"Por nada en especial".
Le dedicó una mueca de extrema incredulidad. La mantuvo durante unos segundos, queriendo abrumarla con ella y hacer bien patente su descontento frente a una respuesta tan débil. Chasqueó la lengua. Cuando se trataba de ayudar a alguien, incluso a un desconocido, Ralexion podía llegar a ser muy pesado.
La pelirroja estaba a punto de comprobarlo.
—Claro que sí, y yo me lo creo, amiga —le replicó.
Comenzaba a notar la fuerza del alcohol en su sistema, haciéndole sentir algo aturtido y aportándole un tinte de borrosidad en la vista, pero a su vez más abierto y más alegre, capaz de enfrentarse a cualquier cosa. Ergo, solo comprendía que su QUERIDÍSIMA compañera de equipo se notaba falta de ánimos y él debía de apoyarla con todo su afán.
Para darle fuerza a su argumento mental volvió a colmar de sake ambas copas.
—¡Vamos, Ritsuko, no seas así! ¡A cambio de que respondas puedo contarte mi vida si quieres!
No esperaba que lo aceptase tan abiertamente, nadie lo haría, era claro que era una mentira por más que lo ensayase, por más natural que pudiera soltar la frase nadie se la podría creer jamás, otra historia sería que en realidad su mirada fuese así por naturaleza, es decir, que sus párpados tuviesen alguna especie de curvatura extraña que la hiciera parecer deprimida en todo momento pero no era el caso, habían personas que podían asegurarlo.
Aun así, no dijo nada, simplemente se quedó en su lugar porque no estaba dispuesta a seguir con aquella conversación y… la copa se llenó frente a sus ojos, de nuevo, hasta el tope, seguro que si la tocaba se caía todo y eso no era nada bueno realmente. ¿Qué hacer? Solo una posibilidad, dejarle algo en claro.
—Creo que te tendrías que ir a dormir antes de que hagas alguna locura —dijo finalmente, tratando de suplir a la voz de la consciencia de Ralexion que… no parecía estarse tomando en serio su trabajo.
¿Por qué llegar hasta tal extremo? Porque ya conocía de primera mano los efectos del alcohol en una persona y definitivamente, lo que estaba ocurriendo a aquel chico era justamente a causa de la bebida. «Mientras no sea agresivo… »pensó rascándose delicadamente el pómulo derecho, donde podía apreciarse una pequeña cicatriz, provocada justamente por un ebrio agresivo.
Echó el cuerpo para delante, apoyando su figura sobre le mesa haciendo uso de sus dos entrelazados antebrazos. Sus ojos se mantenían centrados sobre los de Ritsuko, como si no existiera nada más a su alrededor. Sin apartar su campo de visión se llevó al garguero el siguiente chute de alcohol.
—No es de muy buena educación mandar a dormir a tu anfitrión, ¿no crees? —sentenció con perturbante tranquilidad— Tengo que serte sincero, Ritsuko-san: no conozco a nadie en esta condenada aldea y me encantaría que fuéramos amigos. De igual manera, me preocupa ver tu disposición para todo. No sé que te mató en vida de esta forma pero juro que si pudiera lo apuñalaría mil veces.
Su tono no dejaba lugar a dudas: estaba en serio. Quedó en silencio, sus oscuros orbes perdidos en las hojas de su querido Samanosuke. Se pasó la diestra por la frente, acariciándose tanto la piel como el flequillo.
Sí, quizás había bebido demasiado.
—Te diría que durmieras en mi cama mientras yo lo hago aquí con Samanosuke, pero como imagino que no aceptarías aunque te fuera la vida en ello, voy a sacar el futón. Si solo quieres utilizar la manta, adelante —afirmó con neutralidad.
Se levantó y desapareció por la puerta corredera al norte...
De educación o no, estaba bebiendo demasiado y todo iba a terminar muy mal para alguno de los dos, solo esperaba que no terminaran a botellazos, o en cualquier caso se podría retirar sin más, después de todo, ya podía recuperar su capa sin más.
Pero no dejaba de ser algo agresivo de parte del contrario lo que estaba diciéndole sin temores.
—Muerta en vida —murmuró para sí misma y cabizbaja.
Había empleado un tono incluso más bajo del usual, y su expresión ahora se mostraba aún más deprimente. ¿Algo le había afectado? Probablemente que la persona que le estaba hablando estuviese dejándose llevar por la influencia del alcohol, influencia que le dejó de regalo una marca que tendría por el resto de su vida y que vería cada vez que se parase frente a un espejo o cualquier cosa que generase reflejo.
—Mejor… —dudó por un instante en si seguir o no, pero al final, luego de suspirar se puso en pie—. Mejor me voy, solo molesto —concluyó volteándose en dirección a la puerta.
Aquel encuentro no estaba siendo tan agradable como se hubiese esperado, aunque necesitaba su capa…
«Da igual »se dijo más que dispuesta a retirarse.
«¡Muy hábil, pedazo de idiota, muy hábil!», se recriminó en la privacidad de su fuero interno con la ira de mil demonios. Su sinceridad no pretendía herir, pero eligió las palabras equivocadas y ¡ay! justamente ese había sido el efecto.
Frente a su atónita mirada, la pelirroja se decidió a marcharse. Inseguro e indeciso, el muchacho se levantó casi como si fuera un resorte. Su diestra se abrió, estirándose hacia su figura, diciendo "no te vayas".
Quizás metería la pata todavía más con lo que estaba a punto de hacer, pero ya no pensaba con claridad, entre la influencia del alcohol y la congoja solitaria que le producía un desagradable nudo en el estómago.
¿Qué solía hacer su hermana cuando él lloraba? Lo abrazaba.
Y así hizo, estrechando entre sus brazos a la pelirroja antes de que llegara al recibidor, apegándose a la espalda de la referida. La genin no podía verlo, pero unas brillantes lágrimas iban deslizándose entre sus mejillas...
—Lo siento mucho si te hice daño al decirte eso pero... por favor, no te vayas... no soporto la idea de que andes perdida en mitad de la noche por mi culpa...
No había nada que hacerle, la chica se iba a retirar muy dolida y probablemente aquello afectaría de forma permanente a su relación con su compañero. ¿Sería correcto solicitar algún tipo de cambio a Kenzou? Es por el bien del equipo en sí, para mejorar el rendimiento del mismo y tal…
Ah pero el Uchiha una vez más se negó a lo que ella pudiera decidir por sus propios medios, claro que lo haría. Esta vez, sencillamente la atrapó con ambos brazos, inclusive la fémina pudo sentir algo de presión sobre sí misma y es que Ralexion la estaba abrazando con la fuerza necesaria para que ella no pudiera girarse ni seguir su camino.
¿Qué efecto tuvo aquello? Probablemente uno bastante más extremo de lo que él pudiera imaginarse.
La pelirroja guardó silencio, se quedó estática, con las manos sobre los brazos del contrario y cabizbaja, lo suficiente para que parte de su cabello se fuese por delante de sus hombros ayudando a ocultar su rostro. Un instante después comenzó a sollozar, todavía aguantaba, a pesar de que las lágrimas comenzaron a correr rápidamente por su rostro, hasta caer inevitablemente al piso.
No emitía sonido alguno, al menos por ahora, pues estaba aguantando mordiéndose el labio inferior hasta que un hilillo de sangre se hizo presente, mezclándose también con las lágrimas y…
Rompió a llorar.
No pudo evitarlo, comenzó a llorar a moco tendido, incapaz de pronunciar una sola palabra ni resistirse al abrazo. No gritaba, es cierto, pero era más que evidente que estaba dejando salir todo lo que se había estado guardando en los últimos años…
Hacía mucho tiempo que no sentía el afecto de otra persona, por más que fuese alguien a quien… Realmente no conocía…
Oh wow, menuda noche.
Al final quedaron los dos llorando. Ritsuko se derrumbó, metafóricamente hablando, y rompió a llorar con todavía más viveza que el moreno. No sabía porqué la fémina cargaba con tanta pena en su interior, pero comprendía a la perfección esa sensación de expulsarlo todo, de purificadora catarsis.
Se aferró con todavía más fuerza a ella, pegando su rostro con la retaguardia del cráneo ajeno. Quería transmitirle apoyo y cariño por partes iguales todo lo que fuera materialmente posible. Quería que comprendiera que aunque no eran más que compañeros elegidos al azar o por motivos desconocidos, estaba ahí para ella, en esa fría noche, en la que el viento mordía con mayor voracidad que de costumbre.
—Estoy aquí, Ritsuko-san... estoy aquí...
Probablemente ambos querrían buscarse un lugar algo más cómodo para estar llorando que estar de pie, justo delante de una puerta mientras el frío se los comía vivos, aunque podría hacer mucho más frío.
La chica siguió desahogándose tanto como pudiera y se lo permitieran, aunque claro, tarde o temprano tendría que separarse de él, no iba a tirarse el resto de la noche así, claro que no.
Poco a poco la pelirroja fue recuperando la compostura, aunque eso no significaba que su expresión melancólica fuese a desaparecer.
—Creo que ya —indicó aún algo agitada y aspirando de vez en cuando para retener los mocos—. Gracias.
Técnicamente no había hecho nada más que abrazarla, pero le había ayudado mucho y… no iba a decirle que se apartara, podía usarle el pelo para secarse las lágrimas aunque si estaba moqueando probablemente terminaría por convertirse en una situación algo más… asquerosa.
El compás de su respiración se fue calmando paulatinamente, igual que la de Ritsuko. Ambos recuperaron la compostura, y finalmente Ralexion se separó de ella, algo sonrojado.
—No hay de qué... espero que te sientas algo mejor —apartó la vista, incapaz de sostenerle la mirada.
¿Cómo manejar la situación a partir de ahí? Le alegraba haber sido capaz de mantener un momento tan estrechamente sentimental con la pelirroja, en especial que ella se hubiera mostrado receptiva, pero ahora no sabía qué decir o qué hacer. Al menos había evitado que se marchara, eso ya era mucho para él.
—Entonces... ¿te gustaría descansar? Creo que los dos hemos tenido un día muy largo...
—Estoy mejor —afirmó, aunque seguía con cara depresiva.
Tal vez ahora si aceptaría el futón, aunque también le había resultado cómodo estarse echada en la mesa así que esa sería otra muy buena opción a ojos de la pelirroja que finalmente fue liberada, aunque se tomó unos instantes antes de voltearse.
—Dormiré bajo la mesa —le dijo finalmente—. Se está muy bien allí —añadió en un intento por sonar algo más convincente, aunque dudaba lograrlo.
De cualquier manera, ella ya se dirigía rumbo a la mesa, y estaba muy dispuesta a meterse debajo de aquellas gruesas mantas. Eso por no decir que ya tenía medio cuerpo bajo la mesa, solo le faltaba arrastrarse un poco y lograría meter también las piernas.
Se limitó a asentir, ya que se veía demasiado cansado —además de afectado todavía por su repentina arremetida sentimental— como para llevarle la contraria a la tozuda pelirroja. Los dos jóvenes retornaron a la sala de estar, y mientras Ritsuko se ocultaba bajo la mesa como si se tratara de un insecto generando su crisálida, el Uchiha se internó en su cuarto para rebuscar en el único armario del que disponía el habitáculo.
Minutos más tarde retornó a donde se encontraba con anterioridad, portando en su diestra lo que parecía ser una almohada de color blanco.
—Toma, aquí tienes, que el suelo está muy duro —y así se agachó para tenderle el objeto—. Estaré aquí al lado, si necesitas cualquier cosa no dudes en llamarme.
Readquirió su previa altura, y a no ser que la muchacha le dijera algo o lo detuviese, se metería en su habitación.
Luego de un buen rato, la kunoichi logró meterse completamente debajo de la mesa y giró un poco, como un gato buscando la mejor posición para echarse a dormir, solo que ella en realidad estaba comprobando que no hubiese agujeros por los que el aire pudiera entrar.
Lo que sea que el Uchiha hiciera era desconocido para la pelirroja, ella solo sabía que por encima de ella había un bonito bonsái y ya. Tal vez las copas habían quedado allí arriba, a saber, pero no iba a dejarse llevar, lo que sí, agradeció la almohada aunque el único gesto con el que lo indicó fue sacando una mano y mostrándole el pulgar en alto, luego simplemente tomó la almohada y la arrastró debajo de la mesa también.
Si ya no pasaba nada más, ella se acomodaría en posición fetal allí abajo, en su pequeña pero cálida cueva y se dormiría, abrazada a la almohada.
Seguramente Ralexion pensó en que le sería útil para apoyar la cabeza, pero para esta chica era mejor estarse abrazada a ella.
Cerró la puerta corredera a su espalda. Ahora se encontraba en la soledad y silencio de su habitación. Además del armario empotrado del que había sacado la almohada para Ritsuko y un ventanal que daba al exterior —el cual filtraba la luz de la luna en el habitáculo— solo podía observarse el futón que Ralexion llamaba cama, allá relegado a la esquina derecha del lugar.
Suspiró. No sabía muy bien cómo tomarse todo lo que había ocurrido. Decidió que ya se preocuparía de ello por la mañana. Además, debía ayudar a su compañera a encontrar el camino de vuelta a su hogar.
Del armario, que también gozaba de puertas correderas fabricadas en papel de arroz, sacó un pijama de color negro, largo y abrigado. Sus ropajes actuales los dejó caer al piso con actitud despreocupada. Se cambió de ropa con ligereza y se introdujo en el futón cuando estuvo listo.
Adquirió una posición neutral, con el rostro mirando al techo. Cerró los ojos e hizo lo que buenamente pudo para relajarse... esperaba que con lo agotado que se encontraba no le fuera tarea difícil el conciliar el sueño.
Por lo menos Ritsuko no tardó demasiado en conciliar el sueño, estaba muy a gusto allí abajo entre las mantas y aferrada con brazos y piernas a la almohada que le habían prestado, aunque seguramente el Uchiha habría pensado en otra cosa para el momento en que se la pasó, pero poco importaba. La chica durmió muy bien y luego de unas horas, asomó apenas la cabeza desde debajo de las mantas para verificar que fuese de día.
Y así era. Había amanecido y técnicamente la pelirroja ya no tenía más excusas para mantenerse en aquella vivienda.
Silenciosamente se arrastró para salir de su escondite con especial cuidado de no golpear la mesa y comprobó que el bonsái seguía a salvo. Puede que un tanto desplazado de su lugar original al igual que las copas, pero de alguna manera todo estaba en perfectas condiciones. «Bien »se dijo a sí misma.
Pero tenía un pequeñísimo problema y era que no veía su capa por ninguna parte, seguramente el shinobi sabría dónde la dejó, o al menos debería.
Al no tener ninguna otra opción, la kunoichi ingresó en la habitación y buscó rápidamente al dueño de la misma, principalmente porque temía encontrarse con algo que no debería de ver.
Una vez localizado el Uchiha, la pelirroja se acercó y tomó asiento a un lado de él, estiró una mano e intentó despertarle tan delicadamente como le fuese posible, empujándole suavemente por el hombro.
—Ralexion —soltaba de vez en cuando intentando despertarle.
Al muchacho tampoco le resultó laborioso el caer sobre los brazos de la inconsciencia. Su cuerpo agradeció en demasía el descanso así como su mente se regocijó al poder desconectar. Sus sueños fueron pacíficos, libres de las viejas desgracias que le quitaban el aliento durante el día.
La pelirroja lo encontró durmiendo de lado, con el rostro hacia la pared. Se removió un poco cuando se sintió zarandeado. Abrió los ojos con lentitud, extremadamente aturdido y necesitando habituar sus pupilas a la luz del día. Ladeó el rostro con semblante zombificado y reparó en la presencia ajena.
—¿Hmm...? Ah, Ritsuko-san...
Era cierto, lo de aquella noche no había sido un sueño.
—¿En qué puedo ayudarte?
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