está durmiendo como un oso en invierno? ¿Me dices que aún podemos salvarnos…? Digo, a ella, salvarla a ella. Corrigió
"Hablando de derroches de intelecto..." El tuerto captó mi atención, pero nuevamente miré a quien comandaba la situación.
—No lo sé, ahí es donde está la mala noticia. Si bien esta hibernando, como sea que lo haya logrado, también sufre un severo caso de hipotermia. Sus signos vitales parecen estar medio estables, pero podrían comenzar a decaer en cualquier momento. Si no se le despierta pronto, caerá en coma y luego… luego morirá.
—¿¡Entonces que hacemos perdiendo el tiempo? Despertémosla ya mismo.
Era evidente que el jorobado no entendía la gravedad del asunto, y el señor del bigote estalló...
—¡No seas mentecato, ¿crees que eso es tan fácil?! Les iba a decir que la buena noticia es que puedo intentar despertarla… Creo que puedo hacerlo, pero no sé si cuerpo tenga la energía suficiente como para soportar el choque… No creo que la tenga.
—¿No hay alguna forma de aumentar sus probabilidades?
—No lo se… Podría ser que… No, necesitaríamos de un ninja medico… y el más cercano que conozco está a un condenado mar de distancia.
—¿Exactamente qué podría hacer él?— Dije refiriéndome la ninja médico, yo era uno de ellos, pero sería el primer caso de hipotermia que trataría en ese estado. —Lo que sea que vaya a hacer que sea rápido, la temperatura de afuera es muy diferente a esta y si no nos damos prisa podríamos tener una hemorragia que detener...— Miré al costado en donde se había hecho la incisión. —Lo que sigo sin entender es porque le mantenemos aquí, en el hotel seguro habrá alguna herramienta útil o medicamentos...— Comenté mientras mis orbes seguían fijas en el cuerpo.
¿Cuánto tiempo habría pasado del cambio de temperatura? ¿Cuánto tiempo tardaría en shockearse su cuerpo? La preocupación me inundó, me acerqué a ella. "Creo que ninguna de las técnicas que conozco es útil..." Bajé el cierre de mi chaqueta y la abrí, tenía algunos cuantos bolsillos internos en los cuales habría guardado objetos que parecían inútiles llevar, pero ahora me alegraba de haberlo hecho.
—Puedo cerrar la herida en el costado, pero deberíamos tratar de que no cambie bruscamente su temperatura corporal, sí arropamos sus manos y sus pies, quizá sí colocamos una compresa con agua tibia en su nuca responda mejor.— Musité analizando las opciones que tenía, pero estaba seguro de que todos me podrían escuchar. —¿No? Doctor.— Miré al "médico" para ver sí sabía a lo que me refería.
Hablo - "Pienso" - Narro
Color de diálogo: Limegreen
Byakugo no In: Inicio 19/04/2018
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—Un ninja medico podría proporcionarle a sus órganos la energía suficiente como para que funcionen sin colapsar al momento de administrarle el medicamento —El doctor observo con impaciencia a Keisuke mientras este terminaba de hablar—. Y bueno, pueden llevarla al hotel, donde la atenderá un médico cuyos contactos le consiguieron aquel puesto y que lleva tan poco tiempo aquí que no tendría ni idea de cómo tratar un caso de congelamiento o hipotermia… Igualmente esto no es un caso común y corriente…
El ambiente comenzaba a ponerse un poco tenso.
—En todo caso, ¿qué es lo mejor que podemos hacer? —pregunto el joven de cabellos blancos.
Antes de que aquel hombre con bigote de morsa pudiese responder, Keisuke se adelantó a ofrecer su ayuda.
—Muchacho… —suspiro, invocando paciencia—. Yo también pudiese cerrar sus heridas, pero no son prioridad, son cortaduras delgadas y de poca profundidad, ya las revise. Y mientras la chimenea se mantenga ardiendo su temperatura se mantendrá estable, cosa que no pasara si cometemos la temeridad de aplicar calor localizado a su cuerpo.
—Déjalo, chico, si no tenemos ninguna ayuda que ofrecer solo podemos sostenernos de lo que mi compañero diga —asevero el sujeto del parche en el ojo.
El joven de ojos grises se levantó y camino hasta apartarse del fuego de la chimenea. Su rostro se mostraba perlado por el sudor y su cabello sucio por el hollín, pero su expresión permanecía serena mientras miraba el helado cuerpo de aquella muchacha. Cierto era que el que falleciera no le preocupaba tanto, pues significaría que había llegado su hora, y nadie le quita a la muerte sus invitados. Pero por otra parte, se veía obligado a llevar hasta el final el deber que había adquirido al momento de encontrar aquel femenino cadáver entre las nieves, por lo que reunió coraje para tomar la decisión que hacía falta:
—Si usted procede con el intento de despertarle tendrá pocas posibilidades de sobrevivir, pero si no hacemos nada entonces podemos dar por seguro que morirá —señalo, con voz serena y clara—. Es una lástima; no tenemos a un ninja medico a nuestra disposición y como ninja mis habilidades son meramente combativas… Y aun así, algo tiene que hacerse… Así que proceda doctor; pase lo que pase me hare responsable por ello.
»¿Les parece bien a todos? —pregunto, mostrándose sumamente resuelto.
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