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Akame suspiró. Tampoco es que hubiera esperado que la kunoichi tuviera la respuesta a aquella interrogante —dudaba que existiese una sola persona que pudiera contestar con certeza—, pero las palabras de Koko no hacían sino constatar su incertidumbre. Rápidamente volvió a sumirse en sus pensamientos, y cuanto más oscuros se tornaban, más necesidad sentía de compartirlos.
—Pero... ¿Y si todo esto no ha servido para nada? ¿Y si alguien intenta matar a Sarutobi Hanabi, y empieza otra disputa?
Nada más hablar se dio cuenta de lo infantiles que sonaban sus palabras. ¿Qué sentido tenía plantearse algo así? En la vida —sobretodo cuando se era ninja— había que tomar decisiones. «Daruu-kun, qué razón tenías...»
El Uchiha notó un mordisco en su oreja, pero lejos de excitarse, le molestó ligeramente. «¿Por qué diablos...?» Lo achacó al cansancio y no le dio más importancia. Sin embargo, sí que se volteó para quedar frente a Koko. A pesar de la cercanía y de la postura —que normalmente precedía a la tormenta—, Akame estaba pensando en cosas totalmente diferentes.
—Hicimos lo que hicimos, pero... —calló, tratando de dar forma a sus pensamientos—. Yo... Sólo quería salvarte... Sólo... Que dejase de morir gente. Yo...
»No me siento un héroe —confesó, clavando sus ojos negros en los de ella—. ¿Tú crees que soy un héroe?
—Nos las arreglaremos según vayan surgiendo los problemas —respondió a secas ante aquella pregunta.
¿De qué les servía cuestionarse lo que podría pasar antes de que pase? Es cierto que habrá gente que no esté de acuerdo con que Sarutobi Hanabi tome el mando, más luego de todo lo ocurrido, pero así estaban las cosas y no quedaban muchas personas más en las que se pudiera confiar el mando de toda una aldea shinobi. Y en el peor de los casos, terminarían en medio de una guerra, ya sea con las demás aldeas ninja o entre vecinos de la misma Uzushiogakure.
En cualquier caso, todas eran cuestiones que escapaban del campo de conocimiento de cualquiera de aquellos dos shinobis y que definitivamente, a Koko no le hacía ninguna gracia pensar.
Dejando eso a un lado, no recibió una respuesta gratificante ante los coqueteos, y ni siquiera el hecho de que sus pechos se viesen frotados y aplastados contra el cuerpo del Uchiha pareció afectar en algo. Era como si…
Plaf
Una sonora bofetada interrumpió las palabras del contrario.
Koko ahora se encontraba sentada sobre la pelvis ajena, con una mano apoyada sobre el colchón y la otra levemente estirada tras haberle dedicado una fuerte bofetada.
—¿En serio eres tú? —preguntó extrañada y a la vez preocupada.
Unos instantes atrás, él mismo le había dedicado una nalgada, luego cuando sus senos se vieron frotados contra el cuerpo ajeno este ni reaccionó. Algo allí estaba mal y con un golpe debería de comprobar si en realidad se trataba del shinobi del que se había enamorado o alguien utilizando el henge no jutsu.
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Akame recibió el bofetón sin siquiera verlo venir; el estupor que expresaba su rostro daba buena fe de ello. Alzó una mano tímida, tocándose la mejilla que Koko acababa de ostiar sin ningún tipo de reparo, y luego sus ojos azabaches se cruzaron con los de ella.
«¿Qué demonios me pasa?»
De repente el muchacho sintió una gran rabia dentro de sí. Había peleado, había hecho frente a un bijuu y a un maldito Kage, ¿y ahora no iba a recoger los frutos de su victoria? «¡Y una mierda! ¡Soy Uchiha Akame, jinchuuriki del Ichibi, Asesino de Kages, Liberador de Uzushiogakure, Hermano del Desierto!»
Con un rápido movimiento cargado de instinto primitivo, casi violento, se escurrió de debajo de Koko para lanzarse sobre ella y derribarla contra la cama. Luego le agarró las muñecas con sus propias manos y empezó a besarla en el cuello, mordiendo de vez en cuando. No eran mordiscos y cosquillas como los que ella le hacía de vez en cuando, sino dentelladas que, si bien no tenían la suficiente fuerza para hacer daño, dejaban totalmente claro que el Uchiha estaba dando rienda suelta a sus instintos más primarios.
Lo que siguió fue un buen rato de disfrute animal, primitivo, en el que Akame tomaría la iniciativa para saborear aquello por lo que había luchado. Cuando terminaron, el Uchiha se quitó de encima de Koko y se quedó tumbado junto a ella, completamente desnudo y respirando agitadamente.
Un olor agrio llegó a la habitación.
—Creo que se te ha quemado el pollo...
Por un mísero instante la Kageyama pensó que la había fastidiado, que había ofendido atrozmente al shinobi debajo suyo que resultó ser el mismo Akame y no un henge. Podía suponer que iba a terminar rostizada, nuevamente, y peor probablemente a juzgar por la expresión que al contrario se le había dibujado y…
Comenzó por quitarse de debajo de ella, la tumbó y le atrapó las muñecas y una vez que ella estuvo completamente inmovilizada, y además horrorizada, el Uchiha comenzó a besarla y a morderla con vehemencia. Se había equivocado, de nuevo.
—Akame —balbuceó con la respiración entrecortada, momentos antes de que el chico comenzara a… Hacer de las suyas.
Luego de un buen rato de disfrute, el chico se tumbó a un lado de la rubia que, al igual que él, estaba muy agitada, sudada y completamente desnuda. Se había equivocado completamente y Akame se encargó de dejarle aquello en claro de la mejor manera posible, aunque más bien pareció como si aquello debiera ser una especie de castigo por la agresividad con la que se llevó a cabo todo.
Aun así, a la pecosa le agradó y se notaba en su sonrisilla.
—No es mi culpa —le dijo bromista mientras se reincorporaba lentamente.
Tomó asiento, le dio la espalda al Uchiha y se dispuso a levantarse, aunque algo en su caminar estaba mal.
—Algo habrá en la nevera —afirmó indiferente mientras se dirigía a la cocina para apagar el horno.
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Koko se levantó mientras el Uchiha se revolvía en la cama, buscando sus calzones, y no pasó inadvertido para él que algo en los andares de la Kageyama saltaba a la vista. «¿Hum?» Todavía extasiado, Akame se puso los calzoncillos y sus pantalones, se levantó con el torso al aire en donde se podía ver su tatuaje del loto —ubicado en el pectoral izquierdo—. Koko era la única persona que lo había visto, pues él se cuidaba mucho de mostrarlo. Luego caminó hasta la cocina y se apoyó en la mesa mientras la observaba.
—¿Ocurre algo, Koko-chan? —preguntó al fin, reflexivo—. Tu forma de andar... Parece rara.
Hasta que llegó a la cocina y apagó el horno, el Uchiha tuvo tiempo de sobra de ponerse los calzones y cuestionar acerca de la forma en que ella iba caminando, algo patosa y lenta en comparación de lo habitual, y es que tenía sentido aunque el contrario no parecía darse cuenta de lo que a ella le ocurría.
Tras apagar el horno y girarse lentamente, le miró fijamente a los ojos con suma seriedad, aunque aquello último duró un par de segundos pues enseguida esbozó una sonrisa coqueta.
—¿Cómo pretendes que camine bien luego de lo que hiciste? —preguntó finalmente, para luego dirigirse a la nevera.
De allí sacó una bandeja repleta de bollos dulces y similares, comida chatarra dicho de forma sencilla.
—¿Vamos? Podemos comer en la cama —le dijo con una sonrisa dibujada, la cual pronto se esfumó para dar lugar a un semblante más sereno—. Tenemos bastante de lo que hablar —concluyó, dirigiéndose a la habitación nuevamente con la bandeja entre manos.
Obviamente, seguía caminando de esa forma rara, que probablemente no podría corregir hasta pasadas unas horas.
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«¿Luego de... lo que le hice?»
Cuando Akame entendió, un color rojo intenso tintó todas las facciones de su rostro. El Uchiha bajó la mirada sin saber que decir, avergonzado, de modo que simplemente se limitó a esperar a que Koko cogiera algo de comer del frigorífico. «Joder, cuanta azúcar...» Akame solía ser bastante analítico con la comida que consumía —tal y como le había enseñado su antigua maestra—, siempre buscando un aporte calórico óptimo con la menor cantidad de grasas y azúcares posible. Planeaba cada día en una dieta sana y equilibrada, diseñada para mantenerle con energías en sus duros entrenamientos.
En definitiva, era como solía ser con casi todo lo demás en su vida. Estudioso y calculador.
Sin embargo, aquel día no se sentía con fuerzas para analizar, planear ni mucho menos debatir; de modo que simplemente siguió a la kunoichi y se sentó junto a ella en la cama con las piernas cruzadas. Algo de lo que había dicho Koko le llamaba la atención...
—¿Qué es eso que quieres hablar?
La bandeja con comida al final quedó sobre el colchón, pero la rubia, a pesar de haberse sentado sentía que algo le estaba faltando.
Pensó por un rato, se mantuvo en silencio pasando de la pregunta del Uchiha hasta que al final lo comprendió y tomó al contrario por el brazo, para atraerlo contra ella al mismo tiempo en que se desplazaba hasta poder apoyar su espalda contra la pared. Pretendía acomodarse al chico entre las piernas para que este pudiera descansar sobre ella, usándole el pecho de almohada. En otras palabras, la idea era que Akame le diese la espalda y se recostara sobre ella.
—Es sobre el sharingan —le dijo mientras rodeaba el vientre ajeno con ambos brazos para atraerle más contra sí—. ¿Para qué sirve? Siempre veo que tú y Datsue lo activan cuando van a pelear.
Hasta el momento no había tenido chance de comprobar lo que esos ojos realmente hacían, parecían casi una cuestión estética sin más pero tal vez tuviesen algún tipo de significado, podrían otorgarles alguna ventaja en combate y por ello siempre lo mostraban cuando sabían que iban a pelear, o tal vez, Koko estuviese sacando conclusiones innecesarias.
Pero siempre podía preguntarles a los que usaban dicha habilidad, ¿no? Aunque Datsue ya había dejado en claro que no iba a decir absolutamente nada al respecto.
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El muchacho obedeció, gentil, y se acomodó en el recoveco que Koko le ofrecía entre sus piernas. Dejó caer la cabeza hasta sentir el inconfundible tacto firme y suave de los pechos de la kunoichi y cogió un bollo dulce que se llevó a la boca. Mientras lo masticaba con ansia —era la primera comida que probaba en casi un día—, Koko le expuso su duda.
«¿El Sharingan? Maldita sea, hasta ahora nunca había mostrado interés por esto... ¿Por qué ahora?»
Pese a que podía parecer una pregunta del todo inocente, a Akame no le pasó desapercibido que durante los meses que llevaban juntos, Koko nunca se había interesado por su Dōjutsu. Claro, era normal que alguien tuviese curiosidad por conocer más acerca de la legendaria línea de sangre del clan más famoso de la historia de Oonindo, pero... ¿Por qué en ese preciso momento? Akame ganó algo de tiempo masticando el dulce mientras pensaba. Al final terminó por activar el Sharingan y alzar la cabeza, con todo el cuerpo en tensión, para mirar a Koko. «No será que...»
Quedó visiblemente aliviado cuando reconoció el pálido manto de chakra dorado tan característico de la kunoichi, rodeándola como si de un sudario de oro se tratase.
—El Sharingan... —musitó mientras sus ojos volvían al color azabache natural—. Bueno, nuestro Dōjutsu nos hace más... fuertes en combate.
Parecía evidente que Akame no se sentía nada cómodo hablando de aquellos temas. La Barrera de Línea de Sangre de su clan era un secreto celosamente guardado durante eras, incluso cuando los Uchiha alcanzaron su cúspide, de modo que se mostraba reticente a contarle a Koko toda la verdad.
—¿Por qué este interés ahora, Koko-chan? —preguntó, tratando de sonar lo menos brusco posible.
«No lo hace por fardar »pensó la kunoichi con fastidio al ver al Uchiha activar el sharingan para observarla «algo más puede ver con eso »se dijo no muy convencida de que tan solo sea lo que él dijo.
La respuesta había sido excesivamente vaga e interpretable de mil maneras posibles, es decir, ¿le hacía más fuerte en términos generales? ¿Le proporcionaba algo de fuerza adicional tomando el sentido literal? ¿O algo más? La última posibilidad probablemente sería la más creíble de todas, ya que por algo el chico se había tomado las molestias de activar el Doujutsu para mirarla.
—Olvídalo —respondió tajante.
Acto seguido, la rubia depositó su mentón sobre la cabeza de Akame, pretendiendo que no pudiese alzar la vista de nuevo para verla fastidiada. Le molestaba que no se fiasen de ella a pesar de todo, principalmente el chico que tenía recostado en ese preciso instante. «¿Qué problema tienen conmigo? »era la única pregunta a la que no podía hallarle respuesta, al menos desde pensando en Akame ya que con Datsue no había tenido buena relación hasta hacía bastante poco.
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«¿Qué demonios?»
De repente, Koko parecía sumamente interesada en saber más acerca del Sharingan hasta el punto de enfadarse si no conseguía una respuesta detallada. Aquella actitud cogió totalmente por sorpresa a Akame, que nunca había visto a su novia ponerse de esa forma. El Uchiha se incorporó, abandonando su cómoda posición, y se volteó para colocarse frente a frente a la kunoichi.
—¿Pasa algo, Koko-chan? —preguntó, mientras acariciaba la mejilla de ella con su mano diestra—. Nunca me habías preguntado, y ahora pareces enfadada.
Akame no tardó en separarse de ella dejándola algo sorprendida, después de todo, al chico siempre le había gustado aquella postura y le costaba horrores desprenderse de ella una vez que se acomodaban. Pero ahora lo había hecho sin ningún inconveniente.
—¿No es lógico que sienta curiosidad cuando conozco a al menos dos personas que tienen el mismo doujutsu? —preguntó alzando una ceja—. ¿Y no es lógico también que me moleste que me mientan? —le espetó sin reparos.
Se atrevió a decir aquello último justamente por lo que acababa de ocurrir momentos atrás, en ese momento en que el Uchiha había activado el sharingan tan solo para mirarla. Si solo le volvía más fuerte, entonces, ¿por qué diantres le haría falta para solo mirarla? ¿o es que se planteó el golpearla?
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El Uchiha soltó una carcajada ante las quejas de Koko. «¿Curiosidad? ¡Por supuesto! El Sharingan inspira mucho más que curiosidad; miedo en mis enemigos, admiración en mis aliados. Es el maldito Dōjutsu más poderoso del mundo, ¡cómo no ibas a sentir curiosidad!» Akame decidió guardarse aquellos pensamientos para sí, embargado de orgullo —o quizás, poder— al pensar en la línea genética de su clan. Sin embargo, ni por mucho iba a revelar los secretos de su sangre a otra persona, ni aunque fuese aquella kunoichi.
—Es lógico, sí —replicó Akame, con una sonrisa tierna, casi paternal—. Aunque debes saber que no te he mentido. ¡Claro que el Sharingan nos hace más fuertes en combate! —aseveró luego, levantando el dedo índice de la mano zurda—. Pero hay conocimiento que permanece mejor guardado, mi querida Koko-chan.
El Uchiha la miró con cierta ternura, y luego cerró ambos ojos mientras apoyaba un brazo en su rodilla.
—Lo único que te debe importar acerca de estos ojos es que si alguna vez te enfrentas a un usuario del Sharingan tú sola, y sus ojos tienen tres aspas... Debes huir sin pensártelo —Akame entornó los ojos mientras observaba a la muchacha—. Sólo un Sharingan puede vencer a otro. Es todo lo que debes saber.
Lejos de tranquilizarse ante las respuestas que Akame decidió darle, la kunoichi parecía cada vez más fastidiada, era como si la subestimase y tal vez será cierto que él le había ganado de una forma aplastante y tendría sus motivos para mirarla como a alguien inferior, pero de ahí a tratarla de idiota…
—No te hace más fuerte, ves algo que los demás no vemos y nada más —respondió fastidiada—. ¿O me dirás que necesitabas hacerte fuerte para mirarme cuando pregunté?
Incluso prefirió ignorar completamente el gesto del contrario, eso de usarle la rodilla de soporte y tal. Aunque… Si lo mirábamos desde otro ángulo, todo perdía seriedad cuando mirábamos que ambos estaban completamente desnudos.
Pero que va, a Koko no le costaba mantenerse centrada, más cuando estaba enojándose.
—No te preocupes, encontraré la manera de arrancarle los ojos —respondió con una sonrisa, aunque una algo perturbadora, pues no era alegre, mucho menos cordial, parecía más bien la típica sonrisa de alguien que está tratando de contenerse frente a alguien a quien quería darle un buen golpe.
Y en esos precisos instantes, tenía unas ganas considerables de darle un puñetazo en la cara al Uchiha, pues parecía muy seguro de que podría vencer a absolutamente todos solo por poseer dicho Doujutsu, o incluso que cualquiera que lo tuviese podría vencerla a ella y a todo el resto del mundo shinobi. Pero no sería así, la Kageyama encontraría la manera…
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Ante la réplica de Koko, el Uchiha no pudo contener una sincera carcajada. Sin embargo, asintió con una sonrisa.
—Eso es, Koko-chan. Nada más.
Aquella le parecía una buena forma de zanjar el tema, de modo que rápidamente se apresuró a plantar un beso en los labios de la kunoichi, como queriendo sellar la conversación.
Lo que sucedió durante el resto de esa tarde fueron mimos y caricias, más charlas y alguna que otra cosa. Durante ese rato Akame se sintió ligero como una pluma, como si estuviera sobrevolando la Aldea desde los cielos. Allí en las alturas no había problemas, no había demonios ni Kages muertos ni puestos, revueltas ni intrigas políticas. Sólo estaban Koko y él. Por unas horas, el Uchiha volvió a sentirse afortunado; feliz.
Luego llegaría la noche, y con ella, el miedo. ¿Volvería a tener aquellas pesadillas? ¿O acaso el dormir junto a Koko sería el remedio para todos sus males?
Mucho no iba a tardar en darse cuenta de que las torturas del Ichibi no iban a abandonarle tan fácilmente...
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